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contexto de estas guerras. Después de todo, Estados noción de «cultura» es precisamente lo que comunica la
Unidos está llevando la civilización a un «otro islámico» necesidad universal de la diferencia sexual, noción enten­
ostensiblemente «atrasado» o premoderno. Y salta a la dida como la diferencia inequívoca entre lo masculino y lo
vista que lo que está llevando es la tortura como instru­ femenino, en la teología católica actual encontramos que
mento y signo de civilización. No se trata de momentos la familia no sólo exige dos sexos discretos, sino que está
aberrantes de la guerra, sino más bien de la lógica cruel obligada a encarnar y reproducir las diferencias sexuales
y espectacular de la cultura imperial estadounidense, como una necesidad a la vez cultural y teológica.
tal y como se aplica en el contexto de sus guerras en En el año 2004, Ratzinger, antes de ser elegido Papa,
curso. Las escenas de tortura se montan en nombre de en su «Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la
la civilización contra la barbarie, y podemos ver que la colaboración entre hombres y mujeres en la Iglesia y el
«civilización» en cuestión forma parte de una dudosa mundo»,13 consideró dos maneras distintas de enfocar
política secular que es tan poco ilustrada y tan poco la problemática de la mujer. La primera, según él, de­
crítica como las peores formas de religión dogmática y fiende una relación de oposición respecto al hombre. La
restrictiva. De hecho, las alianzas históricas, retóricas y segunda parece pertenecer a la nueva política de género
lógicas entre ellas pueden ser más profundas de lo que según la cual éste es una función social variable. Ratzin­
pensamos. La barbarie aquí en cuestión es la barbarie ger caracteriza esta segunda variedad de feminismo con
de la misión civilizadora, y cualquier política contraim­ el siguiente lenguaje:
perialista, especialmente la feminista y la homosexual,
debe oponerse siempre a ella; pues de lo que se trata Para evitar cualquier supremacía de uno u otro sexo,
es de establecer una política que se oponga a la coac­ se tiende a cancelar las diferencias, consideradas simple
ción estatal y de construir un marco dentro del cual
podamos ver cómo la violencia practicada en nombre critas por ninguna función biológica ostensible. No se trata de
de la conservación de cierta modernidad, junto con el negar la biología y defender una autopoiesis voluntarista, sino de
constructo de la homogeneidad o la integración cultu­ preguntar cómo se entiende la biología y la práctica social, la una
con relación a la otra. Más recientemente, el Papa ha sugerido
ral, son las que constituyen actualmente las amenazas
que la teoría de que el género está socialmente construido es
más serias para la libertad. Si las escenas de tortura son análoga a la destrucción de la selva tropical, puesto que ambas
la apoteosis de cierta concepción de libertad, se trata buscan negar el creacionismo. Véase «Meditation on Gender
de una concepción libre de toda ley y libre de toda res­ Lands Pope in Hot Water», en Independent, 23 de diciembre
tricción, precisamente con objeto de imponer la ley y de 2008, así como la réplica feminista, en Angela McRobbie,
«The Pope Doth Protest Too Much», en The Guardian, 18 de
ejercer la coacción. Que hay en liza distintas nociones
enero de 2009.
de libertad es algo obvio, aunque probablemente me­ 13. <http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/
rezca la pena notar que la libertad para ser protegidos cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20040731_collaboration_
contra la coacción y la violencia es una de las nociones en.htmlx
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efecto de un condicionamiento histórico-cultural. En esta en la portada del New York Times; pero ¿está operando
nivelación, la diferencia corpórea, llamada sexo, se mini­ aquí un presupuesto común? En estos contextos, ¿se
miza, mientras que la dimensión estrictamente cultural, puede decir que el feminismo y la lucha por la libertad
llamada género, queda subrayada al máximo y se conside­ sexual se han convertido, de manera espantosa, en el
ra primordial. El obscurecerse de la diferencia o dualidad
«signo» de la misión civilizadora en curso? ¿Podemos
de los sexos produce enormes consecuencias de diverso
empezar a comprender la tortura si no podemos expli­
orden. Esta antropología, que pretendía favorecer pers­
pectivas igualitarias para la mujer, liberándola de todo
car la homofobia del estamento militar cuando actúa
determinismo biológico, ha inspirado de hecho ideologías sobre una población formada religiosamente mediante
que promueven, por ejemplo, el cuestionamiento de la el tabú de la homosexualidad?
