Está en la página 1de 257

El contenido de este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo

permiso escrito del titular del . Así mismo, queda prohibida su incorporación a cualquier sistema
informático, ya sea por copia, transcripción o donación. Todos los derechos reservados.

Primera edición: Julio 2021

Título original: Perdiendo el control.

Adrian Blake© 2021

Diseño de Portada: Gema Millanes Maquetación: Gema Millanes Imágenes de portada:


Sutterstock

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3
Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Epílogo

Prólogo

No podía creerme que después de dos putos años de trabajo duro al fin pudiera relajarme un poco
y volver a recuperar la que alguna vez había sido mi vida. Habían sido dos años infernales,
trabajando sin descanso, siempre teniendo que demostrar que soy bueno en mi trabajo a pesar de
ser el hijo bastardo del dueño. Para él siempre he sido solo un maldito error, soy el fruto de su
“única” aventura, y lo único que supe de él durante toda mi vida fue su nombre escrito en el
extracto de cuenta de mi madre… hasta que me necesitó. El cabrón le daba una muy buena suma
de dinero a cambio de que ella y yo no apareciéramos delante de él para recordarle a su mujer
constantemente que la había engañado con otra (durante más de un año, debo añadir). Y cuando
él ya no tenía fuerzas para seguir con la empresa, y al no tener un hijo legítimo que heredara su
legado, vino a buscarme para que me hiciera cargo de ella. Debería haberle dicho que se metiera
su mierda de empresa por el culo, que no quería nada que viniera de un desgraciado como él y
que ya tenía un trabajo que me satisfacía, pero ¿acaso no se trata de mi maldita herencia? Soy su
hijo, después de todo… y ya que ha pasado de mí durante treinta malditos años al menos debería
recompensarme de alguna manera por ello.

Lo que más me jodió de todo fue que pretendiera volver a mi vida después de veintiocho años
como si nada, que pasara tiempo con él e incluso que le llamase papá. ¿Se puede tener menos
vergüenza? Es por eso que nuestra relación no es demasiado buena y que nos hablamos lo
estrictamente necesario para sacar esta empresa a flote. Durante los dos años

que llevo en el puesto de presidente (ya que tengo que levantar su preciosa empresa quiero los
beneficios que este puesto trae consigo) he tenido que ver cómo los accionistas y amigos de mi
progenitor se rompían el culo por quitarme del medio. Mi padre puede ser el mayor accionista,
pero ellos sí tienen hijos legítimos a los que poner en mi puesto y yo solo soy fruto de un error…
panda de rateros. Lo único que han querido siempre es hacerse con el control de la empresa, por
eso me he convertido en un maldito dolor en sus adinerados traseros. He tenido que escuchar
más veces de las que quiero recordar lo imperfecto que soy, la desgracia que ha sido para la
pobre mujer de mi padre que yo hubiera nacido y lo poco que me merezco heredar la empresa
que mi abuelo con tanto esfuerzo había creado. Debo reconocer que al principio me dolían sus
palabras y más de una vez he llegado a mi casa tan agotado mentalmente como para hartarme de
llorar (sí, porque, aunque parezca increíble los hombres también lloramos). ¿Qué culpa tengo yo
de que mi padre sea un sinvergüenza? ¿Acaso creen que conmigo y mi madre se ha portado
mejor que con su mujer?

Pero ahora todo ha cambiado. Después de dos años de intenso trabajo he logrado conseguir el
contrato millonario con el que ellos no han podido hacerse en diez largos años. Todo lo que ellos
han intentado sin descanso y sin éxito durante la última década lo he conseguido yo en
veinticuatro meses. Y

gracias a eso al fin puedo respirar tranquilo cada vez que llego a la empresa. Ahora ya no soy un
engendro, un error, ahora soy el señor presidente, el orgullo de la marca, lo mejor que le ha
podido pasar a la empresa. Panda de hipócritas… no me besan el culo porque yo no se lo
permito. Ahora que cuento

con la total confianza de los accionistas me estoy dedicando a revisar los libros de cuentas para
cerciorarme de que nadie se queda con lo que no le pertenece. No hay ningún indicio de que eso
esté ocurriendo, pero en este nido de víboras todo puede pasar.

También me he encargado de unos cuantos despidos.


No soporto estar rodeado de inútiles que en vez de dedicarse a hacer bien su trabajo ocupan su
tiempo en informar a mi padre sobre el mío, desde lo que como hasta con qué marca de papel
higiénico me gusta limpiarme el culo. Por culpa de esas personas era raro el día en el que mi
progenitor no me llamara enfadado porque algo de lo que hacía no era de su agrado. Es por eso
que le he encargado a recursos humanos que me busquen un nuevo asistente, me deshice del
anterior hace un par de semanas, tengo demasiado trabajo como para ocuparme de todo yo solo y
mi secretaria ya está lo suficientemente ocupada como para encargarse también de mi agenda.

Me miro por última vez en el espejo de cuerpo entero de mi habitación. Hoy tengo una reunión
con un nuevo grupo de inversores y debo tener un aspecto impecable, por lo que me he decidido
por el traje de Armani negro y blanco que tanto le gusta a mi madre. La encuentro en mi cocina
preparándome el desayuno y me acerco por detrás para abrazarla con fuerza y darle un beso en la
mejilla.

—No hace falta que vengas todas las mañanas a prepararme el desayuno, mamá —protesto—.
Ya soy mayorcito para preparármelo yo solo.

—Me pilla de camino al hospital —responde con un ademán—. Además, tengo que prepararlo
de todas maneras

para mí.

—Tienes que descansar más, trabajas demasiado y no lo necesitas.

—Mi hijo no puede ocuparse de mí toda la vida —

añadió—. Y por si no lo recuerdas, me gusta muchísimo mi trabajo.

Y es cierto, mi madre es la persona más feliz del mundo siendo enfermera de la planta infantil
del hospital. Sé que a ella le habría gustado tener más hijos, pero nunca se molestó en buscar a
alguien para formar una familia. Mi padre la dejó bien jodida después de confesarle, cuando ella
le contó que estaba embarazada de mí, que estaba casado y no podía seguir más tiempo con ella.
Por suerte para mí ella es fuerte y valiente, y decidió seguir adelante con el embarazo a pesar de
estar completamente sola. Mis abuelos murieron cuando ella tenía veinte años y su única
hermana tenía su propia vida y sus propios problemas con los que lidiar. Es por eso que los
recuerdos de mi infancia están cargados de mi madre trabajando de sol a sol, de mí en sus
innumerables puestos de trabajo, de todos los caprichos que no nos hemos dado para poder llegar
a fin de mes. Porque el dinero que mi padre le daba iba a parar a una cuenta corriente para pagar
mi universidad.

Sacudo la cabeza para borrar los malos recuerdos y me siento frente a la isla de la cocina a
comerme lo que me ha preparado.

—Te has puesto el traje de guapo… —comenta—

¿Tienes alguna reunión importante?

—¿El traje de guapo? —río— ¿Es que con los demás trajes no estoy guapo o qué?
—Mi hijo siempre está guapo —dice ella con orgullo

—, pero ese es el traje que más guapo lo hace.

—Tengo una reunión con unos inversores —explico—.

Si todo sale según lo planeado podremos empezar a producir el prototipo en el que hemos estado
trabajando últimamente.

—Seguro que todo sale bien —dice dejando el paño sobre la encimera—. ¿Ha dicho tu padre
algo sobre el contrato que has firmado?

—No ha dicho nada, aunque tampoco es que me importe.

—Ese desgraciado…

—La única persona de la que me importa la opinión me esperó con una fiesta sorpresa esa misma
noche —

respondo recordando la fiesta que mi madre y sus compañeras de trabajo dieron para felicitarme
por mi éxito.

—Aun así, debería haberte felicitado.

—Lo digo en serio, mamá… su opinión no puede importarme menos.

Y es verdad, nada de lo que tenga que ver con esa persona me importa. Si estoy llevando a cabo
este trabajo es por mí, si estoy esforzándome como un cabrón por conseguir sacar esta empresa
adelante es porque sé que tarde o temprano las acciones de mi padre pasarán a ser mías. Sé que
suena demasiado materialista e hipócrita, pero es la pura verdad.

—Debo irme —dice mi madre quitándose el delantal

—, mi turno empieza en media hora.

—Espera que termine y te acerco al hospital.

—He traído mi coche, no es necesario.

Sonrío cuando me da un sonoro beso en la mejilla que me hace arrugar la nariz.

—Gracias por esto, mamá —digo señalando el plato.

—No seas tonto… Hasta mañana.

—Hasta mañana.

La observo ponerse su abrigo y salir de mi casa con una sonrisa. Estamos tan unidos que no sé
qué sería de mi vida sin ella. Tal vez sea porque siempre hemos sido nosotros dos contra el
mundo, o porque ha sido una madre de primera, pero lo cierto es que no puedo estar más
orgulloso de ser su hijo.

Friego los platos de mi desayuno y cojo las llaves del coche para marcharme al trabajo. Recojo
de camino a Nathan, el único amigo de verdad que logré hacer en esta maldita empresa cuando
llegué. Fue el único que me demostró su lealtad desde el principio, el único que me dio una
oportunidad sin conocerme, tal vez porque nuestra situación familiar es algo parecida.

—Buenos días, jefe —dice ajustándose el cinturón de seguridad.

—Buenos días, capullo —le digo pasándole un café y un par de dónuts que he comprado en la
cafetería de la esquina.

—¿Hoy tú no desayunas?

—Mi madre ha venido a prepararme el desayuno.

—Cabrón con suerte… —suspira— Voy a tener que rogarle a Sarah que me adopte.

—¿Te has preparado lo que tienes que decir en la reunión o vas a improvisar como de
costumbre?

—Sabes que cuando improviso todo sale mejor —

responde con un guiño.

—El día que la cagues te voy a dar hostias hasta en el carnet de identidad.

—¡Ey! Sabes que eso nunca pasará —suelta con los brazos en alto.

—Más te vale.

—Hoy llega tu nuevo ayudante, ¿no es así?

—Debería, o Eva va a terminar renunciando.

—¿Sabes ya quién es?

—No lo sabré hasta que no lo vea, he dejado que recursos humanos se ocupe de ello.

—Espero que sea una tía y que esté buena.

—Es mi ayudante, no la tuya.

—Con más razón podré ligar con ella.

—Te lo he dicho mil veces, Nathaniel, nada de sexo en el trabajo.

Mi amigo tuerce el gesto como cada vez que le llamo por su nombre completo. Le revienta que
lo haga, razón de más para hacerlo.

—No voy a tener sexo en el trabajo —explica—. Voy a tener sexo con alguien del trabajo fuera
de él.

—Mi ayudante, en el caso de que sea mujer, está vetada. No quiero tener que ponerme a buscar a
otra persona cuando empiece a acostumbrarme a ella.

—Acabas de decirme que lo has dejado en manos de recursos humanos.

—Solo para joderte a la siguiente voy a buscarla yo en persona.

—Eres un aguafiestas, ni volar mi imaginación me dejas.

Llegamos a la oficina y en cuanto entro por la puerta todos los empleados se dejan el culo para
darnos los buenos días. Yo me limito a hacer una inclinación de cabeza de vez en cuando, porque
si tuviera que responder a todos los saludos llegaría afónico a mi oficina. Es gracioso ver cómo
todo el mundo ha cambiado su percepción de mí después de ganar ese contrato millonario.

—Panda de lameculos —protesta mi amigo cuando las puertas del ascensor se cierran tras
nosotros—. Deberías echarlos a todos ahora que has demostrado que no eres un don nadie.

—Esas personas tienen familias que mantener, Nathan.

No puedo castigarlos por seguir las órdenes de mi padre.

—Hay mucha gente en el paro que haría el trabajo mucho mejor que ellos.

—Tal vez, pero ¿sabes los dolores de cabeza que conllevaría sustituir una plantilla entera de
trabajadores? Te

aseguro que muchos.

—Eso es verdad.

—Además, puede que al principio siguieran las órdenes de mi padre, pero ahora saben que quien
manda no es él, sino yo.

Las puertas del ascensor se abren en la planta de mi amigo y continúo solo en el ascensor hasta la
última planta, donde se encuentra mi oficina. Saludo a mi secretaria, que se pone de pie
inmediatamente para seguirme hasta mi despacho mientras me relata la agenda de hoy y me deja
sobre la mesa las llamadas telefónicas que debo devolver.

—Gracias, Eva —le agradezco—. Con suerte hoy será tu último día haciendo trabajo doble.

—Oh, es cierto… Tu nuevo asistente debe llegar en…

media hora —responde mirando su reloj.


—Hazlo pasar en cuanto llegue, la reunión con los inversores no es hasta las once.

—Por supuesto, Keith. ¿Te traigo un café?

—No hace falta, mi madre me ha preparado hoy el desayuno.

—Oh… así que por eso es la gran sonrisa que traes esta mañana.

—¿Por qué si no?

—No sé… tal vez porque has tenido una noche loca de sexo desenfrenado —bromea levantando
las cejas.

Me carcajeo ante las bromas de mi secretaria. Ella vino conmigo desde mi anterior empresa hace
dos años. Cuando se

enteró de que me iba a meter en la boca del lobo insistió en seguir siendo mi secretaria para que
al menos tuviera un apoyo. Fran, su esposo, estudió conmigo en el instituto, y aunque no
mantuvimos el contacto cuando empezamos la universidad fue una grata sorpresa reencontrarnos
el día que fue a recoger a Eva a nuestra antigua oficina.

Me siento delante de mi escritorio dejando los recuerdos a un lado y enciendo el ordenador


mientras miro las notas de Eva. Tuerzo el gesto al ver que una de las llamadas ha sido de mi
padre, pero marco su número con un suspiro de cansancio.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunto cuando descuelga.

—Buenos días a ti también, hijo.

—Tengo mucho trabajo, así que sé rápido.

—¿A qué hora es la reunión con los inversores?

—¿Por qué? ¿Piensas acudir?

—Sabes bien que no voy a hacer eso.

—Entonces no necesitas saberlo.

—Sigo siendo el mayor accionista de la empresa, que no se te olvide —amenaza.

—No tengo problema en volver a mi trabajo anterior, mi antiguo jefe se encarga de recordarme a
menudo que siempre tendré las puertas abiertas el día que decida hacerlo…

—¿Es que siempre tenemos que discutir cuando hablamos? —protesta mi padre.

—Será porque te lo has buscado a pulso.

—Lo que sea. Madelaine quiere que su sobrino trabaje en la empresa, ¿tienes algún problema
con eso?

—Depende de a quién pretendas despedir para hacerlo.

—No quiero despedir a nadie, sé de sobra que no estarías de acuerdo con eso. El jefe de
marketing está próximo a jubilarse, dale la jubilación anticipada y él cubrirá su puesto.

—Eso es un poco injusto para los que trabajan en esa área, ¿no te parece? Ellos querrán ascender
como cualquier hijo de vecino y llevan más tiempo en la empresa que tu sobrino.

—No voy a darle al sobrino de mi mujer un puesto de mierda.

—Son las personas de esos puestos de mierda las que mantienen esta maldita empresa donde
está, no lo olvides.

El silencio al otro lado de la línea me demuestra, con satisfacción, que he logrado cabrear a mi
padre.

—¿Vas a hacer lo que te pido o no? —insiste.

—Le pondré en el puesto que deje quien sustituya al jefe de marketing —digo al fin—, es la
única concesión que voy a darle.

—Tendré una discusión con Madelaine por esto.

—Ese no es mi problema. ¿Lo tomas o lo dejas?

—Lo tomo, maldita sea.

—Dile que se pase por mi despacho la semana que viene, necesito tiempo para organizarlo todo.

—Muy bien.

—Y envíame su currículum y sus datos bancarios lo antes posible para hacerle el contrato.

—De acuerdo. Keith…

—¿Algo más? Ya te he dicho que estoy muy ocupado.

—Podríamos cenar uno de estos días para que le conozcas antes de que empiece a trabajar en la
empresa.

—En primer lugar, tú serías la última persona con la que cenaría. Ya te he dicho un millón de
veces que el único contacto que tendremos será el estrictamente profesional. En cuanto a tu
sobrino, le conoceré cuando empiece a trabajar para mí, no antes.

—¡Maldita sea, olvídalo!

—Eres tú quien debería olvidarse de tu estúpido plan de tener una relación más estrecha
conmigo. Perdiste tu oportunidad al no dar señales de vida cuando realmente necesité a mi padre.

Cuelgo el teléfono y me dejo caer hacia atrás con un suspiro. Me aprieto el puente de la nariz,
porque empieza a dolerme terriblemente la cabeza. Siempre que discuto con mi padre
terminamos de la misma manera. ¿A qué viene tanto interés en acercarse a mí? De todos es
sabido que su querida mujercita me odia a muerte y no me puede ni ver. Y por si sus intentos de
acercamiento no fueran suficientes ahora tengo que ser la niñera de su precioso y adorado
sobrino. Marco el número de la oficina de Nathan y su secretaria me pasa con él rápidamente.

—¿Algún problema? —pregunta.

—El imbécil de mi padre quiere meter al sobrino de su mujer en la empresa.

—Ajá… ¿Y vas a hacerlo?

—No tengo más remedio. Dale al jefe de marketing la jubilación anticipada, asciende a quien se
merezca el puesto dentro de su equipo y coloca al sobrino en el puesto que quede vacante.

—Muy bien.

—En cuanto mi padre me envíe sus datos te los paso.

—¿Le puedo dar el puesto que me dé la gana?

—No seas capullo —respondo riendo—. No puedo darle a mi primo un puesto cualquiera,
tendría que vérmelas con la bruja de su tía después.

—Si por mí fuera le ponía a limpiar las papeleras.

—Él no tiene la culpa de lo que me han hecho sus tíos, Nat.

—Conociendo a tu familia paterna seguro que también es un grano en el culo.

—No lo sabremos hasta que no le conozcamos, ¿no crees?

—Tienes razón… —suspira— Te dejo, que estoy algo liado.

—Ok.

Mi secretaria me informa por el intercomunicador de que mi asistente acaba de llegar. Le digo


que lo haga pasar, me levanto de mi silla y me acerco a la puerta para recibirlo, pero

me quedo helado en el sitio cuando una mujer entra y posa sus ojos color miel sobre mí.

Capítulo 1

Mi cuerpo entero reacciona ante la proximidad de la mujer que tengo delante. No es demasiado
alta, pero lleva unos tacones de al menos diez centímetros para remediarlo.
Demasiado delgada para mi gusto, creo que sería capaz de abarcar su cintura con mis dos manos,
pero cuando se vuelve para cerrar la puerta descubro que tiene un culo respingón que me está
haciendo salivar solo de pensar en clavarme en ella mientras mi pelvis se topa contra esos dos
globos perfectos.

Joder… es la primera vez que tengo unas ganas irrefrenables de follarme a una mujer que no
conozco, y es una auténtica putada que esa mujer sea mi nueva asistente.

Trago intentando parecer más calmado de lo que estoy, debo ser profesional, que para algo soy el
jefe. Me acerco a ella y extiendo la mano para estrechar la suya, pero cuando nuestra piel entra
en contacto siento una descarga eléctrica subir por mi brazo que hace que la suelte de inmediato.

—Buenos días, señor Collins —dice con una voz aterciopelada, dulce—. Soy Shaina Bennett, su
nueva ayudante.

—Es un placer conocerla, señorita Bennett.

—Por favor, llámeme Shaina y deje a un lado los formalismos. Será más sencillo para ambos ya
que vamos a pasar mucho tiempo juntos.

Me muerdo el labio intentando controlar a mi imaginación perversa, que se ha encargado de


mostrarme la manera en la que quiere pasar todo ese tiempo con ella: en la

cama, el escritorio, la encimera, el coche, la alfombra…

Asiento borrando esas imágenes de mi cabeza, le hago un gesto para que tome asiento frente a mi
escritorio y ocupo mi lugar detrás de este.

—Bien, Shaina… supongo que el departamento de personal te habrá informado de cuáles serán
tus funciones —

comienzo a decir.

—Por supuesto, señor Collins.

—Llámame Keith, todos lo hacen y como acabas de decir será más sencillo para ambos hacerlo
de esa manera.

—De acuerdo, Keith.

—¿Tienes alguna duda referente a tus obligaciones?

—Por ahora no, Eva se ha encargado de explicármelo todo muy bien antes de entrar aquí.

Le entrego los documentos de la reunión que tenemos dentro de un rato para que le eche un
vistazo. Quiero que me acompañe para que se vaya habituando al trabajo, cuanto antes se
desenvuelva mejor para todos.

—Estos son los documentos de mi próxima reunión, que es a las once —explico—. Habrá
ocasiones en las que acudirás a algunas de esas reuniones en mi nombre y quiero que te habitúes
a mi forma de proceder.

—De acuerdo.

—Eva te ayudará mientras te habitúas al trabajo. Ella ha sido quien ha estado haciendo tu trabajo
durante el tiempo que he estado sin un ayudante.

—Perfecto.

—Tu mesa es la que está frente a la suya. Después de la reunión haremos un tour por la empresa
para que vayas acostumbrándote a ella.

—No es necesario, puedo hacerlo por mi cuenta.

—Insisto.

Ella asiente tras un momento de duda y recoge la carpeta del sillón para marcharse,
ofreciéndome una panorámica de su culo redondeado debajo de unos pantalones de lino que me
hace apretar los dientes para no ceder al deseo de sujetarla por las caderas y metérsela hasta el
fondo de una sola estocada. En cuanto Shaina abandona mi despacho vuelvo a marcar el número
de Nathan, porque necesito hablar con alguien de lo que me está pasando.

—¿Qué se te ofrece, jefe? —pregunta mientras da vueltas en su silla giratoria.

—Estoy jodido, Nat… pero muy jodido.

—¿Por qué? ¿Se ha fastidiado algo de la reunión?

—No tiene que ver con la reunión, sino con mi asistente.

—¿Qué le pasa a tu asistente? ¿Es un capullo?

—No es ningún capullo, sino una mujer.

—¿Y qué? Mientras sea eficiente…

—En cuanto la he visto aparecer por la puerta me han entrado unas ganas locas de follármela —
reconozco en un susurro.

Escucho con fastidio la carcajada de mi amigo al otro lado de la línea.

—No tiene gracia, imbécil —protesto.

—Sí que la tiene, tío. ¿Y sabes por qué? Porque te has topado de bruces con el karma.

—¿De qué coño estás hablando?

—Te recuerdo las palabras que me has dicho hace un momento: el sexo en el trabajo está
terminantemente prohibido.

Sonrío sin poder evitarlo. Nathan siempre sabe cómo levantarme el ánimo, es un tío que emana
simpatía y es inevitable que cualquier mal rato se te olvide estando con él, pero en esta ocasión
se ha propuesto tocarme bien los huevos.

—Te recuerdo que soy el jefe, Nat —contesto—, yo puedo hacer lo que me dé la gana —
bromeo.

—¿Nunca has escuchado eso de predicar con el ejemplo?

—En este caso serás tú quien lo haga.

—Eres un capullo.

—Lo sé, pero aun así te caigo bien.

—Por desgracia así es… Te dejo, tengo algo importante que hacer.

Mi amigo me cuelga dejándome con un palmo de narices. ¿Y a este qué mosca le ha picado
ahora? Vuelvo la atención a mi ordenador para seguir con el trabajo de una buena vez, pero diez
minutos después miro hacia la puerta con una ceja arqueada cuando le veo entrar silbando.

—No me extraña que quieras tirártela —dice tras cerrar la puerta—, está para mojar pan.

—¿No tenías trabajo que hacer?

—Y lo estoy haciendo —responde encogiéndose de hombros—. Tenía que venir a ver con mis
propios ojos a la mujer que ha logrado que la férrea castidad del obseso del trabajo se vea
amenazada.

—Espera, ¿férrea castidad? ¿De dónde te sacas que no tengo sexo, Nathan?

—Desde que te conozco no haces otra cosa más que trabajar, no tienes tiempo de follar.

—¿Y eso quién lo dice? —protesto cruzándome de brazos.

—¿Cuánto hace que no te acuestas con una mujer? —

pregunta alzando una ceja.

—No mucho.

—¿Cuánto exactamente?

No pienso decirle que desde que entré en esta empresa no he tenido tiempo ni ganas de buscar a
alguien para tener sexo.

—No mucho —insisto.


—Eso significa que ni siquiera recuerdas la última vez, así que tengo razón.

—Vale, sí… llevo mucho tiempo sin follar. ¿Contento?

—Necesitas una noche loca, tío.

—Necesito que te calles y me dejes trabajar.

—Lo que te hace falta para poder mirar a tu ayudante sin pensar en metérsela es echar un buen
polvo.

—Deja de decir tonterías. Lo que me hace falta es pensar con la cabeza y no con la polla, eso es
todo.

Nathan se encoje de hombros.

—Si cambias de opinión dímelo —insiste—. Podemos ir esta noche a buscar a alguien que calme
tu libido.

—¿No tienes nada más importante que hacer que tocarme los huevos?

—Ese es mi pasatiempo favorito, ¿no te lo había dicho?

—Pues da la casualidad de que yo sí tengo cosas que hacer, así que largo.

—¿Lo ves? Estás estresado y necesitas relajación urgente… Deberíamos salir esta noche, lo digo
en serio.

—Largo —insisto.

—Muy bien, muy bien… pero si cambias de opinión avísame.

Le saco el dedo, aunque sonrío negando con la cabeza.

¿Cómo he podido hacerme amigo de alguien tan diferente a mí?

La reunión va mejor de lo esperado. He de reconocer que Nathan es un genio en su trabajo, no ha


seguido el guion en ningún momento pero ha logrado meterse a los inversores en el bolsillo con
tan solo una sonrisa y un par de bromas.

Miro de reojo a Shaina, que está sentada en una silla detrás de mí tomando notas en su portátil
sin apartar la mirada de la audiencia, demostrándome que es muy profesional y eficiente.

Cuando termina la reunión ella se queda en la sala de

conferencias para recogerla un poco y yo vuelvo a mi oficina mientras Nathan despide a los
inversores. Hemos tenido la suerte de firmar el contrato con ellos y podremos empezar a producir
el nuevo dispositivo la semana que viene. Me doy la vuelta a medio camino porque me doy
cuenta de que he olvidado mi móvil y me encuentro a mi ayudante arrinconada contra la pared
por uno de los inversores. La sangre empieza a hervir en mis venas y tengo que apretar los puños
para no agredir a ese imbécil, pero dependemos demasiado de esta inversión como para
fastidiarla sin saber qué demonios está pasando ahí dentro.

—¿Ocurre algo, Shaina? —pregunto desde la puerta mirando a ese desgraciado sin pestañear.

Es evidente el alivio que recorre a la mujer al verme.

Me dedica una sonrisa agradecida y se aparta del tipo rápidamente.

—En absoluto, señor Collins —responde ella apartándose de él—. ¿Se le ofrece algo?

—Necesito que vengas conmigo, tenemos que repasar algunos documentos —respondo.

—Por supuesto, señor.

Me quedo esperando a que ella salga por la puerta con los brazos cruzados sobre su portátil y
entro en la habitación para coger mi teléfono, que está sobre la mesa.

—Quien no tiene cabeza tiene que tener pies… —digo sin más.

Me doy la vuelta para marcharme, pero me detengo junto a la puerta de cristal.

—Ah… una cosa más —continúo—. En esta empresa las mujeres son intocables, no sé si me
explico con claridad.

—No entiendo a qué se refiere.

—No me refiero a nada en especial, pero si alguna de mis empleadas es acosada tanto dentro
como fuera del trabajo no pararé hasta ver al culpable entre rejas.

—Solo estaba entablando una pequeña conversación con ella, no soy ningún acosador —
protesta.

—No estoy diciendo que lo sea. Solo le informo de la política de esta empresa.

Dicho esto, vuelvo a mi oficina, donde encuentro a Shaina sentada repasando sus notas en el
ordenador.

—¿Qué haces aquí? —pregunto.

Ella me mira sin comprender.

—Acaba de decirme que teníamos que repasar unos documentos —responde confundida.

—Oh, eso… Lo he dicho solo porque me ha dado la sensación de que necesitabas ser rescatada
de ese imbécil.

Ella sonríe, una sonrisa que termina convirtiéndose en una carcajada que hace botar sus preciosas
tetas redondeadas.

—¿Qué te parece tan divertido? —pregunto algo molesto.

—Lo siento, señor Collins —responde dejando de reír poco a poco—. Agradezco su intención,
de veras, pero no necesito que nadie me rescate. De hecho, estaba a punto de darle su merecido a
ese sinvergüenza cuando llegó.

Me apoyo en el escritorio mirándola con los brazos cruzados y una sonrisa.

—¿Y cómo pensabas darle su merecido? No te ofendas, pero no es que seas lo que se dice muy
grande.

—Doy clases de keysi a niños sin muchos recursos en mi tiempo libre.

—¿ Keysi?

—Es un arte marcial de origen español.

—Pero parecías tan aliviada de verme antes que pensé que necesitabas mi ayuda.

—Y estaba aliviada, pero no por las razones que cree.

—¿Entonces por qué?

—Porque no iba a poner en peligro mi trabajo rompiéndole los dientes a uno de los nuevos
inversores de la empresa. Estábamos solos en esa habitación y sería mi palabra contra la suya.

No puedo evitar reír a carcajadas.

—Oh… así que lo mejor será que no me meta demasiado contigo, ¿no es así? —bromeo.

—Sería una buena decisión, señor —continúa ella la broma.

—Keith —susurro.

—¿Perdón?

—Mi nombre es Keith —repito—. Aunque te he dicho que me llames por mi nombre de pila
sigues diciéndome señor Collins.

—Pero delante de los inversores debo llamarte así.

—Delante de ellos sí, pero ahora solo estamos tú y yo.

—Está bien… Keith.

Siento la tentación de cerrar los ojos con un gemido al escuchar mi nombre de sus labios. Su voz
aterciopelada le da un cariz tan erótico que tengo que apretar los dientes para no ser yo quien la
ataque como un animal. ¿Pero qué le pasa hoy a mi autocontrol?

—Dije que te llevaría a conocer la empresa, pero hay algunos documentos que requieren mi
atención —digo tras un carraspeo—. Le diré a Eva que lo haga por mí, ¿está bien?

—Por supuesto, le dejo con su trabajo, señor… —La miro con una ceja arqueada—. Keith —
corrige ella.

En cuanto se cierra la puerta a sus espaldas marco la extensión de Nathan de nuevo.

—Esta noche —digo en cuanto descuelga—. Necesito follar ya.

—¡Lo sabía! —exclama como si le hubiera tocado la lotería.

—¿Puedes no sonar tan feliz? Me estás poniendo de mala leche.

—Solo me alegro de que mi mejor amigo haya tomado la mejor decisión en estas circunstancias.
¿Es un delito acaso?

—No, no lo es.

—La he estado observando durante la reunión —dice cambiando de tema.

—Tú tampoco vas a follártela, Nathan.

—¿Quién dice que la miraba por eso?

—¿Entonces por qué?

—Tendrá que acudir a muchas reuniones y eventos en nuestro nombre y quería ver si tiene
potencial.

—Lo tiene.

—Desde luego. Cuando te has marchado se ha dedicado a saludar uno por uno a los inversores y
a darles la bienvenida al proyecto con un pequeño obsequio. Conocía detalles personales de
todos ellos, Keith, ha estudiado bien a esos sujetos.

—Seguro que los ha comprado con su propio dinero —

protesto—. Tengo que hablar con ella al respecto.

—Te dejo entonces. Nos vemos a las ocho en mi casa para irnos de fiesta.

—Ok… te veo luego.

En cuanto cuelgo el teléfono salgo a buscar a mi ayudante, pero ni ella ni Eva están en sus
puestos, así que supongo que habrán ido a hacer el tour por el edificio como les pedí. No tengo
ocasión de volver a encontrarme con ella debido a la montaña de papeleo insoportable que me
espera sobre el escritorio, así que decido hablar con Shaina antes de marcharme a casa. Cuando
salgo a las seis de mi oficina para marcharme la encuentro aún sentada frente a su escritorio.

Está doblando el cuello a ambos lados para aliviar la tensión y los dedos me hormiguean por las
ganas de acariciarlo.

—Deberías irte a casa, Shaina —digo deteniéndome a su lado—. Es bastante tarde.

—Ya he terminado, estaba a punto de irme.

—Por cierto, quería hablar contigo sobre algo.

—¿Sí?

—Me ha dicho Nathan que has comprado obsequios para los inversores.

—Oh, solo son algunas fruslerías. Estuve buscando por internet información sobre ellos.

—¿Por ejemplo?

—Al señor Lazard le gustan los dátiles Jumbo sin hueso de una tienda de delicatesen del centro,
al señor Wiggs le encanta el sushi del restaurante japonés que hay al final de la calle y al señor
Roberts le fascina la tarta de chocolate, aunque su mujer no le deje probarla porque tiene miedo
de que sufra diabetes en el futuro.

—Mañana a primera hora envía la factura al departamento de contabilidad para que te abonen lo
que te has gastado —ordeno.

—Lo he hecho por mi cuenta sin consultarte, debería correr yo con los gastos.

—Lo has hecho para beneficio de la empresa, Shaina.

Haz lo que te digo.

—Está bien —responde con un suspiro.

—Buena chica. Y ahora a casa, se está haciendo tarde.

Veo cómo se deshace de sus zapatos de tacón para cambiarlos por unas deportivas que saca de
una bolsa de deporte.

—¿Vas a dar clase ahora? —pregunto.

—No, solo las doy los fines de semana. ¿Por qué? —

Señalo las deportivas—. Oh, esto… es más fácil así cuando debes correr para coger el metro —
responde encogiéndose de hombros.

—¿No tienes coche?


—Me da miedo conducir —reconoce—. He intentado sacarme el carnet ya cuatro veces, pero en
cuanto me pongo delante del volante los nervios me impiden reaccionar.

—Vamos, te llevaré a casa —me ofrezco.

—Gracias, Keith, pero no hace falta que te desvíes de tu camino por mí. Estoy acostumbrada a
coger el metro.

—No deberías andar sola por la calle tan tarde, es peligroso —insisto.

—Soy experta en artes marciales, ¿recuerdas?

—¿Y qué pasaría si te asaltan cuatro o cinco tíos, Shaina? Tus artes marciales no podrían salvarte
de eso y lo sabes.

—Eres cabezota.

—No te imaginas cuánto.

—No quiero ser una molestia, de verdad.

—¿Quién dice que lo seas? También llevo a Nathan a casa a menudo, y te aseguro que él sí que
es una molestia.

—Nathan es tu amigo —ríe ella.

—¿Estamos echando un pulso a ver quién es más cabezota de los dos? Porque te advierto que
ganaré…

—Solo quiero que no te sientas obligado a llevarme a casa.

—Lo hago porque me da la gana hacerlo, ¿de acuerdo?

—Pero…

—No me hagas repetírtelo otra vez, Shaina… o me enfadaré.

Ella suspira y me sigue por los pasillos hasta el garaje.

Se monta dócilmente en el asiento del copiloto y pongo el coche en marcha.

—¿Tu dirección? —pregunto.

Ella me la da y descubro con satisfacción que no queda demasiado lejos de mi apartamento.

—Tanto discutir porque te lleve a casa y resulta que tu casa no está lejos de la mía —digo con un
suspiro.

—No lo sabía —protesta.


—Pues ahora lo sabes. Suelo pasar por tu edificio cuando salgo a correr algunas tardes.

Hacemos el recorrido en silencio. Estoy pendiente de la carretera, pero aun así puedo percibir el
leve aroma de su perfume, dulce y afrutado. Cuando aparco frente a la dirección que me ha dado
hace un momento me vuelvo hacia ella para descubrir que está completamente dormida, y me
quedo un momento observándola. Tiene una nariz pequeña, salpicada de pecas, y en sus labios
gruesos aún quedan rastros de su labial

color melocotón. Tiene la boca entreabierta, dejando entrever unos dientes blancos y
perfectamente alineados. Joder… qué guapa es. Aparto un mechón de pelo que se ha escapado de
su cola de caballo y ha caído sobre su mejilla. En ese momento abre los ojos lentamente, pero se
incorpora de golpe al darse cuenta de que se ha quedado dormida en mi coche y de que mi rostro
está demasiado cerca del suyo.

—Lo siento mucho, yo… —tartamudea.

—¿Por qué te disculpas? —Debería ser yo quien lo hiciera por tocarla, pero no pienso hacerlo.

—Por haberme quedado dormida.

—Es obvio que estabas cansada, Shaina, no tienes que hacerlo.

—Aun así, no debí dormirme en el coche de mi jefe —

protesta—. Es lo más bochornoso que me ha pasado en la vida.

—Si te sirve de algo estabas adorable.

Ella esconde la cara entre las manos con un gemido arrancándome una carcajada.

—¡No te burles! —protesta.

—No me estoy burlando.

—Gracias por traerme —dice cogiendo el manillar de la puerta, roja como un tomate—. Nos
vemos mañana en la oficina.

—Pasaré a recogerte a las siete —digo sin pensar.

—¿Qué? Ni hablar —protesta.

—¿Por qué no? Me pilla de paso.

—Puedo irme por mi cuenta.

—Es una orden.

Ella me mira con sorpresa, intentando averiguar si estoy bromeando o si lo digo en serio.
—No puede darme órdenes fuera de horas de trabajo

—protesta con una sonrisa triunfal.

—O me dejas recogerte o seré el peor jefe del mundo

—respondo sonriendo—. Te haré realizar las tareas que no quiere hacer nadie, te lo aseguro.

—No me da miedo.

—¿Seguro? Te haré cambiarle la tinta a la impresora.

—Puedo hacerlo.

—A todas las impresoras de la empresa. Te vas a poner perdida.

—¿Eso es lo peor que puedes hacerme? —ríe ella.

—Puedo ser mucho peor… puedo mandarte a desatascar los baños.

Sonrío triunfal al verla arrugar la nariz.

—Eres demasiado mandón, ¿te lo han dicho alguna vez?

—Constantemente, pero no me importa lo más mínimo.

Ella se echa a reír y el sonido que escapa de sus labios logra hacerme cerrar los ojos con un
ronroneo, pero por suerte ella no se da cuenta de nada.

—Ahora en serio, Shaina —insisto—, veo una tontería que tengas que andar corriendo para
coger el metro cuando yo paso por tu puerta de todos modos. Además, Nathan también viene en
mi coche.

—Muy bien —suspira—. Lo haré con la condición de que me deje pagar parte de la gasolina.

—No voy a cobrarte la gasolina cuando Nathan viene por la cara. Te recogeré a las siete.

—Entonces nos vemos a las siete —dice bajándose del coche.

La observo hasta que entra en el portal y dejo caer la cabeza con fuerza sobre el volante. ¿Qué
cojones acabo de hacer?

—Joder, Keith… ¿Quieres dejar de pensar con la polla de una buena vez? ¿En qué estabas
pensando para ofrecerte a ser su chófer?

Miro el reloj para darme cuenta de que solo me queda media hora para ver a Nathan. Es cierto…
había quedado con él para ir a buscar plan. Seguro que cuando eche un polvo toda esta atracción
estúpida desaparece. Además, ¿qué tiene de malo que me ofrezca para llevar al trabajo a una
compañera?
Lo he estado haciendo con Nathan de todas formas, no es diferente con ella. Además, mi amigo
también vendrá con nosotros… Con un suspiro pongo el coche en marcha para regresar a casa.

Capítulo 2

Después de darme una ducha y comer algo me encuentro en un pub con Nathan, que mira a cada
mujer que pasa por nuestro lado como si estuviera evaluando a una vaca para llevarla al
matadero. Yo me limito a beberme mi copa perdido en mis pensamientos, porque por ahora no
he visto a ninguna mujer que cumpla con mis expectativas. No puedo quitarme de la cabeza la
imagen de Shaina dormida en mi coche, sus labios entreabiertos en busca de aire, sus piernas
levemente recogidas a un lado de su cuerpo. ¿Qué tiene esa mujer que me trae de cabeza? ¿Por
qué no puedo quitármela de la mente ni siquiera cuando estoy buscando alguien con quien
acostarme?

—Ey tío… esas mujeres de allí nos están mirando —

dice Nat sacándome de mis cavilaciones.

—¿Quiénes?

—A tu derecha.

Dirijo la mirada hacia la mesa que me señala y veo cómo dos mujeres bastante atractivas nos
miran y cuchichean con una risita. Una de ellas no está nada mal: rubia, con curvas bien
definidas y unos labios bastante deseables. No lleva demasiado maquillaje, y por lo que puedo
ver su interés se centra en mí, no en Nathan. Bien… es hora de echar un buen polvo y olvidarme
de mi asistente de una puta vez. Levanto mi copa en un brindis a distancia y ella me responde a
él con su cóctel de color rosa.

—Esa es tuya, tío… —susurra mi amigo.

—Ya me he dado cuenta.

—Está muy buena… Si no la quieres me la quedo yo.

—Son mujeres, Nathan, no ganado —río—. Cualquier día te vas a llevar una buena hostia por
tratarlas así.

—Ya sé que son mujeres, pero a la mayoría de las que vienen aquí lo que les interesa es echar un
buen polvo, no con quién.

—Entonces este es un bar de gente como tú… —

bromeo.

—¿Por qué crees que vengo tan a menudo?

Centro de nuevo mi atención en la mujer. Se ha apoyado en la mesa, dejándome ver


perfectamente su canalillo. Me paso la lengua por los labios y termino mi copa de un solo trago.
—¿Ya te has decidido?

—Sí, voy a follármela.

—Así me gusta, tío… ¡A por ella!

—No tienes que decírmelo dos veces.

Nos dirigimos con paso decidido hasta las dos mujeres y me apoyo en la mesa junto a mi
objetivo, que lleva puesto un vestido negro de tirantes bastante sexy que le llega por mitad del
muslo.

—¿Por qué unas bellezas como vosotras están tan solas esta noche? —pregunta Nathan.

Yo elevo los ojos al cielo, haciendo que la rubia suelte una risita.

—Mi amigo es un poco idiota —digo encogiéndome de hombros.

—Es simpático —responde ella.

—Yo lo soy más.

—Eso habría que verlo —protesta mi amigo arqueando las cejas.

—Dime, ¿Cómo te llamas? —pregunto a la rubia sin prestarle atención a mi amigo.

—Yo soy Kimberly, y ella es mi amiga Martha —

responde la rubia bajando la mirada.

—Kimberly… bonito nombre. Yo soy Keith, y ese idiota de ahí es mi amigo Nathan.

—Keith… K&K —ríe ella.

—¿Y a qué te dedicas, Kimberly?

—Trabajo en una tintorería, ¿y tú?

—Trabajo en una empresa de electrónica.

—Tienes pinta de ser alguien importante…

—No soy más que un empleado.

—Un empleado muy guapo, entonces.

Sonrío y paso la mano suavemente por su cadera.

Puedo notar el leve jadeo que escapa de sus labios ante mi contacto, pero no me aparta. Las
invitamos a unas copas y charlamos un rato con ellas. Kimberly es bastante dócil, así que creo
que será buena idea tener sexo con ella. Durante toda la conversación no he dejado de tocarla. He
bajado la mano por su muslo hasta encontrar la piel desnuda, y al meterla entre

sus muslos me he tomado la libertad de subirla hasta sus bragas, que ya están mojadas.

—Eres muy caliente, ¿verdad, preciosa? —susurro en su oído.

—¿Te molesta?

—En absoluto… me pone muy cachondo que lo seas.

Veo que la cosa empieza a caldearse del lado de Nathan, mi amigo ya le ha metido a la amiga de
Kimberly la lengua hasta la garganta y está metiendo la mano debajo de su camiseta para atrapar
una de sus tetas. Me vuelvo hacia mi acompañante, que está observando la escena bastante
excitada.

—Creo que sobramos —susurro.

—¿Eso crees?

—Totalmente, si no nos vamos ya vamos a ser testigos de cómo mi amigo se folla a tu amiga.

—Sería excitante, ¿no crees?

—Lo sería, pero creo que tú y yo tenemos algo pendiente también, ¿o me equivoco?

—No, no te equivocas —responde ella.

—¿Qué te parece si trasladamos nuestra fiesta privada a otra parte? —ronroneo.

—Creo que sería genial.

—¿Alguna sugerencia?

—Aquí cerca hay un bar en el que se come bastante bien.

La muy bruja está poniéndome a prueba… pero no tengo tiempo de jugar. Necesito follármela de
una buena vez para poder olvidarme de la mujer que posiblemente duerme cómodamente en su
cama.

—Yo estaba pensando en algo más… íntimo —le respondo.

Su sonrisa se enciende al entender a qué me refiero.

Acerca su cuerpo al mío hasta que siento sus caderas rozar mi entrepierna y pasa un dedo de
manicura bien cuidada por la tela de mi camisa de seda.

—En ese caso creo que tengo una botella de buen vino en casa… —ronronea.
—Mmm… ¿Y es bueno?

—Es un Coppola Diamond Red.

—Buen vino… Aroma de arándanos, ciruelas y roble tostado… sabor a grosella negra, cerezas,
cacao agridulce y especias.

—¿Eres experto en vinos?

—Es mi pequeño pasatiempo —explico sin más.

No voy a explicarle el motivo por el que soy experto en vinos, no pienso volver a verla después
de esta noche. John, mi antiguo jefe, me enseñó a diferenciarlos en nuestras muchas reuniones de
empresa, alegando que siempre es un punto a tu favor obsequiar a los inversores con un buen
vino para ganar lo que se pretende. Y es innegable que fue un punto a mi favor en todos los
meses que traté de conseguir mi último contrato, ya que el presidente de la compañía telefónica
era un gran enólogo.

Volviendo a Kimberly, aprisiono su cintura con mi brazo para pegarla más a mi cuerpo,
arrancándole un gemido.

Acaricio su cuello con mi aliento, sin apenas rozarla, y termino la caricia con un beso justo
debajo del lóbulo de su oreja.

—Definitivamente me apetece mucho probar ese vino, preciosa —ronroneo.

—Entonces tendrás que venir a mi casa —responde con un guiño.

—Iré con gusto.

Acerco al fin mi boca a la suya. En cuanto mis labios rozan los suyos ella gime y se cuelga de mi
cuello, haciéndome sentir sus turgentes pechos apretándose contra mi pecho. Disfruto del roce de
su lengua en la mía, del sabor afrutado de su cóctel en mi boca, del roce de sus manos subiendo
por mi espalda. Mi polla empieza a endurecerse y rompo el beso para tomarla de la mano y salir
de la discoteca.

Nathan estaba demasiado ocupado con su acompañante como para darse cuenta de que me he
marchado y apuesto a que no lo notará hasta después de follársela. Me complace enterarme de
que vive cerca, así que no tendré que coger aún el coche, me he tomado dos copas y tengo que
dejar que el alcohol desaparezca de mi cuerpo. Kimberly vive en un pequeño estudio decorado
con infinidad de cuadros, algunos de los cuales son bastante buenos.

—Son buenos —digo deteniéndome delante de uno que llama mi atención.

Se trata de un símbolo del yin y el yang hecho con un árbol de la vida blanco sobre un fondo
negro. No soy muy

amante de la cultura asiática, pero ese cuadro en particular me gusta para ponerlo en mi
despacho.

—Los he pintado yo —responde tímidamente.

—¿En serio? Son muy buenos.

—¿En serio lo crees?

—Claro que sí. ¿Están a la venta?

—¿Por qué? ¿Te interesa alguno?

—Me interesa este —respondo señalando el cuadro—.

Es bonito.

—Bueno… —ronronea acariciando mi pecho con un dedo— Te lo dejaré a buen precio… según
como te portes.

—Voy a portarme tan bien que tendrás que regalármelo

—bromeo.

Con una sonrisa ladina atrapo su mano para tirar de ella hasta la pared y aprisionarla contra ella
con mis caderas.

Ella jadea y se pasa la lengua los labios, aún hinchados por el beso anterior, con el deseo
dibujado en sus ojos. Bien… muy bien… me la estás poniendo dura, nena… pero aún quiero
jugar contigo un poco más.

—¿Dónde decías que tenías el vino? —pregunto desubicándola.

—Oh, el vino… en la cocina.

La suelto y la observo marcharse hasta la pequeña zona, donde abre el frigorífico para sacar la
botella de vino.

—¿Puedes coger el sacacorchos? —pregunta buscando unas copas— Está en el cajón de la mesa.

Hago lo que me pide y me acerco a donde está ella.

Rodeo su cuerpo con mis brazos, pegando mi polla, que ya empieza a despertar, en su precioso
culo, pero lo único que hago es coger la botella que está en la encimera, delante de ella.

—Eres malo —protesta ella.

—Pero por lo que he podido comprobar esta noche a ti te gusta el peligro —respondo con un
guiño.
—Eso es cierto… me gusta arriesgarme, sobre todo cuando es con chicos como tú.

—¿Cómo yo? ¿Y cómo soy yo?

—Misterioso, sexy y caliente.

Volvemos a la zona de estar y vierto el líquido de color púrpura intenso en las copas. Le ofrezco
una y tras brindar la observo dar un sorbo de vino.

—¿Tu no bebes?

—Ahora.

Acerco mi boca a la suya para recorrer sus labios con mi lengua, recogiendo una gota de vino
que ha quedado suspendida en ellos.

—Mmm… Delicioso —susurro.

—¿Quieres más?

—No preguntes.

Mojo un dedo en mi copa y lo paso lentamente por su labio inferior, arrancándole un gemido
cuando repito la caricia de antes, ahora metiendo la lengua dentro de su boca para que

ella también saboree el vino. No sé cuánto tiempo dura el beso, pero cuando nos separamos ella
está jadeante y acalorada.

—¿Te apetece algo para picar? —pregunta de repente

— Traeré unos aperitivos.

Kimberly se levanta para volver a la cocina, pero la atrapo a medio camino y la aprisiono contra
la pared, con una de sus muñecas sujeta sobre su cabeza.

—¿A dónde ibas? —pregunto con voz ronca.

—A traer algo para picar…

—Hay algo mejor para comer aquí mismo… —digo con voz ronca.

—¿El qué? —Le gusta que le regalen el oído…

—Tú —respondo pasando un dedo por su canalillo.

—¿Y a qué esperas para comerme?

—Antes de empezar debemos dejar algo en claro.


Veo cómo se tensa, pero no pienso dejar que esto se me vaya de las manos. No quiero tener una
mujer llorando detrás de mi puerta por un simple polvo de una noche, como le ha pasado tantas
veces a mi amigo.

—Esto es solo sexo —explico—, ni más ni menos. Si lo que buscas es una relación estable
dímelo ahora y esto se termina aquí, porque yo no estoy interesado en una.

—Acabo de salir de una relación de diez años y mi divorcio me ha dejado agotada física y
emocionalmente, Keith… ¿Quién quiere una relación cuando puedo obtener el sexo que quiera
sin atarme a otra persona?

—Eso es todo lo que necesitaba escuchar.

Ataco su boca con hambre, hundiéndole la lengua lentamente, probando el sabor del vino que se
ha bebido hace un momento en su lengua. Ella gime intentando soltar su mano, pero en vez de
dejarla hacerlo atrapo la otra y las sujeto juntas sobre su cabeza. Ella sonríe sobre mi boca y pega
su pelvis a mi polla, haciéndome jadear. Joder… no tenía ni idea de las ganas que tengo de echar
un buen polvo. Mi polla palpita por las ganas que tiene de entrar en su jugoso coño y no sé si voy
a poder soportar los preliminares demasiado tiempo. Desabrocho con mi mano libre la cremallera
de su vestido, que cae alrededor de sus tobillos con un ruido sordo, descubriendo con
satisfacción que no lleva sujetador y que su coñito está cubierto únicamente por una minúsculo
tanga de raso negro. Paso la yema de mi dedo índice sobre su grueso y oscuro pezón, que está
duro y listo para ser devorado.

—Parece que tienes frío… — bromeo.

—Créeme, no están así por el frío —responde mordiéndose el labio a la espera de mi siguiente
caricia.

—¿Entonces estás cachonda? —pregunto— Muy rápida, preciosa… me encanta.

—Estoy cachonda desde la primera vez que me miraste en ese bar mordiéndote el labio —
reconoce—. Con solo posar tus ojos sobre mí me hiciste arder.

—Comprobemos entonces lo ardiente que eres…

Meto la mano en su tanga y hundo el dedo entre sus labios calientes, que para mi satisfacción
están perfectamente depilados. Sus jugos humedecen mi dedo, y cuando introduzco

la falange dentro de ella Kimberly se arquea con un gemido que me llena de satisfacción.

—Mmm… sí que estás caliente, sí… —corroboro.

—¡Joder, K!

—¿K? —río— ¿Es mi nuevo apodo?

—Solo para esta noche.


Kimberly echa el cuerpo hacia delante para unir su boca a la mía con desesperación mientras
jugueteo con mi dedo en su entrada. No llego a adentrarlo completamente en ella, pero Kim se
retuerce como si me la estuviera follando de la forma más salvaje. Continúo con mi caricia un
poco más, besándola mientras tanto, y cuando la siento tensarse aparto mi mano, la hago salir del
círculo que ha formado su vestido y la pego de nuevo a mi cuerpo.

—Demasiado rápida, nena… no he hecho nada más que empezar.

Mis palabras logran que ella vuelva a gemir lamiendo mi cuello en una caricia lenta que me
provoca un escalofrío de placer.

—¿La cama o el sofá? —pregunto cerrando los ojos.

—Mejor la cama, estaremos más cómodos.

La miro con una ceja arqueada preguntando en silencio dónde debo llevarla.

—Es la puerta de la izquierda —responde levantando la boca de mi cuello y subiéndola a mi


oreja.

La agarro del mentón, pego de nuevo mi boca a la suya y la arrastro hacia la habitación sin
soltarla. En cuanto tengo la

cama a la vista la dejo caer sobre ella, haciendo que rebote, cuando intenta quitarse los zapatos
de tacón la detengo.

—Ni hablar, precios… Voy a follarte con ellos puestos, es mi pequeño fetiche de esta noche —
digo deshaciéndome lentamente de los botones de mi camisa, sin apartar mis ojos de ella.

En cuanto Kimberly alarga la mano para tocarme la sujeto en el aire para impedírselo. Llevo
tanto tiempo sin sexo que creo que terminaré antes de empezar si me toca, porque es innegable
que la tía está buena de más.

—Aún no… Primero quiero saborearte —susurro gateando sobre ella.

Centro de nuevo mi atención en los dos globos redondos que tiene por tetas. Son grandes, de
pezones gruesos y oscuros, y cuando me meto uno de ellos en la boca Kim empieza a jadear
dejándose caer hacia atrás. Succiono la protuberancia acariciándola con la lengua, haciéndola
rodar en mi boca, apresándola con mis dientes, mientras la mujer que está debajo de mí se
retuerce intentando soltar sus manos desesperadamente. Siento la humedad de su sexo sobre mi
estómago y entierro una mano en sus bragas para acariciar sus labios con la palma. Kimberly se
balancea inconscientemente para que el roce sea más apretado, pero cada vez que se acerca a mi
mano la retiro con una risa ronca.

—¿Ya quieres correrte? —pregunto— Demasiado ansiosa…

—Tócame, Keith…
—Te estoy tocando.

—Así no… necesito que me toques más fuerte.

—Impaciente…

Aparto mi mano de su dulce coñito haciendo que proteste, pero cualquier queja queda olvidada
cuando paso mi boca al otro pezón, al parecer más sensible que el que acabo de comerme.
Mientras le dedico la misma atención que al primero, pellizco este con los dedos, haciéndolo
rodar entre mis yemas, y ella aprieta los ojos con fuerza mordiéndose el labio inferior, perdida en
el placer. Sus caderas se mueven contra mi abdomen, siento sus muslos apretarse alrededor de mi
cuerpo y sonrío satisfecho. Me encantan las mujeres dispuestas, desinhibidas y que no se cortan a
la hora de gemir.

Suelto el pezón para bajar mi lengua por su estómago, deteniéndome un momento en su ombligo,
y río cuando ella me aparta rápidamente de allí.

—¿Demasiado sensible? —pregunto.

—No… me da angustia.

—Entendido.

Paso mi lengua sobre el encaje empapado de su tanga y Kimberly eleva las caderas para que no
pare de acariciarla.

Engancho las pequeñas tiras laterales con los dedos y tiro de ellas hasta que dejo su coño
depilado al descubierto. Rosado y suave, mis preferidos. Dejo el tanga a la altura de sus rodillas,
impidiéndole separar aún las piernas. Abro con los dedos sus labios y hundo la lengua entre
ellos, bebiéndome sus jugos, encontrando su clítoris ya rojo e hinchado. Lo sorbo entre mis
labios para empezar a acariciarlo después con la lengua, y mi

preciosa rubia se convulsiona en el primer orgasmo que voy a darle esta noche.

Me pongo de rodillas para deshacerme de sus bragas y termino de quitarme la ropa, tumbándome
desnudo sobre ella.

En cuanto mi verga toca la piel caliente de Kimberly aprieto los dientes, y vuelvo a asaltar su
boca mientras la restriego contra su cremoso muslo.

—Dime que tienes un condón —gime ella—. Yo me he olvidado de comprar una caja.

Mi boca se desvía hacia su cuello, lamiendo la unión con el hombro antes de morderla con
suavidad.

—He ido a ese bar esta noche a buscar con quien echar un polvo —susurro—, ¿tú qué crees?

—Gracias a Dios… porque si en este momento tenemos que parar te mato.


—Ahora mismo ni el Apocalipsis podrá impedir que te folle, preciosa. Quiero correrme con tu
precioso coño depilado estrujándome.

Kimberly desliza las manos por mi espalda mientras sigo comiéndome su cuello. Succiono su
piel hasta dejarle una marca, pero no puedo alargar más los preliminares porque mi polla arde
por las ganas que tiene de enterrarse en ella. Busco en mis vaqueros un preservativo y me lo
pongo ante su atenta mirada. Sonrío cuando ella se relame pensando en comerme la polla, pero
niego con la cabeza y atrapo sus manos sobre su cabeza.

—Hoy no… quiero follarte como es debido —digo posicionándome en su entrada.

—¿Eso significa que repetiremos?

—Según como te portes.

Sin más dilación me hundo en ella hasta el fondo de una sola estocada. Cierro los ojos ante el
placer que me recorre, no me acordaba de lo bien que se siente estando dentro de una mujer.
Apreso sus labios con los míos y empiezo a moverme lentamente, saboreando las sensaciones
que mi cuerpo había olvidado por el tiempo que llevo sin hacerlo.

—Suéltame, Keith… quiero tocarte —gime ella.

—No.

—Déjame hacerlo, por favor…

—Aún no.

Mis estocadas son lentas, pero precisas. Mis caderas chocan contra las suyas produciendo un
sonido húmedo cada vez, el roce de mis huevos contra su culo me está volviendo loco, y aprieto
los dientes sobre mi labio para intentar mantener el control. Kimberly se retuerce debajo de mí,
desesperada por tocarme, dejando escapar de sus labios pequeños ruiditos de placer cada vez que
mi estocada llega hasta el fondo de su sexo.

—¡Oh, joder! —gime— ¡Más fuerte…. Más fuerte!

Sonrío sin poder evitarlo y ralentizo mis caderas, haciéndola protestar.

—Yo controlo tu orgasmo, no al revés —susurro volviendo a comerme su boca.

—¡Por favor, K!

—¿Por favor, qué?

—Déjame correrme.

—Todavía no.

Sus tetas chocan contra mi pecho cuando dejo caer todo mi peso sobre ella, el roce de su piel con
mis tetillas me hace jadear y suelto sus manos para poder apoyarme sobre la cama y empezar a
embestirla como ambos queremos: rápido y con fuerza. Los muelles de la cama resuenan en el
silencio de la noche junto a nuestros jadeos y el cabecero choca contra la pared cada vez que
llego hasta el fondo de ella. Kimberly intenta apartarme para colocarse encima, pero la
inmovilizo con fuerza contra el colchón.

—No —digo mirándola serio.

Ella asiente entendiendo mi rol en el sexo. Le doy la vuelta para ponerla a cuatro patas sobre la
cama y volver a enterrarme en ella. Sonrío cuando ella pega su mejilla al colchón arqueando la
espalda para ofrecerme su culo en bandeja, como una perfecta sumisa. Aprieto sus caderas entre
mis dedos mientras el vaivén de mi pelvis continúa de forma frenética. Observo cómo mi polla
entra y sale de ella estirándola, y echo la cabeza hacia atrás con un gemido ante la adictiva
visión. Sus paredes empiezan a convulsionarse a mi alrededor, sus piernas se tensan y Kimberly
grita recorrida por un orgasmo. Sonrío cuando deja caer su cuerpo sobre la cama con un suspiro,
y me tumbo sobre ella para mordisquearle la nuca.

—¿Ya está? —pregunto— ¿Eso es lo que me vas a durar?

—Solo un minuto… estoy agotada.

—No voy a darte un minuto… aún quiero seguir oyéndote gritar.

Entierro la mano entre sus pliegues para acariciar en círculos su clítoris sensibilizado por dos
orgasmos. Ella intenta apartar mi mano, pero se lo impido sujetándola por las muñecas con la
mano que me queda aún libre. Mis caderas vuelven al ataque, embistiéndola con fuerza,
haciendo que mi verga se adentre en lo más profundo de ella una y otra vez. Los gritos de
Kimberly resuenan en la habitación nuevamente acompañados de mis jadeos. He llegado al
punto de no retorno, estoy cerca de mi orgasmo y no puedo detenerme.

Suelto las manos de la rubia para buscar apoyo y seguir moviéndome dentro de ella. Kimberly
aprieta ahora mi mano contra su coño, y sus largas uñas rozan mi polla cada vez que salgo de
ella, provocándome un placer añadido. No puedo más, estoy a punto de correrme. Mis muslos se
convulsionan cuando el placer sube por mi espalda y me corro dentro de ella con un grito
ahogado, seguido de cerca por ella, que suelta mi mano y queda desmadejada sobre la cama.

Tiempo después estoy con la mirada perdida en el techo mientras ella está apoyada sobre mi
pecho, jugueteando con sus uñas en mi piel. Inconscientemente vuelvo a pensar en mi ayudante.
¿Cómo sería tenerla a ella debajo de mi cuerpo?

¿Cómo sería sentir sus caricias en mi pecho o escuchar sus gritos de placer mientras me la follo
con fuerza? Joder, Keith… ¡Deja de pensar en ella, maldita sea! Estás aquí porque pensabas que
follándote a otra podrías olvidarte de Shaina, ¿no? Mi mirada se fija nuevamente en el cuadro del
árbol colgado en la pared. Es relajante y me ayuda a deshacerme de mis fantasías lascivas con mi
ayudante.

—¿Por cuánto me vas a vender el cuadro? —digo al cabo de un momento.


—¿Realmente lo quieres?

—Me gusta —respondo encogiéndome de hombros.

Ella se da la vuelta y apoya la barbilla sobre mi pecho con una sonrisa.

—Te lo regalaré —susurra—. El polvo ha sido increíble como has dicho al principio.

—No hay que mezclar negocios con placer. Pon un precio.

—Pero yo quiero regalártelo.

—Si lo haces sería como si me pagaras por el sexo que acabamos de tener.

Se tensa instintivamente y sonrío.

—No habías pensado en eso, ¿eh?

—La verdad es que no. —Se queda pensativa un momento—. En realidad, no sé cuánto cobrarte,
pinto porque me gusta y nunca me he planteado vender mis cuadros. ¿Qué te parece cien
dólares?

—Es un buen precio.

Me levanto de la cama y comienzo a vestirme.

—¿Ya te vas? —pregunta— Pensé que tendríamos segunda ronda.

—Me gustaría, pero mañana tengo que trabajar.

—¿Repetiremos alguna vez entonces?

—Tal vez… si nos volvemos a encontrar.

Capítulo 3

Me despierto a la mañana siguiente con un sueño terrible, llegué demasiado tarde a casa y solo
he podido dormir un par de horas. Eso sí, he dormido como un bebé después de echar un polvo
increíble tras dos años de abstinencia. Me miro al espejo para comprobar con fastidio que tengo
unas oscuras ojeras negras debajo de los ojos. Cojonudo… empiezo el día de la mejor manera
posible. Nota mental: follar más a menudo, pero solo los fines de semana. Tras darme una ducha
me pongo un traje y ajusto mi corbata para salir de mi habitación, encontrándome como siempre
a mi madre preparando el desayuno. La abrazo con fuerza y hundo el rostro en el hueco de su
cuello para aspirar su olor antes de besarla.

