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Fischer tenía apenas 16 años cuando le hizo esto a Samuel Reshevsky en el campeonato de los

EEUU de 1958/59:

1. e4 c5 2. Cf3 Cc6 3. d4 cd4 4. Cd4 g6 5. Ae3 Cf6 6. Cc3 Ag7 7. Ac4 O-O 8. Ab3 Ca5 9. e5 Ce8 10.
Af7 Rf7 11. Ce6 de6 12. Dd8 Cc6 13. Dd2 Ae5 14. O-O Cd6 15. Af4 Cc4 16. De2 Af4 17. Dc4 Rg7 18.
Ce4 Ac7 19. Cc5 Tf6 20. c3 e5 21. Tad1 Cd8 22. Cd7 Tc6 23. Dh4 Te6 24. Cc5 Tf6 25. Ce4 Tf4 26.
De7 Tf7 27. Da3 Cc6 28. Cd6 Ad6 29. Td6 Af5 30. b4 Tff8 31. b5 Cd8 32. Td5 Cf7 33. Tc5 a6 34. b6
Ae4 35. Te1 Ac6 36. Tc6 bc6 37. b7 Tab8 38. Da6 Cd8 39. Tb1 Tf7 40. h3 Tfb7 41. Tb7 Tb7 42. Da8
(1:0)

Plata y melodía

Yo soy pobre y el que maneja diestramente la guadaña

en el baldío de al lado es a duras penas calavera.

Lo vi segar los pastos aledaños

y en el chasquido corto y seco del filo iban montadas

las frases que la mente en ese instante repetía.

Pero al bajar de la terraza para fijarlas al soporte

solamente quedó sexo plata y melodía,

y no busquen otra cosa porque no van a encontrar,

y no digan teca, digan manteca

y no repitan guita porque es guitarra

guitarra es moneda y moneda es

billete, pero no digan billete

porque billete es mosca y mosca


es filo y filo es efectivo,

sope sin lado pero dado vuelta,

peso que en el hastío de la sombra quedó preso.

La historia del vento es un derrape de argucias

puestas a sonar en la ventolina de la sinonimia

cuando estamos todos sentados sin un cobre.

Cantan los marlos cantan los pernos

canta la casa de al lado y las olas acompañan

con su acordeón espumante

cantan los cocos cantan las cartas

canta la arena sin orden cuando el agua

La organiza.

Canta el canto de una moneda girada

cantan los cantos rodados que empuja la montaña

cantan los cantos rosados de tu señora

cuando toda la musculatura se cierra repentina

al sentir el roce sedoso de otros dedos.

Suenan los caños gritan los gallos

canta la siesta y se calla una humareda finita

que va subiendo derecho al cielo.

Cantan dos palos que se entrechocan

en las manos de un borracho enfurecido

que se quedó sin comida.

Cantan los canas allá en la esquina

debajo de una arboleda que no canta


pero refresca y susurra.

Cantan abriéndose sigilosas las cortinas

de una vecina que espía.

Canta un skater que pasa, canta su tabla

Al rodar contra el asfalto y canta

el cigarro que lleva humeando entre los dedos.

Canta una Ranger plateada, canta una tía

que conversa acaloradamente con su hermana.

Canta una goma podrida canta un pescado colgando.

Canta una iguana en silencio y crepitan las ramas secas

de un arbolito podado.

Canta lo verde canta el cansancio,

lo verde canta en los ojos y el cansancio en la cintura.

Cantan los visitantes de este domingo nublado.

Canta la josefina cuando vuelve del trabajo

canta el tronco seccionado de una palmera tumbada

canta lo blanco en el horizonte

y las monedas en el bolsillo impaciente

de un pastor policía que espera la clientela

recostado en una columna de su templo.

Cantan las pibas que se cambian en el baño

canta el altoparlante de una mezquita lejana

crujen las piedras que pisa mi señora

canta la ropa colgada y cantan

todos los bichos trepados a una esterilla morada.


Cabeza de Buey

A la calle baja el silencio de los cuartos,

el brillo de los muebles en una oscuridad

con detalles: los dígitos rojos de la hora,

los ambarinos que avanzan y se retraen

de los vúmetros que estallan en volumen cero.

De esos fosforescentes resplandores débiles

se cubren los cabellos húmedos, brillosos,

de una mujer dormida en celo improductivo.

Hasta la calle baja el silencio de las casas,

garajes, y de las avenidas a los edificios

se filtra el gran silencio de los autos guardados,

detenidos. Un patrullero cubierto de hojas húmedas

y secas. Triple halo blanco azul y rojo de la luna,

que estuvo llena hace tres días, y ahora mengua

liberando, se desimanta de su compacta redondez,

va por atrás de las construcciones, hacia su pozo negro.