familia a causa de su índole natural biparental, esto es, ¿Qué tipo de encuentro es, entonces, el que se pro­
la familia compuesta de padre y madre, así como la equi­ duce en la escena de la tortura, donde una violenta ho­
paración de la homosexualidad a la heterosexualidad y un mofobia y misoginia explotan la presunta homofobia
modelo nuevo de sexualidad polimorfa.14 y misoginia de sus víctimas? Si nos centramos en es­
tas últimas, incluso dentro del marco de la tolerancia,
Y posteriormente sugiere que este segundo enfoque de los derechos culturales o de específicas violaciones
de los problemas relacionados con la mujer se basa en culturales, perderemos de vista la explotación que está
una motivación entendida como teniendo lugar en la escena de la tortura. La homofobia
y la misoginia parecen más centrales a la escena de la
la tentativa del ser humano de liberarse de sus condicio­ tortura que cualquier homofobia y misoginia que poda­
namientos biológicos. Según esta perspectiva antropo­ mos haber atribuido a la población torturada, o incluso
lógica, la naturaleza humana no lleva en sí misma unas que podamos entender como un lastre o atraso específi­
características que se impondrían de manera absoluta:
cos del islam. Sea cual sea la relación que exista entre el
toda persona podría o debería configurarse según sus
islam y el estatus de la mujer, es imperativo empezar por
propios deseos, ya que sería libre de toda predetermina­
la proposición de que es una relación compleja, históri­
ción vinculada a su constitución esencial.15
camente cambiante y no susceptible a rápida reducción
(a este respecto, yo sugeriría a los lectores «occidenta­
14. Ibíd. les» que leyeran la colección de volúmenes, compilados
15. Yo preferiría no escorarme de ninguna de las dos mane­ por Suad Joseph, titulada Women in Islamic Cultures
ras, pero ¿qué manera queda? Ratzinger caracteriza las posturas [La mujer en las culturas islámicas], de los que Brill ya
sin ninguna cita, por lo que, si bien parece que puede haber leído
ha publicado cuatro).
fuentes para algunas de ellas, no está sujeto a ninguna prueba
textual al hacer sus afirmaciones. Cita, por supuesto, las Escritu­
Lo que se cuestiona en la escena de tortura es el
ras, pero, desde luego, no cita las posturas que desafían o amena­ nexo entre la violencia y la sexualidad, que pertenece
zan las Escrituras (al menos por lo que yo he podido investigar). a la tesis civilizadora tal y como se ha formulado en el
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que amenaza ruina y, por consiguiente, que está necesi­ En Francia, la visión de que la cultura como tal
tado de la subordinación a —o de la exclusión de— la se apoya en la familia heterosexual, patrilinealmente
cultura de lo humano como tal. Esta lógica no está lejos definida, se transmite claramente a través de la noción
de la deslegitimación y del desplazamiento que marcaba de que un niño sin figuras paternas heterosexuales no
la retórica papal sobre el islam. Si el islam es represen­ sólo carecerá de orientación cognitiva sino que estará
tado como algo violento por definición, pero lastrado excluido de los prerrequisitos culturales y cognitivos
por normas inhibidoras, entonces, en la medida en que de la ciudadanía. Esto explica en parte por qué Francia
es violento, necesita de unas nuevas normas disciplina­ pudo extender los derechos de contrato mediante la
rias; y, en la medida en que está sometido a unas normas, aprobación del PACS, al tiempo que se oponía a cual­
necesita de una emancipación que sólo la modernidad quier esfuerzo por legalizar la función parental gay.
puede aportar. Esto tiene que ver con la convicción de que las nuevas
No estoy sosteniendo que negarle a alguien los de­ comunidades de inmigrantes carecen de una figura pa­
rechos de inmigración sea lo mismo que someter a esa terna fuerte y de que los plenos derechos de ciudadanía
persona a una tortura sexual; sólo estoy sugiriendo que exigen el sometimiento a una encarnación de la ley
la rigurosa exclusión de las comunidades islámicas de parental. Para algunos políticos franceses, este análisis
las normas al uso en Euroamérica, por hablar sólo a conduce a la conclusión de que el Estado debe inter­
grandes rasgos por el momento, se basa en la convicción venir en la regulación de la familia cuando detecta la
de que el islam plantea una amenaza a la cultura, incluso inexistencia de unos padres fuertes. Lo cual ha condu­
a las normas vigentes de humanización. Y cuando ocu­ cido, de hecho, a la separación forzosa de padres e hijos
rre que algún grupo de personas representa una amena­ mediante la nueva política de inmigración, es decir, una
za a las condiciones culturales de la humanización y la política que opera a favor del padre y, así, de la familia
ciudadanía, la base racional de su tortura y muerte está simbólica, aun cuando ello signifique destruir familias
asegurada, puesto que los componentes de ese grupo ya existentes.
