Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
119-135
Resumen
El objetivo de este estudio ha sido examinar el papel predictivo del apego
sobre las dimensiones (atención, claridad y regulación emocional) de la inteligencia
emocional percibida (IEP), una vez controladas variables como el sexo y la edad.
Para ello, 144 estudiantes universitarios contestaron la “Escala de inteligencia
emocional percibida” (TMMS-24) y el “Cuestionario sobre experiencias en las rela-
ciones cercanas” (ECR). Los resultados indican que la seguridad en el apego, frente
a la inseguridad, se relaciona con puntuaciones más elevadas en dos de las dimen-
siones de la IEP (atención y claridad emocional) y que estos resultados cambian
según se adopten medidas de apego categóricas o dimensionales, especialmente
cuando se comparan ante la regulación emocional. El estudio pone de relieve la
necesidad de considerar las dimensiones de apego –ansiedad y evitación– junto
con otras variables como predictores de la IEP.
Palabras clave: inteligencia emocional, apego, ansiedad, evitación.
Abstract
The aim of this study was to examine the predictive role of attachment on
different dimensions (emotional attention, clarity and repair) of perceived
emotional intelligence (PEI) when variables such as gender and age were
controlled. For this purpose, 144 university students completed the Trait-Meta-
Mood Scale (TMMS-24) and the Experiences in Close Relationships (ECR). The
results indicated that security in attachment, as opposed to insecurity, was related
to higher scores in two of the PEI dimensions (emotional attention and clarity).
These results varied depending on whether categorical or dimensional attachment
measures were used, particularly when they were compared to emotional repair.
The study reveals the need to consider the attachment dimensions of anxiety and
avoidance, together with other variables, as PEI predictors.
Key words: emotional intelligence, attachment, anxiety, avoidance.
Introducción
desde el que entender cómo regulamos nuestras emociones (Bowlby, 1982; Sroufe
y Watters, 1977).
Basado en estos esquemas cognitivos, Bartholomew (1990; Bartholomew y
Horowith, 1991) propuso un modelo de cuatro categorías de apego adulto, ori-
ginadas a raíz de las combinaciones de cada esquema mental de apego (modelo
de uno mismo y modelo de otros) con sus valencias correspondientes (positiva o
negativa): seguro (con ambos modelos positivos), preocupado (con modelo de
uno mismo negativo y modelo sobre los demás positivo), evitativo-indiferente
(dismissing; positivo, negativo) y evitativo-temeroso (fearful; con ambos modelos
negativos). Los modelos sobre uno mismo y sobre otros, representan las expecta-
tivas y creencias generales acerca de la propia valía y acerca de la disponibilidad
de los demás, respectivamente (Griffin y Bartholomew, 1994). Esta tipología es
teóricamente similar a la propuesta originariamente por Hazan y Shaver (1987)
para las relaciones románticas –seguro, ansioso-ambivalente y evitativo–, inclu-
yendo, como principal novedad, dos tipos de evitativos: el evitativo-temeroso y el
evitativo-indiferente.
Posteriormente, Brennan, Clark y Shaver (1998) y Fraley, Waller y Brennan
(2000), proponen que bajo los ítems de las distintas medidas de apego subyacen
dos dimensiones, Ansiedad (o temor a ser rechazado o abandonado) y Evitación (o
incomodidad con la cercanía o con la dependencia de otros), que pueden ser utili-
zadas para clasificar a los individuos en uno de los cuatro tipos o estilos de apego
adulto (seguro, preocupado, indiferente o temeroso).
