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EL CALENTAMIENTO

GLOBAL
Spencer Weart

H I S T O R I A DI- U N D E S C U B R I M I E N T O C I E N T Í F I C O
Tftulo original:
The Discovery of Global Warming
Harvard University Press Prólogo
Cambridge, Massachusetts, 2003

I edición: marzo 2006


a

Diseño de portada: Serafín Senosiáin


Fotografía de portada: D . Nunuk, Science Photo Library
Maquetación: Carlos Álvarez, www.estudiooberon.com

Un día que regresaba a casa caminando, tras haber dedicado varias


© Spencer R. Weart, 2003
© de la traducción del inglés: José Luis Gil Aristu
horas al estudio de artículos científicos sobre el posible cambio cli-
mático, me fijé en los elegantes arces que bordean mi calle y me
Editorial Laetoli, S. L. D. R. por la presente edición: pregunté si no se hallaban cerca del extremo sur de su área de dis-
Avda. de Bayona, 40, 5 o
Editorial Océano de México S. A. de C. V. tribución natural. De pronto imaginé aquellos arces muertos, de-
31011 Pamplona, España Eugenio Sue 59, Colonia Chapultepec Pol rribados por el calentamiento global.
Tel. (34) 948 171741 Delegación Miguel Hidalgo C. P. Este libro es una historia de cómo los científicos han llegado a
Fax (34) 948 171741 11560 México D . F. imaginar cosas así: la historia de la ciencia del cambio climático.
info@laetoli.es Tel. (52) 5552 799000 Se trata de un libro esperanzado. Cuenta cómo, con ingenio, te-
www.laetoli.net Fax (52)5552 799006
són y algo de suerte, unas pocas personas consiguieron compren-
ifo@< oceano, com. mx
der un problema grave, incluso antes de que se manifestaran algu-
ISBN: 970-777-189-5 nos de sus efectos. Cuenta también cómo muchas otras personas
Depósito legal: NA-211-2006 comenzaron a idear soluciones desafiando el viejo hábito humano
Impreso por: GraphyCems de aplazar las cosas hasta que la situación se vuelva insostenible.
Polígono Industrial San Miguel Efectivamente, hay modos de mantener el calentamiento global
31132 Villatuerta, Navarra dentro de unos límites tolerables mediante un esfuerzo razonable.
Los árboles de mi calle son, casualmente, arces rojos, una especie
Printed in the European Union resistente que aguantará, si durante las próximas décadas decidi-
Reservados los derechos de edición en lengua castellana para todo el mundo.
mos emprender las acciones apropiadas.
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización El tema de mi libro no es las acciones que podamos acometer
escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones en el futuro. En él se narra cómo hemos llegado a la situación ac-
establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial
de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos
tual y cómo hemos llegado a comprenderla. La larga lucha para
la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución concebir cómo la humanidad podía estar alterando las condicio-
de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. nes atmosféricas fue un esfuerzo poco visible. Durante muchas dé-

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El cambio climático no es una historia sino muchas historias
paralelas conectadas sólo de forma esporádica. Este libro las entre-
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teje artificialmente en una única perspectiva. A quienes deseen más
profundidad, les ofrezco una web complementaria en Internet, con ¿Cómo ha podido cambiar el clima?
más de dos docenas de ensayos paralelos enlazados mediante más
de 700 vínculos. La web contiene tres veces más material que este
libro, lo completa con importantes detalles históricos y técnicos, y
ofrece por extenso estudios de casos concretos sobre aspectos ca-
racterísticos. Incluye también referencias a más de 1.000 publica-
ciones, y enlaces científicos e históricos no citados en el libro. Pa-
ra hacerse una idea mejor sobre el aspecto histórico del descubri-
miento del calentamiento global, y explorar más en detalle ciertos
temas concretos, puede visitarla en: www.aip.org/history/climate. Al referirse al tiempo atmosférico, la gente ha hablado siempre de
rachas poco habituales, pero en la década de 1930 las conversa-
ciones tomaron un giro poco común. Los mayores comenzaron a
insistir en que el tiempo no era, realmente, lo que solía ser. Las tre-
Este libro ha contado con el apoyo del American Institute of mendas ventiscas que recordaban de su niñez, allá por la década de
Physics y con subvenciones de la National Science Foundation's 1890, la congelación de los lagos al comenzar el otoño...: todo
Program in Science & Technology Studies y de la Alfred P. Sloan aquello había terminado. La generación de los jóvenes lo tenía más
Foundation. Agradezco la ayuda indispensable de algunos cientí- fácil. La prensa empezó a publicar artículos donde se afirmaba que
ficos e historiadores que me han brindado generosamente entre- los inviernos realmente se habían suavizado. Los meteorólogos es-
vistas, comentarios (a veces extensos) o acceso a documentos; en- cudriñaron sus registros y lo confirmaron: se estaba produciendo
tre ellos se encuentran A. Arakawa, W. Broecker, K. Bryan, R. A. una tendencia hacia un tiempo más cálido. Los especialistas co-
Bryson, R. Charlson, J. Eddy, P. Edwards, T. Feldman, J. Fleagle, mentaron a los periodistas científicos que las heladas llegaban más
J. Fleming, J. Hansen, C. D. Keeling, S. Manabe, J. Smagorinsky tarde y que, a partir de entonces, se podría cosechar trigo y pescar
y R. M . White. bacalao en zonas septentrionales donde no se habían visto desde
hacía siglos. Según decía la revista Time en 1939, "los abuelos que
afirman que, en su niñez, los inviernos eran más duros, tienen to-
da la razón, [...] los hombres del tiempo no dudan de que el mun-
do se está calentando, al menos de momento". 1

Pero el cambio no preocupaba a nadie. Los meteorólogos ex-


plicaron que las pautas climáticas habían experimentado siempre
variaciones moderadas en ciclos que duraban unas décadas o unos
pocos siglos. Si los años centrales del siglo XX iban a ser una épo-
ca de calentamiento, tanto mejor. Según prometía un artículo ca-
racterístico de los años 50, "se pondrán en cultivo enormes exten-

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siones de nuevas tierras para la producción de alimentos". Es cier- el planeta no se sigue caldeando hasta estar tan caliente como el
to que, de continuar el calentamiento, se formarían nuevos des- propio Sol? La respuesta de Fourier fue que la superficie calentada
iertos. Además, el nivel de los océanos podría subir hasta inundar emite radiación invisible infrarroja que se lleva la energía térmica
ciudades costeras ("otro diluvio, como la catástrofe registrada en la al espacio. Pero al calcular este efecto con sus nuevas herramientas
Biblia" ). Pero sólo eran especulaciones pintorescas referidas a un
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teóricas, Fourier obtuvo una temperatura bastante inferior a la del
futuro remoto. Muchos profesionales de la meteorología dudaban punto de congelación, mucho más fría que la de la Tierra real.
de que existiera, en realidad, una tendencia global. Lo que veían La diferencia, reconoció Fourier, se debía a la atmósfera terres-
eran únicamente fluctuaciones normales temporales y regionales. tre, que retiene de algún modo parte de la radiación térmica. Fou-
Y un reportaje periodístico explicaba que, aunque se estuviera pro- rier intentó explicarlo comparando la Tierra y su cubierta con una
duciendo un calentamiento planetario, los "meteorólogos ignoran caja cerrada por una lámina de cristal. El interior de la caja se ca-
si la actual tendencia hacia el calor va a durar 20 o 20.000 años".' lienta cuando la luz del Sol se introduce en ella, mientras que el
En 1952 (el 10 de agosto), The New York Times señalaba que, pa- calor no puede escapar. La explicación sonaba plausible, y en tiem-
sados 30 años, la gente volvería la vista encantada a los suaves in- pos de Callendar unos pocos científicos habían comenzado a ha-
viernos de la década de 1950. blar de un "efecto invernadero" que impide que la Tierra se con-
Pero hubo un hombre que cuestionó el acuerdo existente entre gele. Se trata de una denominación errónea, pues los auténticos in-
los especialistas. En 1938, Guy Stewart Callendar tuvo la audacia vernaderos se mantienen calientes por razones propias (el princi-
de presentarse ante la Royal Meteorological Society de Londres pa- pal efecto del vidrio es impedir la salida del aire calentado por las
ra hablar del clima. Callendar se hallaba fuera de lugar, pues no era superficies caldeadas por el Sol). Según reconoció Fourier, la ma-
meteorólogo profesional, ni siquiera científico, sino un ingeniero nera en que la atmósfera retiene el calor en toda la Tierra es más
especializado en energía del vapor. Se interesaba por el clima co- sutil. El truco de la atmósfera consiste en interceptar de algún mo-
mo aficionado y había dedicado muchas horas de su tiempo libre do una parte de los rayos infrarrojos emitidos desde la superficie,
a recopilar estadísticas meteorológicas a modo de pasatiempo. Ha- impidiéndoles escapar al espacio.
bía confirmado —de manera más concienzuda que nadie— que El razonamiento correcto fue explicado por primera vez bri-
las cifras demostraban, sin duda, un calentamiento global. En aquel llantemente por el científico británico John Tyndall. Este se pre-
momento, Callendar explicó a los meteorólogos que sabía de quién guntó cómo la atmósfera podía controlar la temperatura de la Tie-
era la responsabilidad. Los responsables éramos nosotros, la in- rra, pero se encontró con el obstáculo de una opinión, sostenida
dustria humana. Quemábamos combustibles fósiles por todas par- por la mayoría de los científicos de su época, según la cual todos
tes y emitíamos millones de toneladas del gas denominado dióxi- los gases son transparentes a los rayos infrarrojos. En 1859 decidió
do de carbono (CO2), y eso alteraba el clima. 4
comprobarlo en su laboratorio y confirmó que los principales ga-
La idea no era nueva, pues sus fundamentos físicos habían sido ses atmosféricos, el oxígeno y el hidrógeno, son realmente trans-
desarrollados en el siglo XIX. A comienzos de ese siglo, el científi- parentes. Tyndall se disponía a abandonar, cuando se le ocurrió
co francés Joseph Fourier se había planteado una pregunta. Se tra- probar con gas de hulla. Se trataba de un gas industrial compues-
taba de una cuestión engañosamente simple, del tipo de las que la to en su mayor parte por metano, producido por la quema de la
teoría física comenzaba entonces a saber cómo abordar: ¿qué de- hulla y utilizado en el alumbrado. Lo tenía al alcance de la mano,
termina la temperatura media de un planeta como la Tierra? Si la en su laboratorio, a donde llegaba por las cañerías del servicio. Y
luz del Sol incide en la superficie de la Tierra y la calienta, ¿por qué descubrió que, para los rayos de calor, aquel gas era tan opaco co-