ya no pueden ser conceptualizados como humanos ni Si el Papa se refiere a las leyes naturales de la cultu­
como ciudadanos. En el caso de la tortura sexual, está ra al contraponer la sexualidad gay y lesbiana a las dis­
operativo un despliegue nocivo de la noción de libertad posiciones sobre la función parental no heterosexual,
sexual: «Nosotros encarnamos esa libertad, vosotros no; se refiere también a la civilización cuando hace una
por lo tanto, nosotros somos libres de coaccionaros y, denuncia indirecta del islam. Como todo el mundo
así, de ejercer nuestra libertad, mientras que vosotros..., sabe, a finales de 2006 el Papa citó públicamente un
vosotros manifestaréis vuestra falta de libertad y ese es­ documento que contenía la siguiente denuncia del is­
pectáculo servirá de justificación visual para arremeter lam: «Buscad algo nuevo que trajera Mahoma, y sólo
contra vosotros». Por supuesto, esto es diferente del encontraréis cosas malas e inhumanas, como, por ejem­
«desvelamiento» de las mujeres afganas que apareció plo, su orden de difundir por la espada la fe que predi­
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caba».16 Ratzinger alegó que esta afirmación no era comprobar y ratificar la tesis de ese esencialismo cultural
suya, que sólo la había citado; pero si miramos de cerca malo. En realidad, yo iría más lejos y diría que, a este
su discurso, resulta manifiesto que cita dicha afirmación, respecto, se puede entender la tortura como una téc­
se distancia de ella, pero luego la moviliza para lanzar nica de modernización. A diferencia de los regímenes
una advertencia sobre la actual amenaza a la civiliza­ disciplinarios de la formación del sujeto, que buscarían
ción que representa el islam. Por supuesto, hay muchas transformar al torturado en un sujeto moderno ejem­
maneras de abordar esta declaración harto sorpren­ plar, la tortura de este tipo intenta poner al descubierto
dente, la más obvia es recordando el derramamiento el estatus del torturado como lo permanente, envilecido
de sangre mediante el cual el cristianismo intentó de­ y aberrante fuera de la formación del sujeto como tal. Si
fender su propia fe a lo largo de tantos siglos. Pero me son sujetos de algún tipo, están fuera de la trayectoria
gustaría que nos fijáramos sobre todo en el adjetivo de la civilización que asegura lo humano, lo que da
«inhumanas», que aparece asociado a «malas», y ya a los defensores de la civilización el «derecho» a excluir­
hemos visto lo que piensa el Papa sobre los cimientos los más violentamente. No obstante, como éstas son
culturales de lo humano como tal. técnicas coercitivas de modernización, también está en
Adicionalmente, como la espada está prohibida por juego la cuestión de una barbarie específica del moder­
el Corán como medio para imponer la fe, sin duda se nismo secular. Y, a este respecto, podemos ver que la
convierte en un término de transferencia en este guión, misión civilizadora emprendida por los militares en sus
pues ¿a quién perteneció la espada cuando se puso al actos de tortura complica la progresiva narrativa que
servicio de la conversión forzosa si no fue al cristianis­ racionalizaría la guerra contra el islam. También vemos
mo? Precisamente por no ser las espadas armas de elec­ en forma abreviada el «despliegue» de una postura de
ción en sentido contemporáneo, ponen de manifiesto la libertad sexual con objeto de forzar la capitulación
un tiempo mítico, un arcaísmo tribalista, y se convierten a la humillación sexual, en cuyo punto se vuelve gráfi­
también en un nexo para la fantasía. Podría extenderme camente disponible la dimensión «coercitiva» de esta
al respecto largo y tendido, pero me gustaría señalar versión histórica del proyecto de secularización moder­
solamente la extraordinaria inversión de la historia que na. Conviene dejar bien claro que yo no veo los actos de
permite la palabra «espada», así como la enorme fuer­ tortura ni como actos individuales aberrantes ni como
metas plenamente conscientes y estratégicas de los mi­
litares estadounidenses. Antes bien, entiendo la natura­
