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parecían microondas y los procesadores, maletas casa, bueno. Si quería, se iba.

Pero ni malas caras


de viaje. En las pantallas se veía una hoja de word ni gritos. Podía acompañar a la vieja, hilar, tejer,
en blanco. lo que fuera más de su gusto. Pero “la dueña de
El profesor estaba sentado adelante, frente al casa” era ahora la muchacha.
curso. En realidad estaba echado, somnoliento --Ella es mi mujer. Mi mujer --decía el hombre,
sobre la única silla acolchada de la sala. con una voz que se esparcía en el aire como trigo
—Estamos aprendiendo a armar un currículum en el surco--. Mi mujer.
—dijo el profesor, con la energía de quien le toca Cuando quiso agredir a la muchacha, el hombre
madrugar y quiere seguir durmiendo. alzó el fuerte brazo, impidiéndoselo. ¡Que le
El aire estaba tieso, como si nadie hablara hace pasara el mal momento! ¡Que se fuera al río o a la
horas. Miré mi reloj y calculé que la clase había montaña, que viera de sosegarse! Las cosas eran
empezado hace 50 minutos. Llevaban casi una así y nada más. Cosas de la vida..., como le dijo
hora en la sala y las pantallas todavía mostraban después la vieja, cuando ella la arrastró hasta el
hojas en blanco. fondo del tajo, tambaleándose ambas y abrazadas.
Me presenté y el curso me saludó sin ganas. La A sus años se podía hablar así... ¡Pero ella! Con
directora le explicó al profesor que yo era asistente su adoración por el hombre, con su ansia de él
social del Mineduc y que necesitaba hacerle adherida a la piel, muro que reverdece con la
una entrevista “muy cortita” en la biblioteca. enredadera que le da forma. ¡La vieja! ¡Como
Cuando salimos, los estudiantes seguían igual de los otros, como todos, oyendo su conveniencia!
lánguidos, como si en vez de adolescentes fueran Tratando de calmarla, de hacer de todo aquello
desahuciados de un asilo. un incidente sin importancia. Queriendo volver a
La biblioteca era una sala chica, con seis subir a la casa, negándole hasta eso mísero que era
libreros. Me fijé en los títulos y encontré los su compañía, dejándola sola en su desesperación,
clásicos, Gabriel García Márquez, Miguel de abandonada a la pena, royendo su humillación y
Cervantes y Gabriela Mistral. Había pocas copias su impotencia.
de cada uno y muchas enciclopedias Océano y

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Pensó irse, andando senderos hasta no sabía Estaba dentro de mis planes entrevistar a ese
dónde. Echarse al río. Subir por la montaña y profe, que era uno de los que, me habían dicho,
tirarse por cualquier risco. Se veía extenuada por incorporaba la práctica del kiosco a sus clases
el hambre, pordiosera de los ranchos. O fría en el teóricas. Antes necesitaba o quería mirar el kiosco.
agua, hinchada, deforme, como a veces aparecía Pero la directora partió decidida a buscar al profe
en la corriente un animal ahogado. O rota entre y no me dio tiempo de contradecirla.
piedras y tierra. Pensaba en su muerte como en Caminamos por un pasillo angosto y oscuro.
un hecho ajeno, espectadora de la reacción de los El colegio entero era una especie de laberinto de
otros. Para verlos sufrir. Para verlos deshechos madera. Lo habían ampliado sin planificación y
por el remordimiento. Para que nunca se había salas unidas a pasillos que no conectaban
atrevieran a mirarse, con su ánima separándolos. a ninguna parte. Parecía una toma de terreno y
Lloraba asomada a la muerte y como llorando a no un colegio. Había basura en los rincones y las
otro muerto que no era ella. Se interponían entre ventanas tenían dibujos de penes y confesiones
esas imágenes pequeñeces de la vida diaria en que amorosas.
hallaba reposo: ya no sería ella quien amasara, Algunos niños corrían entre los pabellones
sino la muchacha, con cansancio sobre la tabla y de madera, como perros callejeros, salvajes e
con la cara después ardida por el vaho del horno. inocentes.
Pero cuando estuvieran comiendo, a lo mejor a Llegamos al pabellón de tercero medio y la
él no le gustaba el pan hecho por otras manos, directora golpeó la puerta y abrió sin esperar
tan regodeón como era, y la echaría de menos... respuesta. Entramos a una sala de clases con diez
Fue el cabo por el cual se asió a la esperanza. estudiantes (no eran más, tengo la certeza, en esa
La echaría de menos... Si no en el abrazo carnal, época se esfumaba la matrícula de los colegios
en lo rutinario de la vida cotidiana. Puede que públicos). Había más mujeres que hombres.
la muchacha terminara por contentarse con ser Eran adolescentes y estaban sentadas frente a
tan sólo “su mujer” y le fuera dejando lado a ella unos equipos que eran la versión más primigenia
para ser “la dueña de casa”... Pero el que fuera y aparatosa de un computador. Las pantallas

