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LUCCHINI-SIFFREDI-LABIAGUERRE
EDITORIAL BIBLOS
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consideración de causas sobrenaturales, el espíritu, nacionalista y la referencia a cues-
tiones de solidaridad afincadas en motivos religiosos, morales o étnicos.
El pensamiento marxista adopta de Hegel la idea del progreso como resultado de
una tensión entre opuestos que se desarrollan en forma continua, hasta que finalmente
una crisis, cuya resolución conlleva necesariamente un cam bio cualitativo, una
síntesis realizada en un plano diferente.36 En esa instancia se produce el traspaso de un
estadio al siguiente; corresponde señalar que estas leyes se cumplirían en la sociedad
humana de manera similar al modelo evolutivo expresado en el reino de la naturaleza.
Con el objeto de denunciar el orden -económico, social y político- vigente, Marx
recurre a la explicación histórica, evaluándolo en términos de efectos de "leyes del
desarrollo social" según las cuales resulta inevitable que en cierto estadio de la historia
una clase, al perseguir sus intereses con variables grados de racionalidad, disponga
de la otra y la explote. Los opresores no están amenazados por la deliberada retribución
por parte de sus víctimas, sino por la inevitable destrucción que la historia (bajo la
forma de los intereses de un grupo social antagónico) les reserva como clase social
sentenciada a desaparecer a breve plazo del escenario de los sucesos humanos.37
El materialismo histórico considera que la evolución de la sociedad equivale a la
historia de la búsqueda, por parte del ser humano, del control de la naturaleza y de sí
mismo a través de su trabajo creador; esta actividad se encuentra reflejada en las luchas
de clases opuestas. El progreso se va conformando gradualmente mediante las
sucesivas victorias de una clase sobre otra. En todas las épocas existen hombres
que se identifican con la clase "progresiva" de la sociedad que ellos integran y, en
ciertos casos, deben renunciar a su clase de origen para aliarse con aquélla; si ya
forman parte de la misma, deberían tomar conciencia de su situación y actuar en conse-
cuencia.
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revoluciones y guerras, teniendo en cuenta que ningún poder establecido entrega
pasivamente su espacio privilegiado a un sucesor. Para Marx, en el capitalismo
decimonónico únicamente quedaba una clase social sometida, el proletariado, que
carece de bienes y ocupa el escalón más bajo de la sociedad; de manera que, al
liberarse esa clase, emancipará a la humanidad en su conjunto. No se trataría, en
consecuencia, meramente de una disputa entablada por un sector determinado de la
sociedad, sino que está destinada a terminar con todas las luchas, al abolir las clases
sociales y disolverse gradualmente el Estado, instrumento de la clase dominante.38
Esta corriente teórica intenta entonces descubrir cuáles son las fuerzas causantes
del conflicto social y llega a la conclusión de que el mismo es el producto de una
confrontación entre clases sociales. Una clase es definida como un grupo de individuos
convivientes en una sociedad dada y cuyo estilo de vida se encuentra modelado de
acuerdo con la posición ocupada en el proceso de producción el que, en definitiva,
determina la configuración de la estructura social/Esa ubicación, definida por la base
económica, remite al concepto de "clase en sí" y representa la condición objetiva de
existencia de una clase social.
Por otro lado, las formas de conciencia de esta clase, manifestadas en la
percepción de sus intereses objetivos, se expresan mediante la noción de "clase para
sí", conformando los requisitos subjetivos de existencia de una clase social. Cabe añadir
que las clases sólo se constituyen en la práctica, en la misma lucha, debido a que sólo
en ella los individuos adoptan actitudes en el contexto de su relación con los otros
hombres y grupos sociales.
En el transcurso de la actividad realizada por los hombres, a efectos de
controlar la naturaleza y proveerse de los medios de subsistencia a través del
trabajo, éste modela su entorno y también a ellos mismos; algunas necesidades emergen
en primer término, siendo las más elementales aquellas relacionadas con la mera
sobrevivencia material, tales como las de disponer de alimentación y vivienda. La
historia de la sociedad se cristaliza, precisamente, en esta trayectoria creadora del
hombre, que modifica su entorno natural así como su interacción con el
prójimo. Entre los variados factores que condicionan el tipo de organización social
figura, desempeñando un papel primordial, la división del trabajo, que apunta
en un sentido general "a la distribución de funciones y tareas entre los individuos,
grupos y sectores de la sociedad". 39 La encontramos también en la separación
de la ciudad y el campo, en la escisión entre el trabajo comercial y el industrial y
en la especialización de grupos profesionales dentro de cada actividad.