16. «Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones», dis­ leza coercitiva de estos actos de humillación y tortura
curso pronunciado en la Universidad de Ratisbona el 12 de sep­ como una naturaleza que torna explícita una coacción
tiembre de 2006. El discurso y las subsiguientes explicaciones
se pueden encontrar en <http://www.vatican.va/holy_father/
que ya está operando en la misión civilizadora y, más en
benedict_xvi/speeches/2006/september/documents/hf_ben- particular, en la instalación forzosa de un orden cultural
xvi_spe_20060912_university-regensburg_en.html>. que representa al islam como algo abyecto, atrasado,
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en Occidente. Así, podemos ver las fotos de mujeres za ideológica que tiene la distinción entre lo humano,
sin velo distribuidas por el ejército estadounidense en como eso que presumiblemente sólo es apoyado por la
Afganistán como signo de su «triunfo», como prefigura­ cultura judeocristiana, y lo «inhumano» y lo «malo»,
ción de las capturas digitales y violaciones sexuales per­ como eso que resulta del alejamiento de la susodicha
petradas por soldados estadounidenses en Abu Ghraib cultura. Recordemos, como señala Uri Avnery, que el is­
y Guantánamo. lam nunca fue impuesto a los judíos, que cuando Espa­
Asimismo, podemos ver aquí la asociación de cier­ ña fue conquistada por los católicos y los musulmanes
to presupuesto cultural de progreso con cierta licencia fueron desposeídos de sus pertenencias, la Inquisición
para entregarnos a una destrucción desenfrenada. Más se volvió tanto contra los musulmanes como contra los
específicamente, en este modo de racionalización im­ judíos, y que los judíos sefarditas encontraron hospita­
plícita está operando un crudo despliegue y una cruda lidad en los países árabes a lo largo de cincuenta gene­
explotación de la norma de «libertad», tal y como fun­ raciones.17
ciona en la política sexual contemporánea, una norma Cuando el Papa se refiere a esta «espada» esgrimida
en la que la «libertad» se convierte no sólo en medio de por quienes son menos que humanos, tenemos que pre­
coacción sino, también, en lo que podría denominarse guntarnos qué inversión, desplazamiento y obliteración
«la jouissance de la tortura». Si nos preguntamos qué de la historia se amalgaman en esta extraña proposi­
tipo de libertad es ésta, debemos contestar diciendo ción, una especie de expresión onírica en el mejor de
que es una libertad que está al margen de la ley y que, los casos, que manifiesta su profunda alianza con lo que
al mismo tiempo, es coercitiva; es una extensión de la proclama desdeñar y deslegitimar. De hecho, toda la
lógica que coloca al poder estatal —y sus mecanismos secuencia de las proclamaciones papales sobre el islam
de violencia— más allá de la ley. No es una libertad que plasmaba ante la vista general esta deslegitimación y
pertenezca a un discurso sobre los derechos, a no ser este desplazamiento. Es como si el Papa estuviera di­
que entendamos el derecho a ser libres de toda respon­ ciendo: «Lo dije, no lo dije. Lo cité. Otros lo dijeron, y
sabilidad jurídica como el derecho en cuestión. por eso tiene autoridad lo dicho. La agresión es de ellos;
Vemos en acción aquí al menos dos tendencias mi agresión está circuitada por su agresión, aunque yo
que se contrarrestan en las escenas de tortura. Por una carezca de cualquier agresión». La figura mediante la
parte, la población presa iraquí es considerada premo- cual yo nombro la agresión del islam es una figura de
derna precisamente en cuanto que, presuntamente, en­ la agresión del propio cristianismo, en cuyo punto con­
carna ciertas prohibiciones e inhibiciones con relación a vergen las figuras y fracasa la capacidad para sostener la
la homosexualidad, la exhibición, la masturbación y la
desnudez. El ejército no sólo se basa en un esencia- 17. «Muhammad’s Sword», 23 de septiembre de 2006,
lismo cultural malo para imponer su punto de vista, <http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/
sino que, además, convierte la tortura en una manera de 1159094813/>.
