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CAPÍTULO 5: ¿CÓMO PODEMOS GUARDAMOS LIBRES

DE LA TENTACIÓN?

La respuesta puede resumirse en las palabras de nuestro Señor, "velad y orad". Ahora
veamos unas Instrucciones generales:

1. Debes tomar conciencia de lo peligroso que es entrar en la tentación.

Es preocupante ver lo descuidadas que son muchas personas respecto al peligro de


entrar en tentación. Mantenerse fuera del alcance de la tentación no les es muy
importante. (Prov. 6:27).

Ejemplo:

- La Biblia en muchos lugares, advierte del peligro de las malas compañías.


(Prov. 2:11-14; Prov. 4:13-15; Prov. 22:24-25; 1 Cor.15:33).
- Padres o buenos amigos les adviertan en vano contra tales acompañantes.

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Sin embargo ¿Cuántos escogen amigos malvados? No pasa mucho tiempo antes de que
escojan también la maldad de estos amigos.

- Al principio, las personas hasta pueden sentirse incomodas con respecto a algunas
cosas que sus malos amigos disfrutan, sin embargo no tardan mucho en terminar
disfrutando de ellas. (Esto es aplicable a hermanos de la iglesia a los que se les
exhorta de peligro, pero se cargan))

- Muchos creyentes se basan en la doctrina de “la libertad cristiana” para hacer casi
cualquier cosa que quieran: (especialmente cuando conocemos las doctrinas de la
gracia):

 Escuchan cualquier cosa. (Aún falsos maestros).

 Leen lo que quieren y aunque cristianos sabios condenen como una falsa
enseñanza lo que ellos están leyendo.

- Se sienten completamente seguros de sí mismos, que no serán influenciados por lo que


lean u oigan.

¿Cuál es el resultado habitual de esta necedad?


Rta. / Pocos, muy pocos, salen sin ser dañados y otros resultan con su fe o su sana
doctrina trastornadas.

“Nadie tiene el derecho de decir que odia verdaderamente el pecado a menos que
tema a la tentación que conduce a él”.
Al mantener el principio de la libertad cristiana, nunca debemos olvidarnos del
igualmente importante principio: Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es
lícito, pero no todo edifica.”. (1 Cor. 10:23).

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- Examinémonos siempre a nosotros mismos:

 ¿Me hacen descuidar mis deberes espirituales y enfrían mi fe los lugares que
frecuento o quizá ciertas compañías que frecuento, o tal vez ciertas metas que
busco? (me apartan de la comunión)

 ¿Impiden que yo tenga una obediencia total a Cristo?

Si esto es así, entonces necesito revisar mi percepción de lo que es “libertad cristiana”


(No he entendido el evangelio, no se trata de legalismo sino de sabiduría).

Cuando ando tan expuesto a los peligros de mi alma, sin tomar medidas, Debo
preguntarme ¿Realmente quiero evitar entrar en la tentación?

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- Si en verdad estas decidido(a) a evitar caer en tentación, Entonces:

A. Necesito ser sensible ante mi propia debilidad y naturaleza caída. (Conozco mi


naturaleza).

B. Necesito estar muy consciente del “ingenio de Satanás”, “el pecado que mora en
mí” y “el poder de la tentación”. (Ser racional) (Rom. 7:15-20)

Cada día debemos ocupar un tiempo meditando en el gran peligro que involucra entrar
en la tentación. ¡Piense en las consecuencias probables!:

 Contristar al Espíritu de Dios. (Ser desagradecidos)


 Perder nuestra paz. (Sentir una relación distante con Dios)
 Poner el bienestar eterno de nuestras almas en peligro. (La amonestación es
para el creyente – no pensar que ya somos salvos aunque sí)

Puedes estar totalmente seguro(a) que la tentación que es menospreciada nos


conquistara.

Sin embargo si somos sensibles y vigilantes, entonces, la mitad del trabajo de evitar
entrar en la tentación está hecho.
2. Convéncete de tu incapacidad para guardarte a ti mismo de entrar en
la tentación.

Entre más reconozcamos que no está en nuestro poder guardamos de la tentación, la


oración se convertirá en una gran necesidad. (Medio de preservación que indica
dependencia).)

Muchos creyentes descuidados en el único momento que reconocen su necesidad de


ayuda, es cuando ya han entrado en la tentación.

Sin embargo, el Señor nos enseña que es tan importante orar para no entrar en tentación,
como orar por ayuda cuando ya hemos entrado en ella. (Heb. 4:15-16) (Podemos
acudir a su gracia y misericordia).