La división del trabajo aparece en las sociedades primitivas aumentando
considerablemente la productividad de su economía, lo cual permitirá
-paulatinamente- disponer de un excedente de bienes que sobrepasan las necesidades
inmediatas de la comunidad. Ese excedente, que mediante el transcurrir histórico da
lugar a la acumulación, crea la posibilidad del ocio y de que ciertos grupos queden
eximidos del trabajo cotidiano, pudiéndose dedicar a actividades intelectuales o
recreativas. Sin embargo, con el tiempo esa acumulación genera además la instancia
propicia para que determinados estratos sociales utilicen ese excedente obligando a
otros hombres a trabajar en beneficio propio, situación que conduce a una diferenciación
tajante entre grupos poderosos y privilegiados por un lado, y sectores vulnerables y
sometidos, por el otro.
Marx distingue la división técnica del trabajo, referida a la distribución de tareas
dentro de un mismo proceso productivo (por ejemplo, la fábrica), de la división de la
producción social, compuesta por diferentes ramas o sectores -agrícola, industrial,
metalúrgico, químico, textil- y, finalmente, de la división social del trabajo. Esta última
tiene su origen histórico en la separación entre el trabajp manual e intelectual, y refleja el
reparto de actividades en función de la posición que el individuo ocupa dentro de la
estructura social; ese lugar se encuentra determinado por las relaciones sociales de
producción, es decir -en última instancia-, por las relaciones de propiedad de los
medios de producción.
Las diversas formas de la propiedad también pueden explicarse en términos de
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los diferentes momentos o etapas de la división del trabajo, reconociéndose cuatro tipos
de propiedad: la tribal, la comunal y patrimonial característica de la antigüedad, la
feudal o corporativa y la privada moderna.
La propiedad tribal corresponde a una división del trabajo primitiva, debido a un
casi inexistente desarrollo tecnológico, que responde a la presencia de niveles de
subsistencia, encontrándose en aquellos pueblos que viven exclusivamente de la caza,
la pesca, la cría de ganado y la agricultura. Su estructura social se basa en un sistema
patriarcal establecido a través del gobierno de los ancianos o jefes de tribu; a medida que
la población y las necesidades aumentan se produce una ampliación de las relaciones
con el exterior de las comunidades, en principio autosuñcientes, mediante el trueque y
las guerras.
El segundo tipo de propiedad, comunal y estatal, es la forma predominante durante
la Edad Antigua y emerge como resultante de la reunión de varias tribus en ciudades;
en esta instancia, al producirse un cierto avance tecnológico, se extiende la
vigencia de la propiedad privada, mobiliaria y, posteriormente, inmobiliaria,
coexistiendo con la terrateniente. Además, se establecen autoridades estatales y la
esclavitud, forma generalizada de explotación de la fuerza de trabajo en esa era, deviene
fundamento de la producción; se desenvuelve en la sociedad un antagonismo de clase
entre ciudadanos libres y esclavos. El desarrollo de la propiedad privada deriva en
una mayor división del trabajo y profundiza la oposición entre la ciudad y el
campo y entre los diferentes Estados.
El tercer tipo, la propiedad feudal o corporativa, apareció en el medioevo y su
modalidad principal en cuanto a las relaciones de producción radica en la
servidumbre; la clase trabajadora dependiente estaba conformada, en su mayor
parte, por siervos de la gleba, arraigados a la tierra bajo el dominio de los señores
terratenientes, cuyas extensas posesiones representaban la base del poder de la
nobleza. En las ciudades se configura la propiedad corporativa, mediada por la
organización del artesanado agrupado en oficios. La división del trabajo, durante la
vigencia del feudalismo, resultaba escasamente significativa teniendo en cuenta que
se trataba de una sociedad principalmente rural y con un reducido nivel de desarrollo
productivo.
Con relación al cuarto tipo, a través del readvenimiento de la civilización urbana
nace una nueva forma de propiedad, expresada en la tenencia de capital. Marx dedicó gran
atención al análisis de la transición entre los modos de producción feudal y capitalista,
hecho crucial para la comprensión de los orígenes del sistema económico y social
correspondiente a este último, en términos de su constitución básica.
