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Emetofobia
Emetofobia
el trauma
Ad de Jong
Department of Behavioural Sciences
ACTA, University of Amsterdam and
Vrije Universiteit Amsterdam,
Holanda
School of Health Sciences
Salford University, Manchester, Reino Unido
Resumen
La emetofobia, o miedo desproporcionado a vomitar, es un proceso crónico
e incapacitante que se caracteriza por una tendencia a evitar una amplia
colección de situaciones o de actividades en las cuales podría estar
incrementado el riesgo de vómito. La emetofobia, a diferencia de muchos otros
subtipos de fobias específicas, resulta relativamente difícil de tratar. En la
bibliografía existen, de hecho, solamente algunos casos publicados. En este
artículo se presenta el caso de una mujer de 46 años de edad con emetofobia a
la que se le aplicó el enfoque de tratamiento centrado en el trauma, es decir, un
enfoque dirigido particularmente al procesamiento de los recuerdos
perturbadores originados en una serie de sucesos que se consideraron como
determinantes en la etiología de esta alteración. Cuatro sesiones de terapia con
EMDR (Desensibilización y reprocesamiento mediante movimientos oculares)
dieron por resultado una reducción duradera en la sintomatología. En el
seguimiento realizado de tres años de duración no se observaron recidivas.
Introducción
La emetofobia o fobia al vómito es una alteración que se caracteriza por un
miedo desproporcionado a vomitar o a que otras personas vomiten y se asocia
generalmente a una irrefrenable sensación de pérdida del control, temiendo
volverse muy enfermo o, sino, que a otros esta situación les resulte muy
repulsiva. Los individuos que presentan esta alteración tienen la tendencia a
comprobar y a monitorizar la existencia de estímulos interoceptivos tales como
las náuseas lo que a su vez determina que sea más probable que enfermen 1.
Las estimaciones realizadas sobre la prevalencia de la emetofobia
indicarían de que se trata de una alteración rara que afectaría a
aproximadamente el 0,1% de la población.2 En su forma más leve, en cambio,
el miedo a vomitar es relativamente común, existiendo estimaciones de tasas
de prevalencia puntuales que oscilan entre el 3,1% y el 8,8% dentro de la
comunidad; el miedo a vomitar sería, además, cuatro veces mayor en las
mujeres que en los hombres. 3,4
De acuerdo con la edición actual del Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders 5 , la emetofobia está incluida dentro de la categoría de fobia
específica (Otros tipos). Para establecer el diagnóstico de emetofobia, es
necesario que la respuesta evitativa resulte muy perturbadora y que tenga una
repercusión muy importante en la vida de la persona. Como consecuencia de
ello, los fóbicos al vómito presentan la tendencia a evitar una amplia gama de
situaciones o de actividades que ellos estiman podrían incrementar el riesgo de
aparición del vómito. Así, por ejemplo, tendrían la tendencia a evitar lugares
con mucha gente, como podrían ser tiendas, barcos, aviones, conciertos y
hospitales, por temor a no poder escapar rápidamente en caso de que
aparecieran las náuseas o los vómitos. Podrían, además, no estar en
condiciones de irse de vacaciones o de viajar empleando medios de transporte
públicos; sin embargo, el comportamiento evitativo incluiría también el evitar a
adultos o a niños que pudieran estar enfermos ( y, por tanto, ser considerados
como fuente de contagio) o a quienes se encuentren en riesgo de vomitar (por
ejemplo, personas que están borrachas). El comportamiento evitativo podría
extenderse también a evitar el empleo de baños públicos o el contacto con
manillas de puertas, de medicamentos, a acudir al dentista, a limitar las
actividades de los propios hijos que han estado en contacto con otros niños o a
evitar el consumo de determinados alimentos que se estima podrían ser causa
4,6,7
de vómitos, lo cual podría conducir a pérdidas de peso significativas.
Las náuseas y ansiedad súbitas que aparecen en la emetofobia parecerían
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tener muchas similitudes con la crisis de ansiedad y con el ágorafobia. La
diferencia entre la emetofobia y la crisis de ansiedad radicaría, sin embargo, en
el hecho de que el pánico causado por la emetofobia tendría una duración
mucho más corta que la que tiene en la crisis de ansiedad. El comportamiento
evitativo de los emetofóbicos abarcaría, además, una gama de situaciones
mucho más amplia que la observada en el ágorafobia e incluiría el evitar el
consumo de alcohol, el embarazo, el contacto con personas enfermas y con
personas con cierto grado de imprevisibilidad, como podrían los niños o las
personas con minusvalías psíquicas.6 Ya de manera más específica, el
comportamiento de los emetofóbicos pretende principalmente prevenir la
aparición de náuseas y vómitos lo que lo diferencia del ágorafobia en el que lo
que se pretende es evitar aquellas situaciones en las que la mente, al
interpretar erróneamente los signos físicos de la ansiedad, cree que no estará
en condiciones de conseguir ayuda.