Diversos estudios han confirmado que los estilos de apego adulto reflejan distin-
tas formas de manejar, controlar y reducir las emociones negativas en las relaciones
interpersonales, empleando diferentes estrategias para regular el afecto y procesar
la información sobre las emociones. Así, por ejemplo, las personas con un estilo
de apego seguro reconocen sus reacciones emocionales negativas y se enfrentan
con estrategias adecuadas a situaciones de conflicto interpersonal u otro tipo de
situaciones dolorosas. En general, expresan sus emociones de manera apropiada y
piden ayuda a otros cuando la necesitan (Mikulincer y Florian, 1998). Por su parte,
las personas con un estilo evitativo tienden a minimizar o negar sus reacciones emo-
cionales negativas, ocultando a los demás sus sentimientos. Como resultado, no
son capaces de solicitar ayuda a los demás para poder así manejar adecuadamente
sus emociones. En el caso de las personas preocupadas (o ansiosas-ambivalentes,
siguiendo la terminología empleada por Hazan y Shaver) presentan, generalmente,
menor autoestima y mayores niveles de ansiedad y depresión que los dos grupos
anteriores (Carnelley, Pietromonaco y Jaffe, 1994; Priel y Shamai, 1995). Por este
motivo, suelen experimentar emociones más negativas, pero las manifiestan de
una forma exagerada para conseguir llamar la atención de su pareja (o de otras
personas significativas). Además, puesto que este grupo es el que necesita más la
aprobación de los demás, en ocasiones actúan olvidándose de sus propias necesida-
des y complaciendo a otros por temor a ser rechazados. En general, parece que la
inseguridad en el apego se asocia con una mayor dificultad para identificar y descri-
bir emociones (Mikulincer, Shaver y Pereg, 2003; ver también Mikulincer y Florian,
1998, para una revisión).
122 Aguilar-Luzón, Calvo-Salguero y Monteoliva-Sánchez
Dadas las implicaciones del apego sobre el desarrollo emocional, cabría espe-
rar también una relación entre este vínculo afectivo y la inteligencia emocional,
cuestión que ha sido abordada en algunos trabajos. En general, una revisión de
los escasos estudios existentes, pone de manifiesto resultados contradictorios res-
pecto a la posible relación entre apego e IE. Así, mientras algunos sugieren que el
estilo de apego predice diferencias individuales en inteligencia emocional (Fullam,
2002; Hamarta et al., 2009; Kafetsios, 2004; Kim, 2005; Najm, 2006), otros indi-
can una ausencia de tal relación (Boncher, 2003; Forlenza, 2007; Fullam, 2002).
De forma más concreta, algunos estudios han puesto de relieve que el estilo de
apego seguro se asocia de forma positiva con las escalas facilitación emocional,
comprensión emocional y regulación emocional (Kafetsios, 2004), mientras que
otros sólo han encontrado relaciones positivas con la regulación emocional (Lopes
et al., 2004) o con la comprensión emocional (Boncher, 2003). Cabe señalar, no
obstante, que también se ha encontrado una relación entre el apego y la manera
en la que reaccionamos ante las necesidades de los demás, vinculando la seguridad
en el apego con una mayor capacidad para la empatía que la inseguridad en el
apego (Mikulincer et al., 2001). Estos resultados apoyarían el vínculo entre apego
e IE, dado que algunas dimensiones de la inteligencia emocional (como la atención
emocional y la capacidad para regular las emociones propias) actúan como predic-
tores de la implicación empática (Aguilar-Luzón y Augusto, 2009). En el caso de los
estilos inseguros, los resultados han sido poco consistentes, puesto que, mientras
que estudios como el de Kim (2005) encuentran que altas puntuaciones en apego
ansioso-ambivalente se relaciona con bajas puntuaciones en IEP, medida a través de
la “Escala de meta-conocimiento de los estados emocionales” (Trait Meta-Mood
Scale, TMMS; Salovey, Mayer, Goldman, Turvey y Palfai, 1995), otros, en cambio,
revelan que ni el estilo de apego temeroso ni el preocupado (que se corresponde
con el ansioso-ambivalente) correlaciona con la inteligencia emocional, medida
en este caso a través del “Test de inteligencia emocional” (Mayer-Salovey-Caruso
Emotional Intelligence Test, MSCEIT; Mayer, Salovey y Caruso, 2002), aunque si
encuentran correlaciones significativas y positivas entre el estilo indiferente y la
comprensión emocional (Kafetsios, 2004).
