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Behavioral Psychology / Psicología Conductual, Vol. 20, Nº 1, 2012, pp.

119-135

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL PERCIBIDA Y SU RELACIÓN CON


EL APEGO ADULTO

Mª del Carmen Aguilar-Luzón, Antonia Calvo-Salguero y


Adelaida Monteoliva-Sánchez
Universidad de Granada (España)

Resumen
El objetivo de este estudio ha sido examinar el papel predictivo del apego
sobre las dimensiones (atención, claridad y regulación emocional) de la inteligencia
emocional percibida (IEP), una vez controladas variables como el sexo y la edad.
Para ello, 144 estudiantes universitarios contestaron la “Escala de inteligencia
emocional percibida” (TMMS-24) y el “Cuestionario sobre experiencias en las rela-
ciones cercanas” (ECR). Los resultados indican que la seguridad en el apego, frente
a la inseguridad, se relaciona con puntuaciones más elevadas en dos de las dimen-
siones de la IEP (atención y claridad emocional) y que estos resultados cambian
según se adopten medidas de apego categóricas o dimensionales, especialmente
cuando se comparan ante la regulación emocional. El estudio pone de relieve la
necesidad de considerar las dimensiones de apego –ansiedad y evitación– junto
con otras variables como predictores de la IEP.
Palabras clave: inteligencia emocional, apego, ansiedad, evitación.

Abstract
The aim of this study was to examine the predictive role of attachment on
different dimensions (emotional attention, clarity and repair) of perceived
emotional intelligence (PEI) when variables such as gender and age were
controlled. For this purpose, 144 university students completed the Trait-Meta-
Mood Scale (TMMS-24) and the Experiences in Close Relationships (ECR). The
results indicated that security in attachment, as opposed to insecurity, was related
to higher scores in two of the PEI dimensions (emotional attention and clarity).
These results varied depending on whether categorical or dimensional attachment
measures were used, particularly when they were compared to emotional repair.
The study reveals the need to consider the attachment dimensions of anxiety and
avoidance, together with other variables, as PEI predictors.
Key words: emotional intelligence, attachment, anxiety, avoidance.

Correspondencia: M. Carmen Aguilar-Luzón, Dpto. Psicología Social, Facultad de Psicología, Universidad


de Granada, Campus de la Cartuja, s/n, 18071 Granada (España). E-mail: maguilarluzon@ugr.es
120 Aguilar-Luzón, Calvo-Salguero y Monteoliva-Sánchez

Introducción

El estudio sobre regulación y manejo de emociones ha generado un gran interés


en las últimas décadas. Aunque el análisis de la interrelación entre las emociones y
la inteligencia no es nuevo, el constructo de inteligencia emocional (IE) ha generado
una creciente área de investigación en la que se han desarrollado diversos modelos
teóricos (Bar-On, 2000; Goleman, 1998; Mayer y Salovey, 1997; Salovey y Mayer,
1990). Entre ellos, el modelo propuesto por Salovey y Mayer (1990) se podría consi-
derar como la aportación que mayor número de investigaciones ha suscitado entre
la comunidad científica. Desde una perspectiva cognitiva, estos autores entienden
la inteligencia emocional como la habilidad que tienen las personas para percibir,
entender, manejar y expresar las emociones. Más concretamente, la IE hace referen-
cia a la habilidad para identificar y percibir las emociones propias y las de los demás,
teniendo la destreza suficiente como para poder regular y modificar el estado de
ánimo, con la finalidad de poner en marcha un comportamiento adaptativo al
entorno.
Los estudios realizados hasta el momento, ponen de manifiesto el importante
papel que tiene la inteligencia emocional a la hora de predecir un amplio abanico de
conductas en contextos muy diversos, como el educativo, el de la salud, el del tra-
bajo o el de las relaciones familiares e interpersonales, entre otros (p. ej., Abdullah,
Elias, Mahyuddin y Uli, 2004; Lopes, Cotè y Salovey, 2007; Otto y Lanterman, 2006;
Rojas, 2005; Tsaousis y Nikolaou, 2005). Generalmente, los resultados de estos
estudios sugieren que las personas emocionalmente inteligentes presentan respues-
tas más adaptativas que las que presentan bajos niveles de inteligencia emocional,
quienes se adaptan y responden peor ante situaciones vitales negativas.
Dada la importancia que adquiere la inteligencia emocional en la vida del ser
humano, se hace necesario identificar los factores que ayuden a predecirla. A este
respecto, la investigación sobre emoción y regulación emocional se ha abordado,
principalmente, desde una perspectiva biológica y neuropsicológica, siendo esca-
sos los estudios que la han abordado desde una perspectiva psicosocial. Aunque
algunos trabajos han señalado que variables tales como el sexo y la edad pueden
predecir diferencias en inteligencia emocional (Kafetsios, 2004; Roothman, Kirsten
y Wissing, 2003; Van Rooy, Alonso y Viswesvaran, 2005), otras variables, como
la personalidad, han sido menos estudiadas, a pesar de que diversos autores han
puesto de manifiesto la necesidad de examinar su relación con la IE (Forgas, 2001;
Lopes, Salovey y Straus, 2003). Uno de los aspectos de la personalidad que puede
influir en la inteligencia emocional es el estilo de apego.
El apego hace referencia a los primeros lazos afectivos que se establecen entre
el niño y su cuidador principal, así como a las consecuencias que tiene este vín-
culo en el desarrollo socioemocional posterior (Bowlby, 1969/1982). Esas primeras
experiencias afectivas, parecen dar lugar a unas creencias o esquemas cognitivos
sobre uno mismo y los demás (a los que el autor denomina “modelos internos
activos” [internal working models]) que se mantienen relativamente estables a lo
largo de toda la vida y que organizan y guían el afecto, la cognición y la conducta
en las relaciones afectivas en general. La teoría del apego surge como un modelo
Inteligencia emocional percibida y apego adulto 121

