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niendo que la alternativa secular y progresista es el sine cuyo significado se ha perdido de vista. Lo mismo se
qua non de la democracia liberal, por lo que declara­ puede decir también de la capacidad para pensar el
mos una guerra efectiva a cualquier esfuerzo por re­ tiempo —este tiempo— fuera de esa teleología que
pensar o desafiar la necesidad, la suficiencia y el valor se instala violentamente como origen y fin de lo cultu­
último de dicha alternativa. El primer caso desarrolla ralmente pensable. La posibilidad de un marco políti­
unas nociones dialécticas, pragmáticas y progresistas de co que abra nuestras ideas sobre las normas culturales
la historia; el segundo convierte lo «progresivo» o «pro­ a la contestación y al dinamismo dentro de un marco
gresista» en un foco de conflicto, y modela como ame­ global sería, sin ninguna duda, una manera de pensar
nazas al liberalismo todos los vocabularios no seculares una política que reconduzca la libertad sexual al con­
y contraprogresistas, incluidos todos los esfuerzos por texto de unas luchas aliadas en contra del racismo,
desarrollar vocabularios alternativos para pensar sobre del nacionalismo y de la persecución de las minorías
los sujetos emergentes y sobre los lenguajes, medios de religiosas.
comunicación e idiomas efectivos para la emancipación Pero no estoy del todo segura de que necesitemos
política. situar estas luchas dentro de un marco unificado. Como
Ciertamente, yo no imagino una alianza «de una espero haber mostrado, al menos de forma preliminar,
pieza» entre minorías religiosas y sexuales. Respecto a insistir en un marco cultural unificado como precondi-
las alianzas actuales, tiene sentido preguntar cómo están ción de la política, ya secular ya religiosa, sería excluir
formadas. También tiene sentido suponer que deben de de antemano semejante marco de contestación política.
contener en su seno ciertas fracturas, fallos y antagonis­ Si, como insiste Marx, el punto de partida para nuestro
mos permanentes. Al decir «contener en su seno» no análisis debe ser el presente histórico, entonces me pa­
quiero sugerir que la alianza en cuestión suture o resuel­ rece que sería necesaria una nueva manera de entender
va tales antagonismos. Antes al contrario, yo seguiría cómo entran en conflicto y convergen las temporalida­
sosteniendo, con Laclau y Mouffe, que el antagonismo des para poder obtener cualquier descripción compleja
mantiene abierta la alianza y suspende la idea de una de dicho presente. Eso significa, creo, oponernos a los
reconciliación como meta. Saber lo que podría mante­ dos marcos unificados que destilan los antagonismos en
ner amalgamada una alianza es diferente de saber qué cuestión en reivindicaciones de derechos, pero también
mantiene móvil una alianza. Lo que mantiene móvil una significa rechazar esas narrativas del desarrollo que de­
alianza es, en mi opinión, el continuado centrarnos en terminan por anticipado en qué consiste una justa visión
esas formaciones de poder que exceden la estricta defi­ del prosperar humano. Siempre es posible mostrar no
nición de identidad aplicada a quienes están incluidos sólo las distintas maneras de modernidad del islam sino,
en dicha alianza. En este caso, una alianza necesitaría también —algo que me parece igual de importante—,
centrarse en los métodos de coacción estatal (que van que ciertos ideales seculares podrían no haberse desa­
desde los exámenes a inmigrantes hasta la tortura ex­ rrollado sin una transmisión y una elaboración a través
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de las prácticas islámicas. Sin embargo, no se trata de de desposeimiento que unen a las políticas de minorías,
mostrar que todos somos modernos. La modernidad ni creo tampoco que haya necesidad de dicho término
intenta constituirse mediante una idea del tiempo con­ para los fines estratégicos de una alianza política. Lo
tinua y en desarrollo, y si algunas de nuestras libertades que sí es necesario es que quienes están comprometi­
personales se conceptualizan dentro de esa noción de dos en tales esfuerzos coaliciónales estén también ac­
realización continua y en desarrollo, entonces tal vez nos tivamente involucrados en pensar a fondo la categoría
vendría bien recordar la famosa ocurrencia de Nietzsche, de la «minoría» como algo que atraviesa las líneas que
que encontramos en La voluntad de poderío: «La huma­ dividen al ciudadano del no ciudadano. Al centrarme
nidad no avanza, ni siquiera existe».21Más relevante sea, en los poderes estatales y reguladores, en cómo éstos
quizá, la insistencia de Walter Benjamín —en la decimo­ orquestan el debate y manipulan los términos para crear
tercera de sus Tesis de filosofía de la historia— en que un impasse político, nos estamos moviendo más allá del
«el concepto del progreso histórico de la humanidad no tipo de marco que presupone una oposición diádica o
puede desgajarse del concepto de su progresión a través que extrae un «conflicto» de una formación compleja a
de un tiempo homogéneo, vacío. Una crítica del con­ fin de ocluir las dimensiones coercitivas y orquestadoras
cepto de dicha progresión debe ser la base de cualquier de los marcos normativos. Al poner en el candelero la
crítica del concepto de progreso como tal».22 En una cuestión del poder, los términos del debate no pueden
tesis posterior, señala que «la conciencia de que están a sino, al menos, cambiar, e incluso volverse más política­
punto de hacer explotar el contínuum de la historia es mente receptivos.
