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Ghal Tarpfen ha desaparecido en misteriosas circunstancias.

¿Habrá sucumbido
ante las extorsiones de los Nihil?
Starlight
Las sombras permanecen
(Parte Dos)
Justina Ireland
Esta historia forma parte del Nuevo Canon.

Título original: Starlight: Shadows Remain: Part Two


Autor: Cavan Scott
Publicado originalmente en Star Wars Insider #207
Publicación del original: enero 2022

230 años antes de la batalla de Yavin

Traducción: Javi-Wan Kenobi


Revisión: Bodo-Baas
Maquetación: Bodo-Baas
Versión 1.0
28.02.22
Base LSW v2.22
Star Wars: Starlight: Las sombras permanecen: Parte dos

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Anteriormente
Las pesadillas sobre su pasado han estado acosando a Ghal Tarpfen, jefa de
seguridad del Faro Starlight. De algún modo, los Nihil han descubierto su
secreto más oscuro, y esperan que acceda a ayudarles en sus planes…

V elko Jahen estaba sentada en el centro de seguridad del Faro Starlight


mirando fijamente su terminal y comprobando los escáneres una vez más. Habían
pasado tres días desde que nadie hubiera visto a Ghal Tarpfen, la jefa de seguridad
del Faro Starlight, y Velko estaba comenzando a temerse lo peor.
Puede que Ghal realmente fuese una traidora.

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Todas las pruebas apuntaban a esa conclusión lógica, pero el instinto de Velko le
decía justo lo contrario. Ghal era espinosa y cortante, pero respetaba la República y hacía
las cosas al pie de la letra. ¿Era posible que alguien tan preocupada por el protocolo
participase realmente en un intento de asesinato?
Unos días antes, alguien había atacado a un dignatario visitante, el vicepresidente
Hackrack Bep, un oficial del planeta Dalna. Había llegado a Starlight en compañía del
Padawan Jedi Imri Cantaros, en busca de ayuda ante presunta actividad Nihil. Conforme
los Jedi y la República iban empujando a los piratas espaciales al borde de la
desesperación con continuas operaciones contra sus incursiones, más y más planetas
solicitaban ayuda, pero era extraño que el oficial hubiera sido atacado en sus habitaciones
poco después de su llegada. No recordaba nada del ataque, y los únicos fragmentos de
video que mostraban alguna prueba habían sido borrados por Ghal, como demostraba su
número de seguridad claramente grabado en los registros.
Velko había señalado la actividad para que se investigase más a fondo, pero el droide
asignado a la tarea no había encontrado anomalías en los datos. Con la emergencia en
Dalna, que había obligado a que el Faro Starlight se desplazara por el hiperespacio para
prestar ayuda, Velko aún no había sido capaz de informar en profundidad a Rodor Keen
acerca de la naturaleza exacta de la desaparición de Ghal. Y ahora que había llegado el
momento estaba dubitativa.
Faltaba menos de una hora la reunión que Velko tenía programada con el oficial de la
República de más alto rango en Starlight. Velko había planeado contarle que la
conclusión más lógica era que Ghal había estado trabajando con los Nihil, pero ahora no
estaba tan segura.
Si Ghal estaba trabajando con los Nihil, ¿qué beneficio obtenía ella de ello? No había
depósitos de créditos en ninguna de sus cuentas financieras, y un registro en las
dependencias de Ghal no había descubierto nada sospechoso.
Velko echó un último vistazo a la información —el borrado de las imágenes del
ataque, la extraña naturaleza de los mensajes en la cola de mensajes de Ghal— y deseó
que la información se convirtiera en algo menos incriminatorio, algo que no fuera una
imagen clara de que Ghal era una traidora. Tenía que haber una explicación mejor.