desde el que entender cómo regulamos nuestras emociones (Bowlby, 1982; Sroufe
y Watters, 1977).
Basado en estos esquemas cognitivos, Bartholomew (1990; Bartholomew y
Horowith, 1991) propuso un modelo de cuatro categorías de apego adulto, ori-
ginadas a raíz de las combinaciones de cada esquema mental de apego (modelo
de uno mismo y modelo de otros) con sus valencias correspondientes (positiva o
negativa): seguro (con ambos modelos positivos), preocupado (con modelo de
uno mismo negativo y modelo sobre los demás positivo), evitativo-indiferente
(dismissing; positivo, negativo) y evitativo-temeroso (fearful; con ambos modelos
negativos). Los modelos sobre uno mismo y sobre otros, representan las expecta-
tivas y creencias generales acerca de la propia valía y acerca de la disponibilidad
de los demás, respectivamente (Griffin y Bartholomew, 1994). Esta tipología es
teóricamente similar a la propuesta originariamente por Hazan y Shaver (1987)
para las relaciones románticas –seguro, ansioso-ambivalente y evitativo–, inclu-
yendo, como principal novedad, dos tipos de evitativos: el evitativo-temeroso y el
evitativo-indiferente.
Posteriormente, Brennan, Clark y Shaver (1998) y Fraley, Waller y Brennan
(2000), proponen que bajo los ítems de las distintas medidas de apego subyacen
dos dimensiones, Ansiedad (o temor a ser rechazado o abandonado) y Evitación (o
incomodidad con la cercanía o con la dependencia de otros), que pueden ser utili-
zadas para clasificar a los individuos en uno de los cuatro tipos o estilos de apego
adulto (seguro, preocupado, indiferente o temeroso).
Diversos estudios han confirmado que los estilos de apego adulto reflejan distin-
tas formas de manejar, controlar y reducir las emociones negativas en las relaciones
interpersonales, empleando diferentes estrategias para regular el afecto y procesar
la información sobre las emociones. Así, por ejemplo, las personas con un estilo
de apego seguro reconocen sus reacciones emocionales negativas y se enfrentan
con estrategias adecuadas a situaciones de conflicto interpersonal u otro tipo de
situaciones dolorosas. En general, expresan sus emociones de manera apropiada y
piden ayuda a otros cuando la necesitan (Mikulincer y Florian, 1998). Por su parte,
las personas con un estilo evitativo tienden a minimizar o negar sus reacciones emo-
cionales negativas, ocultando a los demás sus sentimientos. Como resultado, no
son capaces de solicitar ayuda a los demás para poder así manejar adecuadamente
sus emociones. En el caso de las personas preocupadas (o ansiosas-ambivalentes,
siguiendo la terminología empleada por Hazan y Shaver) presentan, generalmente,
menor autoestima y mayores niveles de ansiedad y depresión que los dos grupos
anteriores (Carnelley, Pietromonaco y Jaffe, 1994; Priel y Shamai, 1995). Por este
motivo, suelen experimentar emociones más negativas, pero las manifiestan de
una forma exagerada para conseguir llamar la atención de su pareja (o de otras
personas significativas). Además, puesto que este grupo es el que necesita más la
aprobación de los demás, en ocasiones actúan olvidándose de sus propias necesida-
des y complaciendo a otros por temor a ser rechazados. En general, parece que la
inseguridad en el apego se asocia con una mayor dificultad para identificar y descri-
bir emociones (Mikulincer, Shaver y Pereg, 2003; ver también Mikulincer y Florian,
1998, para una revisión).
122 Aguilar-Luzón, Calvo-Salguero y Monteoliva-Sánchez

