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pe/2018/12/29/las-fuerzas-armadas-mexicanas-los-desafios-
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28 diciembre de 2018
Las fuerzas armadas mexicanas tienen una doctrina y una organización sui
generis, comparadas con otras instituciones castrenses del mundo o el
continente americano. Si bien constitucionalmente su misión principal es para la
defensa del país, al no tener amenazas visibles en términos militares, ni desafíos
fronterizos con los vecinos en los últimos 100 años, se han desarrollado para la
seguridad interna, para contribuir a mantener la paz social, o la colaboración con
otras instancias principales de gobierno por carencias de estructuras civiles. La
principal sustitución de roles es policiaca, pues México es un país federal,
descentralizado, que sólo hasta 1999 vio la necesidad de construir a la Policía
Federal. Por carecer de cuerpos policiacos nacionales, las fuerzas armadas
cubrieron las necesidades de seguridad, siendo así una función permanente de
los militares desde hace casi 200 años de vida que tiene el país.
La gran mayoría de los análisis coinciden que el combate directo a los grupos
criminales llevó a una tendencia de ascenso en la tasa de homicidios en el país,
y que incluso al enfrentar de forma directa a los grupos criminales implicó una
tendencia “de ascenso” de los combates entre parte y parte, llevando a las
organizaciones criminales a darle prioridad a construir sus brazos armados de
sicarios. La población civil, en el inicio de la guerra (2007-2010), fue afectada
de forma notoria en los estados del norte del país como Baja California,
Chihuahua, Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León. Ciudades como Tijuana y Juárez
fueron “teatros de guerra” donde se dieron tres modalidades de combate o tres
guerras: la primera la que se desató entre grupos criminales rivales; la segunda
entre las fuerzas del Estado, principalmente militares y los grupos criminales; y
la tercera entre agrupaciones criminales contra la población civil.
Posteriormente, desde 2010, “la guerra” se trasladó a estados del Pacífico sur
como Sinaloa, Michoacán y Guerrero, y en toda la rivera del Golfo de México, en
Veracruz. Desde este periodo, los grupos criminales expandieron su “cartera de
negocios”, a actividades de no narcotráfico, como trata y tráfico de migrantes,
secuestro, extorsión y robo de combustible, afectando notablemente a la
población civil.
La acción de las fuerzas del Estado, por las dificultades para identificar “los
blancos” en esta guerra irregular y asimétrica, comenzó a afectar a la población
civil inocente de las ciudades convertidas en campos de batalla. Esta emergencia
humanitaria llevó a múltiples señalamientos de organismos internacionales,
agrupaciones de la sociedad civil, y comisiones de derechos humanos (de forma
prominente la Comisión Nacional de Derechos Humanos).
Neo-militarización