No sometida a tratamiento, es probable que persista. El conocimiento de
que se dispone sobre el tratamiento de la emetofobia es limitado, parte de lo
cual es debido a que se carece de todo ensayo controlado referente a la
eficacia (relativa) de las estrategias de tratamiento para tal situación. De hecho,
en la bibliografía se dispone sólo de algunos pocos casos publicados. Los
tratamientos de los que se ha informado incluyen el empleo ( o bien, de
combinaciones de) de hipnoterapia,9,10 de terapia conductual cognitiva, que
incluye la estimulación de la producción de la náusea o del vómito.11,12 el
empleo de técnicas de contracondicionamiento,13 de exposición
interoceptiva,1,14 de exposición in vivo a alertas de vómito, re-escritura de
experiencias aversivas pasadas, experimentos conductuales, abandono de
conductas que buscan la seguridad y desempeño de roles (role-play) del
vómito tras el olfato de vómito.15
Da la impresión de que la emetofobia sería una alteración relativamente
difícil de tratar. En el estudio de tratamiento más amplio realizado, un grupo de
7 pacientes3 fue expuesto repetidamente a secuencias de películas que
mostraban a personas vomitando. Se llegaron a realizar 13 sesiones en las
que se solicitó de los participantes que visionaran repetidamente las
secuencias de vídeo. El autor del estudio hizo notar que existió un sub-grupo
de pacientes a los cuales fue necesario someter a un número mayor de
sesiones ya que el miedo volvía a aparecer en el período que mediaba entre
las sesiones de exposición. Esta observación estaría en concordancia con los
resultados obtenidos en una encuesta realizada a través de internet que
incluía a 56 personas, la mayoría de ellas mujeres, resultados que indicaban
que es probable que aquellos que presentaban emetofobia, habrían sido
sometidos a una amplia gama de tratamientos previos, los cuales habrían
tenido un éxito bastante limitado.6
La terapia con EMDR (Desensibilización y reprocesamiento mediante
movimientos oculares) está recomendada para el tratamiento del estrés
postraumático o TEPT.16,17 Teniendo en cuenta que los emetofóbicos refieren
con frecuencia que dicho trastorno ha comenzado en la infancia, a menudo tras
verse expuestos a experiencias perturbadoras, vomitando ellos mismos o
viendo a otros hacerlo,6 y que el EMDR permite solucionar los recuerdos
perturbadores producidos por una amplia variedad de sucesos, entre los cuales
se podría incluir a aquellos que permitirían explicar el origen de las alteraciones
fóbicas,18 se podría entonces argumentar que la emetofobia también
respondería al tratamiento con EMDR. Entre los tipos de fobia de las que se ha
informado que han sido tratadas con éxito con EMDR (por ejemplo, fobias al
tráfico, a serpientes, polillas, arañas, ratones, a las inyecciones, al tratamiento
dental y al atragantamiento)19-21 existe en la bibliografía un informe de caso en
el que se empleó EMDR para el tratamiento del temor a las náuseas y vómito. 22
El empleo de este abordaje condujo a una remisión completa de las molestias
tras solamente una sesión con EMDR.
El objetivo que se persigue con el presente estudio de caso es el de
continuar explorando aún más la utilidad clínica que tendría el EMDR en el
tratamiento de la emetofobia. Con el fin de proporcionar información al lector
de cómo iba experimentando la paciente la terapia, se ha prestado especial
atención a sus notas personales y a los cambios cognitivos, emocionales y
conductuales a los que ella hacía referencia en sus correos electrónicos,
escritos tanto durante el período de tratamiento como en el período de
seguimiento.
Informe de caso
Sujeto
Debbie es una empleada administrativa de 46 años de edad que ha venido
sufriendo, desde que ella puede recordar, de un temor excesivo e irracional a
vomitar. Ella ha hecho siempre todo lo que estaba a su alcance para evitar ver
a otros vomitar, incluidos sus hijos, ya que temía que ello determinaría que ella
también vomitara. Debbie evitaba, por tanto, todo tipo de situaciones, entre las
que se incluían visitas a hospitales y ver determinados programas de televisión
y películas, solamente por el temor de que aparecieran personas que pudieran
sentirse mal y que, por ello, pudieran vomitar. Como gradualmente fue
aumentando cada vez más el número de situaciones que Debbie evitaba en su
vida diaria, su mundo se redujo de manera significativa.