Dadas las implicaciones del apego sobre el desarrollo emocional, cabría espe-
rar también una relación entre este vínculo afectivo y la inteligencia emocional,
cuestión que ha sido abordada en algunos trabajos. En general, una revisión de
los escasos estudios existentes, pone de manifiesto resultados contradictorios res-
pecto a la posible relación entre apego e IE. Así, mientras algunos sugieren que el
estilo de apego predice diferencias individuales en inteligencia emocional (Fullam,
2002; Hamarta et al., 2009; Kafetsios, 2004; Kim, 2005; Najm, 2006), otros indi-
can una ausencia de tal relación (Boncher, 2003; Forlenza, 2007; Fullam, 2002).
De forma más concreta, algunos estudios han puesto de relieve que el estilo de
apego seguro se asocia de forma positiva con las escalas facilitación emocional,
comprensión emocional y regulación emocional (Kafetsios, 2004), mientras que
otros sólo han encontrado relaciones positivas con la regulación emocional (Lopes
et al., 2004) o con la comprensión emocional (Boncher, 2003). Cabe señalar, no
obstante, que también se ha encontrado una relación entre el apego y la manera
en la que reaccionamos ante las necesidades de los demás, vinculando la seguridad
en el apego con una mayor capacidad para la empatía que la inseguridad en el
apego (Mikulincer et al., 2001). Estos resultados apoyarían el vínculo entre apego
e IE, dado que algunas dimensiones de la inteligencia emocional (como la atención
emocional y la capacidad para regular las emociones propias) actúan como predic-
tores de la implicación empática (Aguilar-Luzón y Augusto, 2009). En el caso de los
estilos inseguros, los resultados han sido poco consistentes, puesto que, mientras
que estudios como el de Kim (2005) encuentran que altas puntuaciones en apego
ansioso-ambivalente se relaciona con bajas puntuaciones en IEP, medida a través de
la “Escala de meta-conocimiento de los estados emocionales” (Trait Meta-Mood
Scale, TMMS; Salovey, Mayer, Goldman, Turvey y Palfai, 1995), otros, en cambio,
revelan que ni el estilo de apego temeroso ni el preocupado (que se corresponde
con el ansioso-ambivalente) correlaciona con la inteligencia emocional, medida
en este caso a través del “Test de inteligencia emocional” (Mayer-Salovey-Caruso
Emotional Intelligence Test, MSCEIT; Mayer, Salovey y Caruso, 2002), aunque si
encuentran correlaciones significativas y positivas entre el estilo indiferente y la
comprensión emocional (Kafetsios, 2004).
Desde nuestro punto de vista, podrían ser varios los factores que explican estas
contradicciones: en primer lugar, las medidas utilizadas para evaluar tanto estilos de
apego como inteligencia emocional; en segundo lugar, la adopción de diferentes
modelos teóricos sobre inteligencia emocional y, por último, la falta de control de
otras variables significativas.
Respecto a la forma de medir los estilos de apego cuando se ha estudiado
en relación con la IE, cabría señalar que, mientras algunos estudios utilizan medi-
das categóricas y, más concretamente, el RQ de Bartholomew y Horowitz (1991)
(Fullam, 2002; Kafetsios, 2004; Najm, 2006), otros utilizan medidas dimensiona-
les (Boncher, 2003; Forlenza, 2007; Hamarta, Deníz y Saltali, 2009; Kim, 2005).
Actualmente, la investigación pone de manifiesto la ventaja de la aproximación
dimensional frente a la categórica (Crowell, Fraley y Shaver, 1999; Shaver, Belsky
y Brennan, 2000), debido a que el uso de este último tipo de medidas conlleva
problemas como la baja fiabilidad test-retest o la dificultad para categorizar a los
Inteligencia emocional percibida y apego adulto 123

participantes de manera adecuada en los distintos estilos de apego (Sibley y Liu,


2004). Por ello, diversos autores han enfatizado la necesidad de usar una medida
común basada en las dos dimensiones que configuran los estilos de apego (ansie-
dad – evitación), ya que esto permitiría afrontar la falta de fiabilidad inherente a los
formatos de respuesta de un solo ítem (Brennan, Clark y Shaver, 1998). Además,
algunos estudios sugieren que los estilos de apego no parecen ser de naturaleza
categórica (Fraley y Waller, 1998). A ello habría que añadir que, en los escasos estu-
dios existentes sobre apego e IE, se ha trabajado, fundamentalmente, con patrones
o estilos de apego. Sin embargo, adoptar medidas dimensionales permitiría conocer
la relación que existe entre las diferentes combinaciones de ambas dimensiones y
la inteligencia emocional. Desde esta perspectiva, el análisis por dimensiones puede
proporcionar una información más útil que considerar únicamente los cuatro estilos
de apego, pues este análisis puede ayudar a detectar importantes diferencias indivi-
duales que se pierden cuando se asignan las personas a los patrones. Asimismo, el
análisis dimensional puede ayudar a determinar cuál de los componentes del apego
se asocia en mayor medida con las distintas habilidades de la inteligencia emocio-
nal y si existen efectos de interacción entre las dimensiones de apego. Todos estos
datos, por tanto, parecen poner de relieve la necesidad de estudiar el apego desde
una aproximación dimensional.
En relación con la medida de inteligencia emocional, las investigaciones que han
analizado su relación con el estilo de apego han utilizado, entre otros, el MSCEIT
(Mayer, Salovey y Caruso, 2002) (véase Boncher, 2003; Forlenza, 2007; Fullam,
2002; Kafetsios, 2004), el TMMS (Salovey, Mayer, Goldman, Turvey y Palfai, 1995)
(véase Fullam, 2002; Kim, 2005), o el “Inventario del coeficiente emocional, de
Bar-On” (Bar-On Emocional Quotient Inventory, Bar-On EQ-i; Bar-On, 1997) (véase
Hamarta et al, 2009). Dado que los enfoques teóricos y las formas de medición
que subyacen a estas medidas son distintos, es comprensible que los resultados
obtenidos entre los estudios no sean congruentes. Además, esta situación dificulta
la comparación de resultados.
Finalmente, otra limitación que suelen presentar los estudios sobre la relación
entre estilo de apego e inteligencia emocional, es la ausencia de control de variables
demográficas que han mostrado una asociación con ambos constructos, tales como
el sexo y la edad. Así, algunos estudios han señalado que, a medida que aumenta
la edad, aumenta la inteligencia emocional (Kafetsios, 2004; Van Rooy et al. 2005),
o que las mujeres tienden a presentar puntuaciones más altas que los hombres en
las distintas escalas de inteligencia emocional (Kafetsios, 2004; Roothman, Kirsten
y Wissing, 2003; Van Rooy et al. 2005) y, especialmente, en el manejo de las emo-
ciones (Mayer, Salovey y Caruso, 2002). Dados estos resultados, creemos necesario
incluir estas variables cuando se estudia la relación entre IE y apego, con el fin de
conocer hasta qué punto el apego se relaciona con la IE, una vez controlados los
efectos del sexo y la edad.
Las limitaciones de los estudios que analizan el papel que el estilo de apego
puede tener a la hora de predecir y explicar la inteligencia emocional, sugieren
la necesidad de seguir profundizando en el análisis de las relaciones entre ambos
constructos. Así, el objetivo general de este estudio es analizar esta relación en una
124 Aguilar-Luzón, Calvo-Salguero y Monteoliva-Sánchez