Al oído en los cuartos llega el zumbido del mosquito

que eleva la línea de vuelo y retorna luego ululando

una ambulancia blanca, una ráfaga de luz roja

resbala por las paredes interiores del cuarto


con ventanas abiertas. ¿Quién se debate en una idea

inmortal? ¿Quién muere ahora pensando

en el momento que se detienen todos los derroches?

¿Guardarás tu cara juvenil para llevarte

el dorso, el animal extraño?

Y en las precisiones despojadas de ilusión… ¿quién vive?

A los cuartos amplios soleados absorbentes, va el tronar

de los monstruos, vozarrones de paja quebradiza;

la bolsa de plástico rodando ante la mirada de los hombres.

Va y viene el polvo, el viento entra en corredores finos,

sube escaleras mojadas, mueve helechos aún verdes, y

en la extensión de las calles ablanda su frente y adelanta.

Una alarma estremece a todo el barrio, el pez

sigue solo, inmóvil en su pileta, bajo los ruidos,

en su cueva de agua la tortuga ve un siglo.

(Pero disculpen si esta languidez parecía duradera,

es que ahora descubrí una zona impalpable

que libera su intrínseca ilusión, y estoy contento)

Paño marrón, nutriente de las capacidades negativas,

a través de su agrietado seco he visto la alegría,

de vivir, de pensar, de ir y venir por las calles,

el alborozo de estar sentado en trenes, el acto lúcido

de apagar todas las luces de la casa y quedar despierto.


Paño rojo verde y amarillo del pozo sin astros ni confines.

Las arboledas sedientas, luminosas copas de pasto seco

en la noche reciente, sobre la tierra polvorienta, fuera

de todo renacer, definitivo sentimiento de carne

en estado puro, blanco, lunar, impalpable, agotado;

sin gota de agua ni germen de semilla, lago inmoldeable.

Vagaría, iría a caminar dando rodeos a los parques…

¿pero para qué? trabajaría, amaría, obtendría…

¿pero para qué? si es imposible no hacer nada,

condenas del mejorar, empezar a amar, desear

un signo que se desenvuelve y muestra toda su familia

de esferas, ganchos, hojas y caballos, gente joven y vieja.

Un pequeño cinturón de castidad como una lente de contacto

colocado a la entrada, transformado en ojo atento

sin poder recibir más que luz e impresiones

a través de transparencias. Un rey que no vuelve,

un batero no despierta, una gordita encinta, un perro

se aparta de sus dueños y entra en la brillante heladería.

Las ranuras infectas mantienen al mundo en calma,

muerto, con el deseo de renacer, de infundirle un alma

al alma, de moldearle un cuerpo al cuerpo. Bajar en silencio

desde los cuartos hasta la calle, llegar al auto,


tantear las llaves y frotarse las manos antes de comenzar

a manejar: paso la lengua por el hueso frío de la calavera.


Lagartija

Mi compañía y gracia de hoy es una lagartija

que apareció pegada al techo blanco del baño.

Tu camuflaje amarronado no sirve

para esta superficie pintada con latex,

tu camuflaje, al igual que mi impresora color,

no tiene blanco.

Vamos a tener que hablar con el oso polar.

Está ahí hace dos días, sola, inmóvil,

y yo casi que no tomo agua ni mate,

para no tener que ir a mear a cada rato

y molestarla.
Atardecer de enero

“Cuando tu inteligencia haya salido del espeso bosque de la ilusión

Te volverás indiferente a todo lo que se ha oído y a todo lo que habrá de oírse.”

Sri Krishna

Sentado en el patio

da la última pitada

a un cigarrillo, y apuesta

mentalmente, contra sí mismo:

si la colilla cruza el muro

vivirá cien años, sino nada.

La colilla pasa recta

diez centímetros por arriba del muro.

Sigue sentado, la manguera

ya debe haber expulsado

toda el agua caliente que contiene

y ya estará saliendo fresca,

lista para regar las plantas.


Lectura

Debe tener mi edad, unos 50.

Está sentado en la vereda, rompe

cuidadosamente un frasco de vidrio

con una piedra, hasta que le queda

solo el redondel de la base.

Toca con las yemas los bordes filosos,

lo mira, lo gira y lo acerca despacio

a su cara. Veo como su ojo desmedido

intenta leer un diario.

Visión

Era una mañana de octubre.