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distinción entre el islam y el cristianismo. Por supuesto, La ostensible «superioridad» del ejército reside no
es esa distinción la que el Papa busca subrayar, dar por en su capacidad para hacer la guerra contra sujetos mi­
cierta, establecer sin la menor sombra de duda. Pero su litares, o contra los putativos códigos sexuales y morales
lenguaje contradice su argumento, empezando por esa del islam, sino en su capacidad para construir coerciti­
manera tan extraña de, a la vez, apropiarse y desautori­ vamente al sujeto árabe implantando protocolos de tor­
zar la cita. La paradoja tiene una valencia social e inclu­ tura. No se trata simplemente de destruir los códigos,
so psicoanalítica, pero parece también emanar de cierta sino de construir un sujeto que se venga abajo cuando
idea de desarrollo y progreso civilizador (notemos aquí se le obligue a destruir dichos códigos. Y supongo que
que debemos distinguir entre cultura y civilización por tenemos que preguntarnos qué sujeto no se viene abajo
todo tipo de razones, pero que la civilización, a pesar en estas condiciones. Puede que el torturador adopte
de su origen en la sustitución de las autoridades ecle­ la pose de alguien cuya impermeabilidad se consigue
siásticas por los tribunales de justicia civiles, funciona a expensas de la radical permeabilidad del torturado,
discursivamente en el momento presente para efectuar pero esa pose no puede negar una permeabilidad fun­
un sincretismo de ideales religiosos y seculares). damental que atraviesa toda vida corpórea. Más con­
Ahora bien, puede ser que el intento por romper una cretamente, que el ejército destruya esos códigos es, en
lanza a favor de una resistencia puramente secular tenga sí, un acto de dominio, pero también una manera de
relación con los tipos de argumentos descritos más arri­ ejercer y ejemplificar una libertad que es, a la vez, ilegal
ba. Pero estoy menos segura de que nuestras ideas acerca y coercitiva, una manera que ha acabado representan­
del secularismo no tengan ya un contenido religioso o do e implantando la misión civilizadora. Después de
de que, con cualquiera de estas posturas, no estemos todo, no puede haber civilización con el islam «dentro»,
invocando un secularismo sin impureza alguna (puede según los avatares de Huntington y las teorías de la de­
ser que el secularismo sólo pueda definirse por su im­ nominada «mentalidad árabe». Y, sin embargo, si mira­
plicación en las mismas tradiciones religiosas de las que mos de cerca lo que se está representando como misión
intenta distinguirse; pero eso es una cuestión más amplia civilizadora, veremos que consiste en unas prácticas
sobre la que no puedo entrar a fondo en este contexto). homofóbicas y misóginas desenfrenadas. Así, tenemos
Provisionalmente, me gustaría sugerir que el secularismo que entender los actos de tortura como acciones de una
ostenta toda una variedad de formas, muchas de las cua­ institución homofóbica contra una población que está a
les tienen que ver con el absolutismo y el dogmatismo, la vez construida —y elegida como blanco de vergüen­
unas formas que, sin lugar a dudas, son tan problemáticas za— sobre la homosexualidad; acciones asimismo de
como las que se basan en el dogma religioso. De hecho, una institución misógina contra una población en la que
una perspectiva crítica no encaja bien con la distinción las mujeres están modeladas en unos papeles determi­
entre el pensamiento religioso y el secular. nados por unos códigos de honor y de vergüenza, y que
En el caso francés, la noción de cultura, una noción por lo tanto, no son «iguales», como lo son las mujeres
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de diferencia sexual, obligando a los hombres a llevar que se entiende como «secular», funciona en perfecto
ropa interior femenina y envileciendo a las mujeres me­ tándem con el argumento papal. Y aunque el Papa ar­
diante la desnudez forzosa. gumente basándose en fundamentos religiosos, existen
