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Cañedo 1

Universidad Iberoamericana CDMX


Cecilia Cañedo Flores
Experiencia Estética en el Desarrollo de la Persona
Actividad: Apreciando pinturas y esculturas

Ida Ekblad es una pintora, escultora y poeta noruega de 42 años de edad, además de mi pintora
favorita. La conocí durante una exposición temporal “Blood Optics” en el Museo Tamayo en el
2018. Recuerdo que la sala expositiva era más chica que las demás en el museo debido al
limitado reconocimiento que para entonces tenía la pintora en Latinoamérica. No obstante, hasta
la fecha, la experiencia de haber estado en esa sala con cuadros enormes que abarcaban casi la
totalidad de las paredes, es una que mantengo muy atesorada. En general el arte pictórico
siempre ha sido un tipo de arte que consumo mucho durante mi tiempo libre, pero no siempre
ocurre que pueda “conectar” con él. Lo que me hizo conectar con la obra de Ida Ekblad fue tanto
el carácter atractivo de la paleta de colores que empleó como la temática. Ahora que lo pienso,
en realidad no sé si la temática que abordó en las obras es la misma que yo interpreté, pero lo
importante es que fue esta interpretación la que la hizo especial para mí. Los cuadros enormes
presentaban fragmentos de lo que parecían fotografías o escenarios de la casa de una abuela.
Estaban repletos de lo que se podrían identificar como “chunches”; es decir, una ecléctica
combinación de artefactos pequeños y sin relación entre sí que las personas suelen acumular con
el paso del tiempo como souvenirs de distintas experiencias y sin un criterio determinado. Estos
objetos se encontraban pintados encima de mesas para comer y muebles antiguos cubiertos con
carpetas artesanales tejidas como las que mi abuela suele tener sobre todos los muebles de su
casa junto con los “chunches”, lo cual me hizo relacionarla de inmediato con escenarios que
formaron parte de mi infancia. Al ver los cuadros, experimenté de inmediato una emoción de
nostalgia que me transportó a las mañanas de Pascua en casa de mi abuela, a desayunar en
pijama en su cocina, a llegar después de la escuela y contarle todo lo que había aprendido, y a
considerar toda esa acumulación de objetos sin función alguna, un tesoro que ella guardaba. Si
tuviera el poder adquisitivo para hacerlo, sin duda hubiera comprado ya una de esas pinturas.
Cabe señalar que aunque lo que hizo especial a esta selección de pinturas de la exposición
“Blood Optics” fue que la vinculé con memorias personales, el talento de Ida Ekblad se extiende
mucho más allá de lo que aprecié esa vez, y no sé si ambas tuvimos alguna especie de etapa
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formativa similar pero siempre hay algo en sus pinturas que siento muy mío y que por lo tanto
me provoca mucha calidez emocional.

Pared principal de la exposición “Blood Optics”


en el Museo Tamayo de la Ciudad de México (2018):

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