De vivir dado vuelta me di vuelta

y amanecí temprano:

abrí los ojos quieto y boca arriba,

la sábana estaba suave y agradable,

corrí las piernas para refrescarlas

en la parte más fría y alejada.

Era verde la sábana de arriba,


era verde la sábana de abajo.

Eran las ocho y en cualquier momento

escucharía el ruido de las llaves

de Rosita escarbar la cerradura.

Nueces mojadas en los pastizales

Nueces mojadas en los pastizales,

puntos luminosos entre los árboles

y los que juegan por necesidad

seguro pierden por obligación.

La cosquilla en el meñique

viene bajando desde el brazo,

es la muerte que está adentro

de mi madre, nos demuestra

que se mete en cualquier parte.

La aventura dada vuelta,

agarrada con las patitas finas

mi madre parada en un palito

y los que juegan por diversión

seguro ganan sin explicaciones.


Lo peor es escribir bien.

No, lo peor es escribir mal.

Si, lo mejor es amontonar.

Si, lo mejor es mejorar

nuestro campamento, poner

lindo el alrededor, apilando

las piedras del lugar,

monolitos pequeños

que nos acercan al primer

expresador, modificador, embellecedor:

el artista: el primer traidor.

Ahora voy a reconocer,

voy a solicitar disculpas

a las chicas con las que

intercambié fluidos

solo para que les agraden mis textos.

Escribí para amontonar poder

en mi apellido: Durand.

Ahora no lo quiero

no quiero ese poder pequeño montado

en mi apellido, no voy a corcovear,

no quiero apellido, no quisiera


querer.

Ahora voy a solicitar disculpas

a todos los que vinieron a mi casa

para ser convencidos de la verdad

que ostentaba, no tengo verdad,

tenía mentiras que acumulaban poder

y después irresponsablemente lo repartía,

dije que:

– las ramas arqueadas del helecho tienen movimientos afectivos.

– tres piedras encimadas son una obra de arte.

– corazón o cero son las dos únicas variantes.

Las montañas cansan al que camina

más de lo que el mar cansa al nadador.

Olvidé las caras de los adolescentes

que subí a la montaña

para que aprendan cómo funciona la naturaleza,

tan distinta al funcionamiento

de la vida del club que los llevaba.

Nada cambiará. Nadie producirá.

Muñecos suaves se amontonan


delante del parabrisas del micro

que va hasta un pueblo que se llama

Papagayos.

Querido Sergio:

te cuento cómo fue mi aventura

de 15 años en la literatura argentina:

me acuerdo cómo fue el final:

un borracho le tiró un manotazo

a una burbuja que se inflaba

en el pico de una botella de cerveza,

y que reventó un instante antes

que pudiera agarrarla.

Me gustaría escribirme libros,

publicármelos y regalármelos,

que me calmen y nunca

tener ganas de mostrárselo a nadie:

Un texto que de tan bueno nunca

haga falta mostrárselo a nadie.

Qué cosa incomprensible seré

en este momento que

mi madre se muere
la patria se hunde

y mis amigos son todos

unos hijos de puta?

Cuanto más malo es un texto más lectores necesita.

Mamá anda comiendo algodón

es por eso que no le alcanza la saliva

y no puede armar el bolo alimenticio.

los rayos le secan todos los fluidos.

El poema perfecto no necesita lector.

Atrás de una trinchera de pastillas

que el alma por dentro van secando.

La muerte vino primero a matar la religión

y la virgen pegada en una cuña de madera

quedó hamacándose como una nena

rebelde

a la que nadie puede peinar.

Buscando bajo la luz

lo que perdió en la oscuridad.

El pez translúcido

del tamaño y de la forma de una ,


ahora en el océano está solo.

Y ahora resulta que me duele la cabeza

Un dolorcito suave empezó temprano

Después del desayuno y con él

Anduve toda la mañana sin problemas,

En un momento me olvidé que me dolía.

El dolor de cabeza vuelve cuando me acuerdo

Que me duele la cabeza, eso es un dolor leve.

Dolor no es nada, es solo una palabra

Y de acuerdo a las leyes de la permutación

Dolor solo es olor + D.

Después vino un siestín agradable

Que me mantuvo suspendido en el aire

Durante más de una hora y media

Con el olor + D como colchón de mi dormir.

A la tarde comimos un delicioso labaná frío

de un frasco que había en la heladera

y al terminar esta actividad el dolor

volvió con más ganas que antes

por lo que tuve que clavarme una pastilla anaranjada

que mi señora me propuso como solución,

revolvió en la caja de los remedios hasta que encontró una


y me la presentó brillante en la palma de su mano,

el solo verla me desactivó el pensar en el dolor

y quedó relegado unos instantes, en suspenso, sin existencia,

quedó postergado por otros pensamientos,

por lo que pienso que mi mente no es multitareas,

si miro un cuervo volar de una palmera a otra

en ese momento no me duele la cabeza,

la cabeza me duele antes de ver volar el cuervo

y después de ver volar el cuervo.