—¡Uy! —exclama riendo— ¿A qué se debe tanto despliegue de amor, cariño?

—A que te quiero.
—Y yo a ti, cielo.

Se vuelve para mirarme con una sonrisa que es sustituida rápidamente por su ceño fruncido.

—¿Y esas ojeras, Keith? —pregunta— ¿No has dormido bien?

—No demasiado —respondo.

—¿Hay algo que te preocupa?

—Nada, ¿por?

—Porque los problemas suelen mantenernos despiertos, por eso.

—No se trataba de un problema, mamá, sino de una mujer preciosa —contesto riendo.

—Oh… espero que usaras protección.

—Mamá… en serio… que tengo ya treinta años.

—¿Y qué? Debo asegurarme de que no cometes una estupidez.

—Por supuesto que usé protección no tengo intención de hacerte abuela tan pronto. ¿Contenta?

—Por supuesto. Tengo muchas ganas de ser abuela, pero espero que sea después de casarte.

—Para eso vas a tener que esperar aún bastante, aún ni siquiera tengo novia…

—Lo que significa que a esta tampoco llegaré a conocerla.

—Dudo hasta que yo vuelva a verla algún día.

—Juntarte con Nathan te está pegando sus malos hábitos —protesta.

—La chica de anoche tiene los mismos hábitos que Nathan, mamá.

—Parece que tendré que conformarme con los niños de Sam por un tiempo… —Sam es una de
sus compañeras de trabajo que tiene dos niños de cuatro y cinco años, respectivamente.

—Eso creo.

Mi madre eleva los ojos al cielo, aunque sonríe. Sabe que no quiero atarme a nadie tan pronto,
pero no desaprovecha

la oportunidad para intentar convencerme de lo contrario.

Cuando termina su café me besa en la mejilla y se marcha, dejándome con mi desayuno.


Recuerdo de repente que quedé en recoger a Shaina a las siete. Miro el reloj y doy un salto de la
silla. ¡Mierda, ya casi es la hora! Salgo de mi apartamento a toda velocidad para llegar lo antes
posible. Por suerte el tráfico hoy es milagrosamente bastante fluido y solo llego diez minutos
tarde. Ella está esperándome en la acera mirando su reloj de pulsera, pero sonríe en cuanto
aparco delante de ella y bajo la ventanilla para decirle que suba. Intenta hacerlo en la parte de
atrás, pero cierro los seguros para impedírselo.

—No soy tu chófer, Shaina —protesto—. Siéntate delante.

—Pero sé que también recoges al señor Clarkson, supongo que él querrá sentarse delante.

—Si quiere sentarse delante que vaya en su propio coche. Súbete de una vez, Shaina.

—Muy bien —suspira ella.

—Siento haber llegado tarde.

—No hay problema, eres el jefe.

—Precisamente por eso debo dar ejemplo, ¿no crees?

—Todos podemos fallar un día de vez en cuando —

responde encogiéndose de hombros.

—¿Tú sueles llegar tarde?

—No si consigo entrar en el metro, pero hay veces que va tan lleno de gente que es imposible
hacerlo, así que tengo que esperar el siguiente.

—A partir de ahora eso no pasará.

Me inclino sobre ella para abrocharle el cinturón de seguridad logrando que ella dé un respingo.
Sonrío con satisfacción y pongo el coche en marcha. Cuando llego a casa de Nathan y ve a
Shaina en el asiento delantero me mira con una ceja arqueada, pero se limita a subirse en la parte
de atrás y ponerse el cinturón de seguridad. El camino hasta la oficina es jodidamente incómodo,
puedo ver las miradas divertidas de mi amigo a través del espejo retrovisor y tengo que
morderme la lengua para no terminar mandándolo a la mierda. Cuando llegamos al edificio mi
ayudante se disculpa y se desvía hasta la sala de las fotocopias, dejándome solo con él subiendo
en el ascensor.

—No digas una palabra —advierto.

—No he dicho nada.

—No es necesario, puedo ver en tu cara que te mueres de ganas de hacerlo.

—Es que creía que tu acompañante de ayer era una rubia impresionante, no tu ayudante.

—Y lo fue —respondo sonriendo al recordar el polvo de ayer.


—¿Y cómo es que se ha convertido en tu ayudante de la noche a la mañana?

—Shaina vive cerca de mi casa y ayer me ofrecí a traerla para que no venga en el metro, eso es
todo. La rubia estará ahora mismo tirada en la cama sin poderse mover.

—Ah… pero creo que Laura también vive por allí,

¿Por qué no la traes a ella también?

Me encojo al escuchar el nombre de mi directora de publicidad. La mujer es una fiera en su


trabajo… y también en su intención de tenerme en su cama.

—Ella tiene coche y no necesita que la aliente demasiado —protesto.

—Cualquier día de estos te viola —ríe mi amigo.

—Ahora tengo una ayudante que me defienda. Es profesora de artes marciales.

Nathan silba ante la información.

—¿Es profesora de karate o algo así?

—Tiene otro nombre, pero sí.

—Impresionante. No solo es buena en su trabajo como ayudante, sino que también puede hacerte
de guardaespaldas.

—Tú también te diste cuenta, ¿verdad?

—¿De qué?

—De que es buena en su trabajo.

—Me dejó sorprendido en la reunión de ayer. ¿De dónde sacó tiempo para estudiar a los
inversores y comprarles los obsequios?

—Es una auténtica joya.

—¿Que tú vas a corromper? Porque por lo que veo el polvo de anoche no sirvió para nada.

—Cállate.

Paso el día bastante ocupado y no tengo tiempo de pensar en nada más. Ni siquiera me doy
cuenta de que es la

hora de comer si no es porque Shaina entra a mi despacho con unas bolsas de comida en la mano.

—¿Ocurre algo? —pregunto sin levantar la mirada del informe que estoy escribiendo.
—No he visto que hayas salido a comer, así que te he traído algo —responde colocando las
bolsas sobre el escritorio.

Asiento y la observo sacar un par de hamburguesas, una caja de nuggets y un bol de ensalada. Se
sienta frente a mí y se coloca una servilleta sobre la falda.

—¿Y tú por qué no has comido? —pregunto tomando una patata frita y mojándola en kétchup.

—Pensé que no te gustaría comer solo —responde encogiéndose de hombros.

—Tienes razón, odio comer solo.

Cojo mi hamburguesa y comemos en absoluto silencio, roto solamente por el sonido de mi


teclado. Cuando terminamos de almorzar, Shaina recoge las sobras y se dirige hacia la puerta.

—Shaina… —digo haciéndola volverse— Gracias por la comida y la compañía.

—Es mi trabajo atender al jefe —responde encogiéndose de hombros.

—Sabes tan bien como yo que esto no forma parte de tu trabajo.

—Tómalo entonces como una manera de agradecerte que me traigas en coche al trabajo.

Por la tarde tengo que ir a supervisar las obras en el taller donde trabajaremos con la empresa de
telefonía, que está al otro lado de la ciudad. Mi ayudante me acompaña y mientras vamos en el
coche la veo tomar notas de algo que está mirando en su móvil, pero no digo nada.

—Me parece increíble que hayas logrado firmar un contrato con ellos —dice de repente—. Por
lo que puedo encontrar en internet siempre han trabajado en solitario.

—Me ha costado dos años conseguirlo —digo satisfecho con su profesionalidad—. Créeme, no
ha sido nada fácil.

—Enhorabuena, entonces.

—Gracias —digo con una sonrisa.

Cuando llegamos al lugar descubro que no hay nadie trabajando en el edificio. Las luces están
apagadas y tenemos que encender las linternas de nuestros móviles para poder localizar el cuadro
de luces. Shaina se tropieza con uno de los cables que hay tirados por el suelo antes de que
lleguemos a él, y con un grito ahogado impacta sobre mi pecho, dejándome sin aire. Puedo sentir
su pecho subir y bajar, sus curvas bajo la palma de mis manos, y en un impulso bajo la cabeza
para unir mi boca a la suya, pero una luz cegadora hace que me aparte de ella de un salto.

—Oh, señor Collins—dice el encargado de la obra—.

Lo siento, hemos tenido un problema con la instalación eléctrica y tuvimos que encargarnos de
ello.
—¿Por qué no hay nadie aquí? —pregunto.

—Pensé que tardaríamos más en arreglarlo y mandé a los muchachos a casa. Solo quedamos los
electricistas y yo, así que durante lo que queda de tarde nos ocuparemos de instalar los focos y
los enchufes, de ahí que esté cortada la electricidad.

—Veamos cómo van las reformas —digo.

El encargado de la obra asiente y coloco la mano en la base de la cintura de Shaina para intentar
caminar por este revoltijo de cables sin que vuelva a tropezarse.

—¿Estás bien? —susurro.

—Sí, gracias por parar el golpe.

—No hay de qué.

La veo torcer el gesto cuando da un par de pasos y la miro con el ceño fruncido.

—¿Seguro que estás bien? —insisto.

—Solo me he torcido un tobillo, se me pasará en un momento.

—Lo dudo si sigues andando con esos tacones —

protesto levantándola en peso.

Shaina pesa menos que una pluma y puedo cargarla con bastante facilidad.

—Llevaré a mi ayudante al coche —digo al encargado

—, se ha torcido el tobillo.

—¡Suéltame, puedo andar! —protesta con un susurro escondiendo la cabeza en mi cuello,


divertidamente abochornada.

—No quiero que la lesión empeore. ¿Por qué usas zapatos tan altos para trabajar? Es innecesario.

—Debo acompañarte a muchos eventos, así que mi aspecto tiene que ser siempre impecable.

—En ese caso puedes usar zapatos cómodos como norma y traer estos preciosos tacones en la
bolsa en la que traías antes las deportivas.

—Eva lleva tacones —protesta ella.

—Eva no se mueve de su mesa más de lo estrictamente necesario.

La dejo en el asiento del copiloto y le entrego las llaves.


—Pon el aire acondicionado —ordeno—, hace calor.

No tardaré demasiado, después te llevaré a urgencias para que te vean ese tobillo.

—No es necesario, no es nada.

—Sí es algo, ¿o es que no ves cómo se ha hinchado?

Cierro su puerta sin dejarla responder y entro a grandes zancadas en el local.

—¿Se encuentra bien su ayudante, señor Collins? —

pregunta el encargado preocupado.

—La llevaré a urgencias en cuanto eche un vistazo, pero parece que se ha torcido el tobillo.

—Siento el desorden, de no ser por eso ella…

—Deja de disculparte, esto es una obra y es normal el desorden.

—Pero…

—Ha sido solo un accidente fortuito —insisto—.

¿Seguimos con la visita?

—Si me acompaña, por favor…

Todo va según lo acordado, y con suerte la fábrica estará lista para la fecha acordada y podremos
cumplir los plazos con la empresa de telefonía. Me despido del encargado y vuelvo al coche para
llevar a Shaina al hospital ignorando sus constantes protestas. Por suerte es solo una torcedura
que se curará con un par de días de reposo, y como hoy es viernes no hay nada que lamentar,
podrá descansar todo el fin de semana. La llevo hasta su apartamento y la vuelvo a coger en
brazos cuando intenta apoyar el pie en el pavimento.

—Nathan, por favor… esto es bochornoso —protesta apoyando la frente en mi hombro.

—Estás herida.

—¡Pero puedo andar hasta el portal!

—Si lo haces la lesión empeorará. ¿Sacas la llave o seguimos aquí de pie hasta que anochezca?

—¿Piensas subir a mi casa?

—Por supuesto, no voy a dejar que apoyes el pie.

—Pero…
—Si te preocupa que esté desordenada no lo hagas —la interrumpo—. Mi intención es dejarte a
salvo en casa, no cuestionar lo limpia y organizada que eres en tu vida privada.

Ella saca la llave y se estira para abrir el portal. Vive en el séptimo, aunque por suerte hay un
pequeño ascensor en el

centro de las escaleras. Es un edificio antiguo, pero por lo que puedo ver han reformado los
apartamentos. La casa de Shaina es acogedora, no encuentro otra palabra para describirla.

Muebles sencillos con adornos coloridos, algunos cojines esparcidos por el suelo y un pequeño
gato bengalí que se restriega contra mis piernas en cuanto me ve.

—¡Fluffy, no! —le regaña ella haciéndome reír.

—¿Fluffy? ¿En serio?

—¿Tienes algo en contra de mi gato?

—Lo tengo en contra de ti… ¿Cómo has podido ponerle ese nombre al pobre animal?

—¿Y cómo lo habrías llamado tú, eh?

—No sé… pero desde luego no Fluffy. Insultas a esta monada llamándolo así.

La dejo en el sillón y me pongo en cuclillas para acariciar al minino, que se restriega por mi
mano con un ronroneo. Antes de darme cuenta estoy sentado en el suelo con la espalda apoyada
en el sofá y el gato en mi regazo jugando con mis dedos.

—Le gustas —dice ella mirándome con una sonrisa.

—Tengo ese efecto en las mascotas. Debo tener un encanto natural que los atrae o algo por el
estilo.

—Por lo que veo te gustan mucho las mascotas.

—Así es, pero mi ritmo de trabajo no me permite tener una. No voy a acoger a un animal para
tenerlo todo el día solo en casa.

—¿Alguna vez has tenido mascota?

—Cuando era pequeño tuve un pastor alemán, Max, pero murió cuando estaba en la universidad.

—Lo siento.

—Tenía catorce años, murió de viejo.

—¿Y nunca te has planteado adoptar otro perro después de eso?

—Sí, cuando murió Max, pero en ese tiempo yo estaba demasiado ocupado estudiando como
para pensar en tener otra mascota y mi madre ya había empezado a trabajar en el hospital, así que
tuve que olvidarme del tema.

—¿Tu madre es médico?

—Enfermera —respondo negando con la cabeza—. Es una adicta al trabajo, pero siempre busca
un poco de tiempo para venir a mi casa y prepararme el desayuno. Le he dicho millones de veces
que ya soy mayorcito para hacerlo solo, pero es muy cabezota.

¿Por qué me siento tan cómodo hablándole sobre mi vida personal? Ni siquiera sé por qué estoy
aquí todavía…

suelto al gato en el suelo y me pongo de pie.

—Debo irme, aún hay cosas que hacer en la empresa

—digo.

—¿No quieres un café? Es lo único que puedo ofrecerte, tenía que ir a hacer la compra esta
noche.

—¿Quieres que me acerque al supermercado para traerte lo que necesitas?

—No te preocupes, puedo hacer la compra online.

—¿Tienes a alguien que te eche una mano durante estos días? Si apoyas el pie no se curará como
es debido.

—Le diré a mi hermana que venga a pasar el fin de semana conmigo —responde asintiendo—,
ella me ayudará.

—Estupendo, en ese caso me marcho ya. Descansa estos días y sigue las recomendaciones del
médico.

—Sí, señor —bromea ella haciendo el saludo militar

—. ¿Algo más?

—Llámame si necesitáis algo, sabes que vivo cerca y estaré aquí antes de que cuelgues el
teléfono.

—No lo voy a hacer —ríe ella.

—¿Por qué demonios no?

—Porque eres mi jefe, no mi amigo.

Me acerco a ella y la aprisiono entre mis brazos, apoyando una mano en el respaldo del sofá y
otra en el asiento, junto a su culo. Puedo sentir el calor de su piel a través de la tela de su falda y
las ganas de meter la mano debajo de la tela para acariciar su piel desnuda hace hormiguear mis
dedos, pero me limito a mirarla con mi cara a pocos centímetros de la suya.

—Vas a llamarme si necesitas algo, ¿entendido? —

susurro.

—¿Eso es un intento de intimidarme?

—Es una advertencia para que seas una buena chica.

—Sabes que no me das ningún miedo, ¿verdad?

—Debería, puedo ser muy sanguinario cuando mis empleados no me obedecen —bromeo.

—En primer lugar técnicamente estoy de baja, así que mi jefe no puede darme órdenes. Y en
segundo lugar te recuerdo que practico keysi y puedo tumbarte antes de que seas capaz de
reaccionar.

—Lo sé, mi pequeña saltamontes… pero te recuerdo a ti que estás herida y no puedes hacer
esfuerzos.

Sin saber cómo coño ha pasado me veo cayendo al suelo de espaldas con un golpe seco y tengo a
Shaina sentada a horcajadas sobre mis piernas, sonriendo satisfactoriamente.

—El keysi no se trata de fuerza, jefe… como has podido comprobar —susurra con su cara a
escasos centímetros de la mía.

Mi vista se nubla al sentir el roce del cuerpo de Shaina sobre mi polla, que empieza a
endurecerse. Joder, quiero besarla, quiero tumbarla en el suelo y enterrarme en ella hasta
escucharla gemir mi nombre con esos preciosos labios hinchados… pero en vez de hacerlo la
aparto con suavidad de mí intentando que no vea el bulto de mis pantalones al levantarme.

—Lo pillo —digo con un carraspeo—, pero haz el favor de obedecer.

—Gracias por todo, jefe.

—No seas tonta, es mi obligación cuidar de mis empleados.

Me dirijo a la puerta con paso rápido y en cuanto estoy a salvo en el ascensor suspiro con fuerza.
He estado a punto de

follármela, y eso es jodidamente malo. ¡Solo hace dos días que entró a trabajar, por Dios! ¿Cómo
puedo estar tan malditamente obsesionado con ella? Llego a la empresa y me dirijo al despacho
de Nathan, necesito hablar con él, pero lo encuentro besándose con una muchacha de ventas, que
se separa de él inmediatamente y agacha la cabeza avergonzada.

—¿Acaso no me escuchas cuando te digo las cosas, Nathaniel? —pregunto con voz
extremadamente suave.
—La estás asustando —protesta él.

—Vuelve al trabajo —le ordeno a la chica—. Voy a dejarlo pasar esta vez porque estoy seguro
de que este cabrón te ha convencido, pero la próxima vez estás despedida.

—Gracias, señor Collins, le juro que no se volverá a repetir —tartamudea ella saliendo a toda
prisa.

—¿Y bien?

—Sabes que odio que me llamen por mi nombre completo —protesta mi amigo limpiándose la
comisura de la boca con el pulgar.

—¿Crees que porque eres mi amigo voy a ser indulgente contigo?

—Tu norma de no relaciones en el trabajo es absurda.

—Yo no he dicho que no se puedan tener relaciones estables en el trabajo —aclaro—. Lo que no
se puede tener es lo que quieres tú, un polvo de unas cuantas noches y cada cual a su casa.

—¿Y qué problema hay si todo queda claro desde el primer momento?

—Que hay personas que terminan enamorándose aunque todo esté claro, Nathan. ¿Qué pasará
cuando te digan que te aman? —Nathan se sacude recorrido por un escalofrío

—. A eso es a lo que me refiero.

—Ese es su problema, no el mío.

—No, tío… es el problema de la empresa a fin de cuentas y no pienso permitir que eso pase. Si
encuentras a una compañera con la que quieras tener una relación estable con exclusividad
entonces ven a verme. Mientras lo que quieras sea un polvo, más te vale que la mantengas dentro
de los pantalones.

—Como usted, diga, señor perfecto. Y ahora dime,

¿por qué has venido?

—Ni siquiera lo recuerdo —protesto volviendo a salir.

Después de la bronca que acabo de echarle ni loco le voy a contar que he estado a punto de besar
a mi ayudante. No tengo ganas de aguantar sus bromas al respecto.

Capítulo 4

El sábado por la mañana me despierto más tarde de lo habitual, aunque no demasiado. Después
de desayunar voy al supermercado para comprar algunas cosas que me hacen falta.

Veo cómo una muchacha rubia de unos diecisiete años, con el pelo por la cintura, da un respingo
cuando me ve acercarme a donde está a ella y me sonríe cuando llego a su altura. Me resulta
vagamente familiar, pero aún no logro ubicarla.

—¿Te conozco? —pregunto extrañado cuando no aparta su mirada de mí.

—Usted a mí no, pero yo a usted sí le conozco.

—¿Somos vecinos? Porque nunca nos habíamos visto antes…

—No, usted es el jefe de mi hermana —dice sin más, haciéndome sonreír.

—¿Y quién es tu hermana? Soy jefe de muchas personas, así que…

—Shaina, Shaina Bennet.

—Oh… así que tú eres la hermana de mi ayudante…

Creí que eras mayor.

—Shaina es la mayor de las dos. Por cierto, mi nombre es Tamy.

—¿Y cómo sabes que soy el jefe de tu hermana, Tamy?

—Soy muy buena averiguando cosas —responde con una sonrisa traviesa que la hace parecerse
mucho a su hermana.

—Deberías ser investigadora privada entonces —río.

—Oh, no… quiero ser actriz.

—En ese oficio hay mucha competencia, tendrás que estudiar mucho para ser la mejor.

—Lo sé, estoy dispuesta a hacerlo.

—¿Cómo está tu hermana? ¿Se encuentra mejor?

—Aún tiene el tobillo algo hinchado, pero está bien. Le agradezco que ayer cuidara de ella, es
tan tonta que si usted no la hubiera obligado a ir al médico habría aguantado el dolor sin más.

—Ya me he dado cuenta que es algo cabezota —

respondo riendo.

—No tiene usted ni idea.

—Espero que estés cuidando bien de ella…

—Por supuesto, no tiene que preocuparse por nada.


Solo la dejo levantarse para ir al cuarto de baño.

—Me alegro de que tenga tan buena enfermera. Debo irme, dale saludos a tu hermana de mi
parte.

—¡Lo haré, señor! Y gracias de nuevo por cuidarla ayer.

—Fue un placer.

Sobre las doce, y después de unas compras más, voy al hospital para comer con mi madre, ya
que son pocas las veces que puedo permitirme ese lujo debido a nuestros horarios.

Sonrío cuando las demás enfermeras me miran y empiezan a

silbarme, tienen la costumbre de hacerme enrojecer cada vez que vengo a ver a mi madre.

—¡Madre mía, Sarah! —exclama una de ellas—

¿Dónde te has buscado ese bombón?

—Vaya culo te gastas, hermoso… ¿Puedo darle una probada? —dice otra de ellas.

—Ay si tú quisieras y yo me dejara… —añade una más, que ronda los sesenta.

—Yo estoy dispuesto, dulzura —respondo rodeando su cintura con mi brazo para atraerla hacia
mí—, pero ya estoy comprometido con ella.

—Huyamos juntos, campeón… Escapémonos a las Maldivas.

—Mmm… playa, sol… y revolcón. Mi placer favorito.

Mi madre se limita a reír mientras rellena algo en una carpeta.

—Dime dónde lo has conseguido que me busque otro para mí —continúa otra de las enfermeras.

—Oye, nene… ¿no quieres cambiarme por ella? Te puedo hacer pasar un rato increíble… —
bromea la jefa de mi madre.

—Lo siento, Oly… pero ella es el amor de mi vida.

Un suspiro general me hace romper a reír a carcajadas.

Mi madre, que ya ha terminado de rellenar el informe, se acerca a darme un beso y la abrazo con
fuerza.

—Es mío, chicas —dice mi madre orgullosa—. En el más estricto sentido de la palabra… porque
lo parí.

—Sí, sí… ya sabemos… ocho horas de dolores para crear a este increíble dios griego… —
suspira Oly— Rompiste el molde, debo añadir.

—Vamos, cariño… te invito a comer —le digo a mi madre guiñándole un ojo.

—Ojalá mi hijo fuera como el tuyo —suspira otra de las enfermeras—. El mío no me dice ni
hola cuando llego a casa.

—Déjalo sin comer un par de días… verás cómo se vuelve cariñoso y atento en seguida —
responde Oly.

Me alejo con mi madre por el pasillo hasta un restaurante que hay cerca del hospital. Solemos
comer aquí cada vez que puedo darme el lujo de venir a verla, es bastante acogedor y la comida
es excelente. Tras pedir el almuerzo mi madre coge mi mano por encima de la mesa con una
sonrisa.

—¿Qué tal te ha ido esta semana, Keith? —pregunta.

—Ha sido una semana horrible, mamá. He tenido demasiado trabajo —me quejo.

—¿Tu padre ha vuelto a darte problemas?

—¿Y cuándo no los da? Ahora ha insistido en que contrate al sobrino de su esposa en la
empresa. Sé que él no tiene la culpa de lo hijo de puta que es mi padre, pero no me gusta tener
que hacer lo que él me ordene.

—No te gusta tener que hacerlo, pero lo has hecho,

¿verdad?

—Sí y no. Él quería que le diera un puesto de directivo así, de la nada. ¿En serio cree que voy a
hacerlo cuando hay

empleados que llevan años en la empresa y se merecen ese puesto mucho más que ese niñato?

—¿Qué has hecho entonces?

—Ponerlo en el puesto que ha quedado vacante después del ascenso. Si lo que quiere es trabajar
en la empresa es lo que hay.

—¿Le has conocido ya?

—No, empezará a trabajar la semana que viene.

—No vayas a pagar con él todo el odio que sientes por tu padre y su mujer, Keith.

—Ya lo sé, mamá, no voy a hacerlo. Pero eso no quita que me vaya a andar con pies de plomo
con él.

—Y con tu nuevo ayudante, ¿qué tal?


—Nueva ayudante, mamá, es mujer y muy eficiente, además.

—Oh… ¿y es guapa?

—Mucho, pero ya sabes que yo no mezclo negocios y placer.

—Tal vez esta sea la primera vez…

Me rasco la nuca al recordar que ayer casi la beso en el nuevo taller y más tarde en su casa… y
mi madre se da cuenta de mi cambio de actitud.

—¿Y qué sabes de ella? —pregunta.

—Pues que tiene veinticuatro años, que vive cerca de mi casa y que tiene una hermana pequeña.

—Mmm… ¿nada más?

—¿Qué más quieres que sepa? —pregunto riendo—.

Solo lleva dos días trabajando para mí.

—¿Tiene novio?

—Pues la verdad es que no tengo ni idea, pero creo que no. Ayer se torció el tobillo y recurrió a
su hermana para ayudarla, si lo tuviera lo habría llamado a él, ¿no?

—Habría sido lo más normal —responde asintiendo—.

Cuando tenga un rato libre me pasaré por tu oficina para devolverte la invitación a comer, apenas
nos vemos últimamente a excepción del desayuno.

—¿Para invitarme a comer o para cotillear acerca de mi nueva ayudante? —pregunto con una
ceja arqueada.

—Para ambas cosas, en realidad.

—Mamá, de verdad…

—Ya tienes treinta años, Keith. ¿No piensas sentar la cabeza y casarte?

—Ya estoy casado… con mi trabajo.

Ella suelta un bufido nada femenino que me hace reír.

—¿Y cuándo vas a pensar tú en hacer eso mismo? —

contraataco.

—Ya soy demasiado mayor para eso —responde ella.


—Tienes cincuenta, mamá, no eres una anciana.

—Mi momento pasó, Keith.

—Hay abuelos que se casan a los ochenta, ¿lo sabías?

—A mí no me hace falta casarme.

—¿No te sientes sola?

—No tengo tiempo para sentirme sola. Como tú, estoy casada con mi trabajo, eso sin contar que
tengo un hijo maravilloso por el que preocuparme.

—Yo ya soy mayorcito para que te preocupes por mí

—protesto.

—Para mí siempre serás mi precioso hijo, Keith, el hombre más importante de mi vida.

—Aun así, me gustaría que buscaras a alguien para ser feliz. No me gusta verte sola.

—Keith… si quiero salir a divertirme tengo a mis amigas, y si quiero el cariño de alguien te
tengo a ti. No me hace falta nada más.

—¿Y qué pasa si lo que quieres es sexo? Porque no me irás a decir que con tu edad no tienes
ganas de vez en cuando.

—Esto no es algo que debiera hablar contigo, pero…

—Se acerca para susurrarme al oído—. Existen unos juguetitos muy divertidos para no necesitar
a un hombre.

Me tapo los oídos haciéndola reír. La verdad es que no necesitaba saber que mi madre usa
juguetes sexuales, pero eso me pasa por insistir más de la cuenta en el tema. Cuando terminamos
de comer pasamos por una pastelería para comprar dulces a sus compañeras, a quienes tengo
comiendo de mi mano debido a estos pequeños detalles.

—Me voy ya, mamá —digo besándola en la mejilla—, he quedado con mis amigos para ver el
partido de esta tarde.

¿Quieres que venga a recogerte cuando salgas?

—No hace falta, Keith, he traído mi coche. Diviértete con tus amigos y no bebas demasiado.

—Entonces avísame cuando llegues a tu casa, hoy tu turno termina demasiado tarde para andar
sola por la calle.

—No te preocupes, algunos celadores se encargan de acompañar a las enfermeras a los


aparcamientos para evitar cualquier desastre.
—Aun así, mamá… envíamelo.

—Lo haré, cariño. Lo prometo.

Por la tarde Nathan, Mark y Tony vienen a mi apartamento para ver el partido de los Lakers
mientras comemos pizza y bebemos cerveza. Mark y Tony son mis amigos de la universidad, nos
conocimos el primer año de carrera y desde entonces hemos sido inseparables. Trabajan en
diferentes empresas multinacionales y están tan ocupados como yo, pero prometimos reunirnos
al menos una vez al mes para no perder la amistad y así ha sido desde entonces.

Después de eso Nathan se unió al grupo cuando le conocí hace dos años, y desde entonces
siempre quedamos los cuatro para ver los partidos, cada vez en la casa de uno. Hoy toca mi casa
y, por tanto, me toca a mí limpiar más tarde su mierda.

—¿Cómo está tu ayudante? —pregunta Nathan—. Me he enterado de que se torció un tobillo


ayer en la fábrica.

—¿Quién te lo ha dicho? ¿Tu nueva amiguita del departamento de ventas?

—Me ha dejado por tu culpa, capullo —protesta Nathan—. Ahora tendré que buscarme una
nueva compañera de juegos.

—¿Y qué paso con la morena del bar?

—No volví a verla después de eso, al igual que tú.

Abre un botellín de cerveza y aparta un momento la atención de la pantalla para mirarme.

—Eva se lo dijo a mi secretaria —confiesa al fin—

¿Ha sido muy grave?

—No, solo una torcedura de tobillo que se solucionará con un par de días de reposo.

—Menos mal.

—Esta mañana me he encontrado a su hermana en el supermercado y me ha dicho que se


encuentra mejor —

respondo sin apartar la mirada de la pantalla.

—Espera, ¿su hermana? —pregunta Mark— ¿Conoces a la hermana de tu ayudante que entró a
trabajar hace tres días a tu empresa? Sí que vas rápido, tío…

—En realidad fue ella quien me reconoció a mí —

explico.

—¿Y cómo te conoce? —insiste Tony.


Me encojo de hombros porque la verdad es que no tengo ni idea de cómo me ha reconocido esta
mañana, pero no le doy la mayor importancia.

—Tal vez ha estado curioseando en la web de la empresa —explica Nathan—, no es difícil


encontrar su cara en internet. ¿Y la hermana está tan buena como ella?

—¡Nathan, joder! ¡Que es una niña! —protesto con cara de asco— No debe tener más de
dieciséis o diecisiete años.

—A mí me gustan un poco más adultas —responde él torciendo el gesto.

—¿Y tu ayudante cómo está? —pregunta Tony.

—En reposo, dice su hermana que aún tiene el tobillo algo hinchado.

—Me refiero a que si está buena —ríe mi amigo, a quien respondo lanzándole uno de los cojines
del sofá con fuerza.

—Está para comérsela —responde Nathan—. A más de uno nos encantaría hincarle el diente,
incluido su jefe directo.

—Tú no vas a hincarle nada, capullo —protesto—. Ya te he dicho que no quiero volver a verte
con ninguna mujer de la empresa.

—¿Eso quiere decir que tiene carta blanca para estar con los hombres? —bromea Mark.

—Tampoco estaría tan mal… —continúa la broma Nathan— Hay algún que otro culito en la
empresa que no me importaría probar.

Vale… no me acordaba que el imbécil de mi amigo es bisexual. Le señalo con un dedo


amenazante.

—Los hombres también están vetados, ¿entiendes? No quiero ver tus sucias manos encima de
nadie de mi empresa a no ser que hayas puesto antes un anillo en su dedo —respondo con
satisfacción.

—El día que tú caigas con tu ayudante, que te aseguro que caerás —protesta Nathan—, te
recordaré cada una de estas

palabras.

—Como ya te he dicho, yo sé tenerla bien metida en los pantalones, imbécil… no como tú.

—Por ahora —ríe él.

Me muerdo la lengua porque sé que tiene razón. Ayer tuve que hacer un gran esfuerzo para
apartarme de ella en su casa, y no sé cuánto pueda aguantar si tenemos que estar continuamente
trabajando codo con codo, pero no soy tan gilipollas como para confesárselo a él. Continuamos
viendo el partido y cuando termina mis amigos se largan a su casa. Me tumbo en el sofá después
de recoger un poco y me quedo pensando en Shaina, cayendo en la cuenta de que no le he dicho
si la recogeré el lunes de nuevo. Busco en mi ordenador su información de contacto y decido
llamarla antes de que sea más tarde.

—¿Dígame? —pregunta, porque no conoce el número de mi casa.

—Shaina, soy Keith.

—¿Keith? ¿Ocurre algo?

—No, tranquila, no pasa nada. Solo llamaba para saber cómo te encuentras.

—Estoy bastante mejor, la hinchazón casi ha desaparecido, creo que el lunes estaré bien y podré
ir a trabajar.

—Me alegro, pero tomatelo con calma y evita esos tacones tan altos, por favor. e recogeré a las
siete, entonces.

—De verdad no es necesario, puedo irme por mi cuenta.

—¿Que no es necesario? ¿Es que piensas coger el metro con el pie como lo tienes?

—Puedo coger un taxi.

—Esta conversación es recurrente y empiezo a cansarme de ella… Te dije que paso por tu casa
de todos modos para ir a la oficina, ¿o ya lo has olvidado?

—Pero vas con tu amigo y no quiero ser una molestia.

—¿Por qué ibas a ser una molestia? Nathan es el que es un grano en mi culo, no tú.

—Pero tal vez queráis hablar de vuestras cosas…

—He dicho que te recojo el lunes y no hay más que hablar, Shaina. No quiero tener que repetir
esta conversación de nuevo.

—Eres un cabezota de primera —suspira ella, haciéndome sonreír.

—No lo sabes tú bien.

—Muy bien, nos vemos el lunes a las siete —claudica al fin.

—Buena chica… Te dejo descansar, saluda a Tamy de mi parte.

—Espera… ¿Cómo sabes el nombre de mi hermana?

—¿No te lo ha dicho? Nos encontramos esta mañana en el supermercado.

—¿Y cómo sabías que era ella?


—Ha sido ella quien me ha reconocido a mí.

El grito que le da a su hermana a punto está de dejarme sordo. La escucho maldecir mientras
intenta ponerse de pie, pero cuando su hermana entra en la sala la detiene.

—¿Se puede saber a dónde vas? —protesta Tamy—

Volverás a hacerte daño.

—¿Me quieres decir cómo demonios conoces tú a mi jefe? —le pregunta ella.

—Oh, eso… nos conocimos esta mañana en el supermercado.

Me río ante la parsimonia de la adolescente, que ha sido pillada in fraganti.

—¿Y cómo sabías quién era él? —insiste mi ayudante.

—Investigué la empresa cuando me dijiste que ibas a empezar a trabajar allí.

—¡Por Dios, Tamy!

—¿Qué? ¡Tenía que saber qué clase de lugar era ese!

No quiero que trabajes en un lugar donde se aprovechen de ti.

—¿Y tenías que molestar a mi jefe, Tamy?

—No le he molestado, solo le he dado las gracias por haberte llevado al hospital.

Shaina vuelve conmigo al teléfono y en su voz se puede notar perfectamente la vergüenza que
está pasando.

—Lo siento mucho, Keith, mi hermana es…

—No te preocupes, no pasa nada —la interrumpo—.

Apuesto a que no tienes tiempo de aburrirte con ella.

—¡Dios, no! Por suerte mis padres no la dejan venir a la ciudad muy a menudo.

—Es divertida.

—Te la regalo.

—Hazlo cuando te hayas recuperado del todo, ahora mismo la necesitas.

—No sé si es peor tenerla aquí o tener que hacerlo todo yo sola con el tobillo como lo tengo…

—¡Te he escuchado! —grita su hermana desde la otra parte del salón.


—¡Lo he dicho para que me escuches!

—¿Voy a tener que ir a tu casa a poner orden entre las dos? —protesto riendo— Pareces más
pequeña tú que ella.

—Ese es uno de mis muchos defectos.

—Mmm… así que tienes defectos… Y yo que creía que eras perfecta…

Sé que no debería tontear con ella, pero es que me lo está poniendo en bandeja.

—Solo soy perfecta en mi trabajo, señor Collins —

bromea—. El resto del tiempo puedo ser un desastre andante.

—Lo tendré en cuenta… Deberías descansar, es tarde.

—Llevo todo el día durmiendo, aún no tengo sueño.

Además, mañana es domingo, puedo remolonear.

—Entonces te dejo ver una serie o algo… Hasta el lunes.

—Hasta el lunes… y gracias por llamar.

Tras despedirme de ella y volver a insistir en recogerla pasado mañana termino la llamada y me
voy a la cama. Paso el domingo sin hacer nada en especial, salgo a correr por la playa, veo
alguna que otra serie de Netflix y me relajo tirado en el sofá. Necesitaba un día así después de
dos años de duro trabajo, un día en el que solo me preocupara qué serie ver o qué comer cuando
tengo hambre.

Cuando llego a la puerta de Shaina la mañana del lunes compruebo, como vaticinaba, que vuelve
a llevar zapatos de tacón. En cuanto se sienta en el coche estiro la mano hacia el asiento trasero y
le entrego una bolsa.

—Cámbiate los zapatos —ordeno.

—¿Qué es esto?

Cuando abre la bolsa y ve una caja de zapatos intenta entregármela de nuevo, así que con un
suspiro echo su asiento hacia atrás y le pongo yo mismo los zapatos con apenas dos dedos de
tacón.

—No voy a permitir que mi ayudante vaya torciéndose los tobillos a cada paso que dé —protesto
—. Y sabía que no me ibas a hacer caso cuando te dije que no te los pusieras.

—Ahora que me llevas en tu coche no tengo ningún problema con llevar estos zapatos.

—Lo tendrás si vuelves a torcerte el tobillo y es muy probable con esos tacones.
—No tenías que comprar nada —bufa ella—. Yo puedo comprarme mis propios zapatos.

—No es gran cosa.

—Para mí lo es.

Me cruzo de brazos visiblemente molesto. ¿Por qué tiene que montar un espectáculo por unos
simples zapatos?

—Vamos a ver, Shaina… —empiezo a decir— Sabía que no ibas a poder comprar los zapatos
por ti misma porque has estado guardando reposo, así que lo hice por ti. ¿Qué tiene eso de malo?

—No quiero recibir regalos de mi jefe.

—¿Por qué no? ¿Acaso crees que no le hago regalos a Eva también?

—Eva lleva más tiempo trabajando contigo.

—Es cierto, y por eso sabe que cuando le hago un regalo tiene que aceptarlo con una sonrisa
sincera.

—Yo no soy Eva.

—No, eres Shaina, mi ayudante, mi mano derecha. No puedo permitirme el lujo de prescindir de
ti y estoy evitando justamente eso, ¿estamos? Si vuelve a pasar lo del otro día y no tenemos la
suerte de tener un fin de semana de por medio Eva y yo estaríamos jodidos, igual de jodidos que
el mes antes de tu llegada. Si no aceptas los zapatos por mí, hazlo al menos por ella.

Ella termina suspirando con fuerza y asiente, dejando la bolsa de los zapatos entre sus piernas.
Bien… Una cosa menos de la que preocuparme.

Capítulo 5

Ha pasado un mes desde que Shaina entró a trabajar en la empresa, y debo reconocer que es la
ayudante perfecta… si no contamos con que me muero de ganas de llevármela a la cama cada
maldito día. Es eficiente, rápida y minuciosa, tres características que hacen que trabajar con ella
sea muy sencillo. Ha sido muy fácil habituarse a tenerla siempre a mi lado, y ahora que nos
hemos acostumbrado bien el uno al otro ella es capaz de anteponerse a mis pedidos sin tener que
decir nada. Realmente ha sido la mejor elección que el equipo de recursos humanos podría haber
hecho, pero siempre tendré que lidiar con el pequeño problema de mi deseo incontrolable. A
quién quiero engañar… el problema es enorme, de los gordos.

Ya han sido muchas las veces en las que nos hemos encontrado en una situación tensa, en las que
he tenido que apretar los dientes para no besarla, en las que he tenido que contenerme como
nunca para no sucumbir a las ganas de tumbarla sobre el escritorio y follármela con fuerza, pero
por suerte para ambos aún soy capaz de mantener mi autocontrol.

Este fin de semana tengo que acudir a una convención de electrónica y he decidido traerla
conmigo. En primer lugar, porque es una máquina tomando notas a tiempo real (cosa que me
será enormemente útil al volver a casa, ya que yo tengo que dedicarme a prestar atención y
sonreír), y en segundo lugar porque me va la marcha. Sí, definitivamente me tiene que encantar
la idea de sufrir dolor de pelotas durante todo un fin de semana, porque no tengo otra manera de
explicar por qué he cambiado a Eva, con la que vengo siempre a este tipo de eventos (hasta en mi
antiguo trabajo lo hacía), para venir

con la personificación de la tentación hecha mujer. Porque he llegado a la conclusión de que eso
es Shaina para mí: la provocación vestida de mujer. Y no es que me queje, me encanta ver su
precioso culo respingón marcarse en las faldas de tubo que se suele ponerse o sus larguísimas
piernas envueltas en medias de seda cuando decide usarlas más cortas.

Pero cualquier día de estos me lío la manta a la cabeza y la empotro contra la pared del ascensor,
porque por desgracia para mi autocontrol he descubierto que la atracción entre nosotros es
mutua.

Me he dado cuenta de la manera en la que se dilatan sus pupilas cuando me acerco a ella más de
lo necesario, o las miradas hambrientas que me lanza cuando cree que no la estoy mirando.
También cómo sus pezones se endurecen cuando nos encontramos en una situación algo tensa, y
cómo aprieta los muslos cuando inconscientemente tonteo con ella. Sí, definitivamente tendría
vía libre con Shaina… si quisiera. Este fin de semana podría ser cojonudo, podría aprovechar que
estamos fuera de la ciudad para terminar enterrado entre sus piernas, disfrutando de sus gemidos
de placer mientras me la follo con fuerza, sintiendo sus paredes apretarse alrededor de mi polla…
pero tengo que mantener el control y no dejarme llevar. Debo dar ejemplo, maldita sea.

Lo peor ha sido tener que aguantar a Nathan desde que se enteró de que iría a la convención con
Shaina. He tenido que aguantarle una y otra vez burlándose de que perderé el control, eso sin
contar la cantidad exagerada de cajas de condones que ha ido dejando sobre mi escritorio cada
mañana.

La peor de todas ha sido la última, una caja de 150 condones de diferentes tamaños, sabores y
texturas. El desgraciado la ha

dejado sobre mi escritorio como de costumbre, pero esta vez la maldita caja no iba embalada, así
que cuando Shaina ha entrado al despacho delante de mí para ultimar los detalles del viaje se ha
encontrado con la dichosa sorpresa que, para colmo, era de un color azul eléctrico que se veía a
kilómetros de distancia. Shaina se acercó a la caja con una sonrisa y la levantó mirándome con
una ceja arqueada.

—Veo que tienes una muy activa vida sexual —

bromeó.

—Eso no es mío —me defendí.

—Claro que no… por eso está en tu escritorio.

—Son cosas de Nathan —bufé—. Dice que necesito sexo urgentemente, así que se ha
proclamado mi proveedor de condones oficial.

Abrí el cajón del escritorio en donde tengo todas las cajas anteriores, haciendo que Shaina
rompiera a reír a carcajadas.

—No es gracioso —protesté.

—Sí que lo es… tienes preservativos para proteger a toda la empresa durante todo un año —
respondió sin dejar de reírse.

—Tal vez no son suficientes para lo que tengo en mente… —susurré acercándome
peligrosamente a ella.

—¿Tienes con quién hacerlo?

—¿Por qué? ¿Te estás ofreciendo voluntaria?

—¿Qué? N… No, claro que no.

Sonreí y guardé la caja XXL en el maldito cajón antes de volver al trabajo, zanjando así la
conversación, pero reconozco que me hubiera gustado que ella me hubiese seguido el juego para
estrenar esa misma tarde los regalos de mi amigo.

Esta mañana, contrario a lo acostumbrado, decido utilizar el coche con conductor que mi padre
puso a mi disposición cuando me hice cargo de mi puesto. Hasta ahora los únicos que lo han
utilizado han sido él y la víbora que tiene por esposa, porque a mí me gusta mucho conducir,
pero como vamos al aeropuerto no quiero dejar mi precioso coche durante tres días abandonado
en las cocheras. No soportaría volver y encontrarme con que a mi bebé le faltan la mitad de las
piezas.

Michael, el conductor, se acerca a Shaina cuando baja de su apartamento para tomar su maleta y
le abre la puerta para que se siente a mi lado.

—¿Coche con conductor? —pregunta— Eso es nuevo.

—Privilegios por ser el presidente de la empresa —

respondo con un guiño.

—Privilegio que, si me lo permite, está desaprovechando, señor Collins —protesta el conductor


desde su asiento.

—Me gusta conducir, Michael —me disculpo—.

Además, tengo entendido que mi madrastra te tiene muy entretenido.

—Es cierto, de no ser así pensaría que soy inútil en esta empresa.

Madelaine cree que acaparando el coche de la empresa me va a molestar de alguna forma, cosa
que es totalmente inútil porque tengo mi propio coche y carnet. Es por eso que llama al pobre
Michael para cualquier tontería, la última vez para llevar a su caniche al veterinario, que está a
solo dos manzanas de su casa.

—Nunca serías inútil, hombre —respondo—.

Entretener a la mujer de mi padre para que no me dé problemas es el trabajo más importante que
podrías hacer.

Llegamos al aeropuerto y Michael se ocupa de facturar nuestro equipaje mientras Shaina y yo


vamos a tomarnos un café, ya que tenemos tiempo de sobra.

—Ya está facturado el equipaje, señor Collins —

informa Michael acercándose a nosotros poco después.

—Gracias, Michael, puedes irte a casa.

El chófer se despide y me quedo a solas con mi ayudante. Por suerte para mí lleva unos sencillos
pantalones vaqueros y una camiseta blanca con un dibujo de flores, así que al menos durante el
viaje mi libido estará un poco mejor controlada. Aunque ver ese culo respingón enfundado en
tela vaquera tampoco está nada mal… Levanto la mirada hacia su cara y me fijo en que tiene
unas ojeras algo marcadas a pesar de que ha intentado disimularlas con maquillaje.

—¿No has dormido bien? —pregunto— Puedo notar tus ojeras desde aquí.

—No demasiado, desde pequeña me pongo muy nerviosa cuando tengo que viajar a alguna parte.

—¿Te da miedo volar?

—No lo sé, esta será la primera vez.

Eso me hace recordar que ella solo tiene veinticuatro años y que acaba de salir de la universidad.

—¿Nunca has hecho un viaje universitario? —

pregunto.

—Lo hice, pero no fue lo que todo el mundo entiende por ello.

—Tenemos tiempo de que me lo cuentes —digo mirando el reloj—. Aún queda más de media
hora para embarcar.

—Éramos cuatro chicas y dos chicos —empieza a decir— y no había manera de ponernos de
acuerdo. Nosotras queríamos ir a Los Ángeles y ellos a Las Vegas, así que alquilamos una
caravana y visitamos ambos lugares.

—Todo el mundo quiere salir del país en su viaje universitario. ¿Por qué vosotros no lo hicisteis?
—Pensábamos que antes de ver las maravillas del mundo deberíamos conocer las de nuestro
propio país. Fue un viaje de dos semanas. Lo hacíamos todo en la caravana, así que pudimos ver
más lugares que quedándonos en un hotel.

Fue un viaje que no olvidaré nunca.

—¿No fue incómodo?

—A veces, sobre todo cuando nos quedábamos sin agua para la ducha o cuando la pareja del
grupo decidía tener sexo sin tener en cuenta al resto. Esos momentos fueron demasiado
incómodos para los demás, pero, aun así, si volviera a ese momento volvería a elegir ese viaje.

Me quedo fascinado con su cara de nostalgia. Sus ojos están más brillantes que de costumbre y
su gesto… Joder, su gesto me hace desear con todas mis fuerzas besarla.

—¿Cuánto hace de eso? —pregunto con un carraspeo.

—Dos años —responde ella—. Ahora solo mantengo la amistad con dos de ellos, los demás se
han mudado a otras ciudades para trabajar y eventualmente perdimos el contacto.

—Lo siento.

—No lo sientas, yo también había pensado en mudarme de ciudad. Antes de entrar a tu empresa
había participado en demasiadas entrevistas y siempre me rechazaban, bien por la falta de
experiencia o bien porque soy demasiado joven. Había decidido ir a probar suerte en otra ciudad
si tu empresa también me rechazaba tirando de algunos ahorros que conseguí de los trabajos de
media jornada que tuve mientras estaba en la universidad.

—A mí nunca me ha importado que las personas no tengan experiencia, todos hemos estado en
esa situación al terminar la carrera.

—¿Entonces en qué te fijas a la hora de elegir a un empleado?

—Lo único en lo que me fijo a la hora de contratar a alguien es en sus notas universitarias y los
informes que presenten sobre sus prácticas. Para que esa persona permanezca en mi empresa
mucho tiempo me fijo en su desempeño dentro de ella, puede que en su trabajo anterior hiciera
un excelente trabajo y aquí sea un inútil, y viceversa.

—¿Se debe a tu propia experiencia?

—No, cuando salí de la universidad tuve la suerte de entrar en la primera empresa a la que opté.
John, mi antiguo jefe, fue quien me inculcó esa filosofía.

La miré con una sonrisa.

—Y no me equivoqué contigo —continúo—, eres una excelente ayudante y me haces la vida


mucho más fácil.

—Gracias —responde ruborizándose.


—No tienes que darlas, solo digo la verdad.

Anunciaron nuestro vuelo y nos dirigimos a la puerta de embarque. Durante el vuelo desde San
Francisco a Nueva York repaso la conferencia que daré en la feria tecnológica y Shaina se
entretiene escuchando música en su IPad. Cuando la azafata se acerca a traernos el almuerzo me
doy cuenta de que Shaina se ha quedado completamente dormida con la cabeza apoyada en la
pared del avión. Bajo la bandeja con cuidado de no despertarla para poner en ella su comida y
tras agradecerle a la mujer intento despertarla con suavidad. Sus ojos vidriosos por el sueño me
miran y una sonrisa se dibuja en sus labios rosados. Joder… qué guapa está recién levantada.

Con un carraspeo me alejo de ella y le señalo la bandeja de la comida.

—Qué bien… —dice ella con voz ronca— Me muero de hambre.

Comemos en silencio y vuelvo a concentrarme en mi ponencia, pero esta vez estoy pendiente de
ella. Cuando veo que se le cierran los ojos de nuevo sujeto su cabeza con suavidad para apoyarla
en mi hombro, que seguro que es mucho más cómodo que la fría pared de metal del lado

contrario. Shaina suspira y se acomoda en su asiento, haciéndome sonreír, y concentro mi


atención en los folios que tengo en la mano.

—¿Traigo una manta para su esposa, señor? —dice la azafata acercándose.

Asiento sin sacarla de su error, y tampoco lo hago cuando vuelve con la manta y sonríe al verme
cubrirla con cuidado, no es necesario hacer aclaraciones a alguien que no voy a volver a ver en
mi vida. Al fin llegamos a nuestro destino y cogemos un taxi para ir hasta el hotel. Eva pudo
hacer la reserva en el mismo hotel en el que se celebra la convención, por lo que no tendremos
que preocuparnos de los desplazamientos. En cuanto llego al mostrador una chica muy mona me
mira con una sonrisa.

—¿Su nombre, por favor? —pregunta.

—Keith Collins —respondo ofreciéndole mi documento de identidad.

—Aquí está… Oh, ¿vienen para la convención?

—Así es.

—Espero que se diviertan —dice entregándome una tarjeta—. Su habitación es la tres mil
veintitrés.

—¿Habitación? —pregunta Shaina tan sorprendida como yo.

—Debe haber un error, mi secretaria hizo la reserva de dos habitaciones —digo haciéndole a
Shaina una señal para que se calme.

—Déjeme comprobarlo… Me temo que tiene razón, señor Collins, ha habido un error. Como
usted dice se solicitaron dos habitaciones, pero quien hiciera la reserva solo lo hizo de una.
—¿Y a qué espera? —protesto— Arréglelo.

—El problema es que debido a la convención todas nuestras habitaciones están ocupadas.

La muchacha me mira compungida, así que asiento con un suspiro y me vuelvo hacia Shaina.

—Deberíamos mirar en otros hoteles de la zona —

explico—. Tal vez alguno de ellos tenga otra habitación libre.

—Si quieren pueden ir a descansar a la habitación que tienen asignada mientras me pongo en
contacto con mi superior para poder arreglar este problema —sugiere la chica mordiéndose el
labio—. Me ocuparé de encontrar otra habitación lo más cerca posible de aquí.

—Se lo agradezco —dijo Shaina mirándola con una sonrisa.

—¿Estás bien con eso? —pregunto— No me hace gracia que te quedes sola en el hotel.

—¿Tengo que recordarte que sé keysi? —dice ella arqueando una ceja.

—Te ves tan pequeña a mi lado que a veces me olvido de que eres capaz de tumbarme sin
esfuerzo —protesto.

—Pues sería mejor que no lo olvidaras —bromea.

—Muy bien, esperaremos —digo volviéndome hacia la recepcionista—. Avísenos en cuanto


sepan algo.

—De acuerdo, y una vez más, disculpen el error.

Seguimos al botones hasta la suite y en cuanto el joven se marcha me deshago de la chaqueta del
traje para quedarme en mangas de camisa.

—Debería haber hecho como tú y venir en vaqueros —

protesto—. Viajar en traje es demasiado incómodo.

—Puedes darte una ducha y cambiarte de ropa mientras nos dan la otra habitación, Keith —me
ofrece ella.

—¿Estás segura?

—¿Por qué no iba a estarlo?

—Es tu habitación.

—No es como si fueras a llevarte la cama, es solo una ducha.

Asiento y abro mi maleta para coger ropa más cómoda antes de meterme en el cuarto de baño.
Suspiro cuando el agua caliente cae por mi cuerpo, mis músculos están algo resentidos por tantas
horas de vuelo y lo único que quiero hacer ahora es cenar y meterme en la cama, pero me temo
que aún falta bastante para ello. Cuando voy a vestirme me doy cuenta de que me he olvidado de
coger los bóxers. ¡Joder! Tendré que ir sin nada debajo del pantalón, que por suerte es un chino y
no me va a dejar estéril con las costuras.

Salgo del cuarto de baño y veo a Shaina sentada en el sofá con las piernas cruzadas debajo de su
cuerpo leyendo un folleto. Levanta la mirada y aunque intenta disimular puedo ver la sorpresa en
su rostro cuando se fija en mi entrepierna.

Es inevitable que note mi polla balanceándose con estos pantalones, lo sé, pero esa mirada
hambrienta me ha dejado

con la boca seca. Mierda, Shaina… no me mires así o me voy a abalanzar sobre ti como una puta
hiena… carraspeo y cojo la tarjeta para salir a toda leche de aquí antes de cometer una locura de
la que me voy a arrepentir en cuanto la termine.

—Voy a ver si han terminado de arreglar el problema

—digo con voz ronca—. Ahora vuelvo.

Ella se limita a asentir sin apartar la mirada de mi polla, y como siga así va a disfrutar de una
panorámica de mi erección porque no voy a ser capaz de evitarla. Cierro la puerta tras de mí y
me dirijo al ascensor con un suspiro. Como suponía, debido al evento de este fin de semana no
hay ninguna habitación libre en la zona, tendríamos que optar en hoteles de las afueras y eso
sería un engorro para acudir a la convención, porque el tráfico en esta ciudad es imposible.

Regreso a la habitación cansado, frustrado y con ganas de cargarme a alguien. ¿Cómo coño voy a
pasar un fin de semana durmiendo en la misma habitación que mi ayudante sin terminar
follándomela?

—No se ha podido arreglar, ¿verdad? —dice desanimada al verme llegar con mala cara.

—No hay habitaciones libres en ningún hotel de la zona debido al evento —respondo—,
tendremos que conformarnos con lo que hay. Por suerte tenemos la habitación y el sofá cama, así
que espero que no te resulte demasiado incómodo compartir la habitación conmigo.

—No me molesta, Keith, no tengo quince años.

Dormiré en el sofá, tú deberías quedarte con la cama.

—De eso nada, Shaina. Tú vas a dormir en la cama, yo dormiré en el sofá.

—Yo soy más pequeña, tú vas a terminar con los pies colgando.

—Y yo soy tu jefe, así que harás lo que yo te diga.

—Olvidaba esa vena mandona que te caracteriza —ríe ella—. De acuerdo, señor Collins,
dormiré en la enorme y mullida cama mientras usted se retuerce en el minúsculo sofá.

—Ve a darte una ducha y bajaremos a cenar, se hace tarde.

—Muy bien —responde—. Cuelga tu ropa en el armario, no quiero que vayas mañana al evento
con el traje arrugado.

—Sí, señora —sonrío.

En cuanto escucho el sonido del agua de la ducha me apresuro a entrar en el dormitorio para
ponerme unos jodidos bóxers y colocar mi ropa… craso error. Oh, joder… ¿Por qué he tenido
que abrir precisamente este cajón para guardar mis calzoncillos? He encontrado toda su ropa
interior perfectamente doblada, y mi calenturienta imaginación me ha hecho verla delante de mí
solo con estas pequeñas piezas de tela sobre su piel lechosa. Ahogo un gemido y me muerdo el
labio cerrando el mueble con fuerza. Creo que va a ser el fin de semana más largo de mi puñetera
vida.

Una hora después estamos sentados frente a frente en el restaurante del hotel. Comemos en
silencio, se nota que mi ayudante está bastante cansada, así que la pienso mandar a dormir en
cuanto subamos.

—¿Está buena? —pregunto señalando su lasaña.

—Deliciosa. No es una lasaña normal, tiene guisantes y jamón, ¿quieres probarla?

Asiento y estiro el brazo para tomar un poco con el tenedor, pero ella me sorprende llevándome
el suyo a la boca.

Vuelvo a sentir ese calor tan familiar en el estómago y sé que mis ojos ahora mismo arden de
deseo, pero abro la boca para tomar lo que me ofrece. Parece que acaba de darse cuenta de lo que
ha hecho porque agacha la mirada y toma su copa de vino para darle un buen sorbo.

—No bebas tan deprisa o te emborracharás —aconsejo volviendo a mi carne.

—¿Soy yo o en este sitio hace demasiado calor? —

Sonrío, aunque me muero de ganas de burlarme de ella.

—Sí, hace calor —respondo—, pero el vino no ayudará a refrescarte, sino todo lo contrario.

Hago una señal al camarero, que se acerca inmediatamente.

—Por favor, tráigale a mi acompañante una botella de agua bien fría —pido.

Shaina se bebe un vaso de un trago y suspira.

—Gracias, estaba sedienta —dice.

—Un placer.
Tras el postre subimos a la habitación. Cojo del armario un pantalón de deporte y una camiseta
para estar cómodo y entro al cuarto de baño para cambiarme. Cuando vuelvo al salón me
encuentro a Shaina cubriendo el sofá con unas sábanas. Su culo en pompa me está pidiendo a
gritos que

la sujete por las caderas y me estampe contra él, pero me sujeto al respaldo de una silla con
fuerza para evitar caer en la tentación.

—He pedido en recepción que suban un juego de sábanas para ti, así estarás más cómodo —dice
mordiéndose el labio—. ¿Seguro que no quieres dormir en la cama? No me importa dormir aquí.

—¿Intentas ofenderme? Soy un caballero, jamás podría permitirte dormir en un sofá cuando
tenemos una cómoda cama a nuestra disposición.

—Pero…

—Ve a descansar —la interrumpo—, mañana tenemos que levantarnos temprano.

—Está bien… Buenas noches.

—Buenas noches.

Me tumbo en el sofá y apago la luz resignado a pasarme la noche en vela, porque sé que mi
mente calenturienta no me va a dejar pegar ojo. Escucho a mi ayudante dar vueltas en la cama y
sonrío, al parecer ella puede dormir tan poco como yo. Una hora más tarde la veo aparecer en el
salón y apoyarse en el quicio de la puerta cubierta con un camisón de perritos que me hace
sonreír.

—En serio, Keith, me siento terriblemente culpable por dejarte dormir en ese sillón —dice
mordiéndose el labio.
—¿Te estás ofreciendo a compartir la cama conmigo?

—bromeo.

—¿Qué tendría de malo hacerlo? Somos personas adultas, ¿no?

—Créeme, Shaina… no es buena idea.

—Entonces ve a dormir tú en la cama, yo me quedaré en el sofá.

—¿Vamos a volver a tener esta conversación?

—Ahora no eres mi jefe, Keith —protesta ella con los brazos cruzados—, estamos fuera del
horario laboral y no puedes utilizar esa baza.

Me siento en el sofá con una sonrisa mirándola de arriba abajo.

—Si quieres que duerma en la cama tendrás que llevarme a ella tú misma —bromeo.

—Te recuerdo que soy profesora de artes marciales, puedo torturarte hasta que hagas lo que te
pido.

—¿En serio? Adelante… oblígame —digo abriendo los brazos en cruz para facilitarle la tarea.

Ella sonríe con suficiencia y se acerca con la intención de doblegarme, pero esta vez estoy
preparado y termina siendo ella la que queda tumbada de espaldas… bajo mi cuerpo. Su
respiración jadeante debida al esfuerzo y la sorpresa acaricia mis labios y mi polla reacciona en
respuesta. Shaina abre los ojos como platos al sentirla clavarse en su muslo y levanto un poco las
caderas para apartarla de ella.

—Lo siento, mi amiga tiene vida propia —me disculpo.

—Ya veo… ya —responde ella.

Aprovecha la distracción para noquearme y termino tumbado en el suelo agarrándome el


estómago por el dolor de su golpe.

—Ahora a la cama —ordena riéndose—. He ganado.

Tiro de su tobillo y termina tumbada sobre mi pecho.

Sus ojos están a tan solo unos centímetros de los míos, y su boca se separa de la mía únicamente
por la distancia de nuestras narices pegadas. No tengo más que levantar un poco el cuello para
descubrir el sabor de sus labios, y casi sin darme cuenta estoy recorriéndolos con la punta de mi
lengua. Shaina deja escapar un leve gemido, pero me responde al beso con suavidad, abriendo la
boca para dejar que mi lengua ingrese en ella. En cuanto entro en contacto con la calidez de la
suya mi cuerpo empieza a arder. Enredo los brazos en su cuerpo, atrayéndola más hacia el mío.
Mi polla se ha quedado encajada entre sus piernas y siento el calor de sus pechos traspasar la tela
de mi camiseta. Ni siquiera sé cuánto tiempo dedico a saborear su boca, pasando la lengua por
sus dientes, su paladar, jugueteando con la suya para lograr arrancarle pequeños gemidos que
hacen que mi verga salte en mis pantalones, pero con el último atisbo de cordura que me queda
separo la boca de la suya y me dejo caer en la alfombra, jadeando por el deseo reprimido.

—Vete a la cama, Shaina… —susurro con voz ronca—

no me hagas tener que llevarte a rastras.

Ella se levanta rápidamente y corre hacia la habitación cerrando la puerta. Suspiro y vuelvo a
tumbarme en el sofá con un suspiro y una erección de mil demonios. Sí, definitivamente la noche
se me va a hacer eterna.

Capítulo 6

El sábado es un día de auténtica locura para ambos.

Entre asistir a las diferentes ponencias y pasar por la feria para ver las novedades en el sector no
tenemos tiempo apenas para nada. Durante toda la jornada compruebo nuevamente que Shaina y
yo nos compenetramos tan perfectamente que es como si ella fuera una extensión de mí mismo,
sabe lo que necesito en cada momento antes incluso que yo mismo, como ha ocurrido en mi
conferencia cuando he olvidado llevar mis notas conmigo al escenario. Sus pequeños gestos y
sus miradas de aliento han sido suficiente para que no haya metido la pata tartamudeando u
olvidándome del guion.