muestra de estudiantes universitarios españoles, considerando algunas de las limi-


taciones que, generalmente, presentan los estudios precedentes.
Para abordar el estudio de la IE, adoptamos como marco teórico de referencia
el modelo de Mayer y Salovey (1997), empleando una medida autoinformada en
lugar de una medida de rendimiento máximo, pues entre otras razones, la evalua-
ción del estilo de apego se realizó a través de autoinforme y, desde esta perspectiva,
los estudios que utilizan la misma forma de evaluación para ambos constructos
parecen presentar mejores resultados. Así, se observa que en aquellos estudios
que utilizaban una medida autoinformada (p. ej., Forlenza, 2007; Fullam, 2002;
Hamarta, Deníz y Saltali. 2009; Kim, 2005; Najm, 2006) la IE contribuía a predecir el
apego en todos los casos. Sin embargo, en ninguno de los estudios que utilizaban
una medida de rendimiento como el MSCEIT (p. ej., Boncher, 2003; Forlenza, 2007;
Fullam, 2002; Kafetsios, 2004) se encontraron tales resultados, excepto en el de
Kafetsios (2004). Además, dos de estos estudios utilizaron ambos tipos de medida,
autoinformada y de rendimiento (Forlenza, 2007; Fullam, 2002), encontrando que
únicamente aparecía tal asociación en el caso de las medidas autoinformadas.
Asimismo, adoptamos un doble enfoque a la hora de analizar la relación entre
apego e inteligencia emocional, esto es, se considera tanto el papel que puede
tener los estilos o patrones de apego, como el que puede tener las dimensiones que
configuran dichos patrones de apego.
Como se ha planteado anteriormente, la teoría del apego surge como un
modelo desde el que entender cómo regulamos nuestras emociones (Bowlby,
1969; Sroufe y Watters, 1977). Tomando como marco de referencia esta teoría,
los estudios que han analizado la relación entre apego e inteligencia emocional,
ponen de manifiesto la superioridad en inteligencia emocional del estilo de apego
seguro frente a los inseguros (Fullam, 2002; Hamarta et al. 2009; Kafetsios, 2004;
Kim, 2005; Najm, 2006). Además, diversos estudios convergen en sus resultados
en que los individuos evitativos ponen menos atención al afecto o a eventos
emocionales que los seguros y ansiosos-ambivalentes (preocupados) que, por
el contrario, ponen particular atención a emociones negativas (Collins, 1996;
Fraley, Garner y Shaver, 2000; Fraley y Shaver, 1997; Mikulincer y Orbach, 1995).
Asimismo, en algunos estudios se ha encontrado que la atención emocional se
relaciona positivamente con la sintomatología ansiosa. En cambio, la claridad
y regulación emocional se relacionan negativamente con ansiedad (Extremera
y Fernández-Berrocal, 2006; Fernández-Berrocal, Alcalde, Extremera y Pizarro,
2006). Por otra parte, aunque no existen estudios que hayan abordado de manera
explícita la relación entre la dimensión de evitación y la claridad, comprensión y
regulación de emociones, un amplio número de estudios ponen de manifiesto
que las personas evitativas se caracterizan por una inatención activa a lo emocio-
nal, que les lleva a una falta de autoconocimiento emocional, al distanciamiento
y supresión de emociones negativas y de cogniciones, así como a la exclusión de
recuerdos y pensamientos dolorosos (Mikulincer y Orbach, 1995). Por ello, sería
razonable esperar que una alta puntuación en evitación pueda conducir a una
menor claridad a la hora de identificar y comprender sus emociones, así como una
menor habilidad para regularlas.
Inteligencia emocional percibida y apego adulto 125

El presente estudio evalúa: 1) si el estilo de apego se relaciona con la IE, después


de controlar el posible efecto del sexo y la edad; 2) cómo y en qué medida se rela-
cionan las dimensiones de ansiedad y evitación con la atención, la claridad y la regu-
lación emocional; y 3) si existen efectos de interacción entre las dos dimensiones
de apego a la hora de predecir las distintas habilidades de inteligencia emocional.