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mo una tabla. Así, la Revolución Industrial, que penetró en el la- dente entre los gases atmosféricos, pues su presencia en la atmós-
boratorio de Tyndall en forma de chorro de gas, dejó al descubierto fera es escasa. El gas de efecto "invernadero" realmente importan-
su significado para el equilibrio térmico del planeta. Tyndall pasó te es H2O, el simple vapor de agua. Tyndall descubrió que el va-
a realizar pruebas con otros gases y halló que el CO2 era igualmente por de agua bloquea fácilmente la radiación infrarroja y explicó
opaco: lo que ahora llamaríamos un gas de efecto invernadero. que, "para la vida vegetal de Inglaterra, es un manto más necesa-
En la atmósfera terrestre hay poco CO2 y, aunque sólo se trate rio que la ropa para los seres humanos. Si retiramos del aire el va-
de unas pocas partes por 10.000, Tyndall vio cómo podía provo- por de agua sólo una noche de verano [...] el Sol saldrá sobre una
car el calentamiento. Una fracción de radiación infrarroja que as- isla inmovilizada por la garra férrea del hielo". Por tanto, si algo
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ciende desde la superficie es absorbida por el CO2 en los niveles pudiese secar la atmósfera, provocaría una glaciación. En la actua-
intermedios de la atmósfera. En vez de escapar al espacio, su ener- lidad, la humedad media de la atmósfera parecía mantenerse en
gía térmica se transfiere al aire. Pero además de caldear el aire, al- una especie de equilibrio automático, junto con la temperatura del
go de la energía atrapada en la atmósfera vuelve a irradiarse hacia globo.
la superficie terrestre y la calienta. De ese modo, la Tierra se man- El enigma de la era glacial fue abordado en 1896 por Svante Ar-
tiene en un nivel superior al que tendría sin CO2. Tyndall lo ex- rhenius, un científico de Estocolmo. Supongamos, decía Arrhe-
puso con exactitud: "De la misma manera que una presa construida nius, que se modificara la cantidad de CO2 en la atmósfera. Que
en un río crea una profundización del curso de agua, así también una racha de erupciones volcánicas expulsara, por ejemplo, gran-
nuestra atmósfera, colocada como una barrera para los rayos [in- des cantidades de ese gas. Eso elevaría un poco la temperatura, y
frarrojos], produce una elevación local de la temperatura en la su- ese pequeño incremento tendría consecuencias importantes: el ai-
perficie de la Tierra".
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re caliente retendría más humedad. Como el vapor de agua es el
El interés de Tyndall por todo aquello había comenzado en un gas de efecto invernadero realmente importante, la humedad adi-
tipo de ciencia completamente distinto. Esperaba resolver un enig- cional aumentaría el calentamiento de manera considerable. Y a la
ma que había suscitado una gran polémica entre los científicos de inversa, si se interrumpieran por casualidad todas las erupciones
su tiempo: la Edad de Hielo prehistórica. Las propuestas resulta- volcánicas, el CO2 acabaría siendo absorbido por el suelo y el agua
ban increíbles, pero las pruebas eran elocuentes. Los lechos de ro- de los océanos. El aire, al enfriarse, retendría menos vapor de agua.
ca desgastados por el roce y los curiosos depósitos de grava encon- Este proceso llevaría en espiral a una glaciación.
trados por todo el norte de Europa y Estados Unidos presentaban La consecuencia del enfriamiento es una menor cantidad de va-
un aspecto exactamente igual al de los efectos de los glaciares alpi- por de agua en el aire, lo que provoca un mayor enfriamiento, que
nos, sólo que inmensamente mayores. Los científicos comenzaban causa a su vez... Este es el tipo de ciclo que se refuerza a sí mismo
a aceptar lo increíble en medio de encarnizados debates. Hace mu- y que se denomina con la palabra inglesa feedback, que significa re-
cho tiempo —aunque no tanto si se piensa en el paso de las eras alimentación o retroalimentación. El concepto era a la vez elemental
geológicas, pues por aquellas fechas vivían seres humanos de la y sutil: fácil de comprender, pero sólo después de que alguien lo
Edad de Piedra—, las regiones septentrionales habían estado se- hubo señalado. En tiempos de Arrhenius, sólo unos pocos cientí-
pultadas bajo una capa de hielo continental de más de kilómetro ficos perspicaces comprendían que tales efectos podían ser funda-
y medio de espesor. ¿Cuál pudo haber sido la causa? mentales para entender el clima. El primer ejemplo importante ha-
La única posibilidad, aunque nada prometedora, era la existen- bía sido ideado por un geólogo británico, James Croll, al reflexio-
cia de cambios en la atmósfera. El CO2 no era un sospechoso evi- nar sobre las posibles causas de la glaciación. Según él, una vez que

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la nieve y el hielo habían cubierto una región, reflejaban la mayor ¿Eran posibles cambios de tal magnitud en la composición de la
parte de la luz solar devolviéndola al espacio. Los suelos desnudos atmósfera? Para responder a esta pregunta, Arrhenius se dirigió a un
y oscuros y los árboles se calentarían con el Sol, pero una región colega, Arvid Hógbom. Hogbom había recopilado cálculos sobre
nevada tendería a mantenerse fría. Si la India llegara a cubrirse de la circulación del CO2 a través de los procesos geoquímicos natu-
nieve, decía Croll, sus veranos serían más fríos que los de Inglate- rales (emisiones de los volcanes, absorción por los océanos, etcéte-
rra. Croll mantenía también que si una región se enfriase, cambia- ra) y había planteado una idea rara y novedosa. Se le había ocurri-
ría el régimen de los vientos, lo que a su vez alteraría las corrientes do calcular las cantidades de CO2 emitidas por fábricas y otras rúen-
oceánicas, sustrayendo quizá aún más calor de dicha región. Una les industriales. Y había descubierto, sorprendentemente, que la ta-
vez iniciada una glaciación por algún motivo, el sistema podría sa de aportación de ese gas a la atmósfera debida a las actividades
mantenerse automáticamente. humanas era, aproximadamente, la misma tasa a la que lo emitían
Nadie tenía capacidad entonces para calcular efectos de tanta y absorbían los procesos naturales. El gas adicional no era mucho
complejidad. Lo más que pudo hacer Arrhenius fue evaluar las re- en comparación con el volumen de CO2 existente en la atmósfera
percusiones inmediatas de un cambio en el nivel de CO2. Pero sí —la cantidad producida por la combustión de carbón en 1896 po-
constató que no podía desdeñar los cambios fundamentales en el día aumentar su nivel en apenas una milésima—. Pero aquellas adi-
vapor de agua que acompañan al aumento o descenso de la tem- ciones podrían resultar importantes si proseguían durante un perí-
peratura. Tenía que introducir en sus cálculos el grado de hume- odo suficientemente largo. Arrhenius calculó que, si se duplicaba el
dad. Aquello superaba con creces lo intentado por cualquier otra CO2 atmosférico, la temperatura de la Tierra subiría unos 5 o 6°C.
persona. La idea de que los seres humanos podían trastocar gravemente
Los cómputos numéricos requirieron un tedioso trabajo de me- la atmósfera no preocupaba a Arrhenius. No sólo porque un ca-
ses y meses con el lápiz. Arrhenius calculó la humedad atmosféri- lentamiento parecía algo bueno en la gélida Suecia, sino también
ca y la radiación de entrada y salida de la Tierra en cada zona de porque él, como casi todo el mundo afinalesdel siglo XIX, espe-
latitud, y, al parecer, realizó aquella inmensa tarea como un medio raba que cualquier cambio tecnológico supusiese una mejora. La
para huir de la melancolía: acababa de pasar por un divorcio en el gente creía que los científicos y los ingenieros resolverían todos los
que perdió no sólo a su esposa sino la custodia del hijo pequeño problemas de la pobreza en los próximos siglos. ¡Iban a convertir
del matrimonio. Era difícil poder justificar científicamente aque- los desiertos en jardines! En cualquier caso, Arrhenius imaginaba
llos incontables cálculos. Arrhenius tuvo que pasar por alto mu- que, para duplicar la cantidad de CO2 en la atmósfera, se requeri-
chas características del mundo real, y los datos que empleó para sa- rían un par de miles de años. En su época, casi nadie comprendía
ber cómo los gases absorbían la radiación estaban lejos de ser fia- cómo la población del planeta se doblaba reiteradamente. Y la gen-
bles. No obstante, obtuvo unas cifras que publicó con cierta segu- te entendía aún menos que la explotación de los recursos aumen-
ridad. Aunque no logró probar, ni mucho menos, cómo cambia- taba con mayor rapidez que las cifras demográficas. El mundo es-
ría el clima si variase el CO2, logró hacerse verdaderamente una taba habitado por apenas mil millones de personas, la mayoría de
idea aproximada de cómo podría cambiar. Expuso que si la canti- ellas campesinos ignorantes que vivían como siervos medievales.
dad de CO2 en el aire se reducía a la mitad, el mundo podría en- No parecía muy razonable imaginar que los seres humanos pudie-
friarse 5°C. No parecía mucho, pero podría bastar para provocar sen alterar la atmósfera de todo el planeta, a no ser, quizá, en un fu-
una glaciación debido a los procesos de retroalimentación, a me- turo remoto y fantástico. Arrhenius no había descubierto realmen-
dida que la nieve se acumulaba y reflejaba la luz solar. te el calentamiento global, sino sólo un curioso concepto teórico.

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No obstante, había razones científicas para desechar la idea volviéndola al espacio antes, siquiera, de que su energía alcanzase
de Arrhenius incluso como teoría abstracta. La más contunden- la superficie terrestre, con lo que en definitiva la Tierra apenas se
te era una simple medición de laboratorio que parecía refutar en calentaría.
su totalidad el principio del calentamiento por el efecto inver- Estas objeciones se amoldaban a una concepción del mundo na-
nadero. Pocos años después de que Arrhenius publicara su hi- tural tan extendida que la mayoría de la gente la consideraba de
pótesis, un experimentador hizo pasar radiación infrarroja por sentido común. Según esa concepción, el aumento o la reducción
un tubo lleno de CO2. En total, introdujo en él tanto gas como de la nubosidad para estabilizar la temperatura o la manera como
el existente en una columna de aire que llegase hasta el punto los océanos mantenían un nivel fijo de gases en la atmósfera eran
más alto de la atmósfera. La cantidad de radiación que atravesó ejemplos de un principio universal: el equilibrio de la naturaleza.
el tubo no cambió apenas cuando el experimentador duplicó la Casi nadie imaginaba que las acciones humanas, tan insignifican-
cantidad de gas. La razón era que el CO2 sólo absorbe la radia- tes en medio de la vastedad de las fuerzas naturales, pudieran tras-
ción en bandas específicas del espectro. Bastaba un rastro de gas tocar el equilibrio que gobernaba el conjunto del planeta. Esa vi-
para generar bandas "saturadas" —y de tal opacidad que la adi- sión de la Naturaleza —como algo sobrehumano, benevolente e
ción de más gas implicaba únicamente una pequeña diferencia— intrínsecamente estable— se hallaba profundamente asentada en
. Además, el vapor de agua absorbía la radiación infrarroja en la la mayoría de las culturas humanas. Estaba tradicionalmente liga-
misma región del espectro. Era evidente que el planeta experi- da a una fe religiosa en el orden del universo impuesto por Dios,
mentaba ya el máximo efecto invernadero posible. En 1910, la en una armonía intachable e imperturbable. Así lo creía la pobla-
mayoría de los científicos pensaba que el cálculo de Arrhenius ción, y los científicos forman parte de ella y comparten la mayo-
era completamente erróneo. ría de los supuestos de su cultura. Una vez que los científicos ha-
Para liquidar cualquier duda restante, otros científicos aludie- llaron argumentos verosímiles que explicaban que la atmósfera y
ron a una objeción todavía más fundamental. Según ellos, era ab- el clima se mantendrían inalterados a lo largo de una escala tem-
solutamente imposible una mayor acumulación de CO2 en la at- poral humana —según lo esperaba todo el mundo—, dejaron de
mósfera. En comparación con las inmensas cantidades de materia buscar posibles argumentos en contra.
encerradas en los minerales y los océanos, la atmósfera contiene só- Todos sabían, por supuesto, que el clima podía variar. Las ide-
lo una pizca de la existente en la superficie de la tierra. Por cada as sobre el clima incluían ciertas dosis de catástrofes, desde las his-
molécula de CO2 en el aire hay unas 50 disueltas en el agua del torias populares contadas por los viejos sobre las grandes nevadas
mar. Si la humanidad añadiera más gas a la atmósfera, casi todo caídas en su niñez hasta la devastadora sequía de la década de 1930,
acabaríafinalmenteen los océanos. conocida en EE UU como Dust Bowl. Pero una catástrofe era, por
Los científicos se dieron cuenta, además, de que Arrhenius ha- definición, algo pasajero, y, pasados unos años, las cosas volvían a
bía simplificado excesivamente el sistema del clima en sus cálcu- la normalidad. Algunos científicos teorizaron sobre cambios cli-
los. Había ignorado cosas como las posibles alteraciones de las tra- máticos mayores. Por ejemplo: ¿se había producido el hundimiento
yectorias de los vientos y las corrientes oceánicas en función de los de las antiguas civilizaciones de Oriente Próximo por una lenta re-
cambios de temperatura. Y había obviado efectos aún más ele- ducción de las precipitaciones a lo largo de siglos? La mayoría lo
mentales. Por ejemplo, el hecho de que, si el aire retenía más va- dudaba. Y de haber ocurrido tales cambios, todo el mundo supo-
por de agua a medida que se calentaba la Tierra, la humedad pro- nía que habrían afectado a tal o cual región local y no a la totali-
duciría sin duda más nubes. Las nubes reflejarían la luz solar de- dad del planeta.

