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CENTRO DE ESTUDIOS DE POLÍTICA COMPARADA, A. C.
405
METAPOLÍTICA
VOL. 3, NÚM. 11, JULIO • SEPTIEMBRE • 1999
D IRECTOR
César Cansino
CONSEJO DE REDACCIÓN
Sergio Ortiz Leroux, Eduardo Zamarrón de León
CONSEJO EDITORIAL
Israel Arroyo (UAP), María Luisa Bacarlett (UAM), Pablo Javier Becerra (UAM), Pilar Calveiro (UIA), José Antonio Crespo
(CIDE), Alfredo Echegollen (UNAM), Conrado Hernández (CEPCOM), Moisés López Rosas (CEPCOM), Medardo
Maldonado †, María Marván (UdeG), Alberto Olvera (UV), Joel Paredes (CEPCOM), Morgan Quero (UNAM), Miguel
Ángel Rodríguez (UAP), Roberto Sánchez (UNAM), Enrique Serrano (UAM).
CONSEJO DE ASESORES
Judit Bokser (UNAM), Bruno Bosteels (Universidad de Harvard), Helmut Dubiel (Instituto de Investigaciones Sociales de
Frankfurt), Francisco Gil Villegas (COLMEX), Rafaele De Georgi (Universidad de Lecce), Celso Lafer (Universidad de Sao
Paulo), Rigoberto Lanz (Universidad Central de Venezuela), Claude Lefort (Escuela de Altos Estudios de París), Niklas
Luhmann †, Steven Lukes (Instituto Universitario Europeo), Agapito Maestre (Universidad de Almería), Jean Meyer
(CIDE), Lorenzo Meyer (COLMEX), Esteban Molina (Universidad de Almería), Leonardo Morlino (Universidad de
Florencia), Javier Torres Nafarrate (UIA), José Luis Orozco (UNAM), Ugo Pipitone (CIDE), Cristina Puga (UNAM), Federico
Reyes Heroles (UNAM), Giovanni Sartori (Universidad de Columbia), Philippe C. Schmitter (Universidad de Stanford),
Bryan S. Turner (Universidad de Deakin), Gianni Vattimo (Universidad de Turín), Danilo Zolo (Universidad de Siena).
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
Soler Tipografía y Diseño
VENTAS Y MERCADOTECNIA
Daniel Carretero Rangel
Metapolítica es una revista dedicada a la reflexión y debate de los principales temas y corrientes de la teoría
y la ciencia de la política contemporáneas, desde una perspectiva plural y crítica. El presente número fue
preparado por Pilar Calveiro.
Metapolítica es una publicación trimestral del Centro de Estudios de Política Comparada, A.C. ISSN 1405-
4558. Certificado de Licitud de Título Núm. 10073. Certificado de Licitud de Contenido Núm. 7050.
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POR ESCRITO DE LOS EDITORES.
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© 1999 Metapolítica VOL. 3, NÚM. 11, pp. 409-410
SUMARIO
PRESENTACIÓN 411
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TEORÍA Y METATEORÍA
ERNST JÜNGER Y LA VIOLENCIA NAZI
(DOS TEXTOS INÉDITOS DEL FILÓSOFO ALEMÁN
Y UN COMENTARIO DE VÍCTOR FARÍAS)
NACIONALISMO Y NACIONALSOCIALISMO
Ernst Jünger 414
u
DOSSIER
LA MICROFÍSICA DEL PODER O LAS CARAS DE LA VIOLENCIA
PRESENTACIÓN 423
ENCIERRO Y VIOLENCIA
María Laura Sierra 455
VIOLENCIAS DOMÉSTICAS
Pilar Calveiro 471
409
SUMARIO
u
PERFILES FILOSÓFICO-POLÍTICOS
MICHEL FOUCAULT
PRESENTACIÓN 509
u
CRÍTICAS DE TEORÍA POLÍTICA
NOTAS PARA UNA ESTÉTICA DE LA VIOLENCIA
Agapito Maestre 567
u
LIBROS EN REVISIÓN
SOBRE EL RESURGIMIENTO LIBERAL A FIN DE SIGLO
Conrado Hernández López 583
ABSTRACTS 591
COLABORADORES 593
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PRESENTACIÓN
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atención sobre su importancia justamente en vísperas de un nuevo milenio.
