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HACIA LOS ORÍGENES SOCIALES DE LA TERAPIA OCUPACIONAL

Pablo A. Cantero Garlito

15/02/2016

“Tras la enfermedad, la indigencia y un sentimiento de culpabilidad, no hay nada tan nocivo


para la salud y para la vida misma como la falta de una forma apropiada de expresión de las
facultades activas”.

Jane Addams, 1892

Chicago. Finales del siglo XIX. Miles de inmigrantes procedentes de diferentes


nacionalidades europeas llegan a la ciudad huyendo de la pobreza en la que vivían en sus
países de origen. Son cerca de 10.000 italianos (procedentes sobre todo del sur:
napolitanos, sicilianos y calabreses) pero también alemanes, judíos polacos y rusos, junto
con una importante colonia de checos. Cada nacionalidad va ocupando zonas concretas y
delimitadas de la ciudad en un reparto territorial que podría dibujar las fronteras de una
Europa que experimenta profundos cambios en la industria que provocan modificaciones en
el terreno económico y productivo así como importantes desplazamientos de seres
humanos tanto dentro como fuera del continente buscando un futuro mejor para ellos y para
sus familias

Al llegar a Chicago, muchas de estas personas tienen que asumir trabajos en condiciones
de explotación, desempeñando tareas en fábricas y talleres que no han querido realizar
otros trabajadores con lo que esto puede favorecer la precarización y la vulnerabilidad, pero
además los talleres están empleando a cientos de niños y niñas en edad escolar con el
consiguiente riesgo de perpetuación de los ciclos de pobreza y marginalidad.

La realidad del entorno supone un desafío constante a la salud: calles “indescriptiblemente”


sucias, pésimo alumbrado público, cientos de casas que no disponen de conexión al
alcantarillado. Muchas de ellas no tienen siquiera agua corriente salvo, en algunas, un grifo
situado en el patio trasero. Las viviendas, hechas con madera, en unas condiciones
sumamente frágiles, de cierta provisionalidad, se construyeron pensando en ser habitadas
por una sola familia pero finalmente han sido ocupadas por varias repartiéndose
habitaciones y zonas comunes. Las familias que de manera tradicional han vivido en la zona
y que disponen de mayores posibilidades económicas tratan de marcharse del barrio hacia
otros lugares más cómodos y con menos dificultades sociales. Eso sí, hay un bar por cada
25 hombres, y “no hay duda de que el bar es el centro de la vida social y política más
animada del distrito”. Como decía Bernardo Atxaga en “Obabakoak” al referirse a otro
tiempo, a otro contexto: “¡Cuántas vidas han salvado las tabernas!”.

De forma somera esa podría ser una aproximación al contexto en el que Jane Addams
decide poner en marcha un centro social para responder a todos los aspectos de la vida del
vecindario. ¿Por qué ese sitio? Su respuesta es tan clara como contundente: “Por la
oportunidad que representaba su diversidad y la variedad de actividad”. La diversidad como
oportunidad. La diversidad como un valor. El Centro Social estaba ubicado en una gran
casa en medio de ese barrio con esa enorme mezcla tanto social como cultural. Un espacio
en el que muchas mujeres (y unos pocos hombres) van a residir para poner sus
conocimientos, su experiencia y su trabajo en post de la transformación social a través de
diferentes acciones que se desarrollan en torno a cuatro grandes ejes: social, educativo,
humanitario y cívico. Mujeres que tuvieron, además, que luchar de manera constante contra
la discriminación a la que eran sometidas por el sólo hecho de ser mujeres, cuyas
producciones teóricas y tecnológicas serían prácticamente ignoradas por la Escuela de
Chicago (una de las Universidades más prestigiosas para la filosofía y la economía del siglo
pasado), acusadas de priorizar las necesidades de la sociedad sobre las necesidades de
investigación porque la ciencia, a juicio de ellas, debía estar al servicio de la reforma social
(Verde, 2013).

Desde su nacimiento este centro social se convierte en un lugar que, a modo de oficina de
información e interpretación, sirve para poner en relación a los nuevos habitantes del barrio
con su entorno. Se implementan actividades de encuentro como clubes de lectura, clases
de cocina, de costura, arreglo y bordado (por ejemplo, Addams cuenta que “cien niñas
italianas acuden los lunes, cosen y se llevan a casa una nueva prenda lo que se convierte
en rutina para toda la familia”), actividades educativas o un servicio de guardería: “Cada
mañana pequeñitos italianos, hebreos, franceses, irlandeses y alemanes se reúnen en
nuestro salón y nada parece despertar más la admiración en el vecindario tanto como el
hecho de que “les aguantemos”. Pero también se ponen en marcha acciones para la
atención de las personas mayores, enfermas o con algún tipo de discapacidad.

Jane Addams, que recibiría el Premio Nobel de la Paz en 1931, entiende que la pobreza es
un problema social y comunitario y las acciones que emprende tienen en cuenta este
encuadre global, de análisis y de práctica política: estudian de manera pormenorizada la
realidad de la zona (“investigar para conocer y tener conocimientos para actuar”), realizan
multitud de informes que envían a las autoridades locales para tratar de provocar cambios
en las actuaciones que se realizan en el vecindario; el Centro Social se convierte en lugar
de reunión para organizaciones y sindicatos o se apoya y acompaña la creación de estos.

La “Hull House” fundada por Jane Addams fue un gigantesco laboratorio social que, en
palabras de Carmen Verde (2013), se convirtió en “el instrumento con el que, desde
posiciones reivindicativas frente al capitalismo industrial, intentó paliar los efectos
devastadores de la profunda deshumanización y degradación que observaba como
consecuencia de la rápida industrialización de Chicago”.

Ese es el lugar, poco recordado en Terapia Ocupacional, al que llega en 1911, Eleanor
Clarke Slagle. Ese es el contexto social y político en el que surge la Terapia Ocupacional.
En 1916, Slagle dirigiría la primera escuela profesional de terapeutas ocupacionales. Un
año más tarde participaría en la fundación de la National Society of the Promotion of
Occupational Therapy (NSOPT; que en 1923 cambiaría su nombre por el de Asociación
Americana de Terapia Ocupacional – AOTA-). Tal vez fuese oportuno no olvidar dónde nació
la profesión. Tal vez sería bueno tenerlo presente en tiempos en los que se necesitan
anclajes para explicar e interpretar la realidad y para darle forma a lo que hacemos de una
manera comprometida con la realidad que nos rodea.

BIBLIOGRAFÍA

Addams J. (2013) Hull House: el valor de un centro social. Madrid: Ediciones Paraninfo y
Consejo General del Trabajo Social.

Morrison Jara R. (Re)conociendo a las fundadoras y “madres” de la terapia ocupacional.


Una aproximación desde los estudios feministas sobre la ciencia. TOG (A Coruña) [revista
en internet]. 2011 [11/02/2015]; 8 (14): [21p.]. Disponible en:
http://www.revistatog.com/num14/pdfs/original4.pdf

Sanz Valer P, Rubio Ortega C. Eleanor Clarke Slagle, fundadora y “madre” de la terapia
ocupacional. Su legado. TOG (A Coruña) [revista en Internet]. 2011 [10/02/2016]; 8 (13):
[19p.]. Disponible en: http://www.revistatog.com/num13/pdfs/historia1.pdf

Verde Diego C. Hull House: la ciencia al servicio de la reforma social. En Addams J. (2013)
Hull House: el valor de un centro social. Madrid: Ediciones Paraninfo y Consejo General del
Trabajo Social.

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