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Es cierto que nadie ignoraba que en un pasado distante se habí- estudio. Durante la primera mitad del siglo XX, la ciencia del cli-
an producido enormes cambios climáticos. Los geólogos estaban ma íue un remanso de paz. La mayoría de quienes se llamaban a
trazando el mapa de la era, o más bien las eras, glaciales. En efecto, sí mismos "climatólogos" realizaban un laborioso trabajo llevan-
se había descubierto que aquellas inmensas capas de hielo habían do la cuenta de las medias de temperaturas estacionales, precipi-
oprimido a la mitad de Norteamérica y Europa y se habían retira- taciones y otras cosas por el estilo. Un grupo típico era el de los
do luego, no sólo una vez sino en repetidas ocasiones. Volviendo la empleados del Servicio Nacional de Meteorología de EE U U
mirada hacia un pasado más distante, los geólogos hallaron una era (U. S. Weather Bureau), "el equipo más acartonado que jamás se
tropical en la que los dinosaurios retozaban en regiones actualmente ha visto", en frase de un miembro de una generación posterior
árticas. Según una teoría popular, los dinosaurios perecieron al en- de geofísicos dedicados a la investigación. Su tarea consistía en
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friarse la Tierra a lo largo de millones de años (el cambio climático recopilar estadísticas de las condiciones meteorológicas del pasa-
podía ser grave si se esperaba lo suficiente). Así también, la Edad de do con el fin de aconsejar a los granjeros sobre posibles cultivos,
Hielo más reciente había concluido de manera gradual, explicaban o para describir a los ingenieros la magnitud probable de una co-
los geólogos, a medida que la Tierra recuperaba su temperatura ac- rriente a lo largo de la vida de un puente. Aquellos productos de
tual a lo largo de decenas de miles de años. Si se acercaba una nue- los climatólogos eran muy apreciados por sus clientes (y esa cla-
va glaciación, tardaría otro tanto en llegar. se de estudios continúa realizándose hasta hoy). Y ese tipo de tra-
El ritmo de avance y retroceso de las grandes capas de hielo no bajo científico tedioso y concienzudo iba a resultar indispensa-
había sido más rápido que el observado en el movimiento de los ble para los estudios sobre el cambio climático. Sin embargo, el
actuales glaciares de montaña. Esta idea encajaba a la perfección valor de esa clase de climatología para la sociedad se basaba en la
en el "principio de uniformidad", según el cual las fuerzas que mol- convicción de que las estadísticas del anterior medio siglo, más
dearon el hielo, las rocas, el mar y la atmósfera no han variado con o menos, podían describir de manera fiable las condiciones de
el tiempo. Dicho de otro modo: las cosas sólo pueden cambiar co- muchas décadas futuras. Los libros de texto comenzaron a des-
mo se ve que cambian en el presente. Los geólogos valoraban este cribir el "clima" como un conjunto de datos meteorológicos me-
principio como el cimiento mismo de su ciencia, pues, ¿cómo se dios a lo largo de altibajos temporales: se trataba de algo estable
podría estudiar algo de manera científica si las reglas no se man- por definición.
tuvieran constantes? La idea se había impuesto a lo largo de un si- Los pocos que fueron más allá de las estadísticas en un intento
glo de disputas. Los científicos habían abandonado dolorosamen- de hallar explicaciones utilizaron sólo la física más elemental. La
te tradiciones que explicaban ciertas características geológicas por temperatura y precipitaciones de una región estaban determinadas
el diluvio universal u otras intervenciones sobrenaturales súbitas. por la cantidad de luz solar en esa latitud, los vientos predomi-
Los apasionados debates entre teorías "uniformistas" y "catastro- nantes, la localización de las corrientes oceánicas que pudiesen ca-
fistas" habían enfrentado a la ciencia con la religión, pero sólo par- lentarlos o de las cordilleras capaces de detenerlos, y otros factores
cialmente. Muchos científicos piadosos y predicadores racionalis- similares. Quien buscase a un climatólogo en una universidad lo
tas estaban de acuerdo en que todo ocurría en función de proce- encontraría, todavía en 1950, en algún departamento de geogra-
sos naturales en un mundo gobernado por un ordenfiableim- fía, pero no de ciencias de la atmósfera o de geofísica (que, de to-
puesto por Dios. dos modos, apenas existían). Aquel campo se consideraba acerta-
Ciertos ideales de regularidad dominaban no sólo el estudio damente, de acuerdo con las quejas de un profesional, como "la
del clima sino también las carreras de quienes se dedicaban a ese rama menos brillante de la meteorología". 8

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Se oían, no obstante, hipótesis vigorosas sobre el cambio cli- podía predecir lluvia con tanto éxito como un doctor en meteoro-
mático, formuladas no tanto por climatólogos profesionales como logía. De hecho, la mayoría de los "profesionales" del U. S. Wea-
por no especialistas, como Callendar. En el momento en que (her Bureau carecía de titulación universitaria durante la primera
Callendar se dirigió a la Royal Meteorological Society, los meteo- mitad del siglo XX.
rólogos habían escuchado ya demasiadas ideas pintorescas, pues Sin embargo, forma parte de la naturaleza de los científicos no
aunque las glaciaciones eran cosa del pasado remoto y carecían, al cejar nunca en sus intentos de explicar las cosas. Aunque no exis-
parecer, de interés práctico, se alzaban como un grandioso reto in- i ía una teoría aceptada —de hecho, el propio término "teoría" ha-
telectual. Lo que intrigaba a las pocas personas que reflexionaban cía a los climatólogos fruncir el ceño en un gesto de escepticismo,
sobre el cambio climático no era la vaga posibilidad del calenta- había un elenco de fuerzas que podían alterar, probablemente, el
miento global, sino el formidable avance y retirada de las placas de clima. Los científicos descubrían responsables por todas partes, des-
hielo continentales. Tyndall, Arrhenius, Callendar y bastantes más de el interior de la Tierra hasta el espacio exterior. Las posibilida-
esperaban alcanzar fama perdurable resolviendo aquel famoso enig- des implicaban a media docena de ciencias distintas.
ma. De vez en cuando, la prensa entretenía a sus lectores y ponía La primera era la geología. Las explicaciones más ampliamente
en evidencia a los climatólogos exponiendo una media docena de aceptadas acerca de las glaciaciones dirigían su mirada al interior
teorías convincentes a medias, anunciadas por tal o cual profesor de la Tierra. Era absolutamente seguro que los climas cambiarían
universitario o por algún aficionado excéntrico. Según lo expresa- si alguna gran convulsión elevase cordilleras montañosas impi-
ba un autor, "cualquier individuo tiene su propia teoría, y todas diendo, por ejemplo, el paso de los vientos dominantes. De ma-
suenan bien, hasta que se presenta el siguiente con la suya y hace nera similar, el ascenso o descenso de una cadena de islas podía
trizas a los demás".9
modificar el curso de la corriente del Golfo haciendo que su calor
No siempre resultaba sencillo distinguir a los científicos profe- no llegase a Europa. Esa clase de fuerzas podrían explicar, quizá, la
sionales de los aficionados cuando anunciaban sus teorías. Era di- diferencia entre una época cálida en tiempo de los dinosaurios y
fícil que la climatología pudiese ser científica, si la propia meteo- otra fría durante las glaciaciones. Sin embargo, la formación de
rología era más arte que ciencia. Los mejores intentos de utilizar la montañas requería millones de años, mientras que las placas de hie-
física y las matemáticas para describir el tiempo meteorológico lo continental se habían formado y retirado en sólo unos cientos
— o, incluso, rasgos sencillos y regulares de la atmósfera del planeta, de miles. Para explicar modificaciones climáticas tan relativamen-
como los vientos alisios— no habían llevado a ningún lado. De la te rápidas, los geólogos tendrían que buscar otras fuerzas.
misma manera que, en la mayoría de los casos, los climatólogos só- En 1783, una fisura volcánica abierta en Islandia hizo erupción
lo podían predecir una estación climática observando los registros con enorme violencia derramando kilómetros cúbicos de lava. La
de años anteriores, los meteorólogos sólo podían intentar predecir isla sufrió una nevada de ceniza y carbonilla. La hierba se secó, y
el tiempo del día siguiente por comparación con el del anterior. tres cuartas partes del ganado murieron de hambre, seguidas por
Esto se hacía a veces de forma sistemática, cotejando el mapa de la un cuarto de la población. Una niebla peculiar atenuó durante me-
situación meteorológica actual con un atlas climático antiguo, pe- ses la luz solar en Europa occidental. Benjamín Franklin, de visita
ro, en la mayoría de los casos, quienes pronosticaban el tiempo se en Francia, advirtió el frío poco habitual de aquel verano y conje-
limitaban a contemplar la situación presente y se basaban en su ex- turó que podría haber sido causado por la "niebla" volcánica. La
periencia y en algunos cálculos sencillos, reglas prácticas e intui- idea se impuso. Afinalesdel siglo XIX, la mayoría de los científi-
ción personal. Un aficionado astuto sin credenciales académicas cos creía que las erupciones volcánicas podían afectar realmente a

22 23
regiones extensas, e incluso a todo el planeta. Los cielos cargados lira una explicación sutil y sólo la aceptaron unos pocos. La cir-
de humo durante los períodos de erupciones volcánicas masivas culación de los océanos, al igual que muchas otras cosas, se veía co-
eran, quizá, la causa de los distintos avances de los glaciares du- mo un equilibrio perfecto que seguía perpetuamente el mismo
rante las edades de hielo. Rumbo. Eso era lo que observaban los científicos, si bien sólo por-
Según otros científicos, la respuesta no estaba en la geología si- que las mediciones en el mar eran pocas y dificultosas. Nadie ha-
no en los océanos, cuya inmensa masa contenía los principales in- bía visto razón alguna para realizar el largo esfuerzo requerido pa-
gredientes del clima: mucha más agua que la tenue atmósfera, por ra idear unos aparatos con los que llevar a cabo mediciones preci-
supuesto, además de la mayoría de los gases del planeta disueltos sas en los mares. Los oceanógrafos rastreaban las corrientes por el
en el agua marina. Sólo los metros superiores de los océanos con- simple método de lanzar botellas al océano. Aquel tipo de medi-
tenían más energía térmica que toda la atmósfera en conjunto. El ciones no podía detectar un cambio en el régimen de las corrien-
rasgo principal de la circulación del calor superficial de la Tierra tes, aunque los científicos hubiesen pensado en buscarlo. Poco a
fue descubierto en el siglo XIX, cuando se advirtió que el agua ex- poco, los oceanógrafos esbozaron una pauta de corrientes estables.
traída de las profundidades se hallaba próxima a la congelación en Harald Sverdrup expuso el cuadro completo en un manual pu-
todas partes del mundo (los oceanógrafos afirman que la investi- blicado en 1942. En él describía, como un elemento más de una
gación comenzó cuando un científico que navegaba por el trópi- lista de numerosas características oceánicas, que el agua densa y fría
co a bordo de un barco de vapor vio que un camarero enfriaba las se hunde cerca de Islandia y Groenlandia y fluye hacia el sur por
botellas de vino sumergiéndolas desde la borda). Aquel agua debía las profundidades marinas. Para completar el ciclo del Atlántico
de hundirse en la regiones árticas y fluía por el fondo en dirección norte, el agua caliente de los trópicos deriva lentamente rumbo al
al ecuador. La idea tenía sentido, pues era de esperar que el agua norte cerca de la superficie. Los vientos le proporcionan proba-
se sumergiese allí donde los vientos árticos la enfriaban, hacién- blemente un impulso adicional, aunque su efecto sea incierto. Los
dola, por tanto, más densa. oceanógrafos debatieron sobre la importancia correlativa de los ali-
Sin embargo, los cálidos mares tropicales convertían rápidamente sios, el calor y la salinidad en la circulación del Atlántico norte sin
la humedad en vapor. Aquella humedad acababa cayendo más al medios para resolver la cuestión. En cualquier caso, parecía un pro-
norte en forma de lluvia y nieve, lo que provocaba una mayor sa- blema de menor importancia. Sverdrup no se dio cuenta de que el
linidad en las aguas ecuatoriales. Pero cuando el agua se saliniza, se inmenso volumen de agua caliente que derivaba hacia el norte po-
densifica; siendo así, ¿no deberían las aguas oceánicas hundirse en día ser significativo para el clima. Al igual que todos los oceanó-
los trópicos? En los años intermedios entre los siglos XIX y XX, un grafos de su tiempo, prestó la máxima atención a las corrientes rá-
polifacético científico norteamericano, T. C. Chamberlin, se inte- pidas superficiales, como la del Golfo. Sólo ellas parecían contar
resó por esta cuestión. Imaginó que "la batalla entre la temperatu- en los asuntos que preocupaban realmente a los oceanógrafos: la
ra y la salinidad está bastante empatada [...] y para alterar el equi- navegación, las pesquerías y los climas regionales.
librio no se requiere un profundo cambio". Es posible que en eras
10
Otra idea acerca de las causas del cambio climático llegó de un
geológicas anteriores, cuando los polos eran más calientes, las aguas origen completamente distinto. Desde la Grecia antigua, la gente
saladas del océano se hundieran en los trópicos y resurgieran cerca corriente y los eruditos se habían preguntado, tanto unos como
de los polos. Aquella inversión de la circulación actual, conjetura- otros, si talar un bosque o esquilmar un pastizal hasta dejar la tie-
ba Chamberlin, podía haber contribuido a mantener el calor uni- rra desnuda podía modificar el clima del entorno. Parecía de sen-
forme del mundo experimentado en un pasado distante. tido común que cambiar una cubierta vegetal de árboles por trigo,