Tal parece que el siglo XX pasará a la historia como el siglo del miedo, así
como el XVII fue el de las matemáticas, el XVIII, el de las ciencias físicas, y el
XIX, el de la biología. Ciertamente, el miedo no es una ciencia, pero si hay
un responsable del miedo que ha caracterizado al siglo XX es precisamente
la ciencia y la técnica.
En alguna ocasión, el escritor Albert Camus se refirió a los hombres
de su generación como vidas sin porvenir, sin proyección, sin promesas de
maduración y progreso, vidas de perros. Obviamente, se refería a las
huellas que dejó en sus contemporáneos el haber presenciado durante y
después de la Segunda Guerra Mundial la mentira, el envilecimiento, la
muerte, la tortura y, sobre todo, la impotencia para disuadir a los que lo
hacían de no hacerlo. Pero esta sensación de la que hablaba Camus no
sólo caracterizó a una generación sino que tuvo su secuela en las
generaciones posteriores. Es aquí donde los avances científicos y
tecnológicos, y en particular la revolución informática, han aproximado
peligrosamente lo real y lo virtual, el mundo y la ficción. El resultado
también es ambiguo: impotencia y miedo.
Pero en un tiempo donde muchos han preferido callar, pues
consideran que el mundo parece conducido por fuerzas ciegas y sordas
que no oirían las voces de advertencia, ni los consejos ni las súplicas; en
un tiempo donde muchos han perdido la confianza en el hombre y ya no
esperan reacciones humanas de otros hombres; muchos otros han decidido
actuar y hablar. A los primeros cabe recordarles, parafraseando a Agapito
Maestre, que sin hombres no hay política, pero tampoco sin política, sin
hombres con sentimientos de participación, hay individuos humanos. O
sea, los vínculos entre la subjetividad y la sociedad aún tienen vigencia.
César Cansino
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PERFILES FILOSÓFICO-POLÍTICOS
MICHEL FOUCAULT
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sus buenas conciencias. Pero pocos, muy pocos, han elegido o se
arriesgarán por tomar el camino lento, difícil y tortuoso que se dirige no
sólo a condenar, sino a desentrañar las claves de la violencia y del poder
contemporáneos. Uno de ellos fue, precisamente, Michel Foucault. En sus
múltiples obras, el filósofo francés dirigió su filo polémico a tratar de
desenredar el nudo gordiano que impide acceder al significado profundo y
multifacético del poder. Para Foucault, el análisis del poder no puede
quedar circunscrito exclusivamente a relaciones de dominación política,
económica o ideológica, ni tampoco a simples manifestaciones de fuerza;
requiere, según el autor, ser abordado desde una mirada arqueológica,
genealógica y ética que sitúe a los fenómenos del poder en el marco de una
lucha de intensiones y de estrategias que produce realidades que atraviesan
permanentemente todo el entramado social.
Desde este anclaje teórico, Guzmán Marín, París Pombo y Santillana
Andraca analizan en esta sección algunas ideas, momentos y proyectos
clave que bien pueden servir como brújula para navegar en las diversas
bahías, mares y océanos que descubrió el cartógrafo Michel Foucault.
Después del viaje, queda una sensación no de desesperanza ni de
frustración, sino de una efímera reconciliación sujeta a múltiples vaivenes.
