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C. Escudero, F García- ViLlanova, A. Sánchez, A. Ortiz, 1.

de la Mata

Adolescentes graves de difícil tratamiento


ambulatorio
RESUMEN: Se analizan las características clí­ SUMMARY: We analyse the clinical characte­

nicas y el patrón de uso de la red asistencial de ristics of a sample of adolescents with difficul­

una muestra de adolescentes graves de difícil ties under out-patient treatment, and how they

tratamiento ambulatorio atendidos en un C.S.M. use the mental heaIth resources. We focus on the

Se señalan las dificultades para su detección problems of early diagnosis and on the lack of

precoz y la ausencia de recursos terapéuticos in­ specific and intensive units in order to carry out

tensivos y específicos alternativos al ambula­ suitable treatments.

torio. KEY WüRDS: Adolescence. Treatment. Servi­

PALABRAS CLAVE: Adolescencia. Trata­ ce utilization. Early diagnosis.

miento. Uso de recursos. Detección precoz.

La salud mental de la adolescencia gira en tomo a unos principios, más o


menos consensuados, que sugieren que la hospitalización debe ser reemplazada
por unos servicios específicos mixtos comunitarios y domiciliarios.
Estos servicios deben estar coordinados e integrados alrededor de las necesi­
dades de cada adolescente, y construidos sobre acuerdos entre profesionales y
padres. Además, un único equipo de profesionales tendrá una responsabilidad con­
tinua a través del tiempo. Finalmente, siempre que sea posible, los/las adolescen­
tes vivirán en casa y los servicios proporcionarán tratamientos intensivos en con­
textos comunitarios no residenciales (1-5).
Para alcanzar estos objetivos se han desarrollado programas y servicios para
adolescentes, sobre todo a raíz de la aparición de la Salud Mental Comunitaria.
Este desarrollo siempre ha ido por detrás de la reforma de la atención psiquiátrica
del adulto en todos los países (6, 7). El grado en que esto se ha conseguido y el
tipo de red asistencial varía notablemente de un país a otro y depende del desa­
rrollo económico, la política sanitaria y el contexto social de cada uno.
Actualmente, en muchos de estos países hay un creciente interés en evaluar la efi­
cacia, efectividad, eficiencia y especificidad de los dispositivos (8-13).
La situación general en otros países nos da una panorámica muy variada. En
lo que respecta a Inglaterra (7), la atención a la salud mental de la adolescencia
estuvo centrada en los servicios psiquiátricos hospitalarios hasta 1986. A raíz del
informe del N.R.S. Realth Advisory Service (14) se produce un cambio de estra­
tegia fundamental, llevando el peso de la atención al terreno extrahospitalario,
centrándose en los recursos comunitarios.
La situación en EE.UU. tiene un punto de partida similar, con el proceso de
desinstitucionalización y el desarrollo de la Salud Mental Comunitaria. Sin embar­
go, en este país se complica la situación si consideramos que el modo de provisión

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq.. 1996, vol. XVI. n.o 60, pp. 597-606.
(8) 598 C. Escudero y otros
ORIGINALES Y REVISIONES