característica de las clases revolucionarias en el momen­ Así, ¿cómo orquestan las formas de poder, entre ellas
to de su acción».23 El historiador que entienda cómo el poder estatal, una escena de oposición diádica que
el pasado aparece fugazmente ante nuestra vista, cómo el exige dos sujetos discretos, cualificados por atributos
pasado no es pasado sino que continúa en el presente, únicos o plurales y mutuamente excluyentes? Dar por
ese historiador entenderá «el tiempo del ahora» como supuestos tales sujetos es desviar la atención crítica de
un tiempo «en el que se hallan dispersas las astillas del las operaciones del poder, entre ellas los efectos orques­
tiempo mesiánico».24 Esta referencia de Benjamín en­ tadores del poder en y sobre la formación del sujeto.
Consiguientemente, quiero advertir contra las formas
21. Friedrich Nietzsche, La voluntad de poderío, Madrid, narrativas de una historia progresiva en las que o bien el
Edaf, 1981. conflicto diádico es superado mediante marcos liberales
22. Walter Benjamin, llluminations, en H. Arendt (comp.), más englobadores e inclusivos, o bien el constructo del
Nueva York, Schocken Books, 1968 (trad. cast.: «Tesis de filoso­ progreso se convierte en la cuestión definidora en la
fía de la historia», en Discursos interrumpidos I, Madrid, Taurus,
1973).
batalla por la defensa del liberalismo. En el primer caso,
23. Ibíd., pág. 261. estamos desarrollando unos marcos más inclusivos para
24. Ibíd., pág. 263. resolver el antagonismo; en el segundo, estamos soste­
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den formarse bajo la rúbrica de la política de la inmi­ fáticamente no secular no se basa en un futuro ideal
gración comunidades que luchan por la emancipación sino más bien en la fuerza interruptiva del pasado sobre
y están caracterizadas por una fusión de identidades. un presente que borra todas las diferencias cualitati­
Si los términos de multiculturalismo y de política del vas mediante su efecto homogeneizador. Esa «conste­
reconocimiento exigen o bien la reducción del sujeto a lación» que es la era del yo es, precisamente, la escena
un único atributo definidor o bien la construcción de un difícil e interruptiva de múltiples temporalidades que
sujeto múltiplemente determinado, entonces no puedo no pueden reducirse al pluralismo cultural o a un dis­
asegurar que nos hayamos enfrentado ya al reto de la curso liberal sobre los derechos. Para Benjamín, como
metafísica cultural planteado por las nuevas redes glo­ sostiene en la línea final de sus tesis, «cada segundo de
bales que atraviesan y animan varias determinaciones tiempo fue la puerta estrecha por la que el Mesías podía
dinámicas a la vez. entrar», una condición histórica en la que la responsabi­
Cuando tales redes forman la base de las coaliciones lidad política del presente existe precisamente «ahora».