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© 1999 Metapolítica VOL. 3, NÚM. 11, pp. 511-527
LA MIRADA DE FOUCAULT:
EL LANCE TOPOLÓGICO
Francisco Guzmán Marín
Resumen
Frente al análisis clásico del poder que centra su atención en las determinaciones que
constituyen el emplazamiento del dominado, o bien, en las determinaciones que funda-
mentan el posicionamiento del dominador, en cuanto esencia o materialidad ex-
propiada por una determinada clase social que lo mantiene subordinado a la
dialéctica de los modos de producción en las funciones operativas de los aparatos de
Estado y que lo usufructúa a través del ejercicio permanente de la violencia sistemá-
tica: ideológica y/o física; el cartógrafo, Michel Foucault, nos propone reconocer
que el poder es ante todo una lucha de intensiones y de estrategias que produce
realidades y que atraviesa todo el entramado social. En síntesis, el lance cartográfico
de Foucault devela el estruendo de una batalla que todo lo involucra: cuerpos,
formaciones discursivas y mediaciones institucionales.
Deleuze
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LA MIRADA DE FOUCAULT: EL LANCE TOPOLÓGICO
dición de dominio a la correspondencia del orden social con el orgánico orden del
mundo —la “servidumbre natural” aristotélica, el “esclavismo evangelista” de Ginés
de Sepúlveda, la “subalternidad civilizatoria” del etnocentrismo moderno—, o bien
a las pulsiones estructurales de la entidad humana —como la “voluntad de servi-
dumbre” de La Botié—; y la corriente sintético-resolutiva que advierte en las tensiones
del poder, la fuerza dialéctica que pro-voca el devenir histórico del espíritu o la mate-
ria —la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, el materialismo histórico marxista.
Mientras que, por su parte, la analítica del amo produce dos tendencias teóricas
centrales: la usufructuaria que concibe el derecho de dominio como efecto conse-
cuente de la posesión —atribuida, adquirida, o delegada— de la razón, la voluntad
soberana (de dios o del pueblo), la preeminencia civilizatoria, o del movimiento
histórico, con el propósito de reformar el ser social —según se advierte en la “repúbli-
ca” platónica, el derecho de sucesión monárquico, el contractualismo social, la dicta-
dura del proletariado, la “teoría de las élites”—; y la corriente de la complementariedad
que comprende al sistema socio-político en cuanto complejo de segmentos funciona-
les que se complementan entre sí, para constituir la estructura productiva del desa-
rrollo de la historia —el “fordismo social”, por ejemplo. Estos dispositivos teoréticos se
disputan, se retroalimentan, se mezclan y hasta confunden entre sí, para trazar el
“calco”, no el diagrama, de las relaciones de poder.
Sin embargo, en el intersticio de las líneas de estratificación de esta hermenéu-
tica del dominio, como la obstinada hierba emerge entre las ranuras de los asfaltados
canales de la estructura estatal, irrumpe el lance topológico del Michel Foucault
genealogista, del fatalista cartógrafo que llega con la provocativa propuesta de anali-
zar de otro modo, desde una perspectiva radicalmente distinta, el devenir histórico
de las relaciones sociales, a partir del reconocimiento de la inevitabilidad y la omni-
presencia del poder: no es posible sustraerse de las intervenciones del poder, pues-
to que todo se encuentra atravesado por sus flujos constituyentes de subjetividad, de
prácticas de saber, de formaciones de discursividad y de variaciones de visibilidad.
No existen extremos en las relaciones de poder —el amo y el esclavo de la analítica
tradicional—, tan sólo puntos de refracción y de reorientación direccional que con-
forman su microfísica de operación. El poder es rizomático.
Para trazar el diagrama de la microfísica del poder, el Foucault topógrafo constru-
ye nuevos conceptos de comprensión, apertura nuevos territorios de
acontecimientación y reforma los dispositivos procedimentales de la analítica de lo
social —incluso, los propios instrumentos de interpretación del “Foucault archivista”.