Método

Participantes

La muestra utilizada para este estudio está formada por 144 estudiantes univer-
sitarios de la titulación de Psicología de la Universidad de Granada (44 eran hom-
bres y 100 mujeres) con una media de edad de 21,65 años (DT= 0,46).

Instrumentos

El estilo de apego fue evaluado a través del “Cuestionario sobre experiencias


en las relaciones cercanas” (Experiences in Close Relationships, ECR; Brennan et al.,
1998), adaptado al contexto español por Alonso-Arbiol, Balluerka y Shaver (2007).
Esta escala evalúa, a través de 32 ítems, dos dimensiones: ansiedad (15 ítems) y
evitación (17 ítems). Un ejemplo de ítem de la dimensión de ansiedad es: “Necesito
que mi pareja me confirme constantemente que me ama”. Un ejemplo de ítem
de la dimensión de evitación es: “Intento evitar establecer un grado de intimidad
muy elevado con mi pareja”. La escala de medida es tipo Likert con alternativas de
respuesta que oscilan entre 1 y 7 puntos (desde totalmente en desacuerdo hasta
totalmente de acuerdo). La consistencia interna (alpha de Cronbach) de estas sub-
escalas en el presente estudio fue α: 0,91 para la escala de evitación y 0,88 para la
escala de ansiedad.
La inteligencia emocional fue evaluada con la “Escala de meta-conocimiento
de los estados emocionales” (Trait Meta-Mood Scale, TMMS-24; Salovey, Mayer,
Goldman, Turvey y Palfai, 1995), adaptada al contexto español por Fernández-
Berrocal, Extremera y Ramos (2004). Esta escala evalúa, a través de 24 ítems, tres
factores de inteligencia emocional percibida: Atención a los sentimientos, Claridad
emocional y Regulación emocional. La Atención se refiere al grado en el que una
persona tiende a observar e identificar sus propios sentimientos y emociones (ocho
ítems, p. ej., “Pienso en mi estado de ánimo constantemente”). La Claridad se
refiere a la tendencia de una persona a comprender sus propios sentimientos y
emociones (ocho ítems, p. ej., “Frecuentemente me equivoco con mis sentimien-
tos”). La Regulación emocional se refiere a la tendencia de una persona a regular
sus propios sentimientos y emociones (ocho ítems, p. ej. “Aunque a veces me
siento triste, suelo tener una visión optimista”). La escala de medida es tipo Likert
con alternativas de respuesta que oscilan entre 1 y 5 puntos. En el presente estu-
dio, se obtuvieron los siguientes coeficientes α: Atención: 0,89; Claridad: 0,88 y
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Regulación: 0,81. Aunque en los estudios que han utilizado el TMMS para analizar
la relación entre el estilo de apego y la inteligencia emocional, se ha usado una
puntuación global de este cuestionario (p. ej. Fullam, 2002; Kim, 2005), creemos
que no es conveniente analizar los datos usando una puntuación global pues, tal
y como señalan Pérez, Petrides y Furnham (2005), el TMMS no fue diseñado para
aportar tal puntuación. Cabe señalar que el TMMS asume que tanto una puntua-
ción elevada como una puntuación baja en atención emocional pueden resultar
inadecuadas, por lo que una alta puntuación en atención emocional no puede
interpretarse a favor de una mayor IE.
Las variables sociodemográficas consideradas en este estudio, esto es, el sexo y
la edad, se evaluaron a través de dos ítems elaborados expresamente para el estu-
dio.

Procedimiento

La participación de los estudiantes fue voluntaria y los cuestionarios anónimos.


Los cuestionarios fueron administrados durante las horas de clase, empleando un
total de 30 minutos. Se repartieron 150 cuestionarios, de los que se recogieron
144. No obstante, sólo se utilizaron los cuestionarios que habían sido contestados
correctamente. Para analizar los datos, se utilizó el paquete estadístico SPSS 15.0

Resultados

En un primer momento, se calcularon las correlaciones entre todas las variables:


la edad, los estilos de apego, las dimensiones de apego (ansiedad y evitación) y las
dimensiones de inteligencia emocional (atención, claridad y regulación emocional).
Las correlaciones obtenidas pueden observarse en la tabla 1.
Para comprobar si existían diferencias de sexo en las dimensiones de inteligencia
emocional, se procedió a realizar un contraste de medias (prueba t). Los resultados
indicaron que no había diferencias significativas entre hombres y mujeres en nin-
guna de las dimensiones de la IEP.
Entre las correlaciones significativas, cabe destacar que la dimensión de ansie-
dad correlacionó positivamente con atención emocional. La dimensión de evitación
correlacionó negativamente con claridad emocional. El apego seguro correlacionó
positivamente con claridad emocional. El apego indiferente correlacionó negativa-
mente con atención y claridad emocional y, por último, el apego temeroso correla-
cionó negativamente con claridad emocional.
Se realizó un MANCOVA en el que se introdujo, como variable independiente,
el estilo de apego; como covariables, la edad y el sexo; y como variables depen-
dientes, las tres dimensiones de la inteligencia emocional. Los resultados pusieron
de manifiesto efectos significativos en atención (F[3, 138]= 3,298; p< 0,05) y claridad
emocional (F[3,138]= 4,154; p< 0,01). Un contraste de medias DMS puso de relieve
diferencias significativas, de tal manera que los participantes preocupados (DMS=
Tabla 1
Correlaciones entre las variables del estudio