políticas, están mejor unidas por cuestiones de «iden­ No en vano Benjamín entendió la acción revolucionaria
tidad», o de términos de reconocimiento comúnmente como huelga, como el rechazo del poder estatal coer­
aceptados, que por formas de oposición política para citivo. Ese poder se basa en cierta supuesta noción del
ciertas políticas estatales y otras reguladoras que fomen­ progreso histórico, a fin de legitimarse como el logro
tan exclusiones, abyecciones, una ciudadanía parcial o supremamente moderno. Separar el «tiempo del ahora»
plenamente suspendida, subordinación, envilecimiento de estas pretensiones de modernidad es cortar de raíz el
y otras cosas por el estilo. En este sentido, las «coali­ marco temporal que apoya de manera acrítica al poder
ciones» no se basan necesariamente en posiciones del estatal, su efecto legitimador y sus instrumentalidades
sujeto o en reconciliar diferencias entre posiciones coercitivas. Sin una crítica de la violencia estatal y del
del sujeto; de hecho, pueden basarse en solapar pro­ poder que ostenta el Estado para construir al sujeto
visionalmente aspiraciones, y puede haber —y tal vez de la diferencia cultural, nuestras pretensiones de li­
deba haber— antagonismos activos con respecto a lo bertad corren el riesgo de una apropiación por parte
que estas aspiraciones deberían ser y a la mejor manera del Estado que puede hacernos perder de vista todos
de hacerlas realidad. Son unos campos animados de nuestros demás compromisos. Sólo mediante dicha crí­
diferencias en cuanto que el «estar efectuado por otro» tica de la violencia estatal tendremos la posibilidad de
y el «efectuar a otro» forman parte de la ontología social encontrar y reconocer las alianzas ya existentes y los si­
misma del sujeto, en cuyo caso «el sujeto» es menos una tios de contacto con otras minorías para poder conside­
sustancia discreta que una serie activa y transitiva de rar sistémicamente cómo la coacción pretende dividir­
interrelaciones. nos y mantener nuestra atención apartada de la crítica
No estoy del todo convencida de que exista un úni­ de la violencia.
co término «unificador» que abarque todas las formas Sólo alcanzando un compromiso con los cambios
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epistémicos entre distintas perspectivas críticas, tanto se­ Aunque no pretendo en absoluto subestimar el lu­
culares como religiosas, cualquiera de nosotros será ca­ gar del conflicto social y cultural en la política contem­
paz de darse cuenta del tiempo y del lugar de la política. poránea, me muestro igualmente renuente a dar por
Si la libertad es uno de los ideales que esperamos, será sentado el impasse como rasgo estructural del multi­
importante recordar cuán fácilmente puede desplegarse culturalismo, por mucho que prevalezca la interpreta­
la retórica de la libertad en nombre de la autolegiti- ción de cierto distanciamiento entre, por ejemplo, las
mación de un Estado cuya fuerza coercitiva desmiente minorías religiosas y las sexuales. Hay numerosos gru­
su pretensión de salvaguardar la humanidad. Tal vez pos religiosos de gais y lesbianas, algunos de los cuales
entonces podamos repensar la libertad, incluida la li­ han sido responsables en Estados Unidos de algunas de
bertad respecto de la coacción, como una condición de las campañas en pro del matrimonio.7Asimismo, hay ac­
solidaridad entre minorías, y apreciar lo necesario que tualmente en Estados Unidos y en toda Europa algunas
es formular las políticas sexuales en el contexto de una coaliciones de homosexuales y de «extranjeros ilega­
crítica general de la guerra. les» o «sin papeles» que trabajan en buena armonía, sin
que su identidad sexual y su fe religiosa afecten a sus
esfuerzos coaliciónales. Y hay numerosas redes de les­
bianas y de gais musulmanes (como, por ejemplo, el bar
S036, en el distrito de Kreuzberg, Berlín) que desmien­
ten la necesidad de una oposición entre sexualidad y
religión. Si consideramos cómo el estatus de seropositi-
vo ha afectado adversamente a la capacidad de ciertos
individuos para migrar o simplemente para obtener una
adecuada atención sanitaria, podremos ver cómo pue­

7. He aquí unas cuantas organizaciones que representan mi­


norías sexuales musulmanas y árabes: Imaan, una organización
del Reino Unido para personas musulmanas gais, lesbianas, bi­
sexuales y transexuales, que ofrece servicios sociales y una esfera
de acción comunitaria: <www.imaan.org.uk>. Véase también
<www.al-bab-com>, página web que ofrece varios recursos para
personas lesbianas y gais árabes (unos son de contenido religio­
so y otros no). Véase también «The International Initiative for
the Visibility of Queer Muslims», <queerjihad.blogspot.com>, y
<www.al-fatiha.org>, organización internacional para personas
musulmanas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales.