***
Ghal Tarpfen se despertó sobresaltada. Se tensó al darse cuenta de que estaba atada por
las muñecas a una silla, en la cocina de una nave que no reconocía. La oscuridad
tachonada de estrellas al otro lado de un ventanal cercano le dijo todo lo que necesitaba
saber. Estaba en un muy mal lugar.
Ghal sentía la piel seca, tensa e irritada, algo normal cuando pasaba mucho tiempo sin
visitar un nebulizador, de modo que calculaba que debía llevar fuera al menos un día, si
no más. Sentía dolor y pesadez en la cabeza, una sensación que nunca antes había tenido,
y se preguntaba si le habrían administrado algún tipo de gas incapacitante. Lo último que

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recordaba era enfrentarse a la senadora Ghirra Starros en la puerta de la habitación de


algún otro oficial, lo que significaba que la senadora debía haber tenido un cómplice.
Ghal examinó su entorno, ignorando el creciente pánico que hacía latir con fuerza su
corazón. A juzgar por las superficies brillantes de la cocina, parecía que la nave era un
modelo nuevo, especialmente teniendo en cuenta la avanzada unidad de procesado de
alimentos instalada en una encimera cercana. Todo estaba brillante e impoluto. Poniendo
a prueba sus ataduras, Ghal decidió que tratar de soltarse era inútil. Necesitaba conservar
sus fuerzas. Alguien estaba pilotando la nave, y en algún momento aparecería para
vigilarla. Cuando lo hiciera, Ghal estaría preparada. El hecho de que aún siguiera viva era
buena señal. Significaba que pensaban que podía serles de utilidad. Significaba que aún
tenía una oportunidad de luchar.
Efectivamente, un rato más tarde la puerta se abrió deslizándose y dejó pasar a una
mujer aqualish de aspecto rudo, con los oscuros orbes de su único par de ojos y su
mandíbula fragmentada dominando su rostro.
—Tú despierta. Bien —dijo entre gruñidos—. Aterrizamos pronto.
—Yo… ¿dónde estamos? —preguntó Ghal.
—No Espacio. Senadora tiene uso para ti. Por eso, seguirás con vida mientras
necesite.
Ghal no dijo nada. Tenían que ser Nihil —¿quién si no haría un viaje al No
Espacio?— y no les ayudaría en nada. A pesar de lo nueva que era la nave, la aqualish
tenía el rudo aspecto de esos piratas espaciales. Sus ropas estaban diseñadas puramente
para la supervivencia, y el aparato filtrador que colgaba de su cuello tenía el distintivo
aspecto de una máscara de gas.
Pero más interesante era la llave electrónica plateada que colgaba de sus pantalones.
Lo más probable es que fuera la llave de sus grilletes. La República usaba un sistema
similar, y Ghal estaba bien
entrenada en el funcionamiento
de esas llaves remotas. Era el
primer rayo de esperanza que
tenía desde que se había
despertado.
—¿Puedo tomar algo de
agua? —dijo Ghal, forzando la
ronquera en su voz—. Yo…
necesito agua.
—Tú espera hasta nosotros
aterrizamos.
—Lo siento. No puedo… —
dijo Ghal, quedándose sin habla.
Trataba de hacer que su voz
sonase débil—. Por favor. No sé

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cuánto tiempo llevo fuera, pero mi piel está muy seca.


Eso era cierto, pero aunque Ghal sentía incomodidad en la piel no corría ningún tipo
de peligro por falta de humedad. Pero la aqualish no tenía por qué saber eso.
La mujer miró con mala cara a Ghal, pero fue a un armario cercano y extrajo una
botella con un vaporizador en el tapón. Se aproximó a Ghal, quien le lanzó una patada en
cuanto la aqualish estuvo lo bastante cerca. Habían sujetado las muñecas de Ghal, pero no
sus pies. La patada alcanzó su objetivo, golpeando a la mujer en las mandíbulas y
dejándola inconsciente. Ghal usó la punta de los dedos de los pies para palpar la llave
electrónica hasta que se soltaron sus grilletes, liberándola.
Un problema solucionado, innumerables más de los que ocuparse.
Ghal registró rápidamente a la mujer en busca de armas; al no encontrar ninguna, la
levantó y la colocó en la silla que acababa de dejar libre, sujetándola con los grilletes.
Resultó que Ghal estaba realmente sedienta. Fue a la unidad de alimentos y ordenó
suficiente agua como para poder beber un poco y derramarse el resto sobre la cabeza; no
se fiaba de lo que quiera que la mujer aqualish había estado a punto de rociarle.
Y entonces Ghal salió para averiguar qué clase de Nihil contenía la nave.