Respecto al beso de la noche anterior… ambos hemos decidido tácitamente no hablar del tema
por ahora. Tenemos demasiadas cosas de las que ocuparnos como para pensar en la atracción que
ambos sentimos, eso sin contar que besarla fue un error… el peor error de mi vida. No es que no
me haya gustado hacerlo, joder… me puso duro como una piedra, pero sigo pensando que es una
complicación innecesaria liarme con ella. No quiero perder a una empleada tan eficiente si lo que
sea que tengamos sale mal, no todo el mundo está cómodo con mi comportamiento controlador.

No me sorprende en absoluto ver a mi padre y a su mujer aparecer en la sala de conferencias


cuando voy a empezar a hablar, sé que su pasatiempo principal es vigilarme.

Cuando me acerco a Shaina al bajar del escenario coloco mi mano en su cintura y nos acercamos
hacia donde ellos están.

—Robert, Madelaine… —saludo.

—Soy tu padre, Keith —protesta él.

—Sí, bueno… no quería incomodar a tu esposa. ¿Qué hacéis aquí?

—¿Acaso no puedo venir a ver cómo lo está haciendo mi empresa en la convención?

—Por supuesto, pero de haberlo sabido me habría ahorrado el viaje, no era necesario que dejara
mi trabajo para venir.
—¿Cómo va el asunto del que hablamos el otro día?

—El departamento de recursos humanos se está ocupando de todo.

—¿Recursos humanos? —bufa Madelaine— ¿Eres tan inútil que has podido ocuparte
personalmente de la contratación de mi sobrino?

Siento a Shaina tensarse a mi lado, pero la tranquilizo con un leve toque de mi mano en su
espalda.

—Ese es el trabajo de dicho departamento —respondo

—. Que haya accedido a darle un puesto a tu sobrino no significa que vaya a tener privilegios.
Será tratado exactamente como el resto de trabajadores de mi empresa.

—¿Tu empresa? —escupe ella— Él tiene más derecho al puesto que estás ejerciendo que un
bastardo.

—Entonces deberíais habérselo dado a él, yo estaba muy a gusto en mi anterior empleo.

—¡Si es así vuelve a la cloaca de la que saliste y deja de meterte en mi vida!

—No soy yo quien se mete en tu vida, es tu marido el que se mete en la mía.

—Eres un…

—¡Madelaine, ya basta! —la interrumpe mi padre—

Que no se te olvide que Keith es mi hijo.

—Tu bastardo, querrás decir.

—Al menos mi madre pudo engendrar a este bastardo

—ataco cansado ya de su tono despectivo—, no como tú, que estás tan podrida por dentro que no
has sido capaz de darle un heredero.

—Tú…

—Keith, por favor… ¿Puedes no echar más leña al fuego? —protesta mi padre.

—No tengo por qué aguantar el veneno de tu esposa, de sobra sabes que no fui yo quien te
buscó, sino al revés. Y

ahora, si me disculpáis, tengo cosas mejores que hacer que permitir que tu mujer me ponga en
ridículo delante de mi empleada.

—¿Tu empleada o tu amante? —pregunta mi madrastra mordaz.


Me giro hasta quedar a pocos centímetros de su cara.

Soy bastante más alto que ella, así que tengo que agacharme para que sus ojos queden a la altura
de los míos.

—A mí puedes decirme lo que te dé la gana, Maddy —

susurro poniendo énfasis en el apelativo que tanto detesta—, pero la próxima vez que insultes a
mi ayudante haré que te arrepientas de haberlo hecho.

—¿Crees que te tengo miedo?

—Deberías… puedo dejarte sin nada con tan solo chasquear los dedos.

Me doy la vuelta para marcharme, pero me detengo en el último momento.

—Oh, una cosa más… —digo— Deberías tener más cuidado y quitarte el carmín de los
dientes… Vas de millonaria educada pero nunca podrás ocultar que mi padre te encontró en una
cloaca.

Sin más cojo a Shaina de la muñeca y camino deprisa para salir lo antes posible de esa
habitación. De repente, el recuerdo de todo lo que tuve que pasar cuando entré en la empresa
hace dos años vuelve a mi cabeza y la rabia contenida inunda de nuevo mi pecho.

—¡Keith, para! —protesta Shaina a mi espalda— ¡No puedo seguir tu paso con estos zapatos!

Me detengo en seco pasándome la mano por el pelo.

—Lo siento —suspiro—. No me había dado cuenta de que estaba corriendo.

—Está bien, no pasa nada.

—Esa mujer me saca de quicio —protesto.

—No me extraña nada, es odiosa. Me han dado ganas de partirle la cara cuando te ha dicho
bastardo. ¿Quién se cree que es?

—Por suerte solo tengo que aguantar sus idioteces de vez en cuando.

Shaina me sorprende acercándose a mí y apoyando sus manos en mi espalda.

—Tú eres inocente —susurra—. Lo sabes, ¿vedad?

Asiento porque de repente se me ha formado un nudo en la garganta que me impide hablar. Es la


primera persona aparte de mi madre que lo dice, y sus palabras relajan un poco la tensión de mis
hombros.

—El que la engañó fue tu padre, no tú —continúa ella


—, pero esa víbora demasiado cobarde para enfrentarse a él y divorciarse, así que lo paga
contigo.

Me doy la vuelta y la abrazo con fuerza. Ella parece comprender que lo único que busco es su
consuelo, porque me devuelve el abrazo con la misma fuerza. Me gustaría pasarme horas así,
oliendo el champú de fresas en su pelo y el leve aroma floral de su colonia, pero la suelto al cabo
de un momento porque no quiero incomodarla.

—Gracias —susurro.

—¿Estás mejor?

—Un poco.

—Si quieres otro abrazo no tienes más que pedirlo…

Ella empieza a hacer el tonto abriendo los brazos y poniendo caras raras, haciéndome reír. Al
final decido aceptar un nuevo abrazo y suspiro cuando sus dedos acarician mi pelo con suavidad.

—Siento que hayas tenido que ser testigo de la relación que tengo con mi padre —susurro—.
Dios… no sé cómo voy a ser capaz de volver a mirarte a la cara.

—No eres el único que se lleva mal con sus padres, Keith, no debes sentirte abochornado por
ello.

—Gracias por estar conmigo, en serio —repito soltándola al fin.

—De nada —responde con una sonrisa sincera que calienta mi cuerpo—. ¿Vamos ahora a
comer? Me muero de hambre y tenemos que volver al trabajo.

—Vamos —respondo alargando mi mano hacia ella, que toma sin dudar—, yo también tengo
hambre. Conozco un restaurante no muy lejos de aquí en el que ponen la mejor comida mejicana
de la ciudad.

—Me encanta la comida mejicana.

Por fortuna no volvemos a ver a mi padre en todo el día, y tampoco en la cena que organiza el
patrocinador de la feria como despedida del evento. Tras los postres, observo a Shaina apoyado
en la barra del bar mientras ella charla animadamente con una chica que ha conocido hace un
rato y con la que parece llevarse muy bien, pero es evidente que está realmente cansada. Me
acerco a ella y me inclino un poco sobre su hombro para que pueda escucharme a través del
gentío.

—Shaina, sube a dormir —ordeno.

—Aún no se ha terminado el evento, Keith —protesta.

—No importa, yo me encargo.


—Pero…

—Es evidente que estás agotada —la interrumpo—.

¿Crees que soy un jefe tan cruel como para dejar que te quedes

dormida en esta silla solo para que me hagas compañía?

—¿Estás seguro de que no me necesitas?

Joder, sí… te necesito, pero no como crees. Te necesito en mi cama, debajo de mí, montándome
o mostrándome tu precioso culo redondo mientras me miras sobre el hombro a cuatro patas, pero
eso es algo que no pienso decirte. Al menos no esta noche.

—Aunque valoro mucho tu compañía —respondo—, el trabajo hace horas que terminó y puedo
encargarme de hacer conexiones yo solo, no soy un bebé al que debas cuidar.

—Eso está por verse —bromea.

—Ve a descansar, anda. Yo no tardaré mucho en subir tampoco, aquí ya está todo hecho.

Ella asiente y se levanta para marcharse tras despedirse de su nueva amiga. La acompaño hasta la
habitación para asegurarme de que ningún capullo pasado de copas la asalte y vuelvo al salón.
Me acerco a mi antiguo jefe, con quien me ha alegrado mucho encontrarme cuando he venido a
pedir una copa, y levanto el vaso de whisky que he dejado abandonado a su lado.

—¿Esa es tu nueva secretaria? —pregunta.

—Es mi ayudante personal, sigo teniendo a Eva como secretaria.

—Es muy guapa.

—Y eficiente.

—Preciosa.

—Y muy profesional —respondo riendo, porque sé a dónde quiere llegar.

—Totalmente de tu tipo.

—No estoy acostándome con ella si es lo que intentas averiguar, John.

—Pero sé que te gusta. Te conozco demasiado bien.

—Cada vez me gusta más —reconozco.

—¿Qué vas a hacer al respecto?

—Nada, es mi empleada.
—Pues perdona que te diga, pero eres gilipollas.

Bebo otro trago de licor con una sonrisa. John no es el mejor ejemplo a seguir, sobre todo porque
ha estado casado ya con cuatro de sus secretarias y cada vez que se divorcia sufre la odisea de
encontrar una nueva. El problema es que siempre las busca acorde a sus gustos personales en
cuanto a físico se refiere… y vuelve a lo mismo de siempre.

—Sabes por propia experiencia lo complicado que es encontrar una nueva empleada que sea
eficiente y profesional, John —digo—. No pienso arriesgarme a perderla si no sale bien. Yo no
soy tú, que pareces tener un fetiche con tus secretarias.

—¿Y por qué das por sentado que va a salir mal? —

bufa mi amigo— Eres demasiado pesimista para tu edad.

—No doy por sentado nada, solo hablo basado en tu experiencia. Ya van cuatro, ¿no? ¿O tal vez
cinco?

—Sigo casado con la cuarta, gracias por la confianza que tienes en mí —protesta.

—No es que no te tenga confianza, es que te conozco demasiado bien —río.

—Christine me está durando mucho más que las anteriores —protesta.

—¿Y cuánto vas a tardar en cansarte de ella?

—Ya he empezado a hacerlo —reconoce dando un trago de su vaso.

—A eso me refiero, John. Como empresario eres cojonudo, en serio, el mejor ejemplo a seguir
para cualquiera, pero como casanova eres todo un desastre.

—Precisamente porque eres testigo de mis desastres amorosos deberías ser lo suficientemente
inteligente como para no cometer los mismos errores que yo.

—Y es por eso mismo que no voy a meter mi polla entre sus piernas, porque no quiero cometer
tus desastrosos errores.

—¡Ah, olvídalo! —protesta— No hay quien trate contigo.

—Aun así me adoras y me echas terriblemente de menos.

—Como no tienes idea. ¿Cómo te está yendo en la empresa de tu padre, por cierto? ¿Sigues sin
querer volver conmigo?

—Por ahora me quedaré donde estoy, aunque no está siendo nada fácil. Al fin he logrado
conseguir el contrato por el que llevo peleando dos años y los inversores han decidido que al
final sí soy digno de llevar el título de presidente.

—Pero el donante de esperma sigue haciéndote la vida imposible, ¿me equivoco?


Me río ante el apodo que le ha dado a mi padre, aunque a decir verdad durante toda mi vida solo
ha sido eso, un donante de esperma anónimo.

—No, no te equivocas. Esta semana ha vuelto a las andadas.

—¿Qué ha sido esta vez?

—Aparte de su insistencia en que seamos la familia feliz que no hemos sido nunca, cosa a la que
me niego en rotundo, ahora tengo que contratar al sobrino de su mujer —

confieso—. Seguro que es un imbécil como su tía a quien quieren tener como espía para
controlarme.

—Eso es jodido.

—No tengo nada que ocultar, así que solo están perdiendo el tiempo.

—¿Entonces que te tiene tan cabreado? Y no me digas que me equivoco, porque lo puedo notar
en el tono de tu voz

—me interrumpe antes de que empiece a hablar.

—Hace un rato su adorable mujercita me ha montado una escena en medio de la sala de


conferencias, en frente de mi ayudante. No solo me ha puesto en ridículo delante de ella, sino
que ha podido cargarse las conexiones que he hecho con su maldito odio hacia mí.

—No sé cómo lo soportas —protesta—. Deberías volver conmigo de una vez y mandarlos a ellos
a la mierda. A fin de cuentas, tu herencia será tuya trabajes o no en su empresa.

—¿Y qué harás con la persona que ocupa mi puesto ahora, despedirla?

—Puedo inventarme otro puesto para tener al muchacho contento —bromea John.

—No quiero arriesgarme a que alguien más lleve esa empresa a la ruina, he puesto mucho
esfuerzo en levantarla.

—De cualquier forma, mi propuesta siempre estará en pie para ti.

—Lo sé, John, y no sabes cuánto te lo agradezco.

Doy un último trago a mi copa y dejo a mi amigo un momento para ir al cuarto de baño, debo
vaciar mi vejiga.

Cuando estoy lavándome las manos un hombre se acerca a mí y me mira con una sonrisa. Es
evidente que está completamente borracho, sus ojos están inyectados en sangre y el estado de su
ropa deja mucho que desear.

—¿Querías algo? —pregunto sin apartar la mirada de mis manos bajo el chorro de agua fría.
—Tu acompañante está para comérsela —dice con voz rasposa—. Tiene que ser una gozada
clavarse en ese coñito suyo.

Aprieto la mandíbula para no contestar, es una pérdida de tiempo y energía seguirle el juego a un
borracho.

—Eres un tipo con suerte —continúa—, lo que yo daría por poder domar a esa mujer. Podría
atarla a la cama y follármela durante horas mientras me ruega que la suelte.

Aunque no estoy tan borracho como él mi paciencia tiene un límite, que disminuye enormemente
cuando el alcohol

corre por mis venas.

—Cuando te canses de ella me avisas… —termina diciendo— Me lo pasaré muy bien con ella.

Estampo el puño en el espejo que hay al lado de su cabeza, porque si lo estampo en su cara no
voy a detenerme hasta que la policía me lleve preso.

—Si te veo volver a hablar así de mi mujer en vez de estampar el puño en el espejo lo haré en tu
cara hasta dejarte sin un solo diente, ¿me oyes? —amenazo.

—¿Tu mujer? —balbucea el otro.

—Sí, mi mujer… MÍA.

—Lo siento tío, creí…

—No tienes que creer nada, y mucho menos pensar en mujeres que ya tienen dueño. Y ahora
lárgate de aquí antes de que me arrepienta de dejarte hacerlo sin un solo rasguño.

—Eso ha tenido que doler —silba John, que está apoyado en la puerta observando cómo el
desgraciado sale a correr por el pasillo.

—¿Me estás siguiendo o qué? —pregunto aún molesto por lo que acaba de pasar.

—Tranquilo, campeón… yo también me estaba meando. Que haya sido testigo de tu arranque de
cuernos ha sido casualidad.

—Sabes que no soporto que traten a las mujeres como a objetos —protesto—, no ha sido
personal.

—No me vengas con esas, Keith. Si no se hubiera tratado de tu ayudante te habrías limitado a
hacerle una

advertencia, no te habrías destrozado el puño contra el espejo.

Asiento reconociendo la verdad y cierro los ojos intentando respirar de nuevo con normalidad.
No sé si ha sido por el subidón de adrenalina, pero ahora me siento un poco mareado y necesito
que todo a mi alrededor vuelva a su posición inicial.

—Déjame ver eso —dice mi amigo señalando mi mano.

Levanto el puño y me doy cuenta de que estoy sangrando.

—No es nada —protesto.

—Deberías ir a ver a un médico.

—No es para tanto, solo es un rasguño.

—Tu mujer se va a preocupar mucho si te ve aparecer en ese estado —dice haciendo hincapié en
el “tu mujer”.

—Vete a la mierda, John, no estoy de humor para aguantar tu sarcasmo.

—Está bien, me callo. —Se acerca y me palmea el hombro—. Cúrate esa herida y vete a la cama,
creo que has bebido más de la cuenta.

—Yo también lo creo.

En mi vuelta a la habitación queda más que evidente que he bebido más de la cuenta. Por suerte
las luces están apagadas, señal de que Shaina está durmiendo y no puede ver el desastre que he
hecho con mi mano. Entro en el cuarto de baño para curarme la herida, pero no deja de sangrar.

—¡Maldita sea! —protesto cuando no encuentro nada con lo que cortar el sangrado.

Shaina aparece en la puerta del cuarto de baño y deja escapar un pequeño grito de sorpresa al ver
el destrozo que yo mismo me he causado.

—¡Por Dios, Keith! ¿Qué demonios te ha pasado? —

pregunta acercándose a mí.

—Solo ha sido un accidente —susurro.

—¿Un accidente? ¿Qué clase de accidente?

—Mi puño se estampó accidentalmente en el espejo del cuarto de baño.

Ella me mira sin comprender, pero se apresura a meter mi mano bajo el grifo de agua fría.

—Tienes algunos fragmentos de cristal en la herida —

susurra poniendo una toalla en mi mano—. Espera que me vista e iremos al hospital.

—No necesito ir al hospital, retira los trozos de cristal y listo.


—¿Estás loco? ¿Qué pasa si hay alguno más profundo o si alguno ha cortado un pequeño vaso
sanguíneo?

—No seas exagerada, no es para tanto.

Ella se pone en jarras frente a mí con cara de fastidio, haciéndome sonreír. Está preciosa con ese
pijama de patitos tan infantil.

—Escúchame bien, Keith Collins… —empieza a decir

— Ahora mismo estás en desventaja, no estoy ebria como tú y

puedo tumbarte en menos de lo que canta un gallo, lo sabes perfectamente.

La miro seriamente y asiento repetidas veces, lo que logra que mi visión se vuelva inestable de
nuevo.

—Te vas a sentar ahora mismo en el sillón de la sala —

continúa—, vas a esperar a que me vista y vas a venir conmigo hasta el hospital más cercano
para curarte esa mano, ¿lo has entendido?

—¡Sí, señora! —respondo llevándome la mano a la frente para realizar el saludo militar.

—Así me gusta.

—Te pones muy sexy cuando te enfadas —digo sin pensar.

—¡Oh, Dios! Estás más borracho de lo que pensaba —

protesta pasándose la mano por los ojos.

Su frustración me hace reír. Realmente no estoy tan borracho como ella piensa… ¿o sí? Me
ayuda a llegar hasta el sofá, donde me deja caer como a un peso muerto.,

—No te muevas de aquí, Keith —me ordena—. Vuelvo en seguida.

—Soy yo quien da las órdenes, Shaina —protesto levantando el índice delante de mi nariz—.
Eres tú quien tiene que hacer lo que yo digo, para algo soy el presidente de la empresa.

—¡Oh, cállate! —protesta— No me haga vestirme delante de ti, Keith, o me las pagarás.

—¿Y puedo tocar? Quiero tocar…

—No. Te. Muevas —repite haciendo hincapié en cada palabra.

Me dejo caer en el sofá con un suspiro. Estoy mareado y cansado, pero cuando veo a Shaina salir
con unos vaqueros ajustados y una camiseta de tirantes todo el cansancio me abandona.
—¿Puedes levantarte? —pregunta.

Me paso la lengua por los labios, que siento repentinamente demasiado resecos.

—Ayúdame —respondo.

Cuando ella se acerca para hacerlo paso el índice por su piel cremosa, desde la clavícula hasta el
valle entre sus pechos, y muerdo mi labio con una sonrisa cuando ella la aparta de un manotazo.

—Vas a librarte porque estás borracho y herido, Keith… —susurra ella— Pero cuando te
despiertes mañana te voy a dar tal paliza que te lo pensarás dos veces antes de volver a tomarte
una copa estando conmigo.

Me apoyo en sus hombros para llegar hasta el taxi y creo que me quedo dormido, porque apenas
me doy cuenta del camino hasta el hospital. Me hacen un par de radiografías para asegurarse de
que no tengo ningún hueso roto, sacan los cristales que hay incrustados en la herida, me pinchan
un calmante y me cosen uno de los cortes antes de mandarme a mi casa. Cuando estamos de
vuelta en el hotel, Shaina me ayuda a desnudarme y me mete en la cama.

—Duerme conmigo —susurro adormilado.

—Ni lo sueñes, Keith.

—Por favor…

—He dicho que de eso nada.

—Eres demasiado dura conmigo.

—Y más que voy a serlo cuando recuperes la consciencia mañana.

—Me gusta mucho tu culo —reconozco—. Es respingón y seguro que está delicioso.

—Como sigas no esperaré a mañana para darte una paliza, te lo advierto.

—Estoy muy cansado, Shaina. Vete ya a la cama.

—Intenta descansar, nuestro vuelo no sale hasta las once.

Asiento y con una sonrisa me dejo llevar por el sueño, no sin antes ver cómo mi ayudante se
pone el camisón a través de la puerta del cuarto de baño, disfrutando de una panorámica de su
precioso culo cubierto de encaje.

Capítulo 7

Me despierto con un dolor de cabeza acojonante. Abro los ojos y lo primero que veo es el
dormitorio del hotel. Mi ropa está esparcida por el suelo y no hay rastro de Shaina por ninguna
parte. Levanto la sábana que me cubre para descubrir que, gracias a Dios, llevo puestos los
bóxers, pero eso no quiere decir que no hiciera una gilipollez anoche. Me esfuerzo en recordar lo
que pasó: un gilipollas trató a Shaina como a una cualquiera, lo amenacé, subí a la habitación…
¿y después qué? Golpeo el colchón con fuerza sin recordar la herida del puño y siseo de dolor,
pero eso me hace recordar de golpe todo lo que había olvidado. Respiro tranquilo, aparte de un
par de insinuaciones propias de un borracho no hice nada que deba lamentar… o eso creo.

Escucho la puerta principal abrirse y me incorporo en la cama cuando Shaina se apoya en el


umbral de la puerta con una sonrisa.

—¿Ya estás despierto? —pregunta.

—Me va a estallar la cabeza.

—Eso supuse. —Se acerca, deja en mi mano un par de pastillas y vierte agua en un vaso—. Y
aunque te lo mereces por la noche que me hiciste pasar… salí a comprar esto.

—Gracias.

Me tomo el analgésico y miro de reojo cómo va guardando la ropa dentro de su maleta.

—Esto… Shaina… —empiezo a decir— ¿Hice o dije algo anoche por lo que deba pedirte
disculpas?

—¿No recuerdas nada?

—Recuerdo algunos fragmentos sueltos, pero…

—No entiendo cómo alguien puede olvidar una noche tan increíble como la de ayer…

Gimo deseando que me trague la tierra. ¿En serio me follé a mi ayudante y no me enteré de
nada?

—No sabía que estabas tan obsesionado con mi culo…

—continúa— lo que hiciste con él fue realmente excitante.

—Mierda, Shaina, yo… Lo siento mucho. Dime que al menos utilizamos protección.

Ella suelta una carcajada que me deja perplejo. Tras más de cinco minutos riendo sin parar se
limpia una lágrima que escapa de su ojo y me mira con una sonrisa traviesa.

—Tendrías que haberte visto la cara —dice—, cualquiera diría que follar conmigo es tan malo
como ir de cabeza al infierno.

—¡Yo no estoy diciendo eso!

—¿Recuerdas cómo terminó tu mano en ese estado? —

pregunta distrayéndome de la conversación.


—No —miento. No hay necesidad que sepa el motivo de mi herida.

—No te preocupes, no hiciste nada que debas lamentar.

Suspiro aliviado, pero el alivio desaparece demasiado deprisa.

—Pero la próxima vez que me toques sin mi permiso te voy a dar tal paliza que ni borracho te
atreverás a volver a

hacerlo.

Oh, joder… ¡Mierda! ¿qué he hecho? Me paso la mano por la cara pensando cómo solucionar
este problemón. De pronto ella rompe a reír a carcajadas de nuevo.

—¿Puedes dejar de poner esa cara de tormento? —

protesta— Solo me tocaste la clavícula, tampoco es para tanto.

—¡Me has hecho pensar que había hecho algo peor, joder!

—Es mi pequeña venganza por tenerme toda la noche en vela.

—¿Te parece gracioso, Shaina?

—Mucho, es la primera vez que veo a mi perfecto jefe perder la compostura por una broma.

—Ahora verás…

Salto de la cama para atraparla, pero recuerdo demasiado tarde que estoy en bóxers… y con una
bochornosa erección mañanera. Intento volver lo antes posible a mi posición bajo las sábanas,
pero Shaina ya ha fijado su atención en mi polla.

—Creo que lo mejor será que te des una ducha fría… o te alivies a mano, no deberías permitir
que vea a mi jefe en ese estado —dice dirigiéndose a la puerta.

El vuelo de regreso a San Francisco lo dedico a repasar las notas que Shaina ha tomado en las
ponencias y las utilizo para complementar las que he ido tomando y. Definitivamente es la mejor
elección que pudieron hacer los de recursos

humanos, de no ser porque mi polla reacciona a ella demasiado bien.

Michael nos espera en el aeropuerto, y tras llevar a Shaina a su casa me dirijo a la mía. En cuanto
llego me doy una ducha y sonrío cuando veo la nota de mi madre en la puerta del refrigerador
avisándome de que tengo comida preparada. Pongo en marcha el microondas y marco su
número, tengo ganas de hablar con ella.

—Buenas noches, cariño —responde ella al otro lado de la línea—. ¿Cómo ha ido todo?

—Bien, ha sido un viaje muy productivo, pero estoy agotado.


—¿Has cenado?

—Estoy calentando la cena en el micro.

—En cuanto cenes dúchate y métete en la cama.

—No sé si pueda ducharme —respondo mirando mi puño—. Tengo el puño vendado.

—¿Vendado? ¿Qué te ha pasado?

—Tuve un pequeño accidente, pero mi ayudante me llevó a urgencias. Me han dado algunos
puntos, pero aparte de eso estoy bien.

—¿Quieres que vaya?

—Está bien, mamá. Shaina me ha curado antes de salir del hotel esta mañana.

—Ponte una bolsa en la mano para no mojarte la herida si quieres tomar un baño. Iré mañana
antes de irme a trabajar para echarle un vistazo.

—Lo voy a intentar, pero si no puedo me ayudas cuando vengas a verme mañana.

—¿Vas a dejar que tu madre te vea en bolas? —

bromea.

—Tú creaste esas bolas, mamá. Además, no es como si no las hubieras visto antes, no me
avergüenza que las veas de nuevo.

—No creo que ahora me resulten agradables a la vista

—reconoce.

—Pues a las mujeres les suelen parecer bastante monas…

Sonrío al imaginar cómo arruga la nariz al escuchar esas palabras.

—Ve a descansar, anda —sugiero—, es tarde.

—Buenas noches, cariño.

—Buenas noches, mamá.

Al día siguiente me despierto con el olor de tortitas con sirope. Me levanto con una sonrisa y
abrazo a mi madre en cuanto la veo.

—Te he echado de menos —susurro.

—Exagerado, si me viste hace unos días… —ríe ella—


Siéntate a comer mientras te miro esa mano.

Hago lo que me pide y la observo mientras me cura las heridas.

—¿Cómo te has hecho esta salvajada, Keith? —

protesta.

—Ya te lo he dicho, fue un accidente.

—¿Accidente o te has peleado con alguien?

—Le di un puñetazo a un espejo para no dárselo a un cabrón que habló mal de mi ayudante —
confieso al fin—.

¿Contenta?

—Te gusta tu ayudante, ¿no es así?

—¿Qué? ¡No! Claro que no.

—Has respondido demasiado deprisa.

—No tiene nada que ver con que me guste o no mi ayudante, sino con que tú me enseñaste a
respetar a las mujeres, ¿recuerdas? No soporto que las traten como si fueran objetos y ese tipo
dijo cosas muy desagradables de ella.

—Ah… así que es por eso por lo que le diste un puñetazo a un espejo… porque yo te enseñé a
tratar bien a las mujeres…

No se cree ni una palabra. Es normal, ni yo mismo me las creo…

—Habría hecho lo mismo si hubiera sido Eva quien me acompañase y lo sabes —insisto.

—Si tú dices que esa muchacha no te gusta está bien.

Pero si te gustase no habría nada de malo en ello. Lo sabes,

¿no?

—Claro que lo sé, mamá, pero sabes que no me gusta mezclar el trabajo con mi vida privada.

—¿Pudiste ducharte al final?

—A medias, fue imposible lavarme la cabeza.

—Vamos, te la lavaré en un momento.

Me siento en la banqueta del cuarto de baño y echo la cabeza hacia atrás para que mi madre
pueda lavarme el pelo en el lavabo, y casi me quedo dormido al sentir sus dedos llenos de jabón.
Hacía tanto que no me mimaban que creo que voy a explotar el cuento de la mano un poquito
más de la cuenta…

Cuando termina me seca bien la cabeza con la toalla y el secador.

—Anda, ve a vestirte —ordena—. Te ayudaré con la corbata.

—¿No llegarás tarde? Ya has perdido demasiado tiempo conmigo.

—El tiempo que pase contigo nunca es perdido —

protesta.

—Sabes a lo que me refiero… no te enfades —digo dejando un beso en su mejilla.

—He avisado a Oly de que iba a llegar algo más tarde porque mi precioso amante se ha hecho
daño —bromea ella haciendo que eleve los ojos al cielo.

—No quiero ni pensar en lo que me hará sufrir cuando vaya a verte al hospital —suspiro—. En
ese caso te llevo, déjame hacer una llamada.

—No voy a permitir que conduzcas en ese estado —

protesta ella—. Seré yo quien te lleve a trabajar.

Entro a mi habitación y cojo el móvil para llamar a Nathan.

—Hola, tío —responde—. ¿Qué pasa?

—¿Puedes irte en tu coche y recoger a Shaina por mí?

Mi madre se ha empeñado en llevarme a trabajar.

—Sin problema, ¿ella lo sabe?

—Estará esperando como siempre en la puerta, no es necesario avisarla. De todas formas, tienes
su teléfono, ¿o no?

—No lo sé, espera que lo mire.

—Da igual —suspiro—, te lo envío igualmente en un whatsapp.

Cuelgo y me visto lo más deprisa que puedo, pero decido no llevar corbata hoy porque no tengo
reuniones importantes y me niego a recurrir a Shaina para que me arregle el nudo si se deshace,
que es capaz de ahorcarme después de lo de ayer. Cuando mi madre me deja frente al edificio le
doy un beso en la mejilla y la observo hasta que su coche se pierde entre el tráfico. Shaina ya
está en su mesa cuando subo a nuestra planta y me sigue a la oficina para hablar de lo que
tenemos programado para hoy.
—¿Cómo está tu mano? —pregunta cuando terminamos de repasar la agenda.

—Bien, mi madre me la ha curado hace un rato.

—Entonces me marcho a trabajar. Llámame si necesitas algo.

—Shaina… —la llamo— Gracias por ayudarme con esto y perdóname si ayer me comporté
como un capullo.

—No hay de qué y disculpas aceptadas —responde con una sonrisa brillante—. Lo de anoche no
fue para tanto.

Media hora después entra Nathan en mi despacho para traerme unos documentos y silba al ver la
venda de mi mano.

—¿Dónde coño la has metido? —pregunta.

—Tuve un pequeño altercado en el evento del sábado.

—¿Algún gilipollas?

—Eso mismo. ¿Qué ocurre?

—Tienes que firmar estos documentos, pero veo que lo tienes difícil.

—Puedo hacerlo, imbécil —protesto arrebatándoselos

—. Te recuerdo que soy zurdo.

—Asegúrate de que la firma se parezca a la de siempre

—bromea.

—Te has propuesto morir, ¿verdad?

—No sé de lo que hablas. Y dime, ¿cómo fue la convención?

—Bastante bien. Tomé buenas ideas y las notas de Shaina fueron de gran ayuda. En cuanto
termine de redactar el informe te lo pasaré para que me des tu opinión.

—Recuerda que hoy entra a trabajar tu primo, tienes que verte con él aunque no quieras.

—No me lo recuerdes… Espero que no sea tan insoportable como su tía, aunque si lleva su
sangre no me extrañaría nada.

—Viniendo de esa familia puedes esperarte cualquier cosa. Te dejo, tengo una reunión en media
hora.

Asiento y paso el resto de la mañana enfrascado en el trabajo. Ni siquiera me doy cuenta de que
es la hora de comer de no ser porque Shaina aparece de nuevo con la comida.

—Deberías comer algo —dice poniendo un recipiente delante de mí—. Tienes que tomarte los
analgésicos.

—Gracias, ni siquiera me había dado cuenta de la hora.

Ella se sienta delante de mí y abre mi ensalada para ponerle el aliño y mezclarla.

—No soy un niño, ¿sabes? —digo divertido.

—Estás herido, no creo que sea fácil para ti abrir estos sobrecitos tan pequeños con una sola
mano.

—Tienes razón, lo siento.

—Todo el mundo está tratándote como a un inútil,

¿no?

—Algo así —sonrío avergonzado. Hoy he tenido que dejar que mi madre me lave la cabeza.

—Mientras no te haya tenido que lavar otra cosa…

Cuando era joven tuve un accidente de moto y me rompí el hombro. estuve cerca de dos meses
con el brazo inmovilizado… y era mi brazo bueno. Mi madre tuvo que lavarme durante todo ese
tiempo, jamás me he sentido más abochornada en mi vida.

—Por suerte yo soy zurdo —río—. Creo que voy a evitar tener que pasar por eso.

Comemos en relativo silencio. Ella no aparta su mirada del teléfono, parece estar jugando algún
juego, y yo aprovecho la oportunidad para disfrutar mirándola a conciencia. Sus

largas pestañas oscuras acariciando su mejilla, la forma de su boca mientras come, la línea de su
cuello, que se pierde en su camisa tentándome a descubrir toda su piel… Carraspeo cuando me
doy cuenta de que estoy empezando a ponerme duro y centro mi atención en mi plato. Cuando
terminamos, Shaina recoge los recipientes y los mete de nuevo en la bolsa de papel.

—Listo… —dice— Recuerda que tienes una visita en media hora.

—Sí… el sobrino de mi padre —suspiro.

—¿No te llevas bien con él?

—En realidad no le conozco, nunca hemos tenido ocasión de encontrarnos por eso de ser el
bastardo de la familia.

—Deja de decirte a ti mismo bastardo, ¿quieres? No estamos en la Edad Media y no soporto que
te llamen así.
Sonrío asintiendo. Definitivamente Shaina sabe cómo mejorar mi humor en unos minutos…

—Shaina… —la llamo.

—¿Sí?

—Ven a cenar conmigo esta noche.

Me doy cuenta de lo que puedo dar a entender con esas palabras cuando ella abre los ojos con
sorpresa.

—Es para compensarte por los dos almuerzos a los que me has invitado —me apresuro a decir
—. Me centro tanto en mi trabajo que no suelo darme cuenta de la hora de comer, por eso te
estoy invitando a la cena.

Ella sonríe al comprender y asiente.

—Está bien, nos vemos más tarde.

Media hora después me veo en la obligación de recibir a Nick, el sobrino de mi adorada


madrastra. Al final Nathan le ha dado el puesto de community manager, y realmente espero que
haga bien su trabajo, porque de lo contrario no tendré ningún problema en echarlo de la empresa.
Me sorprende ver a un joven de unos veinticuatro o veinticinco años delante de mí que no se
parece en nada a su odiosa tía. Es bastante delgado, con el pelo rubio y los ojos verdes, y una
enorme sonrisa dibujada en su cara.

—Tenía muchas ganas de conocerte, Keith —dice abrazándome—. Quiero darte las gracias por
darme la oportunidad de trabajar contigo, no te defraudaré.

—Quiero que sepas que si bien he aceptado contratarte porque mi padre ha insistido en ello no
voy a tener ningún reparo en despedirte si no haces bien tu trabajo —añado.

El muchacho agacha la cabeza con tristeza, lo que me llama la atención.

—Créeme que no estoy orgulloso de haber entrado aquí por recomendación de mis tíos —
protesto—, pero no he tenido otra opción.

—¿Mi padre te ha obligado? —pregunto, no me extrañaría nada que lo hiciera.

—Nada de eso, pero he tenido algunos problemas para encontrar trabajo desde que me gradué.

—¿Por qué? —pregunto extrañado mirando de nuevo su expediente académico— Tienes unas
notas muy buenas.

—Porque soy gay.

—¿Y qué tiene que ver tu orientación sexual con lo bien que desempeñes tu trabajo?

—Nada, pero al parecer hay quien aún piensa que sí.


He hecho más entrevistas de las que puedo recordar desde que salí de la universidad, primo, pero
en cuanto saben que soy gay aparece algún inconveniente para contratarme. Empezaba a
desesperarme.

—Aquí no juzgamos a la gente por a quién se llevan a la cama, sino por su desempeño laboral,
así que puedes estar tranquilo.

—Sé que habrá personas que se sentirán incómodas si descubren mi orientación sexual, así que
lo mantendré en secreto.

—No tienes por qué mantener nada en secreto, Nick. Si alguien tiene un problema contigo es
libre de renunciar. Lo único que debes tener en cuenta es que en esta empresa están prohibidas
las relaciones casuales entre empleados. No solo para ti, sino para todos.

—No tienes que preocuparte por eso, no voy a poner en riesgo mi puesto de trabajo por un
calentón. Contrario a lo que todo el mundo cree, tengo muy claras mis prioridades, y ahora
mismo la mía es mantener este trabajo.

—Muy bien, entonces no tengo nada más que decir más que bienvenido a la empresa. Una cosa
más… si alguien, quien sea, te hace sentir incómodo por ser gay ven a verme de inmediato. Me
ocuparé de dejarle claras algunas cosas.

—Te prometo que haré mi trabajo a la perfección, primo… no te daré motivos para echarme de
aquí.

—Ven a verme cuando termine la jornada, quiero saber qué tal te ha ido en tu primer día.

Mi primo asiente y le envío con Eva para que le presente al resto de sus compañeros. Me he
sentido extraño al escucharle llamarme primo, nunca nos habíamos visto hasta ahora y la verdad
es que no siento a la familia de mi padre como mía, pero Nick no se parece en nada a su odiosa
tía. Es más, ni siquiera sé por qué, pero en cuanto le he conocido he sentido la necesidad de
cuidarle. Tras pedirle un informe al director de marketing sobre el trabajo de mi primo vuelvo de
nuevo al trabajo.

Capítulo 8

A las ocho de la noche Nick entra a mi despacho y deja caer en una de las sillas frente a mi
escritorio con un suspiro.

Me sorprende la rapidez con la que ha cogido confianza conmigo, sobre todo porque solo hemos
hablado una vez.

Apago el ordenador y me cruzo de brazos mirándole con una sonrisa.

—¿Cansado? —pregunto.

—Un poco —reconoce—. Esto no tiene nada que ver con las prácticas que hice en la
universidad.
—¿Qué tal tu primer día?

—Mejor de lo que esperaba, mis compañeros me han aceptado bastante bien y ha sido divertido
trabajar con ellos.

—Te dije que no habría ningún problema con eso.

—Me alegro de hacer por fin algo útil con mi vida, empezaba a sentir que de verdad era un
bueno para nada.

—¿Quién mierda se ha atrevido a decirte que eres un bueno para nada? —pregunto, aunque creo
que sé la respuesta.

—Por dónde empiezo… mis padres, el tuyo, mi tía, nuestros tíos, mis abuelos… No eres la única
oveja negra de la familia, Keith.

—Así que tú también tienes que pasar por toda esa mierda…

—Sí, pero tú tienes la suerte de contar con tu familia materna, yo no tengo a nadie porque todos
en mi familia piensan igual.

Me quedo en silencio porque no tengo ni idea de cómo se debe sentir sin el apoyo de nadie.
Tiene razón, mi madre me ha dado todo el amor y apoyo que he necesitado y no sé cómo sería no
contar con ella para nada.

—Estoy harto de aguantarles, en serio —continúa—.

En cuanto tenga dinero suficiente pienso alquilar un piso y largarme de esta familia podrida que
tenemos. No lo soporto más.

—Ahora me tienes a mí, Nick —respondo sinceramente—. Si hay algo en lo que pueda ayudarte
no dudes en decírmelo.

—Ya me has ayudado bastante, esto puedo hacerlo por mi cuenta.

—No tendrías que seguir aguantándoles —insisto—.

Puedo hacerte un préstamo si quieres para…

—Te lo agradezco —interrumpe—, pero ahora que tengo trabajo no tengo que aguantarles tan a
menudo y no quiero deberte nada. No te ofendas, pero no quiero que el buen rollo que hay entre
nosotros se vea ensombrecido porque hay dinero de por medio.

—Acabamos de conocernos —río.

—Aun así siento que vamos a llevarnos muy bien.

—Como quieras. De todas formas puedes contar conmigo para lo que necesites.
—Te tomaré la palabra cuando tenga que mudarme, me harán falta un par de manos fuertes como
las tuyas.

—Eso está hecho.

—Quiero que sepas que yo no soy como ellos, Keith.

Ni tu madre ni tú tenéis la culpa de lo que hizo mi tío. Él era el que tenía un compromiso
anterior, no tu madre. Para mí eres parte de mi familia aunque no seamos realmente parientes.

—Gracias —susurro.

—No hay de qué —dice levantándose—. Voy a ir a cenar algo, me muero de hambre… ¿Quieres
venir conmigo?

—Gracias, pero ya tengo planes.

Su cara de tristeza me da cargo de conciencia, pero ya he quedado con Shaina y no voy a dejarla
privada.

—¿Te viene bien mañana? —le pregunto, porque realmente tengo ganas de conocerle mejor.

Tras dedicarme una sonrisa de oreja a oreja asiente y se marcha deseándome buenas noches.
Cojo mi chaqueta y salgo del despacho, encontrándome a Shaina recogiendo su mesa.

—¿Lista? —pregunto.

—Déjame que te cure la herida antes.

—Pasaremos primero por el hospital, mi madre se ha empeñado en que lo haga.

—De acuerdo. Por cierto, ha llegado esto —dice enseñándome unas bolsas del restaurante de al
lado.

—Es para mi madre, seguro que no ha comido nada y siempre engatuso a sus compañeras con
dulces —aclaro con un guiño.

Cuando aparco frente al hospital, salgo del coche y me vuelvo esperando que ella lo haga, pero
permanece en el sitio.

—¿No vas a venir? —pregunto.

—Te espero aquí —responde negando.

—¿Por qué?

—Porque no creo que tardes demasiado.

—A decir verdad… agradecería que vinieras conmigo.


—Me acerco a su ventanilla para susurrarle—. Verás… es que las compañeras de mi madre son
un poco… efusivas, y seguro que tu presencia me libraría de su acoso.

Ella ríe, pero accede a venir conmigo. Creía que al verla a ella se cohibirían, pero no… ha sido
peor el remedio que la enfermedad y estoy empezando a arrepentirme de haber insistido en que
me acompañe. No por mí, las conozco y sé cómo son, pero Shaina parece estar deseando que se
la trague la tierra.

—Guau… hoy el chico buenorro viene bien acompañado… —exclama Oly en cuanto me ve
llegar.

—¿Dónde está mi madre? —pregunto besándola en la mejilla.

—Está terminando una cura, ahora mismo viene —

responde ella mirando mi mano—. ¿Cómo has estado para hacerte eso, campeón?

—Ha sido un accidente.

—Vaya, vaya… —dice silbando otra enfermera— Pero si el soltero de oro ha sido cazado por
una preciosa muñequita…

Observo divertido cómo Shaina enrojece hasta la punta de las orejas.

—Es mi ayudante, Rose. No la incomodes, que aún no os conoce —respondo.

—¿Seguro que solo es tu ayudante? La miras con ojos de corderito… —añade otra compañera.

—¿Y te extraña? —pregunta Oly— Si es una monada la chica…

—Si seguís haciéndola sentir incómoda os quedáis sin pasteles… —amenazo levantando la bolsa
en el aire.

—No serás capaz, te recuerdo que te he visto en pañales —protesta la jefa de mi madre.

—Ponme a prueba…

—¡Keith Collins! ¿Te has atrevido a serme infiel?

Pongo los ojos en blanco al escuchar la voz de mi madre, que hace que Shaina de un respingo.
¿En serio va a seguirles el juego a sus compañeras? Ella suelta una carcajada y corre a
envolverme en un abrazo de osa.

—Hola mamá —susurro besándola—. Ella es Shaina Bennett, mi nueva ayudante.

—Es un placer conocerla, señora Collins —dice Shaina.

—No me llames así, querida. Mi nombre es Sarah.


Tenía muchas ganas de conocerte, mi hijo me ha hablado mucho de ti.

Veo cómo mi ayudante me mira de reojo con una sonrisa, pero me hago el despistado mientras
hablo con Oly.

—Vamos a curarte esa mano, ¿de acuerdo? —dice mi madre tirando de mi muñeca.

Entramos en una de las consultas y Shaina se sienta en una silla mientras mi madre me cura la
mano.

—Está bastante bien, si sigue así pronto podré quitarte los puntos —dice mi madre.

—Esas son las ventajas de tener enchufe en el hospital

—susurro a Shaina con un guiño.

—Espero que mi hijo no esté siendo muy duro contigo

—le dice mi madre—. A veces es un poco cascarrabias, pero no es malo.

—¡Mamá! —protesto— ¿Puedes no darme mala fama con mis empleados?

—Se está comportando, Sarah —bromea Shaina haciendo que levante una ceja—. Es un gran
jefe.

—¿Lo ves? —protesto— Ella piensa que soy un gran jefe.

—No te lo creas tanto, puede decirlo porque estás delante.

Mi madre termina de curarme y sustituye la venda que tenía por un apósito, lo que me da mucha
más movilidad.

—Listo —dice—. Ya podéis iros.

—Te he traído la cena —respondo sacando los envases de la bolsa.

—Mmm… Lomo a la pimienta, mi comida favorita.

¿Cómo sabías que estaba hambrienta?

—Porque te conozco y sabía que no ibas a comer por tu cuenta.

—Gracias, cariño —responde ella abrazándome con fuerza.

—No hay de qué. Y ahora me marcho, me queda otra mujer a la que alimentar.

—No me hagas quedar mal, Keith. Llévala a un restaurante bonito.

Cuando llegamos al restaurante hacemos el pedido y sirvo dos copas de vino mientras Shaina me
mira sonriendo.

—¿Qué? —pregunto sin apartar la vista de la copa.

—Es cierto que estás muy unido a tu madre.

—Siempre hemos sido solo ella y yo.

—Tienes suerte. Mi madre no es lo que se dice amorosa con sus hijas, mucho menos desde que
ninguna de las dos ha querido seguir sus pasos.

—¿A qué se dedica?

—Es abogada. Mi padre y ella tienen un bufete de abogados y siempre han soñado con que mi
hermana y yo nos hagamos cargo de él cuando ellos se jubilen, pero ninguna de las dos hemos
querido estudiar derecho.

—Es vuestra vida, no deberían intervenir.

—¿Y tú por qué trabajas en la empresa familiar?

—Porque es a lo que me dedicaba cuando mi padre vino a buscarme, solo que en otra empresa
—respondo encogiéndome de hombros—. Al principio me negué a aceptar, pero luego lo pensé
mejor. Es mi herencia, al fin y al cabo.

—Eso es cierto.

—Además, no sabes lo que disfruto amenazándole con volver a mi antiguo trabajo —confieso
riendo.

—¿Lo harías?

—Por supuesto. El sueldo de ese empleo es un poco menor pero aun así sigue siendo muy bueno,
y además tenía muchas menos preocupaciones que ahora.

Me quedo mirándola con una sonrisa. Joder… qué guapa es…

—Claro que en mi puesto anterior no tendría una ayudante tan eficiente como tú —bromeo.

—Eso es innegable, no existen dos como yo.

—Desde luego que no… pero siempre puedo llevarte conmigo si decido mandarlo todo a la
mierda e irme.

—¿Y quién dice que me iría contigo? —bromea.

—¿Te quedarías para trabajar con mi padre?

Su ceño fruncido al pensarlo me hace reír. Pasamos el resto de la velada hablando de infinidad de
cosas, y disfruto viéndola comerse un trozo de tarta de chocolate entre pequeños gemidos de
placer mientras me bebo mi café con leche. No puedo evitar imaginarla haciendo esos mismos
sonidos mientras recorro su piel con mis manos y mi boca, mientras me entierro en ella hasta el
fondo, y ahora el que gime soy yo.

—¿Estás bien? —pregunta mirándome con una ceja arqueada.

—Me he quemado con el café —miento intentando acomodar la erección que acaba de crecer en
mis pantalones

—, está demasiado caliente.

—Ten cuidado.

Cuidado debes tener tú conmigo… porque estoy al borde del precipicio, a punto de cruzar la
línea de no retorno para follarte hasta que me ruegues que pare de hacerlo.

Cuando terminamos de cenar llevo a Shaina en taxi a su casa, definitivamente esto de no ir al


trabajo en coche es una auténtica putada. Salgo del vehículo para acompañarla hasta el portal
porque no quiero que esté tan tarde sola por la calle, aunque sea experta en artes marciales y sea
capaz de defenderse sola… Mi madre me enseñó a ser un caballero.

—No era necesario que me acompañaras —protesta ella—. Sabes que sé cuidarme sola.

—No se trata de que puedas o no cuidarte, Shaina.

Suelo dejar sanas y salvas a mis citas en sus respectivas casas.

—Pero yo no soy una cita, soy tu ayudante.

—Has cenado conmigo, por lo tanto, eres mi cita de esta noche.

Ella sonríe y agacha la cabeza tímidamente, haciéndome desear aumentar su sonrojo con mis
besos. Sin pensar en lo más mínimo, la sujeto de la nuca y pego mis labios a los de ella. El sabor
dulce de su boca arrasa todos mis sentidos. Menta y chocolate, mi favorito. Al principio ella
queda en shock, pero pronto me devuelve el beso, tímidamente al principio, tanteando mi lengua
con la suya hasta que logra hacerme soltar un gemido. Siento sus manos enredarse en mi

cuello y entierra los dedos en mi pelo, lanzando descargas eléctricas por mi espalda que terminan
poniéndome duro como una piedra. Atrapo su cintura con mis manos y la pego a mi cuerpo,
seguro de que puede notar la erección que está creciendo en mis pantalones.

Ni siquiera sé cuándo termino perdiendo la cordura, solo sé que estoy ahogándome en ella,
bebiéndome sus gemidos cada vez que nuestras lenguas se encuentran, saboreando esos carnosos
labios que me vuelven completamente loco. Cuando sus dedos se enredan en mi pelo siento que
voy a perder cualquier atisbo de raciocinio que me queda y me separo lentamente de ella. Puedo
ver sus ojos velados por el deseo, sus labios hinchados y rojos, su respiración agitada, y aunque
lo que realmente quiero es echármela al hombro para llevármela a casa y follármela me separo
un paso de ella.

—Será mejor que me vaya —susurro.

Ella asiente y da otro paso atrás con la mirada gacha.

Sé que ahora mismo su mente es un auténtico lío, ni siquiera hemos hablado de la primera vez
que la besé y he vuelto a hacerlo, pero debo aclarar mis emociones y pensar en las opciones que
tengo a partir de ahora, porque esta noche me ha quedado claro que después de haber probado su
sabor no voy a ser capaz de mantenerme alejado de ella.

—Te recojo mañana a la hora de siempre —continúo con un carraspeo—. Buenas noches.

—Buenas noches —susurra ella.

Veo cómo se da la vuelta y entra en el portal a toda prisa antes de volver al taxi para marcharme
a casa. En cuanto

cierro la puerta a mis espaldas me voy desnudando de camino a la ducha, necesito que el agua
fría aclare mis ideas. Pero es imposible arrancarme sus besos de la cabeza ahora que los he
probado de nuevo. Recuerdo perfectamente el sabor de su boca, la suavidad de sus labios y el
tacto de sus manos sobre mi nuca. Recuerdo perfectamente la presión de su cuerpo sobre mi
polla, el roce de sus pechos contra el mío y las malditas ganas que tengo de follármela desde que
la probé.

—Concéntrate, gilipollas —me susurro a mí mismo—.

La idea era olvidarte de lo que ha pasado, no fantasear con ella.

Antes de que las palabras salgan de mi boca tengo la mano rodeando mi verga y el pulgar
acariciando la viscosidad que ya sale de la punta. Con un suspiro cierro los ojos y me apoyo
contra la pared. Ya no hay vuelta atrás, el cuerpo desnudo de mi ayudante aparece ante mis ojos,
su boca rodeando mi polla junto a su mano, y sus ojos fijos en los míos me miran con picardía.

—¡Oh, joder, nena! —exclamo en un gemido.

Mi mano empieza a moverse cada vez más deprisa, apretando mi falo mientras paso mi otra
mano sobre la piel de mi estómago, subiendo hasta alcanzar una de mis tetillas. La imagen de
Shaina con el culo en pompa delante de mí, con sus manos sujetas por una de las mías en la parte
baja de su espalda mientras me clavo en ella hasta el fondo, arranca otro gemido de mis labios
entreabiertos. Casi puedo escucharla suplicándome que le dé más fuerte, intentando sin éxito
empujar su precioso culo hacia atrás para sentir mi polla más profundo. Sigo masajeando mi
polla, cada vez más deprisa,

cara vez más apretado. Los gemidos llenan el pequeño cubículo, el calor de mi piel contrasta con
el frío del agua de la ducha, y aprieto el culo cuando siento el orgasmo subir por mi espalda.
Abro los ojos entre jadeos para ver mi semen sobre el cristal de la mampara y sonrío sin poder
evitarlo.
—Estás jodido, Keith —me digo a mí mismo entre jadeos—. Estás pero que muy jodido.

Me enjabono rápidamente para quitar los restos de sudor de mi cuerpo y me lío la toalla a la
cintura. En cuanto me visto me tiro en el sofá y marco el número de mi mejor amigo y dolor de
cabeza.

—¿Qué pasa, tío? —pregunta.

—La he besado —reconozco—. Dos veces.

—¿Puedo decir ya que te lo dije?

—Cállate —respondo riendo.

—¿Vas a hacer algo más?

—No lo sé. Acabo de masturbarme pensando en tener su boca sobre mi polla, Nat. Ahora no voy
a poder mirarla sin desearla, pero…

—Tienes un problema, tío. ¿Por qué te niegas a tenerla si es evidente que la deseas?

—No quiero que, si sale mal, ella termine sin trabajo.

—Ese es un riesgo que deberá ser ella quien elija o no tomar, no tú. No pienses por ella.

—No pienso por ella, pienso por mí —miento—. Es la mejor ayudante que podría tener.

—Pues tienes que elegir, Keith. O te quedas con la ayudante o te quedas con la chica. ¿Nunca te
han dicho que no se puede tener todo en esta vida?

—Precisamente yo sé cuán verdad son esas palabras —

protesto.

—Entonces deja de pensar con el cerebro de mosquito que Dios te ha dado y empieza a pensar
con el corazón… o en su defecto con la polla, que viene a ser lo mismo. ¿La quieres?

Quédatela. Es así de simple.

—Pero si no sale bien…

—Joder, Keith… ¿Qué clase de persona empieza una relación pensando en que no va a salir
bien? Tienes un grave problema, tío… en serio.

Suspiro porque mi amigo tiene razón. La relaciones no se empiezan por el final, sino por el
principio. Pero la cuestión es que soy algo especial en cuanto a relaciones se refiere, y no todo el
mundo es capaz de soportar mis exigencias. No puedo pensar en una relación sin tener en cuenta
los pros y los contras, no puedo liarme la manta a la cabeza como él hace siempre.
—Ok, te dejo, que voy a acostarme —digo al fin—.

Nos vemos mañana.

—Vale, tío. Pero piensa en lo que te he dicho.

—No creo que pueda hacer otra cosa.

Cuelgo el teléfono y me tumbo en mi cama, pero el sueño esta noche tarda demasiado en llegar.
Y cuando lo hace, viene acompañado de unos ojos color avellana y unos preciosos labios
rosados.

Capítulo 9

Ir a la oficina a la mañana siguiente es jodidamente difícil. No tengo ni puta idea de cómo voy a
mirar a Shaina a la cara sin desearla, no sé cómo voy a ser capaz de mantener la polla dentro de
los pantalones cuando estemos a solas en mi despacho. Después de pensar toda la noche en las
palabras de mi amigo sigo como si nada, las dudas sobre si embarcarme o no en una relación en
el trabajo siguen llenando mi cabeza.

Porque yo no soy hombre de polvos de una noche, el día que me acosté con Kimberly fue la
excepción a la regla.

Suspiro aliviado al ver a Shaina esperándome como siempre junto a la acera. Cuando entra en el
coche, y tras un

“buenos días” dicho en apenas un susurro, mi ayudante centra su atención en abrocharse el


cinturón de seguridad y repasar sus notas en la agenda.

—¿Has dormido bien? —pregunto. Si ella no va a sacar el tema del beso no seré yo quien lo
haga.

—Muy bien —dice mirándome al fin con una sonrisa que no llega a sus ojos—. Hoy tienes la
comida benéfica de biodiversidad marina.

—Tenemos, tú vendrás conmigo.

—No voy vestida para la ocasión —dice señalando los pantalones y la camiseta que lleva puesta.

—Eso no es problema.

En cuanto recojo a Nathan pongo rumbo a la primera boutique que me sale en el navegador.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles? —nos dice la dependienta con una agradable sonrisa.

—Necesitamos un vestido de cóctel discreto —

informo.
—Si me acompañan, podremos elegir el que más se ajuste a sus gustos.

Le hago una señal a Shaina para que siga a la mujer.

Ella me mira sin comprender, así que sonrío mientras me siento en uno de los sofás con mi
amigo.

—Vamos, elige el que más te guste —ordeno—. No te fijes en el precio.

—Pero…

—Vamos, Shaina —la interrumpo—, no tenemos todo el día.

Cuando mi ayudante se aleja de nosotros Nathan por fin abre la boca que permanece cerrada
desde que se montó en el coche.

—¿Significa esto que has tomado en cuenta mis consejos, jefe? —pegunta.

—Tenemos una comida benéfica y no tiene ropa adecuada, es todo.

—Pero vas a pagar por ella.

—Por supuesto, no la habría traído aquí de no ser así.

—¿Y crees en serio que ella va a aceptar como si nada?

—Debería. Un vestido aquí cuesta todo un mes de su salario.

—Por lo poco que la conozco puedo deducir que es muy orgullosa.

—Y yo soy muy insistente. Además, siempre que se pone cabezota con decirle que a Eva
también le hago regalos se soluciona el asunto.

—Si Eva se entera de que mientes te obligará a hacer tus palabras realidad —ríe mi amigo—. Ya
sabes lo que le gusta a esa mujer la ropa de marca.

—Es un riesgo que estoy dispuesto a correr.

Llevo conociendo a Eva tanto tiempo que sé perfectamente la clase de persona que es. Su marido
y yo somos amigos, así que he pasado mucho tiempo en su compañía antes de entrar a trabajar en
Symon Corp. Después de lo que parece una eternidad mi ayudante vuelve con un vestido de gasa
azul envuelto en una funda de plástico.

Aunque no puedo opinar hasta que se lo vea puesto sé que Shaina tiene buen gusto a la hora de
vestir, así que no me preocupa el tipo de vestido que haya podido elegir.

—¿No vas a enseñarnos como te queda? —bromea Nathan.

—En tus sueños —responde ella con una sonrisa.


—¿Te lo has probado? —pregunto, a lo que asiente—

Debes escoger unos zapatos y un bolso, entonces.

—En casa tengo…

—Por favor, ¿puede enseñarnos zapatos que combinen con el vestido? —le pregunto a la
dependienta sin hacerle caso a lo que está diciendo Shaina— Y también un bolso.

—Keith… —advierte.

—No tenemos tiempo de volver a tu casa, Shaina —

respondo encogiéndome de hombros—. Tenemos mucho que hacer antes de la cena y lo sabes
perfectamente.

—Tienes salidas para todo, ¿verdad? —protesta ella cruzándose de brazos.

—Para absolutamente todo, así que no sigas perdiendo tu tiempo en discutir conmigo.

—Me lo paso bomba viendo vuestros concursos de quién es más cabezota —ríe Nathan—. Solo
me hace falta un paquete de palomitas.

—Tu amigos es definitivamente más cabezota que cualquiera —protesta mi ayudante siguiendo a
la dependienta.

—Ya la has enfadado —protesto.

—¿Yo? Eres tú quien la ha cabreado, no me eches ahora la culpa.

Después de elegir los complementos volvemos al coche. Shaina está enfadada, puedo notarlo en
su postura rígida, en sus labios apretados y en sus brazos cruzados, pero en vez de preocuparme
sonrío. En cuanto llegamos a la oficina ella cuelga la ropa en el perchero de mi despacho (se
cambiará en mi cuarto de baño) y se dirige a su mesa sin tan siquiera mirarme para encender su
ordenador. No pasa ni un cuarto de hora antes de que entre en mi despacho y se detenga frente a
mí con los brazos cruzados y un puchero en esos preciosos labios rosados.

—¿Qué ocurre? —pregunto sin despegar la mirada del ordenador.

—No vuelvas a hacerlo.

—¿Que no vuelva a hacer qué?

—No vuelvas a pagar por mí.

Suspiro y aparto el teclado para apoyar los codos sobre la mesa. Sabía que no iba a poder
soportar callarse al respecto, esta chica tiene demasiado carácter para hacerlo.

—Yo elegí la tienda, por tanto, debo ser yo quien pague —respondo.
—Tengo mi propio dinero, Keith. Podía pagarlo perfectamente.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Que me has hecho sentirme inferior.

Me quedo mirándola con asombro. ¿Cómo en este jodido mundo un simple regalo puede hacer a
alguien sentirse inferior?

—¿Inferior? —protesto— ¿En serio?

Me levanto y me acerco a ella, que empieza a dar pasos hacia atrás hasta terminar pegada a la
pared. Apoyo el antebrazo sobre su cabeza y levanto su barbilla con mi mano libre para mirarla a
los ojos.

—Soy el hijo bastardo del dueño de esta empresa —

empiezo a decir—. Aunque tuvo la decencia de pasarle una buena manutención a mi madre
mientras fui menor de edad, ella decidió guardar ese dinero para pagar mis estudios y trabajó
duramente para que ambos pudiéramos llegar a fin de mes sin problema.

Su respiración se acelera y sus pupilas se dilatan. Está excitada, puedo notarlo, y mis labios
hormiguean por las ganas que tengo de besarla, pero aun así continúo.

—Aunque has visto que ahora ella es enfermera ha hecho todo tipo de trabajos para mantenerme
—continúo—, desde limpiar habitaciones de hotel hasta trabajar durante horas en un bar de
carretera. No he pasado faltas, pero tampoco he tenido privilegios. Cuando empecé a trabajar
hace cuatro años, lo primero que hice con mi dinero fue pagarle a mi madre la carrera que no
pudo cursar por quedarse embarazada de mí. El único lujo que me he dado a mí mismo ha sido el
deportivo en el que venimos a trabajar todas las mañanas, el ático en el que vivo vino con la
responsabilidad de este trabajo.

Acaricio su barbilla con mis dedos y un suspiro escapa de sus labios entreabiertos.

—Cuando decidí entrar a trabajar en esta empresa con mi padre tuve que aguantar que los demás
inversores me despreciaran porque todos ellos querían a sus hijos legítimos en el puesto mientras
yo era un bastardo. Han menospreciado mi trabajo, me han humillado en reuniones más veces de
las que he podido contar y hasta que no he conseguido un contrato tras el que ellos llevan una
década no he sido considerado como un buen presidente.

—Lo siento mucho, Keith.

—No lo sientas, no me afecta en absoluto. Si te lo estoy contando es para que sepas que sé
perfectamente lo que es sentirse inferior a otro, y jamás se me ocurriría hacerte sentir de esa
manera. Si te molesta que te haya regalado el

vestido tómalo como un regalo de la empresa, no mío, y asunto arreglado. Pero no vuelvas a
decir nunca que te has sentido inferior, Shaina, porque tú y yo somos exactamente iguales.
Sin más, uno mis labios a los suyos. En cuanto mi lengua traspasa la barrera de sus dientes su
lengua le sale al encuentro acompañada de pequeños gemiditos que me están volviendo loco.
Ella se agarra a la tela de mi camisa mientras la pego a mi cintura, saboreando cada rincón de su
cálida boca, recorriendo con mi mano libre la suave piel de su espalda por debajo de la camiseta
hasta encontrarme con el cierre de su sujetador. Sería tan fácil hacerlo saltar para poder saborear
sus tetas con la lengua… En vez de hacerlo la suelto y me separo unos pasos de ella, rompiendo
el beso.