La división del trabajo propiamente capitalista se va definiendo simultáneamente
con la separación de la producción y el comercio y con la formación de una clase de
comerciantes que colabora en la generalización de las relaciones interurbanas e
interregionales. Las innovaciones técnicas determinan una nueva división del trabajo;
cada ciudad se especializa en alguna rama industrial y, a través de este
reordenamiento, el comercio deja de ser exclusivamente local. De esta manera evoluciona
una nueva clase social, la burguesía, opuesta a los intereses generales de la nobleza
terrateniente; asimismo, las nuevas facilidades vigentes en el ámbito de las
comunicaciones permiten a los habitantes de las ciudades unirse para defender sus
intereses, es decir que "la clase burguesa nace poco a poco, a partir de las burguesías
de diferentes ciudades".40
Por lo tanto, la conformación unificada de la burguesía es producto de su oposición
compartida al régimen feudal; las burguesías coinciden en sus intereses y se crean
costumbres semejantes tendientes a una relativa uniformidad que gradualmente define
los atributos genéricos de su propia clase. No obstante, debe añadirse que "los individuos
sólo forman una clase en la medida en que son llevados a una lucha contra otra clase; por
otra parte, ellos mismos se enfrentan como enemigos, en la competencia".41
La consecuencia más importante de la división del trabajo entre las distintas
ciudades radica en la aparición de la manufactura, modalidad original de producción
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industrial que desborda el margen asignado por las posibilidades técnicas
preexistentes, ligadas a las viejas corporaciones de oficios. El desarrollo de la etapa
manufacturera fue posible en virtud de la concentración de la población urbana y,
paralelamente, del capital.
En el contexto reseñado, el proceso denominado "acumulación originaria",
afirmado en el saqueo colonial y en la expropiación de artesanos y campesinos en el
interior de las sociedades europeas, constituye la piedra basal del surgimiento del
capitalismo o, según Marx, su pecado original Representa una nueva fase de la
evolución histórica, en la que se produce una transformación total de las relaciones
internacionales y entre las clases. Los vínculos patriarcales que habían mantenido
hasta ese momento los oficiales con el maestro -dentro de la esfera propia de las
corporaciones- se disuelven gradualmente, siendo reemplazados por una rela ción de
índole mercantil entre el obrero y el capitalista. Es decir que, junto a la ruptura de las
ataduras serviles en los sectores rurales, tiende a imponerse el funcionamiento del
mercado en cuanto mecanismo regulador de las relaciones sociolaborales, prevaleciendo
el salario como forma de retribución monetaria por la venta de la fuerza de trabajo,
considerada en términos de "mercancía".
Hacia mediados del siglo XVII las naciones competían en el terreno del mercado
mundial, ampliado con la incorporación de las colonias. En este marco competitivo
internacional, Inglaterra dominó la mayoría de las regiones colonizadas, controlando
el comercio con ellas a través de la imposición de sus propios productos
manufacturados exportables.
Paulatinamente, el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas existentes
resultaba insuficiente para satisfacer la enorme y creciente demanda de aquellos
productos dentro y fuera de este país, surgiendo la gran industria en respuesta a esa
restricción. La máquina-herramienta, compuesta por un conjunto de instrumentos
movidos por fuerza motriz, sustitu-, ye al obrero, dando lugar a la aparición de la
producción en serie, donde el producto final es resultado de muchas intervenciones
fragmentadas del operario, aunque mutuamente encadenadas. A través de la
aplicación de estas innovaciones tecnológicas al campo de la producción se
acentúa cada vez más la división del trabajo.
La doctrina marxista reconoce al proletariado como la clase ascendente en las
luchas de su tiempo y, partiendo de ese presupuesto, trata de organizar la victoria de
la misma, y aunque el proceso histórico finalmente conduciría al triunfo obrero, la
participación activa de los hombres podría adelantarla, determinando que el proceso
de transición hacia el socialismo resulte menos traumático. El análisis de la estructura
social de la época deriva entonces en la afirmación del avance inexorable de la nueva
sociedad, movilizado por distintos factores, al tiempo que el orden capitalista
demuestra síntomas de desintegración.
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reformistas, incluyendo las socialistas.
Teniendo en cuenta que la sociedad se encuentra organizada políticamente,
también deberá presentarse batalla en ese frente, para lo cual es necesario formar un
partido político integrado por los miembros de la clase "progresista" del siglo XIX, el
proletariado, destinado a vencer a su oponente según las leyes del devenir histórico. Con
tal objeto, resulta ineludible neutralizar la imagen elaborada por el régimen capitalista-
burgués, expandida al conjunto social a través de la divulgación de su propia
cosmovisión, convenciendo a los trabajadores de su próxima e inevitable desaparición.
Asimismo, otros sectores sociales -mediante una apreciación racional- tomarían
conciencia acerca de la inevitabilidad de las transformaciones estructurales,
acompañando de alguna forma al movimiento revolucionario, cuya meta final seria el
logro de la plena realización de la potencialidad humana.
39. C. Marx y F. Engels, La ideología alemana, Montevideo, Pueblos Unidos, 1968. cap. I.