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mocos en la cara; pero se veía motivada y eso, “su mujer” le dolía como un dolor físico, como
pensábamos en el ministerio, era suficiente para el sufrimiento de haberla parido a ella, a la hija, a
levantar una escuela. la que ahora se lo robaba todo. Lloraba de nuevo,
Tras una vuelta corta, volvimos a su oficina sola en lo hondo del tajo, junto a la impasible faz
para la entre- vista. Me sirvió galletas Fruna y un té de los peñascos.
que sabía a papel. Conversamos sobre el proyecto, El atardecer, con su mandato de siglos, la hizo
sobre la idea innovadora de que los alumnos y buscar furtiva el cobijo de la casa y halló a la vieja
alumnas realizaran su práctica profesional en un esperándola, segura de su retorno.
kiosco escolar. Ahora había que impedir que la oyeran. Por eso
Mientras la directora hablaba, yo especulaba convulsivamente se tapaba la boca, empuñadas las
sobre el kiosco. Lo imaginaba como el casino de manos sobre el delantal, ahogando sollozos. ¡Que
mi colegio particular subvencionado, al que le no la oyeran! Había que disimularse. Desaparecer
decíamos kiosco. Era un salón amplio, iluminado, si era posible. Y esperar, esperar... Siempre hay
en el que nos sentábamos a ver tele o a jugar a una hora en que amanece.
las láminas. La tía que lo atendía vendía dulces --Me voy a la cama --dijo la vieja--. Hace rato
y completos. Comprar uno de esos completos ya qu’están toos ormíos.
en los recreos era signo de opulencia. Eran Se alzó, buscó a tientas el bastón, agarró la
exquisitos. La mayo era Hellmann’s, el pan Ideal y silleta y se dispuso a encaminarse hacia la casa.
la palta cremosa. Hasta hoy esa mezcla me parece --¿Vos no venís? --preguntó con acento que se
la más perfecta para pre- parar un buen completo. quebraba en una inesperada terneza.
Fui punto por punto aplicando el cuestionario --Ya voy, mamita --contestó la otra, alzándose
a la directora, mientras intentaba tragarme el también, con la sensación de que no tenía cuerpo,
té. Al terminar las preguntas, le pedí conocer el de que las piernas no iban a obedecerla, de que no
kiosco. podría sostenerse en pie y menos lograr moverse.
—Ah, claro —dijo ella—. Primero la llevo a Pero se alzó, agarró la silleta con idéntico gesto
que converse con el profesor de contabilidad. que la vieja y tras ella, lentamente, echó a andar

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camino de la casa, con el espanto de ir por las iglesia y la comisaría. Al entrar al liceo me recibió
cornisas de un mal sueño y la angustia del vacío la directora, una mujer sonriente de pelo teñido
acechándola a casa paso. rubio. Luego me contaría que durante diez años
había sido la directora de un colegio particular
FIN subvencionado. En esa época (antes de la gran
reforma educativa) existían colegios privados
financiados por el Estado. Algo rarísimo. Yo había
Los puntos suspensivos, “lo que no se dice” en el estudiado toda mi vida en ese tipo de colegios.
texto, contendrán la información que hace progresar La gente con plata iba a colegios cien por ciento
el relato, mientras que “lo dicho”, es decir, los diá-
logos en que dos personajes hacen presente/ausente privados y la gente más pobre estudiaba en las
al tercero, se reiterarán en su estructura en las cuatro escuelas públicas gratuitas. Quienes estábamos al
escenas, produciéndose así la sensación temporal de medio estudiábamos en los establecimientos de
que la misma historia se repetirá una y otra vez, como financiamiento mezclado. La directora me explicó
los monótonos trabajos de la familia, el fluir de las que había llegado al liceo público de Cholchol
aguas y las estaciones. Ambos aspectos, “lo dicho” y
“lo no dicho” van convirtiendo a quien lee en testigo y porque estaba a punto de jubilar y quería donar
partícipe del secreto de familia que oculta ese espacio sus últimos años a una causa social.
“doblemente murado”. Después de saludarnos, la mujer me invitó a
conocer el colegio. Me mostró, con orgullo, los
Rubí Carreño sobre Marta Brunet cambios que había gestionado en apenas unos
meses: puertas en los baños, instrumentos para
la sala de música y pintura para las fachadas.
Dijo que había gastado todo el presupuesto del
año. Para el siguiente, quería comprar cortinas y
plantar árboles. Se le notó la vergüenza cuando
habló de lo pendiente. Nadie quiere un colegio
con bancos rayados, pisos rotos y niños con