***
Velko caminaba nerviosa en el exterior de la oficina de Rodor Keen esperando a que este
terminase su reunión diaria con la mariscal de Starlight, la Jedi Avar Kriss. Cuando Kriss
salió por fin, la mujer humana de piel pálida saludó a la administradora soikana con un
movimiento de cabeza, y Velko se apresuró a entrar en la oficina del controlador. Se
sorprendió al encontrar que el maestro Jedi Estala Maru seguía hablando con Rodor.
—Oh. ¿Debería volver más tarde? —preguntó Velko, y Rodor le hizo un gesto para
que se acercara.
—No. El maestro Maru está aquí por el mismo motivo que tú.
—Ghal Tarpfen —dijo el maestro Jedi; la preocupación podía notarse en el rostro del
kessuriano—. No está en el Faro Starlight.
—No —comenzó a decir Velko—. Parece como si hubiera huido.
—Alguien la estaba extorsionando —dijo Maru—. ¿Tenías alguna pista al respecto?
Velko negó con la cabeza.
—No. Sabía que algo no iba bien, pero incluso antes del traslado hiperespacial y la
crisis de refugiados dalnanos ya estábamos desbordadas por el trabajo. Procesando a los
Nihil, hemos estado sacando tiempo de donde podíamos para asegurarnos de que
cumplíamos todos nuestros deberes habituales. —Velko suspiró—. Debería haber notado
que había algo que no cuadraba. —Ella y Ghal no eran amigas, y Velko no era tan tonta
como para creer que la mujer mon calamari le hubiera hecho alguna confidencia. Pero tal
vez si no se hubiera centrado tanto en sus tareas habría notado el cambio en el
comportamiento de Ghal antes de que las cosas se pusieran feas.
Velko no creía que hubiera podido ser de ayuda.

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El Jedi asintió, con expresión pensativa.


—Parece que en su mayoría eran inocuos, pero estaba recibiendo bastantes mensajes
del mismo servidor. He tratado de localizar dónde fueron originados, pero aún estoy
esperando que el droide venga con la respuesta.
—Si Ghal estaba siendo extorsionada puede que haya ido en busca de los
responsables —dijo Rodor—. ¿Se ha encontrado alguna imagen de ella abandonando
Starlight?
Velko negó con la cabeza, mirando al Jedi. Pero él estaba igual de molesto.
—No. No hay ni rastro de su partida.
—Ghal Tarpfen es una mujer competente —dijo Rodor tras un largo silencio—.
Esperemos que donde quiera que se la hayan llevado podamos ayudarla cuando lo
necesite.

***
Ghal avanzó furtiva por la nave, comprobando compartimentos y atenta al delator sonido
de botas que se aproximasen. Pero la nave parecía estar vacía, de modo que Ghal regresó
a la cabina para ver quién estaba al mando del asunto.
Una mujer chagriana estaba sentada al timón. Ghal trató de pillarla por sorpresa, pero
la mujer la sintió de algún modo y se dio la vuelta. Ghal le lanzó un puñetazo antes de
que la mujer pudiera terminar de levantarse, pero fue capaz de bloquear fácilmente el
golpe, lanzando por su parte otro contra la desprotegida sección media de Ghal.
—Ghal. Deberías estar en la cocina —dijo la mujer mientras Ghal jadeaba en busca
de aliento. La mujer mon calamari saltó hacia atrás para esquivar una patada, y Ghal fue
capaz de aprovechar la oportunidad para lanzar, por su parte, una patada baja que alcanzó
su objetivo.
La mujer chagriana cayó al suelo y Ghal se puso inmediatamente sobre ella,
presionándole el pecho con las rodillas para que no pudiera moverse. La mujer forcejeó, y
Ghal tiró de uno de los lethorns de la mujer y lo retorció hasta que gritó.
—Te conozco —dijo Ghal, una vez que la mujer quedó inmóvil—. Jeni Wataro.
Trabajas para el senador Izzet Noor.
La mujer se rio.
—Trabajo para mí misma. Y, cuando me conviene, para el Ojo.
Una alarma comenzó a sonar en la cabina, y Jeni soltó una risotada.
—Esa alerta indica que estamos a punto de encontrarnos con otra nave. Y en el lugar
en el que estamos, te garantizo que no será nadie de la República.
Ghal presionó con el antebrazo la garganta de Jeni, haciendo que la mujer jadease sin
aliento. No era un modo elegante de someter a un oponente, pero Ghal no tenía mucho
tiempo. Jeni forcejeó y trató de quitarse a Ghal de encima, pero al final todos sus
esfuerzos fueron en vano.