Desde nuestro punto de vista, podrían ser varios los factores que explican estas
contradicciones: en primer lugar, las medidas utilizadas para evaluar tanto estilos de
apego como inteligencia emocional; en segundo lugar, la adopción de diferentes
modelos teóricos sobre inteligencia emocional y, por último, la falta de control de
otras variables significativas.
Respecto a la forma de medir los estilos de apego cuando se ha estudiado
en relación con la IE, cabría señalar que, mientras algunos estudios utilizan medi-
das categóricas y, más concretamente, el RQ de Bartholomew y Horowitz (1991)
(Fullam, 2002; Kafetsios, 2004; Najm, 2006), otros utilizan medidas dimensiona-
les (Boncher, 2003; Forlenza, 2007; Hamarta, Deníz y Saltali, 2009; Kim, 2005).
Actualmente, la investigación pone de manifiesto la ventaja de la aproximación
dimensional frente a la categórica (Crowell, Fraley y Shaver, 1999; Shaver, Belsky
y Brennan, 2000), debido a que el uso de este último tipo de medidas conlleva
problemas como la baja fiabilidad test-retest o la dificultad para categorizar a los
Inteligencia emocional percibida y apego adulto 123
Método
Participantes
La muestra utilizada para este estudio está formada por 144 estudiantes univer-
sitarios de la titulación de Psicología de la Universidad de Granada (44 eran hom-
bres y 100 mujeres) con una media de edad de 21,65 años (DT= 0,46).
Instrumentos
Regulación: 0,81. Aunque en los estudios que han utilizado el TMMS para analizar
la relación entre el estilo de apego y la inteligencia emocional, se ha usado una
puntuación global de este cuestionario (p. ej. Fullam, 2002; Kim, 2005), creemos
que no es conveniente analizar los datos usando una puntuación global pues, tal
y como señalan Pérez, Petrides y Furnham (2005), el TMMS no fue diseñado para
aportar tal puntuación. Cabe señalar que el TMMS asume que tanto una puntua-
ción elevada como una puntuación baja en atención emocional pueden resultar
inadecuadas, por lo que una alta puntuación en atención emocional no puede
interpretarse a favor de una mayor IE.
Las variables sociodemográficas consideradas en este estudio, esto es, el sexo y
la edad, se evaluaron a través de dos ítems elaborados expresamente para el estu-
dio.
Procedimiento
Resultados
Variables 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
1. Sexo -
2. Edad -0,070 -
3. Ansiedad 0,055 -0,066 -
4. Evitación -0,194* -0,027 -0,074 -
11. Regulación -0,045 0,341** -0,071 -0,038 00,78 -0,032 -0,077 0,023 0,007 0,221** -
0,648; p< 0,01) y los temerosos (DMS= 0,702; p< 0,05) poseían más atención
emocional que los indiferentes. Sin embargo, no hubo diferencias significativas
entre los participantes seguros e inseguros ni en atención ni en regulación emo-
cional (tabla 2).
Por otra parte, el contraste de medias muestra que existen diferencias signifi-
cativas en claridad emocional, de tal manera que los participantes seguros poseían
más claridad emocional que los preocupados (DMS= 0,286; p< 0,05), los temerosos
(DMS= 0,606; p< 0,01) y los indiferentes (DMS= 0,494; p= 0,05). Como puede
observarse en la tabla 2, el estilo de apego seguro obtiene la puntuación media más
elevada, mientras que los dos estilos evitativos (temerosos e indiferentes) obtienen
las puntuaciones medias más bajas.