24 25
o sustituir la hierba por un desierto, afectaba a la temperatura y las ÍÉtrÓnomo del siglo XVIII. Herschel observó que el brillo de algu-
precipitaciones. Los norteamericanos del siglo XIX sostenían que nas estrellas era variable y que nuestro Sol es también una estrella.
la colonización del país había traído consigo un clima menos ás- ,; Podría el Sol cambiar de brillo, provocando en la Tierra períodos
pero, y los labradores que llegaban a las Grandes Llanuras alarde- más fríos o más cálidos? Las conjeturas se multiplicaron a media-
aban diciendo que la "lluvia sigue al arado". dos del siglo XIX tras el descubrimiento de que el número de man-
A finales del siglo XIX, los meteorólogos habían reunido sufi- chas observadas en el Sol aumentaba y disminuía siguiendo un ci-
cientes datos meteorológicos fiables como para someter a prueba clo regular de 11 años. Al parecer, las manchas solares reflejaban al-
aquella hipótesis, que no superó el examen. La transformación, gún tipo de actividad tormentosa en la superficie del Sol, una acti-
incluso, de todo el ecosistema del este norteamericano, converti- vidad violenta con efectos cuantificables en el campo magnético de
do de bosques en tierra de cultivo, había influido en el clima de la Tierra. ¿Era, quizá, posible que las manchas solares estuvieran vin-
manera escasamente perceptible. Al parecer, la atmósfera era in- culadas de alguna manera al tiempo meteorológico (por ejemplo, a
diferente a la biología." Aquello parecía bastante razonable. Fue- las sequías)? Ello provocaría alzas o descensos en el precio del gra-
ran cuales fuesen las fuerzas capaces de cambiar el clima, tenían no, por lo que algunos buscaron relaciones con el mercado de va-
que ser, sin duda, bastante más poderosas que el delgado manto lores. El estudio de las manchas solares podría proporcionar tam-
de materia orgánica que cubría algunas franjas de la superficie del bién indicios sobre alteraciones climáticas a largo plazo.
planeta. Charles Greeley Abbot, del Smithsonian Astrophysical Obser-
Un puñado de científicos no lo creía así. El pensador más pro- vatory, demostró mayor tenacidad. Este observatorio contaba ya con
fundo fue el geoquímico ruso Vladimir Vernadsky. A partir de su un programa de medición de la intensidad de la radiación del Sol
trabajo en la movilización de la producción industrial durante la recibida en la Tierra, denominada constante solar. Abbot llevó ade-
Primera Guerra Mundial, Vernadsky se dio cuenta de que el volu- lante el programa con gran resolución, y a comienzos de la década
men de materiales producido por la industria humana se hallaba de 1920 había llegado a concluir que la denominación de constan-
cerca de alcanzar proporciones geológicas. Analizando procesos te solar era inapropiada. Sus observaciones demostraron grandes va-
bioquímicos llegó a la conclusión de que el oxígeno, el nitrógeno riaciones en períodos de días, que él relacionó con el desplazamiento
y el CO2 que constituyen la atmósfera terrestre habían sido depo- de las manchas solares a lo largo de la superficie del Sol. En plazos
sitados en ella en gran parte por criaturas vivas. En la década de de varios años, el Sol de mayor actividad parecía ser casi un 1% más
1920 publicó algunas obras en las que mantenía que los organis- brillante. Abbot había anunciado ya en 1913 que podía observar
mos vivos constituían una fuerza de remodelación del planeta com- una correlación obvia entre el ciclo de las manchas solares y los ci-
parable a cualquier fuerza física. Vernadsky observó, además, la clos de temperatura terrestre. Como persona segura de sí misma y
aparición en escena de una fuerza nueva y aún mayor: la inteli- combativa, defendió sus hallazgos contra cualquier objeción y ex-
gencia. Sin embargo, sus declaraciones visionarias acerca de la hu- puso entre tanto al público que los estudios solares aportarían me-
manidad como fuerza geológica no tuvieron un público muy am- joras maravillosas a las predicciones meteorológicas. Otros científi-
plio y fueron consideradas por la mayoría de sus lectores como me- cos mantuvieron un discreto escepticismo, pues las variaciones da-
ras divagaciones románticas. das a conocer por Abbot rondaban los márgenes de lo detectable.
La astronomía, la ciencia aparentemente menos terrenal, reivin- El estudio de los ciclos gozó de una popularidad generalizada
dicó un derecho aún mayor a explicar el clima. Esta reclamación durante la primera parte del siglo XX. Los gobiernos habían reco-
fue planteada por primera vez por William Herschel, un destacado pilado gran cantidad de datos meteorológicos con los que jugar, y

26 27
la gente encontró inevitablemente correlaciones entre los ciclos de Los períodos glaciales parecían atenerse a una pauta cíclica. Los
manchas solares y las pautas meteorológicas seleccionadas. Si las avances y retrocesos de antiguos glaciares podían detectarse me-
precipitaciones no encajaban con el ciclo en Inglaterra, quizá lo hi- diante las grandes acumulaciones de grava (morrenas) que marca-
ciera la actividad tormentosa en Nueva Inglaterra. Científicos res- ban el punto donde se había detenido el hielo, y por las riberas fó-
petados y aficionados entusiastas insistían en haber hallado pautas siles de los lagos de regiones actualmente secas. Partiendo de estu-
lo bastante fiables como para realizar predicciones. dios meticulosos de esas características superficiales, primero en
Sin embargo, todos los pronósticos fallaban antes o después. Un Europa y luego en todo el mundo, una generación de geólogos
ejemplo fue el de la predicción sumamente creíble de un período elaboró una serie. Según sus descubrimientos, había habido cua-
de sequía en África durante el mínimo de manchas solares a co- tro avances y retrocesos distintos, cuatro glaciaciones. La cronolo-
mienzos de la década de 1930. Según recordó más tarde un mete- gía de Croll no encajaba en absoluto con aquella serie.
orólogo, al comprobarse que el período había resultado húmedo, No obstante, unos cuantos entusiastas siguieron adelante con
"el asunto de las manchas solares y las relaciones meteorológicas la teoría. Al frente de ellos se encontraba un ingeniero serbio, Mi-
cayó en descrédito, especialmente entre los meteorólogos británi- lutin Milankovitch, que, entre las dos guerras mundiales, no sólo
cos, testigos del desconcierto de algunos de sus superiores más res- mejoró los tediosos cálculos de las distancias variables y los ángu-
petados". Ya en 1960, aquel mismo meteorólogo afirmó que, "pa- los de la radiación del Sol sino que propuso una nueva idea im-
ra un joven estudioso [del clima], mantener cualquier afirmación portante. Supongamos, dijo, que hubo un tiempo en que la luz so-
sobre las relaciones entre el Sol y el tiempo climático equivalía a lar que incidía en una zona de latitud elevada en un determinado
que le tildaran de excéntrico". Algo, sin embargo, había causado
12
hemisferio era tan débil, incluso en verano, que la nieve caída en
las glaciaciones. Los ciclos solares a largo plazo eran tan probables invierno no llegaba a fundirse. En tal caso se acumularía año tras
como cualquier otra posibilidad. año. Como había observado Croll, una cubierta de nieve reflejaría
Parecía que apenas había ciencia —incluida la mecánica celes- la luz del Sol. Así, el campo de nieve habría aumentado con el pa-
te— que no pudiera reivindicar algún derecho sobre el clima. En so de los siglos hasta convertirse en una placa de hielo continen-
la década de 1870, James Croll publicó unos cálculos sobre la su- tal.
til influencia de los impulsos gravitacionales del Sol, la Luna y los En la década de 1940, algunos manuales de climatología ense-
planetas en los movimientos de la Tierra. La inclinación del eje te- naban que los cálculos de Milankovitch ofrecían una solución ve-
rrestre y la forma de su órbita en torno al Sol oscilaban levemente rosímil al problema de los ritmos de las glaciaciones. Las pruebas
en ciclos que duraban decenas o centenares de miles de años. Du- auc apoyaban esta teoría procedían de las varvas, palabra sueca
rante algunos milenios, el hemisferio norte habría recibido en in- que designa los depósitos sedimentarios que cubren el fondo de
vierno un poco menos de luz solar que en otras épocas. La nieve algunos lagos septentrionales. El deshielo de primavera deposita-
se habría acumulado y, según sostenía Croll, aquella situación ha- ba cada año una capa de cieno. Los científicos extrajeron mues-
bría provocado una glaciación que se sostuvo por sí sola. La cro- t ras de aquella arcilla gris y lisa de los lechos de los lagos y conta-
nología de esa clase de cambios se podía calcular con exactitud re- ron minuciosamente los estratos. Algunos investigadores comu-
curriendo a la mecánica clásica (al menos en principio, pues sus nicaron que habían descubierto un ciclo de cambios de 21.000
matemáticas eran peliagudas). Croll creía que los ciclos astronó- a n o s . Ea cifra correspondía aproximadamente al tiempo de una
micos estaban aproximadamente sincronizados con los de las gla- oscilación del eje terrestre calculado por Milankovitch (la "prece-
ciaciones. sión de los equinoccios").