El dolor de cabeza me duele en la mente

En el lugar del pensar.

A la noche el dolor se intensificó

Y más después de coger,

El traqueteo y movimiento del cuerpo

Enloqueció al dolor de cabeza

Que rebotaba contra las paredes del cráneo

Y después de acabar quedó pulsando furioso

Hasta que se fue calmando

Y quedó latiendo fijo y punzante,

Con esa idea de dolor me dormí.

Pero al rato el dolor me despertó y decidí

Recurrir a lo que vine evitando todo el día:

El migral.

Revuelvo en la caja de medicamentos

Hasta que encuentro la mágica pastilla roja,

El solo verla redonda y de un rojo fuerte y seco


Me calma y me alivia el dolor,

Paladeo el dulzor colorado que tanto conozco,

me la trago y me vuelvo a acostar.

Ahora mi dolor de cabeza lucha contra el dolor,

El latido va mutando, se achica, se aleja

Reaparece desaparece vuelve se reduce

a un punto adentro de la mente, Ahora

es hielo que se derrite, solo quedan

pedazos sueltos y rotos que van cayendo al vacío,

A la bolsa del olvido donde están, entre otras cosas,

Todos los ex dolores de cabeza.


Las nalgas entre sí fabrican ojos sociales (fragmento)

no ofidios los recargos ni que los reglas de los del cardo un mes los egipcios los negros ojos negros
que el Brecht sometió a los 1000 de los 10 horas los ojos de los recargos y los ciclos lo hace en
injertos los logros del al gran el cargo los los derechos injertos los negros tras las rejas del cargo o
de los los detalles del filme de su a los que emergen del cargo o ciclos los gallos de del o de cargo
sintió el calor y los raros los el carro de los los dos aspectos galo en el que un club los logros del
que es algo los galos del 3 de un club los pesos ligeros velos negros tras la jergas del cargo o ciclos
los besos injertos los negros del del suelo de carro o ciclos los galos los el unos litros de cargos y
costó ofidios el arroz en los que el del Insalud los derechos del Gil los reclusos de en el cargo de los
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ciclos los dedos le los deseos de los en el cargo o ciclos lo es el de si desglosa en los ejes de su los
ciclos los pesos ligeros Galdós tras las rejas del cargo o ciclos los galos los y por recaer o ciclos el
cargo objeto de 2 l de cada región y busca de ocurridas los egipcios los logros de globos los del
defensor del que hospicio es el dólar ser resueltas de calzos oficio el que los los ciclos lo al ser
injertos los nuevos trenes de gran el cargo o ciclos los presos injertos los negros tras las rejas del
cargo o ciclos los deseos legítimos de a solas en el desalojo de los más bellos de los arroces de los
litros de cargas y José y los recargos ni club Los galos del club lo o de cargo o los los dos de la
misma, lo es el que el de la de cada juez los diez del injertos los gallos que es la jergas del cargo o
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encargos del gestor o egipcios el carro y un que el de su ciclo los derechos legítimos de los horas
del al euro en el cargo o ciclos los daños que en los tejados litros de carros ligeros las lo egipcios de
carros ligeros y sólo se ven los del corrupto y los más bellos del algo que en zonas de gran ejes del
cargo o ciclos los deseos del fin de dos años después de su ejes sobre calzos la URSS los pesos
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los esclavos y los del cielo de Hoz los y al decoro o ciclos de jergas del cargo de los egipcios es uno
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esclavos y los músculos las guerras sucias al caer su en el de sus la el al sostener sus lo en llega
usted algo sucio en galo en a los lo negro lo malo es uso lonas la un dolor en el gemelos lanas
negro no es red los URSS

Daniel Durand (Concordia, 1964)

Poeta y editor. Cofundó la editorial Deldiego y la revista 18 whiskys. Codirige la editorial Colección
Chapita. Publicó, entre otros, los libros La maleza que le crece (1997), El Krech (1998), Segovia
(1999), Vieja del agua (2000), El Estado y él se amaron (2006), El cielo de Boedo (2005), Ruta de la
inversión (2009), Inquina se apila (2008), Cabeza de Buey (2017) y Las nalgas entre sí fabrican ojos
sociales (2017). Desde 2009 dirige la Escuela de Poesía y Edición.

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