—No vuelvas a besarme —protesta ella sin demasiada convicción.

—¿Por qué? ¿Tienes novio?

—No.

—¿Marido?

—Es evidente que no.

—¿Eres lesbiana entonces?

—¿Qué? ¡No!

—¿Entonces por qué no debería besarte?

—Porque eres mi jefe, por eso.

Respiro hondo intentando calmarme, porque me están dando unas ganas locas de llevarla a mi
apartamento y follármela hasta que me ruegue que pare. Soy un hipócrita, lo

sé, porque hasta hace un momento yo pensaba exactamente lo mismo, irónicamente me fastidia
muchísimo escucharla decir eso.

—¿Qué tiene de malo que sea tu jefe? —protesto.

—No quiero que esto interfiera en mi trabajo.

—Es un maldito beso, nada más.

—No es un maldito beso, Keith… este es el tercero.

—Así que llevas la cuenta… —bromeo.

—Déjate de bromas, no vuelvas a hacerlo y punto.

—Que te bese no interferirá nunca en tu trabajo, puedes estar tranquila con ello.

—Perfecto.

Me acerco de nuevo a solo unos centímetros de su oído.


—Pero no pienso dejar de besarte si es eso lo que quiero —susurro.

Vuelvo a unir mis labios a los suyos, esta vez en un leve roce que dura apenas unos segundos,
pero es suficiente para que ella quede aturdida de nuevo.

—Ve a trabajar —ordeno con voz suave—, no tenemos demasiado tiempo antes de irnos a la
comida y necesito los informes en los que estás trabajando.

Veo cómo se dirige a la puerta hipnotizado por el movimiento de su culo enfundado en


pantalones de lino. Paso el resto de la mañana cabreado conmigo mismo. ¿Dónde ha quedado mi
determinación para permanecer apartado de ella?

Si antes la veo antes mando mis palabras a la mierda… Nathan entra en mi despacho para hablar
de algo, pero se detiene en cuanto ve mi cara.

—¿Se puede saber qué demonios te pasa ahora? —

protesta—. Hace un rato estabas perfectamente.

—¡Ella! ¡Ella me pasa! —Empiezo a moverme como un león enjaulado de un lado a otro de la
habitación.

—¿Quieres calmarte?

—¿Calmarme? ¡Soy un gilipollas! Shaina me pide que no la bese, ¿y qué coño hago yo? Volver
a hacerlo.

—Espera… ¿Te ha dicho que no la beses? —pregunta riendo.

—Eso me ha dicho. Y yo, que soy imbécil, en vez de hacer lo que me pide, que es lo que yo
mismo llevo pensando durante mucho tiempo, me lo he tomado como un reto personal.

—El que decía que no iba a intentar nada con ella…

—¿Te parece gracioso, cabrón?

—Muchísimo. Me encanta ver que has dado con la horma de tu zapato.

—No me jodas, Nat… no se va a volver a repetir.

—Lo dudo mucho. No podrás resistirte.

—Tengo mucha fuerza de voluntad —insisto.

—Que no va a servirte de nada, ¿Y sabes por qué?

—¿Por qué, listo?

—Porque al macho alfa que hay dentro de ti no le ha gustado ni un pelo que la otra parte
implicada no esté deseando tenerte entre sus piernas.

—¿Macho alfa? ¿En serio?

—Es una metáfora, no te lo tomes al pie de la letra.

—Estoy haciendo el gilipollas, ¿no? —pregunto con un suspiro.

—Lo has dicho tú, no yo… pero sí.

—No sé qué me pasa con ella, Nat… esa mujer me trae de puta cabeza.

—Tienes dos opciones: o te olvidas de ella y continuas como si nada hubiera pasado o intentas
liarte con ella y te atienes a las consecuencias. En el primer caso sufrirás un dolor de huevos
increíble y en el segundo te arriesgas a tener que cambiar de ayudante. Tú eliges.

Mi amigo se marcha dejándome con ese dilema en mente. La segunda opción no es nada
sencilla: si la elijo quiere decir que voy a tener una relación con Shaina, con todo lo que ello
implica, porque no voy a poner en peligro su puesto de trabajo por un calentón que puedo
desahogar con cualquiera.

Incluso puedo volver a llamar a Kimberly, la chica de la última vez, si la cosa se complica.

Poco antes del almuerzo Shaina entra en mi despacho para coger la ropa y dirigirse corriendo al
cuarto de baño.

Estoy acomodándome la corbata cuando la veo salir de él, y su aspecto me deja sin respiración.
Lleva el pelo recogido a un lado dejando parte de su cuello al descubierto, y los pendientes

que lleva de brillantes conjuntan perfectamente con su atuendo.

—Voy a ser el hombre más envidiado de la fiesta —

digo sin apartar mi mirada de ella.

—¿Eso te funciona con todas tus conquistas? —

pregunta ella elevando los ojos al cielo.

—No suelo decirles cosas que no sean verdad, así que puede decirse que sí.

—Lástima que yo solo sea tu ayudante.

—Eso podría cambiar cuando quisieras.

—Sigue soñando, campeón.

—Dicen que soñar es gratis…


Shaina sonríe negando con la cabeza y endereza el nudo de mi corbata como si hubiera estado
haciéndolo toda la vida, así que no puedo evitar tomarla de la cintura para acercarla más a mi
cuerpo y besarla, pero ella me lo impide interponiendo su mano entre nuestros labios.

—No pienso dejarte hacerlo otra vez —protesta.

—Mientras tú lo desees tanto como yo voy a seguir intentándolo.

—¿Y quién dice que yo lo deseo?

—Tu cuerpo… ¿qué si no?

—No voy a caer en tu juego.

—¿Quién dice que estoy jugando?

—No voy a caer ni aunque seas serio en ello.

—Lástima, podríamos pasarlo realmente bien.

—Déjate de tonterías. Sé que lo haces para hacerme sentir incómoda.

—Acabo de decirte que no estoy jugando Shaina… Ya no.

—Debemos irnos o llegaremos tarde —me regaña cambiando de tema.

Asiento y tras coger mi chaqueta nos ponemos rumbo a la universidad de ciencias, donde se
llevará a cabo la comida benéfica.

Capítulo 10

Los alumnos de la universidad han hecho un trabajo excelente en la decoración de la cancha de


baloncesto, donde se está celebrando la comida benéfica. Los fondos recaudados irán a parar a
una ONG que se encarga de eliminar los plásticos de los océanos, otra de las muchas cosas en las
que pienso gastar productivamente el dinero de mi acaudalado padre. Sé que cuando se entere de
esta nueva aventura pondrá el grito en el cielo, pero es culpa suya por haberme puesto a cargo de
su empresa y, por tanto, de los millones de dólares que esta genera anualmente.

Mientras transcurre la comida, en la pantalla principal se reproduce un vídeo sobre la fauna y


flora marina, y en los postres el embajador de la organización da una charla sobre cómo el
plástico y los vertidos afectan a nuestros océanos.

Observo a Shaina atentamente mientras comemos, que habla amablemente con la señora mayor
que está a su derecha como si fueran conocidas de toda la vida, aunque sé que acaban de
conocerse.

—Shaina, cielo… ¿De verdad eres tú?

Me vuelvo para encontrarme con un tío que mira a mi ayudante con una sonrisa de oreja a oreja.
Ella le devuelve la sonrisa, aunque realmente no llega a sus ojos, y se levanta para acercarse a él.
Aprieto la mandíbula cuando el sujeto en cuestión la aprieta entre sus brazos más de lo
correctamente necesario y le da un beso en la mejilla en el que se recrea demasiado.

—¿Qué haces tú aquí, cielo? —pregunta el hombre.

—He venido a acompañar a mi jefe. —Shaina se vuelve de nuevo hacia mí—. Keith, te presento
a Erick Campbell, un amigo.

Acepto la mano que el tipo me tiende y centro mi atención en la copa de vino que tengo entre los
dedos, pero sin dejar de escuchar su conversación.

—Te he echado mucho de menos, cielo —susurra el tal Erick colocando un mechón de pelo que
ha escapado del peinado de mi ayudante—. ¿Por qué no me has llamado ni una sola vez?

—Estoy demasiado ocupada con mi trabajo, Erick. No tengo tiempo para prestarte atención.

—Tu jefe es demasiado acaparador, debería dejarte más tiempo libre. —Aprieto los puños, pero
no digo nada.

—¿Y quién dice que es mi jefe quien me acapara? —

responde Shaina dibujando una leve sonrisa en mis labios—

Tal vez simplemente me guste mi trabajo.

—Ok, ok… Pero tienes que sacar un poco de tiempo para mí. Tal vez deberíamos recordar… los
viejos tiempos.

El tono ronroneante de su voz me dice claramente qué viejos tiempos quiere recordar: aquellos
en los que mi ayudante compartía su cama. Una rabia incontrolable sube por mi espalda al
imaginarla con este gilipollas.

—Los viejos tiempos no son más que eso, Erick —

responde ella—. Deberías superarlo de una vez.

—¿Y si te digo que no quiero hacerlo?

—No merece la pena que sigas pensando en algo que no volverá a ocurrir.

—¿Acaso ya tienes a alguien en tu vida?

—Eso es algo que no te concierne, Erick. Tengamos la fiesta en paz.

—De acuerdo, pero con una condición…

—¿Cuál?
—Que luego bailes conmigo.

Hasta aquí ha llegado mi paciencia por esta noche. No soporto a los imbéciles que no son
capaces de captar las indirectas, y eso que Shaina está siendo bastante directa con este tipo.

—Shaina,

acompáñame

—interrumpo

cortante

mientras me levanto de mi asiento.

—Debo irme, Erick… nos vemos luego.

El aludido asiente con un puchero e intenta besarla en los labios, pero ella gira la cabeza a tiempo
y termina por dejarlo en su mejilla, aunque demasiado cerca de sus labios para mi gusto. Me
alejo con paso decidido hasta donde se encuentran los cuartos de baño. Puedo escuchar los pasos
rápidos de mi acompañante a mi espalda, y cuando me detengo en seco ella termina por chocar
contra mi espalda.

—Keith, ¿qué es lo que…

No la dejo terminar. La aprisiono contra la pared y del golpe todo el aire escapa de sus pulmones.

—Te has acostado con ese tío, ¿verdad? —pregunto con los dientes apretados.

—¿Me puedes decir a qué viene esto? Suéltame, me estás haciendo daño.

Aflojo mi agarre, pero no la suelto. El ataque de celos que siento ahora mismo me impide pensar
con claridad.

—Es evidente que él quiere repetir, Shaina, respóndeme —insisto.

—¿Por qué tendría que responderte? —inquiere ella levantando la barbilla— No tengo que darte
explicaciones de lo que hago con mi vida privada. Eres mi jefe, no mi dueño.

—¿En serio?

La sujeto de la muñeca y tiro de ella hacia el cuarto de baño de discapacitados, del cual echo el
cerrojo. A la mierda lo que está bien, lo que es correcto y mi deber como jefe, Shaina tiene que
ser mía. Atrapo su boca sin pensarlo, hundiendo la lengua entre sus labios carnosos para
encontrarme con la suya a medio camino. Sus manos se enredan en mi nuca arañando la piel y
sus pechos se oprimen contra mi pecho en un intento de estar aún más cerca. En dos zancadas la
tengo contra el lavabo, mis dedos suben por su pierna hasta hacerme gemir encontrando el encaje
de su media, y siguen subiendo para alcanzar el pequeño triángulo de encaje que cubre su
delicioso y depilado sexo. En cuanto siente el contacto Shaina arquea las caderas con un gemido,
y aparto la tela lo suficiente para poder hundir los dedos entre sus pliegues y descubrir, con
satisfacción, que ya empieza a estar húmeda.

Hundo un dedo en su estrecho interior para mojarlo y empiezo a hacer círculos alrededor de su
clítoris, rozándolo apenas, y de su boca escapan gemidos que me bebo con cada

beso, con cada caricia de mi lengua a la suya. Dios… tengo la polla tan dura que el mínimo roce
de los bóxers me hace jadear. Me pongo de rodillas y subo las manos por sus piernas mirándola
con una sonrisa, y aparto sus bragas para poder hundir la lengua en su estrecho canal. Shaina se
muerde el dorso de la mano para no gritar y su mirada se desvía constantemente hacia la puerta
cerrada.

—Nadie va a entrar —susurro volviendo a lamerla—.

He echado el cerrojo.

Su sabor me vuelve loco, hundo la lengua en el pequeño agujero imitando lo que en breve va a
hacer mi polla, que tengo que apretar con la palma de la mano para no correrme por el simple
hecho de saborearla. Sus dedos se enredan en mi pelo y sus caderas se acercan a mi rostro para
que las caricias sean más profundas.

—¡Oh, joder, Keith! —gime apretando mi cabeza contra su dulce coñito.

Río quedamente y subo la lengua por sus labios hinchados hasta encontrar el pequeño botón, que
atrapo entre los dientes haciéndola jadear. Chupo y muerdo su clítoris disfrutando de los gemidos
que salen de su boca. Está a punto de correrse, puedo sentirlo en las convulsiones de sus muslos,
pero me separo de ella para volver a ponerme de pie.

—No vas a correrte hasta que yo esté dentro de ti —

ordeno.

—¿Entonces a qué esperas? —protesta ella.

La sujeto de la cintura para pegar sus caderas a las mías y me muerdo el labio cuando siento mi
polla rozarse

contra su estómago. Necesito follármela, necesito enterrarme en ella de una puta vez si no quiero
terminar con las pelotas moradas. Busco en mi cartera y suspiro con alivio cuando encuentro
dentro un condón. Desabrocho la cremallera de mis pantalones para dejar mi verga libre, me lo
coloco rápidamente y levanto a Shaina en peso para sentarla sobre el frío mármol.

Aparto del todo el encaje de sus bragas y me clavo en ella hasta el fondo, pero el gesto de dolor
de su rostro me detiene en seco.

—Mierda, Shaina… ¿Eres virgen? —pregunto.

Ella asiente con una mueca y me maldigo por haberme comportado como un cavernícola. Pero
joder… ¿A qué mierda se refería el tipo ese cuando ha dicho que quería recordar los viejos
tiempos si no? Aprieto la mandíbula para controlarme, porque ahora mismo ni el mismo Dios
que bajara a detenerme podría impedir que terminara lo que he empezado. Vuelvo a atrapar su
boca con la mía, esta vez siendo mucho más suave, y entierro la mano entre nuestros cuerpos
para acariciar su clítoris y lograr que se relaje un poco hasta que pase el dolor.

Maldita sea… He sido un puto animal.

—¿Por qué no me lo has dicho? —pregunto.

—No creí que fuera relevante.

—Que no creíste… Mierda, Shaina… ¿Te duele mucho?

—Ahora ya no.

—Voy a empezar a moverme, nena… avísame si te hago daño, ¿de acuerdo? —susurro.

Empiezo a salir lentamente de ella y suspiro aliviado cuando lo que sale de sus labios es un
gemido de placer y no de dolor. Su estrechez es una tortura para mi polla, que se mueve dentro y
fuera de ella cada vez con más rapidez. Miro hipnotizado sus ojos cerrados, sus labios abiertos y
el sonrojo que cubre sus mejillas. Con la mano con la que me estoy apoyando en la pared le
vuelvo el rostro hacia el mío y le doy un beso con fuerza.

—Abre los ojos, nena… —ordeno— quiero que me mires cuando te corras.

Ella obedece y deja escapar un gemido que atrapo entre mis labios. Me follo su boca con la
lengua, hundiéndola profundamente en su cálida cavidad, acariciando la suya, y mi polla bombea
dentro de su dulce coñito como si mi vida dependiera de ello. Dios… su vagina me estruja tanto
que voy a perder la cabeza… pero sigo moviéndome lentamente aunque me deje la vida en ello,
porque no quiero hacerle más daño del que ya le he hecho. Siento sus músculos internos
convulsionarse y ella abre los ojos y se sujeta de mi cuello para mirarme a los míos.

—Muy bien, pequeña… —susurro— Córrete para mí.

Como si mis palabras tuvieran algún tipo de efecto en ella, Shaina arquea la espalda hacia atrás
recorrida por su orgasmo y se deja caer sobre mi hombro con un suspiro. Sigo bombeando dentro
de ella cada vez más rápido hasta que siento un latigazo de placer cruzarme la espalda y me corro
también. Cuando logro recuperar el aliento dejo con cuidado a Shaina en el suelo, saco un
pañuelo de mi chaqueta y limpio los restos de sangre que pueda haber en sus muslos. Le coloco

la ropa con cuidado, me deshago del condón y lo tiro a la papelera que hay debajo del lavabo.

—¿Estás bien? —susurro.

Ella asiente, pero es evidente que está algo aturdida aún por lo que acaba de pasar. Se aparta de
mí, pasa las manos por la falda para intentar quitar las arrugas inútilmente e intenta alejarse de
mí, pero la atrapo justo a tiempo y la pego a mi cuerpo. Ella suspira, se deja caer contra mí y
cierra los ojos con una sonrisa.

—Lo siento —reconozco.

Ella se tensa entre mis brazos malinterpretando mis palabras, así que la cojo de la barbilla para
que me mire a los ojos. Me maldigo cuando veo el dolor en los suyos, pero la beso con suavidad
en los labios antes de aclarar lo que he dicho.

—Siento haber dado las cosas por hecho —digo—, no lo que acaba de pasar entre nosotros.

—Bien, porque yo tampoco me arrepiento, aunque no se volverá a repetir.

—Ya hablaremos de eso mañana, ahora deberíamos volver a la fiesta. ¿Crees que puedas
hacerlo?

—Mi maquillaje está hecho un desastre —protesta.

—Eso tiene fácil arreglo.

Mojo una toallita de papel en un poco de agua y me concentro en pasarla por el rostro de mi
ayudante. Por suerte ella suele utilizar un maquillaje bastante liviano, por lo que no me cuesta
mucho trabajo dejarla perfectamente desmaquillada.

—Listo —susurro—. Eres igual de guapa sin maquillaje, nadie se dará cuenta de que no lo
llevas.

—Gracias.

—¿Puedes andar? —pregunto mordiéndome el labio—

He sido demasiado brusco y…

—Keith, puedo andar —me interrumpe acercándose a la puerta—. Y para que lo sepas… ha sido
un polvo de primera.

Me quedo en el cuarto de baño unos minutos para darle a ella su espacio y aprovecho para llamar
a mi amigo y contarle lo que ha pasado, porque ahora mismo estoy hecho un auténtico lío.

—¿A qué se debe el honor, jefe? —pregunta— Tenía entendido que estabas divirtiéndote en una
comida benéfica.

—Acabo de cometer la mayor cagada que he cometido en toda mi vida —respondo pasándome
la mano por la cara.

—No me digas que has insultado a algún pez gordo que pueda mandar a la mierda nuestra
empresa.

—¡No, hombre, no! ¿Es que crees que soy gilipollas?


—Esa sería la mayor cagada de tu vida.

—Acabo de tirarme a Shaina en el cuarto de baño de discapacitados de la universidad —


confieso, dejándole con la boca abierta.

—Espera… ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi mejor amigo?

—Eso quisiera saber yo… y encima ella era virgen.

—¿Virgen? —pregunta Nathan sorprendido— ¿Shaina es virgen?

—Lo era hasta hace un cuarto de hora.

—Mierda, Keith…

Mi amigo sabe que a mí no me va el sexo vainilla.

Nunca me ha gustado, a decir verdad. Tampoco es que me guste el BDSM, pero sí disfruto
teniendo el control y follando duro.

—No he sido demasiado bestia —reconozco—, no era el momento ni el lugar, pero…

—Pero, ¿qué?

—Que me siento como un desgraciado.

—A ver, tío… tampoco es para tanto.

—La he desvirgado a lo bestia, Nat.

—¿Pero ella está bien?

—Eso parece, al menos cuando ha salido parecía estar bien.

—¿Entonces por qué te preocupas?

—Ha dicho que no se va a repetir.

—¿Joder, tan mal la has dejado?

—En realidad ha dicho que ha sido un polvo de primera —respondo sonriendo.

—Entonces no tienes de qué preocuparte.

—Sigue siendo una compañera de trabajo.

—Una compañera de trabajo que te gusta.

—Claro que me gusta, de no ser así no le habría tocado ni un pelo.


—Entonces, ¿dónde está el problema? Os deseáis, porque ella no se ha negado a hacerlo contigo,
¿o sí?

Sonrío al recordar lo dispuesta que estaba mi ayudante hace un rato.

—No, no se ha negado —confirmo.

—Entonces asunto terminado.

—¿Terminado? Esto no ha hecho más que empezar, tío. Ahora que la he probado es imposible
sacármela de la cabeza.

—Si estás tan decidido, ¿por qué te calientas tanto la cabeza? Ella quiere, tú quieres… así que no
hay nada que lamentar. Habla con ella sobre lo que va a pasar a partir de ahora entre vosotros, si
quieres solo sexo esporádico o…

—Yo no soy tú, Nat. Con ella lo quiero todo.

—Pues entonces ve a por todo. Aún no sé cómo te soporto… me pone de los nervios tu
indecisión.

—Me soportas porque me quieres, tío… no puedes evitarlo, soy demasiado encantador.

—Lo que eres es un capullo. Ahora vuelve al salón y no la dejes pensar que solo ha sido un
calentón del momento, estás tardando demasiado en salir de donde quiera que estés.

Nathan tiene razón, después de lo que ha pasado no hay duda de que ella se siente tan atraída por
mí como yo por ella, y por su comportamiento creo que seríamos bastante compatibles en la
cama. Con un suspiro, salgo del cuarto de

baño. Ya habrá tiempo de aclarar las cosas cuando salgamos de trabajar esta noche.

Capítulo 11

No he podido pegar ojo en toda la noche. Ayer no pude hablar con Shaina en toda la tarde, y
cuando salimos de trabajar no me dio la oportunidad de hacerlo alegando que había quedado con
una amiga y que no hacía falta que la llevara a casa. Está huyendo de mí, pero ¿por qué? Esta
mañana he recibido un mensaje de ella para informarme que tampoco iba a venir con nosotros al
trabajo. En cuanto llegue a la oficina voy a arrastrarla hasta mi despacho para que me diga por
qué me está evitando tanto. ¿Acaso se arrepiente de lo que pasó ayer entre nosotros? Durante el
resto del evento se mantuvo a mi lado, sí, pero toda su atención estaba puesta en la anciana que
estaba a su lado. En ese momento no le di la menor importancia, pero ahora…

Cuando Keith se sube al coche me mira con una ceja arqueada al no ver a Shaina en el asiento de
al lado.

—¿Por qué no la has recogido? —pregunta.

—Me está evitando —protesto—. Me ha mandado un mensaje esta mañana para decirme que no
hace falta que la recoja hoy.

—¿No me dijiste que ella estuvo dispuesta a echar un polvo?

—Y lo estuvo, pero parece que ahora se arrepiente de haberlo hecho.

—¿Qué piensas hacer?

—Hablar con ella en cuanto la encuentre. Quiero saber a qué demonios viene que me evite de
esta manera.

—¿Tú estás bien?

—Jodidamente bien, ¿no me ves? —protesto.

—No hacía falta ser tan sarcástico.

—Había decidido intentarlo con ella, pero al parecer vi cosas donde no las hay.

—Tal vez tiene motivos para andar desaparecida.

—¿En serio crees eso?

—Pues no, para qué te voy a mentir.

—Exactamente.

Entro en el despacho percatándome de que Shaina no está en su mesa.

—¿Dónde está Shaina, Eva? —pregunto a mi secretaria.

—Oh, no ha venido hoy, Keith. Sufre de migrañas y hoy ha tenido un ataque. Ha mandado el
informe del médico de urgencias que la atendió esta madrugada.

Asiento y entro en mi despacho apretando los dientes con fuerza. ¿Fue a urgencias y no se le
ocurrió llamarme para que la llevara? Respira, Keith… aún eres únicamente su jefe, no tiene
lógica que te enfades porque solucionara sus problemas ella sola.

La mañana pasa en relativa calma, aunque las horas en el reloj parecen ir a cámara lenta.
Después de comer me centro en terminar el maldito informe en el que estoy metido lo antes
posible para poder hablar con ella, pero cuando lo envío me doy cuenta de que ya es noche
cerrada y todas las luces de la oficina están apagadas a excepción de la mía.

—¿Te queda mucho? —pregunta Nathan desde la puerta.

—Ya he terminado.

—Entonces vámonos, me muero de hambre.


Me estiro, apago el ordenador y vamos hacia mi coche para dirigirnos a casa.

—Supongo que no has podido hablar con ella aún —

dice mi amigo.

—No ha venido a trabajar, ha sufrido un ataque de migraña.

—¿Vas a ir a verla?

—En cuanto te deje en tu casa.

—No creo que sea el momento de hablar de lo que pasó, tío. Deberías dejarla tranquila hasta que
vuelva a trabajar.

—No voy a verla para hablar de lo que pasó, solo quiero saber cómo se encuentra. Anoche fue
sola a urgencias y estoy preocupado.

—Es adulta y sabe artes marciales.

—No estoy preocupado solo por eso. Tal vez ni siquiera haya comido, quiero llevarle algo de
cena.

En cuanto dejo a mi amigo en su casa compro algo para cenar y me dirijo a casa de mi ayudante.
Ya he estado en ella una vez, así que no me resulta demasiado complicado encontrar su piso en
el laberinto de pasillos de su edificio. Es evidente la sorpresa reflejada en su rostro al verme, pero
se aparta de la puerta para dejarme pasar.

—¿Cómo te encuentras, Shaina? —pregunto.

—Estoy mucho mejor, Keith, no hacía falta que vinieras.

—Supuse que no habrías comido nada en todo el día

—respondo enseñándole las bolsas de comida.

—Tienes razón, gracias.

Hace el intento de quitarme la bolsa para ir a la cocina a servir la comida, pero la levanto en el
aire para que no la alcance.

—Yo me encargo —digo—. Ve a acostarte, te avisaré cuando lo tenga todo listo.

—No puedo acostarme, si lo hago me dolerá mucho más.

—Entonces ve a sentarte en el sillón con los ojos cerrados, tardaré solo un momento.

Ella asiente y hace lo que le pido. Me recreo un momento admirando su cuerpo escondido en
unos pantalones de pijama de patitos y una camiseta de manga corta que ha visto tiempos
mejores, pero sacudo la cabeza y voy a servir la sopa de pollo, que aún está caliente.

—¿No vas a comer nada? —pregunta cuando ve que solo pongo un tazón de sopa sobre la mesa.

—No tengo hambre —respondo.

—Sobre lo que pasó ayer…

—Ya hablaremos de eso cuando te recuperes —la interrumpo—. Ahora lo único que tienes que
hacer es recuperarte.

—Quiero hacerlo ahora, Keith. Solo es una migraña, no voy a morirme.

—No he dicho que vayas a morirte, pero quiero que estés bien para hablar de ello.

—No tienes que disculparte, pasó porque yo también quería hacerlo. Sé que no debería haber
pasado, pero…

La silencio con un suave beso en los labios. No puedo escucharla decir más gilipolleces a estas
horas.

—En primer lugar —susurro a pocos centímetros de su boca— no tenía, ni tengo, ninguna
intención de disculparme.

—¿No?

—No, porque no me arrepiento de lo que pasó.

—Bien, porque yo tampoco.

—No necesitamos hablar sobre lo que pasó, fue un polvo de primera y a pesar de la falta de
comunicación al principio ambos lo disfrutamos, ¿o me equivoco?

—No —responde sonriendo—, no te equivocas.

—De lo que tenemos que hablar es de lo que va a pasar a partir de ahora entre nosotros.

—No tiene por qué pasar nada, solo ha sido sexo.

—No me intentes tomar por tonto, Shaina, eras virgen.

—¿Y qué con eso?

—Que hasta donde yo sé ninguna mujer conservaría su virginidad hasta los veinticuatro años
para entregársela a la primera de cambio a alguien con quien solo quiere un polvo esporádico.

—Veo que conoces a todas las mujeres del planeta…

—Al menos tú no lo harías, te conozco lo suficiente para saber que si ayer tuviste sexo conmigo
es porque te gusto lo suficiente como para plantearte una relación conmigo.

—Tienes razón, no lo haría, pero no puede pasar nada más entre tú y yo aunque tengas razón.

—Tú también me gustas lo suficiente para plantearme tener una relación contigo.

—Olvídalo, eso no va a pasar.

—¿Y por qué demonios no?

—Porque sería un problema hacerlo. Eres mi jefe y nuestra relación podría interferir en nuestro
trabajo.

—Yo no mezclo negocios con placer, Shaina. Lo que pase entre nosotros fuera de la oficina no
afectará a nuestro trabajo.

—¿No? ¿Y si discutimos… o si alguna vez decidimos terminarlo?

—¿Aún no ha empezado esta relación y ya estás pensando en terminarla?

—¿Sería una relación?

—Por supuesto. Si lo que quisiera fuera un revolcón para quitarme el hambre no lo buscaría en el
trabajo.

—Si estás haciendo esto porque era virgen no tienes que hacerlo. Los caballeros de brillante
armadura se extinguieron hace mucho tiempo.

—Nunca hago nada que no quiera hacer, Shaina, no me subestimes.

—Relación es sinónimo de exclusividad —dice al cabo de un momento de silencio.

—¿Intentas insultarme?

Me siento junto a ella acariciando su mejilla con suavidad para apartar un mechón de pelo de mi
camino.

—Te diré lo que significa para mí una relación —

susurro—. Significa que eres completamente mía, igual que yo soy completamente tuyo.
Significa que confiarás ciegamente en mí al igual que yo confiaré ciegamente en ti. Significa que
me dejarás cuidarte y darte todo lo que necesites, y por supuesto significa que te haré el amor de
todas las formas posibles, donde, cómo y cuando quiera… sin excepción.

Ella traga saliva y me mira con una ceja arqueada.

—Eso suena demasiado parecido al BDSM.

—No voy a mentirte, soy muy controlador. Me gusta tener el control en la cama, pero eso no
significa que siga las reglas de ese mundo al pie de la letra.

—Eso significa que si no hago algo como a ti te gusta me castigarás y esas cosas, ¿verdad?

Sonrío sin poder evitarlo. ¿Por qué no me sorprende que su cabecita esté llena de toda esa mierda
que escriben en las novelas románticas?

—No eres una niña a la que tenga que castigar cuando algo no me gusta, Shaina. Discutiremos,
gritaré y estoy seguro de que con tu carácter tú también me gritarás a mí, pero no me

va eso de ponerle a mi pareja la mano encima para otra cosa que no sea una caricia. Y, antes de
que lo preguntes, tampoco quiero que te pongas de rodillas cuando llego a casa a no ser que lo
hagas porque te mueres de ganas de comerme la polla.

—¿Entonces qué es lo que quieres?

—Lo quiero todo, Shaina. Te quiero en mi cama, en mi espacio y bajo mi protección. Lo quiero
todo de ti, y a cambio tú lo tendrás todo de mí. Quiero que pases el mayor tiempo posible
conmigo, y cuando no estemos juntos quiero saber dónde estás y con quién. Quiero que recurras
a mí cuando tengas un problema, como cuando anoche fuiste a urgencias.

Quiero ser la parte más importante de tu vida porque tú vas a pasar a ser la parte más importante
de la mía.

—Yo… tengo que pensarlo.

—Sé que suena demasiado intenso y que asusta, pero no es tan terrible como suena, lo prometo.
Te daré tres días para que pienses detenidamente en ello y decidas qué quieres hacer. Y puedes
estar tranquila, decidas lo que decidas, tu puesto de trabajo no se verá afectado. Si decides
terminarlo aquí olvidaremos lo que pasó ayer, te lo prometo.

Ella asiente con un suspiro y la envuelvo en un abrazo.

Ahora mismo parece frágil e indefensa, aunque sé que realmente ella no es nada de eso.

—Tómate la sopa e intenta descansar, ¿de acuerdo? —

ordeno— Te recogeré mañana para ir al trabajo.

—Muy bien —susurra.

Tras besarla suavemente en la frente me marcho a casa.

Tiene mucho que asimilar, mucho en lo que pensar y mucho

que decidir, y aunque esté tentado a persuadirla de que acepte lo que le estoy ofreciendo no
puedo interferir en su decisión.

A la mañana siguiente no me sorprende verla llevando unas bailarinas en vez de los zapatos de
tacón que suele llevar.

Cuando se sube al coche le paso el vaso de café con leche que he comprado en Starbucks antes
de llegar junto con un analgésico que ella rechaza.

—Me he tomado uno antes de salir —aclara dando un sorbo a la bebida—, pero gracias por esto.

—¿Te encuentras mejor?

—Sí, ahora vuelvo a ser una persona normal —

responde sonriendo—. Ayer no era más que un zombi.

—¿Los sufres a menudo?

—En realidad no, solo cuando tengo demasiado estrés, y la verdad es que encontrarme de nuevo
con Erick ha sido bastante estresante.

—¿Quieres hablar de ello?

—No es nada malo. Es simplemente que él es demasiado intenso y su insistencia en que


volvamos a lo que teníamos me incomoda mucho.

—¿Saliste con él?

—Sí, en mi primer año de universidad. Al principio yo estaba deslumbrada por el capitán del
equipo de baloncesto y me sentí la mujer más afortunada del mundo cuando me pidió que saliera
con él. Pero cuando fue tomando confianza…

Aprieto las manos sobre el volante a la espera de lo que viene a continuación. Que no sea lo que
creo que estoy

pensando, porque como sea así voy a buscarle por cielo y tierra para darle tal paliza que va a
arrepentirse de haberse acercado a ella.

—Empezó a demandar demasiado de mi tiempo —

continúa—. No me dejaba salir con mis amigas, tampoco me dejaba estudiar porque decía que
mi deber era estar con él.

Después de eso empecé a ver señales que no me gustaban nada, como culparme de cosas de las
que nadie tenía la culpa.

—¿A qué te refieres?

—No sé… que nos quedásemos sin entradas para un concierto, o que no pudiéramos elegir los
asientos que a él le gustaban en el cine. Fue entonces cuando decidí terminar con él.

—¿Hizo algo que tú no quisieras?


—No, nunca lo hizo. Tal vez solo fueran imaginaciones mías pero mi mejor amiga había sufrido
abusos por parte de su novio años antes y las primeras señales fueron similares a las de Erick.

—Fuiste muy inteligente.

—Después de nuestra ruptura empezó a pasar más tiempo con otras personas, a dejarme
relativamente tranquila, aunque a veces aparecía en los lugares a los que yo iba con mis amigas
alegando que era “casualidad”. No me lo tomé demasiado en serio, pero empezó a emborracharse
y a terminar debajo de la ventana de mi habitación gritando a pleno pulmón para convencerme de
que volviera con él.

—Hijo de puta.

—Lo arrestaron varias veces por ello —ríe ella—. Al año siguiente sus padres le cambiaron de
universidad para evitar más arrestos y nunca más supe de él hasta ayer.

—Si vuelve a molestarte dímelo, me haré cargo de él.

—No creo que lo haga. Para empezar ni siquiera sabe dónde vivo, y por si no te acuerdas soy
experta en keysi.

—¿Fue por eso por lo que aprendiste eysi?

—No, fue por defender a mi amiga de su novio. Ella era demasiado débil emocionalmente para
defenderse, así que quería ser yo quien lo hiciera por ella.

—Eres muy valiente —susurré.

—Ahora Erick no puede hacerme ningún daño.

—Aun así, Shaina. Prométeme que si ese tío te encuentra me llamarás de inmediato.

—Aún no he aceptado tu propuesta, Keith.

Detengo el coche junto a la acera para mirarla a la cara.

—Esto no se trata de mi propuesta, Shaina, haría lo mismo por cualquiera de mis empleadas, sin
excepción. Odio a los tíos que se aprovechan de las mujeres utilizando su superioridad física para
hacerlo. En el barrio donde mi madre y yo vivíamos vi demasiadas veces llegar las ambulancias
para llevarse a las víctimas de violencia de género.

—Te lo prometo —responde mordiéndose el labio inferior.

—Gracias.

Pongo el coche de nuevo en marcha y aparco frente al apartamento de mi mejor amigo.

—Buenos días, Shaina —dice tras abrocharse el cinturón—. ¿Estás mejor? Me dijo Keith que
sufriste ayer de migraña.
—Estoy mucho mejor, gracias.

—Me alegro. Oye, tío, recuerda que hoy tenemos reunión con el departamento de publicidad.

Un gemido escapa de mis labios al recordarlo y el capullo de mi amigo ríe a carcajadas.

—¿Qué me he perdido? —pregunta Shaina sin entender nada.

—Hoy dejarás de ser mi ayudante personal para ser mi guardaespaldas, nena —bromeo
mirándola con tristeza.

—La directora de publicidad está loca por Keith —

aclara Nathan riendo— y no hay manera de quitársela de encima.

La cara de absoluta confusión de mi ayudante logra arrancarme una sonrisa.

—Digamos que es una mujer un poco… intensa en sus atenciones —añado.

—Oh… o sea que te acosa.

—Descaradamente.

—¿Y no te da vergüenza pedirle a una mujer que te defienda? —ríe ella— Eres un hombre
grande y fuerte, Keith.

—Créeme, de nada sirve mi fuerza con ella.

—Una vez le atrapó en los cuartos de baño y si no llego a seguirla se lo come vivo —ríe mi
amigo.

—Por favor, Shaina… protégeme de ella —le pido—.

Te lo ruego…

—¿Y qué gano yo con eso?

—Te daré lo que me pidas.

—Mmm… ¿Qué te parece una cena en el restaurante más lujoso de la ciudad, Nathan?

—Que te amaría por siempre si me llevaras allí.

—Ya le has oído, si nos invitas a cenar te protegeré.

—Os invitaré a cenar en el Acquerello, ¿está bien?

—Por mí está bien —dice Shaina—. ¿Nathan?


—Por mí también.

—Muy bien… No te preocupes, campeón —responde ella acariciando mi brazo con sorna—. Yo
te protegeré.

—Ambos sabéis que esta me la cobraré, ¿verdad?

—Contamos con ello —ríen ambos al unísono.

Capítulo 12

Jamás tres días me habían parecido una eternidad hasta ahora. Aunque mi trato con Shaina en la
empresa sigue siendo el de siempre, estoy a punto de perder la paciencia. Hoy las horas parecen
no pasar en el maldito reloj, es como si el tiempo hubiera conspirado contra mí y para colmo
estoy sufriendo un horrible dolor de cabeza. Me acerco a su mesa recordando que una vez me
dijo que tenía siempre medicinas y cosas así.

—Shaina, ¿tienes algo para el dolor? —pregunto.

—¿Estás bien?

—Sí, es solo un dolor de cabeza.

—Cambiamos los roles, ¿eh?

—Eso parece.

Ella me tiende una tableta de pastillas y un vaso de agua, que agradezco con una sonrisa.

—Ven a mi despacho antes de irte, tenemos algo de lo que hablar —digo antes de volver a mi
oficina.

He podido notar cómo traga saliva, pero no voy a hacer juicios precipitados. Hasta que no
escuche de su boca que no quiere nada conmigo no voy a pensar en nada. El resto del día pasa
bastante más rápido debido a las muchas reuniones a las que tengo que asistir. Sé que Nathan se
ha dado cuenta de que algo me preocupa, pero no pregunta y yo tampoco estoy por la labor de
contarle nada. Cuando tenga una respuesta será el momento de hablar.

—¿Por qué no salimos esta noche un rato? —pregunta cuando estamos comiendo en el
restaurante de la esquina.

—Ni lo sueñes, mañana tenemos que trabajar y ya no estoy acostumbrado a esos trotes.

—Te estás haciendo mayor, Keith.

Le saco el dedo y sigo mirando en mi teléfono las estadísticas de nuestras acciones, que están
subiendo una vez más.

—No quiero estar solo en casa —insiste.


—Pues vente a la mía —respondo encogiéndome de hombros.

—¿Vas a mimarme?

—Te voy a dar una patada en el culo, que sé que te gusta.

—Tú siempre tan romántico…

—¿Quieres irte un poquito a la mierda ya? Voy a pedir pizzas y a ver el partido, si quieres te
vienes y si no que te follen.

—Cuánta agresividad, hermano… Muy bien, muy bien… yo llevaré las cervezas.

—Empezamos a entendernos.

El resto del día pasa como siempre, con la excepción de que las agujas del reloj parecen haberse
detenido. Hoy que tengo que esperar a que Shaina termine yo hace rato que apagué el ordenador,
pero me quedo en el despacho jugando a un juego en el móvil para que el tiempo pase más
deprisa. A

las siete en punto el toque de Shaina en la puerta logra hacer que me dé un vuelco el corazón.
Allá vamos.

—Pasa —ordeno.

—Ya he terminado y me voy a casa.

—¿Has tomado una decisión respecto a lo que hablamos el otro día?

Ella respira hondo y me mira a los ojos mientras se sienta en una de las sillas frente a mi
escritorio.

—No, no he podido tomarla —responde sin más.

—¿Por qué?

—Porque por más que intento hacerme una idea de a qué te referías no sé qué esperar de esto. Sé
que lo explicaste bien, pero…

—¿Qué es lo que no entiendes?

—Has dicho que no te gusta golpear a tu pareja, pero eres controlador. No sé qué significa para ti
esa palabra, Keith.

—Ven aquí —ordeno.

Ella obedece y se acerca a mi silla. Me vuelvo hasta tenerla entre mis piernas y tiro de ella hasta
sentarla sobre mi regazo.
—Abre las piernas, Shaina —ordeno.

Paso mi mano por su muslo cuando hace lo que le digo y adentro un dedo entre sus labios,
haciéndola jadear.

—Abre los ojos y no los cierres por más que quieras hacerlo.

Ella me mira con los ojos abiertos y se muerde el labio cuando aparto la tela de sus bragas y
hundo el dedo dentro de su canal, curvándolo hasta encontrar esa zona sensible que la hace gritar
de placer. En cuanto cierra los ojos detengo mi caricia haciendo que proteste frustrada.

—He dicho que no los cierres —respondo—. Me detendré cada vez que lo hagas.

Ella asiente y fija su mirada vidriosa en mis ojos una vez más. La acaricio lo justo para sentir sus
jugos correr por mi dedo, sintiendo cómo se convulsionan sus muslos por el placer que le estoy
proporcionando, y cuando ella se tensa a punto de llegar al orgasmo vuelvo a componerle la ropa
para sentarla en mis piernas y rodear su cintura con los brazos.

—¿Por qué te detienes? —gime ella contra mi hombro

— He hecho lo que me has pedido.

Sonrío y beso sus labios con suavidad, recreándome en ellos, pero sin profundizarlo.

—Seguiré solo si te tengo esta noche en mi cama —

prometo— y para eso tienes que tomar una decisión ahora.

—Eso es coacción —protesta ella.

—Eso no es ni más ni menos que una muestra de lo que me gusta —corrijo—. Me has dicho que
no podías darme una respuesta porque no sabías a lo que me refería y ahora lo sabes. Habrá
veces en las que te haré correrte tantas veces que me suplicarás que me detenga, y otras en las
que retrasaré tanto tu orgasmo que cuando te lo dé será tan increíble que te quedarás sin fuerzas.

Veo cómo se muerde el labio una vez más y paso el pulgar por él para calmar el escozor de la
mordida.

—Disfrutaré sujetándote para impedir que me acaricies aunque ambos nos muramos de ganas de
que eso ocurra —

continúo—, porque la frustración hará que disfrutemos más cuando te deje hacerlo, y puede que
de vez en cuando te haga mantener la compostura delante de todos mientras te masturbo por
debajo de la mesa en una cena de negocios.

El gemido que escapa de sus labios me hace apretar los dientes y siento mi polla hincharse, pero
aún no es el momento de ceder a mis deseos.

—Pero lo que siempre pasará, sin excepción, es que te follaré fuerte, duro y hasta el fondo —
continúo con voz ronca

—. No soy un hombre romántico, Shaina. No soy de los que prometen amor eterno y regalan
flores y bombones. Si eso es lo que esperas de mí siento decepcionarte.

Ella se queda en silencio mordiéndose el labio, y no me ha mirado a los ojos desde que he
empezado a hablar. Empieza a ponerme nervioso su silencio. ¿Esto está siendo demasiado para
ella?

—Dame una respuesta, nena… porque esta incertidumbre va a terminar por matarme —susurro.

Tras una breve pausa que a mí se me hace eterna Shaina sujeta mis mejillas y pega su boca a la
mía, haciéndome gemir. Hunde la lengua en mi boca buscando la mía, y la aprisiono con fuerza
contra mi pecho para ahondar más el beso. Shaina se separa de mí antes de lo que me gustaría, y
la miro con los ojos vidriosos para sonreír cuando asiente con la cabeza.

—¿Sí? —pregunto— ¿Sí qué, nena? Necesito oírtelo decir.

—Acepto tus términos, Keith, pero con una condición.

—Te escucho.

—No quiero que nadie lo sepa aún.

—¿Por qué demonios no?

—Porque no quiero que piensen que conseguí el puesto por acostarme con el jefe. La gente
tiende a ser mal pensada y no estoy dispuesta a ser la comidilla de la oficina.

—Muy bien… será secreto por ahora.

—En ese caso trato hecho.

—Parece que estás firmando un contrato, nena… y solo estás aceptando ser mi pareja.

—Dios… esto es bochornoso —protesta escondiendo la cabeza en mi cuello— ¡Ya sabes lo que
quería decir!

—En ese caso —respondo apartándola para poder levantarme— vamos a mi casa.

—¿Ahora?

—Sí, ahora, porque ni una catástrofe natural me impedirá que te folle en cuanto cierre la puerta
detrás de nosotros.

—¿Has terminado de trabajar? —pregunta.

—Hace rato que lo hice, solo te estaba esperando.


—Pero mi hermana sigue en mi casa…

—¿Hay algún problema porque se quede sola esta noche?

—No debería haberlo, ya tiene diecisiete años, pero tengo que avisarla.

—Muy bien, pasaremos antes por tu casa para que la avises y cojas una muda de ropa para
mañana. No te molestes en coger un pijama… no lo vas a necesitar.

Durante el camino en coche hasta su apartamento la tensión sexual en el pequeño receptáculo


puede cortarse con un cuchillo. Yo me muero por follármela y por la forma en la que aprieta sus
muslos entre sí estoy seguro de que ella siente lo mismo. Cuando aparco en la puerta de su casa
la dejo que suba sola, no quiero inmiscuirme en la conversación que vaya a tener con su
hermana, y aprovecho para llamar a Nathan, con quien había quedado para ver el partido.

—¿Qué pasa, tío? —responde— Estaba a punto de salir para tu casa.

—Pues no lo hagas, voy a tener compañía.

—Uh… ¿La rubia del otro día ha vuelto?

—No… Es Shaina.

—Espera, ¿Shaina, nuestra Shaina?

—Mi Shaina, Nathan… que no se te olvide.

—¿Qué coño es lo que me he perdido? Lo último que sé es que fuiste a verla cuando estuvo
enferma y a partir de ahí actuasteis como siempre.

—Te lo explicaré mañana, pero no vengas. Te mandaré un pedido de pizza para compensarte.

—No sé, Keith… me había ilusionado tanto con ver el partido contigo…

—No seas capullo.

—Estoy tentado de hacerlo solo para cortarte el polvo

—ríe mi amigo.

—Si sabes lo que te conviene no lo harás, porque puedo hacer de tu vida un infierno y lo sabes.

—No soy tan cabrón como para hacer una gilipollez de ese calibre.

—Bien.

—Y es en este preciso momento cuando desaparece la norma de no tener sexo en el trabajo… —


canturrea.
—Esa norma sigue vigente, capullo. Que no vuelva a verte con alguna mujer en tu despacho
como la última vez.

—¿Y podrás tú cumplir tu estúpida norma?

—Tengo autocontrol, no como tú. —Nathan rompe a reír a carcajadas—. ¿Qué te parece tan
gracioso?

—Tú me pareces gracioso, tío. Vas a tener a tu chica trabajando codo con codo contigo, llevando
faldas que, no es por nada, pero son jodidamente sexys, ¿y crees que vas a ser capaz de no
echarle un polvo en tu oficina de vez en cuando?

—No soy como tú.

—Me encantará regodearme en el “te lo dije” cuando eso ocurra, Keith.

—Sí, sí… lo que sea. Te dejo, que Shaina ya llega.

—Que disfrutes la noche, Romeo.

—Vete un poquito a la mierda, cabrón. Una cosa más, tío…

—¿Qué pasa?

—Ella no quiere que nadie lo sepa por ahora, así que hazte el loco.

—¿Y eso por qué?

—No quiere que piensen que consiguió el trabajo por eso.

—Menuda gilipollez.

—Para nosotros es una gilipollez pero no lo es para ella, así que mantén el hocico cerrado.

—Tranquilo, me haré el sorprendido cuando me lo contéis.

Shaina se sube en el coche en ese momento y me mira con una ceja arqueada.

—¿Todo bien? —pregunta.

—Tranquila, solo es un amigo que intenta sacarme de quicio —respondo colgando—. ¿Todo
listo?

—Sí, Tamy va quedarse a dormir en casa de una amiga, así que no tendré que preocuparme por
ella.

—¿Quieres que la acerquemos?

—No hace falta, los padres de su amiga pasarán a recogerla en un rato.


—Perfecto.

El camino a mi casa ha sido el más largo de mi vida a pesar de que está a tan solo diez minutos
de la de Shaina. En

cuanto entramos en el ascensor la aprisiono en la esquina y hundo la lengua en su boca


agarrándola por la nuca, lo que hace que escape un gemido de su garganta. Shaina sube sus
manos por mi espalda para agarrarse a mis hombros con fuerza y pega su pelvis a mi polla,
haciéndome jadear en su boca.

—Algún día te follaré en este jodido ascensor, nena…

—susurro con voz ronca— pero ahora quiero tenerte en mi cama.

En cuanto las puertas del ascensor se abren en la última planta tiro de su mano hasta mi ático, en
donde la empotro contra la puerta nada más cerrar. Desabrocho los botones de su camisa sin
dejar de mirarle los labios, que tiene rojos e hinchados debido a mis besos. Shaina jadea en busca
de aire con la mirada puesta en mis manos, que terminan con desabrochar el último botón y tiran
de la tela para sacarla de su falda. Me muerdo el labio al ver el virginal sujetador de flores en
tonos pastel. Podría haberme esperado cualquier cosa menos esto, y la miro divertido arqueando
una ceja logrando que ella intente cubrirse con el brazo.

—No pensé que terminaríamos… aquí —explica.

—No me estoy quejando… es solo que no encaja demasiado en tu aspecto habitual.

—No siempre llevo encaje debajo de la ropa, Keith.

—A partir de ahora lo harás.

—¿Y si no quiero? —pregunta con diversión.

Como única respuesta acerco mis manos a la tela y de un tirón rompo la pequeña prenda en dos.

—Ya sabes lo que pasará.

Aprieto sus tetas entre mis manos mientras vuelvo a atrapar su boca con la mía. El hambre
insaciable por ella está volviéndome loco, quiero enterrarme en ella y no puedo esperar mucho
más. Atrapo sus pezones entre mis dedos y los pellizco suavemente, haciéndolos rodar, y Shaina
echa la cabeza hacia atrás mordiéndose el labio para no gritar. Me meto uno de ellos en la boca y
lo saboreo entre mi lengua y el paladar, sintiendo cómo la mano de Shaina se enreda en mi pelo
pegándome más a su piel cremosa. Sus pezones son rosados y pequeños, deliciosos, y continúo
con mi ataque al otro pezón mientras le desabrocho la falda para dejarla caer a sus pies con un
ruido sordo.

Sus bragas sufren el mismo destino que su sujetador.

En cuanto tengo su precioso coño al descubierto paso la palma de mi mano por sus labios para
descubrir con satisfacción que empieza a estar húmeda para mí. Me arrodillo a sus pies y abro
sus piernas para poder acceder mejor a ese trozo de carne que va a servirme para volverla loca de
placer.

—Apoya las manos en la puerta y no las separes —

ordeno—, si lo haces me detendré.

Ella asiente mordiéndose el labio y en cuanto mi lengua entra en contacto con su piel veo cómo
hunde las uñas en la madera. Empiezo pasando lentamente la lengua por toda su raja, saboreando
el sabor ácido de sus jugos.

—Mmm… delicioso —ronroneo.

Abro con mis dedos un poco más su coñito y acaricio su clítoris con movimientos circulares,
logrando que se hinche lo suficiente como para poder atraparlo entre mis dientes.

Shaina se sobresalta por la sensación y lloriquea pidiéndome

hacer que se corra, pero cuando su orgasmo está a punto de llegar detengo mis mordidas para
volver a recorrer su entrada con parsimonia. Sonrío ante el bufido de frustración que deja escapar
y la compenso introduciendo un dedo en su estrecho y húmedo canal. Observo cómo entra y sale
de ella arrastrando su viscosa lubricación, que corre por mi mano hasta mi muñeca, y sacando el
dedo de ella la miro a los ojos para pasar mi lengua por él.

—¡Dios, no hagas eso! —gime— Me da vergüenza.

—Estás deliciosa —susurro—. Podría pasarme toda la noche saboreándote.

—Prefiero tenerte dentro.

—¿En serio? —pregunto con una sonrisa— ¿Eso es lo que quieres?

Ella asiente y pego mi boca a la suya con fuerza, en un beso rápido que le arranca un nuevo
gemido.

—Si mi chica lo quiere —ronroneo— lo tendrá.

Me deshago de mis pantalones y los bóxers lo más rápido que puedo, me pongo un preservativo
que cojo del mueble del salón y la levanto en peso para que enrede las piernas en mis caderas.
Me clavo en ella de una sola estocada, brusco y hasta el fondo, y siento las uñas de Shaina
clavarse en la piel de mi espalda. Bombeo dentro de ella con fuerza, mis estocadas me clavan en
lo más profundo de su interior, pero Shaina lo está disfrutando tanto que sus gemidos deben estar
oyéndose en toda la manzana. Mi pequeña ayudante es tan ardiente como imaginaba, y cuando
siento sus dientes en mi hombro no puedo más que sonreír. Sigo moviéndome dentro

de ella deprisa, sin pausa, y seguramente su espalda se esté raspando con la madera de la puerta,
pero ya me ocuparé de eso más tarde. Cuando sus músculos me ordeñan cerca del orgasmo la
sujeto con fuerza por la barbilla para obligarla a mirarme.

—Mírame, Shaina —ordeno—. Mírame y no se te ocurra cerrar los ojos cuando te corras.

—No podré hacerlo —lloriquea.

—Es una orden.

Ella asiente mordiéndose el labio y fija sus ojos en los míos. El aspecto vidrioso de su mirada me
vuelve loco. Sentir su interior estrujarme y saber que esa mirada ida es a causa de mi polla es el
detonante necesario para que mi verga se convulsione dentro de ella dejando escapar mi leche a
borbotones. Sigo embistiéndola un poco más, lo justo para sentir su orgasmo reverberar en todo
mi cuerpo. Shaina queda laxa entre mis brazos y apoyo la frente en la suya para poder respirar
con normalidad. Joder… ha sido un polvo de primera.

Capítulo 13

Después de nuestra primera sesión de sexo como pareja dejo a Shaina en el sofá y voy a llenar la
bañera de agua caliente. Cuando vuelvo al salón sonrío al ver que se ha quedado dormida, pero la
despierto para llevarla en brazos al cuarto de baño y meterla dentro de la bañera. Un suspiro
escapa de sus labios y apoya la cabeza en el borde con los ojos cerrados, ojos que abre de golpe
cuando siente mi mano pasearse por su pierna.

—Relájate —ordeno—, solo te estoy enjabonando.

—Puedo hacerlo sola —protesta.

—Ya lo sé, pero ahora es mi turno de hacerlo.

Por suerte ella no pone mayor objeción y vuelve a cerrar los ojos disfrutando de mis manos
llenas de jabón por todo su cuerpo. Observo con satisfacción que he dejado algunas marcas
alrededor de sus pezones debido al roce de mi barba incipiente y siento la urgente necesidad de
marcarla a fuego para que todo el mundo sepa que ella es mía.

—Mañana iremos al médico para que te recete algún anticonceptivo —susurro—. Quiero poder
follarte sin nada que se interponga entre nosotros.

—Ya tomo anticonceptivos —me sorprende diciendo

—. Los tomo desde hace años.

—¿Por qué? —pregunto con calma, porque sé que he sido el único hombre con el que se ha
acostado.

—Mi periodo es algo irregular —explica—. Las tomo para controlarlo.

—Yo estoy limpio, así que a partir de ahora prescindiremos de los preservativos.

—¿Y qué vas a hacer con todos los que te regaló Nathan? —ríe.
—Se los regalaré de vuelta, el los va a necesitar más que yo.

—De acuerdo… pero quédate con los estriados, dicen que se sienten muy rico.

—Te aseguro que no tanto como piel con piel, nena…

eso es indescriptible. Pero guardaré un par de cada uno por si acaso.

Ella vuelve a tumbarse en la bañera. Me pongo de pie para quitarme la ropa y me introduzco en
el agua caliente detrás de su cuerpo, apresándola con mis brazos y mis piernas.

El suspiro que escapa de su boca al apoyarse sobre mi pecho me hace sonreír, pero me sorprende
dándose la vuelta y cogiendo el bote de jabón del borde de la bañera con una mirada traviesa.

—¿Qué pretendes? —pregunto con una ceja arqueada.

—Es mi turno de bañarte a ti.

Me encojo de hombros y paso los brazos por el borde de la bañera mirándola con una sonrisa.
Ella vierte un poco de gel en sus manos y las frota hasta hacer espuma.

—¿Puedo hacer lo que quiera? —pregunta.

—¿Por qué no ibas a poder?

—Aún no sé muy bien a qué atenerme contigo.


La atraigo hasta tenerla a horcajadas en mis muslos con sus piernas rodeándome la cintura y beso
su boca con suavidad, algo que realmente me sorprende, porque nunca he sido suave con
ninguna de mis parejas.

—Puedes hacer lo que quieras conmigo, nena —

susurro—. Quiero que me toques, me abraces o me beses cuando quieras hacerlo. Quiero que me
seduzcas cuando quieras hacer el amor, o que me digas que no cuando no te apetezca hacerlo.
Esto es una relación de dos, cariño, no solo se trata de mí.

Ella asiente y empieza a pasear sus manos espumosas por mi pecho, haciéndome ronronear.
Cierro los ojos con una sonrisa, aunque sus caricias me están volviendo loco son algo inexpertas,
otra cosa más que es nueva para mí porque las mujeres con las que me he acostado hasta ahora
siempre han sido experimentadas en el sexo. Sus dedos rodean mi tetilla y pellizcan mi pezón
como yo he hecho con el suyo, logrando que un gemido quedo escape de mi garganta. Me
atormenta un rato con esa caricia y, aunque me muero de ganas de sujetarla por la cintura para
enterrarme en ella, quiero ver hasta dónde es capaz de llegar. Sus manos acarician mis costados,
pasan por mi cintura y doy un respingo cuando una de ellas atrapa entre sus dedos mi polla
semierecta. Shaina está tan concentrada mirando el movimiento de su mano sobre mi verga que
no se da cuenta de que he atrapado uno de sus pezones entre los dedos para pellizcarlo hasta que
siente el leve latigazo de dolor.

—No te muevas —me ordena apartando mi mano de un manotazo—, he dicho que ahora me toca
a mí.

—Eres demasiado mandona —bromeo.

—Tengo un buen maestro.

Obedezco con una sonrisa porque ahora mismo es la cosa más dulce que he visto en mi vida.
Enjuaga mi pecho de jabón y comienza a darme pequeños y húmedos besos en el cuello, que
logran hacer que me estremezca. Su lengua caliente baja por mi pecho hasta encontrarse con mi
tetilla y se demora en ella lo suficiente para conseguir que mi cabeza caiga hacia atrás con un
suspiro. Inconscientemente sujeto su nuca con mi mano para impedir que detenga sus caricias,
que me están volviendo completamente loco.

—¿Te gusta? —pregunta tímidamente.

—Mucho.

—Siéntate ahora en el borde de la bañera.

—¿Para qué?

—Tú me has probado antes a mí, ahora soy yo quien quiere probarte.

Obedezco sin rechistar, este juego me está gustando más de lo que pensaba. Shaina me abre las
piernas y se coloca entre ellas. Agarra mi verga con la mano y me muerdo el labio viendo cómo
se la mete entera en la boca sin apartar sus ojos de los míos. Joder… es la visión más erótica que
he tenido en mi vida. Su lengua inexperta recorre mi piel y me traga hasta el fondo de su
garganta. La sensación de estar follándome su boca es indescriptible, el roce de su lengua se
alterna con pequeñas raspadas accidentales de sus dientes que, lejos de

acojonarme, me llevan a la locura. Sus dedos juguetean con mis huevos, rozándolos con las uñas
y haciéndolos rodar entre ellos. La sujeto por la nuca y empiezo a dar pequeñas envestidas que
me llevan al fondo de su garganta. Shaina me traga entero, sin una arcada, y acaricia mis huevos
acercándome peligrosamente al orgasmo. Estoy a mil, a punto de correrme, pero no voy a
hacerlo sin que ella esté cabalgándome. La separo de mi polla y vuelvo a sentarme en el agua
caliente. Shaina se coloca inmediatamente a horcajadas sobre mí y guía mi polla hacia su interior
hasta que quedo total y absolutamente enterrado en ella, pero me quedo quieto al escuchar un
gemido de sus labios.

—¿Te duele? —pregunto.

—¡Joder, no! —protesta sonriendo— Me encanta.

—Muévete, gatita… úsame para correrte.

Ella empieza a mover las caderas de forma inexperta consiguiendo que mi polla se salga de ella,
así que la sujeto de las caderas y le marco el ritmo a seguir. Su sexo está tan caliente, tan
estrecho y suave… Shaina es todo un espectáculo erótico moviéndose sobre mi verga, con los
ojos cerrados, la boca entreabierta y sus preciosas tetas botando delante de mi boca. Alargo una
mano para amasar una de ellas y atrapo un jugoso pezón entre mis labios, acariciándolo con los
dientes y la lengua. Siento las uñas de la mujer clavarse en la piel de mi espalda, apretándome
más fuerte contra ella, y comienza un vaivén con sus caderas que le permite volvernos locos a
ambos, rozando mi glande contra la parte baja de su vientre, lanzando descargas de placer por
toda mi columna vertebral.

No puedo más, estoy a punto de correrme, pero Shaina no

tiene intención de permitírmelo. Se levanta de mi polla y se pone en pompa, con las manos
apoyadas en el borde de la bañera, mirándome por encima de su hombro con una sonrisa.

—¿Qué quieres? —pregunto, aunque lo sé perfectamente.

—Ya lo sabes.

—Pídelo, nena…

—Entra en mí.

Sonrío y meto un par de dedos en ella, que gime con frustración y se aparta rápidamente.

—¡Así no! —protesta.


—Entonces sé más concisa, nena… no soy adivino.

—Eres malo… sabes que me da vergüenza.

—No tienes que sentir vergüenza, cariño… no conmigo.

—Quiero que me folles —susurra.

Se ha sonrojado hasta la punta de los dedos de los pies, pero su petición ha logrado que mi
estómago de un vuelco. Me coloco detrás de su cuerpo y tras abrirle las nalgas meto mi verga
caliente otra vez en su canal mientras hago pequeños círculos con el dedo en la fruncida entrada
de su culo.

—Algún día te la meteré aquí —ronroneo en su oído.

—En tus sueños —protesta ella.

—¿Por qué no?

—Ese orificio es de salida… nada más.

—También es un orificio de placer.

—No lo creo… mis amigas que lo han probado dicen que es muy doloroso y para nada
placentero.

—Eso es porque no han estado con la persona adecuada.

—Digas lo que digas no me vas a convencer.

—¿Sabes, Shaina? Voy a disfrutar enormemente demostrándote que te equivocas.

—¿Quieres moverte de una vez?