Variables 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
1. Sexo -
2. Edad -0,070 -
3. Ansiedad 0,055 -0,066 -
4. Evitación -0,194* -0,027 -0,074 -

5. Seguro 0,083 0,157* -0,620** -0,423** -

6. Indiferente -0,114 -0,146 -0,347** 0,449** -0,244** -


7. Preocupado 0,022 -0,030 0,680** -0,346** -0,563** -0,270** -
8. Temeroso -0,040 -0,039 0,180* 0,608** -0,328** -0,157* -0,363** -
9. Atención 0,126 -0,037 0,264** -0,067 -0,100 -0,198* 0,161 0,085 -
10. Claridad -0,098 0,245** -0,152 -0,310** 0,275** -0,181* -0,053 -0,168* 0,099 -
Inteligencia emocional percibida y apego adulto

11. Regulación -0,045 0,341** -0,071 -0,038 00,78 -0,032 -0,077 0,023 0,007 0,221** -

Nota: *p< 0,05; **p< 0,01.


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0,648; p< 0,01) y los temerosos (DMS= 0,702; p< 0,05) poseían más atención
emocional que los indiferentes. Sin embargo, no hubo diferencias significativas
entre los participantes seguros e inseguros ni en atención ni en regulación emo-
cional (tabla 2).
Por otra parte, el contraste de medias muestra que existen diferencias signifi-
cativas en claridad emocional, de tal manera que los participantes seguros poseían
más claridad emocional que los preocupados (DMS= 0,286; p< 0,05), los temerosos
(DMS= 0,606; p< 0,01) y los indiferentes (DMS= 0,494; p= 0,05). Como puede
observarse en la tabla 2, el estilo de apego seguro obtiene la puntuación media más
elevada, mientras que los dos estilos evitativos (temerosos e indiferentes) obtienen
las puntuaciones medias más bajas.
Posteriormente, para comprobar la capacidad predictiva de las dimensiones de
apego sobre la IE, se realizaron tres análisis de regresión jerárquica por pasos, uno
para cada una de las dimensiones de inteligencia emocional. En el primer paso, se
introdujeron el sexo y la edad para controlar sus influencias. En el segundo paso, se
introdujeron las dimensiones de apego, esto es, ansiedad y evitación. En el tercer
paso, se introdujo la interacción de ambas dimensiones. Los resultados pusieron de
manifiesto que cuando se consideran los efectos principales de las dimensiones de
apego (paso 2), la atención emocional fue predicha positivamente por la dimensión
de ansiedad (β= 0,259; p< 0,01), que explicaba el 8.2% de la varianza, siendo el
incremento de R2 respecto al primer paso significativo (p= 0,008). No se obtuvieron
efectos significativos ni de la edad ni del sexo (paso 1), como tampoco de la interac-
ción de las dimensiones de apego (paso 3).
Por otra parte, en relación con la claridad emocional, cuando se consideraron los
efectos de la edad y el sexo (paso 1), sólo fueron significativos los relativos a la edad

Tabla 2
Medias y desviaciones típicas obtenidas para cada medida

Escalas del TMMS Estilo de apego M DT


Seguro 3,269 0,9717
Indiferente 2,600 0,4958
Atención
Preocupado 3,535 0,7067
Temeroso 3,563 0,7260
Seguro 3,597 0,6870
Indiferente 2,700 0,9740
Claridad
Preocupado 3,255 0,7950
Temeroso 3,013 0,5862
Seguro 3,653 0,7295
Indiferente 3,400 0,7923
Regulación
Preocupado 3,530 0,6106
Temeroso 3,625 0,5649
Inteligencia emocional percibida y apego adulto 129