202 MAR COS DE GUERRA
CAPÍTULO
munidad como tal.6 Por supuesto, semejante proyecto
tendría que ser capaz de localizar las comunidades, de ____________________________________ 4
tratarlas como entidades estables y discretas, lo que
conduciría a ciertos tipos de decisiones complicadas £1 no-pensamiento en nombre
sobre cómo debería determinarse la pertenencia a un de lo normativo
grupo. Sin duda, la ventaja de dicho enfoque es que
complementa cierto individualismo mediante la noción
de los derechos de grupo; pero la limitación es que el
«grupo» o la «comunidad» funcionan como un sujeto
unificado precisamente en un tiempo en el que las nue­
vas formaciones sociales exigen que pensemos más allá
o en contra de semejantes unidades presupuestas.
La estrategia de idear los derechos asociativos y un En un reciente intercambio,1 el sociólogo británico
concepto coalicional de la ciudadanía podría entender­ Chetan Bhatt ha señalado que «en la sociología, al igual
se como un instrumental para expandir las actuales nor­ que en la teoría cultural o los estudios culturales, mu­
mas democráticas, de manera que sean más inclusivas y chos de nosotros presuponemos un campo de verdades
superen así los «distanciamientos» entre el individuo y las [...], un (aunque contestado) campo de inteligibilidad
reivindicaciones y derechos de índole religiosa. No cabe teórica para comprender o describir “el yo”, “el otro”,
duda de que tales estrategias tienen sus puntos fuertes y el sujeto, la identidad y la cultura».2 Y agrega a con­
son harto prometedoras. Me gustaría solamente llamar la
atención sobre la tensión existente entre a) expandir los 1. British Journal ofSociology, vol. 59, n° 1, 2008. Mi ensayo
actuales conceptos normativos de ciudadanía, reconoci­ «Sexual Politics, Torture, and Secular Time», que aparece en for­
miento y derechos para acomodarlos y superar los impas­ ma revisada como capítulo 3 del presente libro, nació como una
conferencia anual para la British Journal of Sociology, pronun­
ses contemporáneos, y b) hacer un llamamiento a favor de
ciada en octubre de 2007 en la London School of Economics.
unos vocabularios alternativos fundados en la convicción Fue publicado por vez primera en el BJS junto con varias reaccio­
de que los discursos normativos derivados del liberalismo nes. Este capítulo, que es una versión revisada y ampliada de la
y del multiculturalismo son igualmente inadecuados para réplica que di a aquellas reacciones («A Response to Ali, Beck-
la tarea de captar tanto la nueva formación del sujeto ford, Bhatt, Modood and Woodhead», en British Journal ofSocio­
como las nuevas formas de antagonismo social y político. logy, vol. 59, n° 2, págs. 255-260), incluye un comentario acerca
de la obra de Talal Asad, que no apareció en aquellas páginas.
2. Chetan Bhatt, «The Times of Movements: A Response»,
6. Véase Linda Woodhead, «Secular Privilege, Religious Di­ en British Journal ofSociology, vol. 59, n° 1,200 8, pág. 29.
sadvantage», en British Journal of Sociology, vol. 59, n° 1,2 008,
págs. 53-58.
