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1. Conductismo y religión
Esta objetividad es la que se proponía J.B. Watson, en el año 1912, cuando, en una
serie de conferencias en la Universidad de Columbia, presentaba públicamente su
proyecto de psicología centrada en el estudio de la conducta. Proyecto recogido en su libro
La conducta: Introducción a la psicología comparativa, publicado dos años más tarde
(J.B. Watson, 1914). En él consideraba que la conducta es el único elemento cuantificable
y predecible del ser humano y por lo tanto el único objeto de la psicología. Con ello abría
un camino nuevo y prometedor para el desarrollo de la psicología científica al proponer
una metodología más objetiva en la que la observación, la predicción y el control de la
conducta eran sus tareas principales. Pero, al negar las dimensiones internas de la
personalidad, hizo muy difícil, si no imposible, desde esta perspectiva el estudio de los
sentimientos y las vivencias religiosas del hombre, objetivo que, en principio, quedó
prácticamente excluido. El hecho es que la mayoría de los conductistas y neoconductistas
estrictos o no se interesaron en absoluto por el hecho religioso, o lo hicieron de forma
tangencial desde sus perspectivas biológicas, experimentales, etc.
a) W. Sargant. Comprensión de la conversión desde el condicionamiento clásico
El psiquiatra inglés William Sargant, en su obra Battle for the Mind (W. Sargant,
1997), partió de los conceptos pavlovnianos de «estimulación transmarginal» e
«inhibición transmarginal» para explicar el fenómeno de la conversión.
Pavlov había experimentado que una estimulación excesiva (estimulación
transmarginal) resultaba traumática en el sistema neurológico del animal que la recibía,
produciendo una inhibición (inhibición transmarginal). Esto le llevó a Pavlov a estudiar
las respuestas a una estimulación excesiva, comprobando que, en contra de las reglas de
un cambio más o menos paralelo entre el volumen de los estímulos y el de las respuestas,
la respuesta se desarrollaba en tres fases: una primera fase «igualatoria», en la que todos
los estímulos provocan el mismo efecto; posteriormente una segunda fase «paradójica»,
en la que los estímulos débiles provocan una respuesta más importante que los fuertes;
para finalmente, en la fase «post-paradójica», generar una distorsión de los efectos: el
estímulo positivo se mantiene totalmente ineficaz, mientras que el estímulo negativo
produce respuesta positiva (W.S. Sahakian, 1982, 549).
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Para conocer la psicología de la religión Antonio Ávila
determinada conducta irrelevante (por ejemplo, colocar un décimo de lotería bajo una
imagen de San Pancracio) coincide accidentalmente con un hecho o una respuesta (el
décimo es premiado), ocasionando que el sujeto asocie una con otro y repita la primera
esperando que desencadene el segundo. Esta asociación podría explicar muchas conductas
inútiles e irracionales que efectúan los humanos con el fin de conseguir una determinada
respuesta y podría, también, dar pie a la explicación de determinadas conductas religiosas
o pseudorreligiosas.
Las principales críticas que se han hecho al conductismo representado por Skinner
referente a su acercamiento a la religiosidad pueden resumirse en dos: la reducción de la
experiencia a las conductas públicas y el desprecio de importantes motivaciones de tales
conductas. Si bien algunos psicólogos conductistas menos radicales han intentado superar
estas limitaciones (D.M. Wulff, 1991).
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Para conocer la psicología de la religión Antonio Ávila
inclinan hacia una u otra concepción según la relación que han tenido con sus padres. Hay
personas predispuestas hacia la trascendencia y hacia una moral de obediencia, cuando de
niños se les enseña el respeto universal hacia los adultos, sobre todo si éstos detentan la
autoridad y el prestigio. Y hay una inclinación hacia la inmanencia y una moral de
autonomía cuando la actitud es de respeto mutuo, y se funda en la igualdad y la
reciprocidad (J. Piaget y J. de la Harpe, 1928, 7-40).
Pero su aportación más importante en los temas que estudia la psicología de la religión
se encuentra en su trabajo sobre el desarrollo moral del niño, al que dedica una de sus
obras (J. Piaget, 1987). Piaget para este estudio utilizó, como es habitual en su obra, el
método clínico, con niños de entre tres y doce años. En él analizó el respeto que suscitan
en los niños las reglas y su criterio de responsabilidad y justicia. Todo ello le llevó a
descubrir distintos estadios en este proceso, que puso en relación con los estadios de la
evolución de la inteligencia, y que van desde un concepto absoluto de la Ley hacia la
conciencia de contrato social. De un concepto heterónomo de justicia a un concepto
autónomo.
Sus estudios sobre el desarrollo de la inteligencia (J. Piaget, 1921a, 449-480; 1921b,
141-172; 1922a, 222-261; 1929; 1965; 1967; 1989; J.H. Flavell, 1982, 23ss.) han influido
notablemente en la psicología de la religión, en investigaciones sobre la evolución de los
conceptos religiosos como el concepto de Dios, en las creencias y en el concepto de perte-
nencia religiosa, hasta el punto de que son frecuentes los estudios que hacen referencia
explícita a los estadios de la inteligencia según Piaget (P. Bovet, 1975; J.P. Deconchy,
1964, 277-290; 1967; D. Elkind, 1981; E. Harms, 1944, 112-122).
b) L Kohlberg (1927-1987)
Un continuador del pensamiento de Piaget fue L. Kohlberg, que, formado en la
Universidad de Chicago, en la que se doctoró, fue atraído por la obra de éste en torno a
los años 50 (L. Kohlberg, 1958). Ejerció como profesor de la Universidad de Harvard,
donde desarrolló su labor docente, que alternó con la tarea investigadora centrada en el
tema del desarrollo moral, para el que se sirvió como método de la narración de historias
que presentan determinados problemas éticos. Los resultados de sus investigaciones se
publicaron a partir de 1963 (L. Kohlberg, 1963a, 11-33; 1963b; 1989; 1992).
Para Kohlberg el proceso del logro de la autonomía moral es más lento de lo que Piaget
proponía en sus estudios, y señaló tres niveles en el desarrollo moral con dos estadios cada
uno:
• Nivel I: Pre-convencional. En este estadio el criterio moral es heterónomo.
• Nivel II: Convencional, en el que el sujeto alcanza niveles de autonomía moral, pero
el criterio último está en relación con el sistema social.
• Nivel III: Post-convencional, en el que algunos sujetos llegan a la formulación de
principios morales universales que muchas veces se encuentran en clara
confrontación con los sistemas sociales admitidos, creando problemas que le llevan
a la objeción de conciencia.