Con ello no pretende remozar las viejas teorías con nuevas tramas conceptuales, o
revestir las antiguas concepciones con elementos de reciente cuño, sino constituir
un punto diferente de discernimiento y de referencia de las relaciones de poder, al
impuesto por la dialéctica del dominio.
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LA MIRADA DE FOUCAULT: EL LANCE TOPOLÓGICO
a) desde el marco jurídico-político: los cuerpos policiales, las leyes y todo el entramado
judicial;
De acuerdo con esto, la violencia que ejerce el Estado para mantener las relaciones de
poder vigentes, es de dos tipos: físico e ideológico. La violencia física es una forma
de represión que tiene por objeto a los cuerpos, bien sea de manera directa o
indirecta; mientras que la violencia ideológica es una forma de represión que se
dirige hacia la conciencia de los sujetos. Son dos formas de represión que se com-
plementan recíprocamente. Aquélla mantiene la amenaza sobre la vida de los indi-
viduos, y ésta deforma, según los intereses del amo, la realidad. Enajenación de la
conciencia. El fin que se alcanza mediante estas formas represivas es la anulación de
las posibilidades creativas y, por ende, transformativas de los sujetos. De esta forma,
el poder aparece como algo negativo que tan sólo tiende a la destrucción.
De hecho, la analítica del dominio considera que el sistema de esclavitud es com-
pleto, esto es, comprende a los dos polos de la relación. El amo se encuentra sometido
al esclavo que le sirve de intermediario para la realización de su deseo. Su misma
conciencia es incapaz de escapar de la visión deformada de la realidad que produce
para mantener el régimen de poder vigente. La única posibilidad que tiene de libe-
rarse de sus propias cadenas proviene de la acción del esclavo. El amo queda atrapado
en su propia trampa represiva. Al liberarse, el siervo libera a su amo.
Por otro lado, en tanto que la violencia ideológica que ejerce el poder sobre las
clases dominadas tiende a constituir una perspectiva deformada de lo real, la pro-
ducción del conocimiento científico, de manera particular y exclusiva, se valora
como una instancia programática de liberación, dado que la práctica epistémica
revela las “verdaderas” condiciones de la dominación y denuncia las “auténticas”
leyes que subyacen en el devenir histórico. Promesa de liberación de la indigencia
a que nos someten los bárbaros instintos de la naturaleza; promesa de liberación de
la violencia a que estamos condenados por el Estado. Desde este punto de vista, la
ciencia permite al hombre liberarse de la visión deformada que el amo le impone
—y que garantiza la continuidad de las estrategias de dominio. Función revolucio-
naria de las prácticas de saber.
Detrás de esta perspectiva subsiste el supuesto apriorístico de que el conoci-
miento produce un efecto liberador del sujeto: le libera la conciencia y le libera,
también, de las contingencias del azar, con el propósito de que pueda desempeñar
sus ineludibles funciones históricas. La abstracción del devenir de la historia en su
función de representar al exclusivo amo legítimo de la subjetividad. La verdad como
instancia que se encuentra fuera del poder y que por ello mismo ejerce una acción
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LA MIRADA DE FOUCAULT: EL LANCE TOPOLÓGICO
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como falso y verdadero. De esta suerte tenemos que los tres grandes Sistemas de
Exclusión, respectivamente, son:
a) la prohibición. Se trata del tabú del objeto del discurso, del ritual que acompaña a la
enunciación y del derecho de privilegio o exclusividad del sujeto del habla.
Tipología de prohibición que no cesa de reforzarse, entrecruzarse o compensarse
dentro de la trama que conforma el poder;
... yo supongo que en toda sociedad la producción del discurso está a la vez contro-
lada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que
tiene por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento alea-
torio y esquivar su pesada y temible materialidad.9
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4. Postulado de la esencia o del atributo. Ahí donde la perspectiva tradicional supone que
el poder tendría una esencia y el atributo de cualificar al que lo posee, distinguién-
dolo del que se subordina —la nobleza de los poderosos frente a la vulgaridad de
los miserables—, el cartógrafo encuentra que el poder carece de esencia por ser
operatorio, y que tampoco es un atributo por ser relación. El poder es la operación de
una relación de fuerzas, que atraviesa tanto a las fuerzas dominadas como a las fuer-
zas dominantes. Ambas son singularidades de las relaciones de poder.