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tinuación: «Ya no estoy seguro de que estos concep­ las hordas (lo que, presumiblemente, no sólo incluiría
tos tengan necesariamente capacidad expansiva para a los no europeos sino, también, a los comparatistas
abordar las transformaciones masivas de los mundos de toda índole). Además, semejantes afirmaciones a
cotidianos fuera de Euroamérica, así como el rápido menudo corren parejas con una aseveración espuria
desenmarañamiento y reempaquetamiento de lo que de «valentía política», entendida como la voluntad de
llamamos “identidad” [...]». Si Bhatt lleva razón, en­ desafiar a quienes nos harían pensar en diferencias
tonces el marco mismo dentro del cual procedemos, culturales de manera más fundamentada, paciente o
ya sea el del multiculturalismo o el de los derechos hu­ compleja. En otras palabras, no necesitamos entender,
manos, está dando por supuestos unos tipos de sujeto sino ¡sólo y siempre juzgar! Mi argumento, no obs­
específicos que pueden corresponder o no a los modos tante, no es paralizar el juicio o socavar las exigencias
de vida que se dan dentro del tiempo presente. Los normativas, sino insistir en que debemos arbitrar nue­
sujetos presupuestos por los marcos liberales y mul­ vas constelaciones para pensar en la normatividad si
ticulturales (y conviene distinguirlos bien) se carac­ queremos proceder de una manera intelectualmente
terizan por pertenecer a ciertos tipos de identidades abierta y comprehensiva en orden a captar y evaluar
culturales, diversamente concebidos como individual nuestro mundo.
o múltiplemente determinados por listas de categorías Por supuesto, hay algunas opciones que yo no estoy
que incluyen la etnicidad, la clase, la raza, la religión, promoviendo. Por ejemplo, el problema que estamos
la sexualidad y el género. Hay cuestiones persistentes abordando no es un problema en el que los derechos
sobre si y cómo tales sujetos pueden representarse en el de la cultura amenacen con desbancar los derechos de
marco de la ley y qué podría considerarse un suficiente la libertad individual, puesto que el enmarque del
reconocimiento cultural e institucional para tales suje­ problema se niega a repensar esos mismos conceptos
tos. Hacemos estas preguntas normativas como si cono­ del individuo y de la cultura que se están dando por
ciéramos la mejor manera de representar o reconocer a supuestos. En este contexto, es importante recalcar
varios sujetos. De hecho, el «nosotros» que hace tales que el esfuerzo de las elites seculares por excluir la
preguntas presupone, en su mayor parte, que el pro­ religión de la esfera pública puede tener sus raíces en
blema es normativo, a saber, cuál es la mejor manera cierto privilegio de clase y en cierta ceguera ante el he­
de disponer la vida política para que se pueda producir cho de que las redes religiosas a menudo suministran
el reconocimiento y la representación. Y aunque, sin el apoyo en el que necesariamente se basan las pobla­
duda, ésta es una pregunta crucial, por no decir que es ciones vulnerables. Hay quienes han argumentado a
la pregunta normativa más crucial que podamos hacer, favor de los derechos asociativos de las comunidades
es posible que no podamos columbrar una respuesta si religiosas sobre la base de que la infracción de tales
no consideramos la ontología del sujeto cuyo reconoci­ derechos conduce a sustantivas desemancipaciones
miento y representación está en tela de juicio. Más aún, para tales comunidades o incluso al desarraigo de la co­
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que existe un tabú a nivel doctrinal no significa explicar cualquier indagación sobre dicha ontología exige que
la función que desempeña dicho tabú dentro de esa doc­ consideremos otro nivel en el que opere lo normativo, a
trina ni la manera cómo se lleva la vida sexual en rela­ saber, mediante normas que produzcan la idea de un hu­
ción no sólo con el tabú sino, también, con otros tipos mano merecedor de reconocimiento y representación.
de realidades culturales, ya estén o no religiosamente Es decir, que no podemos hacer y contestar a la pregunta
conjugadas. En efecto, afirmar incluso que la religión y normativa, entendida de la manera más general, sobre
la sexualidad pueden constituir sendas fuerzas impul­ la mejor manera de representar o reconocer a tales su­
soras para un determinado modo de vida no es todavía jetos si no conseguimos comprender el diferencial de
afirmar el impulso concreto que pueden aportar, de poder existente que distingue entre los sujetos que serán
qué manera impulsan (o no consiguen impulsar) o elegibles para el reconocimiento y los que no lo serán.
qué es exactamente lo que impulsan (y en tándem con qué Formulado con otras palabras, ¿cuál es la norma según
otras fuerzas impulsoras). En otras palabras, el marco la cual se produce el sujeto que se convierte después en
binario da por supuesto que la religión y la sexualidad el presunto «fundamento» del debate normativo?