Dios… esta mujer me vuelve completamente loco. La empotro con fuerza, hasta el fondo, y
tengo que sujetarla rodeando su cintura con el brazo para que no termine saliendo disparada
hacia adelante, porque esta vez no voy a controlarme. Mis estocadas dan de pleno en su punto G,
haciéndola gritar, y cambio mi agarre a sus hombros para poder hundirme más profundamente en
ella. Sus gemidos resuenan en toda la habitación, el orgasmo está cerca y yo solo quiero
correrme en su interior, pero cuando siento su cuerpo convulsionarse a mi alrededor recorrida
por el orgasmo salgo de ella y me masturbo hasta derramar mi leche sobre su espalda curvada.

Le doy la vuelta para abrazarla con fuerza y la llevo hasta la ducha para borrar cualquier rastro
de semen o sudor de su cuerpo. Media hora después Shaina está sentada en la isla de mi cocina
vestida con una de mis camisetas mientras preparo algo para cenar.

—No creí que supieras cocinar —dice mordisqueando un bastón de zanahoria y mueve los pies
en el aire.
—Vivo solo desde hace mucho tiempo, así que algo tengo que saber hacer. ¿Tú no cocinas?

—Me defiendo lo justo. No hace mucho que me mudé a mi apartamento y he tenido que
aprender.

Le doy a probar un poco de la salsa que he hecho para la pasta con la cuchara de madera y limpio
un resto que queda en la comisura de sus labios con la lengua.

—Delicioso —susurro.

Ella me agarra de la cinta del delantal y tira de mí para unir sus labios a los míos y hundir la
lengua en mi boca, saboreándome.

—Y que lo digas —responde.

Después de cenar nos tumbamos en mi cama a ver una película. Shaina apoya la cabeza en mi
pecho y pasa su brazo por mi cintura acomodándose, y debo reconocer que me gusta la sensación
de tenerla así. Aunque no voy a negar que he tenido parejas estables nunca había estado así con
ninguna, en realidad ninguna de ellas ha sido cariñosa (cosa que realmente no me molestaba)
pero me está empezando a gustar mucho el cambio. Cuando termina la película descubro que
Shaina ya está dormida, así que la aparto de mi cuerpo para ponerla mejor en la cama, la cubro
con las sábanas y me tumbo de nuevo a su lado, durmiéndome más rápido de lo que suelo
hacerlo con un cuerpo femenino al lado.

Por la mañana el olor a café recién hecho me despierta.

Sonrío y me abrazo con más fuerza al cuerpo caliente de Shaina, que aún sigue dormida.
Espera… Si Shaina sigue aquí… ¿Quién coño está en mi cocina? Tardo unos segundos

en reaccionar… ¡Mierda, mi madre! De un salto me levanto de la cama y empiezo a vestirme a


toda prisa para intentar deshacerme de ella lo antes posible. Salgo de la habitación y cierro la
puerta a mi espalda con cuidado para no despertarla, en un intento de evitar que mi madre vea a
Shaina desde la cocina.

—Mamá… ¿qué haces aquí? —pregunto— ¿No tenías guardia anoche?

—Y la tenía, acabo de salir —responde acercándose a besarme.

—¿Y por qué no te has ido directamente a casa? Debes estar muy cansada.

—He venido a prepararte el desayuno antes de irme a dormir.

—Mamá, es que… no estoy solo.

Mi madre me mira con una ceja arqueada y una enorme sonrisa se dibuja en sus labios.

—¿No estás solo? —insiste.

—Acabo de decirte que no. —No puedo evitar devolverle la sonrisa.


—Y seguro que no es Nathan, ¿verdad?

—Si fuera Nathan estaría durmiendo en el sofá, mamá, no en mi cama. Ronca demasiado.

Cierro los ojos con un gemido cuando la puerta de mi habitación se abre. Por favor, que esté
vestida… que esté vestida… Me vuelvo y dejo escapar un suspiro de alivio al comprobar que
Shaina lleva puesta una camisa de seda color

crema y una falda de tubo roja. Lleva el pelo perfectamente recogido en una cola alta y hasta le
ha dado tiempo de ponerse maquillaje. Joder… esta mujer es increíble. Tras el sobresalto inicial
al ver a mi madre se acerca tímidamente y se sienta frente a la isla de la cocina.

—Buenos días —dice sin levantar la mirada.

—Buenos días, Shaina —responde mi madre—.

Cuánto tiempo sin vernos…

—Shaina y yo estamos saliendo, mamá —me apresuro a decir porque no quiero que interprete
mal las cosas.

Shaina me mira con la sorpresa dibujada en el rostro.

¿Qué mierda creía que iba a decir en estas circunstancias?

—No querrás que piense que soy un depravado que se aprovecha de su ayudante, ¿verdad? —
protesto.

—No tenías por qué decirlo de esa manera.

—¿Y cómo querías que lo dijera?

—No lo sé, pero desde luego no así de directo.

—Lo tendré en cuenta la próxima vez.

—Bueno, chicos, sentaos a desayunar —interrumpe mi madre—. Shaina, ¿te gusta el café o
prefieres té?

—Café está bien, gracias.

Mi madre deja una taza delante de ella, que en cuanto se da la vuelta me mira con el ceño
fruncido.

—Anoche tenía guardia —susurro—, creí que se iría directamente a casa.

—¿Y no pudiste avisarme de que cabía la posibilidad de que viniera? Me habría ido a casa.

—Ni siquiera me acordé de ella. ¿Tengo que recordarte que estaba…


Shaina me tapa la boca con ambas manos mirándome con asombro. A ver si se cree que mi
madre no ha follado en su vida…

—Suelo venir a prepararle el desayuno a mi hijo siempre que el trabajo me lo permite —explica
mi madre—

porque estoy segura de que si lo dejara a su suerte solo se tomaría una taza de café.

Deja un plato delante de cada uno con algunas salchichas, verduras y huevos cocidos.

—Confío en que a partir de ahora seas tú quien se ocupe de que este obseso del trabajo desayune
—continuó—.

Os dejo solos, estoy agotada y quiero tirarme en la cama a dormir en cuanto me dé una ducha
caliente.

Si a Shaina le sorprende que mi madre le dé un beso en la mejilla no lo demuestra. Al contrario,


la abraza con una sonrisa que mi madre le corresponde inmediatamente.

—Bienvenida a esta familia de locos, Shaina —susurra antes de marcharse.

En cuanto la puerta se cierra tras ella Shaina se pone de pie con los brazos en jarras para
enfrentarme.

—¡Tú…

La sujeto de la nuca para hundir la lengua en su boca con fuerza, callándola de golpe. Ella deja
caer los brazos a

ambos lados de su cuerpo en cuanto siente el tacto de mis labios sobre los suyos. Me devuelve el
beso con los ojos cerrados, y cuando siento que estoy a punto de cargármela al hombro para
volver a la cama me separo de ella. Tenemos que ir a trabajar.

—No sabía que iba a venir, nena —explico—.

Normalmente no lo hace cuando tiene guardia, así que ni siquiera pensé en avisarte anoche.

—¿No pensaste en avisarme o no lo hiciste porque sabías que me iría a casa?

—En realidad ni siquiera me acordé de ella… me pusiste demasiado cachondo como para pensar
con coherencia.

Pero aun así no te habría dicho nada para que te quedaras —

reconozco.

Ella asiente, pero sigue desayunando en silencio, y sé que su mente está en otra parte.

—Sé que no querías que nadie se enterase aún de que estamos juntos —continúo—, pero no he
tenido más remedio que decírselo. Cuando he salido del dormitorio ella ya estaba aquí y no me
ha quedado opción cuando has salido detrás de mí.

—Lo sé, es solo que…

—¿Qué? —insisto al ver que no termina la frase.

—No esperaba tener que decírselo tan pronto, acabo de conocerla.

—Si te hubieras quedado en la habitación no habríamos tenido que decírselo tan pronto —
protesto con una sonrisa.

—Salía para matarte después de escuchar una voz de mujer que te hablaba en tono meloso —
reconoce—. Por suerte mi orgullo ha sido más fuerte que mis celos y me he tomado un momento
para arreglarme, que si no tu madre me habría visto desnuda…

—¿Te has puesto celosa, nena? —sonrío pegándola a mi cuerpo.

—Simplemente no me gusta que me utilicen.

—Puedes reconocer que has sentido celos, cariño. No me importa.

—Tengo derecho a sentir celos si escucho a una mujer en casa de mi chico… ¿o no?

Acallo sus protestas con un beso. Shaina enreda los brazos en mi cuello y pega sus caderas a las
mías, arrancándome un gemido. No hace ni cuatro horas que he follado con ella y ya quiero
enterrarme otra vez entre sus piernas… Definitivamente soy un depravado en lo que se refiere a
ella.

—Desde que cruzamos anoche la puerta de esta casa eres mi pareja, lo llames como lo llames —
susurro cuando nos separamos para tomar aire— y no soy de los que buscan en otra parte lo que
perfectamente pueden tener en casa.

—Más te vale.

—Soy tuyo de la misma manera en la que tú eres mía, Shaina, por lo que nunca te daré motivos
para sentirte celosa, al menos no intencionalmente.

—Bien.

—Y te adelanto que yo también soy un tío bastante celoso, así que espero que tú tampoco me des
motivos para serlo.

—Tengo amigos a los que no pienso dejar de ver porque tú te pongas celoso, te lo advierto.

—No es eso lo que he dicho, yo también tengo amigas a quienes no quiero dejar de ver.

—Bien.
—Pero si alguno de esos amigos tuyos cruza la línea de la amistad ten por seguro que voy a
romperle los dientes.

—Dudo que mis amigos lo hagan, pero si así fuera te doy permiso para hacerlo.

—Bien. Y ahora deja de tentarme para que pueda vestirme. No está bien que el jefe llegue tarde
al trabajo por retozar con su ayudante.

Shaina me golpea levemente en el pecho ante el comentario, aunque sonríe. Voy a vestirme
mientras ella se encarga de recoger lo que hemos ensuciado. Cuando salgo de nuevo de mi
habitación me acerco a ella y le doy un beso fiero porque me he sentido frustrado al imaginar a
otro hombre tocando lo que me pertenece, y tiro de ella hacia la puerta de la calle.

—Vámonos o llegaremos tarde —digo con voz ronca.

—¿Puedo coger mis cosas al menos, neandertal?

—No, ya las cogerás en otro momento.

—¡Por lo menos déjame coger el bolso!

Su risa termina por contagiarme y acabo riendo con ella entre mis brazos.

—Ve a por el bolso, lo demás puedes dejarlo aquí —

susurro—. Así no tendrás que traer un cambio de ropa cada vez que te quedes.

—¡Pero tengo que lavar esa ropa!

—Puedes lavarla aquí, yo también tengo lavadora.

—¿Pero sabes utilizarla? —bromea.

—Para su información, señorita, mi madre se encargó de hacer de mí un perfecto partido para mi


futura esposa. Sé lavar, planchar, coser y hasta limpiar.

—Me he llevado todo un chollazo…

—Es bueno que lo sepas. Ve a por tus cosas.

La observo correr hacia mi dormitorio y aparecer poco después con un bolso al hombro y su
maletín en la otra mano.

—¿Nos vamos, señor Collins? —pregunta con una sonrisa.

—Por supuesto, señorita Bennet.

Capítulo 14
No he visto a Shaina a solas en todo el maldito día debido al volumen de trabajo que tenemos a
raíz del nuevo contrato. Estoy agotado, tengo mucho sueño y lo que menos necesito ahora mismo
es la visita de Rika, pero aquí la tengo, de pie delante de mi escritorio mientras Eva se deshace en
disculpas por no haber podido detenerla.

—Lo siento, Keith —se disculpa mi secretaria—. Yo…

—Está bien, Eva, yo me hago cargo —digo para tranquilizarla—. Vuelve al trabajo.

—Muy bien.

Observo como Rika la mira triunfante y suspiro ante su actitud. Es por su actitud que ella y yo
nunca llegamos a nada serio: no soporto a las personas que se creen mejor que el resto por el
hecho de tener más dinero. Reconozco que durante un corto lapso de tiempo estuve acostándome
con ella porque no había nadie más que me satisficiera, pero de eso hace ya más de cinco años, y
ahora puedo considerarla algo así como una amiga… aunque ella no desaproveche cualquier
oportunidad a su alcance para intentar meterse de nuevo dentro de mis pantalones.

—Te he dicho mil veces que no te presentes aquí sin avisar, Rika —protesto—. Hoy tengo
mucho trabajo y no puedo atenderte.

—Lo siento, pero tenía tantas ganas de verte que no he podido resistirme a subir cuando he
pasado por la puerta.

—¿Seguro que has pasado por la puerta y no has venido intencionadamente?

—Tienes muy mala opinión de mí, bebé.

—Te he dicho un millón de veces que no me llames así, no me gusta.

—De acuerdo, no volveré a hacerlo. Hoy estás muy gruñón, Keith… ¿te hago un masaje?

—No es necesario.

Ella hace un puchero y se acerca a mí, sentándose en el escritorio. Está demasiado cerca, así que
me levanto de la silla para alejarme de ella lo suficiente como para que no haya lugar a
malentendidos por su parte… ni por parte de Shaina si llegara a aparecer de imprevisto.

—No voy a morderte, Keith —dice riendo—. A no ser que quieras que lo haga.

—Déjalo ya, Rika, y dime a qué has venido hasta aquí.

—Hace mucho que no nos vemos y te he echado de menos, ya te lo he dicho.

—Como te he dicho, he estado, y estoy, muy ocupado con mi trabajo.

—¿Tan ocupado como para no pasar tiempo con una vieja amiga?

—Sí, tanto como eso.


—¿No puedes ni siquiera comer conmigo? —pregunta volviendo a acercarse— Supongo que
tendrás que alimentarte…

Se engancha de mi brazo y pega su cuerpo al mío.

Intento apartarla, pero en ese momento la puerta se abre para dar paso a Shaina, que se detiene en
seco al ver la situación.

—Rika, déjame presentarte a Shaina Bennett, mi nueva ayudante —digo mirando a mi chica
fijamente a los ojos mientras aprovecho la oportunidad para apartarme de Rika—.

Shaina, ella es Rika, una vieja amiga.

—Mucho gusto —dice Shaina sin más.

—Lo mismo digo.

Rika le da la espalda a Shaina sin prestarle la más mínima atención y se vuelve hacia mí con un
puchero.

—Ven a comer conmigo… ¿sí? —ruega.

—¿Querías algo, Shaina? —pregunto sin prestarle atención a la otra mujer.

Ahora mismo parezco un crío de dieciséis años deseando que su chica lo reclame como suyo,
porque eso es exactamente lo que espero que haga Shaina. Sé que dijo que no quería que nadie
en la oficina lo supiera, pero puedo ver que sus celos están haciéndole hervir la sangre y puede
que esta sea la oportunidad perfecta para que esa norma estúpida que puso hace tres meses,
cuando empezamos a salir, desaparezca de una puta vez.

—Venía a repasar contigo los puntos de la reunión de esta tarde —responde con tono profesional
—, pero pueden esperar a que termines con tu visita.

—¿Lo ves? Hasta tu ayudante dice que el trabajo puede esperar.

Veo cómo se da la vuelta y cierra la puerta a sus espaldas más fuerte de lo que debería, y sonrío
satisfecho. Tal vez si la pongo lo suficientemente celosa termine por aceptar que dejemos de
mantener lo nuestro a escondidas, y si puedo utilizar la visita de Rika para mi propio beneficio
no hay dudas de que lo haré.

—Muy bien, Rika —digo con un suspiro—. Vayamos a comer, pero no puedo tardar mucho.

—¡Te lo prometo! Será solo una hora.

—Contigo nunca es una hora…

Cuando paso por la mesa de mi Shaina veo que está tecleando con tanta fuerza que temo que
alguna tecla salga disparada y le ponga un ojo morado a alguien en el proceso.
—Saldré a comer, Shaina —la informo—, volveré en una hora. Si se presenta algo importante
llámame al móvil.

—Como quiera, señor Collins —responde ella sin apartar la mirada de su ordenador. —Así que
volvemos al señor Collins… sí que está enfadada.

—Y no teclees con tanta fuerza —susurro aprovechando que Rika ha continuado andando hasta
el ascensor—, el ordenador no tiene la culpa de tus celos.

—No se confunda, señor Collins… No siento celos en absoluto.

—¿Seguro?

—Totalmente.

—Cualquiera lo diría…

Dirijo mis pasos hacia el ascensor sin prestarle la más mínima atención a la perorata de Rika,
porque tengo todos mis sentidos puestos en Shaina. La veo apretar la mandíbula con fuerza y
crujirse los nudillos como toda una macarra de los barrios bajos de la ciudad, pero ella ha sido
quien ha pedido que lo nuestro sea secreto, no yo. Cuando las puertas del ascensor se cierran
Rika me lanza los brazos al cuello, que aparto de inmediato.

—No te confundas, Rika —advierto—. Que acceda a comer contigo significa solo eso, comer
con una vieja amiga.

—Pero fue increíble el tiempo que estuvimos juntos…

¿No te gustaría repetirlo?

—No lo he repetido hasta ahora, ¿qué te hace pensar que aceptaría?

—¿Por qué no?

—Porque ahora estoy con alguien más.

—Nunca has sido quisquilloso a la hora de estar con dos mujeres a la vez.

—No lo he sido porque no tenía nada serio con ninguna de ellas. Ahora tengo pareja.

—Pareja… —susurra Rika apartándose algo molesta—

Esa palabra es demasiado seria, no te pega.

—Es tan seria como lo que siento por ella.

—No sabía que querías salir con alguien, Keith.

—Yo tampoco lo supe hasta que encontré a la persona adecuada.


—¿Lo saben tus amigos?

—No he tenido tiempo de decírselo a nadie —explico

—. Llevamos poco tiempo de relación, así que me gustaría pedirte que mantengas la boca
cerrada.

—Oh… si llevas poco tiempo con ella podemos echar el polvo de despedida —responde
acercándose de nuevo—.

No se enterará.

—Creía que me conocías mejor, Rika —susurro apartando sus manos de mi cuerpo… otra vez—.
Cuando estoy en serio con una mujer es porque tengo sentimientos por ella, así que no tengo
ninguna intención de engañarla con alguien por quien no siento absolutamente nada.

Suspiro con fuerza intentando calmarme. Ha sido una pésima idea intentar usar a Rika, lo sé,
pero ahora no puedo retractarme.

—Estoy bien con que seamos solo amigos —digo al fin

—, pero si vas a seguir intentando que me acueste contigo creo que sería mejor que lo
termináramos aquí.

—No seas extremista, Keith —protesta ella enganchándose de mi brazo—. Sería un desperdicio
que nuestra amistad de fuera al traste por una tontería.

—Si vuelves a intentarlo no volverás a verme, te lo estoy advirtiendo.

—Muy bien, como quieras.

Llegamos al restaurante y tras hacer nuestro pedido Rika apoya la barbilla en las manos
mirándome con una sonrisa.

—¿Y dónde has conocido a esa mujer que te ha hecho sentar la cabeza? —pregunta con
curiosidad.

—Aquí y allá.

—Mmm… ¿no me lo vas a decir?

—No, aún no voy a decirte nada.

—¿Y cuánto tiempo lleváis saliendo?

—He dicho que no voy a contarte nada aún —río—.

No insistas.
—Eres un aguafiestas —protesta.

—Gracias por el cumplido —bromeo.

—Créeme, no lo era.

Cuando vuelvo a la oficina no encuentro a mi chica por ninguna parte, y miro a Eva con una ceja
arqueada.

—Está en el archivo buscando unos documentos —

responde mi secretaria con una sonrisa—. Si vais a mantenerlo en secreto deberíais ser menos
obvios, casi te asesina con la mirada cuando te has ido con Rika.

—¿Lo sabías? —pregunto sorprendido.

—Por supuesto que lo sabía. Soy tu amiga, ¿recuerdas?

Te conozco muy bien.

—Es ella quien quiere que sea secreto, no yo.

—Lo suponía, y creo saber por qué, por eso no he dicho nunca nada.

—Te lo agradezco.

—Pero que ella quiera mantenerlo en secreto no quiere decir que puedas jugar así con ella. Está
bastante dolida, Keith.

—Solo intentaba ponerla un poco celosa, es todo.

—Llevamos conociéndonos mucho tiempo y creo que tengo el todo el derecho del mundo a
meterme en tu relación igual que tú hiciste con la mía.

—Por supuesto, di lo que tengas que decir.

—Shaina es joven e inexperta, solo ha tenido una relación en su vida y no es que haya sido la
mejor del mundo.

—Lo sé, ella me lo contó.

—Es por eso que ella no sabe jugar a tus retorcidos juegos de seducción, lo que para ti puede
parecer un acto sin importancia puede que para ella sea un gran golpe, así que ten cuidado y no la
cagues con ella.

—No pretendo hacerlo, es solo que me revienta no poder decirle a la gente que es mía. Solo
intentaba que un pequeño ataque de celos la hiciera reaccionar.

—¿Entiendes los motivos que ella tiene para mantenerlo en secreto?


—Por supuesto que sí, pero…

—Pero nada, debes respetar su decisión. Deja que sea ella quien decida cuándo hacerlo público,
Keith, no la fuerces a hacerlo o te aseguro que la perderás.

Asiento y me dirijo con paso decidido hasta el archivo.

Shaina está subida en una escalera intentando coger una carpeta de la parte de arriba de la
estantería. Su falta queda un poco levantada y me deja ver el encaje de sus medias, y sonrío
cuando me percato de que se le ha bajado la cremallera dejando a la vista la tira de encaje de su
tanga. Me acerco y la sujeto de la cintura con la palma de la mano abierta sobre su estómago para
cerrarle la prenda con la otra mano. No me

extraña que ella se tense, pero en vez de apartarme de un manotazo se gira para dejarse caer en
mis brazos y unir sus labios a los míos.

Joder… en cuanto siento el precioso cuerpo de Shaina pegado al mío una corriente de lava
líquida recorre mi espalda.

La deseo, la deseo tanto que estoy dispuesto a escuchar a Nathan regodearse en su “te lo dije”
para poder hacerle el amor ahora mismo, pero igual que se ha lanzado a mis brazos se aparta para
mirarme con los brazos cruzados. Puedo notar que tiene los ojos algo hinchados, señal de que ha
estado llorando, y me siento un completo bastardo por ser el causante de sus lágrimas.

—¿Qué te pasa? —pregunto— ¿Has estado llorando?

—Claro que no, ¿por qué lo haría?

—¿Seguro? No me mientas.

—No te estoy mintiendo, solo me ha entrado un poco de polvo en el ojo al bajar la caja de los
archivos.

Hago como que me lo creo, pero su excusa no me convence para nada.

—¿Todas tus amigas son como Rika? —pregunta de repente.

—Desde luego que no —respondo con un escalofrío—.

Si todas fueran como ella me volvería loco.

—Pues parecías bastante cómodo cuando se te ha enganchado del brazo como una garrapata.

—Ella es demasiado efusiva —explico.

—¿Efusiva? Yo creo que tiene toda la intención de comerte.

Sonrío acercándome a ella, que por suerte no se aparta, y enredo los brazos en su cintura.
—¿Estás celosa, gatita? —ronroneo.

Ella responde con un bufido e intenta apartarse sin demasiada convicción.

—Déjame ir —pide.

—No hasta que me respondas.

—Keith… suéltame.

—Eres adorable cuando te pones celosa —susurro dejando un posesivo beso en sus labios.

—No soy adorable, Keith… soy peligrosa. Quería lanzarme sobre ella para apartarla de ti, pero
como soy profesora de artes marciales he tenido que resistirme.

—Todo se solucionaría si le hicieras ver a quién pertenezco.

—Aún no estoy lista para que todo el mundo lo sepa, ya te lo he dicho. Pero estoy pensando muy
seriamente en la posibilidad de marcarte para que todo el mundo se entere de que ya tienes
dueña.

—Por mí puedes marcarme siempre que quieras… me pone muy duro que seas posesiva.

—Lo que sea… suéltame.

—Shaina… no hay nada entre Rika y yo y te aseguro que nunca lo habrá.

—Pero lo hubo en el pasado, ¿verdad?

—Lo hubo, pero fue hace mucho tiempo y no fue nada serio. Yo no tenía a nadie, ella tampoco y
nos satisfacíamos en la cama mutuamente, eso es todo.

—No me gusta que seas su amigo.

—¿No confías en mí?

—En quien no confío es en ella.

—Ya le he dejado claro que estoy saliendo con alguien y que si vuelve a intentar algo nuestra
amistad se terminará.

—Como si ella fuera a hacerte caso —bufa.

—Ella puede hacer lo que le dé la gana, mi polla solo se pone dura por ti.

Restriego mi pelvis contra su cadera para que compruebe la verdad de mis palabras. Estoy duro
como una piedra, me muero de ganas de desnudarla y enterrarme en ella, pero cuando le he dicho
a Rika que hoy estaba muy ocupado solo he dicho la verdad.
—Si no fuera por la cantidad de trabajo que aún tenemos que terminar hoy —susurro en su oído
—, te sentaría en mi escritorio para follarte, así no te quedaría ninguna duda de a quién
pertenezco.

Shaina gime y me atrae hacia ella para sellar mis labios con los suyos. Es un beso lánguido,
suave y muy dulce, que echo de menos en cuanto mi chica se aparta dando un paso hacia atrás.

—Eso me recuerda que venía buscar unos documentos para la reunión de esta tarde —informa
recogiendo la carpeta

que ha dejado caer cuando me ha besado en la escalera.

—Ajá —respondo volviendo a atraerla hacia mi cuerpo.

—Keith… —ríe ella— No tenemos tiempo.

—Dime qué son esos documentos.

—Si me sueltas te los enseñaré.

—Habla… Te estoy escuchando.

No tengo tiempo para follármela como merece, pero sí para juguetear un poco. Quiero que
cuando esta noche la lleve a la cama esté tan caliente que no pueda esperar ni un solo segundo
para tenerme dentro de ella. Dejo un reguero de besos por su cuello, haciéndola jadear. Sus
pequeños pezones sobresalen en la seda de su camisa y pellizco uno de ellos mientras continúo
con mi asalto.

—Sigue hablando, nena… o me detendré —susurro.

Shaina empieza a explicarme los documentos y para qué los necesitamos, entre gemidos y
suspiros, mientras desabrocho su camisa, dejando a la vista su sujetador. Paso mi lengua caliente
por encima del encaje, humedeciéndolo con mi saliva, y sonrío cuando siento la mano de mi
chica enredarse en mi pelo para pegarme más a su piel.

—Sigue hablando —ordeno.

—No puedo concentrarme —lloriquea ella.

—Si no lo haces me detendré.

Ella continúa con la explicación con dificultad, añadiendo algún gemido o un “¡Oh, dios!” que
me hace reír.

Cuando al fin termina la explicación lanza la carpeta al suelo y enreda sus brazos alrededor de mi
cuerpo.

—Se acabó la explicación —suspira—. ¿Puedes terminar lo que has empezado, por favor?
—Mmm… ¿Impaciente? —ronroneo.

—Eres un capullo —responde—. Me torturas hasta que te deseo demasiado y encima te ríes.

—Tienes razón, nena, soy un capullo… Un capullo que va a hacer que te corras en breve, gatita.

Hundo la lengua en su boca, pero el ruido de la puerta abriéndose nos hace separarnos
rápidamente. Shaina huye detrás de una estantería para poder acomodarse la ropa y yo carraspeo
intentando acomodar sin éxito la erección que tengo dentro de los pantalones. Nathan entra
mirando algo en su tablet, pero se queda mirándome con una ceja arqueada cuando se da cuenta
de que estoy empalmado.

—¿Qué hacíais los dos aquí encerrados? —pregunta.

Es evidente que ha visto a Shaina antes de esconderse, pero ella es la reina del disimulo y se
acerca a mí ojeando una carpeta como si no hubiera estado a punto de follármela.

—Los he encontrado —dice levantando la mirada hacia Nathan—. Oh, hola, no te había oído
entrar.

Mi amigo nos mira con una sonrisa de complicidad y se apoya en la pared para observarnos
detenidamente.

—Os veo algo… acalorados —dice sin más.

—Aquí no hay calefacción y llevamos un buen rato buscando esos documentos —protesto—.
¿Cómo quieres que

estemos?

Shaina aprovecha para salir de la habitación como alma que lleva el diablo y cierra la puerta tras
de sí.

—Unos documentos… —repite Nathan con una sonrisa.

—No todos somos unos depravados como tú, Nathan.

Yo sé mantener la compostura.

—Y esa erección es porque…

—Cállate —protesto dándole un puñetazo en el hombro.

—Caerás muy pronto, mi querido amigo… Lo harás.

—Ve a buscar lo que sea que buscabas y déjame en paz.

—Te buscaba a ti, Keith. Ha habido un error con los pedidos y la fábrica no puede solucionarlo
antes de la fecha límite. Tendremos que retrasar el envío.
—Ponte en contacto con el comprador y ofrécele un descuento del diez por ciento por los
inconvenientes.

—Pero los beneficios…

—De nada nos servirán los beneficios de una sola venta si perdemos al cliente que nos
proporciona millones de dólares al año. Es mejor no tener beneficios ahora y contar con la marca
en el futuro, Nat. Siempre han sido excelentes compradores.

—Tienes razón, me pondré a ello en cuanto vuelva de comer. ¿Tú vas a salir?

—Ya he comido, Rika ha venido a verme.

—¿Y te has ido a comer con ella?

—He aprovechado para informarla de que no tiene nada que hacer conmigo ahora que tengo a
Shaina.

—¿Sabe ella que te has ido a comer con otra mujer?

—Lo sabe —respondo con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Y se lo ha tomado bien?

—En absoluto, se ha puesto tremendamente celosa.

—Y eso te divierte porque…

—Porque con suerte se terminará la estupidez de mantenerlo en secreto muy pronto.

—Tienes una mente retorcida, tío… No soy el más indicado para dar consejos, pero ¿te has
parado a pensar que puedes hacerle daño?

—No me lo había planteado hasta que Eva me lo ha hecho ver.

—Espera, ¿Eva lo sabe?

—Dice que somos muy obvios —respondo

encogiéndome de hombros.

—A este paso se va a enterar toda la empresa antes de que ella se decida a hacerlo público.

—Ahora que lo dices…

—No pienses demasiado, das miedo cuando planeas algo tan retorcido como lo que sea que se te
acaba de pasar por la cabeza. Me alegro de no ser ella, lo que tiene que aguantar la pobre por tu
culpa…
—Jamás serías ella, no me pongas los pelos de punta.

—Muy bien, me marcho para que puedas volver a tu despacho con la celosa de tu chica —dice
volviéndose—. Por cierto… límpiate la boca, la tienes llena de carmín.

Mi amigo se marcha riendo, pero me vengaré de él muy pronto. Vuelvo a mi despacho con la
intención de terminar lo que hemos empezado, pero Shaina no está sentada en su mesa.

—Eva, ¿a dónde ha ido Shaina? —pregunto.

—Ha ido a comer, aún no lo ha hecho. ¿Para qué la necesitas?

—No es importante. ¿Y tú por qué no te has ido con ella?

—He quedado con mi marido, llegará en diez minutos.

—Saluda a Richard de mi parte.

—Lo haré.

Me dejo caer en mi silla con un suspiro y aprieto mi erección para que se olvide de obtener
liberación por ahora.

Tendré que conformarme con llevarme a Shaina esta noche a casa…

Capítulo 15

Una hora después no hay rastro de mi chica por ninguna parte. La llamo a su teléfono, pero no
responde tampoco, así que salgo de la oficina a toda prisa para ir a buscarla. No tengo que buscar
demasiado, la encuentro en la acera rodeada de un grupo de adolescentes que hablan sin cesar
mientras ella ríe encantada.

—¿Ahora trabaja aquí, señorita Bennet? —pregunta uno de ellos.

—Sí, este es mi nuevo trabajo.

—¿Eso quiere decir que dejará de darnos clase? —

protesta una chica a punto de echarse a llorar.

—Claro que no, Claudia. Aquí solo trabajo de lunes a viernes, podré seguir con las clases los
fines de semana. ¿Qué estáis haciendo aquí?

—Hemos venido de excursión con el señor Mathews, vamos a hacer una visita a la fábrica de
Symon Corp. ¿Podría hacernos una visita guiada ahora que trabaja aquí?

—Lo lamento, chicos, pero yo no tengo ni idea del trabajo de la fábrica —se disculpa ella—. Yo
trabajo para el gran jefe.
—Así que aquí estabas… —interrumpo acercándome a ellos— Creí que te habían raptado.

—¿Quién es usted? —pregunta uno de los chicos.

—Chicos, él es Keith Collins, el presidente de Syman Corp. —Baja su voz hasta que apenas es
un susurro—. El gran

jefe.

El coro de exclamaciones de sorpresa no se hace esperar y sonrío satisfecho, aunque me hubiera


gustado más que me presentara como su pareja.

—He oído que tenéis una excursión por mi fábrica.

¿Qué tal si os acompaño hasta allí? —pregunto mirando el reloj— Aún tenemos un poco de
tiempo para ir a la reunión.

—El señor Mathews ha ido con algunos chicos a comprar botellas de agua —me dice Shaina—,
no tardarán en volver.

Durante el camino hacia la fábrica, que está en la parte de atrás del edificio, me dedico a
hablarles sobre la compañía y respondo las preguntas de los jóvenes. Ahora entiendo mejor por
qué Shaina emplea su tiempo libre en estos chicos, a pesar de ser personas sin recursos tienen
muchas ganas de aprender y tener un futuro prometedor. Tras dejarlos en la fábrica, Shaina y yo
volvemos a la oficina con el tiempo justo para ir a la reunión.

—Me has sorprendido —dice de pronto ella.

—¿Por qué?

—Por cómo has sido con ellos.

—Son buenos chicos.

—Sí que lo son, es una lástima que la mayoría de ellos tengan que dejar de estudiar porque sus
padres no tienen dinero suficiente para pagarles una carrera.

—Todo tiene solución, nena… veremos a ver lo que podemos hacer.

—No es eso lo que quería decir, Keith, no tienes por qué implicarte.

—Ya sé que no era eso lo que querías decir, es lo que digo yo. Cuando me hice cargo de esta
empresa dediqué parte de los beneficios a crear una fundación para ayudar a quienes lo
necesitan, y bien puedo ayudar a tus chicos a terminar sus estudios.

—Impresionante, señor Collins… —dice ella besándome en la mejilla en la seguridad del


ascensor.

—Aún tengo muchas cosas más con las que sorprenderte, señorita Bennet.
Tras la reunión decido irme a casa. Estoy agotado y necesito dormir de un tirón hasta mañana,
que por suerte es sábado. Me apoyo en el quicio de la puerta observando a Shaina, que está
recogiendo sus cosas, y nos despedimos de Eva antes de subir al ascensor.

—Estoy agotado —suspiro abrazándome a ella.

—Está usted mayor para pasarse la noche despierto, señor Collins.

Una sonrisa lobuna se dibuja en mis labios pensando en la noche anterior.

—Te aseguro que mereció la pena —respondo.

Nathan está esperándonos apoyado en el capó de mi coche hablando por teléfono.

—No eres tú, soy yo…—dice— Lo entiendo, pero soy un tipo con problemas…

Le miro con una ceja arqueada y él me saca el dedo en respuesta.

—Es doloroso hablar de mis sentimientos… —

continúa— No, me niego a implicarte en mis problemas, eres demasiado perfecta y no te


merezco… Espero que encuentres a alguien mejor… Adiós.

Cuelga el teléfono y nos mira con una sonrisa. Como ya lo conozco no digo nada, pero Shaina lo
está mirando con la boca abierta… literalmente.

—Cierra la boca, Shaina… es así de gilipollas de serie

—digo presionándole el mentón con el índice.

—Ya le advertí que no quería nada serio, pero ella insiste en que es mi alma gemela —protesta
mi amigo.

—¿Y como no quieres nada con ella te inventas esa triste excusa? —pregunta Shaina.

—¿Qué querías que hiciera? ¿Decirle que no me gusta lo suficiente como para tener una relación
con ella?

—Exactamente eso… Es preferible alguien sincero a una mentira que no se tragaría nadie.

—Ella se la ha tragado —responde Nathan encogiéndose de hombros.

—Eso es lo que tú te crees. —Se vuelve hacia mí—.

¿Cómo puedes ser amigo suyo?

—No tuve más remedio… era el único aliado con el que contaba cuando llegué aquí.

—Deberías escoger mejor tus amistades… este tío es un imbécil.


Ella se mete en el coche seguida de mi carcajada.

Nathan entra detrás de ella y se encarama en su asiento con un puchero.

—Shaina… no me odies —pide—, quiero llevarme bien contigo…

—Creo que no.

—¡Vamos! Eres la mujer de mi amigo, no quiero…

Miro a Nathan con ganas de matarlo. ¿Este tío es gilipollas? Shaina se vuelve hacia mí con el
ceño fruncido.

—¿Se lo has dicho? —me reprocha.

—No ha hecho falta que me diga nada —interrumpe Nathan—. Keith es mi mejor amigo y sé
cuándo sale con alguien… eso sin contar que os he pillado besándoos en el archivo hace unas
horas.

Shaina se vuelve y coge a mi amigo por la camisa para pegarlo a su cara.

—Si alguien más de la empresa se entera de esto eres hombre muerto, ¿entiendes? —amenaza.

—Llevo tiempo sabiéndolo y no he dicho nada… no soy quién para desvelar vuestro secreto.

—Sigo sin aguantarte.

—¿Pero por qué? —lloriquea Nathan.

—Porque no soporto a los tíos que juegan con los sentimientos de las mujeres —protesta ella
cruzándose de brazos.

—Yo no he jugado con sus sentimientos, lo juro. Le dije lo que había desde el primer momento,
pero ella no me hizo caso.

Shaina lo mira de reojo y luego me mira a mí, que asiento. En eso le doy la razón, yo estaba
delante el día que se lio con ella y se lo dejó todo claro como el agua.

—Le das la razón solo para ayudarle, ¿verdad? —

protesta ella.

—No, cariño… es verdad lo que dice. Yo estaba con él cuando ligó con ella —insisto.

—¿Y tú qué hacías con él?

—Fue antes de ti —aclaro acariciando su mejilla.

—Muy bien, te daré el beneficio de la duda —dice al fin.


—Menos mal… —suspira mi amigo dejándose caer contra el asiento.

—¿Tanto te importa mi opinión? —pregunta ella divertida.

—Eres la mujer de mi mejor amigo, Shaina. Sería muy incómodo ir a ver el partido a su casa
mientras tú me miras con odio. Prefiero que lo hagas con tu preciosa cara habitual.

Ella eleva los ojos al cielo y se abrocha el cinturón de seguridad.

—¿Cómo lo soportas? —bromea.

—Con mucho esfuerzo —respondo—. Créeme, no es nada fácil.

—Deberían darte un premio por ello.

—No sería mala idea…

—Sigo aquí… Lo sabéis, ¿verdad?

Cuando dejo a Nathan en su apartamento llevo a Shaina al suyo, me gustaría que volviera a
quedarse, pero sé que su hermana está con ella y dejar a la menor dos días sola es demasiado.

—¿Por qué está tu hermana contigo estos días? —

pregunto con curiosidad.

—Ha discutido con mis padres… otra vez. Ella quiere ser actriz y ellos no quieren ni oír hablar
del tema, así que esto suele pasar bastante a menudo.

—¿Son muy estrictos?

—Quieren que se quede con el bufete ahora que no han podido lograr que lo haga yo.

—¿Tú también discutías con ellos por eso?

—No tanto como ella, porque para mis padres mi trabajo se considera normal, con un sueldo fijo
y todo eso. La carrera de actriz es incierta, por lo tanto, para ellos no es una buena elección.

—Eso es una tontería.

—Lo sé, e intento apoyarla todo lo que puedo, pero mis padres son de mente cerrada. ¿Quieres
subir?

—No creo que sea buena idea.

—¿Por qué no? ¿Te incomoda mi hermana? Lo entiendo, es un poco intensa y…

—No es porque me incomode tu hermana —


interrumpo—. Es cierto que es algo intensa, pero también es bastante divertida.

—¿Entonces?

—Anoche no dormimos nada y estoy agotado, nena.

Necesito descansar.

—Puedes quedarte a dormir aquí.

—Si duermo contigo querré hacerte el amor, te recuerdo que me he quedado con las ganas de
hacerlo en el archivo, y no es muy atrayente tener sexo con tu hermana en la habitación de al
lado. Además… mañana tiene que dar clase, señorita Bennett.

Ella sonríe satisfecha de que lo haya recordado.

—Muy bien, te dejaré marcharte por ahora —me concede.

—¿Estás enfadada porque Nathan sepa lo nuestro? —

pregunto de repente.

—¿Tú sabías que lo sabía?

—Sí, lo sabía —reconozco.

—¿Y por qué no me dijiste nada?

—No quería que te disgustaras al saberlo. Sé que Nathan puede ser un bocazas a veces, Shaina,
pero también sé que nunca revelará nuestro secreto a alguien más.

—Me gusta que hayas sido sincero al respecto —

susurra apoyándose en mi pecho para besarme—. Y no, no estoy enfadada. Nosotros mismos nos
dejamos atrapar hace un rato, y si dices que no se lo dirá a nadie…

—Eva también lo sabe —digo sin más—. No es que nos haya pillado, pero se ha dado cuenta
cuando Rika…

—No vuelvas a nombrar a esa mujer —protesta apartándose.

—Deja ya los celos, cariño… Ella no significa nada para mí.

—Pero es evidente que tú para ella sí.

—Ese es su problema.

Sujeto su cabeza con mis manos para darle un fuerte beso en sus jugosos labios rosados.
—Os recogeré a tu hermana y a ti mañana para ir a comer, ¿te parece? —pregunto— Conozco un
lugar junto a la playa que os encantará.

—Suena genial.

Shaina se pone de puntillas y me da un beso en la mejilla, pero la sujeto para besarla yo en los
labios.

—Hasta mañana, cariño —susurro besándola una vez más.

—Hasta mañana.

Al día siguiente recojo a Tamy en su casa y nos dirigimos al gimnasio comunitario en el que da
clases mi chica. Su pequeña hermana es habladora en exceso, pero me gusta escucharla porque
estoy averiguando muchas cosas de su hermana gracias a ella. Por ejemplo, que odia los huevos
cocidos, que es alérgica al marisco o que no soporta madrugar los domingos. Cuando llegamos al
gimnasio Tamy y yo nos quedamos algo separados del grupo de alumnos sentados

alrededor de unas colchonetas, y centro mi mirada en el cuerpo esbelto y sudoroso de Shaina. No


puedo evitar terminar con la boca hecha agua imaginándome ese precioso cuerpo sudoroso por
otra actividad mucho más placentera, pero me deshago de esos pensamientos lo antes posible,
estoy acompañado de una menor de edad.

—Mi hermana es increíble, ¿verdad? —dice Tamy.

—Sí que lo es. ¿Tú también practicas artes marciales?

—Lo hago, así puedo mantener mi figura, lo que me vendrá muy bien para mi carrera.

—Recuerdo que me dijiste que quieres ser actriz.

—Sí, pero a mis padres no les gusta nada la idea —

protesta—. Quieren que me haga cargo del negocio familiar.

—Sabes que huir de los problemas no es la solución,

¿verdad?

—No estoy huyendo, solo recargo fuerzas para enfrentarme de nuevo a ellos.

—Tal vez si les explicas tu postura…

—Lo he intentado, pero no quieren escucharme.

Tamy suspira cansada, y le aprieto los hombros con cariño. Debe ser terrible que tus padres no te
apoyen en tus decisiones, yo he tenido la suerte de tener la mejor madre del mundo.

—¿Sabes? Hay días en los que no los soporto y me siento mal porque ellos me dieron la vida.
—Si te sirve de algo yo no soporto a mi padre el cien por cien del tiempo.

—¿Tan malo es?

—Nunca estuvo cuando le necesité.

—Mis padres si han estado… siempre que hiciéramos las cosas a su manera. Mi hermana tuvo la
suerte de contar con nuestra abuela para poder lograr su sueño, pero yo no tengo esa suerte.

—Bueno… tú la tienes a ella.

—Es cierto, tengo la mejor hermana del mundo… pero no le digas que lo he dicho o me
besuqueará hasta dejarme llena de babas.

Mi risa capta la atención de Shaina, que nos mira con una sonrisa antes de seguir con su clase.

—Le gustas a mi hermana —dice Tamy.

—¿Tú crees?

—No hay más que ver cómo te mira.

—Eso es bueno… porque ella también me gusta a mí.

—Si le haces daño te faltará galaxia para correr.

—No tengo intención de hacerle daño.

—Bien, ya sufrió bastante por culpa de Erick.

—¿Y tú cómo sabes lo de ese tipo?

—Mi hermana y yo estamos muy unidas, nos lo contamos todo.

—¿Eso quiere decir que…

—Sí, me ha contado que estáis en una relación.

—¿Y no te importa?

—¿Por qué me iba a importar? Para ser un viejo no estás nada mal.

—¿Viejo? ¿En serio? Solo tengo treinta.

—Para mí eres un viejo… pero estás bastante bueno.

Shaina se acerca a nosotros pasándose una toalla por el cuello y besa a su hermana con cariño.
Me sorprende mucho que haga lo mismo conmigo, ¿ha decidido por fin dejar esa estupidez del
secretismo o es porque sabe que su hermana iba a confesarme que lo sabe?
—Ella es mi hermana, no trabaja con nosotros —

explica—. Además, tu madre, tu secretaria y tu mejor amigo también lo saben.

—¡Y me dice a mí que mantenga la boca cerrada con la familia! —bufa Tamy.

—Sabes perfectamente cómo son papá y mamá y por qué no quiero que lo sepan.

—Tienes razón —ríe la menor—, si se enteran de que sales con el presidente de la empresa para
la que trabajas aparecerán mañana con un vestido de novia y un cura.

—¿No creéis que sois demasiado exageradas? —río.

—Ni lo más mínimo… —responde Tamy— Mis padres aparentan ser la familia perfecta y
quieren que sus perfectas hijas tengan matrimonios perfectos.

—Es por eso que apenas voy a mi casa —confiesa Shaina—, cada vez que decido hacerles una
visita me sorprenden con una cita a ciegas.

—Le he dicho que si te hace daño le aniquilaré —

confiesa la menor.

—¡Tamy! —exclama Shaina sorprendida.

—¿Qué? Es mi deber protegerte ya que no tenemos hermanos que lo hagan, ¿no?

—Se supone que soy yo quien tiene que protegerte a ti, no al revés —responde su hermana
riendo.

—No pienso hacer llorar a tu hermana —interrumpo

—, así que puedes estar tranquila.

Parece que la adolescente cree lo que le digo, porque asiente y se coge de mi brazo con una
sonrisa.

—Ahora llévanos a cenar, cuñado —me pide.

—Tamy… llámale Keith —protesta Shaina.

—¿Por qué? Es mi cuñado y me gusta llamarle así.

—Tu hermana no quiere que nadie se entere por ahora

—digo haciéndome el ofendido—, no solo con tus padres.

—¿Por qué no querrías que la gente supiera que eres la novia de un buenorro como él? —
pregunta la menor haciendo a su hermana atragantarse con el agua que está bebiendo.
—¿No has dicho antes que soy un viejo? —bromeo.

—Lo eres para mí, cuñado… pero para ella no.

—Prefiero no saber qué clase de conversación que habéis tenido vosotros dos —protesta Shaina.

Yo me limito a reír. La niña no tiene filtros, dice todo como lo piensa, pero me alegra saber que
al menos piensa que

estoy bueno… eso me acercará un poco más a tener su bendición para mi relación con su
hermana.

—¿Y bien, hermana? ¿Por qué no quieres que nadie lo sepa? —insiste Tamy.

—Es complicado —responde al fin Shaina.

—¿Complicado? ¿Acaso tú estás casado, capullo? —

protesta clavando su dedo índice en mi pecho.

—La única persona a la que tengo es tu hermana —

protesto—. No soy yo quien quiere mantenerlo oculto, sino ella.

—No quiero que piensen que he conseguido mi puesto por ser la pareja del jefe. —Su hermana
suelta un bufido.

—Que piensen lo que quieran —responde—. ¿Es que siempre tienes que vivir con lo que dirán
los demás? Quien piense eso es porque tendrá envidia, nada más.

—Yo no soy como tú, Tamy.

—Pues deberías, las cosas te irían muchísimo mejor.

—Haya paz, chicas… —las interrumpo echando un brazo por los hombros de cada una de ellas
— Vayamos a comer, me muero de hambre y seguro que vosotras también.

Después de una agradable comida frente al mar, logro convencer a Tamy de volver a casa para
tener una charla seria con sus padres. Ella necesita hacer las paces con ellos y hacerlos entender
su decisión, pero realmente lo he hecho porque yo necesito estar a solas con su hermana. Cuando
la he visto sudorosa entrenando con sus alumnos he tenido que hacer uso de toda mi fuerza de
voluntad para que su adorable

hermanita adolescente no se diera cuenta de la enorme erección que crecía dentro de mis
pantalones, y no he podido quitarme de la cabeza en toda la comida su precioso cuerpo
enfundado en mallas de color rosa chicle. El camino a mi casa se me hace jodidamente largo,
condenadamente eterno. En cuanto cierro la puerta a nuestra espalda la aprisiono contra la pared
para robarle el beso que llevo conteniendo desde que la he ido a recoger al gimnasio. Ella gime y
enreda los brazos a mi cuello pegando su pelvis a la mía, y separo mis labios de los suyos con un
jadeo buscando aire.

—Llevo queriendo besarte desde que te he visto cubierta de licra en ese jodido gimnasio —
confieso con voz ronca—. He tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para no quedar en
evidencia delante de mi adorable cuñadita teniendo una erección en los pantalones, y ahora me la
vas a pagar.

Shaina pasa su lengua caliente por su labio inferior y sus ojos se oscurecen por el deseo.

—¿Cómo voy a pagarlo? —logra articular.

—Voy a follarte hasta que me supliques que pare —

susurro—. Voy a dejarte sin fuerzas para levantarte de mi jodida cama. —La beso con fuerza—.
Voy a partirte en dos con mi polla y a dejarte afónica de lo mucho que te voy a hacer gritar.

El gemido lastimero que escapa de sus labios me arranca una sonrisa lobuna. Bien, nena… es
hora de follarte como tanto me gusta… duro y hasta el fondo.

Capítulo 16

Ni siquiera logramos llegar al dormitorio sin devorarnos mutuamente. La ropa de ambos termina
esparcida por todo mi apartamento mientras nos besamos sin control.

Definitivamente tengo debilidad por su boca, podría pasarme la vida entera besándola sin
descanso, mordiendo su esponjoso labio inferior. Sus manos están por todo mi cuerpo, las mías
recorren sus costados hasta apretar su culo respingón entre los dedos. Mi boca baja por su mejilla
hasta su cuello y lo llena de pequeños mordiscos que no llegan a dejar marca, pero que le
arrancan varios gemidos de placer. Shaina enreda las manos en mi cuello y pega su cuerpo,
cubierto únicamente por el encaje de su ropa interior de color negro, al mío, haciéndome jadear.

Mi polla aprieta la cremallera del pantalón y ahora mismo en lo único que puedo pensar es en
follármela en la primera superficie plana que encuentre en mi camino a la cama.

Cuando llegamos a la encimera de la cocina ya estamos completamente desnudos. Mi glande está


cubierto de leche, sus pezones están erectos y parecen jodidamente deliciosos.

En la primera ronda no puedo recrearme en las caricias, ahora mismo estoy demasiado cachondo
como para concentrarme en eso. La siento sobre el frío mármol y me pongo de rodillas para
hundir la lengua entre sus pliegues. El calor de su carne me hace desear mucho más de ella e
introduzco un dedo en su canal, comprobando que está lo suficientemente mojada para
enterrarme en ella. La chupo unas cuantas veces, me la follo con la lengua y jugueteo con dos de
mis dedos dentro de ella, sintiendo sus gemidos bajar por mi espina dorsal. Me incorporo para
guiar mi dura polla hasta su entrada.

—Agárrate a mí, cariño —ordeno con voz ronca—. No puedo esperar ni un minuto más para
estar dentro de ti.
Ella obedece y enreda las piernas en mi cintura cuando entro en su precioso coñito depilado de
una sola estocada.

Arquea la espalda hacia atrás y de sus labios escapa un grito de placer que me hace sonreír
satisfecho.

—Dios, Keith… —jadea.

—Joder… aunque te he follado infinidad de veces sigues siendo tan estrecha… —gimo al sentir
sus músculos estrujarme—. Vas a volverme loco si sigues estrujándome así.

Empiezo a moverme deprisa, con estocadas fuertes y directas, hasta que veo cómo Shaina se
tumba sobre la superficie de mármol arqueando la espalda. Acaricio sus tetas con suavidad,
amasándolas entre mis dedos, pellizcando sus pezones. El ambiente se llena de gemidos y del
sonido de nuestros cuerpos entrechocando. Su culo se arrastra sobre el mármol cada vez que
entro en ella hasta el fondo, mis huevos reciben una agradable fricción contra la fría superficie y
termino mordiendo mi labio inferior cegado por la pasión.

Siento el sabor metálico de la sangre en mi lengua, pero soy incapaz de seguir pensando. La
levanto de la encimera para pegarla bien a mi pecho y poder saborear su dulce boca. Sus uñas se
clavan en la piel de mi nuca haciéndome jadear, lo que le arranca una sonrisa de poder femenino
que casi me lanza de cabeza al orgasmo. Intensifico el ritmo de mis embestidas cuando siento su
cuerpo estremecerse a mi alrededor. Sus gemidos se mezclan con los míos y sus paredes se
convulsionan cuando Shaina logra llegar al orgasmo. Aumento el ritmo de mis embestidas y mi
mente se queda en blanco en

cuestión de segundos. Mi cuerpo se tensa y con un gemido salgo de su cuerpo, derramando mi


semen sobre su estómago.

Apoyo la frente sobre la suya mientras ambos intentamos de recuperar el aliento. Ha sido un
polvo de primera, acojonante, pero esto es solo el principio. No he tenido suficiente de ella, de
sus jadeos, de sus gritos de placer.

No ha sido suficiente sentir sus uñas clavadas en mi espalda, ni saborear su dulce boca en mis
labios. Lo quiero todo, y lo quiero ahora.

Levanto su cara de mi hombro para dejar un suave beso en sus labios. Ahora mismo Shaina está
completamente rendida, deliciosamente maleable… se ha rendido a mí. Ese pensamiento me
llena de euforia, desde el día que la probé por primera vez la sentí como mía, aunque al principio
mi mente me intentara convencer de lo contrario.

—¿Todo bien? —pregunto mirándola de nuevo a los ojos.

Ella asiente con una sonrisa y se aprieta contra mí cuando la levanto para llevarla a la ducha. El
agua caliente resbala sobre nuestros cuerpos llevándose cualquier rastro de semen o sudor. Vierto
un poco de gel en mi mano, hago un poco de espuma y me divierto pasándolas por sus tetas, su
estómago y su precioso coñito, que ahora puedo observar con detenimiento. Se lo ha depilado
casi por completo, a excepción de una pequeña zona en forma de corazón que acaricio con una
sonrisa.

—¿Te gusta? —pregunta mordiéndose el labio.

—Me gusta mucho más esto —susurro enterrando un dedo entre sus labios—. Podría pasarme
horas enteras con mi

lengua enterrada aquí dentro.

Mi comentario logra lo que quería. Shaina se deja caer sobre la fría pared de la ducha y abre un
poco más las piernas para dejarme mejor acceso a su entrepierna. Tras hacer más espuma acerco
mis dedos a la zona y hago pequeños círculos sobre su clítoris, que empieza a hincharse de
nuevo. La espuma hace que mis dedos resbalen mejor por la pequeña protuberancia, y acaricio
suavemente su entrada sin llegar a profundizar, repitiendo mis movimientos una y otra vez antes
de apartarme abruptamente de ella para coger el bote de champú.

Sonrío cuando Shaina deja escapar un gemido de protesta.

—¿Qué ocurre? —pregunto riendo quedamente.

—Quiero tenerte dentro de mí —gimotea ella.

—Yo también quiero follarte ya, Shaina —ronroneo llevando su mano hasta mi polla, que
empieza a endurecerse de nuevo—. Pero quiero hacerlo en la cama, tomándome mi tiempo, así
que vamos a terminar de ducharnos para salir rápido de aquí.

Ella se enjuaga a la velocidad de la luz haciéndome reír a carcajadas. Sale de la ducha, se enreda
una toalla en la cabeza y cubre su precioso cuerpo imperfecto con otra más grande para enviarme
un guiño y dirigirse a la habitación.

Termino de lavarme lo más deprisa que me dan las manos y me lío una toalla en la cintura para
seguirla. La encuentro sentada en el borde de la cama secando su pelo y recogiéndolo en una
coleta alta. Me acero a ella lentamente y me sorprende

poniéndose de rodillas a mis pies y mirándome con una sonrisa.

—¿Qué

haces?

—pregunto,

aunque

lo

perfectamente.
—Dijiste que solo querías verme de rodillas si quería comerte la polla, ¿no?

—Mmm… —asiento.

—Pues es eso precisamente lo que estoy haciendo, Keith… Quiero comerte la polla.

Trago saliva ante sus palabras. ¿Dónde ha quedado la mujer inocente que me he estado follando
todo este tiempo?

Asiento porque no puedo pronunciar ni una sola palabra.

Shaina deshace el nudo de mi toalla y la deja caer a mis pies con un sonido sordo, dejando su
mirada fija en mi polla, que después de su gesto se ha puesto dura como una piedra. Pasa primero
las manos abiertas por mis piernas, desde el tobillo hasta el muslo, saca después la lengua y
rodea con ella la ancha cabeza antes de entretenerse con la piel de la parte inferior. Dejo escapar
un siseo en mi intento de coger aire, y si no fuera porque necesito ver el espectáculo tanto como
respirar dejaría caer mi cabeza hacia atrás para disfrutar de las sensaciones. Entierro los dedos en
su pelo y tiro de algunos mechones cuando ella se impulsa hacia delante para metérsela entera en
la boca.

—No he visto nada tan jodidamente erótico como tu bonita boca alrededor de mi polla, nena —
susurro con voz ronca.

Extiendo las manos para agarrar sus pezones entre mis dedos, ejerciendo la justa presión para
volverla loca sin causarle ningún daño. Shaina me lame sin prisa, desde el glande hasta la base
de mi verga, hasta que su barbilla toca la piel de mis huevos. Traga saliva, exprimiéndome en la
parte posterior de su garganta.

—¡Oh, joder, nena… qué bien la chupas! —siseo.

La recompenso pellizcando sus pezones una vez más, consiguiendo que gima y deje escapar mi
polla de sus labios.

Me hundo bien dentro de su boca para deslizarme después fuera de ella y disfrutar de la caricia
de su lengua en la parte inferior de mi verga. Sus manos suben por mis muslos hasta alcanzar mis
huevos, que se contraen en cuanto sus dedos los hacen rodar. Golpeo mis caderas con fuerza,
entrando en su boca hasta la garganta, sintiendo sus dientes rozar la delicada piel de mi polla. Me
aparto antes de perder la cabeza por completo y la levanto para poder hundir la lengua en su
boca, que aún sabe a mí.

—Ayer, después de nuestro encuentro en el archivo, casi me vuelvo loco por las ganas que tenía
de follarte —

susurro en sus labios—. Te imaginé encima de mí, cabalgándome. Me imaginé comiéndote todo
mientras me comías la polla. Debajo de mí, a cuatro patas… Cualquier postura que se te pase por
la cabeza la imaginé mientras apretaba los dientes para no terminar pajeándome pensando en ti.

Sonrío con satisfacción al verla rodar los ojos con un gemido lastimero. Quiero que se sienta tan
necesitada como yo, tan caliente. Paso mis dedos por su abertura, y sus flujos

chorrean por ellos hasta mi muñeca. Me llevo los dedos a la boca, los chupo sin apartar mis ojos
de los suyos, que se oscurecen, y veo cómo Shaina entreabre los labios en busca de aire.

—Ha sido increíble estar en tu boca —continúo—, pero ahora pienso concentrarme en saborear
cada parte de tu cuerpo. Túmbate en la cama y abre las piernas.

Me muerdo el labio cuando se pone de rodillas en el mueble y camina hasta colocarse en la


posición que le he dicho. La visión de su culo en pompa ha sido demasiado para mi autocontrol,
pero es cierto que quiero lamer cada parte de su precioso cuerpo. Sujeto su pie con las manos y
empiezo a lamer sus dedos, subiendo por su empeine, su pantorrilla…

hasta sus muslos abiertos. Mordisqueo la sensible piel de la cara interna y paso la lengua por la
ingle, haciéndola jadear.

Mi cálido aliento acaricia su clítoris cuando me muevo hasta la otra pierna, para hacer el mismo
recorrido a la inversa. Mis dientes dejan marcas rojizas en su pálida piel, sus manos se enredan
en mi pelo y tengo que apretarme la base de la polla para calmar un poco mi propio deseo.

Dejo un rastro de saliva por su estómago, pasando mi lengua caliente por su esternón y subiendo
hasta su cuello, esa zona tan sensible que le arranca suspiros de placer. En cuanto mi boca
aprisiona la suya nuestras lenguas se enredan, se buscan, se acarician, y mis manos suben por sus
costillas hasta encontrar sus tetas, redondas, suaves y deliciosas. Mis dedos pellizcan sus pezones
con suavidad. Sus caderas se elevan buscando el contacto de mi polla, que aparto antes de que
logre su objetivo.

—Aún no —digo con voz seria.

—Por favor, Keith… lo necesito… —gimotea ella.

—¿Qué necesitas, gatita? Dímelo.

—A ti.

—Aquí me tienes —respondo riendo.

—Así no…

—¿Entonces cómo? Sé clara, cariño… dime qué es lo que quieres de mí.

Sé lo que intenta decirme, pero no pienso dárselo hasta que me lo pida directamente, porque me
vuelve completamente loco escucharla hablar crudamente de esto.

Shaina tira de mi cuello para estampar de forma brusca sus labios sobre los míos.

—Quiero tu polla dentro de mí —confiesa a unos centímetros de mis labios—, quiero que me
folles duro, que me hagas gritar de placer y que me hagas correrme gritando tu nombre.
—Mmm… qué exigente… pero yo también quiero algo a cambio.

Me pongo de rodillas a sus pies y me recreo en la vista de su cuerpo enrojecido y sudoroso por el
placer.

—Colócate bocabajo, con la cara sobre la almohada y las caderas elevadas —ordeno.

Ella obedece colocándose un cojín bajo el estómago para estar más cómoda. Sujeto sus muñecas
con mis manos a cada lado de su cabeza y alineo mi polla con su entrada para

clavarme en ella de una sola estocada. Shaina se queda sin aliento y un precioso rubor cubre sus
mejillas.

—Joder, gatita… —murmuro— Me siento tan bien aquí dentro… Voy a disfrutar de este dulce
coñito antes de correrme dentro de él.

El gemido que escapa de su boca me arranca una sonrisa. Me retiro de ella por completo y
vuelvo a hundirme hasta el fondo. Empiezo a moverme con fuerza, siento mis testículos arder
cada vez que la piel de sus nalgas acaricia mi pelvis. Me siento frenético, he perdido todo el
control y solo puedo moverme apretando los dientes con fuerza. Cuando siento mis huevos
contraerse salgo de ella y la tumbo de espaldas para poder acceder mejor a su clítoris hinchado.

Quiero correrme con ella, sentir sus espasmos en mi verga ordeñándome, sentir sus uñas en mi
espalda mientras grita mi nombre. Introduzco dos dedos en su boca, que ella lame sin apartar la
mirada de mí, tan lasciva, tan provocadora, que tengo que morderme el labio con fuerza para no
correrme.

—No juegues con fuego, preciosa… te quemarás —

susurro enterrando esos mismos dedos entre sus pliegues.

—Si es contigo quiero quemarme…

—Pequeña gatita provocadora…

En cuanto mis caricias se centran en su pequeño botón Shaina grita sujetándose con fuerza a mis
brazos, y empiezo de nuevo el vaivén de mis caderas, entrando y saliendo de ella, escuchando los
sonidos húmedos que escapan de nuestra unión. Alargo la mano que me queda libre y amaso su
pecho entre mis dedos, aprisionando su pezón, volviéndola tan loca como ella me está volviendo
a mí. Sus piernas se enroscan en

mi cadera para atraerme más cerca, su cabeza se eleva buscando mis besos, así que le doy lo que
pide y hundo nuevamente mi lengua en su boca caliente. Estoy a mil, a punto de estallar, y
cuando un grito agudo escapa de su garganta la miro con una sonrisa de satisfacción.