Posteriormente, para comprobar la capacidad predictiva de las dimensiones de
apego sobre la IE, se realizaron tres análisis de regresión jerárquica por pasos, uno
para cada una de las dimensiones de inteligencia emocional. En el primer paso, se
introdujeron el sexo y la edad para controlar sus influencias. En el segundo paso, se
introdujeron las dimensiones de apego, esto es, ansiedad y evitación. En el tercer
paso, se introdujo la interacción de ambas dimensiones. Los resultados pusieron de
manifiesto que cuando se consideran los efectos principales de las dimensiones de
apego (paso 2), la atención emocional fue predicha positivamente por la dimensión
de ansiedad (β= 0,259; p< 0,01), que explicaba el 8.2% de la varianza, siendo el
incremento de R2 respecto al primer paso significativo (p= 0,008). No se obtuvieron
efectos significativos ni de la edad ni del sexo (paso 1), como tampoco de la interac-
ción de las dimensiones de apego (paso 3).
Por otra parte, en relación con la claridad emocional, cuando se consideraron los
efectos de la edad y el sexo (paso 1), sólo fueron significativos los relativos a la edad
Tabla 2
Medias y desviaciones típicas obtenidas para cada medida
(β= 0,245; p= 0,003). Cuando se consideraron los efectos principales de las dimen-
siones de apego (paso 2), la claridad emocional fue predicha negativamente por
ambas dimensiones (β= -0,159; p< 0,05 para la ansiedad; β= -0,337; p< 0,01 para
la evitación), que explicaban el 19,3% de la varianza. El incremento de R2 respecto
al primer paso fue significativo (p= 0,001). No se obtuvieron efectos significativos
de la interacción (paso 3).
Finalmente, en relación con la regulación emocional, cuando se consideraron
los efectos de la edad y el sexo (paso 1), sólo se obtuvieron efectos significativos
respecto a la edad (β= 0,196; p= 0,019). Cuando se consideraron los efectos prin-
cipales de las dimensiones de apego (paso 2), ninguna predijo la regulación emo-
cional. Sin embargo, cuando se consideraron los efectos de interacción (paso 3),
la regulación emocional fue predicha negativamente por la interacción de ambas
dimensiones (β= 0,786; p< 0,05). Estos efectos explicaban el 8% de la varianza y el
incremento de R2 respecto al segundo paso fue significativo (p= 0,026).
Para interpretar adecuadamente estos efectos de interacción, se procedió a rep-
resentarlos gráficamente, siguiendo las recomendaciones de Aiken y West (1991).
Estos resultados pueden observarse en la figura 1.
A partir de este gráfico y siguiendo el procedimiento de estos autores, los resul-
tados revelaron que, cuando la evitación es alta, el aumento de la ansiedad estaba
asociado a un incremento en la regulación emocional. Sin embargo, cuando la evi-
tación es baja, el aumento de la ansiedad va asociado a una disminución en la regu-
lación emocional. La puntuación más elevada en regulación emocional se obtiene
cuando las puntuaciones en ambas dimensiones (evitación y ansiedad) son bajas
(seguros), seguida de la que se obtiene cuando las puntuaciones en ambas dimen-
siones son altas (temerosos). Las puntuaciones más bajas en regulación emocional
se obtienen, cuando las puntuaciones en evitación son altas y en ansiedad son bajas
(indiferentes) y cuando las puntuaciones en evitación son bajas y en ansiedad son
altas (preocupados).
Figura 1
Efectos de interacción entre las dimensiones de ansiedad y evitación sobre la
regulación emocional
130 Aguilar-Luzón, Calvo-Salguero y Monteoliva-Sánchez
Discusión
El objetivo general del presente estudio fue analizar la relación entre apego
e inteligencia emocional percibida desde un doble enfoque: evaluando, por una
parte, tal relación desde la medida de los cuatro estilos de apego y, por otra, desde
las dimensiones que configuran o subyacen a dichos estilos de apego.