están determinando por separado y exhaustivamente El problema no es meramente o sólo «ontològico»,
la identidad (por lo que hay dos identidades, distintas y puesto que las formas que toma el sujeto, así como los
opuestas). Semejante marco no considera que, incluso mundos cotidianos que no se conforman a las catego­
donde hay antagonismos, eso no implica una contradic­ rías disponibles del sujeto, surgen a la luz de los movi­
ción o un impasse como conclusiones necesarias. El an­ mientos históricos y geopolíticos. Digo «surgen»; pero,
tagonismo puede vivirse dentro de y entre sujetos como por supuesto, esto no se debe dar por sentado, ya que
una fuerza política dinámica y productiva. Finalmente, tales formaciones sólo pueden «surgir» cuando existen
semejante marco no se molesta en preguntar sobre la marcos que establezcan la posibilidad de dicho surgi­
manera compleja cómo están organizadas la religión y miento. Así, la pregunta que cabe hacer es: ¿existen
la sexualidad, puesto que el marco binario presupone tales marcos y, en tal caso, cómo funcionan? Exis­
conocer todo lo que se necesita saber antes de cual­ ten variantes sobre el liberalismo y el multiculturalismo
quier investigación real sobre esta realidad cultural tan que proponen pensar en lo que podría ser el reconoci­
compleja. Es una forma de no-pensamiento ratificada miento a la luz de un desafío a las nociones del sujeto y
por un modelo restrictivamente normativo, un modelo de la identidad propuestas por Bhatt más arriba. Algu­
que necesita un mapa de realidad capaz de asegurar nas de estas posturas tratan de extender una doctrina
el juicio, incluso si el mapa es claramente falso. En del reconocimiento a sujetos coaliciónales. El sociólogo
realidad, es una forma de juicio que falsifica el mundo Tariq Modood, por ejemplo, propone una concepción
con objeto de apuntalar el juicio moral propiamente de la ciudadanía dependiente menos de perspectivas o
dicho como signo de cierto privilegio y de cierta «pers­ reivindicaciones basadas en el sujeto que del intercam­
picacia» culturales, una manera de mantener a raya a bio intersubjetivo que se produce, por ejemplo, como
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resultado de «posibilidades coaliciónales entre políticas definiéndose, según el marco, ya como presuntamente
sexuales y el multiculturalismo religioso». Según esta antimusulmán ya como receloso de la homofobia mu­
opinión, la ciudadanía tiene que entenderse como algo sulmana. En otras palabras, que ambas posturas se de­
dinámico y revisable, marcado por «conversaciones y finen en términos de una relación mutua putativamente
negociaciones». Una concepción sustancial de la ciuda­ conflictiva, en cuyo caso nos quedamos sin saber gran
danía implica unos modos de diálogo que reconstituyan cosa de la categoría ni de los loci de su convergencia so­
a los participantes de una manera significativa. Modood ciológica. De hecho, el marco de la tolerancia, incluido
deja bien claro que «en lo único en que no consiste el mandamiento de la tolerancia, ordena la identidad
esa inclusión cívica es en una aceptación acrítica de según sus exigencias y borra las complejas realidades
una concepción existente sobre la ciudadanía, de las culturales de las vidas gais y religiosas.
“reglas del juego” y de un “encajar” unilateral a los La consecuencia es que el marco normativo coman­
recién llegados o a los nuevos iguales (los ex subordi­ da cierta ignorancia sobre los «sujetos» en cuestión,
nados)». Después, hace esta importante observación: e incluso racionaliza esta ignorancia como necesaria
«Ser ciudadano, al igual que haberse convertido sim­ para la posibilidad de hacer juicios normativos fuertes.