de los recursos sanitarios condiciona la atención en salud mental (3, 15). En la


pasada década la política sanitaria y social disminuyó el apoyo a los recursos
públicos y está favoreciendo el desarrollo de recursos privados, dándose la para­
doja de un dramático aumento de ingresos hospitalarios en adolescentes (16, 17).
El análisis sitúa el panorama internacional en dos puntos principales. Por un
lado el cambio de estrategia del uso mayoritario y básico de recursos hospitalarios
hacia la atención ambulatoria centrada en la comunidad. Por otro, el consecuente
debate de cuáles son los criterios que definen el uso de recursos específicos (tra­
tamientos ambulatorios, hospitales de día, ingresos hospitalarios, recursos resi­
denciales ...) y cómo han de coordinarse las distintas intervenciones (4, 6, 7, 9, 12,
13,15).
En España, los programas para adolescentes se han iniciado desde una pers­
pectiva exclusivamente ambulatoria, sin implementarse recursos alternativos espe­
cíficos incluyendo la hospitalización. En este sentido, como ha sucedido en otros
países, va por detrás del desarrollo de la atención de salud mental para adultos.
La situación de precariedad en la que se encuentran los programas de S.M.
Infanto-Juvenil es evidente, tanto en su cobertura dentro de la red como en cuan­
to al número de profesionales, tiempo de dedicación, formación y recursos (18).
Los profesionales de estos programas se tienen que manejar casi exclusivamente
con recursos ambulatorios, incluso para los casos más graves (19).
Actualmente los ingresos de los adolescentes se realizan en unidades hospi­
talarias diseñadas para adultos. De la misma manera, los programas específicos de
interconsulta hospitalaria para adolescentes son deficitarios en su desarrollo, y en
muchos lugares, inexistentes, ya que no suele haber profesionales con formación
específica para ocuparse de ellos.
Los recursos intermedios específicos para casos graves de adolescentes,
como son los centros de día u hospitales de día y unidades residenciales, son prác­
ticamente inexistentes en la red pública. Únicamente se cuenta, y en ocasiones,
con dispositivos residenciales dependientes de los Servicios Sociales, que tienen
criterios de admisión, objetivos de trabajo y profesionales que varían sustancial­
mente con respecto a los de Salud Mental.
Hay algunos datos acerca de que los problemas de salud mental están aumen­
tando entre los/las adolescentes. Es importante evaluar la eficacia y efectividad de
los programas y servicios que se proporciona a esta población basándose en un
conocimiento epidemiológico (8). Existen pocos trabajos en la literatura española
que analicen este problema. Los objetivos de nuestro trabajo son describir las
características clínicas de una población de adolescentes graves con dificultades
de tratamiento ambulatorio y analizar el uso que hacen de la red asistencial, con
el fin de señalar tanto las dificultades de detección como las necesidades de recur­
sos más específicos para un tratamiento más intenso.
AdoLescentes graves 599 (9)
ORIGINALES Y REVISIONES

Material y métodos

Se estudió la población de adolescentes entre 12 y 16 años atendidos en el


Servicio de Salud Mental de Getafe (Madrid) en el Programa Infanta-Juvenil
durante el periodo comprendido entre los años 1989-1994. Este Programa se ini­
ció en 1988 y desde entonces cuenta con los mismos terapeutas, un psiquiatra y
dos psicólogos, que han atendido directamente a dicha población.
Para seleccionar la muestra, los terapeutas escogieron por consenso aquellos
casos caracterizados por las dificultades de tratamiento ambulatorio y gravedad
clínica atendiendo a criterios de adaptación en las tres áreas claves para la adoles­
cencia: familia, escolaridad y relación con sus iguales. Se escogió finalmente una
muestra de 27 pacientes.
Las características de esta población se analizaron revisando retrospectiva­
mente las historias clínicas y se ordenó la información en 26 variables descripti­
vas. Estas variables incluyen:
a) Datos demográficos: edad, sexo, estado civil de los padres.
b) Datos clínicos: diagnóstico CIE-l O, antecedentes psiquiátricos persona­
les y familiares, rendimiento y abandono escolar, trastornos de conducta desadap­
tativos en la escuela, en el ámbito familiar y en las relaciones sociales con sus
iguales, incluyéndose tanto los comportamientos expansivos como los caracteri­
zados por la inhibición, delitos y evolución clínica (cronificación, mejoría o evo­
lución no conocida).
c) Variables relacionadas con el proceso terapéutico ambulatorio: indica­
ción o no de tratamiento, tratamiento farmacológico, interferencia (incumplimien­
to de consignas terapéuticas) e implicación (falta a citas) en el tratamiento por
parte de los padres, falta a citas por parte del adolescente, motivo de alta o conti­
nuación del tratamiento.
d) Utilización de la red asistencial: modo y procedencia de la derivación,
urgencias, hospitalizaciones, tratamientos paralelos, uso de recursos residenciales
y otros recursos (hospital de día, centro cívico, servicios educativos, etc.)

Resultados

La muestra seleccionada estaba constituida por 27 pacientes, 13 varones y 14


mujeres. La edad en que realizó la primera consulta fue de 16 años en 4 casos, 15
años en 8 casos, 14 años en 9 casos, 13 años en 5 casos y 12 años en 1 solo caso
(Tabla l). El 29,63% (8 casos) de los padres de los pacientes estaban separados.
Los diagnósticos CIE-l Oabarcaron, en total, 13 categorías incluidas en 7 sec­
ciones diagnósticas distintas. La categoría diagnóstica más frecuente, con 10
(10) 600 C. Escudero y otros
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pacientes, es la F91 Trastornos Disociales. Los trastornos psicóticos aparecieron