Estos dos marcos para comprender la tortura son adversarios claramente religiosos a sus opiniones, si­
necesarios, pero en ultima instancia insuficientes. Sí, se tuación ésta que sugiere que no deberíamos entender
produjeron violaciones culturales muy específicas, y es­ el secularismo como la única fuente de crítica, o la reli­
tos actos de tortura fueron claramente inapropiados, se­ gión como la única fuente de dogmatismo. Si la religión
gún cualquier marco normativo merecedor de este nom­ funciona como la matriz clave para la articulación de
bre; pero tenemos que incluir estas dos visiones dentro los valores, y si en la situación global en la que vivimos
de un marco más amplio si queremos comprender cómo la mayoría de la gente mira a la religión para que guíe
estas escenas de envilecimiento sexual y de tortura física su pensamiento en tales cuestiones, cometeríamos un
forman parte de la misión civilizadora y, en particular, error político si sostuviéramos que la religión debe ser
de sus esfuerzos por mantener el control absoluto de la superada en todos y cada uno de los casos. Tengamos
construcción del sujeto de la tortura. Si preguntamos en cuenta que la religión no es simplemente una serie
qué es lo que está en juego al producir al sujeto árabe de creencias o una serie de afirmaciones dogmáticas,
como un locus distintivo de vulnerabilidad sexual y so­ sino una matriz para la formación del sujeto cuya forma
cial, tendremos que descubrir qué posición de sujeto definitiva no está determinada de antemano, una matriz
es puesta en juego no sólo por los militares estadouni­ discursiva para la articulación y disputa de valores y un
denses sino también por el esfuerzo bélico en general. ámbito de contestación. De manera parecida, no servi­
Si queremos hablar de «culturas específicas», entonces ría abrazar el secularismo como si fuera un monolito,
tendría sentido empezar por la cultura específica del pues los diversos secularismos a menudo reciben su
ejército estadounidense, por su enfático masculinismo y definición de la naturaleza de la ruptura que establecen
homofobia, y preguntarnos por qué debe, para sus pro­ con legados religiosos específicos. Sin embargo, a veces
pios fines, modelar a la población predominantemente el secularismo logra su definición mediante el repudio
islámica contra la cual hace la guerra como un locus de de una tradición religiosa que, de manera incoada pero
tabú y vergüenza primitivos. Me gustaría sugerir que, en continua, informa y apoya sus propias afirmaciones, os­
este contexto, está latente una guerra de civilizaciones tensiblemente posreligiosas. Yo creo que el estatus no
que modela al ejército como la cultura más progresiva contradictorio del judío secular, por ejemplo, plantea
sexualmente. Los componentes del ejército se conside­ esto mismo de manera explícita. Podemos verlo tam­
ran más «avanzados» sexualmente porque leen porno­ bién, por ejemplo, en el tratamiento diferencial de las
grafía o la imponen a sus prisioneros, porque superan minorías religiosas dentro de un marco ostensiblemente
sus propias inhibiciones explotando y frustrando las inhi­ secular, puesto que la laicidad en Francia está definida,
biciones de aquellos a quienes torturan. precisamente, por encima y en contra de la intromisión
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de las autoridades de la Iglesia en las cuestiones del éstos fueron obligados a encarnar la reducción cultu­
Estado. El debate sobre si a las jóvenes debería prohi­ ral descrita por el texto antropológico. Permítaseme
bírseles llevar el velo en las escuelas públicas parece recordar que este último no tiene una relación episté-
poner de relieve esta paradoja. Se han invocado ideas de micamente privilegiada con su sujeto. Forma parte del
lo secular para consolidar opiniones ignorantes y odio­ proyecto de obligar la producción de ese sujeto, y a
sas acerca de la práctica religiosa islámica (a saber, que nosotros nos tocará preguntarnos por qué.