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Hobsbawm) y me había impactado el buen trato
de las azafatas y la magnitud de Los Andes. Hasta
ese primer viaje, yo imaginaba que la cordillera El cuarteto de cuerdas
era una enorme letra A, una especie de pirámide Virginia Woolf
simple y breve, como la que dibujaría un niño.
Cuando la sobrevolé, no podía creer que fuera Bueno, aquí estamos, y si lanzas una ojeada a la
tan ancha, tan rugosa. Eran filas y filas y cordones estancia, advertirás que el ferrocarril subterráneo
y cordones de montaña, agrupados uno al lado y los tranvías y los autobuses, y no pocos
del otro, como las lomas de arena que el viento automóviles privados, e, incluso me atrevería
peina en la playa. a decir, landos con caballos bayos, han estado
El vuelo a Temuco fue corto, casi una hora. trabajando para esta reunión, trazando líneas de
Aterricé al mediodía. En el aeropuerto pagué un un extremo de Londres al otro. Sin embargo,
taxi y partí a Cholchol. comienzo a albergar dudas…
Yo no conocía la Araucanía. Lo que sabía Sobre si es verdad, tal como dicen, que la Calle
de la región lo había escuchado en las noticias, Regent está floreciente, y que el Tratado se ha
que hablaban de fuego, armas y resistencia. Al firmado, y que el tiempo no es frío si tenemos
salir del aeropuerto, el paisaje me pareció verde en cuenta la estación, e incluso que a este precio
y tranquilo y mucho menos indígena de lo que ya no se consiguen departamentos, y que el peor
esperaba. Lo único sobre pueblos originarios que momento de la gripe ha pasado; si pienso en que
encontré fue una simbología en el puente para he olvidado escribir con referencia a la gotera de
entrar a Temuco y unas estatuas en la plaza del la despensa, y que me dejé un guante en el tren; si
centro. Me pregunté dónde estaban los mapuches los vínculos de sangre me obligan, inclinándome
rabiosos que mostraban las noticias. al frente, a aceptar cordialmente la mano que
El liceo de Cholchol, como todas las escuelas quizá me ofrecen dubitativamente…
públicas de Chile, estaba frente a la plaza, en un -¡Siete años sin vernos!
circuito de edificios que incluía al municipio, la -La última vez fue en Venecia.

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-¿Y dónde vives ahora?
-Bueno, es verdad que prefiero que sea a última
hora de la tarde, si no es pedir demasiado… El kiosco
-¡Pero yo te he reconocido al instante! Arelis Uribe.
-La guerra representó una interrupción…
Si la mente está siendo atravesada por El ministerio me mandó a Cholchol a estudiar
semejantes dardos, y debido a que la sociedad el kiosco de un liceo público. Cholchol era
humana así lo impone, tan pronto uno de ellos entonces —y todavía es— una comuna chica, de
ha sido lanzado, ya hay otro en camino; si esto campo, con calles sin señalización ni semáforos,
engendra calor, y además han encendido la cuyo edificio más grande era un galpón de Lily,
luz eléctrica; si decir una cosa deja detrás, en el supermercado local. Y sin embargo, el liceo
tantos casos, la necesidad de mejorar y revisar, preparaba a sus estudiantes en carreras citadinas
provocando además arrepentimientos, placeres, e industriales, como administración de empresas
vanidades y deseos; si todos los hechos a que me o contabilidad.
he referido, y los sombreros, y las pieles sobre Había llegado una nueva directora al liceo.
los hombros, y los fracs de los caballeros, y las En educación, ése es un factor de mejora
agujas de corbata con perla, es lo que surge a la importantísimo, el segundo después del profesor.
superficie, ¿qué posibilidades tenemos? Entre las ideas energizadoras de esta directora
¿De qué? Cada minuto se hace más difícil recién llegada estaba la de generar espacios de
decir por qué, a pesar de todo, estoy sentada aquí práctica profesional a partir de un kiosco.
creyendo que no puedo decir qué, y ni siquiera Por eso yo estaba ahí, en el aeropuerto de
recordar la última vez que ocurrió. Pudahuel, rumbo a Temuco, enfrentando uno
-¿Viste la procesión? de mis primeros trabajos después de salir de la
-El rey me pareció frío. universidad y también uno de mis prime- ros
-No, no, no. Pero, ¿qué decías? viajes en avión. Antes, sólo había volado a Buenos
-Que ha comprado una casa en Malmesbury. Aires (a comprar libros, especialmente de Eric