—Córrete, Shaina —susurro a un centímetro de sus labios—. Córrete para mí.

—¡Sí… Keith!
La primera contracción de su coño es intensa, abrumadora. Shaina se estremece debajo de mí,
una lágrima de placer escapa de sus ojos castaños y muerde su labio como si le fuera la vida en
ello. Continúo moviéndome sin descanso, embistiéndola con fuerza, hasta que me corro y mi
semilla caliente gotea por su abertura, resbalando por sus glúteos redondeados. Esa imagen eleva
mi placer a la séptima potencia. Verla así, desmadejada sobre la cama con los brazos y las
piernas extendidas mientras mi semen sale de ella me hace sentir más satisfecho de lo que me he
sentido en mi vida.

Cuando intento retirarme de ella sonrío al escuchar la protesta que escapa de sus labios jadeantes.
Bajo la mirada hasta su cara, que está enrojecida por el placer recién alcanzado, y sigo bajando
por su pecho, adornado con innumerables marcas hechas con mi boca.

—No he visto nada más bonito en toda mi puñetera vida —susurro dándole un sonoro beso en
los labios.

Shaina suspira y parpadea varias veces, pero no mueve un solo pelo. La cojo en brazos para
llevarla al cuarto de baño y la siento en la tapa del inodoro mientras humedezco una toalla para
pasarla por sus piernas pegajosas. Al principio ella

me aparta muerta de vergüenza, pero no tiene más remedio que rendirse ante mi insistencia.

—No hay nada que no haya visto ya, nena —protesto.

—Puedo limpiarme sola.

—Dije que iba a cuidar de ti.

—Es bochornoso.

—Ya te he dicho que la vergüenza conmigo está de más.

—No puedo evitarlo.

La ignoro y cuando termino de limpiarla le paso el albornoz que compré para ella, colgado tras la
puerta. Me limpio y hago lo mismo, y rodeo su cintura para seguirla hasta la cama besando su
cuello, haciéndole cosquillas.

—Aún es temprano —digo mirando el reloj de mi mesita de noche—. ¿Quieres que salgamos a
cenar o prefieres que pida algo y comamos aquí?

—Prefiero hacerlo aquí, me has dejado agotada.

—Aún no he terminado contigo, así que te aconsejo que cojas fuerzas.

—¿Aún quieres más? —pregunta riendo.

La sujeto de la cintura desde atrás y mordisqueo su nuca suavemente, haciéndola jadear de


nuevo.
—Nunca tengo suficiente de ti —reconozco—, y tengo todo el fin de semana para demostrártelo.

Paso mi mano por su estómago y la adentro en la abertura del albornoz para volver a acariciar
sus labios.

—Voy a follarte hasta que no puedas mover un solo músculo —susurro en su oído—, voy a
enterrarme en ti hasta que no puedas soportar el roce de mi polla, y cuando te recuperes volveré a
follarte para recordarte lo bien que te sientes mientras me hundo dentro de ti.

Ella me mira con un jadeo, pero se suelta de mi agarre y se dirige al salón. Le paso una botella de
agua del frigorífico que se bebe de una vez, me siento en el sillón con ella y subo sus piernas a
mi regazo para acariciarlas mientras hago el pedido de la cena. Cuando cuelgo el teléfono me
doy cuenta de que se ha quedado dormida. Sonrío. La dejaré descansar solo un poco más… antes
de lanzarnos a la segunda ronda.

Capítulo 17

Pensaba pasarme todo el domingo metido en la cama con Shaina, pero el sonido de mi teléfono
elimina mi deseo de un plumazo.

—Buenos días, mamá —respondo con un bostezo—.

¿Nadie te ha dicho que es inhumano despertar a un trabajador a las ocho de la mañana en su día
de descanso?

—No seas exagerado… seguro que te pasaste ayer todo el día durmiendo.

—En realidad no he pegado ojo en toda la noche… y ayer estuve bastante ocupado.

Shaina se remueve a mi lado y me pasa el brazo por el pecho con un suspiro, haciéndome
sonreír.

—Si no pegaste ojo significa que estás con Shaina, ¿o me equivoco? —pregunta mi madre con la
sonrisa pintada en su voz.

—No, no te equivocas, estoy con ella. ¿Por qué?

—Te llamaba para quedar con vosotros a comer, hoy tengo el día libre y tu tía Rachel, tu tío Rob
y Judith han venido de visita.

—¿La mocosa ya ha vuelto a casa? —gimo.

—Sí, ha terminado sus estudios y quiere abrir un restaurante aquí, en San Francisco.

—Pensé que después de tantos años se quedaría definitivamente en Nueva York.

—Eso creímos todos, pero ha insistido en volver.

—Espero que no lo haga por mí…


—Mas le vale que no.

No me pasa desapercibido el tono reprobatorio de mi madre. Y eso se debe a que Judith siempre
ha sido muy posesiva conmigo, hasta el punto de incomodarme cuando ella tenía dieciocho y yo
veinticuatro. Me perseguía a todas partes y llegó al punto de pelearse con mi novia de aquel
entonces por mí. Es por eso que sus padres decidieron enviarla a terminar sus estudios a Nueva
York, para que se le pasara el amor adolescente por su primo mayor. Espero que ahora que ha
vuelto todo eso haya quedado en el olvido y se comporte como una adulta, porque no tengo
ninguna intención de tener que lidiar con una prima celosa cuando mi relación con Shaina no ha
hecho más que empezar.

—Llegaremos sobre las doce —digo sacando esos pensamientos de mi cabeza—, quiero dormir
un poco más y Shaina aún está dormida.

—De acuerdo, os espero. A los dos —recalca.

Sonrío ante las palabras de mi madre.

—Que sí, mamá, no te preocupes… Llevaré a Shaina conmigo aunque tenga que hacerlo a
rastras.

—Tengo ganas de verla… —explica— y su presencia servirá para hacer desaparecer cualquier
idea absurda de la mente de tu prima.

—Espero que no la haga pasar un mal rato…

—Yo me ocuparé de que eso no ocurra.

Cuelgo el teléfono y me coloco sobre Shaina para despertarla con un beso. Acaricio sus labios
con los míos, pero una diabólica idea atraviesa mi mente y bajo por su pecho hasta tener frente a
mis ojos el pequeño corazón de pelo rizado que adorna su delicioso coñito. Encajo los hombros
entre sus muslos y abro sus labios con los dedos para poder pasar mi lengua caliente por su raja,
muy lentamente. Me deleito en mi festín un buen rato, lamiendo su clítoris hinchado, recogiendo
los jugos que escapan de su canal con la lengua y hundiendo un dedo en su interior. Shaina aún
está medio dormida, a excepción de algunos quejidos quedos no obtengo otra respuesta, pero es
normal porque anoche la tuve despierta hasta el amanecer mientras le hacía el amor una y otra
vez.

Me vuelve loco mi pequeña gatita. Me enloquece verla moverse salvaje sobre mi polla, echar la
cabeza hacia atrás con un gemido o suplicarme que le dé el tan ansiado orgasmo cuando lo
retengo más tiempo de la cuenta. Me encanta lo dispuesta, sexy y divertida que es en la cama, y
más que nada me gusta estar conociéndola poco a poco, sin prisas pero sin pausa.

Las manos de Shaina se enredan en mi pelo sacándome de mis cavilaciones. Levanto la mirada
hacia ella para comprobar que está completamente despierta, que sus ojos están completamente
velados por el deseo y que su mirada lasciva es la promesa de todo lo que quiero con ella ahora
mismo. Sigo chupándola, sorbiendo su clítoris un poco y hundiendo un segundo dedo en su
interior.
—¡Joder, Keith! —grita echando la cabeza hacia atrás.

Muevo mis dedos simulando mis embestidas, acariciando la pequeña protuberancia que la lleva
de cabeza al limbo con mi lengua, y me atrevo a juguetear con el pulgar en su puerta de atrás. Al
principio se tensa, pero al ver que no voy a profundizar mi caricia (por ahora) vuelve a dejarse
caer sobre el colchón para disfrutar de lo que le estoy dando. Sus gemidos y sus gritos
ininteligibles llenan el silencio de la habitación. Siento la viscosidad de su flujo en mis dedos y
los saco de su interior para lamerlos sin apartar mi mirada de la suya, arrancándole un gemido.
Shaina se incorpora para agarrarme de la nuca y tirar de mí hasta que me tiene completamente
tumbado sobre su cuerpo, con mi boca pegada a la suya.

—Deja de jugar y fóllame de una vez —susurra con voz ronca.

—Mmm… no hay nada que me guste más que una gatita cachonda.

—Es tu culpa por haberme despertado de esta manera.

—Créeme, cariño… no me estoy quejando.

Alineo mi polla, que ya está dura como una piedra, con su entrada y empiezo a empujar
lentamente. La vuelvo loca metiendo y sacando mi glande de su interior, dándole un pequeño
atisbo de lo que vendrá, y sonrío cuando se cubre los ojos con frustración.

—¡Mierda, Keith! —grita.

—¿Qué ocurre? —pregunto con una risa— ¿No te gusta?

—¡Me estás volviendo loca! —protesta.

—¿Sí? —respondo sin detener mis movimientos—

¿Por qué?

—Deja de hacer eso y hazlo de una vez.

—Creí que lo estabas disfrutando…

—No es esto lo que necesito ahora mismo y lo sabes de sobra.

Salgo por completo de ella y pego todo mi cuerpo al suyo. La beso una, dos, tres veces en la
boca y bajo por su cuello desnudo para dejar mi marca sobre su hombro.

—Dime que es lo que necesitas, nena… —susurro—

Dímelo y te lo daré.

—Te quiero a ti dentro de mí —responde.

Sonrío al ver el sonrojo que cubre sus mejillas, pero esto no es suficiente, no cuando estoy a
punto de correrme solo de pensar en lo mucho que me gusta estar empotrado en ella hasta el
fondo.

—Sé más específica, cariño —insisto—. Sabes que no entiendo a qué te refieres a no ser que me
lo digas claro.

—Sí que lo sabes —protesta ella— pero te gusta ver cómo me muero de vergüenza mientras lo
pido.

—Quiero que no haya barreras entre tú y yo, que es diferente. Si quieres algo pídelo, sé directa
conmigo y te aseguro que sea lo que sea te lo daré. Quiero que dejes la vergüenza a un lado
cuando se trate de mí, porque nada de lo que digas o hagas está mal si es conmigo.

Shaina pega su boca a la mía en un leve beso que pretende mostrar lo que mis palabras le hacen
sentir. Cuando

se separa de mí traga saliva y me sujeta de la nuca para pegar mi rostro al suyo.

—Quiero que me metas la polla hasta el fondo —

reconoce—, quiero que me folles duro, que me hagas gritar hasta quedarme afónica.

Trago saliva y voy a unir mi boca a la suya, pero ella me detiene.

—Pero lo que más quiero es que después de dejarme satisfecha te corras en mi boca —continúa
—. Quiero probar tu sabor.

—¿Estás segura?

—Lo estoy.

—¿Sabes que casi consigues que me corra al pedirme eso? —protesto llevando su mano a mi
polla— No te imaginas el poder que tienes sobre mí, cariño.

—Es el mismo que tú tienes sobre mí, Keith…

Sonrío con cariño y me apresuro a cumplir uno por uno sus deseos. Escucharla hablar de una
manera tan cruda me ha puesto tan cachondo que no sé si voy a aguantar lo suficiente como para
cumplir su última petición, así que me coloco en su entrada y se la clavo como me ha pedido:
duro y hasta el fondo.

—¡Joder, sí! —grita ella clavando sus talones en mi culo.

—Ha vuelto mi gatita salvaje…

Empiezo a moverme deprisa, metiéndole la polla hasta los huevos, sintiendo mis pelotas rebotar
contra los globos

perfectos de su culo. Siento sus piernas enredadas en mi espalda y sus uñas clavándose en mis
hombros, y tengo que apretar los dientes para no terminar antes de tiempo. Hundo un dedo entre
sus pliegues para acariciar su clítoris al ritmo de mis embestidas, porque empiezo a sentir los
escalofríos previos al orgasmo. Me incorporo un poco para poder embestirla mejor, con la mano
libre amaso una de sus tetas y pellizco su pezón hasta el límite del dolor.

—¡Mierda, Keith! —gime arqueando su preciosa espalda— ¡Justo así! ¡Dios, qué rico! ¡Justo
así!

Las piernas de Shaina se convulsionan a mi alrededor y sujeta las sábanas con fuerza entre sus
dedos. Está a punto de correrse, puedo sentirlo en las convulsiones que recorren mi polla, y sigo
empotrándome dentro de ella hasta que la escucho gritar mi nombre y Shaina cae desmadejada
sobre la cama. Su respiración jadeante acaricia mi polla cuando me coloco a horcajadas sobre su
pecho y empiezo a masturbarme junto a su boca. Ella sonríe apretando mi culo entre sus dedos,
abre la boca y saca un poco la lengua, y ahora el que gime soy yo. No he visto una imagen más
jodidamente erótica en mi vida.

—Menéamela tú, nena —ordeno soltando mi erección.

Ella no tarda en obedecer. Sus dedos calientes rodean mi verga y comienzan un movimiento
oscilante sobre ella, pero necesito más presión, más fuerza. Pongo mi mano sobre la suya y le
muestro el ritmo a seguir, pero estoy tan jodidamente cachondo que tras unos cuantos
movimientos de nuestras manos unidas termino corriéndome, llenado su boca y su mejilla con mi
semen caliente. Caigo a su lado con un

quejido e intento recuperar el aliento. Shaina se limpia con una toallita de las que tenemos sobre
la mesilla (anoche nos hicieron falta más de una vez) y se acurruca sobre mi pecho con un
suspiro.

—¿Podemos quedarnos así todo el día? —pregunta.

—Por desgracia no podemos —susurro—. Aunque ese era el plan inicial mi madre nos ha
cambiado los planes.

—¿Tu madre?

—Sí, nos ha invitado a comer a su casa porque su hermana y su familia están de visita.

Ella se tensa un momento, haciéndome reír.

—¿Qué es esa reacción? —pregunto— ¿Te da miedo mi madre?

—Claro que no… es que no me siento cómoda yendo a comer con tu familia.

—¿Y eso por qué? A mi madre ya la conoces.

—Sí pero no es lo mismo verla un rato a pasar todo el día con ella. Es…

—Tu suegra —interrumpo—. Una suegra a la que por lo que he podido comprobar, le gustas
bastante.

—Iba a decir complicado —sonríe ella— ¿En serio crees que le gusto a tu madre?

—Sé que le gustas, Shaina. De hecho ha sido ella quien ha insistido en que te lleve conmigo.

—¿De verdad?

—¿Por qué te mentiría? Si quieres la llamamos para que compruebes que es verdad.

—No seas tonto, no es necesario. Muy bien… vayamos a comer con tu familia, no puedo ser
descortés con tu madre.

—Tu suegra —la corrijo.

—Tu madre.

—Si yo soy el cuñado de tu hermana, tú eres la nuera de mi madre —bromeo.

—¿Quieres dejarlo ya? —ríe— Estás discutiendo por una tontería.

—No estoy discutiendo, cariño… estoy aclarando los términos. Tú como hija de abogados
deberías saberlo.

—Como sigas así terminas yendo solo a comer… te lo advierto —bromea.

Ruedo hasta quedar de nuevo sobre ella con sus manos aprisionadas bajo las mías. Me doy
cuenta de mi error cuando siento su cuerpo desnudo debajo del mío… o me separo de ella o no
llegamos a comer. Le doy un beso rápido y ella me hace reír al seguir mi boca cuando me aparto
de ella.

—¿Quién te ha dicho que puedes elegir si venir o no?

—pregunto.

Salto de la cama y le tiendo la mano para darnos una ducha rápida. Tenemos que parar en su casa
antes para que se cambie de ropa y que coja un biquini, porque vamos a aprovechar para darnos
un baño en la piscina. Cuando empecé a trabajar para John lo primero que hice fue pedir
financiación

para sacar a mi madre del pequeño apartamento en las afueras y comprarle una casa de dos
plantas, con jardín y piscina.

En cuanto llegamos a la casa mi prima salta hacia mí enredando sus brazos en mi cuello y acerca
su boca a la mía para darme un beso que consigo esquivar echando la cabeza hacia atrás.

—Oy, Keith… —protesta ella con un puchero—

Siempre nos hemos saludado así.


—Eso era cuando eras una niña —protesto—, no creo que quieras que tu novio tenga un ataque
de cuernos innecesario, ¿verdad?

—Yo no tengo novio —responde ella con una sonrisa triunfal.

—Pero yo sí tengo pareja —añado alargando la mano hacia Shaina, que entrelaza sus dedos con
los míos— y no creo que a ella le haga gracia tu efusividad por muy prima mía que seas.

—No estás saliendo con ella… —susurra mi prima mirándome con los ojos como platos—. Estás
mintiendo.

—Por supuesto que lo hago. ¿Por qué te mentiría?

Paso mi brazo por la cintura de Shaina y deposito un pequeño beso en sus labios.

—Cariño, te presento a mi prima Judith. Ju, ella es Shaina, mi pareja.

—Estás mintiendo… —susurra mi prima— ¡Estás mintiendo!

—Deja de comportarte como una cría, ya no tienes quince años.

Suspiro cuando la veo salir a correr hacia la casa ante la mirada confundida de Shaina.

—Siento la escenita, nena. Creí que había crecido, pero al parecer no lo ha hecho —protesto.

—¿Qué le pasa?

—Al parecer no ha superado su enamoramiento adolescente por mí. No le hagas caso, vamos a la
casa.

Ella asiente y me sigue de cerca. En cuanto mi madre nos ve llegar se aproxima a Shaina para
darle un cálido abrazo que ella le devuelve con cariño.

—Me alegro de verte de nuevo, tesoro —dice mi madre—. ¿Cómo has estado? ¿Mi hijo te ha
explotado en el trabajo?

—Claro que no —responde ella—. No se lo permito.

Elevo los ojos al cielo y me acerco a la hermana de mi madre para darle un fuerte abrazo.

—Me alego de verte, tía Rachel —digo—. ¿Cómo has estado?

—De maravilla, Keith, pero ya echaba de menos a la familia. ¿Has visto ya a Judith?

—Sí, me temo que no se ha tomado demasiado bien que tenga pareja.

—Esa niña… tiene el cuerpo de una mujer y la mentalidad de una niña de doce años —protesta
ella—. No le hagas caso, se le pasará.
—Creí que después de tanto tiempo se le habría pasado, pero…

—Todo es porque unos meses antes de volver rompió con su novio de tres años —explica mi tía
—. En cuanto conozca a otro joven que le guste se le pasará.

—Déjame presentarte a Shaina, tía —continúo acercando a mi chica a mi lado—. Cariño, esta es
mi tía Rachel, la hermana pequeña de mi madre.

—Es un placer conocerla —saluda Shaina.

—Lo mismo digo. ¿Por qué no me ayudas a poner la mesa y así nos ponemos al día? Quiero
saberlo todo de ti.

Mi tía arrastra a Shaina hasta el salón. Ella me mira pidiendo socorro, pero me encojo de
hombros con una sonrisa.

¿Qué puedo hacer? No hay quien se oponga al poder oscuro de la tía Rachel. Cuando era
pequeño mi madre siempre fue el poli bueno y tía Rachel el poli malo…

—¿Qué ha pasado con Judith? —me pregunta mi madre sacándome de mis pensamientos.

—No se ha tomado demasiado bien que tenga pareja.

—Esa niña no ha cambiado en lo más mínimo —

protesta.

—Debería hacerlo, ya no somos unos niños y no pienso ceder a sus caprichos como antes. Ya ha
explotado el cuento de la pobre niña adoptada por demasiado tiempo.

Sí… Rachel adoptó a Judith cuando esta última tenía ocho años. Mi tía no puede tener hijos
propios y su marido y ella se decidieron por la adopción para formar una familia.

Cuando conocimos a Judith era una preciosa niña de cabello rubio y ojos azules, igual a una
muñeca, pero esa muñeca no tardó mucho en mostrar sus verdaderos colores. Era, y por lo que he
visto lo sigue siendo, una niña caprichosa que utiliza la lástima para conseguir lo que quiere.

—Ha intentado besarme delante de Shaina —susurro tomando un bastón de zanahoria de la


fuente—. No se lo he permitido, por supuesto, pero tengo el presentimiento de que esa niña va a
meterme en problemas con ella.

—Solo tienes que pararle los pies —dice mi tío entrando a la cocina—. Te lo dije hace seis años
y te lo repito ahora, mi hija ya no es una niña que pueda conseguir lo que quiera.

—Hola, tío Rob —saludo siendo engullido por unos enormes brazos—. ¿Dónde estabas?

—Arreglando el coche de tu madre —responde—. Al parecer tiene un hijo inútil que no sabe ni
cambiar una rueda.
—Culpable —río—. Ya sabes que la mecánica no es lo mío.

—Pero por lo que he podido ver hace un rato conseguirte una novia bonita sí lo es…

—Ya sabes que tengo buen gusto —bromeo.

—La que tiene el gusto pésimo es ella… ¿Cómo ha podido fijarse en un cabeza hueca como tú?
—me continúa la broma.

—Bien, muchachos… vamos a comer —dice mi madre.

Me dirijo con mi tío al comedor charlando animadamente sin imaginarme que esta no va a ser
una comida familiar tranquila y divertida.

Capítulo 18

Los problemas empiezan a la hora de sentarnos a la mesa. Shaina ha ido un momento a lavarse
las manos y mi prima ha aprovechado para sentarse en la silla que mi madre había designado
para ella, y cuando vuelve al comedor veo cómo se queda un poco desubicada mirando hacia el
único asiento que queda vacío.

—Judith, ese es el sitio de Shaina —protesta mi madre

—. Ve a sentarte al lado de tu madre.

—Ya estoy sentada aquí, tía —protesta la mocosa—.

¿Por qué tengo que cambiarme de lugar?

—No importa, Sarah —dice Shaina rápidamente—, puedo sentarme en cualquier parte, no me
importa.

—¿Cómo va a ser eso? —protesta mi tía— Tienes que sentarte junto a tu novio. Judith, levántate
ahora mismo.

—Ella lo ha dicho, ¿no? —responde la niñata sonriendo triunfal— Puede sentarse donde sea.
Hace mucho tiempo que no veo a Keith, quiero estar con él.

Me doy la vuelta para enfrentarla, pero mi madre me hace una señal y se levanta de mi otro lado
para cederle el sitio a mi chica.

—Cariño, ven a sentarte al lado de tu hombre —pide

—, tengo muchas cosas de las que ponerme al día con mi hermana.

Shaina le dedica una sonrisa de agradecimiento y ocupa el lugar que acaba de quedar vacante.
Sostengo su mano

sin pensarlo y me acerco a dejar un leve beso sobre sus labios.


—¿Estás bien? —susurro.

Ella asiente y centra su atención en las preguntas de mi familia.

—¿Y cómo has conocido a esta preciosidad, Keith? —

pregunta mi tío— Eres demasiado feo como para que una mujer tan bonita se fije en ti.

Veo que Shaina se remueve inquieta en su asiento, pero aprieto su mano con fuerza antes de
contestar.

—Ella es mi ayudante, tío Rob. Y créeme, me costó lo mío que aceptara ser mi pareja.

—Qué típico… la empleada enamorada del jefe —bufa Judith.

—¿Y cuánto tiempo lleváis juntos? —pregunta mi tía sin hacerle el menor caso a su hija.

—En realidad llevamos saliendo poco tiempo —

respondo.

—Cuatro meses —aclara Shaina.

—¿Y cómo pudiste caer en las redes de un sinvergüenza como este? —bromea mi tío.

—¡Ey! ¡A ver si se lo va a creer de verdad y me va a terminar dejando por tu culpa! —protesto.

—Es muy insistente —continúa Shaina la broma—, no tuve más remedio que aceptar.

—Ya, claro… —susurra Judith.

—¿Y cuántos años tienes? —pregunta mi tía— Pareces de la edad de Judith.

—Tengo veinticuatro.

—¿Veinticuatro? ¡Solo es un año mayor que yo! —

protesta Judith con una sonrisa sardónica— A quién se le diga que a mí me dijiste que era muy
pequeña para ti…

—Porque lo eres —respondo—. Shaina es una mujer de los pies a la cabeza, al contrario que tú,
que siempre has sido y siempre serás una mocosa insoportable.

Noto cómo Shaina aprieta mi mano entre las suyas.

Vuelvo la mirada hacia ella y la observo negar levemente con la cabeza, intentando calmarme,
pero no quiero hacerlo. ¿Por qué tiene que estar ella aguantando todo esto? Acaricio su mano con
el pulgar y le sonrío con cariño. He aquí la prueba de lo que acabo de decir: mi chica se
comporta como toda una mujer a pesar del veneno que está soltando la niñata de mi prima.
Parece que la cosa se relaja un poco durante el resto de la comida y al terminar mi madre se
apresura a llevarse a Shaina hacia la cocina para sacarla de la quema. Yo pongo dos cervezas en
la mesa de café para ver el partido con mi tío, pero antes de sentarme voy al cuarto de baño.
Judith está apoyada en la puerta del mismo y me mira con una sonrisa cuando me acerco.

—¿Te apartas para que pase? —pregunto con una ceja arqueada—Me estoy meando.

En vez de hacerlo, ella enreda los brazos en mi cuello intentando volver a besarme, pero la aparto
de un empujón.

Me tiene hasta la polla. Literal.

—¿Se puede saber a ti qué coño te pasa? —protesto—

¿En qué idioma tengo que decirte que tengo pareja?

—¿Estás seguro de que ella está contigo por las razones adecuadas?

—Por supuesto que lo estoy, ella no es como tú.

—Quizás se enrolló contigo para conseguir el puesto de ayudante del jefe, ¿te has parado a
pensar eso?

—En primer lugar, ella no se enrolló conmigo, ella es mi pareja. A ver si buscas en el maldito
diccionario la diferencia. Y cuando la conocí el puesto ya era suyo, así que difícilmente sale
conmigo para eso.

—Esa tía no es para ti.

—¿Porque lo dices tú?

—Sí, porque lo digo yo —responde con los dientes apretados—. Tú deberías ser mío, no de
esa…

—Cuida lo que dices, Judith. No te olvides de que esa es la mujer a la que amo.

—¿La mujer a la que amas? —ríe ella— Lleváis juntos unos pocos meses, Keith… Es imposible
que estés enamorado de ella.

Inspiro con fuerza para poder serenarme, porque como no lo haga voy a terminar por echarla a
patadas de mi casa.

—A ver cómo te explico esto para que lo entiendas…

—susurro— Si tú fueras la última mujer sobre la faz de la tierra… yo sería gay. No ha habido
nunca, ni nunca habrá

posibilidad alguna de que tú y yo seamos algo más que primos, ¿entiendes?


—No somos primos, no tengo tu sangre.

—Da lo mismo, Judith. Jamás voy a verte como a una mujer, para mí siempre serás una mocosa
consentida e insoportable a quien tengo que aguantar porque es la hija de mis tíos.

La aparto de la puerta del baño y cierro detrás de mí con un portazo. Empiezo a tener un dolor de
cabeza horrible y lo único que necesito ahora mismo es coger a Shaina y marcharme a casa a
dormir hasta mañana para olvidarme del mal rato que nos está haciendo pasar Judith. Un
golpeteo urgente en la puerta hace que salga rápidamente de allí.

—¿Qué pasa, mamá? —pregunto.

—Judith está incomodando a Shaina, Keith —susurra mi madre con nerviosismo—. Ve con ella.

—¡Maldita sea!

Mi chica está sentada en el borde de la piscina con los pies dentro del agua. A ojos de cualquiera
parecería que está relajada, pero puedo notar la tensión de su espalda y la fuerza con la que se
sujeta al borde de la piscina. Me dirijo con paso decidido hasta el jardín con la intención de
rescatarla, pero me detengo en cuanto me doy cuenta de que mi preciosa mujer no necesita ser
rescatada.

—¿Crees que Keith se quedará contigo? —le dice mi prima— En cuanto te folle te tirará a la
basura como si fueras un trapo viejo.

—Es curioso… Hemos estado follando como conejos durante todo este tiempo y hasta el
momento no lo ha hecho.

Es más… no he pisado mi casa desde hace una semana porque no me deja apartarme de él.

—No eres buena para él.

—¿Y tú sí?

—Me prometió que nos casaríamos.

—¿Cuándo? ¿Cuando tenías once años? —se burla Shaina—Seguro que lo hizo para que dejaras
de darle el coñazo.

—Voy a hacer que te abandone —amenaza Judith—.

Le diré que te he visto siéndole infiel y te abandonará.

—Adelante… no pierdas el tiempo. Ve y dile que le engaño, a ver qué te responde.

—Me creerá, somos familia.

—Sí, sois familia, pero yo soy su mujer.


—Convertiré tu vida en un infierno hasta que le dejes.

Al parecer la paciencia de Shaina sí que tiene un límite, porque se acerca a ella y la sujeta de la
camiseta acercándola a su cara.

—Escúchame bien, niñata de mierda —susurra—.

Estoy aguantando todas tus estupideces porque esta es la casa de mi suegra, a quien respeto
mucho, y no quiero dar un espectáculo por tu culpa, pero me estás empezando a cabrear y
mucho.

Observo divertido cómo mi prima traga saliva y me apoyo en la columna con los brazos y las
piernas cruzadas para

disfrutar del espectáculo.

—Keith es mío —continúa Shaina—, de mi propiedad, y yo cuido lo que me pertenece. No me


gusta ver cómo lo haces sentir mal, mucho menos cómo lo toqueteas como si tuvieras algún
derecho de hacerlo. Si vuelves a tocarle, o a hacer alguna cosa que le incomode, atente a las
consecuencias.

Shaina da un paso atrás y suelta su agarre antes de continuar.

—Ah… ¿no te lo he dicho? —dice como si nada— En mis ratos libres soy profesora de artes
marciales, puedo hacer mucho daño si alguien se atreve a robarme lo que me pertenece.

Se vuelve para entrar en la casa, pero se detiene en seco al verme apoyado en la columna. Puedo
ver en su cara el arrepentimiento y me acerco a ella para abrazarla, pero Judith se interpone en mi
camino.

—¿Has visto lo que me ha hecho, Keith? —lloriquea—

¿Esa es la clase de persona que quieres a tu lado?

—Justamente esa —respondo apartándola de mi camino.

La esquivo y rodeo a Shaina entre mis brazos para unir mi boca a la suya. Mi intención era que el
beso fuese fugaz, pero cuando ella abre la boca debajo de la mía soy incapaz de resistirme a
hundir la lengua en su boca. Mi chica enreda los brazos en mi cuello y aprieto su cuerpo contra el
mío con un gemido. La deseo, después de haber visto ese arranque de posesividad me muero de
ganas de enterrarme en ella, pero lo

único que puedo hacer por el momento es separarme de su boca y pegar su frente a la mía.

—Nena… vamos a nadar —susurro.

—Quiero tomar el sol un poco más, ve tú primero.

—El problema es que tendremos que ir los dos a la vez


—respondo restregando contra su pierna mi erección.

—Oh… ¿Esto es solo por un besito de nada, campeón?

—En realidad lo que me ha puesto cachondo ha sido tu arranque de posesividad de hace un


momento —reconozco—.

¿Se te ocurre alguna idea para que entre en la piscina sin que mi familia se dé cuenta de lo que
tengo entre las piernas?

—Hagamos como que intentas tirarme, ¿sí? Me abrazaré a ti para que caigas conmigo y tu
erección siga siendo solo mía —responde con un guiño.

—Eres la mejor.

Tras un forcejeo nada creíble nos lanzamos juntos al agua. En cuanto mi chica sale a la superficie
la atraigo hacia mi cuerpo para que enrede las piernas en mi cintura y así poder besarla.

—No creo que esto arregle mucho tu problema —ríe ella.

—No arregla el problema bajo el agua, pero espero arreglar el otro problema. —Señalo con la
cabeza a mi prima.

—Siento haber sido tan borde con ella, pero…

—¿Bromeas? Me ha puesto jodidamente cachondo verte marcarme como si fueras una perrilla en
celo —bromeo.

—¡Oye! —protesta ella dándome un manotazo para apartarse.

—Estoy bromeando… Ahora hablando en serio, cariño, has hecho lo correcto. Si te hubieras
callado le habrías dado pie a que siguiera molestándote cada vez que nos encontremos con ella.

—Por suerte para ti yo no tengo ningún enamorado detrás que se dedique a ponerte celoso.

—Oh… ¿estabas celosa?

—No he dicho que lo haya conseguido.

—Esta noche cuando lleguemos a casa te voy a demostrar a quién pertenezco —susurro con un
guiño.

—Esta noche debería irme a mi casa, Keith… No puedo ir mañana a la oficina en bañador y con
sandalias.

—Mmm… sería una vista de lo más interesante…

—Deja de bromear, lo digo en serio.


—Podemos ir a que cojas algo de ropa antes de ir a mi casa.

—O podemos ir a tu casa primero a que cojas tu traje y te quedes a dormir conmigo.

—No es mala idea, pero… ¿Tendré que compartirte con Fluffy?

—Solo un poco —responde arrugando la nariz—. Pero si te sirve de consuelo él nunca duerme
en mi cama.

—Me consuela, sí…

—No me gusta comer pelo por la noche… por eso de la indigestión, ya sabes…

—Entonces esta noche nos quedaremos en tu casa.

Pasamos una tarde bastante divertida. Mi prima parece haberse dado por vencida y ha
permanecido en silencio sentada en un rincón, así que hemos podido disfrutar del día sin más
inconvenientes. En mitad de la tarde llega un hombre que no conozco de nada a la casa. Es
bastante alto, con una calva rodeada de pelo canoso y una espesa barba bien cuidada.

Me recuerda a Bruce Willis, solo que sus ojos son marrones y no azules. En cuanto el sujeto se
sienta junto a mi tío mi madre parece un manojo de nervios. Ha dejado caer el vaso por segunda
vez y veo cómo mi tía se acerca a quitarle la jarra de limonada de las manos susurrándole algo al
oído.

—Creo que ese es el novio de tu madre —susurra Shaina en mi oído.

—¿Tú crees?

—Solo hay que fijarse en la manera en la que se miran, Keith… estoy segura de que son novios.

—Eso explicaría el nerviosismo de mi madre. Creo que es la primera vez en su vida que rompe
un vaso.

Permanezco un momento observando al sujeto en cuestión. Shaina tiene razón, es muy atento
con ella, le sonríe a menudo y la mira con un brillo en la mirada que…

—Keith, ¿me estás escuchando? —pregunta Shaina.

—Lo siento, nena. ¿Qué decías?

—Te preguntaba si te molesta que tu madre tenga pareja.

—Por supuesto que no. Siempre le he insistido en que debe rehacer su vida.

—¿Entonces a qué viene esa cara? Parece como si te hubieras tragado un avispero.

—¿En serio? No era mi intención, solo estoy observándole atentamente.


—¿Y tiene tu visto bueno? —bromea ella.

—No es a mí a quien tiene que gustarle, Shaina, sino a ella… Pero puede que tome prestada la
amenaza que me hizo ayer tu hermana —respondo con una sonrisa.

—No creo que sea necesario que se la hagas.

—Estoy muy sorprendido, la verdad.

—¿Por qué?

—Porque no hace mucho tuvimos la típica conversación madre e hijo referente a los nietos. Yo
le dije que ella también podía casarse y rehacer su vida, y me dijo que estaba casada con su
trabajo.

—Supongo que no estaba preparada aún para hablarte de ello.

—Tal vez en ese momento llevaban poco tiempo, o quizás se han conocido después… Fue
cuando entraste a trabajar para mí.

—Salgamos de aquí para saludarle, ¿te parece? —

propone ella— Creo que él también se está poniendo nervioso al verte aquí sin acercarte.

—Tienes razón, no estoy siendo demasiado cortés.

Salimos de la piscina, la envuelvo con cuidado en una toalla seca y me enredo una a la cintura
para acercarnos al grupo que está sentado alrededor de una mesa de forja. Le tiendo la mano al
hombre con una sonrisa con la que pretendo demostrar que no estoy incómodo, ni molesto.

—Hola, creo que no nos conocemos —digo—. Soy Keith, el hijo de Sarah.

—Un gusto, hijo. Yo soy Samuel, trabajo con tu madre en el hospital.

—¿Eres médico?

—No, radiólogo.

—Hola, soy Shaina, la novia de Keith.

No puedo evitar sonreír como un imbécil cuando la escucho decir esas palabras.

—¿Y esa sonrisa? —pregunta mi tío con una carcajada

— ¿Tanto te gusta oírla decir que es tu novia?

—Ni te lo imaginas.

—Ay que el cazador ha sido cazado… —ríe mi tío.


—Fue a hablar el corderito de tía Rachel… —

contraataco.

—Culpable —reconoce él.

—Keith… ¿podemos hablar un momento? —

interrumpe mi madre.

Shaina se sienta junto a Samuel y empieza a hablar animadamente con él mientras yo sigo a mi
madre hasta la

cocina.

—¿Qué te pasa? —pregunto— ¿Te encuentras bien?

—Sí, es solo que… hay algo que debo contarte.

—Muy bien —digo mordiendo una manzana.

—Es que… verás…

—Samuel es tu pareja, ¿no es eso?

Sonrío al ver la cara de sorpresa de mi madre. La abrazo con un suspiro y dejo un beso sobre su
frente cuando veo que rompe a llorar como una tonta.

—¿Por qué te pones así, tonta? —susurro— ¿Creías que me iba a oponer o algo así?

—¿Cómo lo has sabido?

—En realidad no he sido yo, sino Shaina, quien se ha dado cuenta.

—Esa chica es demasiado lista.

—¿Por qué no me habías dicho que tenías pareja?

Sabes que siempre te he animado a rehacer tu vida.

—Quería asegurarme de que la cosa iba en serio antes de implicar a mi hijo.

—En realidad me siento un poco ofendido —bromeo

—. No hace mucho estuvimos hablando del tema y me dijiste que no tenías tiempo para el amor.

—En ese momento solo éramos grandes amigos, Keith.

Salíamos a bailar o a cenar, me ayudaba a poner alguna bombilla fundida y cosas así, pero nada
más.

—Entonces ahora sí va en serio, ¿no?

Mi madre abre el cajón de la cocina y saca un anillo de oro con un pequeño diamante engarzado.

—Me pidió ayer que me casara con él —confiesa.

—¡Guau! Sí que has esperado a que sea serio —

bromeo riendo.

—Tonto —protesta ella golpeándome con el hombro

—, ha sido él quien se ha adelantado. ¿Te parece bien que haya aceptado aunque llevemos poco
tiempo saliendo?

—¿Le amas?

—Muchísimo. En el año que llevamos conociéndonos siempre me ha hecho muy feliz, incluso
cuando me negaba a aceptar lo que sentía por él.

—Entonces yo no tengo nada más que decir, no sois unos niños que tengáis todo el tiempo del
mundo. Eso sí…

exijo ser el padrino.

—¿Quién más iba a serlo? Solo te tengo a ti.

—Ahora también tienes a Samuel.

—Sí, y a Shaina. Me gusta mucho esa chica, Keith. Sé que llevas poco tiempo con ella y que yo
la conocí por casualidad, pero realmente me gusta mucho.

—A mí también. Cada cosa de ella que conozco me gusta.

—Por una vez has hecho una buena elección.

—¿Por una vez? —pregunto riendo— Es la primera de mis parejas que conoces, mamá.

—Por eso.

Niego con la cabeza mientras la sigo de nuevo hasta el jardín. Levanto a Shaina para sentarme en
su silla y colocarla a ella sobre mis rodillas.

—¿Todo bien? —susurra en mi oído.

—Nada puede ir mejor.


Capítulo 19

El camino de vuelta se me hace eterno, literalmente.

Tanto es así que cuando voy a mi casa a por ropa para mañana no dejo que Shaina suba conmigo,
porque si lo hace estoy seguro de que no terminaremos el viaje. Estoy cachondo desde el
pequeño momento de la piscina y completamente duro desde que se ha montado en el coche con
esos pequeños pantaloncitos vaqueros que esconden mucho menos de lo que deberían. En cuanto
llegamos al apartamento de Shaina la rodeo con los brazos desde atrás para dejar pequeños y
húmedos besos por todo su cuello. No puedo esperar más, quiero follar con ella y lo quiero
ahora. Ella sonríe y echa la cabeza a un lao para dejarme saborear su piel, pero cuando estoy a
punto de atrapar su lóbulo con los dientes, caricia que le encanta, se aparta de mí para dirigirse
hacia la habitación.

—¿A dónde crees que vas? —pregunto intentando atraparla de nuevo.

—Voy a tomar una ducha —responde mirándome por encima del hombro—, me siento pegajosa
por el cloro de la piscina.

—Vas a sentirte más pegajosa en un momento, nena…

te lo juro.

—Necesito hacerlo, Keith… ¿sí?

—Te dije que te ducharas en casa de mi madre y no me hiciste caso —protesto retomando mi
festín en su cuello.

—Déjame, Keith… quiero bañarme primero.

—De acuerdo, vamos…

Ella ríe haciéndome sonreír a mí también.

—Sola —puntualiza.

—Yo también quiero una ducha —protesto.

—Ya te has duchado en casa de tu madre —ríe ella.

—Pero en casa de mi madre no tenía una mujer preciosa y sexy que me enjabonara la espalda.

—Sé que no quieres solo que te enjabone la espalda —

responde moviendo su culo sobre mi erección.

—Reconozco que follarte contra la mampara es un añadido extra muy atrayente…

—Ve pidiendo la cena, tengo hambre —insiste apartándose—. Si quieres sexo primero tienes
que darme de comer.

La miro con una sonrisa lasciva y empiezo a desabrocharme el pantalón vaquero, logrando que
corra hacia mi dormitorio.

—¡Darme de comer comida, pervertido!

La sonrisa no se borra de mis labios en ningún momento. Hago el pedido al restaurante de la


esquina, que he descubierto que es su favorito, y me dejo caer en el sofá con un suspiro. Estoy
cansado, pero no solo quiero sexo, también quiero poder pasar un rato a solas con mi chica.
Quiero saber cómo se siente después de este día de mierda, porque por culpa de mi prima no
hemos podido disfrutar tanto como deberíamos, pero también quiero hacer el amor con ella. Me
pongo a jugar con el móvil mientras ella termina de ducharse,

porque sé que si no hago nada terminaré quedándome dormido.

—Keith…

La suave voz de Shaina me hace levantar la vista y el móvil se me escapa de las manos ante la
visión que tengo ahora mismo delante. Shaina se ha vestido con la camisa que he dejado en su
piso para emergencias, que le llega casi por las rodillas, dejando a la vista sus largas y
maravillosas piernas.

—¿Te has propuesto matarme? —pregunto con voz ronca.

—¿Por qué lo dices? —ronronea pasando el índice por la abertura de la prenda.

Me acerco a ella y desabrocho lentamente los tres primeros botones. Puedo ver perfectamente
entre la abertura la curva redondeada de sus tetas, y se me hace la boca agua al pensar en
lamerlas. La cojo en peso apretando su culo entre los dedos, comprobando con un gemido que no
lleva ropa interior, y me siento en el sofá con ella a horcajadas sobre mí para dejarla
completamente abierta.

—¿Por qué no llevas bragas? —pregunto con voz ronca, acariciando su raja con un dedo— ¿Esta
noche quieres ser una chica mala?

—Sí… Quiero que termines lo que hemos empezado esta tarde en la piscina —responde con
inocencia.

—Lo único que hemos hecho en la piscina ha sido nadar… que yo sepa.

—Y besarnos —susurra posando un suave beso sobre mis labios—. Y tocarnos —continúa
pasando sus manos por

debajo de mi camiseta hasta encontrar mi pecho.

Atrapo sus manos para que deje de tocarme, porque si sigue haciéndolo voy a terminar antes de
empezar. Subo mis manos por su espalda y pego mi boca a la de ella, arrancándole un gemido,
pero cuando nota que no voy a hacer nada más se aparta frustrada.

—¿Por qué te apartas? —pregunto con una risa queda

— Estoy haciendo lo que me has pedido.

—Sabes de sobra no es esto lo que quiero —protesta pasando su precioso coñito sobre mi polla,
que con solo verla con esa pinta se me ha puesto muy dura.

—¿Entonces qué quieres?

—Quiero que me folles, Keith —gimotea cuando mi dedo encuentra su clítoris—, y quiero que
lo hagas fuerte y duro.

—No sabes lo cachondo que me pone que me lo pidas de ese modo.

Tiro del cuello de su camisa y ella ladea la cabeza para dejarlo expuesto. Sonrío de lado ante tan
deliciosa invitación y pego mi boca a su piel, lamiendo y mordisqueando, arrancándole con mis
besos pequeños gemidos de placer.

Acaricio sus muslos hasta llegar a su precioso culo respingón y meto las manos por debajo de la
tela de la camisa para acariciar sus globos perfectos sin terminar el asalto a su cuello.

Los jadeos y suspiros que escapan de su boca logran endurecer más mi polla, que empieza a
doler contra la cremallera de los vaqueros.

—Quiero chupar cada parte de ti —susurro en su oído

—. No sabes lo mucho que me pone saber que no llevas nada debajo de mi camisa.

—Sabía que te iba a gustar mi sorpresa.

—No te puedes hacer una idea de cuánto.

Hundo un dedo entre sus pliegues comprobando que está tan excitada como yo. El movimiento
ondulante de sus caderas sobre mi polla me hace apretar los dientes. ¿Por qué tiene que ser tan
jodidamente caliente? De un tirón abro la camisa de Shaina, haciendo volar los botones ante el
jadeo sorprendido que escapa de sus labios.

—No tengo la suficiente paciencia como para desabrocharla con cuidado —fue mi respuesta.

—No me estoy quejando, la camisa es tuya.

—Puedo comprar más.

Shaina abraza mi cabeza con uno de sus brazos cuando hundo la lengua profundamente en su
boca, arrancándole un gemido. Siento su lengua caliente someterse a la mía, acariciándola como
tantas veces he hecho. El beso es duro, caliente y voraz… Me aparto porque necesito tomar aire,
el roce de la pelvis de mi chica contra mi erección me está dejando con las piernas temblando y
necesito recuperar el maldito control antes de que termine conmigo.

—Debo advertirte de algo, cariño… —Me acerco hasta que mis labios rozan el lóbulo de su
oreja— Voy a permanecer dentro de ti toda la maldita noche, así que ve haciéndote a la idea.

—Mañana tenemos que trabajar —gime ella.

—¿Y crees que me importa? Es tu culpa por ser tan jodidamente sexy, nena. Estoy deseando
follarte desde que te he visto pelear por mí con uñas y dientes.

—Eres mío, Keith. No voy a permitir que ninguna perra en celo toque lo que me pertenece.

Me pone tan cachondo su vena posesiva que sujeto su mandíbula con una mano y hundo
nuevamente la lengua en su boca de manera demandante, voraz. Me sale al encuentro de igual
forma, saboreando mi lengua con la suya mientras mis manos recorren la piel de su espalda. Sus
besos son adictivos, deliciosos, y cuando me aparto de ella para tomar aire un leve quejido de
protesta escapa de sus carnosos labios.

—Tengo demasiada ropa y tú ya estás desnuda.

Desnúdame —ordeno.

—Como ordene, señor Collins.

¿Os he dicho que me enciende muchísimo que me diga señor Collins mientras estamos follando?
Shaina me saca la camiseta por la cabeza de un tirón y deja un reguero de besos por mi cuello
hasta atrapar una de mis tetillas con los dientes.

Me encanta sentir el roce de su lengua sobre mi pezón, siento un latigazo de placer bajar por mi
estómago hasta mi polla, que corcovea dentro de los pantalones. Como si la hubiera sentido
sacudirse, Shaina baja la mano por mi abdomen y desabrocha mis vaqueros tan lentamente que
estoy a punto de gritar de frustración. Introduce la mano dentro de mi bóxer y atrapa mi erección
entre sus dedos, apretándola con fuerza, pero la aparto antes de que empiece a moverla.

—Sí que estás caliente, amor… —ronroneo— Pero te recuerdo que aquí el que manda soy yo.

—Quiero tenerte ya dentro de mí, Keith… por favor…

—Aún no.

Me desnudo a toda prisa dejando mi ropa esparcida por todo el salón. Observo a Shaina
retorcerse contra el sofá, mirándome con los ojos cargados de deseo. Me tumbo sobre ella y
empiezo a restregar mi polla contra su raja. Sus jugos están embadurnando mi verga y cada vez
que mi glande roza su entrada aprieto los dientes deseando enterrarme en ella, pero aún es
demasiado pronto. Quiero sentir la tensión de su cuerpo, quiero verla disfrutar de mis caricias
hasta que no pueda soportarlo ni un minuto más.

—Joder, Keith… —gime mordiendo sus labios—


Métemela de una vez… ¿A qué estás esperando?

—Aún no… déjame divertirme un poco más.

—Para mí no es divertido… ¡Quiero correrme!

—Te aseguro que vas a divertirte mucho cuando te esté empotrando contra el sofá, pero ahora es
mi turno. De rodillas, nena.

—¿No que no me querías de rodillas? —bromea.

—Quiero sentir esas preciosas tetazas recorriendo mi polla.

Obedece con una sonrisa y atrapa mi polla entre sus tetas. Las aprieta fuerte con sus manos y ella
empieza a moverlas arriba y abajo por mi polla, haciendo que casi me salten las venas del cuello
por el placer que estoy sintiendo.

—Quiero que te corras en mi boca —susurra atragantándome.

—¿Que quieres qué? —pregunto riendo.

—Ya me has oído.

Abre la boca como la más experta estrella porno y continúa moviendo sus tetas por mi verga
rozando el glande con la punta de la lengua.

—¿Cuántos vídeos del Pornhub te has tragado, nena?

—bromeo.

—Unos cuantos —reconoce dejándome en shock.

—¿Hablas en serio?

—Claro que hablo en serio. Tú tienes mucha experiencia y yo era virgen cuando me conociste.

—Si me dices que te tocaste mientras los veías…

—Por supuesto que no… Estaba demasiado ocupada toando notas.

¿Mi Shaina, la mujer dulce e inocente que yo mismo desvirgué, ha estado tomando notas de
vídeos porno para estar a mi jodida altura? Oh, joder… definitivamente lo ha hecho, lo que acaba
de hacer con su lengua sobre mi polla lo corrobora.

No me echo a reír porque estoy demasiado ocupado disfrutando de su lengua.

—Algún día quiero ver esas notas, nena —susurro—, pero ahora me quiero correr.

Sujeto su cabello entre los dedos y bajo la vista para encontrarme con la visión más pornográfica
que he podido tener en mi vida. Mi chica está en cuclillas entre mis piernas abiertas lamiendo mi
polla con precisión, acariciando con una mano mis bolas mientras mete dos dedos dentro de su
cuerpo.

Acaba de provocarme un cortocircuito mental, lo juro. Quiero levantarla, sentarla sobre mi verga
y hundirme hasta el fondo en donde ahora se hunden sus dedos, pero olvido la idea cuando
aprieta mi glande contra su paladar. Quiero correrme en su boca y llenarla de mi leche caliente.

—¡Joder, nena! —gimo arqueando la espalda— ¡Me voy a correr!

Con mi mano guío su cabeza para marcarle el ritmo, clavándome en su boca hasta la garganta.
Tengo los nudillos de la otra mano blancos de la fuerza con la que me agarro al brazo de sofá, mi
cabeza hace rato que cayó hacia atrás y siento que en cualquier momento la vena de mi cuello va
a saltar. Estoy a punto de correrme, pero el timbre de la puerta la hace tensarme de golpe. Intenta
levantarse, pero le impido que saque mi polla de su boca para que termine la mamada.

—Termínala —logro articular.

Cualquier rastro de cordura se desvanece cuando Shaina me sorprende acariciando con un dedo
el agujero de mi culo. No voy a ser hipócrita, me gustan las tías como no tienes idea, pero eso no
quiere decir que no sea consciente de que esa parte de mi anatomía es sensible como el demonio,
y cuando siento la yema de su dedo entrar dentro me corro con un grito que ha tenido que
escucharse hasta en el edificio de al lado.

Jadeo intentando recuperar el aliento mientras la veo limpiarse la boca y lamer cualquier rastro
de semen que haya podido escapar de su boca.

—Eso que has hecho, Shaina, te va a costar caro —

jadeo.

—¿No te ha gustado? —pregunta con la duda reflejada en el rostro.

—De más —respondo besándola con fuerza, saboreando mi semen en sus labios—. Ha sido
jodidamente increíble, nena… me has dejado frito.

—Iré a abrir la puerta —susurra.

Mi cerebro cortocircuitado hace conexión al caer en la cuenta de cómo no va vestida y me


levanto como accionado por un resorte para levantarla en peso y lanzarla sobre el sofá.

—Ni lo sueñes —gruño—, nadie va a ver lo que es mío.

Escucho su carcajada a mi espalda mientras voy a abrir la puerta completamente desnudo.


Cuando veo de frente al joven que ha traído el pedido me dan ganas de reír. Estoy seguro de que
ha escuchado el estruendo que he formado hace un momento y abre los ojos como platos al ver
que estoy desnudo.
—Mi mujer es muy caliente e insaciable, no me permite vestirme para no tener que quitarme la
ropa después

—bromeo.

—¡Keith por Dios! —escucho el jadeo de Shaina y me hace sonreír.

—Quédate con la vuelta… por las molestias.

Señalo la erección del joven con la cabeza, él se tapa abochornado y cierro la puerta con una
carcajada.

—Ahora, mi pequeña ninfa lasciva —susurro acercándome a Shaina—, vas a pagarme la


vergüenza que

acabo de pasar.

—Ha sido el repartidor el que ha pasado vergüenza, no tú —protesta andando lentamente hasta la
habitación.

—No huyas, cariño… no te va a servir de nada.

—¡Keith, quiero comer!

—Después.

Shaina echa a correr con un gritito, pero la alcanzo a mitad de camino, me la echo al hombro y la
llevo hacia e dormitorio divertido con sus carcajadas. En cuanto la tiro sobre la cama toda la
diversión es sustituida por un placer carnal, intenso y abrasador. Me pongo de rodillas en el
borde de la cama y Shaina mueve su culo hasta quedar apoyada contra el cabecero.

—Mastúrbate —ordeno sujetando mi erección con el puño.

Shaina jadea, pero obedece inmediatamente. Lleva una mano a su boca para humedecerse el
dedo, la baja hasta su entrepierna y abre sus labios para recorrer su raja mojada con la punta
humedecida. Con la otra mano abarca una de sus tetas y pellizca el pezón con el índice y el
pulgar, soltando pequeños gemidos por su boca entreabierta. Veo cómo introduce la yema del
dedo dentro de ella y echa la cabeza hacia atrás, es evidente que le pone cachonda que la mire
mientras se toca, puedo verlo en sus ojos velados, en su boca entreabierta y en esa delirante
lengua que asoma levemente entre los labios hinchados.

—Eso es, nena… enséñame cómo te tocas cuando piensas en mí —susurro con voz ronca.

El movimiento de mi mano sobre mi polla es lento, dedicado únicamente a mantener mi erección


a raya, porque quiero correrme dentro de ese precioso coño que estoy viendo ahora mismo. Un
gemido escapa de mis labios cuando veo cómo mi chica hunde el mismo dedo que hace un
momento estaba dentro de su coñito en su boca para humedecerlo bien y poder tocarse el clítoris
en movimientos circulares.
—Joder, qué calientes eres, nena… —susurro sin dejar de mirarla—. Lo estás haciendo muy
bien.

Veo cómo sus jugos empiezan a correr por los cachetes de su culo hasta el agujero trasero de
Shaina, ese que me muero por probar.

—Keith… —gime mordiéndose el labio con fuerza.

—Dime, gatita…

—No puedo más…

—¿Y qué es lo que quieres?

—A ti…

—A mí ya me tienes.

—Te quiero a ti dentro de mí ahora… —Shaina hunde dos dedos dentro de ella y arquea la
espalda con un gemido que reverbera en mi columna vertebral.

—Joder, nena… me pones muy cachondo cuando haces eso —digo apretando los dientes con
voz ronca—. No te imaginas de lo mucho que estoy disfrutando de la vista.

—Fóllame, Keith… Por favor… Quiero tu polla caliente dentro de mí…

Su súplica me hace perder la poca cordura que me queda. Sujetándola de las caderas meto la cara
entre sus piernas para lamerla deprisa, hundiendo la lengua en su clítoris y mis dedos en su canal.
Los gemidos de mi mujer llenan la habitación y lo único que me mantiene cuerdo es la presión
que ejerzo con mi mano en la base de mi polla. No voy a correrme todavía, no sin estar dentro de
ella. Su cuerpo se mueve sin control sobre la cama, me agarra del pelo para apretar mi cara
contra su sexo y mi nariz cosquillea con el suave pelo rizado del pequeño corazón que lo adorna.
Estoy a punto de reventar, así que coloco sus piernas en mis hombros y la penetro con fuerza.

—¡Joder, sí! —grita ella agarrándose con fuerza a las sábanas.

—Esto es lo que querías, ¿verdad?

Empiezo a moverme deprisa, apretando los dientes para controlar mis embestidas, porque en esta
posición estoy entrando más profundo y no quiero hacerle daño. Siento sus uñas clavarse en mis
muslos cuando me agarra con fuerza, sus paredes me ordeñan cuando consigue su tan deseado
orgasmo y tras un par de embestidas más me corro también, cayendo con un jadeo a su lado.
Recuperamos el aliento, y cuando consigo serenarme lo suficiente intento levantarme para coger
algo para limpiar a mi chica, pero ella me retiene tomándome de la muñeca.

—No te vayas —susurra.

—Voy a por algo para limpiarte.


—Después me daré una ducha —responde.

Aprieto mis manos alrededor de su cuerpo y la abrazo fuerte contra mi pecho.

—¿Qué ocurre? —pregunto— ¿Estás bien?

—Me ha dejado agotada, señor Collins —bromea ella restregando su nariz en mi pecho—,
intento recuperar las pocas fuerzas que me quedan.

—Mmm… Bueno, tú lo pediste al salir de la habitación vestida como lo hiciste. ¿O vas a


decirme que no lo estabas buscando?

—Por supuesto que lo que lo buscaba… sentir tu polla rozar mi entrada mientras estábamos en la
piscina me ha puesto a mil —confiesa.

Sonrío al notar un leve sonrojo en sus mejillas. Intento levantarle la cara para que me mire, pero
ella la esconde más contra mi pecho.

—¿Y esa timidez? —río— ¿En qué estás pensando?

—Te vas a reír si te lo digo.

—No voy a reírme, Shaina. Vamos, dímelo.

—Quería borrar su olor de ti —reconoce en apenas un susurro.

Me cuesta un momento entender a qué se refiere, y cuando lo hago rompo a reír a carcajadas.
Ella me golpea en el pecho e intenta apartarse de mí, pero se lo impido sujetándola bocabajo con
los brazos y las piernas.

—Ah, no, señorita… usted no se va a escapar de aquí después de confesar que estabas celosa —
ronroneo.

—¡Yo no estaba celosa!

—Oh… sí que lo estabas —susurro besándola en el cuello—. Y no sabes lo cachondo que me


pone saberlo.

Restriego mi erección de nuevo contra su culo para demostrarle que lo que digo es cierto.

—¡No seas pervertido, que tengo hambre! —ríe ella.

—Es tu culpa por tentarme…

—Eres insaciable… pero la comida debe estar ya fría.

Joder… ni siquiera me acordaba de la comida que he dejado abandonada en la barra de la cocina.


Me entretengo un momento más en lamer su cuello hasta el lóbulo de su oreja, y cuando consigo
que deje escapar un gemido me aparto de ella para ponerme de pie.
—Vamos a comer —ordeno saliendo del dormitorio.

—¿Vas a comer desnudo? —pregunta ella mirándome como si tuviera tres cabezas.

—¿Para qué me voy a vestir si pienso follarte otra vez en cuanto terminemos de comer?

—Acabas de correrte dos veces. ¿No tienes un límite?

—No cuando se trata de ti. ¿Vienes o no?

—Espera que me ponga algo encima.

Me acerco y tiro de su mano para llevarla al comedor.

—No pienso perder el tiempo en desenvolver mi precioso regalo —susurro dejando un beso
sobre sus labios—.

Siéntate en la mesa, voy a calentar la cena.

Varias horas más tardes estamos tumbados en la cama, totalmente saciados y sin fuerzas. Shaina
está acurrucada a mi

lado y yo hago pequeños círculos en su espalda con la yema de mis dedos.

—Shaina —llamo.

—¿Mmm?

—¿Es verdad que has visto vídeos porno? —pregunto sin poder aguantarme la risa.

—Las mujeres también ven porno, semental.

—Joder, sé que lo hacen, pero no toman notas de lo que ven. Se masturban.

—No quería decepcionarte con mi inexperiencia. Sé que te gusta tener el control, pero seguro
que tus anteriores amantes eran experimentadas y…

—Mírame —la interrumpo atrapando su barbilla y dejando un suave beso sobre sus labios
magullados—. Eres perfecta tal y como eres, Shaina. No vas a decepcionarme nunca.

Capítulo 20

La tensión sexual en mi coche se está haciendo insoportable. Hace apenas media hora que la cena
de negocios terminó y no sé si voy a ser capaz de aguantarme las ganas que tengo de follarme a
Shaina. No he podido tocarla ni un solo momento desde que llegamos al restaurante porque se ha
sentado en la otra punta de la mesa, rodeada por los dos dueños de la empresa con la que nos
hemos reunido. Mis celos están bajo control únicamente porque los ambos hombres tienen cerca
de ochenta años y ella lo único que ha hecho durante toda la velada es entretenerles para que se
sientan a gusto y accedan a firmar un contrato con nosotros, el segundo contrato millonario en el
tiempo que llevo en la empresa de mi padre y todo es gracias a ella. Pero que haya ayudado tanto
a lograr el negocio no quita que me haya sentido frustrado toda la jodida noche. Tenía planes…
planes que implicaban mi nuevo juguete y que ha sido pospuesto porque no podía hacerla gemir
de placer entre los dos octogenarios… pero en cuanto lleguemos a casa me la voy a cobrar.

Sé que ha sentido la promesa de sexo salvaje cada vez que ponía sus ojos en mí, he podido verlo
en su mirada turbia y en su respiración agitada cuando se ha subido al coche. Y

ahora estoy concentrándome en la carretera con los dientes apretados, evitando parar el coche en
el arcén para follármela sin importarme que me detengan por escándalo público, apretando las
manos en el volante para evitar tocarla, aunque estoy completamente seguro de que se ha dado
cuenta de la enorme erección que adorna ahora mismo mis pantalones.

Joder… quiero hacerle de todo ahora mismo, verla tan

preciosa con su vestido de cóctel de color vino tinto despierta en mí un deseo de posesión
inmenso que apenas soy capaz de controlar. Quiero recordarle que yo soy el único dueño de ese
delicioso cuerpo, desnudarla poco a poco y saborear cada centímetro de su sedosa piel antes de
enterrarme en ella con fuerza y hacerla gritar de placer.
Aparco el coche en mi plaza de garaje y entro detrás de ella en el ascensor que nos llevará al
ático. Le doy la espalda para no tocarla, pero veo a través de las paredes cromadas del pequeño
habitáculo que está mordiéndose el labio mientras aprieta fuertemente sus muslos en un vano
intento de calmar el ardor que debe sentir ahora mismo entre las piernas. Bien…

está tan excitada como yo. Cuando al fin cierro la puerta de mi apartamento a nuestra espalda la
empujo contra la pared para darle un beso profundo y hambriento. Siento las manos de Shaina
enredarse en mi cuello y atrapo su gemido entre mis labios cuando abre la boca para dejarme
hundir la lengua dentro de ella.

—Me has estado volviendo loco toda la maldita noche

—susurro pasando un dedo desde su frente hasta la punta de su nariz—. He pasado toda la
maldita cena duro como una piedra mientras tú les sonreías a los dos hombres que babeaban
sobre ti.

—¡Eran ancianos! —gime ella— Solo pretendía ayudar…

—Y lo has hecho… pero ahora vas a tener que pagar por haberme tenido empalmado y celoso.