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Ghal examinó a la mujer


para asegurarse de que aún
respiraba, y una vez quedó
satisfecha de no haber matado
a Jeni arrastró el cuerpo
apartándolo de la puerta de la
cabina, cerrándola y
asegurándola para que no la
molestasen.
Ghal no era una muy buena
piloto, y no había volado en lo
que le parecían años. Los
controles no significaban
apenas nada para ella, y se
tomó un instante para mirar las
diversas rueditas y pantallas,
que estaban etiquetadas en algo
que no era básico galáctico.
La Esperanza restante de
Ghal se desvaneció, y lanzó un
largo y fuerte juramento. Por el
mar más profundo, ¿cómo se
suponía que iba a hacer girar
esa cosa de vuelta a Starlight?
Ghal tomó el timón y trató de alterar el rumbo de la nave, pero muy rápidamente se
dio cuenta de que la configuración estaba bloqueada de algún modo. Trastear con varios
interruptores y botones no hizo nada, y Ghal se derrumbó en el asiento, invadida por una
profunda sensación de derrota. La última vez que se había sentido así de indefensa fue
cuando su antiguo amor, ahora rey de Mon Cala, la había apartado de su lado.
El pitido de la cabina se volvió más insistente, y Ghal vio tres naves que se acercaban.
¿Cuánto tiempo pasaría antes de que comenzasen a abrir fuego contra su nave? La unidad
de comunicaciones parpadeó como si alguien tratase de abrir un canal con la nave, pero
Ghal lo ignoró. No había forma de que pudiera enfrentarse a tres naves llenas de Nihil.
Había perdido. Los Nihil habían ganado.
Ghal cerró los ojos, respiró profundamente y los volvió a abrir. Tenía que haber algo
que pudiera hacer, algo para al menos alertar a la República de que había peligros
acechando entre las algas. Primero la senadora Shirra Starros, y ahora Jeni Wataro.
¿Cuántos más en el Senado estarían trabajando con los Nihil para sus propios propósitos?
Ghal no lo sabía, pero abrió un canal de comunicaciones, seleccionando un amplio
rango de frecuencias de destino, la mayoría de ellas frecuencias del Faro Starlight, pero

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también algunas mon cal que recordaba de sus días en la Guardia Real. Tan adentrada en
el No Espacio tendría suerte si siquiera una persona escuchaba su mensaje.
Ghal rspiró profundamente y abrió los canales, enviando un sencillo mensaje de voz
ya que era mucho más probable que llegara donde alguien pudiera oírlo.
—Mi nombre es Ghal Tarpfen, jefa de seguridad del Faro Starlight. He sido
secuestrada por los Nihil, y para cuando escuchen este mensaje probablemente estaré
muerta. Pero deben saber que el Senado está comprometido. Al menos dos de sus
miembros han estado trabajando con los Nihil: la senadora Ghirra Starros de Hosnian
Prime y Jeni Wataro, ayudante del senador Izzet Noor de Serenno. Por favor, tengan en
cuenta que podría haber otros espías en el Senado, y en todos los demás niveles de la
República.
Ghal se aclaró la garganta y repitió el mensaje una y otra vez. Cuando llegaron los
primeros disparos de las naves que se acercaban, continuó hablando, repitiendo el
mensaje una vez más antes de ponerlo en bucle.
En la puerta de la cabina sonaron unos golpes, seguidos de un grito en un lenguaje
que Ghal no comprendió. Se oyeron algunos murmullos, cuando otro disparo sacudió la
nave hasta el último tornillo.
—¡Desbloquea las cápsulas de escape, maldita merluza! —dijo la voz de Jeni Wataro
al otro lado de la puerta.
Ghal sonrió, por primera vez en muchísimo tiempo.
—Lo siento, no estoy segura de cómo hacerlo.
—¡Entonces déjame entrar para que responda al santo y seña! Nos estás condenando
a muerte.
—Yo tenía familia en Valo —gritó Ghal para que se le escuchara sobre el ruido de la
nave cuando otro disparo activó un nuevo conjunto de alarmas. Ese último impacto de
cañón había dañado los sistemas de soporte vital y la nave no tardaría mucho en fallar por
completo—. ¿Crees que ellos también suplicaron a alguien que les salvase?
Los golpes en la puerta cesaron, y Ghal se recostó en la silla y comenzó a cantar la
nana que su madre siempre le cantaba cuando era un pequeño alevín.
Era una muerte mejor de lo que hubiera podido imaginar.