28 29
Pero las cifras de Milankovitch, como las de Croll, no coincidí- ile plano cualquier teoría y se desentendió del cambio climático
an con la serie normalizada de cuatro glaciaciones presente en to- p o i considerarlo un enigma demasiado difícil de resolver con los
dos los manuales de geología. Y lo que es peor, el conjunto de la ú t i l e s disponibles. La idea de que los seres humanos influían en el
teoría tenía en contra un argumento de física elemental. Las va- . l i m a mundial mediante las emisiones de CO2 se dejó en el cajón
riaciones calculadas por Milankovitch en el ángulo e intensidad de i m i t o con otras trivialidades y se consideró una teoría más rara y
la luz solar incidente eran escasas. La mayoría de los científicos con- llenos atractiva que la mayoría de las propuestas hasta entonces.
sideraba traída por los pelos la afirmación de que una minúscula
alteración de la luz solar, demasiado pequeña para ser percibida a
simple vista, pudiese sepultar medio continente bajo el hielo. En-
tonces, ¿cuál había sido la causa de las glaciaciones? Cualquiera po-
día seguir conjeturando los motivos.
Cuando en 1938 habló ante los miembros de la Royal Meteo-
rological Society, Callendar era uno más de los muchos que habí-
an reflexionado sobre el cambio climático. Refiriéndose a medi-
ciones del CO2 extraídas por él de viejas y oscuras publicaciones,
sostuvo que el nivel del gas en la atmósfera había aumentado un
poco desde comienzos del siglo XIX. Los especialistas tenían sus
dudas. En su opinión, nadie había sido capaz de realizar medicio-
nesfiablesde las ligeras trazas de CO2 en la atmósfera. Al parecer,
Callendar había recogido únicamente los datos que apoyaban su
tesis (sólo mirando atrás podemos confirmar lo atinado de su jui-
cio). Era cierto que había recopilado las pruebas más convincentes
existentes hasta entonces sobre un aumento de las temperaturas glo-
bales. Pero, ¿había algún motivo para vincular ese aumento al CO2?
La cuestión no era un problema urgente. El propio Callendar
pensaba que el calentamiento global sería algo bueno para la hu-
manidad, pues contribuiría a que los cultivos fueran más abun-
dantes. En cualquier caso, calculó que no lograríamos hacer subir
la temperatura mundial ni mucho ni pronto; tal vez un grado a fi-
nales del siglo XXII. Los meteorólogos presentes entre sus oyentes
consideraron su argumentación interesante pero poco convincen-
te, y la descartaron con unas cuantas observaciones expuestas en
tono de superioridad.
Así pues, los debates continuaron. Algunos especialistas defen-
dieron teorías personales sobre la causa del cambio climático ha-
blando de una fuerza única y predominante. La mayoría desechó

30 31
2
El descubrimiento de una posibilidad

A ( \Kiries David Keeling —Dave para sus amigos— le gustaba la


«111 i 111 ica y el aire libre. A mediados de la década de 1950, siendo
estudiante de posdoctorado en el Instituto Tecnológico de Cali-
loi nia, le enviaron a los espacios esterilizados y malolientes de los
laboratorios, pero él dedicaba todo el tiempo posible a recorrer
moniañas y ríos entre bosques. Keeling eligió para su estudio te-
mas de investigación que le mantuvieran en contacto directo con
l.i naturaleza. La observación del nivel de CO2 en campo abierto
1 i s i iltó ser exactamente lo que buscaba. Su trabajo fue un ejemplo
de cómo los estudios geofísicos suelen estar basados en el amor al
mundo real. Cuando un científico dedicaba sus años a investigar
e n tundras solitarias o en algún barco que surcaba mares agita-
d o s — materias de relevancia menor para muchos de sus iguales,
<|tiizás estaba motivado en parte por su incapacidad para pasar la
vida entre cuatro paredes. Sin embargo, su investigación resultaba
a veces más significativa de lo que nunca habían esperado.
El estudio del CO2 atmosférico tenía poco que ofrecer a un cien-
nlico ambicioso. Al margen de la remota posibilidad de que pu-
diese desempeñar alguna función en el cambio climático en perí-
o d o s de miles de años, la gente sentía sólo una leve curiosidad por
conocer cómo los vientos arrastraban los materiales necesarios pa-
ra el crecimiento de los cultivos, entre ellos el carbono del CO2.
I Jn grupo de escandinavos había intentado aplicar un programa
de seguimiento. Sus mediciones del CO2 fluctuaban ampliamen-

33
te entre lugares distintos e, incluso, de un día para otro en función II proyecto científico quedó aplazado por la guerra, pero el de-
del paso de las masas de aire que transportaban concentraciones de p.n i.miento de meteorología de Chicago se amplió enormemente
gas emitidas por un bosque o una fábrica. "Con ese tipo de medi- din.une los años del conflicto. Rossby y sus colegas formaron a
ciones parece casi imposible", confesaba un especialista, "llegar a l i n o s 1.700 meteorólogos militares en cursos de un año. De ma-
obtener cálculos fiables sobre la concentración de dióxido de car- ncra similar, las empresas docentes y de investigación prosperaron
bono en la atmósfera y sus cambios seculares". Además, al mar-
1
Cn otras instituciones y otros campos de la geofísica a medida que
gen del interés personal de Keeling, ¿había algún organismo dis- los combatientes buscaban cualquier posible migaja de conoci-
puesto a darle dinero para realizar un nuevo intento? miento sobre vientos, océanos y playas donde fueran a luchar. Era
La respuesta a esta breve pregunta es larga e interesante. Co- algo que merecía la pena, pues los meteorólogos y otros geocientí-
mienza con los cambios revolucionarios aportados a la comunidad lu os proporcionaban información vital para todo tipo de cosas,
científica norteamericana por la Segunda Guerra Mundial y el ini- desde las misiones de bombardeo hasta la invasión de Normandía.
cio de la Guerra Fría. Fijémonos, como un caso típico, en la trans- En 1945, conforme remitía el esfuerzo bélico, los científicos se
formación de la meteorología. Los generales y almirantes, muy picgulitaban qué sería de aquellas empresas. La Armada de Esta-
conscientes de que las batallas pueden depender del tiempo at- dos Unidos decidió tomar cartas en el asunto yfinanciarestudios
mosférico, necesitaban a los meteorólogos. El ejército de EE U U de base a través de un nuevo Departamento de Investigación
acudió a instituciones como la Universidad de Chicago, donde un Naval (Office of Naval Research). El apoyo a la ciencia, asumido
departamento de meteorología recientemente creado era uno de también más tarde por otros organismos militares, fue impulsado
los pocos lugares del mundo en los que esta cuestión se estudiaba p o r un grupo de oficiales que veían la necesidad de científicos pa-
con absoluto rigor científico. I.I muchosfines.El radar, las bombas atómicas y docenas de otros
Ello se debía a Carl-Gustav Rossby. Rossby, que había estudia- ai teractos científicos apenas imaginables diez años antes habían
do física matemática en Estocolmo, había llegado a Estados Uni- abreviado la guerra, si es que no la habían decidido. ¿Quién era ca-
dos en 1925 para trabajar en el Weather Bureau, el Servicio Nacio- paz de adivinar qué investigaciones fundamentales se realizarían a
nal de Meteorología, y no tardó en abandonar asqueado aquel ador- i ontinuación? La disponibilidad sin trabas de unos cerebros pre-
milado departamento. Al ser un hombre sobresaliente, no sólo co- parados podía ser esencial en futuras situaciones de emergencia.
mo teórico sino también como empresario y organizador, creó en Entre tanto, los científicos que hicieran descubrimientos célebres
el Instituto Tecnológico de Massachussets el primer programa pro- darían prestigio a la nación en la competición mundial con la
fesional de meteorología de la nación. En 1942 se trasladó a Chi- l Inión Soviética en marcha ya para entonces: la Guerra Fría. Ha-
cago para establecer otro. Rossby era el líder de un grupo disperso bía, pues, motivos para apoyar a los buenos científicos, sin que im-
de meteorólogos decididos a dar al estudio del clima un carácter au- portara qué problemas decidieran resolver. No obstante, algunos
ténticamente científico. En lugar de la climatología tradicional, que i ampos de la ciencia eran más iguales que otros en cuanto a las
se limitaba a enumerar descripciones del clima "normal" e inalte- ventajas que podían proporcionar a largo plazo a EE UU.
rado de cada región geográfica, su propósito era llegar a una com- La geología física era uno de esos campos privilegiados. Las au-
prensión más compleja del clima a partir de los principios funda- toridades militares reconocían que necesitaban entender casi todo
mentales de la física. Aquel objetivo era un ejercicio de matemáti- sobre los entornos donde actuaban, desde las profundidades del
ca pura, deliberadamente apartado de las fluctuaciones del tiempo océano hasta lo más alto de la atmósfera. En vista de la compleja
meteorológico real y las incertidumbres de los pronósticos diarios. interconexión existente entre todas las realidades geofísicas, los or-

34 35
ganismos militares estuvieron dispuestos a patrocinar muchos ti- míe llevó a l'lass a sentir curiosidad por el cambio climático fue-
pos de investigación. Luego, por razones prácticas bien fundadas, i o n sus amplias lecturas sobre temas de ciencia pura. Por casuali-
el gobierno de EE UU apoyó los trabajos de geofísica en el senti- dad se topó con la desacreditada teoría de que las glaciaciones po-
do más amplio. Si de paso se realizaban descubrimientos científi- dían explicarse en función de cambios en el CO2 y comenzó a es-
cos, serían un suplemento bien recibido. tudiar, como complemento a su trabajo oficial, de qué manera es-
La meteorología fue objeto de un favor especial. Las Fuerzas Aé- te gas presente en la atmósfera absorbía los rayos infrarrojos. An-
reas se preocupaban, como es natural, por los vientos y fueron es- tes ile concluir sus análisis se trasladó al sur de California para unir-
pecialmente generosas en su ayuda, pero otros departamentos mi- se a un grupo de la empresa Lockheed que estudiaba cuestiones re-
litares y civiles se unieron a ellas en el fomento de una investiga- 1.11 ivas a la absorción de radiación infrarroja relacionadas directa-
ción que, tal vez, acabase mejorando el pronóstico del tiempo. Ade- mente con los misiles y otros tipos de armas que rastreaban calor.
más de las previsiones diarias, algunos especialistas soñaban con Futre tanto ("por las noches", según recordaría, interrumpiendo
modificar deliberadamente las condiciones meteorológicas. La aten- momentáneamente sus estudios sobre armamento) puso por es-
ción pública se sintió atraída en la década de 1950 por ciertos pla- 1 lito sus resultados sobre el efecto invernadero. 2

nes para provocar lluvia "sembrando" las nubes con gases de yo- l'lass conocía las antiguas objeciones a la teoría del cambio cli-
duro de plata, y algunos políticos y altos funcionarios tomaron en mático por el efecto invernadero: en las zonas del espectro donde
consideración dichos planes. Hubo presiones sobre el gobierno de se producía la absorción de los rayos infrarrojos, el CO2 y el vapor
EE UU para que subvencionara diversos estudios meteorológicos de agua presentes en la atmósfera bastaban para retener toda la ra-
en la esperanza de mejorar la agricultura mediante oportunas pre- diación susceptible de ser bloqueada y, por tanto, los cambios en
cipitaciones. La nación entendía que también se podía aniquilar a el nivel de la presencia del gas carecían de importancia. En la dé-
un enemigo con sequías o nevadas interminables (¡una guerra ver- ( ada de 1940, nuevas mediciones y un mejor planteamiento teó-
daderamente fría!). Algunos científicos advirtieron de que la "gue- 1 h o habían suscitado dudas sobre este punto. En realidad, las an-
rra climática" mediante siembra de nubes o actividades similares tiguas mediciones, realizadas con presión al nivel del mar, infor-
podía resultar más eficaz, incluso, que las bombas nucleares. maban escasamente sobre el aire frío y enrarecido de las regiones
Todos aquellos programas tenían como objetivo la predicción superiores de la atmósfera, donde se producía la mayor parte de la
y, quizá, el control temporal de las condiciones meteorológicas en absorción de los rayos infrarrojos. En aquellas cotas, las bandas an-
una región delimitada. En cambio, las cuestiones relativas al cam- 1 lias que retenían totalmente la radiación en el nivel del mar se des-
bio climático a largo plazo en el conjunto del planeta no constitu- 1 omponían en grupos de líneas espectrales estrechas, a la manera
ían un campo de investigación favorecido. ¿Para qué gastar dine- de una verja con espacios intermedios por donde podía colarse la
ro, por ejemplo, en investigar los efectos globales del aumento del 1.id ¡ación. Según las nuevas mediciones de precisión a presiones
CO2, si no se esperaba que esos cambios se produjesen en siglos o, bajas, respaldadas por una teoría mejorada, la adición de más CO2
con mayor probabilidad, nunca? podía realmente modificar la cantidad de radiación absorbida.
Nadie aconsejó a Gilbert Plass que estudiara el calentamiento Era imposible decir nada más concreto sin realizar cálculos ex-
por el efecto invernadero. El Departamento de Investigación Na- tensos. Por suerte, Plass pudo disponer de los ordenadores digita-
val le apoyó con el fin de que realizase cálculos teóricos para un les recién inventados. Sus prolijos cálculos demostraron que la adi-
grupo experimental de la Universidad Johns Hopkins que estu- t ion o sustracción parcial de CO2 podía ejercer una influencia re-
diaba la radiación infrarroja. Según recordaba más tarde, lo único duciendo o aumentando seriamente la cantidad de radiación que

