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Europa
Entre las causas que contribuyeron a este tardío desarrollo industrial hay que
destacar la inestabilidad política que vivió España durante el siglo XIX. La Guerra de la
Independencia contra los franceses, la pérdida de la mayor parte del mercado colonial
en América, las guerras carlistas, los convulsos reinados de Fernando VII e Isabel II, así
como el fracaso de Amadeo I y de la I República, no generaron las condiciones idóneas
para el desarrollo industrial. Esta inestabilidad no propiciaba un clima adecuado para
atraer inversiones y dificultaba el establecimiento de una política industrial que
propulsase la modernización económica española.
También hay que destacar la mala situación financiera del Estado durante este
periodo, con una elevada deuda pública. Esta necesidad financiera estatal derivada del
déficit presupuestario crónico hizo que la inversión privada se dirigiese más a comprar
títulos de deuda pública que a inversiones industriales o agrarias. Además, las medidas
proteccionistas impulsadas a lo largo del siglo XIX y del conjunto de la Restauración
que se adoptaron en España tampoco contribuyeron al desarrollo industrial puesto que
no propiciaban la innovación y la modernización productiva al estar libre de la
competencia exterior.
Otro factor destacable fue la ausencia de una burguesía con espíritu inversionista
más allá de zonas concretas del país. Esto hará que los capitales nacionales se deriven a
la deuda y la compra de tierras, en lugar de al sector industrial y minero, haciendo que
el desarrollo del sector secundario dependa casi totalmente de la llegada de capital
extranjero. Algo que tendrá sus contrapartidas.
Por otro lado, es primordial destacar la debilidad del mercado interior,
caracterizado por un bajo poder adquisitivo de gran parte de la población que impedía el
desarrollo de una demanda de productos industriales que impulsase la rentabilidad de
estas inversiones. Además, en esta época el mercado interno español no está
correctamente articulado por desarrollarse sobre una geografía muy accidentada que
dificulta el transporte de mercancías y por tener unas comunicaciones muy deficientes a
raíz de lo anterior, donde el ferrocarril se desarrollará tardía y lentamente a partir de la
aprobación de la Ley General de Ferrocarriles de 1855.
Por último, estará presente la escasez y dispersión de recursos naturales en
España, tanto de materias primas como de fuentes de energía. Será el caso de la
separación espacial de los yacimientos de hierro y otros metales con respecto a las
cuencas carboníferas, así como la mala calidad y los altos costes de explotación del
carbón español en comparación con el extraído en otras zonas de Europa. Esto hacía
necesaria la importación de los mismos, lo que supuso un obstáculo más en el desarrollo
industrial de España.