en 5 casos, que fueron incluidos en la sección F20-29. (Tabla 2).
Los antecedentes personales de tratamiento psiquiátrico aparecieron en 11
casos. Entre los antecedentes de tratamiento psiquiátrico familiar se encontraron
16 casos (59,3%) de los cuales 3 casos correspondían al padre, 3 casos a la madre,
9 a varios miembros de la familia y 1 caso de antecedentes en familiares de segun­
do grado. Los trastornos de conducta del paciente en el seno familiar aparecían en
el 100% de los casos, en las relaciones con otros adolescentes en 25 casos (92,6%)
Yen la escuela en 24 casos (88,9%).
El rendimiento escolar era deficiente en estos 24 casos y, de hecho, 11
pacientes (40,7%) habían abandonado los estudios. Hubo 5 casos con antecedentes
de actos delictivos. La evolución clínica de esta población fue a la cronificación
en 17 casos (63%), mejoraron 5 pacientes (18,5%) y se desconoce en otros 5.
La indicación de un tratamiento específico se realizó en 23 casos. De los 4
pacientes que no se indicó, 2 casos correspondían a peritajes, en 1 caso la familia
rechazó la posibilidad de tratamiento y en el otro caso se derivó al paciente a los
Servicios Sociales. Se pautaron psicofármacos en 20 pacientes (74,1 %). De éstos,
12 casos no cumplían adecuadamente el tratamiento.
La falta a las citas por parte de los padres, cuando se requería su participación,
se dio en 20 casos, siendo en su mayoría el padre el que no acudía (14 casos), am­
bos padres en 5 casos y faltó la madre en 1 caso. La interferencia en el tratamiento
por parte de los padres se dio en 16 casos, siendo más frecuente por parte de la ma­
dre (8 casos) o ambos (6 casos). Algunos padres directamente no acudían.
La falta a citas sin avisar del propio paciente se produjo en 15 casos. Del total
de la muestra 10 pacientes siguen en tratamiento ambulatorio, ]2 abandonaron
(40%) Y a 5 se les dio el alta (a 4 no se les indicó el tratamiento y otro recibió el
alta por mejoría).
La derivación de los pacientes fue en su mayoría por el médico de cabecera (17
casos), 6 casos por médicos psiquiatras desde el Servicio de Urgencias o desde otros
hospitales, 3 por los Servicios Educativos y 1 paciente por los Servicios Sociales.
El modo de derivación de los casos fue urgente en 1 paciente, preferente en
3 casos y normal en 23. El 26% de los pacientes (7 casos) necesitaron ingreso.
Cinco casos lo hicieron en la Unidad de Hospitalización Breve de Psiquiatría y 2
ingresaron en el Servicio de Pediatría por presentar trastornos de la alimentación.
Los recursos residenciales se emplearon en 6 casos siendo derivados 5
pacientes a Centros de Acogida de Servicios Sociales y 1 a un recurso residencial
educativo privado. Se indicó el uso de otros recursos ambulatorios como medida
terapéutica en 17 casos: 3 pacientes fueron enviados al Hospital de Día de adul­
tos, en 9 casos se solicitó la intervención de los Servicios Psicopedagógicos en 4
casos se les derivó al Centro Cívico y en otro se emplearon varios de estos recur­
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ORIGINALES Y REVISIONES

sos.) El 40,8% de los pacientes (11 casos) realizó en algún momento del trata­
miento al menos 1 urgencia. La asistencia a otros tratamientos paralelos privados
se produjo en 9 casos.