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-¡Vaya suerte encontrarla!
Contrariamente, tengo la fuerte impresión de
que esa mujer, sea quien fuere, ha tenido muy mala
suerte, ya que todo es cuestión de departamentos
y de sombreros y de gaviotas, o así parece ser,
para este centenar de personas aquí sentadas, bien
vestidas, encerradas entre paredes, con pieles,
repletas, y conste que de nada puedo alardear por
cuanto también yo estoy pasivamente sentada
en una dorada silla, limitándome a dar vueltas
y revueltas a un recuerdo enterrado, tal como
todos hacemos, por cuanto hay indicios, si no
me equivoco, de que todos estamos recordando
algo, buscando algo furtivamente. ¿Por qué
inquietarse? ¿Por qué tanta ansiedad acerca de la
parte de los mantos correspondiente al asiento; y
de los guantes, si abrochar o desabrochar? Y mira
ahora esa anciana cara, sobre el fondo del oscuro
lienzo, hace un momento cortés y sonrosada;
ahora taciturna y triste, cual ensombrecida. ¿Ha
sido el sonido del segundo violín, siendo afinado
en la antesala? Ahí vienen. Cuatro negras figuras,
con sus instrumentos, y se sientan de cara a los
blancos rectángulos bajo el chorro de luz; sitúan
los extremos de sus arcos sobre el atril; con un
simultáneo movimiento los levantan; los colocan

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suavemente en posición, y, mirando al intérprete viajamos carece de piedra y carece de mármol,
situado ante él, el primer violín cuenta uno, dos, pende eternamente, se alza inconmovible, y
tres… ¡Floreo, fuente, florecer, estallido! El peral tampoco hay rostro, y tampoco hay bandera,
en lo alto de la montaña. Chorros de fuente; que reciba o dé la bienvenida. Deja pues que tu
gotas descienden. Pero las aguas del Ródano se esperanza perezca; abandono en el desierto mi
deslizan rápidas y hondas, corren bajo los arcos, alegría; avancemos desnudos. Desnudas están las
y arrastran las hojas caídas al agua, llevándose las columnatas, a todos ajenas, sin proyectar sombras,
sombras sobre el pez de plata, el pez moteado resplandecientes, severas. Y entonces me vuelvo
es arrastrado hacia abajo por las veloces aguas, atrás, perdido el interés, deseando tan sólo irme,
y ahora impulsado en este remanso donde -es encontrar la calle, fijarme en los edificios, saludar
difícil esto- se aglomeran los peces, todos en un a la vendedora de manzanas, decir a la doncella
remanso; saltando, salpicando, arañando con sus que me abre la puerta: Noche estrellada.
agudas aletas; y tal es el hervor de la corriente que
los amarillos guijarros se revuelven y dan vueltas, -Buenas noches, buenas noches. ¿Va en esta
vueltas, vueltas, vueltas -ahora liberados-, y van dirección?
veloces corriente abajo e incluso, sin que se sepa -Lo siento, voy en la otra.
cómo, ascienden formando exquisitas espirales
en el aire; se curvan como delgadas cortezas bajo FIN
la copa de un plátano; y suben, suben… ¡Cuán
bella es la bondad de aquellos que, con paso leve, La música invade el territorio de las palabras. Malaba-
pasan sonriendo por el mundo! ¡Y también en las rista como pocas, Virginia Woolf construye un baile
sísmico que al mismo tiempo es un lugar en el que
viejas pescaderas alegres, en cuclillas bajo arcos, reina la paz. Los violines crujen en el espacio que la
viejas obscenas, que ríen tan profundamente y se autora genera en su literatura, como una brisa ances-
estremecen y balancean, al andar, de un lado para tral que acaricia los rostros de los niños.
otro, ju, ja!
-Mozart de los primeros tiempos, claro está… Laura Di Verso sobre Virginia Woolf