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Por otra parte, en el Estado moderno, de acuerdo con Foucault, se recupera una
vieja técnica de poder que se desarrolló al interior de las instituciones cristianas: el
poder pastoral. Las características principales de esta vieja técnica son:
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LA LUCHA DE RESISTENCIA
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En este sentido, desde la perspectiva del cartógrafo se puede señalar que las transfor-
maciones a la historicidad de las ciencias, más que a un conjunto de objetos y/o de
leyes descubiertas, se deben a la irrupción de nuevas formas de la voluntad de verdad.
Formas particulares de esta voluntad que guardan sus claras diferencias respec-
to de los tipos de objetos a los que se dirige, de las técnicas sobre las que se apoya y
de las formas regulativas de la producción de enunciados, con las formas de voluntad
de verdad que les anteceden.
El cartógrafo expone que la forma general de la voluntad de verdad de la sociedad
occidental ha sido dada en la separación histórica que acontece entre Hesiodo y
Platón. Al parecer, todavía entre los poetas griegos del siglo VI el discurso verdadero
se encuentra caracterizado: por su referencia al derecho de quien lo pronunciaba y
de acuerdo con el ritual correspondiente. Era un discurso de justicia y un discurso,
que a través de la profecía, anunciaba los designios del destino, además de contri-
buir a su realización.
Pero un siglo después ocurre un desplazamiento de la verdad. De residir en el
acto ritualizado, eficaz y justo de la enunciación, la verdad se desplaza hacia la inte-
rioridad del enunciado mismo: hacia su sentido, su forma, su objeto y su relación
con su referencia. Empero, este desplazamiento no ha cesado de realizarse, entre el
siglo XVI y XVII aparece una voluntad de verdad que impone al sujeto cognoscente una
cierta posición de perspectiva, una cierta forma de observar y una determinada
función, que lo conmina a ver más que a leer, a verificar más que a comentar, además
de prescribir, incluso a priori, el nivel técnico que deberían alcanzar los conocimien-
tos para ser considerados como verificables y útiles.
Por su parte, el sistema prohibitivo de la enunciación establece tres tipos de prohi-
biciones: el tabú del objeto, el ritual de la circunstancia y el derecho exclusivo del
sujeto que habla. Principio indicativo de que no se tiene el derecho a decirlo
todo, que no se puede hablar de todo con independencia de la circunstancia y que
cualquiera no puede hablar de cualquier cosa. En tanto que el sistema de separación-
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b) el principio del autor que tiende a limitar a ese mismo azar, desde la identidad que
tiene la forma de la individualidad y del yo. En este caso, el autor no ha de enten-
derse como la subjetividad que se apropia de un discurso para hablarlo o escribir-
lo —no hay sujeto del discurso—, sino como el principio de agrupación discursiva,
como unidad y origen de sus significaciones, en fin, ejerce una función como foco
de coherencia de la discursividad; y
c) la disciplina fija los límites del discurso por un juego de identidad que presenta la
forma de la reactualización permanente de las reglas que permiten situar a un
enunciado dentro de la verdad. Se opone a los anteriores procedimientos, comenta-
rio y principio del autor, en cuanto que la posibilidad de la disciplina se encuentra en
la formulación y reformulación indefinida de nuevas proposiciones, y porque se
constituye como un sistema anónimo, cuyo sentido o validez no dependen del
que aparece como su inventor o promotor, y se encuentra también a disposición
de quien pueda servirse de este sistema.
