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AÑO NUEVO AYMARA

Las Naciones y Pueblos Indígena Originario Campesinos (IOC) recuperaron y


reinventaron prácticas, símbolos, hitos históricos y líderes como parte de su identidad y
para interpelar a las políticas de exclusión, asimilación e integración impulsadas por las
distintas formas de Estado. Esta “reinvención de la tradición”, como dice Hobsbawm,
ocurre en el país desde mediados del siglo pasado como parte de sus estrategias de
lucha, resistencia, reconstitución de sus territorios e identidades.

Entre estas reinvenciones tenemos el Año Nuevo Aymara, conocido también como
Willakuti (retorno del Sol) o Machaq Mara. Con la fundación del Estado Plurinacional es
reconocido como parte de la ritualidad estatal y amplificada a todo el territorio nacional
como “Año Nuevo Andino Amazónico”, aunque últimamente se ha incorporado la región
del Chaco, por ello, el 21 de junio es feriado nacional establecido mediante Decreto
Supremo 173 del 17 de junio de 2009. En 2019 se celebra el año 5.527 según el
calendario andino amazónico.

La festividad, llamada "Willka Kuti" (retorno del Sol) o Machaq Mara (Año Nuevo), nació
en la década de 1980 cuando jóvenes de un movimiento indio aymara quisieron
restaurar en la memoria de su pueblo rituales supuestamente milenarios dedicados
cada 21 de junio al solsticio de invierno en el hemisferio austral, en correspondencia
con un nuevo ciclo agrícola.

El nacimiento de la fiesta ha sido contado varias veces por uno de sus protagonistas, el
estudioso, profesor universitario e impulsor de la cultura del mundo aymara, el
exdiputado Germán Choquehuanca, a quien sus seguidores llaman "el Inka".

La conmemoración se hizo popular y en 2005, el entonces presidente Carlos Mesa


promulgó una ley para declarar al Año Nuevo Aymara como Patrimonio Intangible,
Histórico y Cultural de Bolivia, y en 2009 el Gobierno de Evo Morales decretó que cada
21 de junio sea festivo nacional y después le cambió el nombre a Año Nuevo Andino,
Amazónico y del Chaco porque la celebración alcanzó a más de 230 lugares del país
considerados sagrados.

Por su simbolismo, la fiesta ahora es replicada en algunas regiones de Chile, Argentina


y Perú y los bolivianos la reproducen incluso en Europa, aunque el centro arqueológico
de Tiwanaku, a 71 kilómetros de La Paz, concentra las principales ceremonias por su
importancia para el mundo indígena andino.

El Año Nuevo Aymara se retoma y emerge en los años 70 del siglo pasado, coincide
con el surgimiento del pensamiento indianista y luego katarista principalmente en la
región del Altiplano. El origen del indianismo se remonta a fines de la década de 1960,
cuando grupos de estudiantes aymaras de La Paz, provenientes de zonas rurales
formaron varias organizaciones culturales y políticas inspirados en las ideas indianistas
de Fausto Reinaga; estos jóvenes a través de asumirse cultural y políticamente como
indios aymaras interpelan las políticas estatales de homogeneización, exclusiones y
principalmente de discriminación por su condición indígena. En 1969 crearon el Centro
de Promoción y Coordinación Campesina (Mink'a) para organizar y difundir sus ideas
en las áreas rurales. En 1971 crearon el Centro Cultural Tupaj Katari para transmitir a
través de Radio Méndez su cultura y sus ideas. Los conflictos sociales de 1974 con la
cruenta represión de las movilizaciones campesinas, provocaron una gran indignación
y destruyeron lo que quedaba del pacto militar campesino, y abonaron el terreno para
el arraigo del katarismo en el sindicalismo campesino. Para 1978 las dos tendencias
antes surgidas se consolidaron y se expresaron en sendos partidos políticos: el
Movimiento Indio Tupaj Katari (Mitka) y el Movimiento Revolucionario Tupaj Katari
(MRTK). El primero eligió la estrategia de participación en las elecciones nacionales de
1978, 1979 y 1980.

En 1979 varios jóvenes aymaras en su mayoría estudiantes de la Universidad Mayor de


San Andrés (UMSA) habían refundado el Movimiento Universitario Julián Apaza
(MUJA). Es así que los jóvenes de MUJA impulsaron la realización el Año Nuevo
Aymara en Tiahuanaco como parte de su reivindicación cultural e identitaria. El Año
Nuevo Aymara, así como otros hitos, símbolos y héroes, es de reconstrucción
contemporánea a partir de elementos históricos de la “memoria larga”. Es en esa
época (años 60) que se recupera y valoriza la figura Tupaj Katari como parte de la
identidad aymara, pero principalmente como símbolo de lucha y reivindicación de las
organizaciones campesinas, en este caso la Confederación Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Entonces, el surgimiento del Año
Nuevo Aymara fue resultado de un proceso de reafirmación identitaria en un tiempo en
el que el racismo, la discriminación y la exclusión era muy acentuada.

Actualmente muchos líderes, hombres y mujeres, de las organizaciones Indígena


Originario Campesinas (IOC) asumen y reivindican prácticas culturales como el Año
Nuevo Andino, pero también una buena parte de la población urbana empieza a
identificarse con estos procesos, aunque tiende a convertirse en espectáculos
perdiendo su carácter reivindicativo.

Varias ceremonias, hitos fundacionales, símbolos y héroes construidos históricamente


por los pueblos IOC, actualmente forman parte de la ritualidad estatal desde la
aprobación de la Constitución Política del Estado (CPE) en 2009, y con la
implementación de políticas públicas. Sin embargo, a través de este proceso de
estatalización han perdido su carácter reivindicativo, de lucha y cuestionador de la
discriminación y la exclusión en procesos políticos y sociales.

La celebración del Año Nuevo Andino Amazónico debería ser un momento oportuno
para reflexionar sobre el significado e importancia que tiene para los pueblos y
naciones IOC y para la sociedad en su conjunto, la relación que tiene con el ciclo
agrícola, la elección y rotación de autoridades, principalmente en comunidades
originarias. También debería motivar a analizar si estas ceremonias de origen indígena
reconocidas por el Estado han generado cambios para el mundo rural en relación a la
descolonización, la discriminación, la interculturalidad, entre otros. Consideramos que
el reconocimiento del Año Nuevo Andino y otros procesos del mundo andino son un
avance importante en términos de interculturalidad, pero no son suficientes los
reconocimientos y ceremonias simbólicas para fortalecer y mejorar las condiciones de
vida de los pueblos indígenas, además se tienen que desarrollar políticas estatales
concretas para fortalecer la capacidad y autogestión productiva, económica y
organizativa de la población rural.
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y
no necesariamente representan la opinión de CIPCA.

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