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y

ahora caminaba con los demonios. Y, al final del viaje, tendría su venganza.
Encontraría al que la había desgarrado y atormentado, y le haría sentir la misma
impotencia que ella había debido soportar. Lo observaría retorcerse. Más aún: lo
disfrutaría. El dolor la había convertido en una sádica.
A medida que avanzaba por la calle Ludovico, miraba a todos lados, buscando
señales del Cenobita, pero no estaba en ninguna parte. Intrépida, se aproximo a la
casa. No había ideado ningún plan; se barajaban demasiadas variables. Por empezar,
Julia podía estar ahí adentro. Y, si así era, ¿hasta dónde estaba implicada en todo este
asunto? Era imposible creer que pudiera ser una observadora inocente, pero tal vez
había actuado por terror a Frank; los minutos siguientes podrían proporcionarle la
respuesta. Tocó el timbre y esperó.
Julia abrió la puerta. Tenía una tira de encaje blanco en la mano.
—Kirsty —dijo, en nada perturbada por su aparición, aparentemente—. Es
tarde…
—¿Dónde está Rory? —fueron las primeras palabras de Kirsty. No eran las que
había tenido intención de pronunciar, pero le brotaron espontáneamente.
—Está aquí —replicó Julia con calma, como si buscara apaciguar a una niña
maniática— ¿Pasa algo?
—Me gustaría verlo —contestó Kirsty.
—¿A Rory?
—Sí…
Puso un pie en el umbral sin esperar que la invitaran. Julia no opuso objeción,
pero cerró la puerta a sus espaldas.
Recién ahora, Kirsty sintió frió. Se quedó parada en el pasillo, tiritando.
—Te ves horrible —dijo Julia sin rodeos.
—Estuve aquí esta tarde —exploto Kirsty—. Vi lo que sucedió, Julia. Vi.
—¿Qué había que ver? —fue la respuesta; su seguridad era inexpugnable.
—Ya sabes.
—No sé, en serio.
—Quiero hablar con Rory…
—Por supuesto —contestó—. Pero ten cuidado con él, ¿quieres? No se siente
muy bien.
Llevó a Kirsty al comedor. Rory estaba sentado a la mesa; tenía un vaso con
alguna bebida alcohólica en la mano, una botella a su lado.
Extendido en la silla adyacente, estaba el vestido de bodas de Julia.
Al verlo, Kirsty reconoció la tira de encaje que Julia llevaba en la mano: era del
velo de novia.
Rory tenía una apariencia mucho más que desmejorada. Tenía sangre seca en la
cara y en el borde del cuero cabelludo. La sonrisa que le dedicó era cálida, pero

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