36 37
escapaba al espacio desde la superficie de la Tierra. En 1956, Plass serado encontrarse nunca con algo así y no lograron poner al
anunció que la actividad humana podía aumentar la temperatura dcst ubierto todos los errores de sus técnicas, como lo había con-
media mundial "a un ritmo de 1,1 °C por siglo". Ncguido Keeling).
El cálculo de Plass era demasiado rudimentario como para con- I a siguiente pregunta era si el nivel estaba aumentando de for-
vencer a otros científicos, pues había dejado de lado factores esen- ma gradual, como sospechaban Plass y Callendar. Esta cuestión te-
ciales, como los posibles cambios en el vapor de agua y las nubes. nia pocas posibilidades de atraer fondos de investigación. Los es-
Pero demostró un punto fundamental: que no podía desdeñarse el pecialistas creían que cualquier aumento del CO2 sería demasiado
efecto invernadero con el viejo argumento de que la adición de más lento para tener importancia en los próximos siglos, y probable-
CO2 no suponía ninguna diferencia. Plass advirtió de que el cam- mente no llegaría a producirse nunca. En efecto, si Plass había de-
bio climático podía ser "un problema grave para las generaciones mostrado que la absorción de rayos infrarrojos no eliminaba el ca-
futuras" (aunque sólo al cabo de varios siglos). Al igual que Ar- lentamiento por el efecto invernadero, subsistía otra objeción a la
rhenius y Callendar, Plass estaba interesado principalmente por el teoría. ¿No podía ser que, sencillamente, los océanos se tragaran
misterio de las glaciaciones. Pensaba que un aumento constante de 1 ualquier cantidad adicional de CO2 que los humanos pudiésemos
la temperatura mundial hastafinalesde siglo sería importante so- dejar escapar a la atmósfera?
bre todo para los científicos, al confirmar la teoría del cambio cli- I )aba la casualidad de que, en aquel momento, era ya posible
mático por la presencia de CO2. 3

seguir los desplazamientos del carbono gracias a una nueva herra-


La filial de la Lockheed no se hallaba lejos del Instituto Tecno- mienta: el radiocarbono (un isótopo radiactivo, el carbono 14).
lógico de California, donde Dave Keeling intentaba encontrar una I Jurante la guerra, esta clase de isótopos había sido objeto de in-
solución a sus propios planteamientos sobre el CO>. Keeling leyó tensos estudios para la construcción de armas nucleares, y el ritmo
el trabajo de Plass, habló con él y quedó impresionado. Al comenzar de la investigación no había decaído en los años de posguerra. Se
a estudiar los niveles de fluctuación del CO2 en la atmósfera, ha- habían ideado instrumentos sensibles para detectar la lluvia ra-
bía hablado de sus posibles aplicaciones en la agricultura. Pero lo diactiva producida por las pruebas nucleares soviéticas, y algunos
que le interesaba de verdad era el estudio puramente científico de I lentíficos utilizaron aquellos aparatos para medir el radiocarbo-
la geoquímica a escala mundial. ¿Qué procesos afectaban al nivel no. Sus estudios obtuvieron también ayudas de grupos interesados
de CO2, y sobre qué influía, a su vez, ese nivel? muy ajenos a la Guerra Fría. Los arqueólogos y filántropos que los
Responder a estas preguntas requería mediciones de un gra- apoyaron estaban fascinados por la capacidad de las mediciones
do de exactitud superior al que podía lograrse con cualquier ins- por radiocarbono para proporcionar dataciones exactas de restos
trumento existente en el mercado. Keeling dedicó meses de in- antiguos, como momias o huesos descubiertos en cavernas. El isó-
vestigación, ingenio y esfuerzos a construir su propio instru- topo se crea en la atmósfera superior, donde las partículas de rayos
mental. Al medir el aire en diversos lugares de California, refi- t ósmicos procedentes del espacio exterior chocan con átomos de
nando pacientemente sus técnicas, Keeling descubrió que en los II i t rógeno transformándolos en carbono radiactivo. Se suponía que
parajes más intactos obtenía reiteradamente las mismas cifras. una parte de ese radiocarbono se introducía en los seres vivos. Tras
Aquellos números debían ser el verdadero nivel de base del CO2 la muerte de un ser viviente, el isótopo se descomponía lentamen-
atmosférico subyacente a las concentraciones pasajeras emitidas te durante milenios a una tasa fija. De ese modo, cuanto menos ra-
por alguna fábrica o granja situadas en las proximidades. (Los diocarbono quedara en un objeto en relación con el carbono nor-
científicos escandinavos que habían estudiado el gas no habían mal, más antiguo sería.

38 39
Como la mayoría de las mediciones técnicas que tienen un pa- Esie oceanógrafo era Roger Revelle, un investigador y adminis-
pel en esta historia, fue mucho más fácil describir en principio la n.ulor lleno de energía, impulsor de la expansión de la Scripps Ins-
datación por radiocarbono que llevarla a la práctica. Había que ex- liiution of Oceanography, próxima a San Diego (California). La
cluir, desde luego, con todo rigor cualquier contaminación de una Scripps Institution de antes de la guerra, asentada sobre un im-
muestra por carbono ajeno (incluso por el proveniente de las hue- presionante acantilado con vistas al Pacífico, había sido un labo-
llas digitales del investigador), pero esto era sólo el comienzo. Pa- ratorio marítimo típico, tranquilo y aislado, con su pequeño gru-
ra extraer una muestra microscópica y procesarla se requerían ope- |)i(o de una docena, más o menos, de investigadores chismorreros
raciones delicadas. Y hasta que las personas que trabajaban con el y un solo barco oceanógrafico. Se sostenía con el patrocinio priva-
radiocarbono no llegaron a comprender que sus resultados debían do, que flaqueó cuando la Depresión hizo mella en los recursos de
corregirse en función de la temperatura de la habitación e, inclu- la familia Scripps. En cambio, la Scripps Institution de posguerra
so, de la presión barométrica, la incertidumbre y la frustración fue- estaba convirtiéndose en algo muy distinto: un complejo de mo-
ron lo más habitual. dernos laboratorios. Revelle, en un intento por complementar la
Uno de los nuevos especialistas en radiocarbono, el químico ayuda básica obtenida de fondos públicos a través de la Universi-
Hans Suess, pensó en aplicar aquella técnica al estudio de la geo- dad de California, consiguió financiación para diversos proyectos
química. Se le ocurrió que el carbono emitido por los seres huma- contratados por el Departamento de Investigación Naval, patrón
nos en la combustión de carbón y petróleo era realmente antiguo nato de cualquier estudio relacionado con los océanos, así como
y había perdido su radiactividad hacía mucho tiempo. Tras reco- por otros organismos federales. Una de las muchas buenas ideas de
ger madera de árboles seculares, la comparó con muestras moder- Revelle fue utilizar parte del dinero para contratar a Suess en la
nas. En 1955, Suess anunció haber detectado una adición de car- Scripps y hacer que continuase con sus estudios sobre radiocarbo-
bono antiguo a la atmósfera moderna, a partir probablemente del no. Ambos unieron sus fuerzas en diciembre de 1955, combinan-
consumo de combustibles fósiles. Pero imaginó que aquel carbo- do sus correspondientes especializaciones para estudiar el carbono
no adicional sumaba apenas un 1 % de todo el existente en la at- de los océanos.
mósfera (cifra tan baja que, según su conclusión, la mayor parte A partir de mediciones del radiocarbono en el agua del mar y el
del procedente de los combustibles fósiles no tardaba en ser cap- aire, Suess y Revelle dedujeron que las aguas oceánicas superficia-
tado por los océanos). Tendría que transcurrir una década hasta les tomaban de la atmósfera una molécula característica de CO2 en
que Suess consiguiera realizar mediciones más precisas que de- el plazo aproximado de una década. Esta conclusión fue confir-
mostrarían la presencia de una proporción de carbono fósil mu- mada por otros científicos que analizaron la cuestión por aquellas
cho más elevada. mismas fechas. En efecto, los océanos absorbían la mayor parte del
Todos conocían lo complicado que resultaba medir el radiocar- carbono añadido a la atmósfera por los seres humanos. La única
bono y, como es obvio, los datos de Suess fueron preliminares e in- pregunta aún no resuelta, al parecer, era si se acumulaba en la zo-
seguros. El hecho importante demostrado por él fue la presencia na superficial o si las corrientes la transportaban al fondo de los
de carbono fósil en la atmósfera. Si se realizaran más trabajos, se océanos.
podría llegar a calcular con exactitud el tiempo que tardaban los El grupo de Revelle estaba ya estudiando el problema del ritmo
océanos en absorber el carbono procedente del consumo de com- de rotación de las aguas superficiales del océano. Era un asunto de
bustibles fósiles. La cuestión era fascinante, pues, según admitía interés nacional, pues la Armada y la Comisión de Energía Ató-
un oceanógrafo, "nadie sabe si tardan 100 años o 10.000". 4
mica de EE UU se sentían preocupadas por la lluvia radiactiva de

40 41
las pruebas con bombas atómicas. Los japoneses estaban indigna- ( luiría el año 1957, y el artículo de Revelle y Suess sobre el ra-
dos por la contaminación de los peces destinados al consumo. Ade- diocarbono se hallaba redactado y listo para su publicación. Reve-
más, si las corrientes eran suficientemente lentas, se podrían ver- lle volvió sobre él y realizó unos pocos cambios, dejando la mayor
ter al fondo del mar residuos radiactivos de reactores nucleares. Las pane del texto como estaba. En él se reflejaba la convicción origi-
mediciones del radiocarbono en distintas profundidades, junto con nal de ambos autores de que los océanos absorbían la mayor par-
otros estudios emprendidos en la Scripps y otros lugares en la dé- le del nuevo CO2. Unas pocas frases añadidas explicaban que, de
cada de 1950, demostraron que, por término medio, las aguas oce- iodos modos, esto no se produciría. Como ocurre a veces con ar-
ánicas efectuaban un ciclo completo en varios siglos. Esta circula- lículos científicos que marcan un hito y han sido escritos de for-
ción parecía ser lo bastante rápida como para arrastrar al fondo del ma apresurada cuando apenas comienza a despuntar su compren-
mar el CO2 producido por la actividad industrial. sión, la explicación de Revelle fue tan confusa que otros científi-
A Revelle le gustaba seguir de forma paralela varias líneas de in- I os tardaron un par de años en entenderla y aceptarla. El propio
vestigación, y otro de sus intereses resultó ser significativo en aquel Revelle no comprendió perfectamente todas sus implicaciones. Jun-
momento. Unos años antes, en 1946, la Armada había enviado al i o con la breve explicación, publicó un cálculo rápido que indica-
comandante Revelle (alistado en la Marina durante la guerra) al ato- ba que la cantidad de CO2 en la atmósfera aumentaría gradual-
lón de Bikini al frente de un equipo que estudió la laguna durante mente a lo largo de los próximos siglos y después se estabilizaría
los preparativos de una prueba nuclear. Los mares no son sólo una 1011 un incremento total del 40% o menos.
masa de agua salada sino un caldo complejo de sustancias químicas, Esta tranquilizadora conclusión representaba un cálculo exage-
y no era fácil decir qué supondría para el carbono del coral, por po- radamente bajo. Revelle suponía que las emisiones industriales du-
ner un ejemplo, la adición de nuevos ingredientes. Revelle siguió re- rante los siglos siguientes continuarían al ritmo de las de 1957. Ca-
alizando cálculos y desechándolos durante los diez años siguientes, si nadie había comprendido aún el hecho prodigioso de que tanto
hasta que un día se dio cuenta de que la peculiar química del agua la población como la industrialización se expandían de forma ex-
marina le impediría retener todo el carbono que pudiera tomar. ponencial. Entre el comienzo y el final del siglo XX, la población
La mezcla de sustancias químicas en el agua del mar crea un me- mundial llegaría a cuadruplicarse, lo mismo que el consumo medio
canismo de amortiguación que estabiliza su acidez. Este dato era de energía por persona, lo cual suponía multiplicar por 16 la tasa
conocido desde hacía décadas, pero nadie había comprobado qué de emisión de CO2. Sin embargo, a mediados del siglo, las guerras
significaba para el CO2. En ese momento, Revelle observó que, al mundiales y la Gran Depresión habían inducido a la mayoría de las
absorber algunas moléculas, su presencia produciría una cadena de naciones tecnológicamente avanzadas a preocuparse por un posible
reacciones químicas que alteraría el equilibrio. Aunque era cierto descenso de sus poblaciones. Sus industrias parecían progresar pesa-
que gran parte de las moléculas de CO2 añadidas a la atmósfera aca- damente y no se expandían en aquella década con mayor rapidez
baría en pocos años en las aguas superficiales de los océanos, la ma- que en la anterior. En cuanto a las regiones "atrasadas", como Chi-
yoría de ellas (y otras presentes ya en los mares) no tardaría en eva- na o Brasil, la industrialización no entraba apenas en los cálculos de
porarse. Revelle calculó que, en resumidas cuentas, la superficie del nadie, a no ser como una posibilidad de un futuro remoto.
océano no podía absorber realmente mucho gas (apenas una déci- Había comenzado a producirse un revuelo de nuevas ideas. En
ma parte de la cantidad predicha por cálculos anteriores). Fuera cual particular, el geoquímico Harrison Brown, mentor de Keeling en
fuese la suma de CO2 añadida por la humanidad a la atmósfera, los el CalTech (Instituto Tecnológico de California), se hallaba esbo-
océanos no la tragarían con rapidez sino sólo al cabo de milenios. zando una visión más realista de un futuro con una población y