(β= 0,245; p= 0,003). Cuando se consideraron los efectos principales de las dimen-
siones de apego (paso 2), la claridad emocional fue predicha negativamente por
ambas dimensiones (β= -0,159; p< 0,05 para la ansiedad; β= -0,337; p< 0,01 para
la evitación), que explicaban el 19,3% de la varianza. El incremento de R2 respecto
al primer paso fue significativo (p= 0,001). No se obtuvieron efectos significativos
de la interacción (paso 3).
Finalmente, en relación con la regulación emocional, cuando se consideraron
los efectos de la edad y el sexo (paso 1), sólo se obtuvieron efectos significativos
respecto a la edad (β= 0,196; p= 0,019). Cuando se consideraron los efectos prin-
cipales de las dimensiones de apego (paso 2), ninguna predijo la regulación emo-
cional. Sin embargo, cuando se consideraron los efectos de interacción (paso 3),
la regulación emocional fue predicha negativamente por la interacción de ambas
dimensiones (β= 0,786; p< 0,05). Estos efectos explicaban el 8% de la varianza y el
incremento de R2 respecto al segundo paso fue significativo (p= 0,026).
Para interpretar adecuadamente estos efectos de interacción, se procedió a rep-
resentarlos gráficamente, siguiendo las recomendaciones de Aiken y West (1991).
Estos resultados pueden observarse en la figura 1.
A partir de este gráfico y siguiendo el procedimiento de estos autores, los resul-
tados revelaron que, cuando la evitación es alta, el aumento de la ansiedad estaba
asociado a un incremento en la regulación emocional. Sin embargo, cuando la evi-
tación es baja, el aumento de la ansiedad va asociado a una disminución en la regu-
lación emocional. La puntuación más elevada en regulación emocional se obtiene
cuando las puntuaciones en ambas dimensiones (evitación y ansiedad) son bajas
(seguros), seguida de la que se obtiene cuando las puntuaciones en ambas dimen-
siones son altas (temerosos). Las puntuaciones más bajas en regulación emocional
se obtienen, cuando las puntuaciones en evitación son altas y en ansiedad son bajas
(indiferentes) y cuando las puntuaciones en evitación son bajas y en ansiedad son
altas (preocupados).

Figura 1
Efectos de interacción entre las dimensiones de ansiedad y evitación sobre la
regulación emocional
130 Aguilar-Luzón, Calvo-Salguero y Monteoliva-Sánchez

Discusión

El objetivo general del presente estudio fue analizar la relación entre apego
e inteligencia emocional percibida desde un doble enfoque: evaluando, por una
parte, tal relación desde la medida de los cuatro estilos de apego y, por otra, desde
las dimensiones que configuran o subyacen a dichos estilos de apego.
Globalmente, en este trabajo hemos constatado que el estilo de apego adulto
se relaciona con la inteligencia emocional evaluada a través del TMMS y que las
dimensiones ansiedad y evitación contribuyen a explicarla. Nuestros resultados
han revelado que la seguridad en el apego implica una mayor capacidad para
entender, regular y percibir las emociones que la inseguridad, confirmando el
vínculo encontrado entre las tipologías de apego y las estrategias para regu-
lar el afecto y las emociones (ver Mikulincer y Florian, 2001, para una revisión);
mientras que los participantes temerosos y preocupados presentaban una mayor
atención emocional que los indiferentes, no hubo diferencias significativas entre
los seguros y los tres inseguros. No obstante, las puntuaciones medias de los
seguros se situaron entre las puntuaciones de los temerosos y preocupados (las
más altas) y las de los indiferentes (las más bajas). Dado que el TMMS se basa en
la asunción de que tanto una puntuación elevada como una puntuación baja en
atención emocional puede resultar inadecuada, nuestros resultados apoyarían
estas implicaciones respecto a la atención emocional. Así, los participantes con
apego inseguro mostraron un nivel de atención emocional menos adecuado que
los participantes con apego seguro.
Por otra parte, los resultados también indicaron que los participantes con apego
seguro presentaban una mayor claridad emocional que aquellos con estilos inse-
guros, confirmando los hallados en estudios previos (Guerra, Guerrero y León del
Barco, 2010; Páez, Fernández, Campos, Zubieta y Casullo, 2006). Sin embargo,
respecto a la regulación emocional, no hubo diferencias entre los cuatro estilos de
apego. Por tanto, nuestros resultados sugieren que los participantes seguros en el
apego presentaban niveles óptimos de atención y claridad emocional, mientras que
esto no era así en los participantes inseguros, confirmando parcialmente los obte-
nidos en otros estudios que también han empleado el TMMS (Fullam, 2002). Cabe
señalar, en relación con estas dos dimensiones de la IEP, las diferencias significativas
encontradas en relación con la edad; a medida que aumentaba la edad de los parti-
cipantes, aumentaban las puntuaciones en las dimensiones de claridad y regulación
de las emociones, en consonancia con estudios previos (Kafetsios, 2004; Mayer et
al, 2002; Van Rooy et al. 2005). Sin embargo, al contrario que en estos estudios, no
encontramos diferencias en relación con el sexo.
Respecto a los resultados obtenidos cuando se exploraron las dimensiones de
apego (ansiedad, evitación) en relación a la IEP, nuestros datos revelaron que la
dimensión de ansiedad contribuía a explicar tanto la atención como la claridad
emocional, de tal manera que cuanto más ansiosa era la persona, más atención y
menos claridad emocional presentaba. Asimismo, los resultados indicaron que la
dimensión de evitación contribuía a explicar la claridad emocional, de manera que
cuanto más evitativa era la persona, menos claridad emocional presentaba.
Inteligencia emocional percibida y apego adulto 131

