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Acerca de la primavera
La compradora
El día empezaba
cuando de madrugaba entrabas con los periódicos
en el pequeño dormitorio y subías las cortinas:
también estaba ya el horno encendido; y el té preparado
cuando yo pasaba a mi estudio
Poesía página 7
cuando yo pasaba a mi estudio
y los copos de avena que sólo tú sabes cocinar.
Allí
conociste al hombre que te llevó a vivir con él. Ahora
te ocupas de tu propia casa.
Comprado naranjas
Refugio
La actriz en el exilio
(Dedicado a Helene Weigel)
Primavera 1938
Poesía página 10
Primavera 1938
El ladrón de cerezas
Poemas de la naturaleza 1
(Svendborg)
Poemas de la naturaleza II
(Augsburgo)
Así
he desaprovechado mi tiempo, malgastado mis días y ahora
tengo que pediros
que digáis todo lo que ha quedado sin decir
que hagáis todo lo que ha quedado sin hacer y que me
olvidéis deprisa, os lo ruego, para que tampoco
mi mal ejemplo os seduzca.
Al refugio danés
Paisaje Finlandés
Otoño californiano
En mi jardín
sólo hay vegetación perenne. Si quiero ver otoño
tengo que desplazarme hasta la casa de campo de mi amigo en
las colinas. Allí
Poesía página 17
las colinas. Allí
durante cinco minutos puedo ver un árbol
despojado de sus hojas, y sus hojas despojadas del tronco.
El aparejo de pesca
Garden in progress
En un secreto equilibrio
descansan y oscilan las distintas partes del jardín,
sin llegar nunca
a interrumpir la fascinación de la mirada. Pero tampoco
la mano maestra
del omnipresente jardinero concede a ninguna de las partes
completa independencia: entre las fucsia, por ejemplo,
puede vivir un cactus. Además, las estaciones imponen
un ritmo a las miradas: en un lugar u otro
florecen o se marchitan los macizos. Toda una vida
no bastaría para abarcar lo que ocurre en este sitio. Y aunque
el jardín crece conforme a un plan
también se desarrolla ese plan a impulsos del jardín.
Antígona
Poesía página 22
Antígona
Abetos
Al amanecer
son los abetos cobrizos.
Así los veía yo
hace medio siglo
y dos guerras mundiales
con ojos jóvenes.
Sonidos
El invernadero
Placeres
Tiempos difíciles
Al pie de mi escritorio
veo por la ventana el saúco del jardín
y distingo en él algo rojo y algo negro
y me acuerdo de pronto del saúco
de mi infancia en Augsburgo.
Durante unos minutos pienso
muy en serio si debo acercarme a la mesa
en busca de mis gafas para volver a ver
las bayas negras en las diminutas ramas rojas.
Poesía página 28