el velo no es nada más que la comunicación de la idea Esta perspectiva no se ha considerado en los debates
de que la mujer es inferior al hombre o de que el velo actuales sobre la cuestión dentro de los medios de co­
comunica una alianza con el «fundamentalismo»), en municación convencionales. Ha habido, grosso modo,
cuyo punto la laicidad se convierte en una manera no de dos maneras de abordar la cuestión dentro de un marco
negociar o permitir la diferencia cultural sino de conso­ liberal. La primera, que presenta su argumento sobre
lidar una serie de presupuestos culturales que efectúan la base de los derechos culturales y de las violaciones
la exclusión y la abyección de la diferencia cultural. culturales, sostiene que las orquestadas escenas de la
Si comencé este capítulo preguntándome por las humillación sexual y física explotan las vulnerabilida­
implicaciones del progreso secular como marco tem­ des sexuales concretas de estas poblaciones árabes. La
poral para reflexionar sobre la política sexual en este segunda postura afirma que necesitamos una condena
tiempo, me gustaría sugerir ahora que lo que está en normativa de la tortura que no haga referencia a la cul­
tela de juicio no son todas y cada una de las maneras tura, ya que resulta evidente que los actos serían impro­
de mirar hacia delante (¡espero pacientemente esto, pios y punibles independientemente de contra quién se
me hace ilusión!), sino, más bien, una idea del desa­ perpetraran o de quién los perpetrara. Según la primera
rrollo en la que el secularismo no sucede a la religión postura, que recalca los derechos culturales y es defen­
de manera secuencial sino que la resucita como par­ dida por el periodista estadounidense Seymour Hersh,20
te de su tesis sobre la cultura y la civilización. Por una se produjeron violaciones específicamente culturales en
parte, el tipo de secularismo que estamos presenciando el transcurso de las torturas, unas violaciones que tenían
en Francia denuncia y supera ese mismo contenido que ver con el pudor, los tabúes sobre la homosexuali­
religioso que también está resucitando en los mismos dad y otros aspectos de exhibición y vergüenza públi­
términos con los que se define la cultura. En el caso cas. La tortura también pisoteó otros códigos sociales
de la autoridad papal, vemos un recurso diferente a
un marco, presuntamente atemporal y vinculante, y
que es, a la vez, cultural y teológico, lo que sugiere una 20. Véanse Seymour Hersh, The Chain of Command: The
Road from 9/11 to Abu Ghraib, Nueva York, Harper-Collins,
implicación invariable de una esfera en otra. Estas no 2004; y «The Gray Zone: How a Secret Pentagon Program Carne
son exactamente las mismas que la idea de la integra­ to Abu Ghraib», en New Yorker, 25 de mayo de 2004, <http://
ción civil holandesa, pero tal vez existan paralelismos, www.newyorker.com/archive/2004/05/04/040524fa_fact>.
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gustaría sugerir que la reducción masiva de la vida árabe incluso resonancias fantasmagóricas que valga la pena
a «la mentalidad árabe» produjo un objeto disponible explorar ulteriormente. El problema es, por supuesto,
para los militares estadounidenses y para los protocolos no el progreso, ni seguramente el futuro, sino las con­
de tortura implantados por el general Geoffrey Miller. cretas narrativas de desarrollo en las que ciertas normas
Como, por supuesto, no existe ninguna «mentalidad exclusivistas y persecutorias se convierten, a la vez, en
árabe» —no es posible atribuir los mismos miedos y precondición y teleología de la cultura. Enmarcada así,
angustias a lo largo y ancho del mundo árabe en toda como condición trascendental y como teleología, la cul­
su complejidad geográfica y en todas sus formulaciones tura sólo puede producir en tales casos un monstruoso
cosmopolitas—, el texto tenía que construir un objeto espectro de lo que queda fuera de su propio marco de
que pudiera manipular después. Se idearon estrategias pensabilidad temporal. Fuera de su propia teleología,
para extraer información de esta mentalidad y se apli­ existe un sentido del futuro ruinoso y premonitorio, y
caron en los distintos escenarios de tortura que se han debajo de la condición trascendental acecha un abe­
vuelto visualmente disponibles para nosotros, así como rrante anacronismo que ya se ha desatado sobre el pre­
en otros que siguen sin ser representados de forma me­ sente político, haciendo sonar la alarma general dentro
diática. del marco secular.