Aunque se vea de apariencia frágil y delicada, en la cama puedo ser rudo con ella. Le gusta que
la agarre del pelo

mientras me entierro con fuerza en ella, que la ponga a cuatro patas y deje mis dedos marcados
en sus caderas, o que le dé unas cachetadas en las nalgas mientras la empalo hasta el fondo (esto
último lo descubrí porque una de tantas veces que me la he follado a cuatro patas ella me rogó
que lo hiciera… y yo solo quiero darle placer). A ella le gusta cómo me la follo… y yo jamás
podré cansarme de hacerlo.

Vuelvo a juntar nuestros labios en un beso rudo.

Atrapo su labio con los dientes y tiro de él hasta que escapa un gemido de su garganta y hundo la
lengua dentro de su cavidad para unirla a la suya. Me separo del beso y observo a Shaina
recostarse contra la pared con la respiración jadeante y los ojos nublados por el deseo. Ataco su
cuello, paso mi lengua por su clavícula y subo hasta su mandíbula, y sonrío con satisfacción
cuando ella gime ladeando su cabeza para dejarme mejor acceso a su piel caliente. Saboreo su
cuello entre lamidas húmedas y mordiscos suaves, y cuando atrapo con los dientes el lóbulo de
su oreja Shaina arquea la espalda para pegar mi polla a su entrepierna.

—Joder, Keith… —gime mientras se sostiene con fuerza de mis hombros.

Tiro de ella hasta apoyarla contra la isla de la cocina.

Desabrocho su vestido lentamente y la despojo de su ropa interior, dejándola completamente


desnuda ante mis ojos. La perfección de su cuerpo imperfecto hace que salive pensando en lo
mucho que voy a disfrutar saboreándolo. Me encantan sus muslos llenos, la pequeña curva de su
estómago o sus preciosas tetas algo caídas. Me encantan su piel de naranja, sus estrías o incluso
la pequeña cicatriz que adorna un lado de su vientre debido a una apendicectomía. Me deshago
de la

corbata y la chaqueta de mi traje sin apartar mis ojos de ella y me arremango la camisa hasta los
codos. Su mirada de absoluta fascinación dibuja una sonrisa en mis labios.

—¿Te gusta lo que ves? —pregunto acercándome a ella.

—Me encanta —responde sin vergüenza.

—Desvergonzada.

—¿Por qué? Todo eso me pertenece.

—Eso es cierto, gatita… Soy todo tuyo.

Me acerco a ella y apoyo una de mis manos en la isla detrás de su espalda mientras con la otra
dibujo un camino imaginario desde su cuello hasta su ombligo.

—A mí me encanta desvestirte lentamente —

reconozco con voz ronca—, capa por capa, hasta encontrar tu preciosa piel cremosa. Es como si
estuviera desenvolviendo un delicioso regalo que voy a terminar por devorar.

La sujeto por las caderas para sentarla en la isla de la cocina y saco del bolsillo interior de mi
chaqueta el último juguete que he comprado para usarlo con ella. Su mirada curiosa se fija en el
aparato de color lavanda que dejo a su lado junto con un bote de lubricante, pero la distraigo
apoyándome a ambos lados de su cuerpo y atrapando su labio entre mis dientes para morderlo.
Lamo el labio maltratado y beso a Shaina con fuerza, adentrando la lengua en su cálida boca,
aunque me separo de ella más rápido de lo que ella querría.

Observo con detenimiento su postura, con las piernas completamente abiertas, la espalda
arqueada y la boca entreabierta jadeando ante mi toque.

—Te he imaginado así tantas veces… —susurro—

Cuando estoy trabajando y sé que estás sentada fuera no puedo evitar rememorar el tacto de tu
piel o la forma en la que tus piernas rodean mi cintura cuando te follo…

Continúo el camino de mi dedo por su muslo sin acercarme siquiera a su sexo.

—El sabor de tu cuerpo es adictivo… —continúo atrapando uno de sus pezones entre mis labios
— No te imaginas cuántas veces me he masturbado pensando en él mientras trabajabas
tranquilamente en tu mesa sin tener ni puta idea.

—¡Joder, Keith!

—Infinidad de veces he estado tentado de haberte llamado —digo lamiendo su ombligo—,


haberme encerrado contigo en el despacho y haberte follado hasta que todos en el edificio
supieran que eres jodidamente mía.

Paso un dedo sobre su húmeda raja y ella se tensa esperando que entierre el dedo entre sus
labios, pero me limito a subirlo a mi boca y saborear el jugo cremoso que lubrica su sexo.

—Mmm… eres deliciosa —susurro atrapando el lóbulo de su oreja con mis dientes—. Dulce,
cremosa y suave… como a mí me gusta.

—Por favor…

—Por favor, ¿qué?

—Tócame, Keith… ¡Tócame de una vez!

Siento

tanto

poder

estando

así,

teniéndola

completamente desnuda mientras yo tengo puesta toda la ropa… Rozo su cintura con la palma
abierta de mi mano y la siento estremecerse. La beso una vez más porque, joder…

adoro su boca, y ella me responde totalmente entregada al placer. Me separo de ella lo suficiente
para estirar el brazo y atrapar el bote de sirope de chocolate que he dejado esta mañana
abandonado en la encimera y lo dejo junto a su muslo.

Me apoyo a ambos lados de su cuerpo y fijo mi mirada en la suya, con nuestros labios a escasos
centímetros de distancia.

—Tengo curiosidad de cómo sabrá tu cuerpo cubierto de chocolate.

—¡Dios, Keith!

—Apuesto a que serás deliciosa, como toda tú.

Ella intenta rodear mi cuello con sus brazos pero me aparto para impedírselo.

—No puedes moverte —advierto cogiendo sus manos y apoyándolas donde hace unos segundos
estaban las mías, sobre el mármol de la encimera—. Si lo haces te castigaré.

—¿Qué tipo de castigo? —pregunta lamiéndose los labios.


—Te has convertido en una gatita lasciva, nena…

—Me encantan tus castigos.

—Oh… pero esta vez será algo distinto… —confieso pasando el dedo por el agujero fruncido de
su culo.

—Keith… Sabes que no quiero.

—Y tú sabes que no haría nada que no te diera placer.

—Pero…

—¿Confías en mí?

Ella se muerde el labio inferior, pero gracias a Dios asiente. Sé que el sexo anal por ahora es
impensable con ella, pero quiero demostrarle que también puede ser placentero si se practica con
la persona adecuada. Tras besar fugazmente el labio dañado por sus dientes, tomo la botella de
sirope y derramo la crema por su cuello, desde su mentón hasta su clavícula. Dejo la botella a un
lado y empiezo a lamer el chocolate de la piel de Shaina, que gime con placer al sentir la cálida
caricia. Presiono la boca con más fuerza sobre su cuello haciendo que su cuerpo caiga un poco
hacia atrás, dejando un pequeño chupetón, pero ella se sujeta al mueble con más fuerza. Muerdo
su clavícula y retiro cualquier rastro de chocolate del lugar con la lengua mientras me deleito con
los grititos que escapan de los labios de Shaina.

Vuelvo a tomar la botella de sirope y lo dejo caer descuidadamente por su cuerpo, llenando sus
pechos, su ombligo y el inicio de sus muslos. Llevo un dedo a uno de sus pezones y lo acaricio
restregando el chocolate por toda su aureola.

—Joder… esta es la mejor vista que he tenido en mi vida —digo con voz ronca—. Shaina y
chocolate… mis dos sabores preferidos juntos.

Ella fija su mirada velada en mí. Puedo ver la súplica en sus ojos, pero esta noche quiero
excitarla hasta el límite de la cordura.

—No sabes lo deliciosa que eres, ¿verdad? —pregunto continuando con mi caricia— No sabes lo
mucho que disfruto

cuando saboreo toda tu piel.

Acerco ese delicioso pezón a mis labios y lo chupo dentro de mi boca. Shaina gime y aprieta sus
dedos en la barra encimera que sus nudillos se tornan blancos, pero aún me obedece. Chupo y
muerdo el trozo de carne endulzado hasta que lo tengo totalmente duro y limpio de sirope, y paso
mi lengua por todo su pecho, limpiando cada esquina, cada lugar, lamiendo hasta que Shaina está
húmeda y solo es un amasijo de gemidos y temblores.

—No puedo más… Keith… —gime arqueando la espalda.


—Shh… —la silencio antes de atacar el otro pezón, que es la única zona que aún tiene chocolate.

Vuelvo a tomar la botella y vierto sirope por los muslos de Shaina. Después de eso levanto su
pierna y comienzo a dejar besos suaves por la parte interna del muslo, haciendo círculos con mi
lengua, succionando su piel o dando pequeños mordiscos hasta hacer aparecer una marca rojiza
sobre su piel cremosa. Quiero marcarla para que cada vez que se mire en el espejo recuerde a
quién pertenece. Shaina se retuerce sobre la isla de la cocina, sé que quiere correrse, que necesita
correrse, está desesperada por más pero aún no suelta la encimera, y yo estoy deseando que lo
haga para probar mi juguetito con ella.

Abro más sus piernas y dejo caer un hilo de chocolate sobre su ya de por sí dulce coñito,
logrando que ella jadee ante lo que viene después.

—Mmm… mi postre favorito —susurro.

Chupo con gula todo el líquido que ha quedado sobre su clítoris, que ya siento bastante hinchado,
y bajo mi lengua

hasta recoger cualquier rastro dulce cerca de su entrada. El sabor del chocolate mezclado con sus
jugos se acaba de volver mi sabor favorito. La miro directamente a los ojos sin apartar mi boca
de su clítoris a la vez que introduzco de golpe dos dedos dentro de su canal, que chorrea debido a
la excitación.

Siento su orgasmo cerca, sus piernas empiezan a convulsionarse y sus gemidos han pasado a ser
gritos ininteligibles que llenan la habitación, y sonrío triunfante cuando su mano se enreda en mi
pelo para atraerme más cerca de su clítoris. Me detengo de inmediato y me quedo con la mirada
fija entre sus labios, que chorrean una mezcla de saliva y chocolate debido a mis besos.

—¡No, por favor, Keith! —gime mientras siente su orgasmo desaparecer.

—Has desobedecido, preciosa… Ahora tengo que castigarte.

Ella mira la mano que tiene en mi cabeza con los ojos abiertos como platos, probablemente no se
ha dado ni cuenta de lo que ha hecho. La hago bajarse de la barra y la coloco de espaldas,
haciéndola tumbarse sobre el frío mármol. Acaricio sus redondeadas nalgas e introduzco un dedo
dentro de ella, acariciando su punto G lentamente hasta tenerla jadeando.

Tomo el pequeño vibrador de forma ovalada, lo embadurno en lubricante y lo introduzco en


donde hace solo un segundo tenía mi dedo, acariciando el cordón del aparato en el proceso. Me
muerdo el labio ante la erótica vista del juguete perdiéndose entre sus pliegues y me desnudo
lentamente para poder agarrar mi polla con la mano.

Cuando le doy al mando y el vibrador empieza a moverse dentro de ella Shaina se muerde el
labio y tensa la espalda.

—Ay Dios… —gime intentando cerrar las piernas, pero se lo impido.

—Las piernas abiertas, nena…


—No puedo soportarlo…

—Ese es tu castigo.

La observo con placer mientras ella se retuerce y gime ante los suaves estímulos, y presiono de
nuevo el botón para aumentar la potencia de la vibración.

—¡Ay Dios! —gimotea Shaina apretando las manos contra la encimera.

—Soy Keith, cariño… y no sabes lo que estoy disfrutando de verte ahora mismo.

Empiezo a besar su espalda, lamiéndola a lo largo de los omoplatos. Aumento de nuevo el nivel
del juguete y ella gime totalmente perdida en el placer, en la vibración dentro de su cuerpo, en el
rastro de saliva que deja mi boca por su columna vertebral. Juego con el dedo en la entrada
trasera de su cuerpo, acariciándolo en círculos, y continúo mis caricias hasta su vagina, hinchada
por la estimulación del vibrador.

Shaina intenta enterrar la mano entre sus pliegues para darse placer, pero la detengo.

—Por favor, Keith… Por favor…

—No vas a correrte hasta que yo te lo permita.

—No puedo más…

—Claro que puedes…

Aumento nuevamente la intensidad de las vibraciones.

Sé que el placer está siendo demasiado para ella, puedo ver un rastro de saliva escapar de su boca
entreabierta y su mirada hace rato que se ha cristalizado debido a la sobrecarga de placer. Veo
sus muslos contraerse a punto de llegar al orgasmo y apago el vibrador para evitarlo.

—¡Mierda, no! —gimotea ella al notar cómo su orgasmo disminuye.

—Aún no, gatita —informo dándole una palmada en su nalga derecha—. No he acabado contigo.

El gemido de Shaina ante la mezcla de dolor y placer casi me lanza a mí al orgasmo. Aprieto la
base de mi polla y dejo caer mi mano sobre su nalga izquierda.

—¡Joder, sí! —gime ella llorando de placer— ¡Más!

Enciendo de nuevo el vibrador en el nivel más alto.

Ella suelta un gemido ronco y puedo ver cómo lágrimas de placer ruedan por sus mejillas
enrojecidas. Puedo ver cómo sus jugos corren por sus muslos y aprieto los dientes para
controlarme. Aún quiero jugar con ella un poco más. Veo cómo sus piernas se convulsionan con
la nueva llegada del orgasmo. Shaina ruega por su placer, pero vuelvo a detener el juguete
cuando ella se encuentra justo en el borde.
—¡Déjame correrme, Keith! Por favor…

—Esto es un castigo, cariño…

Acaricio mi polla suavemente, siento un cosquilleo subir por mi espalda y quiero enterrarme de
una vez en ella para follármela hasta que grite mi nombre. Saco el aparato de

su coño, pero en vez de hacer lo que deseo embadurno mis dedos de lubricante y empiezo a jugar
con su agujero de atrás.

Introduzco lentamente un dedo y jugueteo en su interior, ella está tan sumamente agotada que no
opone resistencia y me deja meter un segundo dedo. La preparo lo justo y sustituyo mis dedos
por el pequeño juguete previamente lubricado.

Siento cómo se tensa un poco, pero en cuanto mi polla se abre paso en su dulce coñito toda la
incomodidad se borra de su rostro. Enciendo de nuevo el vibrador y comienzo a embestirla con
fuerza. Las vibraciones del aparato reverberan en mi polla, ya de por sí a punto de explotar, y
tengo que apretar los dientes con fuerza para durar lo suficiente como para que Shaina se corra.
Siento sus paredes estrujarme, las vibraciones se hacen insoportables. Shaina arquea la espalda y
grita mi nombre recorrida por un orgasmo que la deja desmadejada sobre la encimera. Continúo
embistiéndola con fuerza, clavando los dedos en su cuerpo hasta que me corro derramando mi
semen dentro de ella.

Apago el aparato y lo retiro de su cuerpo, empapado en sudor, saliva, chocolate y semen. La


levanto entre mis brazos y la llevo al cuarto de baño para sentarla dentro de la bañera, que he
puesto a llenar cuando he ido a por el vibrador. Ella apenas se mueve, y tengo que levantarla para
sentarme detrás de ella y poder encajarla entre mis piernas con la cabeza apoyada en mi pecho.
Permanecemos así el tiempo suficiente para que ambos podamos recuperar el aliento.

—¿Cómo te encuentras? —susurro haciendo círculos sobre su estómago.

—Agotada —reconoce—. Creo que ha sido demasiado placer para mí.

Su confesión dibuja una sonrisa de satisfacción masculina en mis labios.

—Eso es porque es la primera vez que te llevo al límite

—respondo besando su sien—. Gracias por confiar en mí.

—Ha sido increíble. Me encantaría volver a repetirlo alguna vez, aunque no sé si sobreviviré.

—Exagerada —río quedamente—, claro que sobrevivirás. Yo me encargaré de ello.

—Si tú te encargas me quedo más tranquila.

Ahí está de nuevo toda su confianza depositada en mí.

Siento su respiración suavizarse y compruebo satisfecho que se ha quedado dormida.


Permanezco así, abrazado a ella y acariciando suavemente su abdomen hasta que el agua se torna
fría, y la despierto para darnos una ducha y poder irnos a la cama. La enjabono con suavidad,
consciente de que tanto sus nalgas como su sexo deben estar más sensibles de lo normal, y tras
secarnos le pido que se tumbe bocabajo en la cama.

—¿Para qué? —pegunta desconfiada.

—Hazlo, Shaina.

—No tengo fuerzas para otra ronda.

Su comentario me hace reír a carcajadas. La empujo un poco hasta tenerla como necesito y
aplico en sus nalgas un poco de pomada para el dolor. En cuanto la comprensión llega a ella su
rostro se torna rojo y esconde la cabeza entre las sábanas.

—¿Por qué te escondes? —pregunto riendo.

—Yo misma podría haberlo hecho.

—¿Y negarme el placer de hacerlo yo? Ni en sueños.

—He descubierto que tu placer personal es hacerme pasar vergüenza.

—Te equivocas, mi objetivo es que te olvides de esa maldita vergüenza cuando estés conmigo.
Es innecesaria.

Paso uno de los camisones que ha dejado en casa por su cabeza y tras ponerme un bóxer me
acuesto con ella en la cama. En cuanto nos cubro con la sábana Shaina se pega a mi cuerpo y se
duerme con la cabeza apoyada sobre mi brazo y una de sus piernas entre las mías. Acaricio su
rostro con suavidad y no puedo evitar una sonrisa. Definitivamente esta mujer es mi perdición.

Capítulo 21

Después de varios días con exceso de trabajo y sin haber podido pasar tiempo con Shaina decido
que este sábado voy a llevarla a una cita. He reservado una mesa en el restaurante más
prestigioso de la ciudad, por lo que tengo que darle las gracias a Eva con un fin de semana para
ella y su marido en un spa ya que conseguir mesa con tan poca antelación es poco más que
imposible. La verdad es que no sé qué suele hacer una pareja cuando tiene una cita, lo único que
he tenido son parejas sexuales y jamás hemos pasado de un hotel o mi apartamento. Pero con
Shaina me siento diferente.

Con ella no solo se trata de sexo, me gusta pasar tiempo con ella.

Últimamente no solo hemos quedado para el sexo. Sin pretenderlo me he encontrado disfrutando
de ver juntos una película con un tazón enorme de palomitas entre los dos o jugando
videojuegos. Porque mi preciosa novia es adicta a juegos de estrategia. Novia… tal vez es una
palabra demasiado grande, pero cuando mi tío se refirió a ella así en la última barbacoa en
familia sentí que esa era la palabra adecuada para describirla. Porque Shaina no es solo una cara
bonita a la que me follo siempre que quiero, es también alguien que se preocupa por mí y está
dispuesta a escuchar mis problemas.

Al principio apenas me di cuenta de ello, pero con el paso de los meses he notado los pequeños
detalles que muestran esa preocupación por mí, como traerme el almuerzo al despacho cuando
me olvido de la hora, hacer acto de presencia cuando no noto que es la hora de irme a casa o

darme un pequeño masaje en los hombros cuando nota que estoy cansado en exceso. Es la
primera vez que una mujer se preocupa realmente por mí sin esperar nada a cambio, y aunque al
darme cuenta me sentí raro ahora disfruto enormemente de esas pequeñas atenciones. Es por eso
que mañana quiero tener con ella una cita de verdad, con una cena y lo que sea que hacen las
parejas… cosa que tengo que averiguar de alguna manera.

Me acerco al despacho de Nathan y noto con fastidio que su nueva secretaria no está en su mesa.
Sí, nueva, porque a la anterior tuve que echarla después de que empezara a montarle a mi amigo
algunas escenitas delante de todo el mundo por un amor no correspondido… como de costumbre.

Por suerte para él, cuando entro a su despacho su secretaria está sentada al otro lado de la mesa
tomando notas. La mujer me sonríe y se levanta para dejarnos a solas, cosa que agradezco.

—Volveré después, señor Clarkson —dice alejándose.

—Ve haciendo lo que hemos hablado hasta ahora —

responde mi amigo—, es lo que más prisa corre.

—De acuerdo.

Observo a la mujer salir de la oficina y me dejo caer en el sofá con un silbido.

—Tú comportándote con una mujer… —comento—

Eso es nuevo.

—Después de lo que me formó Christina por un simple polvo he decidido que voy a hacerte caso
—reconoce—. No lo he pasado peor en mi vida.

—Sabes que yo no digo las cosas por decir…

—¿Qué puedo hacer por ti, jefe?

—Necesito tu consejo. Quiero llevar a Shaina a una cita, pero no tengo ni idea de lo que hacer.

—Has estado con algunas mujeres antes de ella, ¿qué solías hacer?

—Follar —es mi parca respuesta.

—¿Solo follar? —pregunta mi amigo sorprendido.

—Que normalmente no folle con una mujer al día no significa que lo que yo haya tenido con mis
anteriores parejas haya sido algo más que sexo.

—Así que Shaina es distinta…

—Lo es. Ella no solo es un cuerpo bonito en el que enterrarme cuando se me antoje, con ella
quiero algo más.

—¿Algo más como boda, hijos y un perro en el jardín?

—Algo más como pasar tiempo con ella sin tener que estar en la cama. Para eso aún es
demasiado pronto, pero no estaría nada mal con el tiempo.

—¿Quién eres tú y qué has hecho con mi mejor amigo?

—No seas gilipollas.

—¿Tanto te gusta?

—Más de lo que esperaba. creo que estoy empezando a sentir algo por ella, tío, y aunque ahora
mismo me siento como si me estuviera fallando el paracaídas a mitad de camino hasta el suelo
me gusta la sensación.

—¿Quizás es amor?

—No lo sé, nunca me he enamorado.

—Yo tampoco —reconoce—, pero debe ser bonito tener a alguien con quien querer pasar el
resto de tu vida.

—¿De dónde te ha salido esa vena romántica? —

bromeo.

—Últimamente estoy viendo muchas series ñoñas en Netflix, ya me he tragado todas las de
acción y las de aventuras.

—Como sea… ¿Sabes dónde puedo llevar a Shaina para una cita?

—No soy el más indicado para ayudarte con esto, sabes que yo nunca tengo citas con las mujeres
con las que follo.

—Olvidaba que eres más cabrón que fui yo.

—¿Le has preguntado a Eva?

—Iba a hacerlo, pero hoy Shaina no se despega de ella y no quiero que sospeche, quiero que sea
una sorpresa.

Unos golpes en la puerta nos interrumpen. Mi primo entra en el despacho y sonríe de oreja a
oreja cuando me ve.

Desde que entró a trabajar aquí hemos tenido varias conversaciones mientras tomábamos café y
hemos cenado un par de veces juntos. Poco a poco hemos empezado a ser…

amigos o algo así. No sé cómo definir nuestra relación, la verdad, pero en cualquier caso, Nick es
un buen tipo y me gusta pensar que hay una buena persona en la parte de mi familia que no
soporto.

—No sabía que estarías aquí, primo —dice Nick acercándose a la mesa de mi amigo—. Aquí
tienes los documentos que solicitaste.

Se da la vuelta para marcharse, pero Nathan le detiene.

—Siéntate un momento con nosotros, Nick —dice—, tu primo quiere preguntarte algo.

—¿Quiero hacerlo? —pregunto curioso.

—Tal vez él sepa la respuesta que a nosotros se nos escapa.

—En ese caso quiero preguntarte algo, Nicky.

Casi río ante la cara de felicidad de mi primo al ver que le necesito para algo. Él sabe que Shaina
y yo estamos juntos, nos atrapó un día besándonos en el cuarto de las fotocopias (y a este paso
toda la empresa sabrá que estamos juntos), así que no tengo problema en hablar con él sobre
esto.

—¿En qué puedo serte de ayuda? —pregunta.

—¿Has tenido novio alguna vez?

—Eh… sí, un par de veces. ¿Por qué?

—¿Y qué solías hacer con ellos cuando teníais una cita? —pregunta Nathan.

—Espera… ¿En serio no sabéis lo que se suele hacer en una cita? —pregunta sorprendido—.
¿Cuántos años tenéis?

¿Quince?

—Yo tengo treintaidós y tu primo treinta, capullo —

protesta mi amigo.

—Nunca he salido en serio con nadie, Nick. Esta es la primera vez.

—Pues… Ir al cine, al centro comercial, a veces íbamos a la playa… ¿Vas tener una cita con
Shaina?
—¿Lo sabe? —pregunta mi amigo sorprendido.

—Los atrapé —confiesa mi primo con una sonrisa.

—El que no iba a perder la cabeza en la oficina… —

protesta Nathan.

—Solo fue un beso —respondo—, y sí, quiero llevar a Shaina a una cita, pero no sé dónde
llevarla aparte de a cenar.

—Lleváis saliendo ya un tiempo, ¿y nunca has ido con ella a una cita? —protesta mi primo—
Dejas mucho que desear como novio, la verdad.

—Técnicamente aún no es mi novia… solo somos pareja.

—¿Y acaso no es lo mismo? —ríe Nick.

—Nuestra relación es complicada —respondo.

—Vamos, que hasta ahora erais algo así como follamigos con exclusividad. Tengo veintitrés
años, Keith, pero no soy imbécil.

—Solo has tenido dos novios —dice mi amigo como si con eso lo dijera todo.

—Formales sí. Follamigos… he perdido la cuenta.

Me quedo mirando a ese muchacho con carita de ángel con los ojos como platos, lo que le
arranca una carcajada.

—Soy un hombre y me gusta mucho el sexo —

responde encogiéndose de hombros—. Ya sabes que no soy perfecto.

—No te estoy juzgando —digo rápidamente—, solo me has sorprendido.

Él pone las manos debajo de su cara y dibuja una sonrisa en sus labios.

—Este rostro angelical te ha confundido, ¿verdad? —

bromea.

Le lanzo un cojín entre risas. Cada vez me gusta más tenerlo en mi familia, es un tío divertido y
con mucho sentido del humor.

—Ahora hablando en serio… —continúa Nick— Yo empezaría por algo sencillo. Queda con ella
por la tarde, llévala a comer un helado, al cine y por último a cenar. Esa sería la cita estándar que
siempre sale bien.
—Entiendo.

—Normalmente la primera cita suele terminar sin sexo, pero supongo que eso para vosotros no
vale —continúa riendo.

—Muy gracioso… pero lo cumpliré.

—Lo dudo mucho, primo.

Veo que mi amigo lleva mucho rato callado apuntando algo en una pequeña libreta con las
portadas de cuero.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunto.

—Tomando notas para el día que me lance a tener una relación, tío… No quiero tener que
pedirte consejo después.

—El día que te vea en una relación creo que moriré de un infarto por la impresión —bromeo—.
¿Algún consejo más, Nicky?

—Si vas a recogerla en su casa te aconsejo que le compres unas flores, eso siempre suele gustar
—añade Nick

—, pero si os vais a ver en otro lugar lo mejor es que las olvides. Es un coñazo ir cargando con
ellas a todas partes y al final se terminan marchitando.

—Eres toda una caja de sorpresas, pequeño Nick —

responde mi amigo revolviendo su pelo.

—Qué quieres que te diga… soy un romántico sin remedio.

—¿Esos son los detalles que tú tienes con tus parejas?

—pregunto curioso.

—Yo no soy el de los detalles, primo… soy el que los recibe.

Con esa última declaración se marcha, dejándonos a mi primo y a mí con un palmo de narices.

—¿Qué habrá querido decir con eso? —pregunta Nathan— ¿Que él es el pasivo?

—No pienso preguntarle.

—Es tu primo… ¿No querrás que le pregunte yo?

—¿Por qué? ¿Te interesa si resulta ser el de abajo?

—No te voy a mentir… Tu primo está tremendo y no me importaría llenar ese culito respingón.
Con una carcajada vuelvo a mi despacho y le echo un vistazo a las carteleras del cine.

—¿Qué

estás

mirando?

—pregunta

Shaina,

sobresaltándome porque no la he oído entrar.

—¿Tienes algo que hacer mañana por la tarde?

—Mmm… nada que yo recuerde, ¿por qué?

—Quiero que tengamos una cita.

—De acuerdo. ¿Vienes a recogerme a mis clases o nos vemos en mi casa?

—No, vamos a tener una cita de verdad. Te recogeré en tu casa a las cinco.

—¿Una cita de verdad? ¿Y dónde me vas a llevar?

—Es una sorpresa.

—Me encantan las sorpresas —susurra sentándose sobre mis rodillas para darme un pequeño
beso—. Sobre todo si eres tú quien me las da.

La sujeto de las caderas para hacer el beso mucho más largo, llevo días sin tocarla y el roce de su
muslo sobre mi polla me ha puesto muy duro.

—¿Has cerrado la puerta? —pregunto.

—No.

—Entonces ciérrala y vuelve aquí.

—No voy a tener sexo contigo en la oficina por mucho que Eva lo sepa —protesta—. No estoy
dispuesta a escuchar a tu amigo bromear sobre ello durante semanas.

—Serían meses, tiene muy buena memoria.

—Peor me lo pones.

A pesar de sus palabras enreda sus brazos en mi cuello y deja pequeños besos por todo mi rostro,
logrando que una enorme sonrisa se dibuje en mis labios.
—Confórmate con eso hasta nuestra cita de mañana —

dice.

—No es suficiente… quiero más.

—Eres un codicioso… pero tengo que irme.

Intenta levantarse, pero la detengo apretando mi agarre en sus caderas.

—Soy el jefe, y te ordeno que te quedes donde estás —

bromeo.

—Muy bien, si quieres que tu padre entre y nos vea así…

—¿Mi padre?

—He entrado a decirte que tu padre está esperándote ahí afuera, Eva le está entreteniendo
mientras estamos aquí haciéndonos arrumacos.

—Se podría haber quedado en su casa, no tengo ganas de verle.

—Pero tendrás que hacerlo, no tienes más remedio.

—Ya lo sé —suspiro.

—¿Qué hago con él? ¿Le hago pasar?

—¿Puedes hacerlo desaparecer por arte de magia? —

bromeo.

—Espera, iré a preguntarle a mi amigo Copperfield a ver si está libre para hacerme el favor —
continúa la broma—.

Ay no, que está jubilado.

—En ese caso que espere un poco más… antes de irte dame un beso.

Ella sonríe y une su boca a la mía una vez más.

Joder… jamás me cansaré del dulce sabor de sus labios. En cuanto mi lengua se abre paso hasta
la suya Shaina deja escapar un gemido, y empiezo a subir la mano por su muslo con la intención
de meterla por el elástico de sus bragas.

—Baje esa mano, señor Collins —protesta sin despegar sus labios de los míos—, no empiece
nada que no pueda terminar.
—Pero es que tengo toda la intención de terminarlo, cariño.

—Te he dicho que nada de sexo en la oficina. No vas a romper una norma que tú mismo has
impuesto.

—¿Cómo sabes que la norma es mía y no estaba puesta cuando llegué?

—Tu amigo el bocazas me lo dijo.

La observo levantarse y salir de mi despacho con una sonrisa que no se borra de mis labios. Esta
noche pienso tomarme la revancha, voy a hacerla gritar hasta dejarla ronca mientras me entierro
entre esas preciosas y largas piernas.

Mi padre entra en el despacho y toda la felicidad que me embargaba desaparece como por arte de
magia.

—¿Qué quieres? —pregunto volviendo mi atención al ordenador.

—Solo vengo a ver a mi hijo.

—¡Por favor! Has estado treinta años sin verme, ¿y ahora de repente pretendes que crea que me
has echado de menos?

—¡Está bien, maldita sea! Necesito que me hagas un ingreso a mi cuenta personal.

—¿Cuánto?

—Doscientos mil dólares.

—¿Has perdido la cabeza? ¿Sabes lo que supondría hacer algo como eso?

—Claro que lo sé, pero necesito el dinero.

—¿Y se puede saber para qué necesitas tanto dinero?

—Quiero comprar una casa.

Casi se me desencaja la mandíbula al escucharle.

Alguien necesita dinero cuando tiene que pagar una operación, o un tratamiento de cáncer…
¡Pero él quiere una jodida casa cuando la suya es más grande que toda la urbanización en la que
me crie! Respiro hondo para no terminar gritando, porque no tengo ganas de que mi buen humor
se agrie por una pelea.

—Las personas normales esperan a vender la casa que tienen para comprar una nueva —explico.

—Madelaine quiere mudarse lo antes posible y mi casa es demasiado grande para venderla en
poco tan tiempo.
—Ese es tu problema, no voy a hacer un desfalco para los caprichos de tu esposa.

—Soy el socio mayoritario de la empresa.

—Y todos los meses se te ingresan una muy buena cantidad de dinero por ello.

—Necesito el dinero, Keith.

—Véndeme tus acciones entonces.

—¿Qué? ¡El que se ha vuelto loco eres tú!

—Si quieres dinero tendrás que vender, o la casa o parte de tus acciones, tú eliges.

—Te devolveré el dinero cuando consiga vender la casa —insiste.

—No voy a ir a la cárcel porque a ti te dé la gana de consentirle todos los caprichos a tu mujer.

—Eres un…

—Las acciones serán mías de todas formas tarde o temprano, ¿por qué tanto escándalo? ¿Acaso
temes que tu mujer se enfade?

Su cara de culpabilidad es todo lo que necesito para saber que realmente es eso lo que le pasa. Al
final va a terminar dándome pena, es un pobre diablo dominado por su malévola mujer.

—¿Puedes pagar ese dinero?

—No me ofrecería a hacerlo si no pudiera.

—Entonces te las venderé —suspira al fin.

—No te preocupes… aunque lo hagas seguirás siendo el mayor accionista de la empresa. Le diré
a mi abogado que se ponga en contacto con el tuyo para la transacción.

—Estás disfrutando con todo esto, ¿no es cierto?

—No te equivoques, padre —digo haciendo hincapié en el apelativo—, yo no disfruto


haciéndole daño a los demás, no soy como tu mujer.

En cuanto sale de la oficina me dejo caer en el sofá de cuero con un suspiro. Sonrío cuando
escucho la puerta abrirse, porque sé que mi chica está preocupada por mí. Deja un vaso de agua
fría sobre la mesa de cristal y se sienta a mi lado, e inmediatamente me tumbo apoyando la
cabeza sobre su regazo.

—¿Todo

bien?
—pregunta

mientras

acaricia

distraídamente mi pelo.

—Necesito solo un minuto.

El silencio se instala en la oficina, pero lejos de ser un silencio incómodo me resulta bastante
tranquilizador. No sé si es por las caricias de Shaina en mi cabeza, o por su mano apoyada en mi
pecho y que sujeto con fuerza, pero ahora mismo no me gustaría estar en ningún otro lugar ni
con ninguna otra persona.

—Ha accedido a venderme parte de sus acciones —

reconozco—. Ahora también soy accionista de la empresa.

—Eso es una buena noticia, ¿verdad?

—Me ahorrará bastantes problemas. Ahora no tendré que aguantar que los demás accionistas
amenacen con echarme de aquí.

—¿Tienes el dinero para comprarlas?

—Tengo una buena parte ahorrada, pediré un préstamo para cubrir lo que me falta.

—¿Por qué estás así entonces? Es una buena noticia.

—Lidiar con ese hombre me agota mentalmente más de lo que me gusta admitir —reconozco—.
Tengo treinta años, pero aún me duele el abandono de mi padre como si tuviera diez.

—Aún le guardas rencor. —No es una pregunta.

—Mucho. Aunque ahora veas a mi madre feliz durante mi infancia lo pasó realmente mal.
Estuvo mucho tiempo enamorada de ese idiota y me partía el alma verla llorar cada noche en la
soledad de su cuarto por su culpa. Podría perdonarle lo que me hizo a mí, pero nunca lo que le
hizo a ella.

—Eres un gran hombre, Keith —susurra—. Estoy orgullosa de ti.

Siento sus labios posarse sobre los míos. Es un beso fugaz, apenas un roce de labios, pero ha
logrado calmar mi corazón atormentado por los recuerdos. Me incorporo para atraerla a mi
regazo y darle un beso como Dios manda, hundiendo la lengua en su boca mientras recorro su
espalda con las palmas de mis manos.

—Gracias por estar aquí —susurro.


—No hay de qué.

Capítulo 22

El sábado me desperté con unas ganas tremendas de estar con Shaina. Anoche decidió dormir en
su casa porque tenía que ir a sus clases de Keysi, y aunque me hubiera gustado insistir para
quedarme con ella entiendo que necesite su espacio de vez en cuando. Para no caer en la
tentación de ir a recogerla al trabajo he quedado con Nathan para ir a casa de mi madre a pasar el
rato, y decido llamar también a mi primo Nick.

—Ey, Keith… ¿Sucede algo? —pregunta extrañado, porque nunca le he llamado fuera de horas
de trabajo.

—Te llamo para ver si quieres venir con Nathan y conmigo a pasar el rato. Ya sabes… piscina,
cerveza y barbacoa.

—¿No ibas a una cita con Shaina?

—Sí, pero es por la tarde. ¿Te animas?

—¿En serio me estás invitando para ir con vosotros?

—pregunta haciéndome reír.

—¿Vienes o no?

—Sí… claro que voy. Me encantaría ir.

Me divierte mucho la excitación que escucho en su voz, aunque tenga veintitrés años sigue
siendo un crío. Quedo con él en media hora en la puerta de mi casa, al igual que con Nathan.
Después de pasar por el supermercado pongo rumbo a casa de mi madre.

—No creo que sea buena idea que yo vaya a casa de tu madre, Keith —dice mi primo desde el
asiento de atrás de mi coche.

—¿De qué estás hablando? —protesto.

—Soy el sobrino de la mujer del hombre que la engañó, no creo que le haga mucha gracia verme
aparecer como si nada.

—¿Y eso qué tiene que ver contigo? Quien la engañó fue mi padre, no tú.

—Aun así…

—Oye, no te preocupes por nada, mi madre no juzga a las personas sin conocerlas primero.

Cuando llegamos a la casa Nathan se lanza a los brazos de mi madre, que lo recibe con una
sonrisa.
—¡Mami! —grita mi amigo restregando la cabeza en su cuello.

—¿Cómo ha estado mi pequeño grandullón? —

pregunta ella— ¿Has roto muchos corazones últimamente?

—Me estoy comportando, mami… Si quiero llevarme bien con tu nuera debo ser un buen chico.

—Oh… así que Shaina te ha echado los perros por ser un capullo… —ríe ella.

—Sí… lo ha hecho.

La mirada de mi madre se posa sobre Nick con curiosidad.

—¿Quién es tu nuevo amigo, Keith? —pregunta.

—Mamá, él es mi primo Nick.

—¡Vaya! Eres mucho más guapo de lo que pensaba —

le dice acercándose a nosotros.

—Mucho gusto, señora Collins.

—¡Oh, solo llámame Sarah! —Le sorprende con un cálido abrazo—. Me alegro de conocerte al
fin, Keith me ha hablado mucho de ti.

—Entonces sabrá que soy la otra oveja negra de la familia.

—Ellos se lo pierden… porque a partir de ahora formarás parte de la mía.

Veo cómo los ojos de mi primo se llenan de lágrimas ante el cariño que le demuestra mi madre.
Cuando me contó su historia estuve más de dos horas al teléfono contándole a mi madre todo lo
que él me había contado. Siendo como es ella se indignó por el trato que el muchacho recibe solo
por ser homosexual y sabía que en cuanto le conociera se iba a encargar de brindarle todo el
amor que ella pudiera darle. Mi madre es así de genial, soy un tipo con suerte.

—¿Queda algo de amor para tu propio hijo? —bromeo acercándome también.

—Sabes que tú eres el amor de mi vida.

—Error… Me ha dicho un pajarito que ese puesto ha sido arrebatado por cierto radiólogo macizo
—dice Nathan, haciendo que enrojezca.

—Ese debo ser yo —responde Samuel desde la puerta.

Me acerco a saludarle y presentarle a mi amigo y a mi primo. Nathan y yo nos encargamos de la


barbacoa, Samuel está en la cocina terminando su ensalada especial y mi madre está sentada
junto a mi primo, que creo que explotará en cualquier momento de felicidad.
—¿Por eso le has traído? —pregunta Nathan.

—El muchacho necesita un poco de cariño —respondo

—. Su familia le desprecia por ser gay.

—Vaya mierda de familia paterna tienes, tío. Por suerte no has tenido que lidiar con ella.

—Está buscando un apartamento en el que quedarse para salir de esa podrida familia, pero por
ahora no ha encontrado nada que pueda pagar. Le he ofrecido vivir conmigo, e incluso dejarle
algo de dinero, pero dice que quiere hacer esto por sí mismo.

Noto la mirada de mi madre en mí. Sonrío en su dirección y ella me lanza un beso antes de
seguir hablando con Nick. Veo cómo le acaricia el cabello y lo abraza, seguramente esté llorando
de nuevo.

—Yo tengo una habitación libre —dice Nathan—, puede venir a vivir conmigo.

—Puedes preguntárselo más tarde. —Le paso la espátula—. ¿Puedes encargarte de esto?

—Claro.

Me acerco a donde está Nick y lo cojo en peso para tirarlo a la piscina. Aunque es casi de la
misma estatura que yo es bastante delgado y casi no me cuesta trabajo cargarlo. Le

veo salir del agua escupiendo agua y sacándose el pelo de la cara.

—¿Te crees gracioso? —pregunta mirándome con una sonrisa.

—Pensé que tenías calor —respondo riendo.

Apoya las manos en el borde de la piscina y de un salto le tengo de pie delante de mí.

—Creo que tú también estás algo acalorado, primo —

dice acercándose lentamente—. Estar junto a la barbacoa debe ser abrasador.

Empezamos a correr alrededor de la piscina entre carcajadas. Yo puedo ser más grande, pero él
es mucho más ágil y no puedo evitar terminar en el agua, aunque le arrastro conmigo. Cuando
salgo a la superficie me sorprende lanzando sus brazos a mi cuello con un suspiro y le devuelvo
el abrazo.

—Gracias por prestarme a tu madre, Keith —susurra.

—No hay de qué, campeón.

—No sabes cómo me alegro de haber entrado a trabajar en la empresa.

Me aprieta fuerte contra su pecho y se dirige a la escalera para volver a salir de la piscina.
Después de la comida nos tumbamos en el salón bajo el chorro del aire acondicionado mientras
nos tomamos un café helado.

—¿A qué hora has quedado con Shaina? —pregunta Nick.

—A las cinco. Voy a llevarla a comer un helado, al cine y a cenar, como me dijiste.

—¿Con flores?

—No, eso lo dejaré para otra cita —respondo sacando una caja del bolsillo de mis vaqueros—.
He pensado que esto sería más adecuado.

Nathan abre la caja en cuyo interior hay una fina cadena de oro adornada con dos corazones y un
aro en el centro.

—Es bonito —dice mi amigo entregándosela a mi primo.

—Keith… ¿Tú sabes lo que es esto? —pregunta Nick.

—¿Un collar bonito? Lo vi en la joyería y pensé que se vería bien en ella.

—¿Por qué? —pregunta Nathan— ¿Qué creías que era?

—Bueno… una amiga de mi universidad llevaba uno parecido. Se lo había regalado su pareja…
ella es sumisa. Este es el tipo de collares que los amos suelen regalar.

—Yo no soy amo, Nick —río.

—No pensé que lo fueras, solo me pareció gracioso que eligieras precisamente este.

—Estás muy puesto en sexualidad para tener solo veintitrés años, enano —bromea mi amigo
revolviendo su pelo.

—Como le dije a mi primo soy joven, no idiota.

Internet es una fuente interminable de sabiduría.

—Por cierto… Me ha dicho Keith que estás buscando un apartamento para mudarte —continúa
mi amigo.

—Sí —suspira Nick—, pero nada de lo que encuentro me convence. O los pisos son
extremadamente caros o los que están a mi alcance son verdaderas pocilgas.

—Yo tengo una habitación libre, puedes mudarte conmigo si quieres.

—Sabes que soy gay, ¿no?

—¿Y eso qué coño tiene que ver?


—¿No te incomodará vivir conmigo?

—¿Por qué iba a incomodarme? Tú tienes tu habitación y yo la mía, yo no me meto en lo que


haces detrás de tu puerta y tú no te metes en lo que hago detrás de la mía.

Eso sí, las zonas comunes tendremos que respetarlas, no quiero llegar a casa y encontrarte con la
polla dentro del culo de algún tío.

—A mí tampoco me resultaría agradable encontrarte metiéndola en el coño de una tía, Nat —ríe
mi primo.

—También podrías encontrarme con un tío, soy bisexual.

—¿En serio? Siempre te he visto tontear con tías.

—Porque le gustan más las tías, pero eso no significa que de vez en cuando cambie de bando —
respondo dando un trago a mi café.

—Me vendría bien que compartieras piso conmigo, así me ayudas con los gastos. Además,
tenemos taxista personal

—bromea mi amigo señalándome.

Nick me mira mordiéndose el labio y le hago un gesto de asentimiento con una sonrisa,
animándole a aceptar.

—Muy bien, Nat… si no te importa me mudaré contigo.

—Estupendo —dice levantándose—. Vámonos.

—¿A qué tanta prisa? —pregunto.

—Tú tienes que arreglarte para una cita y nosotros una mudanza que hacer.

—Espera… —dice Nick— ¿Quieres que me mude ya?

—¿Para qué esperar? Quieres salir del nido de víboras,

¿no? Pues hagámoslo lo antes posible.

—¡Está bien, está bien! —grita mi primo siguiéndole

— ¡Keith, date prisa o llegarás tarde

Miro el reloj y me sorprende ver que casi son las cuatro de la tarde. Tengo solo una hora para
llegar a casa, darme una ducha y recoger a Shaina en su casa. En cuanto dejo a mis amigos en
casa de Nathan me apresuro a llegar a la mía y meterme en la ducha. Estoy abrochándome los
pantalones cuando suena mi teléfono. Es Shaina.
—Dime, nena —respondo sujetando el teléfono con el hombro mientras sigo vistiéndome.

—¿Te importa que quedemos media hora más tarde?

He salido a comer con mi hermana y se me ha ido el santo al cielo.

—Sinceramente te lo agradezco, me ha pasado algo parecido.

—En ese caso te veo a las cinco y media.

—Perfecto, te espero en la puerta.

Con un suspiro me siento en la cama bajando mis revoluciones. Tendremos que dejar el helado
para otra ocasión si queremos llegar a ver la película, pero no me importa demasiado. No es
como si no fuera a salir con Shaina otra vez.

En cuanto la veo aparecer saliendo de su portal me quedo sin respiración. Se ha puesto un


vestido vaporoso de color lavanda atado a su cintura con un sencillo cinturón negro. Se ha dejado
el pelo suelto y lleva su distintivo maquillaje sencillo. Está para comérsela. Me incorporo de mi
posición sobre la puerta del copiloto y coloco mis manos a ambos lados de sus caderas para dejar
un suave beso en sus labios.

—Estás preciosa —susurro.

—Tú también estás muy guapo.

Le abro la puerta del vehículo y pongo rumbo al centro comercial. En cuanto aparco extiendo la
mano para que ella la tome y nos dirigimos por las galerías llenas de tiendas hasta la zona de
cines para elegir una película. Para mi desgracia, mi chica se ha decantado por una romántica,
pero accedo a verla porque hoy quiero consentirla lo más que pueda. Como aún queda cerca de
media hora para que empiece nos sentamos en una cafetería cercana para pedirnos un café.

—¿Seguro que no te importa que veamos esa película?

—pregunta por enésima vez.

—Ya he dicho que no —respondo cogiendo su mano sobre la mesa—. Deja de preocuparte.

—Sé que no suelen gustarte este tipo de películas.

Cuando las ponemos en casa siempre te quedas dormido.

No tiene ni idea de lo que me ha hecho sentir cuando ha dicho “en casa”. Sé que es una locura,
que llevamos muy poco tiempo juntos, pero me encantaría que Shaina se mudase pronto
conmigo. Así no tendría que dormir solo algunas noches, y por ende estaría descansado todas las
mañanas.

—Hoy quiero consentirte —respondo—, recuerda que estamos en una cita.


—Mmm… ¿Está siendo romántico, señor Collins?

—¿Lo estoy consiguiendo, señorita Bennett?

—Solo un poco.

—¿Está bien tu hermana? —pregunto al recordar que ha comido con ella.

—Sí, ha ido a recogerme al gimnasio con la esperanza de encontrarse contigo y que la invites a
comer de nuevo —

responde riendo—. Lo siento, pero no tiene vergüenza.

—Dile a mi cuñada que la semana que viene la llevaré a comer.

Veo cómo Shaina enrojece hasta la punta de las orejas, haciéndome sonreír.

—¿A qué viene ese sonrojo? —pregunto divertido.

—Es extraño escucharte llamarla cuñada.

—¿Acaso no lo es? Tú y yo somos pareja.

—Sí, pero la palabra cuñada es muy intensa.

—Quizás es porque lo que siento por ti se está volviendo intenso también.

—¿Y qué te ha pasado a ti? Me has dicho que algo parecido…

—He ido a comer a casa de mi madre con Nathan y mi primo. Nick no lo tiene fácil con su
familia y he pensado que podía prestarle un rato la mía.

—¿Y qué tal?

—Al principio se ha sentido incómodo. Creía que mi madre le iba a mirar mal por ser el sobrino
de Madelaine. Pero en cuanto ella le ha dado un abrazo y le ha dicho que ahora es parte de la
familia se ha puesto a llorar como un bebé.

—Pobre… debe estar pasándolo muy mal en su casa.

—Ahora mismo debe estar con Nathan en casa de su familia empaquetando sus cosas para
mudarse con él. Le dije a mi amigo que estaba buscando un sitio para quedarse y le ha ofrecido
la habitación que tiene libre en su casa.

—¿Con Nathan? —bufa ella—No sé si será una buena influencia para él… Nick es demasiado
inocente y puede corromperle.

—Mi primo es un demonio con cara de ángel, cariño.


Ahí donde lo ves sabe de sexo tanto o más que yo.

Interrumpo la conversación porque tenemos que volver al cine, la película está a punto de
empezar. En cuanto nos sentamos me deshago del posabrazos que hay entre nuestros asientos y
paso el brazo por detrás de su cabeza para que Shaina se apoye sobre mi pecho.

—¿Estás cómoda? —susurro.

—Sí, pero quiero palomitas.

Le acerco el envase de las palomitas con una sonrisa y centro mi atención en la película, aunque
es mucho más divertido ver los cambios de humor repentinos de mi acompañante, que puede
cambiar del llanto a la risa en un único cambio de escena. Tras la película la llevo al restaurante.

Nuestra mesa está en la terraza superior, por lo que cenamos en un ambiente tranquilo desde el
que se pueden ver las estrellas.

—Este sitio es increíble —susurra.

—Me alegro de que te guste.

—Me encanta, pero ¿cómo has logrado reservar?

Tienen lista de espera de meses.

—Tengo mis contactos —respondo con un guiño.

—Es usted toda una caja de sorpresas, señor Collins.

Me levanto y rodeo su silla para colocarme a su espalda. Saco la cadena de la caja y la coloco
alrededor de su cuello, dejando un beso en su nuca cuando termino de abrocharlo.

—Si supieras lo duro que me pone que me llames señor Collins te abstendrías de hacerlo en
público —susurro.

—¿Qué es esto? —pregunta pasando la mano por la joya.

—¿Te gusta? —pregunto enseñándole cómo le queda con el teléfono.

—Es precioso —susurra poniéndose de pie para dejar un suave beso en mi boca a través de la
mesa—. Gracias.

—De nada.

Tras los postres el camarero deja una botella de champán al lado de la mesa y dos copas sobre la
misma.

—¿Y esto? —pregunta de nuevo Shaina.


—Hoy tenemos mucho que celebrar —respondo descorchando la botella—. En primer lugar, en
unos días seré el nuevo accionista de Symon Corp.

Tras verter un poco de champán en ambas copas le tiendo una a ella y la llevo hasta una de las
barandillas de la terraza, desde donde se puede ver toda la ciudad iluminada.

Rodeo su cintura con el brazo y la atraigo hacia mi cuerpo para besarla. El sabor del champán
mezclado con el dulzor de su boca es adictivo.

—Y, en segundo lugar —continúo—, creo que es hora de llevar nuestra relación a otro nivel, ¿no
te parece?

—¿Qué quieres decir?

—Lo nuestro empezó como algo meramente sexual, ambos sentíamos atracción por el otro y
decidimos tener una relación exclusiva. Pero al menos por mi parte están empezando a nacer
nuevos sentimientos y lo que tenemos no es suficiente. ¿Quiere usted salir conmigo, señorita
Bennett?

—Ya estoy saliendo contigo —ríe ella.

—Sabes que no me refiero a eso. Quiero que seas mi novia, no solo la chica con la que me
acuesto.

—La palabra novia es una palabra muy seria.

—Es tan seria como mis intenciones contigo.

—De acuerdo… seré tu novia.

Sonrío mientras la beso con fuerza. Durante todo el camino de regreso a su casa soy incapaz de
dejar de sonreír.

He atrapado su mano con la mía y no la he soltado en todo el viaje. Por suerte mi coche es
automático, que si no… Ya en su calle la acompaño hasta el portal y la beso hundiendo la lengua
entre sus labios. Ella gime y enreda los brazos en mi cuello, pegando la pelvis a mi estómago
(porque está subida a un par de escalones) pero cuando siento que estoy a punto de no dar
marcha atrás me alejo un par de paso de ella.

—¿No vas a subir? —pregunta mirándome con una ceja arqueada.

—Es nuestra primera cita y mi primo me ha dicho que no puede haber sexo —bromeo.

—Tu primo es un aguafiestas —protesta ella lanzándose a mis brazos—. Si sube, señor Collins,
le demostraré cuánto le eché de menos anoche.

—Mmm… Así que tú también me echaste de menos…

—No imaginas cuánto.


Aprieto su cintura entre mis brazos y le devuelvo el beso. Mi polla ya está empezando a reclamar
atenciones, que no se hacen de esperar. Shaina baja la mano y la mete entre nuestros cuerpos
para restregar la palma de su mano por encima de mi pantalón.

—En ese caso no me queda más remedio que subir para que me demuestres cuánto me
extrañas…

—Sabia elección, señor Collins… sabia elección.

La sigo entre risas hasta su apartamento, donde sin lugar a dudas, su demostración me deja
perfectamente claro lo

que me ha echado terriblemente de menos… pero sobre todo a mi polla.

Capítulo 23

Creí que nuestra nueva situación iba a llevar consigo cambios, pero al parecer me equivocaba.
Shaina sigue empecinada en no decirle al resto de la empresa que estamos saliendo, y yo no
puedo sentirme más frustrado. Entiendo que cuando solo éramos una pareja sexual no quisiera
revelar nuestra relación, ¡pero ahora es mi novia, joder! me siento frustrado, agotado
mentalmente y a punto de perder el control.

Nathan entra en mi despacho y se deja caer en el sofá con una sonrisa de compasión.

—Acabo de ver a Shaina salir de aquí echando humo

—dice como si nada—. ¿Problemas en el paraíso?

—Es lo de siempre, yo quiero decirle a todo el mundo que estamos saliendo y ella sigue sin
querer que nadie más lo sepa. Entiendo que lo quisiera cuando empezamos con esta relación,
pero ya hace seis meses que me acuesto con ella.

—Tú lo has dicho, que te acuestas con ella. Solo lleváis siendo novios una semana, déjala
digerirlo un poco.

—¿Crees que estoy exagerando?

—Yo no he dicho eso, sabes que nunca he entendido su decisión. Solo digo que le des un poco
de tiempo para hacerse a la nueva situación antes de pedirle que lo publique en el periódico, eso
es todo.

—No entiendo por qué tiene que importarle tanto lo que digan los demás —protesto.

—¿Por qué no salimos esta noche todos juntos? Tal vez así podáis reconciliaros y dejar los malos
rollos de lado.

—No tengo ganas de salir.

—Ya lo sé, pero aun así lo harás. Ambos necesitamos follar, tú con tu preciosa novia y yo con
alguna desconocida.

—Muy bien, pero díselo tú. Con el cabreo que trae si lo hago yo seguro que se niega a salir.

—Sois tal para cual… tan cabezotas y de mal genio que no dudo que seáis el uno para el otro.

Mi amigo se marcha y dejo caer la cabeza en el respaldo del sillón con un suspiro. Nathan tiene
razón, mi novia y yo necesitamos una tregua, y tengo que ser yo quien saque la bandera blanca.
Le envío un mensaje a Nathan para que no le diga nada y la llamo a mi oficina.

—¿Querías verme? —pregunta con gesto serio.

—Ven aquí, nena… por favor.

Si se sorprende por el ruego no lo demuestra, pero se acerca lentamente hasta quedar apoyada a
mi lado sobre el escritorio. Tiro de su cintura para sentarla sobre mis piernas y la sujeto de la
nuca para darle un pequeño beso y pegar mi frente a la suya.

—Lo siento —susurro con los ojos cerrados—.

¿Podemos firmar una tregua?

—Iba a pedirte lo mismo —reconoce.

—Gracias.

—No me gusta discutir contigo, Keith. No me siento nada bien cuando lo hacemos.

—A mí tampoco me gusta discutir contigo. ¿Qué te parece si esta noche salimos a tomar algo
con Nathan?

Necesitamos distraernos un poco, estos días estamos teniendo demasiado trabajo.

—De acuerdo —suspira pasando al fin sus brazos por mi cuello.

Shaina se recuesta en mi hombro con un suspiro y cierra los ojos.

—Te he echado de menos —reconoce—. Anoche no pude dormir porque no estabas conmigo.

—Yo también te he echado de menos, nena. No imaginas cuánto.

Nos quedamos así unos minutos, en un cómodo silencio roto únicamente por el sonido
acompasado de nuestra respiración. Tener a Shaina de nuevo entre mis brazos me resulta tan
relajante que ni siquiera me doy cuenta de que me he quedado dormido hasta que el sonido del
teléfono me despierta tiempo después. Shaina ha desaparecido, así que supongo que ha vuelto al
trabajo.

—Dime, Eva —respondo al teléfono con un bostezo.


—Tu madre está aquí, ¿la hago pasar?

—¿Mi madre? Claro, dile que pase.

Me extraña muchísimo que esté aquí. Desde que empecé a trabajar en la empresa es la primera
vez que viene porque no quiere correr el riesgo de cruzarse con Madelaine, y en cierta forma la
entiendo. En cuanto cruza la puerta me lanzo a sus brazos y la aprieto con fuerza.

—¿A qué viene esta efusividad? —ríe devolviéndome el abrazo.

—Te echaba mucho de menos.

—Si nos vimos hace dos días, no seas exagerado.

—¿Ocurre algo? Nunca vienes a mi oficina.

Acompaño a mi madre y nos sentamos en el sofá. Ella hace un gesto para que recueste mi cabeza
en su regazo como cuando era niño y obedezco con una sonrisa.

—Solo quería ver a mi hijo —explica—. Cuando hablamos ayer por teléfono no te vi demasiado
contento y me preocupé.

—No tenías por qué venir, mamá… sé que no quieres hacerlo.

—Sentí que me necesitabas y nadie me va a impedir que te vea, ni siquiera esa zorra que tienes
por madrastra.

—Madelaine no suele venir mucho por aquí, por no decir nada.

—Mejor. ¿Y bien? ¿Qué te pasa?

—Es por Shaina, ella quiere que nuestra relación siga en secreto y yo quiero que todo el mundo
sepa que es mía.

—¿Por qué quiere mantenerlo en secreto?

—Tiene la estúpida idea de que la gente pensará que consiguió su puesto por acostarse con el
jefe —bufo—. Pero todo el mundo sabe que de los contratos se encarga recursos humanos, yo no
la conocí hasta su primer día de trabajo.

—¿Te has parado a pensar si le ha pasado eso en algún trabajo anterior?

—Este es su primer trabajo desde que salió de la universidad. En cuanto a sus trabajos de medio
tiempo cuando estudiaba… no, no lo sé.

—Tal vez le pasó a ella o a alguien que conoce.

Deberías respetar su decisión, Keith.


—Lo sé, mamá, pero no lo siento real del todo —

reconozco—. Siento que no será real hasta que todo el mundo lo sepa.

—Así que mi hijo se siente inseguro en su relación —

suspira mi madre.

—Algo así.

—¿Le has explicado a ella cómo te sientes?

—No —reconozco cerrando los ojos—, cada vez que el tema sale a relucir terminamos
gritándonos mutuamente.

—Tal vez si controlaras un poco tu temperamento y se lo explicaras claramente ella accedería a


hacerlo público.

—No creo, ella es tan cabezota o más que yo.

—¿Por qué no me sorprende? —responde riendo—

Sois tal para cual.

—Por cierto, mamá… Dentro de tres semanas habrá una subasta benéfica para recaudar fondos
para ayudar a las familias más desfavorecidas a pagar los estudios de sus hijos.

—No voy a ir, Keith, lo sabes.

—Has venido hasta aquí —protesto.

—No es lo mismo y lo sabes. En esa celebración estará seguro, aquí puede que me la encuentre.

—¿Y crees que yo permitiría que te pusiera en ridículo delante de todos? ¿O Samuel?

—Sé que no, pero no tengo la intención de ponerte entre la espada y la pared.

—Jamás estaría entre la espada y la pared, mamá. Tú para mí eres lo primero.

—No quiero que discutas con tu padre por mi culpa, ya bastantes problemas tienes con él.

—Sé que nunca quieres ir, pero ahora tienes a Samuel y tenía que intentarlo —suspiro.

—Te lo agradezco de veras, Keith, pero prefiero no mezclarme con esa parte de tu familia.

—Con Nick bien que te mezclas… —me quejo— He oído que le has llevado natillas y tarta de
manzana.

—Ese pobre muchacho no ha sabido nunca lo que es tener el amor de una madre, Keith. Tú
debes estar empachado.

—Tienes razón, me alegro de que os llevéis tan bien, en serio. Es un gran chico.

—Debo marcharme, mi turno empieza en una hora.

Respecto a Shaina… ten un poco de paciencia, estoy segura de que pronto accederá a decírselo a
todo el mundo.

—Gracias por escucharme, mamá.

—No hay de qué.

Esa misma noche estoy en el bar de siempre acompañado por Shaina y Nathan. Mi amigo se
acerca a la barra a pedir unas copas mientras Shaina y yo cogemos una mesa apartada de la pista
de baile para poder charlar. Shaina

está preciosa con unos shorts vaqueros de color negro y un top de encaje vino tinto, y aunque me
muero de ganas de echarle un buen polvo voy a tener que esperar a tenerla en casa.

—¿Soléis venir aquí a menudo? —pregunta mi novia.

—Yo he venido un par de veces, Nathan es quien viene a menudo.

—Me gusta el lugar.

—No está mal del todo.

—¿Y Nick? ¿Por qué no ha venido con nosotros?

—Había quedado con unos compañeros del trabajo para ir a ver la última película de Marvel.
Parece que está haciendo amigos de su edad.

Mi amigo llega con nuestras bebidas y se apoya en la mesa para mirar alrededor.

—Hoy está lleno de mujeres guapas —dice con un silbido—, creo que esta noche terminaré
yéndome acompañado a casa.

—Sigues siendo un sinvergüenza —bromea Shaina.

—¡Oye! No todos tenemos a alguien dispuesto a satisfacer nuestras necesidades a cualquier hora
como tú.

—Es cierto —digo abrazando a Shaina con un beso en la mejilla—, soy un tipo con suerte.

—Aunque

debo
reconocer

que

me

tenéis

sorprendido… aún no habéis follado en la oficina.

—Te dije que nada de sexo en horas de trabajo —

protesto—. Si quiero que tú lo cumplas también debo

cumplirlo yo.

—Sigo esperando que no puedas controlarte… —ríe mi amigo— Pero ahora os dejo, voy a ver si
encuentro por ahí alguna presa.

—¿No tienes remordimientos? Ahora vives con Nick

—protesta Shaina.

—¿Por qué todo el mundo piensa que Nicky es un santito? —suspira Nat— Para tu información,
abogadilla de los pobres, el niño apareció hace dos días con un tío que no cabía por la puerta y se
pudieron oír los gemidos hasta en el vestíbulo del edificio.

Río ante la cara de asombro de Shaina. En cuanto nos quedamos solos tiro de ella hacia la pista
de baile… mala idea.