Finalmente, los resultados pusieron de manifiesto efectos significativos de inte-


racción entre ambas dimensiones de apego en relación con la regulación emo-
cional. Los niveles de regulación emocional más elevados se obtuvieron en los
participantes que obtenían bajas puntuaciones en evitación y en ansiedad (seguros).
Sin embargo, cuando el grado de evitación era bajo y se incrementaba la ansiedad
(preocupados), los niveles de regulación emocional disminuían significativamente,
situándose en el nivel más bajo de regulación emocional de entre los obtenidos.
Por otra parte, cuando el grado de evitación era alto y se incrementaba la ansiedad
(temerosos), los niveles de regulación emocional aumentaban moderadamente.
Todos estos resultados serían esperables desde los postulados de la teoría del
apego (Bowlby, 1969/1982; Sroufe y Watters, 1977). Así, cuanto mayor es la sensi-
bilidad del cuidador ante las necesidades del niño y mejor responde a sus demandas
(lo que le llevaría a formar un estilo de apego seguro), mayor es la probabilidad de
que en la etapa adulta haya aprendido a autorregular sus emociones y a manejar
el conflicto en las relaciones interpersonales (Hexel, 2003; Shaver y Mikulincer,
2002). En el caso de la inseguridad en el apego, nuestros resultados también son
consistentes con las estrategias de hiperactivación y desactivación características de
los estilos preocupados e indiferentes, respectivamente (Cassidy y Kobak, 1988). El
hecho de que en nuestro estudio los participantes con estilo indiferente presenta-
ran los niveles más bajos en atención y claridad emocional, sería congruente con el
planteamiento de la teoría del apego de que tener cuidadores que sean insensibles
a las demandas o necesidades del niño y no respondan adecuadamente a ellas, lleva
a éste a adoptar estrategias que le permitan suprimir sus emociones, dificultando el
recuerdo de las mismas y prestando menos atención a sus sentimientos (Mikulincer
y Orbach, 1995). Por su parte, los preocupados y temerosos fueron los que presen-
taron las puntuaciones más elevadas en atención emocional. Puntuaciones elevadas
en esta dimensión, conlleva que la persona se encuentre en vigilancia constante
acerca de sus estados de ánimo, esforzándose en intentar comprenderlos, algo que
no es siempre positivo, sobre todo cuando una alta atención a las emociones no
va acompañada de la suficiente capacidad para discriminar sus causas, motivos y
consecuencias (Thayer, Rossy, Ruiz-Padial y Johnsen, 2003). Ello sería congruente
con la estrategia de hiperactivación característica de los preocupados, que les hace
centrarse de manera exagerada en pensamientos negativos (pensamiento rumia-
tivo) incrementando con ello la ansiedad. En general, los preocupados atienden en
mayor medida a sus emociones, especialmente a las negativas (Mikulincer y Shaver,
2001).
Para finalizar, cabe destacar que en este estudio se han obtenido resultados dife-
rentes cuando se miden estilos de apego y cuando se miden dimensiones (ansiedad
y evitación), especialmente en el caso de la regulación emocional. Así, mientras
que a través de una medida categórica no se encontraron diferencias en regula-
ción emocional, sí se encontraron diferencias significativas a través de una medida
dimensional. Nuestros datos revelaron que tener altas puntuaciones en ansiedad y
en evitación (temerosos) supone regular mejor las emociones que tener altas pun-
tuaciones en ansiedad y bajas en evitación (preocupados). Estos resultados están
en consonancia con algunos estudios que han mostrado que los temerosos regulan
132 Aguilar-Luzón, Calvo-Salguero y Monteoliva-Sánchez

mejor sus emociones que los preocupados en relaciones de amistad, pero no en


relaciones de pareja (Kafetsios, 2004; Nezlek, 2002), aunque no coinciden con otros
estudios que, a través de una medida basada en estilos de apego, no encuentran
diferencias entre preocupados y temerosos, asociándose ambos negativamente con
la capacidad para regular las emociones (Páez, Campos, Zubieta y Casullo, 2009).
Por tanto, y a modo de conclusión, dados los diferentes resultados obtenidos en
regulación emocional cuando se adopta una medida basada en tipologías y cuando
se adopta una medida basada en dimensiones, este estudio pondría de manifiesto
la importancia de considerar en futuras investigaciones las dimensiones del apego
(ansiedad y evitación) como predictores de la IEP.
No queremos finalizar este trabajo sin mencionar las posibles limitaciones del
mismo. Por un lado, el uso de medidas basadas en autoinforme podría estar pro-
porcionando unos datos que se hacen difíciles de comparar con estudios preceden-
tes que han utilizado, fundamentalmente, medidas de la IEP basadas en habilidad
y medidas de apego basadas en tipologías. Así estos resultados deben interpretarse
con cierta cautela pues, aunque suponen un nuevo enfoque al estudio de la rela-
ción entre la IEP y el apego, debería ser replicado utilizando otras medidas. Además,
el empleo en este trabajo de una muestra formadas por estudiantes universitarios
implicaría que los resultados hallados no puedan generalizarse a distintas poblacio-
nes, por lo que sería adecuado que en futuros trabajos se abordara la relación entre
dimensiones de apego e inteligencia emocional utilizando muestras diferentes.

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Recibido: 31 de marzo de 2011


Aceptado: 7 de diciembre de 2011
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