Globalmente, en este trabajo hemos constatado que el estilo de apego adulto
se relaciona con la inteligencia emocional evaluada a través del TMMS y que las
dimensiones ansiedad y evitación contribuyen a explicarla. Nuestros resultados
han revelado que la seguridad en el apego implica una mayor capacidad para
entender, regular y percibir las emociones que la inseguridad, confirmando el
vínculo encontrado entre las tipologías de apego y las estrategias para regu-
lar el afecto y las emociones (ver Mikulincer y Florian, 2001, para una revisión);
mientras que los participantes temerosos y preocupados presentaban una mayor
atención emocional que los indiferentes, no hubo diferencias significativas entre
los seguros y los tres inseguros. No obstante, las puntuaciones medias de los
seguros se situaron entre las puntuaciones de los temerosos y preocupados (las
más altas) y las de los indiferentes (las más bajas). Dado que el TMMS se basa en
la asunción de que tanto una puntuación elevada como una puntuación baja en
atención emocional puede resultar inadecuada, nuestros resultados apoyarían
estas implicaciones respecto a la atención emocional. Así, los participantes con
apego inseguro mostraron un nivel de atención emocional menos adecuado que
los participantes con apego seguro.
Por otra parte, los resultados también indicaron que los participantes con apego
seguro presentaban una mayor claridad emocional que aquellos con estilos inse-
guros, confirmando los hallados en estudios previos (Guerra, Guerrero y León del
Barco, 2010; Páez, Fernández, Campos, Zubieta y Casullo, 2006). Sin embargo,
respecto a la regulación emocional, no hubo diferencias entre los cuatro estilos de
apego. Por tanto, nuestros resultados sugieren que los participantes seguros en el
apego presentaban niveles óptimos de atención y claridad emocional, mientras que
esto no era así en los participantes inseguros, confirmando parcialmente los obte-
nidos en otros estudios que también han empleado el TMMS (Fullam, 2002). Cabe
señalar, en relación con estas dos dimensiones de la IEP, las diferencias significativas
encontradas en relación con la edad; a medida que aumentaba la edad de los parti-
cipantes, aumentaban las puntuaciones en las dimensiones de claridad y regulación
de las emociones, en consonancia con estudios previos (Kafetsios, 2004; Mayer et
al, 2002; Van Rooy et al. 2005). Sin embargo, al contrario que en estos estudios, no
encontramos diferencias en relación con el sexo.
Respecto a los resultados obtenidos cuando se exploraron las dimensiones de
apego (ansiedad, evitación) en relación a la IEP, nuestros datos revelaron que la
dimensión de ansiedad contribuía a explicar tanto la atención como la claridad
emocional, de tal manera que cuanto más ansiosa era la persona, más atención y
menos claridad emocional presentaba. Asimismo, los resultados indicaron que la
dimensión de evitación contribuía a explicar la claridad emocional, de manera que
cuanto más evitativa era la persona, menos claridad emocional presentaba.
Inteligencia emocional percibida y apego adulto 131
Referencias
Abdullah, M., Elias, H., Mahyuddin, R. y Uli, J. (2004). Emotional intelligence and academic
achievement among Malaysian secondary students. Pakistan Journal of Psychological
Research, 19, 105-121.
Aguilar-Luzón, M. C. y Augusto, J. M. (2009). Relación entre inteligencia emocional
percibida, personalidad y capacidad empática en estudiantes de enfermería. Behavioral
Psychology/Psicología Conductual, 2, 351-364.
Aiken, L. S. y West, S. G. (1991). Multiple regression: testing and interpreting interactions.
Newbury Park, CA: Sage.
Alonso-Arbiol, I., Balluerka, N. y Shaver, P. R. (2007). A Spanish version of the Experiences
in Close Relationships (ECR) adult attachment questionnaire. Personal Relationships, 14,
45-63.