42 43
una industrialización en desarrollo explosivo. Revelle había escu- Revelle y Suess estaban ahora ansiosos por saber más cosas so-
chado esas ideas, y antes de entregar para su publicación el artícu- bie el "experimento geofísico a gran escala" del calentamiento por
lo escrito en colaboración con Suess, añadió una observación: "si el elecio invernadero. Sólo unos pocos más prestaron atención a
el consumo de combustibles industriales sigue aumentando expo- •ai artículo, de compleja y difícil argumentación técnica. No era de
nencialmente", la acumulación de CO2 "podría llegar a ser signi- esperar que organismos oficiales como la Armada dedicasen mu-
ficativa durante las décadas venideras". En conclusión, escribió, (lio más dinero a aquel asunto, que no sólo parecía ajeno a cual-
"los seres humanos están realizando en estos momentos un expe- quier cosa que necesitaran conocer, sino que, además, era impro-
rimento geofísico a gran escala y de un tipo que no podría haber- bable que produjera alguna información científica sin grandes es-
se dado en el pasado ni podrá reproducirse en el futuro". 5
luer/os. Por suerte, en ese mismo momento se abrió otra bolsa. Los
Revelle hablaba de "experimento" en el sentido científico tradi- nuevos fondos llegaron (o parecieron llegar) de actividades pacífi-
cional, como una excelente oportunidad para el estudio de proce- t as internacionalistas totalmente alejadas de las iniciativas milita-
sos geofísicos. No obstante, reconoció que podía existir algún ries- u s nacionales.
go futuro. Otros científicos comenzaron a sentir asimismo una li- 1 ,a geofísica es irremediablemente internacional. Las corrientes
gera preocupación a medida que asimilaban gradualmente el sig- oí canicas y los vientos fluyen a diario entre regiones diversas. Sin
nificado de los difíciles cálculos de Plass y Revelle. Después de to- •llbargo, hasta mediados del siglo XX la mayoría de los geofísicos
do, existía la posibilidad de que la adición de CO2 a la atmósfera estudiaba los fenómenos propios de una región, a menudo ni si-
modificara el clima. Y esos cambios podrían llegar no en algún re- (111 ¡era de una nación sino de parte de ella. Meteorólogos de dis-
moto futuro propio de la ciencia ficción sino en el siglo siguiente, tintas nacionalidades cooperaban, desde luego, de esa manera in-
más o menos. Iorinal característica de toda ciencia, leyendo las publicaciones de
Revelle y Suess, como Arrhenius, Callendar, Plass y todos cuan- los demás y visitando las universidades de sus colegas. Poco a po-
tos habían realizado hasta entonces alguna aportación al descubri- co, su especialidad les impulsó a unir sus fuerzas más estrechamente
miento del calentamiento global, habían considerado la cuestión i | t t e la mayoría de los científicos. En la segunda mitad del siglo
como un problema marginal. Veían en él una oportunidad para XIX, las personalidades más destacadas en este campo se habían
publicar algún que otro artículo, una distracción de su principal reunido en una serie de congresos internacionales que desembo-
trabajo profesional, al que no tardaban en volver. Con que sólo (iron en la creación de una Organización Meteorológica Interna-
uno de ellos hubiera sentido un poco menos de curiosidad o mos- cional. Otros impulsos organizativos reforzaron el ámbito de la ge-
trado algo menos de dedicación a reflexiones y cálculos laboriosos, olísica en su totalidad, incluidas muchas de las disciplinas signifi-
podrían haber transcurrido décadas antes de que alguien se hubiese cativas para el estudio de los climas. En 1919 se había fundado ya
percatado de la posibilidad del calentamiento global. También fue una Unión Internacional de Geodesia y Geofísica, con secciones
un accidente histórico que los organismos militares repartieran fon- separadas para los distintos campos, como el de la oceanografía.
dos con generosidad en la década de 1950. Sin la Guerra Fría ha- Fn 1919 se creó también una Unión Geofísica Americana, segui-
bría escaseado la financiación para aquella investigación que aca- da de otras sociedades nacionales y unas cuantas revistas, como la
bó proyectando luz sobre el efecto invernadero del CO2, tema que alemana Zeitschrifi für Geophysik. Pero estas primeras institucio-
nadie había vinculado a asuntos prácticos. La Armada norteame- nes eran demasiado débiles como para generar vínculos fuertes. La
ricana había comprado una respuesta a una pregunta que nunca mayoría de las personas que podrían denominarse geofísicos rea-
había pensado plantear. lizaba el grueso de su trabajo dentro de los límites de alguna dis-

44 45
ciplina particular, como la geología o la meteorología. Y casi to- .1 importantes ayudas organizativas yfinancierasy les proporcionó
dos los proyectos de investigación se llevaban a cabo enteramente una autoridad y un rango nuevos. Pero todo ello contribuyó esca-
en el seno de tal o cual nación en particular. samente a conectar a la multitud de científicos dispersos por dis-
Acabada la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos descubrie- linios campos e interesados en el cambio climático.
ron nuevos motivos para apoyar la cooperación internacional en Nunca había existido una comunidad de científicos dedicada a
ciencia. Era la época que presenció la creación de las Naciones Uni- est udiar el cambio del clima. Los estudios eran emprendidos úni-
das, las institucionesfinancierasde Bretton Woods y muchas otras camente por individuos cuya atención se dirigía durante unos po-
iniciativas multilaterales. Se pretendía vincular a los pueblos me- 1 os años a algún aspecto particular de la materia por algún interés
diante intereses que trascendían el nacionalismo egoísta que había determinado. Un astrofísico, un geoquímico o un meteorólogo que
traído consigo tanto horror y tanta muerte. En sus comienzos, la estudiasen respectivamente los cambios en la energía solar, los mo-
Guerra Fría reforzó aún más aquel movimiento, pues si las perso- vimientos del carbono radiactivo o la circulación global de los vien-
nas masacradas recientemente habían sido decenas de millones, las tos compartían escasamente sus conocimientos y su competencia
armas nucleares podían acabar con centenares de millones. Parecía profesional. Dentro, incluso, de cada disciplina, la especialización
esencial crear zonas donde pudieseflorecerla cooperación. La cien- separaba a menudo a personas que podrían haber tenido algo que
cia, con su larga tradición de internacionalismo, brindaba algunas enseñarse. Era improbable que coincidiesen en una reunión cien-
de las mejores oportunidades. Las principales democracias, y en es- tífica, leyesen las mismas revistas o conociesen, siquiera, la exis-
pecial Estados Unidos, se propusieron como programa explícito tencia del otro. La decisión de Revelle de llevar a Suess a la Scripps
fomentar los lazos científicos entre las distintas naciones. No se tra- Institution y unir así las fuerzas de un oceanógrafo con las de un
taba sólo de que la acumulación de conocimiento proporcionara geoquímico constituyó una inteligente excepción a la regla.
una excusa oportuna para crear organizaciones internacionales. Más A mediados del siglo XX eran pocos los científicos que logra-
allá de este objetivo, los ideales y métodos de los científicos, su co- ban realizar alguna labor importante en más de un campo. El co-
municación sin trabas, su confianza en los datos objetivos y en el nocimiento requerido para ello era demasiado profundo, y las téc-
consenso, más que en el ordeno y mando, reforzarían los ideales y nicas excesivamente difíciles para los no iniciados. El intento de
métodos de la democracia. Según explicaba el científico Clark Mi- convertirse en especialista en un segundo ámbito de conocimien-
11er, los responsables de la política exterior norteamericana creían tos detraía energías y ponía en peligro la propia carrera. "Introdu-
que la actividad científica estaba "estrechamente ligada a la bús- cirse en una materia tras titularse en otra se parece bastante a lo
queda de un orden mundial libre, estable y próspero". 6 que hicieron Lewis y Clark al adentrarse en el campamento [in-
Parecía natural comenzar por el estudio de la atmósfera global. dio] de los mandanes", observaba Jack Eddy, físico solar que se de-
En 1947, una Convención Meteorológica Mundial hizo de la em- dicó a estudiar el cambio climático. "No eres uno de ellos [...]. Tu
presa meteorológica una cuestión explícitamente interguberna- titulación no significa nada y tu nombre no es reconocido. Tienes
mental. A la Organización Meteorológica Internacional le sucedió que aprender todo partiendo de cero". 7

en 1951 la Organización Meteorológica Mundial u O M M (uno Para que la comunicación resultara aún más difícil, los distin-
de los primeros acrónimos que infestarían como una plaga cual- tos campos de investigación atraían a diferentes clases de personas.
quier actividad geofísica). La O M M , asociación mundial de servi- Al entrar en el despacho de un climatólogo estadístico eran de es-
cios de meteorología, no tardó en convertirse en un organismo de perar unas estanterías bien organizadas y cajones atestados de pa-
las Naciones Unidas. Esto dio a los grupos meteorológicos acceso peles con pulcras columnas de cifras. En años posteriores, aquellas