No tenía ni idea de que se movía tan jodidamente bien, y en cuanto empieza a mover sus caderas
mi polla se endurece dentro de mis vaqueros. No me pasan desapercibidas las miradas lascivas
de los hombres que hay a nuestro alrededor, así que la atraigo hacia mi cuerpo y me muevo con
ella sin apartar las manos de sus caderas, marcando territorio. Ella levanta los brazos para
enredarlos en mi cuello mientras restriega su precioso culo contra mi bragueta, haciéndome
jadear.

—¿Te propones matarme? —susurro mordiendo el lóbulo de su oreja.

—Estoy calentando el ambiente para más tarde.

—Créeme… después de verte aparecer con esos shorts y esa camiseta no hace falta que calientes
nada. Llevo más de una hora duro como una piedra.

Ella sonríe y sigue restregándose contra mi polla, moviendo su cuerpo de forma sensual. En
cuanto se da la vuelta entre mis brazos y la tengo cara a cara hundo mi lengua en su boca en un
beso lento, saboreando su lengua, sus dientes, su paladar. Atrapo su precioso culo con mis manos
y la acerco más a mí para que pueda notar mi erección entre sus piernas, arrancándole un
gemido.
—A este juego podemos jugar ambos, nena… —

susurro dejando un reguero de besos por su cuello— Sé que te mueres por sentirme dentro de ti.

—¿Te cuento un secreto? —pregunta acercándose a mi oído— Solo tienes que apartar el
pantalón para hacerlo… no me he puesto bragas.

La miro con los ojos como platos y una sonrisa en los labios. No se habrá atrevido a hacerlo,
¿verdad? Volvemos a la mesa antes de que perdamos la cabeza y termine follándomela en uno de
los cubículos de los cuartos de baño. Después de tres cervezas vemos a Nathan marcharse con
una rubia, lo que hace que mi chica niegue con una sonrisa.

—Gracias a Dios que tú no eres como él —suspira.

—No he sido un santo, nena.

—Lo sé, pero al menos tú no tenías polvos de una noche.

—Lo tuve una vez —reconozco— y fue por tu culpa.

—¿Cómo pudo ser por mi culpa? —protesta.

—Lo fue, estaba tan jodidamente cachondo por tu culpa el día que te conocí que vine a este bar y
me follé a una desconocida para evitar follarte a ti.

—Mira de lo que te sirvió —bromea llevando la mano a mi polla—, ahora la anaconda es toda
mía. Voy al baño, enseguida vuelvo.

—Te acompaño. —Ella me detiene poniendo la mano en mi pecho.

—No hace falta, sabes que sé cuidarme solita.

—Muy bien, pero no tardes.

La observo perderse entre la gente con una sonrisa.

—¿Keith? ¿Keith Collins?

Me vuelvo hacia la voz de mujer que grita mi nombre a través de la música. Me resulta
vagamente familiar, pero no consigo ubicarla.

—No me digas que no te acuerdas de mí —protesta bufando—. ¿Tanto he cambiado?

—Lo siento, pero…

—¡Soy Anna! ¡Anna Richardson!

—¡Coño, Anna!
La abrazo con cariño. Anna y yo éramos compañeros en la universidad, aunque ella estudiaba
una carrera diferente, y teníamos un par de clases en común. Solíamos vernos a la hora de comer
en la cafetería, su entonces novio Daniel y yo nos hicimos grandes amigos gracias a ella, pero
cuando terminamos la carrera perdimos el contacto y no los he vuelto a ver desde entonces.

—Estás increíble —digo dándole una vuelta completa

—. ¿Qué es de tu vida?

—Me casé con Daniel, tuvimos un hijo… y hoy estoy celebrando mi divorcio —explica
enseñándome la banda que le cruza el cuerpo.

—Vaya, lo siento…

—No lo sientas, no hemos terminado mal. El amor se terminó y decidimos dejarlo antes de
perder la amistad que nos ha unido siempre.

—¿Y por eso celebras tu divorcio? —pregunto arqueando una ceja.

—Él lo celebrará mañana —ríe ella—. Hoy se encarga de cuidar a nuestro hijo para que yo salga
a divertirme.

—Me alegra que al menos hayáis terminado en buenos términos.

—Sabes que es un gran hombre. Simplemente empezamos a desear menos tener intimidad el uno
con el otro, nos convertimos en amigos que comparten piso y nos divorciamos porque ninguno
quería ser un obstáculo en la felicidad del otro si encontraba a alguien que lo hiciera feliz.

¿Y tú cómo estás? Te veo más guapo.

—Siempre he sido guapo, cariño —bromeo—. Hace dos años empecé a trabajar en la empresa de
mi padre y ahora soy accionista.

—¡Eso es bueno! Aunque recuerdo que no te llevabas con él.

—Y sigo sin hacerlo, pero a fin de cuentas es mi herencia, así que…

—¿Y alguien te ha echado el lazo o sigues siendo un soltero empedernido?

—He sido cazado —suspiro con dramatismo—, una preciosa mujer me ha echado el guante.

—¿Y qué haces aquí tan solo?

—Ella ha ido al cuarto de baño.

—Oh… así que tu… ¿mujer?

—Novia, yo no he corrido tanto como vosotros.


—Me encantará conocerla.

—Por ahí viene —digo al verla acercarse entre la gente.

—Ya he vuelto —susurra Shaina acercándose a mí.

—Shaina, ella es Anna, una antigua compañera de clase.

—¡Ey! ¡Éramos mucho más que eso! —protesta mi amiga dándome un codazo— Encantada de
conocerte, Keith me estaba hablando de ti.

—Nada malo, espero.

—Todo cosas buenas. Debo marcharme, mis amigas me esperan —se despide con un abrazo—.
Dame tu número, podemos quedar para tomar un café y ponernos al día.

Se lo doy y ella me hace una llamada perdida para que apunte el suyo.

—Ha sido un placer, Shaina —dice Anna retirándose

—. Que os divirtáis, y a la siguiente ronda invito yo.

Sigo sonriendo cuando la veo alejarse entre la gente.

Me alegra mucho haberla encontrado, algún día la llamaré para ver también a Daniel, quiero
ponerme al día también con él. No me pasa desapercibido el cambio de actitud en Shaina.

Desde que Anna se fue está más seria de lo normal y lo único que hace es mirar su cóctel.

—¿Te aburres? —pregunto atrayéndola a mi cuerpo, pero ella se resiste— ¿Qué te pasa?

—¿Quién era esa mujer, Keith?

—Ya te lo he dicho, una compañera de la universidad.

—No es eso lo que ella ha dicho.

Sonrío como un imbécil ante el ataque de celos de Shaina. La atraigo hacia mi cuerpo y la aprieto
con fuerza, aunque ella intenta zafarse.

—¿Estás celosa?

—No digas tonterías —bufa.

—Entonces, ¿a qué viene esa cara tan seria?

—No estoy seria.

—¿Aburrida entonces? Podemos volver a casa y terminar la fiesta como se merece…


—Estoy cansada, solo quiero dormir.

—Hace un momento querías mucho más que eso…

—Sí, pero alguien me ha cortado el rollo.

—Anna ha dicho que éramos más que compañeros de clase porque su exmarido y yo éramos
grandes amigos en la

universidad y solíamos estar los tres siempre juntos —explico dejando un beso en su cuello.

—No me importa, eso era entonces —responde con un suspiro.

—Si no te importara no estarías enfadada.

—Vale, sí… estaba celosa. ¿Contento?

—No tienes por qué estarlo, nunca la he visto como algo más que una amiga. ¿Vamos ahora a
casa?

Ella asiente y coge mi mano para salir del bar. Llamo a un taxi, porque Nathan se ha llevado mi
coche, y en cuanto llegamos al apartamento la abrazo con fuerza por la espalda para guiarla hasta
el dormitorio.

—Quiero ducharme —dice soltándose—, huelo fatal.

—De acuerdo, vamos…

La sigo hasta el cuarto de baño y la observo desnudarse mientras hago lo mismo. En cuanto
entramos dentro de la ducha ella se vuelve hacia mí para besarme. Creo que está tan cachonda
como yo, porque agarra mi polla en cuanto adentro la lengua en su boca, arrancándome un
gemido.

—Si haces eso voy a terminar demasiado pronto —

advierto.

—No puedo esperar, Keith… —gime ella— Te necesito…

La levanto en peso y entierro mi verga poco a poco dentro de ella. Siento los talones de sus pies
clavarse en mi espalda cuando doy la primera estocada. La observo detenidamente, porque desde
hace un rato la noto extraña, pero

ella me entretiene metiendo la lengua en mi boca de manera agresiva, dejándome sin aliento.

—Quiero que me folles justo ahora —susurra en mis labios—. Quiero que me hagas gritar de
placer y que me dejes sin fuerzas para volver a la cama.

Salgo de su cuerpo y le doy la vuelta, pegando su cara y sus tetas a la pared de la ducha.
Utilizando el jabón que aún cubre su cuerpo empiezo a hacer pequeños círculos sobre la entrada
de su sexo, haciendo que suelte un gemido.

—Aún recuerdo la última vez que te follé en la ducha

—susurro en su oído con voz ronca—. Recuerdo cómo gemías y te aferrabas a mí rogando por
más.

Meto un dedo dentro de ella, tocando su punto G, y Shaina se retuerce entre mis brazos.

—¡Joder, Keith!

—Me encanta cómo suena mi nombre en tu boca, cariño… Vamos, gime para mí.

—¡Ahhh, Keith!

Continúo metiendo mi dedo dentro de ella, simulando penetraciones, y el pequeño habitáculo de


la ducha se llena de sus gemidos.

—Quiero follarte —continúo junto a su oído—. Quiero que arañes mi espalda con las uñas cada
vez que me entierre profundo dentro de ti.

—¡Para, por favor…

—Quiero que me ruegues que me detenga, nena.

Quiero que estés tan sobrepasada por el placer que sientas que

vas a perder la razón si no te hago correrte.

—¡Mierda, Keith, cállate ya!

—¿Por qué? ¿Quieres que me detenga?

—¡No! —se apresura a contestar— ¡No pares!

—Buena chica.

Meto otro dedo dentro de ella, haciendo que se pegue más a la pared. Shaina arquea la espalda y
apoya su cabeza en mi hombro mientras mis dedos entran y salen de ella con fuerza. La sujeto
del pelo para darle la vuelta a su cabeza y poder besarla. Mi polla se restriega contra su culo,
dura, necesitada.

—¡Keith, para! ¡Es… es demasiado!

—No pienso parar… te voy a hacer gritar tanto que mañana no podrás hablar.

—¡Te necesito a ti… no a tus dedos!


—Entonces ruégame por lo que quieres… ruégame y te lo daré.

—¡Keith, por favor… fóllame!

Saco los dedos de su coño y los pongo delante de mi cara.

—Mira esto…Estás tan cachonda solo por mis dedos…

Acerco los dedos a mi boca y los chupo uno a uno hasta dejarlos completamente limpios.

—Delicioso.

—Ahhh…

—Voy a meter mi polla aquí y hacer que te humedezcas más, nena. Voy a follarte hasta que estés
temblando de placer.

Shaina mueve el culo para rozar su entrada con mi glande. El simple roce de su piel caliente me
hace jadear, pero me aparto rápidamente. He descubierto que me fascina hacerla arder mientras
le relato todo lo que quiero hacer con su cuerpo.

—Te haré sentir tan bien que no querrás que salga de ti

—continúo—, pero antes de darte fuerte quiero tenerte suplicando y rogando por mi polla.

—¡Joder, métela ya! —gime ella, haciéndome reír.

Enjuago nuestros cuerpos y la llevo a la habitación para ponerla a cuatro patas sobre la cama.
Ella abre bien las piernas, arquea las caderas y me mira por encima del hombro con tanto deseo
que casi me dejo caer de rodillas. Paseo mi mano por sus nalgas lentamente, disfrutando
enormemente de las vistas.

—¿A qué esperas? —protesta moviendo el culo.

—Estoy disfrutando de lo que veo.

—Será mejor lo que sientas si te decides a metérmela de una buena vez…

—Mmm… mi gatita está impaciente… Pero es que me encanta lo que veo… ¿Quieres que te lo
describa?

Me tumbo sobre su espalda para pegar mi boca a su oído.

—Puedo ver tu precioso coño abierto y chorreando para mí, tus piernas completamente abiertas
que tiemblan debido al deseo, tu precioso agujero rosado pidiendo a gritos ser penetrado…
Quiero follarte el culo, nena… y algún día me rogarás que lo haga.

Me inserto en ella de una sola estocada, pegando mis huevos a sus muslos, y vuelvo a tumbarme
sobre su espalda para penetrarla más profundo.
—Voy a hacer hasta lo imposible por complacerte todos los días de mi vida —gimo mientras
muevo mis caderas con fuerza.

—¡Joder, Keith! ¡Es demasiado profundo!

—Te daré lo que yo quiera como yo lo quiera, nena…

quiero escucharte gimiendo y rogando mientras te follo con fuerza.

Meto un dedo entre sus labios para acariciar su clítoris hinchado, logrando que se corra. Sus
convulsiones me hacen apretar los dientes, pero sigo con mis movimientos sin detenerme, aún
falta mucho para que esto termine.

—Quiero escuchar todos los sonidos de tu cuerpo, deliciosos y húmedos sonidos cargados de
placer…

Salgo de ella para darle la vuelta y me meto uno de sus pezones en la boca para atormentar el
otro con mis dedos. El cuerpo de Shaina se retuerce debajo de mí y me sorprende atrapando mi
polla con la mano para insertarla de nuevo en su interior.

—Tan impaciente… —bromeo haciendo lo que desea.

—¡Joder, sí!

—Me enloqueces, nena… nublas mi juicio. Tu cuerpo es tan jodidamente sexy que no puedo
estar dos minutos lejos de ti…

Siento su cuerpo temblar debajo del mío. Su boca hinchada por mis besos está entreabierta y de
ella escapan infinidad de gemidos que me están volviendo loco. Shaina aprieta las sábanas entre
sus manos y arquea las caderas buscando mayor contacto.

—No puedes dejar de temblar, cariño… —susurro—

Tu interior me está apretando tanto que no sé cuánto más seré capaz de aguantar…

Vuelvo a atrapar un pezón entre los dientes para morderlo a la vez que acaricio su clítoris,
hinchado y sensible en exceso después de un primer orgasmo. Shaina se retuerce, y cuando las
contracciones de su vagina a mi alrededor me avisan de su segundo orgasmo me dejo llevar al
fin, corriéndome dentro de ella, como tanto me gusta.

Caigo rendido a su lado en la cama y la atraigo hacia mi cuerpo con fuerza. Dejo un beso en su
frente y sonrío cuando ella apoya la cabeza en mi pecho y pasa una de sus piernas sobre las mías
con un suspiro. Esta es la posición perfecta para poder dormir toda la noche del tirón… y espero
que sin malos rollos por la mañana.

Capítulo 24

Tres semanas. Ese es el tiempo que dura nuestra maldita tregua, pero esta vez no pienso dar mi
brazo a torcer.
El sábado es la subasta benéfica en la que recaudaremos fondos para los estudios de sus niños de
keysi, pero ella no tiene la más mínima intención de ser mi acompañante. Es más, no tiene
ninguna intención de venir a la fiesta.

—¿No crees que estás siendo injusta? —protesto— ¡Tú eres mi novia, joder! ¡Deberías
acompañarme!

—Es tu subasta benéfica, no la mía.

—Esta cena es para tus niños, lo menos que deberías hacer es estar allí.

—Yo jamás te pedí que hicieras esto por ellos.

—¡Lo he hecho porque esos críos me cayeron bien y quiero ayudarles! ¿O es que acaso tú
puedes hacerlo, pero yo no?

—Yo no he dicho eso.

—¿Entonces por qué coño no me quieres acompañar?

—¿Cuántas veces voy a tener que decírtelo?

—¡Muy bien, no me acompañes! ¡Pero ve a la maldita fiesta!

—¿Por qué tengo que aguantar a esos ricos de mierda que se creen superiores a mis niños por
darles una limosna?

—Porque esos ricos de mierda son los que van a pagar sus estudios, por eso.

—No pienso ir y es mi última palabra.

—¿Tanto te asusta que la gente sepa de nosotros?

—No es eso y lo sabes.

—No es eso… —digo riendo sin ganas— ¿En serio me consideras tu novio, Shaina?

—Esa pregunta está de más.

—¿Seguro? Llevamos un mes saliendo, Shaina, un mes saliendo después de seis meses de sexo
exclusivo entre nosotros. ¿Por qué sigues insistiendo en que todo sea secreto?

—¿Cómo tengo que decirte que aún no estoy lista para decirlo?

—¿Por qué demonios no?

—Tengo mis motivos.

—Motivos que por supuesto no quieres compartir conmigo.


Ella se queda callada, lo que me hace soltar una risa amarga.

—Me haces pensar que te avergüenzas de salir conmigo —susurro realmente ofendido.

—¿En serio eso es lo que crees? —pregunta sorprendida.

—Es lo que me haces creer.

—Mira, Keith… no estoy de humor para hablar de esto.

—Nunca estás de humor para hablar de ello de todas formas, así que…

Shaina sale de mi despacho dando un portazo y maldigo por haber manejado tan mal las cosas.
¿Qué cojones le pasa? ¿Realmente se avergüenza de salir conmigo? Si es así no tiene más que
decirlo y no tendré ningún problema en terminarlo… A quién demonios quiero engañar, si esto
terminara sería yo quien quedaría completamente destrozado.

Porque sí, me he dado cuenta de que me he enamorado como un imbécil de ella. Por eso me
duele tanto el secretismo al que quiere someter lo nuestro, por eso necesito que todo el mundo
sepa que nos pertenecemos. Tal vez suene un poco a macho alfa dominante, pero es lo que
siento.

Mi teléfono empieza a sonar y sonrío al ver que es Anna. Desde el día que nos encontramos en la
discoteca, Daniel, ella y yo hablamos bastante a menudo por un grupo de Whatsapp, e incluso
nos hemos visto los tres un par de veces.

—Hola, preciosa —respondo—. ¿Cómo estás?

—No me puedo quejar, ¿Y tú?

—No tan bien como me gustaría.

Debe haber escuchado algo en el tono de mi voz, pues se queda callada unos minutos.

—¿Sigues ahí? —pregunto.

—Sí, sigo aquí. Oye, estoy cerca de tu oficina porque he llevado a Logan a la visita periódica del
pediatra. ¿Quieres que tomemos un café?

—La verdad es que te lo agradezco, necesito salir de aquí y despejarme un poco.

—Nos vemos en diez minutos en la cafetería de la última vez, ¿de acuerdo?

—Gracias, Anna.

—No seas imbécil.

Salgo de la oficina para marcharme y observo con fastidio que Shaina no está en su mesa.
Cuando estoy esperando el ascensor la veo en la máquina de café hablando en susurros con Nick,
quien termina por abrazarla, y mi enfado sube tres grados más. Sé que a mi primo le gustan los
tíos, quedó más que demostrado el día que le metió la lengua a uno hasta la garganta en la puerta
del edificio para después llevárselo a la cama, pero eso no evita que me sienta celoso de su
cercanía. Cuando llego a la cafetería veo a Anna con el pequeño Logan sentado en una sillita,
guarreando de lo lindo una pequeña tarrina de helado.

—Ey… campeón —digo acercándome al pequeño, que en cuanto me ve alarga los brazos para
abrazarme.

—Ni lo sueñes —protesta su madre apartando las manos—, no vas a llenar el traje del tío Keith
de helado.

—Perdón… —susurra el niño algo triste.

—Está bien, Logan —digo despeinándole—. Te dejo que me llenes de helado la cara con un
beso grande.

El pequeño de seis años sonríe y deja un húmedo y pringoso beso en mi mejilla ante el gesto de
disgusto de su madre, que me pasa una toallita húmeda para que limpie el desastre.

—¿Vas a malcriarlo cada vez que lo veas? —protesta Anna.

—Por supuesto, ahora soy su tío favorito.

—Que no te escuche el hermano de Daniel… Seguro que hará de ello todo un drama. Hablando
de dramas…

Anna se acerca y me da una colleja que me hace soltar un quejido. Siempre ha sido una bruta y
por desgracia la maternidad no la ha suavizado ni un poquito.

—¿Qué diablos te pasa, Collins? —protesta— Y lo más importante, ¿por qué no me has dicho
nada si estás mal?

—No estoy mal, Anna.

—No estás mal y un cuerno. Es evidente que algo te pasa, pareces un muerto andante desde hace
unos días y tu voz se escuchaba deprimente cuando hemos hablado hace un momento.

—Tengo problemas con Shaina, es todo.

—¿Tan pronto y ya hay tormentas en el paraíso?

—Se puede decir así.

—Si puedo ayudar…

—Ella no quiere que los trabajadores de la empresa sepan de nuestra relación y hoy hemos
tenido una fuerte discusión por ello —confieso—. Mañana tenemos una cena benéfica y no
quiere venir.
—¿Y por eso habéis discutido? —bufa mi amiga— Yo nunca he ido con Daniel a las fiestas de
su empresa, me aburría.

—Esta cena es para recaudar fondos con los que pagar los estudios de unos niños sin recursos a
los que ella ya ayuda.

—Entiendo…

—Joder, aceptaría si dijera que fuéramos cada uno por nuestro lado, no es lo que quiero pero lo
aceptaría. Pero esto…

me hace sentir que se avergüenza de nuestra relación.

—¿Y qué tiene que ver que no quiera ir a una cena con vuestra relación? ¿No crees que estás
mezclando las cosas?

—Es un conjunto de situaciones, Anna, esta es solo la gota que colma el vaso. Si se avergüenza
de salir conmigo solo tiene que decirlo, pero…

—Claro que sí… —me interrumpe— porque cualquier mujer con dos dedos de frente se
avergonzaría de ser la novia de uno de los ceos más importantes de la ciudad… Sigues siendo
igual de tonto que siempre, Keith. Eres guapo, rico y buena persona. ¿En serio crees que tu novia
se avergonzaría de salir contigo?

—¿Entonces por qué cojones quiere mantenerlo en secreto?

—¡Cuida tu vocabulario, Collins, mi hijo está sentado a tu lado!

—Lo siento, no me acordaba de que el niño estaba aquí

—susurro volviéndome hacia el niño—. Logan, jamás… pero jamás, repitas las malas palabras
del tío Keith. No quiero que tu madre me deje estéril antes de tiempo.

—¿Qué es estéril, tío Keith?

—Significa que no podré tener hijos que jueguen contigo.

—Yo quiero tener primos —protesta el niño.

—Entonces no digas malas palabras, ¿sí?

—Lo prometo.

El niño asiente efusivamente chocando su pequeño puñito con el mío, en una promesa silenciosa,
y mi amiga me mira negando con la cabeza.

—Volviendo a la conversación… quizás ella tenga motivos de peso para pensar así, solo ten
paciencia —me aconseja Anna.
—El problema es que mi paciencia ha llegado a su límite.

—Entonces habla con ella y explícale como te sientes al respecto. Porque conociéndote seguro
que no le has dicho nada.

—Lo he hecho hace un momento y me ha dicho que no está de humor para hablar de eso.

—Porque habrás empezado una discusión en vez de hablarlo tranquilamente. ¿O me equivoco?

—No —suspiro—, no te equivocas.

—Nunca he entendido esa inseguridad que te caracteriza, Keith —dice levantándose—. Cuando
estábamos en la universidad eras igual.

—Ni yo mismo me entiendo a veces —suspiro besándola en la mejilla—. Si no logro


convencerla de que me acompañe, ¿vendrás tú conmigo? No quiero estar solo.

—¿Acaso Nathan no irá?

—Tuvo que viajar el martes por negocios y no sé si logrará volver a tiempo.

—En ese caso iré contigo.

—Gracias, preciosa —respondo abrazándola—. Te diré algo a lo largo de la mañana.

—Iré desempolvando mis vestidos de fiesta por si acaso.

—Si necesitas uno solo tienes que pedirlo, yo me encargo.

—No seas idiota, tengo más de los que puedo llegar a contar.

Mi amiga se marcha y vuelvo a mi oficina. Shaina ni siquiera levanta la cabeza cuando llego, así
que cierro la puerta de un portazo y me centro de nuevo en el trabajo.

—¿Puedo pasar? —pregunta Nick desde la puerta.

—Claro. ¿Qué necesitas?

—Quiero hablar contigo sobre Shaina.

Me tenso en cuanto escucho su nombre, cosa que no pasa desapercibida para mi primo.

—Parece que últimamente os habéis hecho muy amigos —disparo.

—Es una mujer maravillosa, tienes suerte de que sea tu novia.

Miro a mi primo con molestia y vuelvo a centrar mi atención en el ordenador.

—¿Estás celoso? —ríe Nick— ¿En serio?


—No digas tonterías, serías la última persona de la que estaría celoso.

—No puedes engañarme, primo… Lo estás, no hay más que verte.

—¡Sí, estoy celoso! —reconozco— Pero no por lo que crees.

—Keith… ¡Me siguen gustando las pollas! No es como si fueran a dejar de gustarme los tíos
porque mi prima política se acerque a mí.

—Ya sé que no te gusta Shaina, no soy imbécil.

—¿Entonces qué coño te pasa?

—¡Que ella tiene contigo una confianza que conmigo no!

—He sido yo quien ha insistido hasta lograr que me cuente lo que pasa —reconoce—. Ella está
muy mal con todo esto, Keith.

—¿Y crees que yo no? Por culpa de su insistencia en mantener lo nuestro a escondidas no va a
venir a la subasta de mañana, Nick. Quería vestirla como una princesa, bailar con ella y terminar
la noche en la cama, pero ahora voy a tener que ir solo y encima estoy seguro de que no va a
esperarme en mi casa.

—Tiene sus motivos para no hacerlo. Una amiga de la universidad trabajaba media jornada en un
supermercado y se enamoró del encargado, quien insistió hasta la saciedad en que su relación
debía mantenerse en secreto. Ella cometió el error de decírselo a una compañera, quien a su vez
corrió la voz, y todos sus compañeros la trataron de puta por acostarse con el jefe.

—La historia de la chica es una mierda, pero…

—No he acabado. Desde ese momento todos sus compañeros la trataron mal, la ignoraban e
incluso le ponían las cosas difíciles, y tuvo que terminar dejando el empleo.

—Esa es una excusa ridícula —protesta.

—No para ella, no quiere que le ocurra lo mismo porque le gusta mucho su trabajo y no quiere
trabajar con nadie que no seas tú.

—¿Y por qué no me lo ha dicho en vez de darme la callada por respuesta? Te lo cuenta a ti, que
solo la conoces de unas cuantas salidas, pero no a mí, que duermo en la misma cama que ella
casi cada noche.

—Supongo que te lo terminará contando con el tiempo.

Shaina se muere de ganas por acompañarte a la subasta, incluso estaba decidida a ceder si le
hubieras pedido las cosas de buenas, pero le puede el orgullo tanto como a ti.

—Ahora resulta que el culpable de todo esto soy yo…


—Yo no he dicho eso, pero sí es cierto que los dos tenéis muchísimo carácter y en cuanto las
cosas se salen de control tendéis a ser bastante obtusos. Deberías hablar con ella cuando os
marchéis a casa, pero hablar, no discutir. Tal vez así lleguéis a un acuerdo en lo que se refiere a
mañana.

Mi primo se marcha y yo me siento inútil, frustrado, muy cabreado… y dolido. ¿Por qué ha
tenido que contarle cómo se siente a Nick en vez contármelo a mí? ¿Por qué no me ha explicado
sus motivos con calma en vez de discutir como si le fuera la vida en ello? ¿Tan poco confía en
mí?

Descuelgo el teléfono y marco el teléfono de Anna.

—Te recojo el mañana a las ocho —digo antes de colgar.

No creo que sea buena idea hablar ahora con Shaina, no ahora que estoy más enfadado que antes,
porque me conozco y lo único que voy a conseguir es volver a discutir con ella. Es preferible
dejar pasar la dichosa subasta benéfica y arreglar las cosas entre nosotros con calma el domingo,
cuando los ánimos se hayan enfriado. Termino el trabajo y salgo de la oficina dispuesto a irme a
casa, pero veo que Shaina ya se ha marchado. Otra punzada me cruza el pecho al pensar que cada
vez la brecha entre nosotros se hace más grande. Pensaba que por mucho que discutiéramos
seguiríamos durmiendo en la misma cama como hacemos desde hace cosa de dos meses, pero
veo que me he equivocado. Tal vez debería haberla dejado en paz, haber dejado mi polla dentro
de los pantalones y no relacionarme con ella fuera de lo estrictamente profesional, seguro que
ahora no tendríamos tantos problemas. No tengo ni idea de cómo coño arreglar esta mierda.

Se me ha pasado por la cabeza ir a su casa y dormir con ella como si nada hubiera pasado, pero
mi primo tiene razón, soy demasiado orgulloso como para ser el primero en dar su brazo a torcer
en esto. Me voy a casa porque necesito pensar fríamente en todo, necesito un tiempo a solas para
digerir lo que ha pasado y ver cómo solucionar las cosas, porque una simple discusión no va a
ser lo que me separe de ella. Pero por ahora debo concentrarme en la fiesta de mañana.

El sábado es un verdadero caos para mí, tengo que ir por la mañana al hotel donde se celebrará el
evento y supervisar que todo esté en orden, y apenas me queda tiempo

para volver a darme una ducha antes de ir a recoger a Anna.

No he tenido noticias de Shaina en todo el día, debe estar realmente enfadada, así que prefiero
dejarlo estar hasta que pueda ir a verla a su casa mañana. Esta vez voy a mantener la calma, voy
a intentar que me cuente sus motivos para poder ahuyentar esos miedos estúpidos, porque no
puedo delatar a mi primo.

Cuando veo a Anna salir de su casa me quedo con la boca abierta. Lleva un vestido plateado que
se ajusta perfectamente a sus curvas con un escote que casi le llega al ombligo. Está realmente
increíble.

—Cierra la boca, Collins —bromea Daniel desde la puerta con Logan en los brazos—, te pueden
entrar algunas moscas y puedes coger un virus estomacal.
—Ya no estamos casados, Daniel… no debe importarte quién babee por mí —protesta Anna
sonriendo.

—No me importa quién babee por ti, Anna, me importa la salud de mi amigo. Que os divirtáis…
y no me la devuelvas demasiado borracha, no tengo ganas de cargar con ella en ese estado.

—Aún sigo aquí, ¿sabes?

—Por eso lo digo.

La abrazo con cariño cuando llega a mi altura y ella deja un pequeño beso en mi mejilla.

—¿Estoy a la altura del jefe? —pregunta dando una vuelta completa.

—Es el jefe quien no está a tu altura… Estás guapísima, en serio.

—A ver si logro ligarme a algún alto ejecutivo que me convierta en una mantenida —bromea—.
¿Has sabido algo de ella?

—No desde la discusión de ayer en la mañana.

—Dale tiempo para que se calme.

—Mañana iré a hablar con ella de manera tranquila.

Voy a hacerte caso por una vez.

Ella pone su mano sobre mi frente.

—¡Daniel, saca el coche, rápido! —bromea— ¡Tu amigo tiene fiebre! ¡Va a hacerme caso!

—¡Espera, que llamo al ciento doce!

—Qué idiotas sois, de verdad… Vámonos a la fiesta.

Debemos ser los primeros en llegar al hotel, pero descubro con sorpresa que Nathan ya está allí.
Me mira con una ceja arqueada al verme llegar con Anna, cosa que me hace reír.

—Deja de pensar gilipolleces —protesto—. Ella es Anna, una amiga de la universidad con la que
me he reencontrado hace poco.

—Un placer, Anna —dice mi amigo.

—Lo mismo digo.

—¿Dónde está Shaina? —pregunta Nat.

—No va a venir.
—¿Cómo que no va a venir? ¿Por qué demonios no?

—Pregúntaselo a ella cuando la veas el lunes.

—Habéis vuelto a discutir, ¿no?

—Es largo de contar, dejémoslo para luego, tenemos que recibir a los invitados.

Cerca de una hora después todos los posibles donantes han llegado y tomamos asiento para
empezar la cena benéfica.

Me extraña no haber visto aún a Nick, dijo que llegaría para ayudarme con el recibimiento, pero
no ha dado señales de vida. Levanto el teléfono para llamarlo y ver si todo va bien pero mi mano
se congela en el sitio al verlo entrar en el salón… con Shaina. Ella lleva un vestido negro
ajustado con una abertura que le llega casi a la ingle, y mi primer impulso es acercarme a ella y
coser la maldita raja hasta el tobillo.

—¿No decías que no iba a venir? —susurra Nathan.

—Ese es el motivo por el que llevamos peleando toda la semana.

—Tal vez esta es su manera de disculparse contigo por lo de ayer —dice Anna.

—¿Lo crees de verdad?

—Keith —susurra ella sujetando mi brazo con cariño

—, ¿por qué otro motivo iba a estar aquí después de decirte hasta la saciedad que no iba a
hacerlo?

Vuelvo mi mirada hacia Shaina una vez más para descubrir que se ha dado la vuelta y camina a
paso rápido hacia la salida ante mi asombrado primo. Me acerco a él corriendo para saber qué ha
pasado.

—¿Qué le has hecho? —protesto— ¿Por qué se ha ido?

—Dímelo tú, Keith… ¿Quién es ella? —responde Nick señalando a Anna.

—Mi amiga de la universidad, nada más que eso.

—Pues sería mejor que lo aclarases con ella, porque parece que le ha dolido verte con ella.

Salgo a correr por el pasillo hasta alcanzar a Shaina cerca de la salida.

—¡Nena, espera, joder! —exclamo intentando tomar aire.

—¿Para qué? Ya estás perfectamente acompañado.

—¿De qué demonios estás hablando?


—¡De que te ha faltado tiempo para sustituirme con otra mujer!

—¡Esa mujer es mi amiga de la universidad y lo sabes!

—¿Y eso que tiene que ver?

—Fuiste tú quien no quiso acompañarme, Shaina.

Ahora no me vengas con reproches.

—¿Reproches? ¿Empezamos a hablar de reproches?

¡Eres tú quien no para de reprocharme mi decisión de mantener lo nuestro en secreto, para


empezar!

—¿Vamos a volver a lo mismo de siempre?

Ella me mira con una sonrisa triste y veo cómo sus ojos se llenan de lágrimas no derramadas

—Tienes razón, Keith —susurra—, al parecer no hay nada a lo que volver.

Sus palabras me dejan en shock. ¿Intenta decir lo que creo que quiere decir? Nathan se acerca
porque mi discurso debe empezar, pero no puedo dejarla irse así.

—Shaina, no sé lo que tienes en esa cabecita tuya —

digo después de respirar hondo para calmarme—, pero ahora mismo no puedo quedarme a
descubrirlo. Quiero que vuelvas al salón para que hablemos cuando volvamos a casa, pero si no
lo haces igualmente iré a verte cuando termine la celebración para aclarar las cosas.

—No hay nada que aclarar.

—¡Por supuesto que hay cosas que aclarar!

Le hago una señal a mi chófer para que lleve a Shaina a mi apartamento.

—Espérame en casa —ordeno—, intentaré escaparme lo antes posible.

—Voy a irme a mi casa y no quiero escucharte.

—¡Pues lo harás, maldita sea!

—Keith, cálmate… —interrumpe Nathan— Este no es el momento ni el lugar.

Asiento y me dirijo hacia el salón para dar mi discurso, pero escucho las últimas palabras que mi
amigo le dice a Shaina.

—Shaina, esa mujer en serio es solo una buena amiga


—dice mi amigo—. Confía en Keith, él nunca te traicionaría.

Ni siquiera sé cómo soy capaz de dar el discurso y aguantar toda la cena sin salir a correr detrás
de ella. ¿Por qué

todo se tiene que ir a la mierda tan deprisa y por una gilipollez?

Capítulo 25

Los minutos se me hacen eternos durante toda la maldita cena. Debería ser una noche feliz, esos
niños van a conseguir seguir sus estudios gracias a la subasta y yo iba a pasar una velada perfecta
con mis amigos a falta de mi novia, pero ahora la segunda parte se ha ido a la mierda.

—Keith, ¿estás mejor? —pregunta Anna.

—Necesito hablar con ella ya.

—Espera a que empiece la subasta y podrás marcharte

—dice Nathan—, Nick y yo nos haremos cargo de todo.

—¿Yo? —pregunta mi primo atragantándose.

—Eres miembro de la familia, Nick… ¿quién más podría hacerse cargo de esto? —protesta
Nathan.

—¿Quieres que hable en público? ¿Te has vuelto loco?

—Podrás hacerlo —digo—. Confío en ti, Nicky.

—Eso es un golpe bajo, Keith. ¿Por qué no lo hace Nathan? Él…

—Tienes que ser tú, enano —interrumpe mi amigo.

—Nathan y yo estaremos a tu lado en todo momento

—añade Anna tomándole la mano—, todo saldrá bien.

—¿Lo prometes? —pregunta Nick mirándola con ojos de corderito.

—Lo prometo.

En cuanto retiran los postres para dar comienzo a la subasta me alejo por la puerta de atrás para
salir disparado

hacia mi casa. En cuanto me subo a la limusina Michael pone el motor en marcha.

—¿Al final ha ido a mi casa o a la suya? —pregunto, aunque sé la respuesta.


—Me ha dicho que la lleve a la suya, señor Collins.

Está muy afectada, se ha pasado todo el trayecto llorando.

—Lo solucionaré.

En cuanto llego a su piso llamo al interfono, pero no obtengo respuesta. Por suerte uno de sus
vecinos sale del portal en ese momento y aprovecho para colarme hasta la puerta de su casa. Se
me rompe el corazón al escucharla sollozando al otro lado de la madera, pero por más que llamo
no se digna a abrir.

—Shaina, soy yo —susurro al fin—. Cariño, ábreme la puerta.

—Vete, Keith. No tengo nada que hablar contigo.

—¡Por supuesto que tenemos que hablar! ¡Ábreme!

No obtengo ninguna respuesta, pero al menos el llanto parece haber cesado. Eso o se ha ido al
dormitorio para no escucharme más.

—Vamos, nena… arreglemos esto —susurro—, pero no puedo hacerlo a través de la puerta.
Tienes que abrirme.

—Hoy no quiero arreglar nada, Keith. Solo quiero irme a la cama, así que márchate.

—¡Abre la maldita puerta, Shaina! —grito— ¡O la abres o te juro por Dios que voy a echar la
puerta abajo!

Su vecina sale amenazándome con llamar a la policía.

Cojonudo, por si no tuviera bastante con una novia enfadada tengo que lidiar con una vecina
cabrona. Por suerte Shaina abre la puerta, dejándome pasar.

—No tiene que llamar a nadie, señora Shepperd —

susurra—, estaba dormida y no le estaba escuchando.

—Deberías controlar mejor a tu hombre o darle una copia de las llaves, jovencita. Ha despertado
a todo el edificio con sus gritos.

—Lo siento —me disculpo.

Shaina se ha deshecho del vestido de fiesta y se ha puesto un pantalón de deporte y una camiseta
holgada. Su maquillaje ha quedado hecho un desastre por sus lágrimas y tiene la nariz roja e
hinchada. ¡Joder! Me siento culpable, pero si ella se hubiera dignado a contarme las cosas no
habríamos llegado a este extremo. Shaina se sienta en el sofá, toma una taza de manzanilla de la
mesa y da un pequeño sorbo sin mirarme. Me dejo caer a su lado con un suspiro, me quito la
pajarita y la chaqueta y me subo las mangas de la camisa hasta los codos.
—¿Se puede saber por qué has salido huyendo así de la fiesta? —pregunto con voz suave.

—Porque no pintaba nada allí.

—Has dejado a Nick sin acompañante.

—Seguro que disfruta más de la compañía de un hombre que de la mía. Igual que tú, que te ha
faltado tiempo para sustituirme por otra mujer.

—Anna solo es mi amiga —repito por enésima vez—.

Como presidente de la compañía debía ir con acompañante, y como tú no querías venir conmigo
tuve que recurrir a ella.

—¿Sabes? Después de que tu primo hablara conmigo había decidido ir a esa estúpida fiesta a
pesar de que no me apetecía nada hacerlo para estar contigo. Me he recorrido casi todas las
boutiques de la ciudad esta mañana para encontrar un vestido que me quedase perfecto para estar
a la altura, incluso me he puesto unos zapatos con los que apenas puedo dar dos pasos porque
quería estar lo más guapa posible para ti.

—Nena…

—¡Ya sé que Anna es tu amiga, Keith! Pero, ¿sabes cómo me he sentido después de tomarme
todas esas molestias cuando te he visto tan feliz riendo con ella? No parecías echarme mucho de
menos.

—¿Qué no… —Me paso las manos por la cabeza con frustración—. Mírame —ordeno.

Ella obedece y veo cómo la primera lágrima rueda por su mejilla. La atraigo hasta mí y pego mi
boca a la suya con fuerza, y aunque al principio se resiste termina por rendirse a mis besos.

—Óyeme bien, Shaina —susurro—. Que estuviera divirtiéndome en ese momento con mis
amigos no significa que no te extrañara como loco, ¿me oyes? Cuando te he visto entrar en el
salón me he quedado sin aire y creo que nadie en este mundo ha estado más feliz que yo en ese
justo momento.

Acaricio su mejilla con el dorso de la mano para limpiar las lágrimas que ahora corren sin control
por sus

mejillas.

—Te quiero, Shaina. Te quiero como no tienes idea y mantener nuestra relación en secreto me
está matando, pero necesito que me digas los motivos para poder entenderlo.

—Vas a creer que es una tontería.

—Si para ti es importante no lo voy a pensar.

—No quiero que mis compañeros me hagan dejar el trabajo porque no les guste que sea la novia
del jefe —

reconoce al fin.

Su pequeña confesión me hace sentirme gigante, al fin ha confiado lo suficiente en mí como para
hablar de ello.

—Cuando estaba en la universidad mi mejor amiga trabajaba en un supermercado para poder


pagar sus estudios —

continúa—. Se enamoró del encargado y empezaron a salir, pero él quería mantenerlo en secreto
por temor a que a alguno de los dos lo mandaran a trabajar a otra de las tiendas de la franquicia.

Shaina se apoya en mi pecho con un suspiro y me dedico a hacer círculos con la palma de mi
mano sobre su espalda, en silencio.

—Becca cometió el error de contárselo a una de sus compañeras, que en seguida corrió la noticia
por los demás trabajadores. A partir de ese momento las personas que eran amables con ella
empezaron a despreciarla, a insultarla siempre que podían y a denigrarla al punto de hacer que
ella dejara el trabajo.

Se incorpora lo suficiente como para mirarme a los ojos.

—Me gusta mucho mi trabajo, Keith —confiesa—. Me gusta ser tu ayudante, es un trabajo que
me hace sentir bien y tiene el extra de que puedo verte cuando quiera. No quiero que me pase lo
mismo que a Becca.

—Entiendo eso, pero ¿te has parado a pensar que todas las personas con las que trabajamos ya
saben de nuestra relación? Eva, Nathan e incluso Nick lo saben. Esas son las personas con las
que más cercanía tienes en el trabajo y ninguna de ellas te juzga por nuestra relación.

—Tienes razón —susurra ella.

—En cuanto al resto… ¿Qué más da lo que piensen si no vas a relacionarte con ellos? Aunque
estoy seguro de que nadie se atreverá a decir nada al respecto, porque te juro que lo despediré en
menos que canta un gallo.

—Lo sé, pero…

—Shaina… deberías haber hablado conmigo de esto desde el primer momento, así nos
habríamos ahorrado muchos quebraderos de cabeza. ¿Sabes que me has hecho sentir verdadero
terror a perderte? —Ella me mira como si me hubieran salido tres cabezas—. No me mires así,
cuando me has dicho en la fiesta que no hay nada a lo que volver me he cagado de miedo.

—No me refería a romper —protesta ella—. Deberías saber que estoy enamorada de ti y que no
tengo intención de dejarte a no ser que no me quieras a tu lado.

—Así que me amas… —digo atrapándola en un abrazo con una sonrisa.


—¿Por qué si no iba a salir contigo, Keith?

—¿Y por qué nunca me lo has dicho?

—No pensaba decírtelo hasta averiguar lo que tú sientes por mí.

—¿Y ahora lo sabes?

—Me quieres, es un buen comienzo.

Me la cargo al hombro y la llevo hasta su dormitorio entre risas. En cuanto la dejo caer en la
cama tumbo mi cuerpo sobre el suyo y atrapo sus manos para impedirle moverse.

—¡Keith, suéltame! —grita riendo.

—Shh… —la silencio— ¿Quieres que la señora Shepperd llame de verdad a la policía?

—No lo hará… es un poco gruñona, pero buena gente.

—Aun así, no quiero comprobar si lo hace o no.

—Entonces suéltame, quiero tocarte.

—No te lo mereces… me has dado un susto de muerte al marcharte de la fiesta.

—¡Keith, deja de…

—Te amo —la interrumpo.

Ella sonríe y me susurra un “yo también te amo” algo tímido que dibuja una sonrisa enorme en
mi cara. Bajo mi cabeza hasta atrapar sus labios entre los míos en un beso. Ella los abre un poco
para tomar aire e introduzco la lengua en su boca para lamer su cálida y sedosa lengua. Después
de una semana de muchas peleas y poco sexo mi cuerpo toma el control de la situación y mis
manos abandonan sus brazos

atrapados para acariciar sus costados, subiendo en el movimiento su camiseta hasta sacársela por
la cabeza.

—Te deseo tanto, nena… —susurro— Esta semana sin probarte ha sido una auténtica tortura
para mí.

—No has sido el único torturado.

Sus manos desabrochan los botones de mi camisa y en cuanto la dejo caer en el suelo las palmas
de sus manos recorren la piel de mi estómago, haciéndome jadear. Estoy a mil, necesito
enterrarme en ella y ni Dios que se ponga por delante lo va a evitar. De un tirón me deshago de
sus pantalones y sus bragas, dejándola totalmente desnuda delante de mí. Recorro mi labio
inferior con la punta de la lengua anticipando el festín que voy a darme con su cuerpo. Me
deshago del resto de mi ropa y observo con satisfacción que Shaina recorre todo mi cuerpo
desnudo con la mirada, deteniéndose en la erección que tengo entre las piernas.

—Te dolerá la mandíbula si no cierras la boca, cariño

—río tumbándome sobre su cuerpo.

—No me molestaría que me doliera… por otras cosas

—responde ella con voz ronca.

—No va a ser la mandíbula lo que te duela hoy, nena…

sino otras partes de tu cuerpo.

Acaricio intencionadamente el agujero fruncido de su culo con la punta de mi polla, y ella se


tensa entre mis brazos.

—Lo quiero todo de ti, Shaina —susurro—. Lo quiero todo y lo quiero ahora.

—De acuerdo —susurra.

Cuando la veo asentir levemente con la cabeza una descarga eléctrica recorre todo mi cuerpo.
Después de tanto tiempo deseando follarme su precioso culo al fin voy a poder hacerlo, pero
tengo que ser suave si quiero que se repita muchas veces más. Me abalanzo sobre ella
devorándola, acariciándola por todas partes, haciéndola gemir. Acaricio suavemente su sexo,
comprobando que ya está mojado y listo para mí.

—Mmm… ya estás mojada, nena… —ronroneo—

¿Tanto me deseas?

—Por favor, Keith…

—¿Qué es lo que quieres, gatita? Pídemelo.

—Fóllame…

La cruda palabra es apenas un gemido, pero me calienta lo suficiente como para meter mi polla
dentro de ella, solo la punta, lo suficiente para que ella arquee la espalda en busca de más. Con
una sonrisa meto y saco mi glande de su precioso coñito, frustrándola, dejándola tan necesitada
que siento que en cualquier momento va a ser ella la que me tumbe de espaldas para follarme.

—¡Mierda, Keith! ¡Quiero más!

—Eres una gatita muy impaciente… —digo clavándome en ella hasta el fondo— ¿Es esto lo que
quieres?

—¡Joder, sí!
Sonrío con satisfacción y empiezo a moverme dentro de ella. Mis estocadas son certeras,
haciéndola jadear entre palabras ininteligibles mientras sus manos agarran con fuerza mis
antebrazos. Shaina está tan apretada que tengo que

morderme el labio para no terminar corriéndome antes de tiempo, así que me salgo de ella y
vuelvo a la posición inicial sobre su cuerpo.

—Aún no, cariño… —susurro besándola— No vamos a perdernos lo bueno.

Presiono mi polla dura contra su abdomen, haciéndola jadear. Shaina se muerde el labio inferior,
hinchado por mis besos, y yo me dedico a dejar un reguero de besos por su cuello, llegando hasta
su pezón, que ya está duro y deseoso de caricias. Mi lengua roza la pequeña protuberancia y un
gritito escapa de su boca. Me agarra con fuerza del pelo para impedir que me aparte de su teta y
paso a mordisquear y chupar su pezón como si fuera una deliciosa fruta madura que me muero
por probar. Siento sus caderas retorcerse debajo de mí, el roce en mi verga está haciéndose
insoportable. Tras dedicarle el mismo mimo a su otro pezón bajo por su estómago hasta hundir la
lengua entre sus pliegues calientes e hinchados.

Su clítoris recibe mis dientes, su cuerpo se retuerce y siento sus piernas rodear mi espalda entre
convulsiones.

Shaina está a punto de llegar al orgasmo, así que introduzco un dedo en su canal para acariciar su
punto G y hacerla correrse, quedando laxa sobre el colchón. Sigo bajando mi lengua hasta el
pequeño fruncido rosado que me dedico a lubricar haciendo círculos, introduciendo la punta en
el pequeño agujero. Al principio Shaina se tensa ante la invasión, pero acaricio con la yema de
mi dedo su clítoris haciéndola relajarse de nuevo.

—Deliciosa —susurro subiendo para besarla de nuevo.

Poco a poco introduzco un dedo embadurnado en sus jugos en su entrada trasera, que se resiste al
principio. Calmo a

mi chica con besos lánguidos que la hacen jadear, y cuando por fin he logrado meter el dedo por
completo me quedo quieto esperando a que se acostumbre a la invasión. Cuando empiezo a
moverlo Shaina muestra una mueca en su preciosa cara, pero es más de incomodidad que de
dolor.

—¿Todo bien? —susurro.

—Es… raro, pero me gusta.

—Y más que te va a gustar…

Cuando siento que mi dedo entra y sale con facilidad añado un segundo dedo, abriéndolos y
cerrándolos con suavidad para estirar su entrada lo suficiente como para permitirme entrar. Los
suspiros de Shaina me dicen que está disfrutándolo, lo que me hace envalentonarme un poco más
y añadir otro dedo, logrando abrir su precioso culo lo suficiente para mi polla, que duele de las
ganas que tiene de intercambiar lugares con ellos. Alargo la mano hacia la mesita de noche,
donde guardamos el lubricante y los juguetes sexuales, y embadurno bien su agujero y mi polla
para lograr hacerle el menor daño posible.

—¿Estás segura, Shaina? —pregunto con mi glande apoyado en su culo— Si no lo estás me


detendré.

—Hazlo, Keith… quiero hacerlo todo contigo.

—Relájate, cariño…

Empiezo a presionar mi polla lentamente contra su entrada trasera y un gesto de dolor cruza el
rostro de Shaina.

Introduzco un dedo en su canal y lo muevo para acariciar su punto dulce, esperando que se relaje
lo suficiente para seguir entrando en su culo. El sudor corre por mi espalda debido al

enorme autocontrol que debo mantener en este momento, y cuando siento sus paredes ceder sigo
empujando lentamente hasta que su precioso culo ha absorbido toda mi verga.

—¿Estás bien? —susurro con los dientes apretados.

—Duele… duele un poco.

—Intenta relajarte, nena… estás demasiado tensa.

—Me siento rara…

—En cuanto empiece a moverme te gustará, ya verás.

Me retiro levemente de ella hasta dejar solo la punta en su interior y vuelvo a embestirla hasta el
fondo, aunque de manera suave. Es su primera vez practicando sexo anal y no quiero que
mañana no pueda andar por mi culpa. En cuanto un gemido escapa de sus labios me siento como
si hubiera conquistado el Everest. He desvirgado a Shaina de todas las maneras posibles y no
puedo evitar sentirme jodidamente satisfecho. Mi chica se retuerce debajo de mi cuerpo, señal de
que quiere más. Salgo de ella por completo para colocarla a cuatro patas sobre la cama.

—Así te gustará más —susurro volviendo a entrar en su culo.

Empiezo a moverme con suavidad, embestidas lentas que consiguen robar pequeños suspiros de
sus labios. Veo cómo atrapa las sábanas entre los dedos y aprieto mi agarre en su cadera para
aumentar mis movimientos.

—¡Mierda, Keith! ¡Más fuerte! ¡Más fuerte!

Sus deseos son órdenes para mí, unas órdenes jodidamente satisfactorias. Su culo me ordeña de
manera

sublime, me tumbo sobre su espalda para mordisquear su nuca mientras entro y salgo de ella. El
placer se eleva a la máxima potencia cuando sus paredes me aprietan, siento su culo cerrarse a mi
alrededor en busca de acercarse al orgasmo. Esto es tan delicioso que no voy a aguantar
demasiado, así que entierro un dedo entre sus labios para acariciar su clítoris hinchado y lanzarla
de cabeza al orgasmo, arrastrándome a mí con ella. Sonrío satisfecho cuando veo correr mi
semen por sus muslos, pero la cojo en brazos para llevarla a la ducha y deshacerme de la mezcla
de sudor, lubricante y semen del cuerpo de Shaina. Ella está tan sumamente cansada que es
incapaz de mantenerse de pie dentro de la ducha y termino apoyándola en la pared para poder
lavarla bien. La seco con cuidado y tras untar un poco de crema anestésica en su trasero la meto
entre las sábanas, acostándome a su lado para atraerla a mi cuerpo.

—Te amo Keith —susurra entre sueños.

—Yo también te amo, Shaina.

Sé que las cosas no van a ser un camino de rosas entre nosotros, aún tenemos pendientes muchas
cosas y hay muchas otras que arreglar, pero si hay algo de lo que estoy seguro es de que no
quiero pasar ni un solo segundo sin ella. Mi preciosa ayudante personal se ha convertido en mi
ancla, en lo único que necesito para ser feliz. ¿Qué importa mantener en secreto nuestra relación
un poco más si a última hora del día la sigo teniendo en mi cama?

Epílogo

Hoy hace año y medio que Shaina y yo estamos juntos.

Bueno, en realidad solo llevamos ocho meses saliendo, pero hace año y medio que le hice el
amor y me quedé con su virginidad. Durante este tiempo nuestra vida en común ha sido una
montaña rusa que da vértigo debido a nuestros temperamentos similares, pero no la cambiaría
por nada del mundo.

Después de nuestra reconciliación no pasó ni un mes antes de que Shaina me sorprendiera


besándome delante de gran parte del personal de la empresa. Todo se debió a que una de las
nuevas becarias fijó su atención en mí y no hubo nada que yo pudiera hacer para hacerla cambiar
de parecer. Le dije que tenía novia, que no estaba interesado, pero aun así ella me acechaba en el
ascensor, donde desabrochaba su camisa de manera indecente con la intención de que yo
perdiera la cabeza y me la follara como en su tonta fantasía infantil. Si se hubiera topado con el
Keith de antes tal vez no habría evitado caer en la tentación, era la cuarta o la quinta vez que me
dejaba ver sus tetas, pero como hombre perdidamente enamorado de su mujer ni siquiera me paré
a echarle una mirada rápida a su mercancía.

En vistas de que no podía deshacerme de ella por las buenas, lo intenté hacer por las malas. La
amenacé con despedirla, con denunciarla por acoso e incluso con hacerla arrepentirse, pero ella
solo ponía una sonrisa en sus labios y lo intentaba otra vez. En ningún momento le oculté a
Shaina lo que ocurría, desde la primera vez que la niña intentó algo

conmigo le conté a mi novia lo que pasaba, y aunque al principio aguantó el tipo porque (gracias
a Dios) confía plenamente en mí, llegó un punto en el que su paciencia se fue por el desagüe.

Esa misma mañana habíamos tenido una sesión de sexo alucinante. Mi pequeña gatita se había
despertado excitada y me puso a mil por hora, así que terminé empotrándola con fuerza contra
las lozas de la ducha.

Veníamos riendo porque yo podía notar perfectamente los temblores de sus piernas al caminar,
pero cuando íbamos a entrar en el ascensor la becaria le dio un empujón para dejarla fuera del
habitáculo.

—¡Hasta aquí hemos llegado! —gritó Shaina entrando en el ascensor y sacándonos a ambos de
él.

Temí por mi vida por primera vez desde que la conozco, en serio. Era tal el ataque de furia de
Shaina que creí que su ira iba a terminar dirigiéndose a mí. Y lo hizo, pero no de la forma que
imaginé. Mi gatita se pegó a mi cuerpo y tiró de mi cuello para pegar mi boca a la suya en un
beso tan hambriento que fue a mí a quien le temblaron las piernas después. Sin pensar en dónde
coño estábamos la pegué a una columna entre los vítores de mis empleados, que observaban la
escena con fascinación.

—¡Parejita, id a un hotel! —gritó Nathan, sacándonos de la nube de lujuria en la que mi celosa


particular nos había encerrado.

Shaina se apartó de mí y se acercó a la becaria hundiendo un dedo en su hombro.

—Escúchame bien, niña —dijo—. Ese hombre es mío, así que más te vale alejarte de él si no
quieres que pierda los modales y me olvide de que eres solo una cría llena de hormonas.

—Voy a quitártelo —amenazó la cría, haciéndome reír.

Shaina se volvió hacia ella con una sonrisa ladina y una ceja arqueada.

—Inténtalo —respondió Shaina—, pero cuando termines llorando porque él te rechaza no digas
que no te lo advertí.

Enredé mi brazo en su cintura y ella se puso de puntillas para dejar un piquito en mi boca.

—Sabes que toda la empresa acaba de enterarse de cuál es nuestra relación, ¿verdad? —susurré.

—Me da igual, no soportaba sus intentos de seducirte ni un segundo más.

—También sabes que sus intentos de seducción no tenían ningún efecto en mí…

—Por supuesto que lo sé, te dejo tan satisfecho que no tienes necesidad de buscar placer lejos de
mí.

La carcajada de Nathan resonó por todo el edificio. Se acercó a nosotros y echó un brazo por los
hombros de ambos, quedando él en medio.

—Ya era hora, parejita —dijo—. Eso ha sido un anuncio épico, debo añadir.

—Cállate —respondió Shaina—, ahora me muero de vergüenza.


Ese día, cuando llegué a mi despacho, rompí la norma sagrada de la empresa: nada de sexo en la
oficina. Me follé a Shaina sobre el escritorio, en el sofá y contra la enorme ventana de cristales
polarizados que daba a la avenida, y estoy seguro de que sus gritos lograron alejar a Eva de su
mesa, porque ese día no volvimos a verla.

Hoy es el cumpleaños de Shaina, y he decidido dar hoy el gran salto. Sí, le voy a pedir que se
case conmigo delante de toda nuestra familia. Llevamos semanas buscando un lugar donde
mudarnos juntos, y hubo una casa en particular que a ella le encantó, pero no pudimos quedarnos
con ella porque la pareja que la vio antes que nosotros se había decidido a comprarla. Después de
muchas reuniones y de llegar un acuerdo con ellos he logrado conseguirla, y voy a aprovechar
ese momento para darle la sorpresa y hacerle mi propuesta, todo a la vez.

En cuanto sale de nuestro apartamento le paso una venda por los ojos y la ayudo a sentarse en el
coche. Ella solo sonríe, está acostumbrada a mis juegos y no pone ninguna objeción a ello.

—¿A dónde vamos? —pregunta.

—Es una sorpresa.

—Siempre lo es… ¿No me vas a dar una pista, amor?

Aún no me acostumbro a ese apelativo cariñoso. Me gusta que me llame así, pero no puedo
evitar sentir un escalofrío de placer cuando lo utiliza.

—No vas a ablandarme con palabras dulces, gatita —

respondo.

—Tenía que intentarlo.

Cuando aparco frente a la gran casa de dos plantas con piscina y jardín ayudo a mi novia a ir
hasta la puerta y me deshago de la venda, dejándola de frente a la casa.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunta mirándome sin entender nada.

En vez de responder le paso una pequeña caja de regalo en la que ella encuentra las llaves de la
casa.

—¡No! —exclama— ¿Es en serio, Keith?

—Feliz cumpleaños, cariño —susurro atrayéndola a mis brazos.

—¿Cómo lo has conseguido? El vendedor dijo…

—Solo tuve que sobornar un poco a los otros compradores… No fue sencillo, pero mereció la
pena.

—¡Dios, gracias, Keith! Sabes lo mucho que me gusta esta casa.


—Vamos, abre la puerta… aún te queda otra parte de tu regalo.

—¿Aún hay más?

—Por supuesto que hay más.

Shaina ríe encantada cuando ve a mi madre con Samuel, nuestros amigos y su hermana en el
jardín preparando una rica barbacoa. No he podido conseguir que sus padres vinieran, su relación
no es nada buena ahora que Shaina apoya a su hermana en su sueño de ser actriz y no ha habido
nada que yo haya podido hacer para arreglar las cosas.

Comemos entre risas, chapuzones y diversión. Cuando su hermana trae la tarta y nuestros amigos
cantan el cumpleaños feliz la beso con el corazón latiéndome a mil por hora. Es ahora o nunca,
campeón. Saco la caja de terciopelo rojo que hace rato tengo guardada bajo el cojín de una de las
tumbonas del jardín y me acerco a ella, que me mira con los ojos anegados en lágrimas.

—Sé que llevamos muy poco tiempo juntos —empiezo a decir—, pero durante todo este tiempo
me he dado cuenta de que quiero pasar todo mi tiempo contigo. Quiero estar siempre a tu lado…
cuando ríes, cuando lloras, e incluso cuando te enfadas. Quiero cuidar de ti… y también quiero
que tú cuides de mí. Quiero que seas lo último que vea al acostarme y lo primero que vea al
despertar… lo quiero todo contigo.

Abro la caja con manos temblorosas. Llevo preparándome el discurso semanas y a la hora de la
verdad no he dicho ni la cuarta parte de lo que quería decir, pero la risa llorosa de Shaina me da
esperanzas.

—¿Quieres casarte conmigo?

Ella asiente entre lágrimas y se lanza a mis brazos en cuanto pongo el anillo en su dedo. Nos
besamos entre los vítores de nuestra familia, pero ahora mismo solo tengo una cosa en mente…
hacerle el amor a mi futura esposa. Ahora que Shaina va a convertirme en un hombre honrado no
hay nada que pueda hacerme más feliz. O tal vez sí… quizás un hijo o dos, pero para eso habrá
que esperar un tiempo, ahora la quiero toda para mí.

Fin

Otros libros

del autor
Mi nombre es Chase Riggs y soy el dueño de The Fénix, el casino más prestigioso de Manhattan.
Puedo tener a la mujer que quiera cuando me dé la gana con solo una sonrisa, pero hoy he
conocido a la horma de mi zapato. Ni siquiera sé su nombre, solo sé que trabaja en urgencias y
que está buenísima con el puñetero pijama de hospital, pero me odia a muerte y no quiere verme
ni en pintura. Mi único objetivo ahora mismo es hacerla cambiar de opinión… porque me he
propuesto tenerla en mi cama.

Link universal: mybook.to/VNGZ


Mi nombre es Daniel Goldman y soy el presidente de CRC International. Mi vida estaba
perfectamente planificada a pesar de los intentos de mi madre de manipularme… pero entonces
la conocí a ella. Ni siquiera sé su nombre, lo único que puedo recordar es el sonido de la cadena
de su bicicleta a través de la lluvia y su cara de preocupación cuando me vio tirado en mitad de la
calle con una herida en el abdomen.

Ahora que la he encontrado no pararé hasta volver a verla…

Link universal: mybook.to/Ambicion


Black Butterfly… un local donde todo el mundo puede hacer sus fantasías realidad. El mejor
local de sexo de la ciudad, el Edén en la Tierra. El lugar donde sus cuatro protagonistas
descubrirán que la vida puede complicarse cuando menos te lo esperas, que el amor puede
aparecer a la vuelta de la esquina y que hay que trabajar duro si se quiere tener a la persona que
uno quiere.

Mis chicos os esperan para contaros sus historias, incluido Ken, que intenta engañarse a sí
mismo creyendo que puede mantener las distancias con la mujer a la que ama.

¿Estáis preparadas para conocer su historia?

Link universal: mybook.to/BButterfly


Document Outline
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Epílogo

También podría gustarte