Bar-On, R. (1997). The Bar-On Emotional Quotient Inventory (EQ-i): A test of emotional
intelligence. Toronto: Multi-Health Systems.
Bar-On, R. (2000). Emotional and social intelligence: insights from the Emotional Quotient
Inventory. En R. Bar-On y J. D. A. Parker (dirs.), The handbook of emotional intelligence
(pp. 363-388). San Francisco: Jossey-Bass.
Bartholomew, K. (1990). Avoidance of intimacy: an attachment perspective. Journal of Social
and Personal Relationships, 7, 147-178.
Bartholomew, K. y Horowitz, L. (1991). Attachment styles among young adults: a test of a
four category model. Journal of Personality and Social Psychology, 61, 226-244.
Boncher, M. K. (2003). The relationship between attachment styles and emotional
intelligence. Unpublished doctoral dissertation, New York University.
Inteligencia emocional percibida y apego adulto 133
Bowlby, J. (1969/1982). Attachment and loss (vol. 1). Nueva York: Basic Books.
Brennan, K. A., Clark, C. L. y Shaver, P. R. (1998). Self-report measurement of adult
attachment: An integrative overview. En J.A. Simpson y W.S. Rholes (dirs.), Attachment
theory and close relationships (pp. 46-76). Nueva York: Guilford.
Cassidy, J. y Kobak, R. (1988). Avoidance and its relation to other defensive processes. En J.
Belsky y T. Nezworski (dir.), Clinical implications of attachment (pp. 300-323). Hillsdale,
NJ: Erlbaum.
Carnelley, K. B., Pietromonaco, P. R. y Jaffe, K. (1994). Depression, working models of others,
and relationship functioning. Journal of Personality and Social Psychology, 66, 127-140.
Collins, N. L. (1996). Working models of attachment: Implications for explanation, emotion
and behavior. Journal of Personality and Social Psychology, 7, 810-832.
Crowell, J. A., Fraley, R. C. y Shaver, P. (1999). Measurement of individual differences
in adolescence and adult attachment. En J. Cassidy y P. Shaver (dirs.), Handbook of
attachment: theory, research and clinical applications (pp. 434-465). Nueva York:
Guilford.
Extremera, N. y Fernández-Berrocal, P. (2006). Emotional intelligence as predictor of mental,
social, and psysical health in university students. The Spanish Journal of Psychology, 9,
45-51.
Fernández-Berrocal, P., Alcalde, R., Extremera, N. y Pizarro, D. A. (2006). The role of
emotional intelligence in anxiety and depression among adolescents. Individual
Differences Research, 4, 16-27.
Fernández-Berrocal, P., Extremera, N. y Ramos, N. (2004). Validity and reliability of the
Spanish modified version of the Trait Meta-Mood Scale. Psychological Reports, 94, 751-
755.
Forgas, J. P. (2001). Affect and social cognition. Mahwah, NJ: Lawrence Erlbaum.
Forlenza, N. (2007). The cognitive underpinnings of attachment: implications for strategic
emotion abilities. Dissertation Abstracts International, 67(12). (UMI Nº: 3245534).
Fox, N. A. y Calkins, S. D. (2003). The development of self-control of emotion: intrinsic and
extrinsic influences. Motivation and Emotion, 27, 7-26.
Fraley, R. C., Garner, J. P. y Shaver, P. R. (2000). Adult attachment and the defensive
regulation of attention and memory: examining the role of preemptive and postemptive
defensive processes. Journal of Personality and Social Psychology, 79, 816-826.
Fraley, R. C. y Shaver, P. R. (1997). Adult attachment and the suppression of unwanted
thoughts. Journal of Personality and Social Psychology, 73, 1080-1091.
Fraley, R. C. y Waller, N. G. (1998). Adult attachment patterns: a test of the typological
model. En J.A. Simpson y W.S. Rholes (dirs.), Attachment theory and close relationships
(pp. 77-114). Nueva York: Guilford.