46 47
pilas de papel contendrían datos impresos de ordenador, fruto de j os una cantidad adicional que rondara los 1.000 millones de dó-
incontables horas dedicadas a codificar programas. El climatólogo l.iies. Y lo lograron con la creación del Año Geofísico Internacio-
era, probablemente, ese tipo persona que de niño había instalado nal (AGI) de 1957-1958. El AGI iba a reunir a científicos de mu-
en casa su propia estación meteorológica y, año tras año, registra- i lias naciones y de una docena de disciplinas distintas para traba-
ba meticulosamente a diario la velocidad del viento y las precipi- jar ile forma interactiva en comisiones que planearían y llevarían a
taciones. En cambio, en el despacho de un oceanógrafo lo más pro- cabo proyectos de investigación interdisciplinar de una magnitud
bable era encontrarse con un revoltijo de curiosidades proceden- superior a todo lo intentado hasta entonces.
tes de las costas de todos los mares. Uno podía oír contar relatos El AGI fue posible por la confluencia de diversos factores. Los
de aventuras, como el caso de un científico experimentado arroja- oi^anizadores científicos esperaban principalmente promover el
do por la borda por un golpe de agua y que había estado a punto i onocimiento científico y promocionar, por tanto, sus carreras
de morir ahogado. Los oceanógrafos solían ser tipos mordaces, acos- personales. Los funcionarios públicos que proporcionaban el di-
tumbrados a largos viajes lejos de las comodidades del hogar, sin nero, aunque no eran indiferentes a los descubrimientos cientí-
pelos en la lengua y, a veces, egocéntricos. ficos puros, confiaban en que los nuevos conocimientos tuvie-
Estas diferencias personales iban acompañadas de divergencias i.in aplicaciones civiles y militares. Los gobiernos norteamerica-
en asuntos tan fundamentales como los tipos de datos utilizados. no y soviético y sus aliados esperaban, además, obtener ventajas
Los especialistas en clima, por ejemplo, confiaban en la red mun- prácticas en su enfrentamiento en la Guerra Fría. Bajo el estan-
dial de la O M M , formada por miles de estaciones meteorológicas darte del AGI, podían acopiar datos geofísicos globales de posi-
cuyos técnicos suministraban datos normalizados. Los oceanógra- ble valor militar. De paso, cada una de las naciones participan-
fos fabricaban personalmente sus propios instrumentos y los arria- us abrigaba la esperanza de recabar datos de espionaje acerca de
ban por el costado de alguno de sus escasos buques oceanógrafi- sus rivales y realzar, al mismo tiempo, su propio prestigio. Al-
cos. El tiempo atmosférico de los climatólogos, construido a par- gunos científicos y altos funcionarios confiaron, en cambio, en
tir de millones de números, era algo completamente distinto del que el AGI contribuyera a establecer unas pautas de cooperación
de los oceanógrafos (hecho de ráfagas horizontales de aguanieve o entre las potencias enfrentadas (como realmente ocurrió). Se
vientos alisios cálidos e incesantes). Había incluso divergencias téc- puede discutir si, en un mundo más tranquilo, los gobiernos ha-
nicas. Según observaba en 1961 un especialista en clima, "el hecho brían gastado tanto para aprender cosas sobre el agua marina y
de que intervengan tantas disciplinas, como la meteorología, la oce- el aire. Pero, al margen de los motivos, el resultado fue un es-
anografía, la geografía, la hidrología, la geología y la glaciología, la fuerzo coordinado en el que participaron varios miles de cientí-
ecología vegetal y la historia de la vegetación —por mencionar só- ficos de 67 naciones.
lo unas pocas—, ha hecho imposible trabajar [...] con definiciones El cambio climático ocupaba un lugar bajo en la lista de prio-
y métodos bien establecidos". 8
ridades del AGI. Pero, con la enorme suma de dinero recién llega-
Semejante fragmentación estaba resultando intolerable. A me- do, no podía menos de haber algo para asuntos relacionados con
diados de la década de 1950, un pequeño grupo de científicos ideó el clima. El estudio del CO2 fue un ejemplo de importancia me-
un plan para estimular la cooperación entre las diversas disciplinas nor. En las comisiones que asignaban la parte de financiación con-
geofísicas. Esperaban coordinar la recogida de datos a escala inter- cedida por EE UU, Revelle y Suess abogaron por un modesto pro-
nacional y persuadir a los gobiernos —cosa no menos importan- grama para medir simultáneamente en varios puntos del mundo
te— para que añadieran a la financiación de los estudios geofísi- el gas existente en el océano y el aire. Como no iba a tener un gran

48 49
. DSte, l.i comisión concedió algún dinero. Revelle había pensado
v.i en Keeling para aquel trabajo, y en ese momento contrató al jo-
ven geoquímico para que fuera a la Scripps Institution y dirigiera
L i s 1.1 reas de medición en todo el mundo. El objetivo de Revelle
((insistía en fijar una "instantánea" básica de los valores mundiales
de CO2 obteniendo una media de las amplias variaciones observa-
das en distintos lugares y momentos. Pasadas un par de décadas,
alguien podía volver a tomar otra instantánea y ver si había au-
mentado el nivel medio de CO2.
' I I I I Keeling pretendía hacer algo aún mejor. "Keeling es un tipo pe-
9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 1 2 3
111 liar", observó más tarde Revelle. "Quiere medir el CO2 dentro
1957 1958 1959 1960
Mes y año
de su estómago [...]. Y quiere hacerlo con la máxima precisión y
exactitud posibles". La máxima exactitud requería instrumentos
9

nuevos y costosos, mucho más precisos de lo que la mayoría de los


Observatorio de Mauna Loa, Hawai
Concentración mensual media de dióxido de carbono especialistas consideraba necesario para calcular algo con fluctua-
380 P I'l'l'l'l'l'l'l I'l'l |'|'| | ) f,f,'|"
1 iones tan amplias como los niveles de CO2. Keeling intentó pre-
375 sionar a algunas personalidades importantes del gobierno y consi-
370 guió convencerlas para que le concedieran el dinero necesario pa-
365 t ra aquellos instrumentos. Colocó uno en la cima del volcán Mau-
£
D.
360 na Loa, en Hawai, rodeado por miles de kilómetros de océano des-
cE pejado (uno de los mejores lugares de la Tierra para medir una at-

Ó
355 mósfera no alterada). Otro fue a parar a un lugar todavía más in-
<-> 350 tacto: la Antártida (donde los investigadores dependían por ente-
0J
•a
c 345 ro del apoyo logístico militar en el escenario literalmente más frío
ile las actividades de la Guerra Fría).
•o

¡o 340

§ 335 El costoso equipo de Keeling, junto con su incansable búsque-


<3 330 da de cualquier posible fuente de error, resultó rentable. En la An-
325 E- ta rtida localizó variaciones en las mediciones de CO2 procedentes
320 F. l . 1 . l . 1 . i. i. i. i .i ' ' I
310 I i' i' i, i, i, i, i. i, i. i, i, i, i. i, i, i, i, i, i, i, i. | , [ |,,: de las emisiones de las máquinas cercanas. En Mauna Loa, las di-
1958 60 62 64 66 68 70 72 74 76 78 80 82 84 86 88 90 92 94 96 98 00 02
315
25-!ul-02
ferencias fueron achacables al gas que escapaba de las chimeneas
Año del propio volcán. Tras haber rastreado aquellos problemas pres-
Figura 1. Aumento del dióxido de carbono en la atmósfera tando una meticulosa atención a los detalles, Keeling estableció
Arriba: En 1 9 6 0 se d e m o s t r ó p o r p r i m e r a v e z u n a u m e n t o d e l n i v e l d e CO2 e n la atmósfera
con certeza unas cifras básicas para el nivel de CO2 en la atmósfe-
o b s e r v a b l e al c a b o d e solo d o s años d e m e d i c i o n e s ( C . D. K e e l i n g , Tellus 1 2 1 9 6 0 páq 2 0 0 ra. Sus doce primeros meses de datos tomados en la Antártida mos-
r e p r o d u c i d o c o n autorización).
1 raban indicios de que, en sólo un año, se podía observar un au-
Abajo: La " c u r v a d e K e e l i n g " d e l CO;, m e d i d a e n M a u n a Loa ( H a w a i ) a lo l a r g o d e casi m e d i o
siglo. D e n t r o del a u m e n t o a largo plazo a p a r e c e n f l u c t u a c i o n e s a n u a l e s c o n f o r m e las p l a n t a s
mento de los valores.
d e l h e m i s f e r i o n o r t e a b s o r b e n c a r b o n o d u r a n t e e l c r e c i m i e n t o e s t i v a l y lo l i b e r a n e n la d e s -
c o m p o s i c i ó n d e l i n v i e r n o . O b s é r v e s e el c o r t e p r o d u c i d o e n la p r i m a v e r a d e 1 9 6 4 a l i n t e -
r r u m p i r s e la financiación ( S c r i p p s I n s t i t u t i o n o f O c e a n o g r a p h y , r e p r o d u c i d o c o n autorización)
5 1
Pero el AGI se acercaba a su fin. En noviembre de 1958, los fon- Al i abo de unos años, la curva del CO2 trazada por Keeling, in-
dos restantes se habían reducido tanto que hubo que interrumpir (Aoi.ibkinenie en alza, era citada ampliamente por los equipos de
las mediciones de CO2. Keeling luchó a brazo partido por encon- •visión de trabajos científicos y por los periodistas especializados
trar más dinero. Suess y Revelle desviaron parte de una beca con- 111 1 iencia, hasta convertirse en el emblema central del efecto in-
cedida por la Comisión de Energía Atómica a la Scripps Institu- v n nadero.
tion para otrosfines(por aquel entonces, los organismos públicos I os datos de Keeling fueron el remate colocado sobre la estruc-
confiaban más que ahora en los científicos para que gastasen los tura levantada porTyndall, Arrhenius, Callendar, Plass, Revelle y
fondos a su gusto). En 1960, a partir de los datos de dos años com- Suess. No constituían exactamente el descubrimiento del calenta-
pletos sobre la Antártida, Keeling informó de que el nivel básico miento global. Sólo habían descubierto la posibilidad del mismo.
de CO2 había aumentado. El ritmo de aumento era aproximada-
10
I (is especialistas seguirían debatiendo durante muchos años sobre
mente el esperable si los océanos no absorbieran la mayor parte de I d que podría sucederle al clima del planeta. Pero ningún científi-
las emisiones industriales. 1 o bien informado podía dejar de lado la posibilidad de que las
En 1963 se agotaron los fondos y se puso fin a las mediciones Emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano lle-
de CO2. Aunque algunos científicos habían reconocido de inme- garan a calentar la Tierra. Aquella curiosa e improbable teoría sa-
diato la importancia del trabajo de Keeling, ningún organismo sin- lía ahora de su capullo y emprendía el vuelo como un serio asun-
tió la responsabilidad definanciarun estudio del clima que podía to de investigación.
prolongarse muchos años. Entretanto, Keeling había solicitado un
puesto en la National Science Foundation, un departamento fe-
deral norteamericano creado años atrás, en 1950, con un presu-
puesto modesto. La situación de la NSF había mejorado en 1958
tras el lanzamiento del Sputnik y otros satélites soviéticos. Para el
público norteamericano, el Sputnik era una estremecedora de-
mostración de la vulnerabilidad del país ante un ataque con misi-
les nucleares y parecía demostrar que Rusia llevaba la delantera en
ciencia y tecnología. La NSF, con su cartera repleta, pasó a ocupar
el puesto de los departamentos militares en una gran parte del apo-
yo nacional concedido a la investigación de base. Una consecuen-
cia menor de aquella situación fue que Keeling consiguió fondos
para continuar las mediciones en Mauna Loa después de sólo una
breve interrupción.
A medida que aumentaban los datos del Mauna Loa, la infor-
mación fue cada vez más impresionante y demostró que los nive-
les de CO2 eran sensiblemente más altos año tras año. Lo que ha-
bía empezado siendo para Keeling un trabajo temporal estaba con-
virtiéndose en una carrera para toda la vida: la primera de muchas
más que los científicos acabarían dedicando al cambio climático.

52 53
Tenemos que tomar decisiones difíciles. Nuestra respuesta a la amenaza del calen-
tamiento global afectará a nuestro bienestar personal, a la evolución de la socie-
dad humana y realmente a todas las formas de vida de nuestro planeta. Uno de los
objetivos de este libro es ayudar al lector a entender el atolladero en que nos
encontramos, explicándole cómo hemos llegado a él. Al recorrer la lucha de los
científicos por abrirse paso a través de las incertidumbres del cambio climático,
podremos estar mejor preparados para juzgar por qué hablan hoy de la manera en
que lo hacen. Gracias a los denodados esfuerzos de miles de personas descritos en
estas páginas hemos recibido una advertencia a tiempo, aunque con el tiempo justo.

EL CALENTAMIENTO
GLOBAL
Spencer Weart

«Éste es un libro excepcional. Quizás el mayor elogio que pueda hacerle es afir-
mar que trataré de utilizarlo en lugar de mi propio libro en las clases sobre el clima.
El calentamiento global está más puesto al día, es más sólido históricamente, está
muy bien escrito y, lo que no es menos importante, es corto y va derecho al grano»
(Stephen H. Schneider, Nature)

«Este libro breve y muy bien escrito de un historiador de la ciencia del American
Institute of Physics añade una voz autorizada al acalorado debate acerca del calen-
tamiento global y debería servir como un punto de partida básico para cualquiera
que desee conocer mejor el tema» (Maureen Christie, American Scientist)

«Un libro apasionante que se lee como una novela policíaca» (Publishers Weekly)

Nqfarmako # | " % Universidad


Unibertsitate Pública de
Publikoa X^Jt^fé/ Navarra

E D I T O R I A L LAETOLI
C O L E C C I Ó N LAS D O S CULTURAS, 4

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