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Es increíble lo hondo que pueden llegar las palabras que decimos. En una ocasión
escuché la frase: “¡piedras y palos podrán herirme, pero tus palabras jamás!” No
encuentro una expresión tan alejada de la realidad como esta. Las palabras siguen
siendo una poderosa arma la cual puede ser usada para construir o para derribar.
Se hizo una vez un experimento con un hombre, al cual lo pusieron con los pies
descalzos dentro un balde de agua con hielo. Justo antes de entrar en estado de
hipotermia, se midió el tiempo que este hombre había durado. Días mas tarde, cuando
estuvo 100% recuperado, se volvió a hacer el experimento. Esta vez había una
persona a su lado, la cual estaba constantemente animándolo y dándole palabras de
aliento. “Vamos”, “adelante”, “tu puedes, no te rindas”. Para sorpresa de todos, al
finalizar el ejercicio, ¡este hombre había doblado el tiempo anterior!
La sociedad moderna entiende esto muy bien, al punto que la publicidad actual le
habla al joven de una manera positiva. Es tan simple como escuchar lo que compañías
como la Coca Cola en los refrescos, Nike y Adidas en el calzado, Pantene en el
tratamiento del cabello y aun Johnny Walker con el whisky, están diciendo. ¿Qué pasa
dentro de la iglesia? ¿Cuál es la campaña que hacemos para nuestros jóvenes? ¡Los
chicos reciben rechazo verbal en secundaria, en casa, entre sus amigos, y ¿encima
tienen que escucharla en la iglesia?!