plemente en ciudadano, es tener derecho no sólo a ser Incluso se necesita cierto esfuerzo para «entender» las
reconocido sino, también, a debatir los términos del realidades culturales designadas por los «homosexua­
reconocimiento».3 les» y los «musulmanes», especialmente en sus «mun­
Hacer la petición de llegar a ser ciudadano no es dos cotidianos» transnacionales, por invocar a Bhatt, a
tarea fácil, pero debatir los términos mediante los cuales la vez dentro de, fuera de y en la periferia de Euroaméri-
se confiere la ciudadanía es, sin duda, algo más difí­ ca (entendiendo que estas categorías espaciales pueden
cil todavía. Desde esta perspectiva, el ciudadano es de operar simultáneamente). Después de todo, entender
por sí un intercambio coalicional; en otras palabras, no esta relación implicaría considerar cierto número de
hay un sujeto individual o múltiplemente determinado, formaciones en las que la sexualidad y la religión operan
sino un proceso social dinámico, un sujeto que está no como vehículos recíprocos, unas veces en antagonismo
sólo en marcha sino, también, constituido y reconstituido y otras no. Afirmar que no hay reglas contra la homose­
en el transcurso del intercambio social. No sólo tene­ xualidad dentro del islam no es, empero, afirmar cómo
viven las personas en relación con tales reglas o tabúes
3. Tariq Modood, «A Basis for and Two Obstacles in the Way o cómo dichas reglas y tabúes varían en su intensidad o
of a Multiculturalist Tradition», en British Journal of Sociology, centralidad, según los específicos contextos y prácticas
vol. 59, n° 1, 2008, pág. 29; véanse también Tariq Modood, de índole religiosa. Revestiría un interés especial un
Multiculturalism: A Civic Idea, Londres, Polity, 2007; y Sara
Ahmed, Claudia Casteneda, Anne-Marie Fortier y Mimi Sheller
análisis de cómo se dan las prácticas sexuales que son
(comps.), Uprootings/Regroundings: Questions of Home and Mi- objeto explícito de tabú con relación al tabú, o que
gration, Londres, Berg Publishers, 2003. presentan una relativa indiferencia ante él. Afirmar
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del funcionamiento diferencial del reconocimiento en mos derecho a cierto estatus como ciudadanos, sino
estos tiempos? Después de todo, si el sujeto está siem­ que, además, este estatus se determina y revisa de por
pre diferenciado, tendremos que entender qué signifi­ sí en el transcurso de la interacción social. Podríamos
ca esto exactamente. Existe una tendencia a entender decir que esta forma dialógica de ontología social está
la diferenciación a la vez como un rasgo interno de un bien, pero que este reconocimiento legal nos convier­
sujeto (el sujeto está internamente diferenciado y com­ te a todos en sujetos jurídicos. Aunque esto pueda ser
puesto de varias partes que se determinan mutuamente) cierto, existen condiciones extralegales para llegar a
y como un rasgo externo (el sujeto excluye otras forma­ ser ciudadano, incluso para llegar a ser un sujeto capaz
ciones del sujeto como espectros de abyección o como de comparecer ante la ley. Comparecer ante la ley sig­
la pérdida del estatus de sujeto). Pero estas dos formas nifica que uno ha accedido al ámbito de la apariencia
de diferenciación no son tan distintas como podría pa­ o que está posicionado para ser introducido allí, lo que
recer, puesto que la que yo excluyo con el fin de cons­ significa, a su vez, que existen normas que condicionan
tituir mi carácter discreto y específico sigue siendo tan y orquestan al sujeto que puede comparecer y, de hecho,
interna para mí como la perspectiva de mi propia diso­ comparece. El sujeto trabajado para comparecer ante la
lución. Cualquier diferenciación interna que yo pudiera ley no está, así, plenamente determinado por la ley, y esta
hacer entre mis partes o mis «identidades» resulta en condición extralegal de legalización está implícitamente
cierta manera, de unificar estas diferencias y, así, reins­ (que no jurídicamente) presupuesta por la propia ley.
tala al sujeto como fundamento de la diferencia. A su Podríamos entonces sentir la tentación de decidir
vez, este sujeto obtiene su especificidad definiéndose formular una nueva concepción del sujeto, una con­
contra lo que está fuera de él, de manera que la diferen­ cepción que podría denominarse «coalicional». Pero
ciación externa resulta ser fundamental para explicar la ¿qué es lo que constituirá las partes de dicha coali­
diferenciación interna. ción? ¿Diremos que existen varios sujetos dentro de
No necesitamos ir más allá de Hegel para hacer estas un único sujeto o que existen «partes» que entran en
afirmaciones; pero tal vez exista algo más que conside­ comunicación unas con otras? Ambas alternativas nos
rar en las formas concretas que adoptan los ostensibles piden que formulemos la pregunta de si basta el lengua­
conflictos culturales, así como en la manera como estas je del sujeto. Consideremos el escenario invocado por
formas son presupuestas por los marcos normativos vi­ quienes persiguen la meta normativa de la tolerancia:
gentes. La persona homosexual puede ser musulmana o si un sujeto practica la tolerancia para con otro, o dos
no, y la persona musulmana puede ser homófoba o no. sujetos distintos se ven en la obligación de practicar la
Pero si el marco del conflicto cultural (gay frente a mu­ tolerancia recíprocamente, entonces estos dos sujetos
sulmán) determina la manera cómo concebimos estas se considerarán diferenciados desde el principio. Pero
identidades, entonces el musulmán acabará definiéndo­ ¿qué es lo que explica esa diferenciación? Y ¿qué ocu­
se por su ostensible homofobia y el homosexual acabará rre si la «diferenciación» es exactamente lo que debe
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ser reprimido y resituado a fin de que el sujeto aparez­ «reconocibles» resultan basarse en el fracaso del reco­
ca dentro de semejante escenario? Dentro de algunos nocimiento?