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- Nuestro Señor mismo es quien nos enseña que necesitamos a Dios para poder ser
guardados por el poder de Dios para no entrar en tentación:

Primero, nos enseña a orar "no nos metas en tentación" (Mat.6:13), y nos dice:
"Velad y orad para que no entréis en tentación" (Mat.26:41).

Al enseñarnos a orar en esta manera, nos está enseñando que debemos confiar es en el
poder y la sabiduría de Dios y no en nosotros mismos para guardamos de la tentación.

Segundo, Nos da su propio ejemplo. El mismo ora por su pueblo para que sea
"guardado del mal" (Jn.17: 15).

- Él sabe cuán poderosa, engañosa y sutil puede ser la tentación.


- Conoce nuestra necedad, debilidad y descuido.

Entonces nos conduce a poner nuestra confianza en una sabiduría y un poder más altos
que los nuestros a fin de que seamos guardados de entrar en tentación.

Debemos aprender a:

 Recordarnos tales cosas como las siguientes: "Soy pobre y débil / Satanás es
astuto, poderoso, engañoso y vela continuamente buscando una oportunidad para
tentarme. (Me enfrento a alguien más fuerte).

 El mundo es atractivo, constante y lleno de caminos engañosos para tentarme.


(Estamos en un mundo caído).

 Mi propia naturaleza pecaminosa siempre está lista para traicionarme en el


momento de la tentación. (Concupiscencia)

 Alrededor mío, hay una variedad de oportunidades idóneas y seductoras para


satisfacer mis deseos pecaminosos. (nuestro propio contexto se presta)
 Yo soy tan torpe para ver lo que me está sucediendo que si Dios me dejara a mis
fuerzas estaría atrapado antes de darme cuenta. (Soy una criatura dependiente)

 Solamente Dios puede guardarme de caer (Judas 24) y es a Él a quien debo orar
con confianza para que lo haga". (El pasaje indica que se necesita poder y solo
Dios lo tiene para guardarnos sin caída).

Si meditamos en todo lo anterior constantemente, entonces temeremos y buscaremos


encomendarnos a Dios continuamente.

No haremos nada, ni intentaremos nada sin antes buscar su voluntad en todos nuestros
asuntos.

Tal manera de orar nos dará una ventaja doble:

1. Recibiremos la gracia y la compasión que Dios ha prometido para ayudar a los


débiles. Podemos estar seguros de que aquellos que oran en esta manera (es decir,
motivados por una conciencia real de su necesidad) nunca serán avergonzados. (Dios
siempre responderá a un corazón que teme, tiembla y le busca para no pecar).

2. Mantener un espíritu de oración es una demostración de fe, ya que estamos confiando


en Dios al exponernos a los medios que Él mismo nos dio para preservación.

Si conscientes de nuestra necesidad y buscamos a Dios para suplirla, nos encontraremos


usando los medios que Dios designó para nuestra preservación. (Medio de gracia)

3. Ejercita tu fe en las promesas divinas de preservación.

Si confiamos en las promesas divinas y oramos por preservación, Dios o nos guardará
de entrar en la tentación o proveerá una vía de escape (1 Cor.10:13).

Dios ha prometido:

Que nos guardará en todos nuestros caminos (Sal.91:14-15), (Prov. 3:5-7).


Que nos guiará (Sal. 32:8).
Que nos librará del maligno (Rom.16:20).

¿Desea ser protegido de la tentación y protegido de caer cuando sea tentado?

Entonces, deberías orar sin cesar.

Creer que Dios nos cuidará no es suficiente. Dios quiere que oremos por ese cuidado y
que permanezcamos en oración. (No es un asunto de una tentación y ya, es orar
siempre para no caer aun en el futuro).
“Orando en todo tiempo” (Lucas 18:1, Efesios 6:18) Si no mantenemos un espíritu
constante de oración, lo único que podemos esperar es que al ser atacados estemos
continuamente expuestos a entrar en variedad de tentaciones y caer en pecado.

Debemos orar cada día en forma específica para ser preservados de la tentación:

¿Para qué?

1. Para que Dios guarde tanto nuestro corazón, como nuestros caminos, de tal manera
que no seamos sujetados por la tentación.

2. Pedir que Dios nos de diligencia, cuidado y vigilancia sobre todos nuestros caminos.

Si aprendemos a orar de esta manera con una conciencia real de nuestra necesidad de la
ayuda divina, experimentaremos verdadera libertad y paz de conciencia.

Pero, si por el contrario rehusamos mantener un espíritu constante de oración, ten por
seguro que caerás continuamente en el pecado, actuando rebeldemente contra el Dios
que te salvó.

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