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pared -regalo del rey de España, ¿sabe?-, ante lo -Pero la melodía, como todas estas melodías,
cual yo escapé, echándome encima esta capa para produce desesperación, quiero decir esperanza.
ocultar los destrozos de mi falda, para ocultar… ¿Qué quiero decir? ¡Esto es lo peor de la música!
¡Escuche! ¡Las trompas! Quiero bailar, reír, comer pasteles de color de
El caballero contesta tan aprisa a la dama, rosa, beber vino leve y con mordiente. O, ahora,
y la dama sube la escalinata con tal ingenioso un cuento indecente… me gustaría. A medida
intercambio de cumplidos que ahora culminan que una entra en años, le gusta más la indecencia.
con un sollozo de pasión, que no cabe comprender ¡Ja, ja! Me río. ¿De qué? No has dicho nada, ni
las palabras a pesar de que su significado es muy tampoco el anciano caballero de enfrente. Pero
claro -amor, risa, huida, persecución, celestial supongamos, supongamos… ¡Silencio!
dicha-, todo ello surgido, como flotando, de El melancólico río nos arrastra. Cuando la luna
las más alegres ondulaciones de tierno cariño, sale por entre las lánguidas ramas del sauce, veo
hasta que el sonido de las trompas de plata, al tu cara, oigo tu voz, y el canto del pájaro cuando
principio muy a lo lejos, se hace gradualmente pasamos junto al mimbral. ¿Qué murmuras?
más y más claro, como si senescales saludaran al Pena, pena. Alegría, alegría. Entretejidos, como
alba o anunciaran temiblemente la huida de los juncos a la luz de la luna. Entretejidos, sin que
enamorados… El verde jardín, el lago iluminado se puedan destejer, entremezclados, atados con el
por la luna, los limoneros, los enamorados y los dolor, liados con la pena, ¡choque!
peces se disuelven en el cielo opalino, a través La barca se hunde. Alzándose, las figuras
del cual, mientras a las trompas se unen las ascienden, pero ahora, delgadas como hojas,
trompetas, y los clarines les dan apoyo, se alzan afilándose hasta convertirse en un tenebroso
blancos arcos firmemente asentados en columnas espectro que, coronado de fuego, extrae de mi
de mármol… Marcha y trompeteo. Metálico corazón sus mellizas pasiones. Para mí canta, abre
clamor y clamoreo. Firme asentamiento. Rápidos mi pena, ablanda la compasión, inunda de amor
cimientos. Desfile de miríadas. La confusión y el el mundo sin sol, y tampoco, al cesar, cede en
caos bajan a la tierra. Pero esta ciudad hacia la que ternura, sino que hábil y sutilmente va tejiendo

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y destejiendo, hasta que en esta estructura, esta contiguo son luminosas y agradables, como una
consumación, las grietas se unen; ascienden, matraca infantil. La hoja del plátano destella en
sollozan, se hunden para descansar, la pena y la verde por la rendija de la cortina. Muy extraño,
alegría. muy excitante.
¿Por qué apenarse? ¿Qué quieres? ¿Sigues -¡Qué – qué – qué! ¡Silencio!
insatisfecha? Diría que todo ha quedado en Estos son los enamorados sobre el césped.
reposo. Sí, ha sido dejado en descanso bajo un -Señora, si me permite que coja su mano…
cobertor de pétalos de rosa que caen. Caen. Pero, -Señor, hasta mi corazón le confiaría. Además
ah, se detienen. Un pétalo de rosa que cae desde hemos dejado los cuerpos en la sala del banquete.
una enorme altura, como un diminuto paracaídas Y eso que está sobre el césped son las sombras de
arrojado desde un globo invisible, da la vuelta nuestras almas.
sobre sí mismo, se estremece, vacila. No llegará -Entonces, esto son abrazos de nuestras almas.
hasta nosotros. Los limoneros se mueven dando su
-No, no, no he notado nada. Esto es lo peor asentimiento. El cisne se aparta de la orilla y flota
de la música, esos tontos ensueños. ¿Decías que ensoñado hasta el centro de la corriente.
el segundo violín se ha retrasado? -Pero, volviendo a lo que hablábamos. El
Ahí va la vieja señora Munro, saliendo a hombre me siguió por el pasillo y, al llegar al
tientas. Cada día está más ciega, la pobre. Y con recodo, me pisó los encajes del viso. ¿Y qué
este suelo resbaladizo. otra cosa podía hacer sino gritar ¡Ah!, pararme
Ciega ancianidad, esfinge de gris cabeza… Ahí y señalar con el dedo? Y entonces desenvainó la
está, en la acera, haciendo señas, tan severamente, espada, la esgrimió como si con ella diera muerte
al autobús rojo. a alguien, y gritó: ¡Loco! ¡Loco! ¡Loco! Ante lo
-¡Delicioso! ¡Pero qué bien tocan! ¡Qué – qué cual yo grité, y el príncipe, que estaba escribiendo
– qué! en el gran libro de pergamino, junto a la ventana
La lengua no es más que un badajo. La del mirador, salió con su capelo de terciopelo y
mismísima simplicidad. Las plumas del sombrero sus zapatillas de piel, arrancó un estoque de la

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