Discusión

Los resultados describen a una población de adolescentes, presumiblemente


en aumento (8), que presenta dificultades de tratamiento ambulatorio en el marco
de un SSM que puede ser representativo de la atención que se dispensa en la red
de Salud Mental de la Comunidad de Madrid. El hecho de que los profesionales
sean los mismos desde el inicio del Programa facilita la selección por consenso de
la población a estudiar, aunque este método dificulta la posibilidad de replicación
del estudio.
No hay duda de que la detección precoz es un factor importante en la salud
mental ae niños/as y adolescentes para una intervención efectiva (8). Aunque se ha
estimado que entre el 5% (5) Y el 13% (20) de la población de adolescentes de
EE.UU. deberían recibir atención en salud mental, lo cierto es que menos de un
2% acuden (8, 21, 22).
En nuestra población, tan sólo el 21 % de los pacientes (6 casos), consultaron
antes de los] 4 años y no hubo diferencias significativas respecto al sexo como no la
hay según otros estudios en el total de población de adolescentes que consulta (9).
La presencia de antecedentes de tratamiento psiquiátrico personales y familia­
res es un dato que puede alertar a la hora de la detección, ya que en nuestra pobla­
ción aparecen con frecuencia (40% y 60% respectivamente) y otros estudios reve­
lan que antecedentes de tratamiento psiquiátrico tanto personales como familiares
está correlacionado con mayor tasa de ingresos y tratamientos más intensos (3, 12).
Sin embargo, la presentación clínica es muy diversa y en nuestro estudio apa­
recen hasta 13 diagnósticos distintos a pesar de lo reducido de la muestra. Existe
gran controversia en el uso de criterios diagnósticos convencionales para adoles­
centes (23, 24) y algunos autores señalan que es más útil dividir a estos pacientes
en trastornos «internalizados» (trastornos psicóticos y afectivos), con mayor tasa
de ingreso aunque más difíciles de detectar, y trastornos «externalizados» (tras­
tornos de conducta, de adaptación, abuso de drogas y alcohol y otros) (3, 12).
Otros trabajos (9, 12) sostienen que los diagnósticos no indican gravedad y tam­
poco predicen el uso de recursos. Nuestros datos apuntan en este sentido, y la gran
variedad de diagnósticos en una población homogénea en su gravedad clínica y
funcionamiento psicosocial indica la limitación de los diagnósticos convenciona­
les, que no observan una dimensión evolutiva en una etapa de transición como es
la adolescencia.
(12) 602 C. Escudero y otros
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Las características más constantes en esta población de adolescentes son los


trastornos de conducta a nivel familiar, escolar (con bajo rendimiento y mayores
abandonos) y con sus iguales, simultáneamente. El mal funcionamiento en todas
estas esferas debería contribuir a una detección precoz del problema y aunque las
familias sean tolerantes con esta situación -a lo que puede contribuir la alta tasa
de antecedentes psiquiátricos familiares- otros estamentos pueden ser los encar­
gados de orientarlos al especialista.
La atención primaria es un marco muy indicado para estos pacientes y sus
familias por su accesibilidad, familiaridad y ausencia relativa de estigmatización.
La prevalencia de problemas de salud mental en dicho medio oscila entre un 20­
25% lo que le convierte en un lugar idóneo para la detección precoz de estos
pacientes (8, 22, 25, 26). Nuestros datos corroboran la importancia del trabajo de
la atención primaria en tal aspecto, ya que son los derivantes del 63% de la mues­
tra, y por tanto la coordinación de los especialistas de salud mental con los médi­
cos de cabecera y el reciclaje de éstos es fundamental, tanto para una mayor pre­
cisión en la identificación de estos casos como para que ésta sea lo más precoz
posible.
Es llamativo que en nuestro estudio sólo el 14% de estos pacientes son deri­
vados por Servicios Educativos y Servicios Sociales, mientras que en otros traba­
jos casi la mitad vienen derivados por ellos (9, 21). Por tanto, los datos deben ser
matizados según la forma de acceso a la atención especializada en cada lugar, ya
que en nuestro medio la atención en salud mental está considerada como un nivel
secundario de asistencia sanitaria. Sin embargo, dentro de nuestro Programa de
Salud Mental [nfanto-Juvenil existen coordinaciones periódicas con los Servicios
Educativos y los Servicios Sociales a través de las que pueden ser derivados direc­
tamente los pacientes. Habría que analizar esta cuestión por si el problema es de
detección de casos por estos servicios, de visión parcial de los mismos o de falta
de delimitación de competencias entre estamentos, que dificulten un abordaje inte­
gral de cada caso.
Otro aspecto importante del presente trabajo es el tratamiento que se indica
a los pacientes y el uso que hacen de los Servicios de Salud Mental. La caracte­
rística que aglutina la muestra en este sentido es la dificultad del tratamiento
ambulatorio.
La calidad del contacto con el servicio ambulatorio es predictor de buen pro­
nóstico (12). En nuestro estudio la dificultad de adherencia al tratamiento ambu­
latorio viene reflejada en el alto índice de abandonos, la frecuente falta a citas de
los adolescentes, así como las interferencias y no implicaciones de los padres en
el tratamiento en general o el incumplimiento del tratamiento farmacológico en
particular, lo cual puede estar influido por una indicación de tratamiento no espe­
cífica debida a la falta de recursos alternativos diseñados y orientados a atender a
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ORIGINALES Y REVISIONES