Fraley, R. C., Waller, N. G. y Brennan, K. A. (2000). An item response theory analysis of
self‑report measures of adult attachment. Journal of Personality and Social Psychology,
78, 350‑365.
Fullam, A. (2002). Adult attachment, emotional intelligence, health and immunological
responsiveness to stress. Unpublished doctoral dissertation, Rutgers University, Newark, NJ.
Guerra, J., Guerrero, E y León del Barco, B. (2010). Relación entre apego e inteligencia
emocional en adolescentes. Revista Electrónica de Motivación y Emoción, 34 (8).
Goleman, D. (1998). Emotional intelligence. Londres: Bloomsbury.
Griffin, D. W. y Bartholomew, K. (1994). Models of the self and other: fundamental
dimensions underlying measures of adult attachment. Journal of Personality and Social
Psychology, 67, 430-445.
Hamarta, M., Deníz, E. y Saltali, N. (2009). Attachment styles as a predictor of emotional
intelligence. Educational Sciences: Theory & Practice, 9, 213-229.
134 Aguilar-Luzón, Calvo-Salguero y Monteoliva-Sánchez
Páez, D., Fernández, I., Campos, M., Zubieta, E. y Casullo, M. M. (2006). Apego seguro,
vínculos parentales, clima familiar e inteligencia emocional: socialización, regulación y
bienestar. Ansiedad y Estrés, 12, 319-341.
Pérez-González, J. C., Petrides, K. V. y Furnham, A. (2005). La medida de la inteligencia
emocional rasgo. En J.M. Mestre y P. Fernández-BerrocaL (dir.), Manual de inteligencia
emocional (pp. 81-97). Madrid: Pirámide.
Priel, B. y Shamai, D. (1995). Attachment style and perceived social support: effects on affect
regulation. Personality and Individual Differences, 19, 235-241.
Rojas, L. (2005). La fuerza del optimismo. Madrid: Santillana.
Roothman, B., Kirsten, D. K. y Wissing, M. P. (2003). Gender differences in aspects of
psychological well-being. South African Journal of Psychology, 33, 212-218.
Salovey, P. y Mayer, J. (1990). Emotional intelligence. Imagination, Cognition and Personality,
9, 185-211.
Salovey, P., Mayer, J., Goldman, S., Turvey, C. y Palfai, T. (1995). Emotional attention, clarity
and repair: Exploring emotional intelligence using the Trait Meta-Mood Scale. En J. W.
Pennebaker (dir.), Emotion, disclosure and health (pp. 125-154). Washington, DC.:
American Psychological Assessment.
Shaver, P. R., Belsky, J. y Brennan, K. A. (2000). The Adult Attachment Interview and self-
reports of romantic attachment: associations across domains and methods. Personal
Relationships, 7, 25-43.
Shaver, P. R. y Mikulincer, M. (2002). Attachment-related pschodynamics. Attachment and
Human Development, 4, 133-161.
Sibley, C. y Liu, J. H. (2004). Short-term temporal stability and factor structure of the revised
Experiences in Close Relationships (ECR-R) measure of adult attachment. Personality and
Individual Differences, 33, 415-433.
Sroufe, L. A. y Waters, E. (1977). Attachment as an organizational construct. Child
Development, 48, 1184-1199.
Thayer, J. F., Rossy, L. A., Ruiz-Padial, E. y Johnsen, B. H. (2003) Gender differences in the
relationship between emotional regulation and depressive symptoms. Cognitive Therapy
and Research, 27, 349-364.
Tsaousis, I. y Nikolaou, I. (2005). Exploring the relationship of emotional intelligence with
physical and psychological health functioning. Stress and Health, 21, 77-86.
Van Rooy, D. L., Alonso, A. y Viswesvaran, C. H. (2005). Group differences in emotional
intelligence scores: theoretical and practical implications. Personality and Individual
Differences, 38, 689-700.