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Tenemos, pues, un sumo sacerdote excepcional, que ha entrado en el mismo cielo, Jesús, el hijo de Dios.
Todo sumo sacerdote es tomado de entre los hombres, y los representa en las cosas de Dios; por eso
ofrece dones y sacrificios por el pecado. Es capaz de comprender a los ignorantes y a los extraviados,
pues también lleva el peso de su propia debilidad; por esta razón debe ofrecer sacrificios por sus
pecados al igual que por los del pueblo. Nadie se apropia de esta dignidad sino que debe ser llamado
por Dios, como lo fue Aarón.
(Hebreos 5:1-4)
"En la tarde de ese día, el primer día de la semana, cerrando las puertas donde estaban los discípulos,
por temor a los Judíos, Jesús vino y se paró entre ellos y les dijo: 'La paz sea con ustedes'. Cuando hubo
dicho esto, les mostró las manos y el costado. Entonces los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús
les dijo de nuevo: 'La paz sea con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así que yo los envío a
ustedes.' Y cuando hubo dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: 'Reciban el Espíritu Santo. Si perdonan
los pecados de cualquiera, son perdonados; si retienen los pecados de cualquiera, son retenidos’" (Juan
20: 19-23)
Mas todo esto viene de Dios, que por Cristo nos ha reconciliado consigo y nos a confiado el ministerio
de la reconciliación. Somos pues embajadores de Cristo, como si Dios mismo os exhortase por medio de
nosotros.
(2 corintios 5:18)
Si enseñas esto a los hermanos, serás un buen ministro de Cristo Jesús. (1 TIMOTEO 4:6)
No descuides la gracia que posees, que te fue conferida por una intervención profética con la imposición
de manos de los presbíteros. (1 TIMOTEO 4:14)
-¿Cómo podríamos atribuirnos algo a nosotros mismo? Nuestra capacidad nos viene de Dios. Incluso nos
ha hecho ministros de una nueva alianza, que ya no es cosa de escritos, sino del espíritu. Porque lo
escrito da muerte, mientras que el espíritu da vida. (2CORINTIOS 3:5-8)
-Ese es nuestro ministerio, y como lo tenemos por gracia de Dios, no nos desanimamos. (2 corintios 4:1)