Evaluación
Con el fin de evaluar si el miedo a vomitar cumplía con los criterios
diagnósticos necesarios que, de acuerdo con el DSM-IV-TR, permitieran
determinar que se trataba de una fobia específica (emetofobia), el diagnóstico
fue establecido empleando una entrevista diagnóstica estándar: la Mini
International Neuropsychiatric Interview, versión 5.0.0 (Mini entrevista
neuropsiquiátrica internacional)23,24 Con esta entrevista se evalúa, además, la
posible presencia de trastornos concomitantes y sirve de ayuda para que el
clínico pueda establecer un diagnóstico diferencial entre la emetofobia y una
crisis de ansiedad, por ejemplo. Según parece, en el caso de Debbie, sería el
único diagnóstico.
Con el fin de determinar la gravedad de los síntomas presentados por
Debbie, se solicitó de ésta que cumplimentara la versión holandesa del
Symptom Check List-90-Revised versión (Lista de comprobación de síntomas)
(SCL-90-R).25-26 Éste consta de 90 ítems que proporcionan una indicación de
posibles disfunciones existentes en ocho dimensiones: ágorafobia (7 ítems),
somatización (12 ítems), rabia- hostilidad (6 ítems), depresión (16 ítems),
sensibilidad interpersonal e ideación paranoide (18 ítems), ansiedad (10 ítems),
dificultades cognitivas y de rendimiento (9 ítems) y trastornos del sueño (3
ítems). La versión holandesa difiere de la versión original de Derogatis en
cuanto que se solicita del paciente que, en una escala de 5 puntos (1=ninguna;
5= demasiadas), indique el número de molestias experimentadas durante la
semana previa. La puntuación total se obtiene mediante la sumatoria de los
puntos obtenidos en cada una de las ocho subescalas, incluidos nueve ítems
no susceptibles de ser incluidos en escalas, pudiendo oscilar ésta entre los 90
y los 450 puntos. La puntuación total obtenida por Debbie fue de 275 puntos.
Esta puntuación caía dentro de la gama muy alta (grupo de norma 2) en las
dimensiones ansiedad, ágorafobia y sensibilidad interpersonal.
Procedimiento
EMDR es un enfoque psicoterapéutico de 8 fases, protocolizado, que está
orientado hacia la resolución de síntomas derivados de experiencias vitales
27
perturbadoras y no procesadas. Se comienza centrando la atención en el
propio recuerdo traumático solicitando del cliente que recuerde la memoria
traumática en cuestión y se concentre en los diversos aspectos de ésta. El
cliente deberá fijar específicamente la atención en la imagen más perturbadora
y en la creencia negativa disfuncional mantenida por éste respecto de sí
mismo, vinculada a dicha imagen, como así también en las emociones y
sensaciones físicas que la acompañan. Una característica esencial del
procedimiento es la realización de los movimientos oculares. De manera
característica, el/ la terapeuta mueve sus dedos de un lado a otro frente a el/ la
cliente solicitando de él/ ella que siga los movimientos con sus ojos a la vez
que se concentra en el recuerdo traumático.27 Tras la imagen y cognición
negativa (CN), se produce el acceso a los aspectos emocional y somático del
recuerdo. Tras cada serie de movimientos oculares (denominado un set), se
solicita del cliente que vaya informando de los experiencias emocionales,
cognitivas, somáticas y/ o de imágenes que vaya teniendo hasta que las
perturbaciones internas existentes alcancen un SUD (escala de unidades
subjetivas de perturbación que oscila entre los valores de 10 hasta 0) igual a
cero y las cogniciones adaptativas, junto con las cogniciones positivas (CP),
alcancen una puntuación elevada en la escala de VoC (validez de la cognición),
escala que oscila entre los valores de 1(percibida como completamente falsa)
hasta 7(percibida como completamente cierta). En la aplicación del EMDR a las
fobias, existen muchos elementos que son añadidos al procedimiento, entre los
que se incluye una preparación frente a confrontaciones que pudiera haber en
el futuro con el estímulo fóbico. 28
Existe una amplia variedad de estudios experimentales que demuestran
que, durante la evocación de los recuerdos aversivos, los movimientos oculares
reducen la viveza y emocionalidad de los mismos.28-29 Se parte del supuesto
de que la evocación de un recuerdo traumático grava la capacidad de la
memoria de trabajo, la cual se encuentra de por sí reducida. Si se procediera a
llevar a cabo otra tarea durante dicha evocación, se dispondrá de una menor
capacidad para evocar un suceso perturbador.30 Esto significa que el recuerdo
será experimentado con menor viveza y menor carga emocional. Si bien se
cree que los movimientos oculares ejercerían tal función de tarea secundaria,28-
29
existen, además, otras modalidades que pueden ser empleadas para gravar
la memoria de trabajo. En el presente caso, el EMDR se llevó a cabo
empleando auriculares conectados a un aparato de CD en el que se
reproducían sonidos alternantes (clicks).
Comentario
Bibliografía