***
Velko se despertó en mitad de su turno de sueño, sobresaltada por algo que no podía
identificar. Había estado soñando, de eso estaba segura, ¿pero sobre qué?
Sonó el timbre de su puerta, y cuando fu a abrir encontró a Imri Cantaros, el Padawan
que había ayudado a salvar a los dalnanos cuando su sistema volcánico inundó con lava
su planeta.
—Administradora Velko —dijo con una sonrisa tímida—. El Maestro Maru trató de
llamarla por el comunicador, pero supongo que no lo escuchó. Hay algo que él quiere que
usted escuche.

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—Dame un momento —dijo Velko, cerrando la puerta. Se puso apresuradamente el


uniforme y siguió al Padawan hasta el centro de mando, donde Maru estaba de pie ante
varios monitores.
—Velko —dijo Maru, con expresión amable en su rostro—. Tenemos noticias.
No dijo nada más, solo fue a una estación de comunicaciones cercana y comenzó a
reproducir un mensaje.
—Ghal Tarpfen… secuestrada… Nihil… Senado está comprometido… podría haber
otros espías… la República.
El mensaje comenzó a repetirse, y Velko frunció el ceño. Había pocas palabras, la
mayoría del mensaje era estática.
—¿Qué hay en el resto del mensaje? ¿Qué nos estamos perdiendo?
—No estoy seguro. Esto es todo lo que hemos sido capaces de recuperar. Voy a
contactar con otras unidades de seguridad para ver si han recibido algo similar, pero
quería que tú lo supieras primero.
Velko asintió, con una sensación de pesadez en la boca del estómago. Ghal estaba
muerta. Había pocos lugares en la galaxia lo bastante alejados para que pudiera tener
problemas en mandar un mensaje, y donde quiera que estuviera tendría que ser fuera del
control de la República. Sabía que su tiempo estaba a punto de acabar, y pese a todo hizo
todos los esfuerzos posibles para enviar una advertencia como acto final.
—¿Puedes enviarme una copia de eso a mi cola de mensajes personal? —preguntó
Velko, y Maru asintió.
—Lamento tu pérdida —dijo él, y Velko abandonó el centro de mando sin añadir una
palabra, sumida en sus propios pensamientos oscuros.
Vagó sin rumbo por el Faro Starlight. Aún tenía tiempo para descansar en su turno de
sueño, pero ya no estaba cansada. Caminó hasta una de las cubiertas de observación,
mirando a la aparentemente infinita extensión de estrellas más allá de la barrera de
transpariacero.
Puede que Ghal estuviera muerta, pero sus palabras aún seguían allí para que Velko
las analizase y examinase. ¿Espías Nihil tanto en el Senado como en la República?
¿Cómo había descubierto Ghal eso? ¿Era por eso que había desaparecido de Starlight?
Velko no lo sabía.
Se sentó en un banco y se quedó mirando la vastedad del espacio, dejando que las
emociones se arremolinaran en su interior. Durante los meses que había estado en
Starlight, Ghal Tarpfen le había enseñado a Velko más de lo que la mujer mon calamari
había sido consciente. Ghal había sido feroz e implacable en su dedicación a la
República, y era una buena jefa de seguridad. Durante la guerra civil soikana, Velko
había aprendido lo importante que era tener aliados. No amigos, sino algo más: una
persona en la que siempre podías confiar para que estuviera en la lucha, alguien que te
cuidara la espalda. Ghal había sido eso para ella, y ahora ya no estaba.
Había una respuesta a la pregunta de quién había hecho eso, y por qué. Podían ser los
Nihil, Ghal no tenía ningún otro enemigo que Velko conociera, pero en cualquier caso

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había una respuesta que necesitaba ser hallada. Velko descubriría quién se había llevado a
Ghal y por qué, y cuando lo hiciera se aseguraría de que la muerte de Ghal obtuviera la
justicia que se merecía.
Pero hasta entonces, Velko se juró a sí misma que guiaría Starlight a través de
cualquier adversidad que viniera por delante. Eso era lo correcto. Eso era lo necesario.
Se lo debía a Ghal.

FIN

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