la patología grave de un sector de la población con peculiaridades relacionales


derivadas de los cambios vitales que experimentan. Por otra parte, sería importan­
te investigar en nuestro medio la idoneidad e implicaciones éticas de tratamientos
involuntarios ambulatorios para adolescentes como los que se realizan en otros
países como EE.UU., donde esta práctica supone hasta un 15% del total de los tra­
tamientos ambulatorios (9).
La elevada prescripción de psicofármacos en nuestra muestra (74% de los
casos), en comparación con otros estudios de adolescentes en tratamiento ambu­
latorio (4%) (9), revela que nuestra población es especialmente grave, pero tam­
bién puede poner de manifiesto la necesidad de emplear un tipo de contención
«química» a falta de dispositivos que permitan un abordaje más intenso y conti­
nuado del adolescente.
Otros datos que subrayan la dificultad de tratamiento ambulatorio es el hecho
de que lleven a cabo tratamientos privados paralelos, el elevado número de urgen­
cias que realizan, los ingresos hospitalarios que se indican y las derivaciones a
otros recursos residenciales, de hospitalización parcial y sociales.
Todos los datos ponen de manifiesto la necesidad de un tratamiento más
intenso para este grupo de pacientes, que no puede ser proporcionado a través de
los recursos ambulatorios actuales exclusivamente. El problema se intenta resol­
ver de manera ineficaz, empleando como alternativa recursos sociales que no están
preparados para atender problemas de salud mental graves o derivando a los
pacientes a dispositivos asistenciales diseñados para adultos, con criterios de acce­
so que no se corresponden con la realidad del adolescente y con personal que no
está especialmente cualificado para tratar a esta población. La consecuencia de
dicha situación es una mala evolución de la mayoría de los pacientes, una cronifi­
cación de los mismos, y sabemos que muchas patologías de la adolescencia pre­
dicen las que se desarrollarán en la edad adulta (8, 24).
Podemos concluir que existe una gran dificultad en la detección precoz de
losllas adolescentes graves, lo cual está influido por las dificultades de coordina­
ción que existen entre los distintos dispositivos que están en contacto con la pobla­
ción referida. Por otra parte, se ha puesto de manifiesto la necesidad de desarro­
llar nuevos recursos asistenciales que permitan un abordaje más intenso y sobre
todo específico. El futuro de la atención en salud mental de la adolescencia apun­
ta al desarrollo de un programa comunitario dentro de una red asistencial lo más
específica posible y con diversos niveles de intervención, en el que la coordina­
ción entre los servicios sociales, sanitarios y educativos sea estrecha, así como con
los servicios de atención a adultos en el caso de adolescentes más mayores para
así garantizar una atención continuada. Para ello, son imprescindibles estudios que
evidencien las carencias y orienten la organización de la asistencia a esta pobla­
ción.
(14) 604 C. Escudero y otros
ORIGINALES Y REVISIONES

Tabla 1. Edad en la primera consulta

EDAD N.O CASOS


16 4
15 8
14 9
13 5
12 1
Total 27

Tabla 2. Diagnósticos de los pacientes CIE-1O

CÓDIGO CATEGORÍAS DIAGNÓSTICAS N

F 91 Trastornos disociales 10
F42 Trastorno obsesivo-compulsivo 3
F2ü Esquizofrenia 2
F29 Psicosis no orgánica sin especificar 2
F6ü Trastorno específico de la personalidad 2
F2l Trastorno esquizotípico 1
F32 Episodio depresivo 1

F34 Trastorno del humor persistente 1

F5ü Trastorno de la conducta alimentaria 1

F83 Trastorno específico del desarrollo mixto 1


F92 Trastorno disocial y de las emociones mixto 1
F93 Trastorno de las emociones de comienzo habitual en la infancia 1

F94 Trastorno del comportamiento social de comienzo habitual en


infancia y adolescencia 1

Total 27
Adolescentes graves 605 (15)
ORIGINALES Y REVISIONES

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* Consuelo Escudero, Félix García-Vilanova: Psicólogos. Alicia Sánchez, Alberto Ortiz, Iván de
la Mata: Psiquiatras. Equipo Infanto-Juvenil, S.S.M. Getafe, Madrid.
Correspondencia: Consuelo Escudero Álvaro, S.S.M. Getafe, CI Álvaro de Bazán, 12, Getafe,
28298 Madrid.
** Fecha de recepción: 15-IlI-1996.

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