discursos de la tolerancia, hay dos tipos de sujetos di­ El hecho de que no pueda surgir ningún sujeto sin
ferentes, como, por ejemplo, los «homosexuales» y los estar diferenciado tiene varias consecuencias. En el pri­
«musulmanes», que se toleran o no mutuamente en las mer caso, un sujeto sólo se vuelve discreto excluyendo
esferas de la transacción y la política públicas. Como otras posibles formaciones del sujeto, una serie de «no
ha afirmado Wendy Brown de manera persuasiva, la yoes». En el segundo caso, surge un sujeto mediante un
tolerancia es un instrumento débil que, a menudo, pre­ proceso de abyección, desechando esas dimensiones de
supone el desdén hacia aquel a quien va dirigido.4Otros uno mismo que no se conforman con las figuras discretas
favorecen el reconocimiento como una alternativa a la producidas por la norma del sujeto humano. El rechazo
tolerancia más robusta y afirmativa (¡menos tolerantes de semejante proceso incluye varias formas de espectra-
y así más tolerantes!). Pero el reconocimiento se vuelve lidad y monstruosidad, generalmente representadas con
un concepto menos que perspicaz cuando pensamos en relación a la vida animal no humana. En cierto modo,
cómo podría funcionar con relación a tales escenarios. esta formulación es una especie de truismo (pos)es-
Aparte de la pregunta de quién confiere reconocimien­ tructuralista en el sentido de que esa diferencia no sólo
to y qué forma adopta éste, tenemos que preguntarnos precondiciona la afirmación de la identidad, sino que,
qué es exactamente eso que sería «reconocido». ¿Es la además, se revela como un resultado más fundamen­
«homosexualidad» de la persona gay? ¿Es la creencia tal que la identidad. Laclau y Mouffe ofrecieron una
religiosa del musulmán? Si nuestros marcos normativos reformulación sumamente importante de esta noción
presuponen que estos rasgos ostensiblemente defini­ en Hegemonía y estrategia socialista, donde al parecer
dores de sujetos singularmente determinados son sus la condición de la diferenciación se convierte, a la vez,
propios objetos, entonces el reconocimiento se convier­ en signo de una falta constitutiva en toda formación del
te en parte de esa misma práctica de ordenar y regular sujeto y en la base para una concepción no sustancial de
a los sujetos según unas normas preestablecidas. Si el la solidaridad.5
reconocimiento reconsolida al «sujeto sexual», al «suje­ ¿Existe una manera de convertir esta serie de intui­
to cultural» y al «sujeto religioso», entre otros, ¿hace o ciones formales en un análisis históricamente específico
encuentra al sujeto del reconocimiento basado en tales
términos? ¿Qué ocurre si los rasgos mismos que son
5. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemony andSocialist
Strategy: Towards a Radical Democratic Politics, Londres, Verso,
4. Véase Wendy Brown, «Tolerance as Supplement: The 1985 (trad. cast.: Hegemonía y estrategia socialista: hacia una
“Jewish Question” and the “Woman Question”», en Regulating radicalización déla democracia, Madrid, Siglo XXI, 1987). Véase
Aversión: Tolerance in the Age ofldentity and Empire, Princeton, también Simón Critchley y Oliver Marchart (comps.), Laclau: A
NJ, Princeton University Press, 2006, págs. 48-77. Critical Reader, Londres, Roudedge, 2004.

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