Quienes idearon estos planes de tortura buscaban Escribo esto como quien trata de llegar a una com­
comprender las vulnerabilidades concretas de una po­ prensión crítica del —y a una oposición política al—
blación formada dentro del islam y desarrollaron sus discurso sobre el islam actualmente propagado por Es­
planes desde un enfoque sexual que era, a la vez, una tados Unidos. Esto nos conduce a otro discurso distinto,
forma de pazguatería religiosa y de odio. Pero lo que el de la misión civilizadora, pero no hay aquí espacio
conviene recordar es que el tema del islam se construyó suficiente para delinear siquiera su lógica o para trazar
también mediante la tortura y que los textos antropoló­ su resonancia con las otras pautas de desarrollo que he
gicos —así como los protocolos— formaban parte de venido intentando discernir en estas páginas. Pero pro­
la producción de ese sujeto dentro del discurso de lo bablemente valga la pena señalar de pasada que Estados
militar. Me gustaría andar aquí con especial cautela y Unidos adopta su misión civilizadora para implicar un
que, a tal fin, se me permita repetir esta formulación: la cruce de perspectivas seculares y no seculares. Después
tortura no fue solamente un esfuerzo por encontrar una de todo, el presidente Bush nos contó que estaba guiado
manera de avergonzar y humillar a los prisioneros de por Dios, y, por la razón que fuera, éste fue el tipo de
Abu Ghraib y Guantánamo sobre la base de su presunta discurso que usó a veces para racionalizar sus accio­
formación cultural; la tortura fue, también, una manera nes extralegales, por no decir criminales. Parecería que
de producir coercitivamente al sujeto árabe y la menta­ tanto el marco secular como la misión civilizadora, ésta
lidad árabe. Esto significa que, independientemente de sólo ambiguamente secular, están representados como
las complejas formaciones culturales de los prisioneros, posiciones avanzadas que les dan derecho a llevar nocio­
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nes de democracia a quienes están caracterizados como mos. En ambos casos, están consideradas poblaciones
premodernos, que aún no han entrado en los términos que aún no han alcanzado la idea de lo humano racio­
seculares del Estado liberal y cuyas nociones acerca de nal. De semejante punto de vista se infiere que la des­
la religión están invariablemente consideradas infantiles trucción de tales poblaciones, de sus infraestructuras,
o fanáticas, o estructuradas según unos tabúes ostensi­ viviendas e instituciones religiosas y comunitarias, cons­
blemente irracionales y primitivos. La misión civilizado­ tituye la destrucción de lo que amenaza a lo humano
ra, tal y como la describe Samuel Huntington, es de por pero no de lo humano como tal. Es precisamente este
sí una declarada mezcla de ideales religiosos y seculares. concepto particular de una historia progresiva lo que
Huntington avanza la noción de que Estados Unidos, sitúa a «Occidente» como articulador de los principios
representante de lo que él denomina de una manera paradigmáticos de lo humano, de los humanos suscep­
algo desaforada «Occidente», está considerado un país tibles de ser valorados, cuyas vidas son merecedoras de
que ha vivido la modernización y ha llegado a unos ser salvaguardadas, cuyas vidas son precarias y, cuando
principios seculares que trascienden y se acomodan a se pierden, merecedoras de duelo público.
posturas religiosas que son más avanzadas y, finalmente, Permítaseme proponer finalmente un debate sobre
más racionales, por lo que es más capaz de deliberación la tortura que nos devuelva a la cuestión de la tempora­
democrática y de autogobierno.18 Y, sin embargo, los lidad y al repensamiento de la diferencia cultural. Per­
ideales de la democracia propugnados por Huntington mítaseme también sugerir, en primer lugar, que Estados
son los que expresan los valores de la tradición judeo- Unidos se basó en una pobre fuente antropológica al
cristiana, una visión que sugiere que todas las demás idear sus protocolos de tortura. El Departamento de
tradiciones religiosas se quedan fuera de la trayectoria Defensa escogió un texto de la década de 1970, titulado
de la modernización que constituye la civilización y su The Arab Mind [La mentalidad árabe], según el cual
reivindicación «misionera» del futuro. existía semejante mentalidad, la cual podía caracterizar­
Si las poblaciones islámicas destruidas en las gue­ se de manera general haciendo referencia a las creencias
rras recientes y en curso están consideradas menos que religiosas y a las específicas vulnerabilidades sexuales de
humanas y «fuera» de las condiciones culturales para la personas de origen árabe.19El texto suscribía una forma
emergencia de lo humano, entonces pertenecen o bien a de antropología cultural que trataba las culturas como
un tiempo de infancia cultural, o bien a un tiempo que entidades autosuficientes y distintivas, que se negaba a
queda fuera del tiempo tal y como nosotros lo conoce­ la mezcla global de formaciones culturales y sociales,
y que se consideraba más allá del juicio moral y, más
generalmente, al servicio de la tolerancia cultural. Me
18. Véanse Samuel Huntington, El choque de civilizaciones y
la reconfiguración del orden mundial, Barcelona, Paidós, 2005;
y ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadouni­ 19. Véase Raphael Patai, The Arab Mind, Long Island City,
dense, Barcelona, Paidós, 2004. Hatherleigh Press, 2002.

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