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LA MIRADA DE FOUCAULT: EL LANCE TOPOLÓGICO
NOTAS
1
El fondo fijo acumulado (Bestand) es la modalidad en que se presenta todo aquello que es
alcanzado por el develar pro-vocante del ser de la técnica (ver: M. Heidegger, La pregunta
por la técnica, 1954).
2
A. Huxley, Un mundo feliz, México, Plaza & Janes, 1980, pp. 76-77.
3
Ibid., p. 97.
4
Fernando Savater recurre a este concepto para caracterizar a la democracia griega, con
el cual pretende explicar el hecho de que las mismas leyes rigen para todos los hombres
“libres” que habitan la polis, sin importar su condición: ya fueran tontos o inteligentes, ricos
o pobres (ver: Política para Amador, 1992).
5
J. Hirsch, Globalización, capital y Estado, México, UAM-Xochimilco, 1996. Nota: las cursivas
pertenecen al original.
6
A. Huxley, Un mundo feliz, op. cit., p. 186.
7
Entrevista a M. Foucault aparecida en el número 70 especial de la revista francesa: L’Arc.
8
M. Foucault, Microfísica del poder, Madrid, La Piqueta, 1991, p. 189.
9
M. Foucault, El orden del discurso, Madrid, Tusquets, p. 11.
10
F. Ewald, “Bio-power”, Magazine Littéraire, núm. 218, abril de 1985.
11
Foucault nos dice que en el siglo XVIII se produce un triple fenómeno que modifica
profundamente las relaciones de poder vigentes, tal movimiento consiste, en primer
lugar, en la generalización de todas las contingencias de la sociedad y su integración
dentro de un problema central: la conservación del cuerpo social —por sustitución a la
conservación del cuerpo del monarca, en la época clásica—; en segundo lugar, comien-
zan a operar toda una serie de tecnologías y dispositivos de saber sobre este cuerpo; y en
tercer lugar, aparecen un conjunto de diversos funcionarios y aparatos de poder que
posibilitan tanto la observación como la manipulación de los diferentes segmentos de tal
cuerpo —los maestros, los psiquiatras, entre otros. En su conjunto, los tres fenómenos
articulan una nueva forma de poder, el cual opera en torno a la base de una acción
administrativa sobre la vida, esto es: la estrategia del Bio-power (ver: Saber y verdad, 1991).
12
Idem.
13
G. Deleuze, Foucault, México, Paidós, 1991, p. 55.
14
Idem.
15
F. Ewald, “Bio-power”, op. cit.
16
M. Foucault, Microfísica..., op. cit., p. 140.
17
G. Deleuze, Foucault, op. cit., p. 65.
18
M. Foucault, Microfísica..., op. cit., p. 187.
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FRANCISCO GUZMÁN MARÍN
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Foucault define a las disciplinas como aquellos métodos que permiten el control minucio-
so sobre las posibles operaciones del cuerpo, los cuales garantizan una sujeción permanen-
te de sus fuerzas y, al mismo tiempo, le imponen una relación específica de docilidad-utilidad.
En este sentido, el discurso disciplinario es un sistema de enunciación que constituye determi-
nadas fórmulas de dominación a partir de dos registros: el anatomo-metafísico y el técnico-
político, es decir, codificación corporal que posibilita tanto la sumisión y la utilización como
el control de su funcionamiento y la explicación de sus segmentos funcionales a través de
ciertos regímenes de verdad. Cuerpo útil, cuerpo inteligible. Se trata, pues, de determinadas
prácticas para conocer, para dominar y para utilizar de manera más óptima al cuerpo (ver:
Vigilar y castigar, 1975).
20
Ibid., p. 140.
21
A. Fontana, “Debate con Michel Foucault”, entrevista realizada en 1978.
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© 1999 Metapolítica VOL. 3, NÚM. 11, pp. 529-541
Resumen
En los cursos que impartió en el Collège de France a mediados de los años setenta,1
Michel Foucault analizó las características del discurso histórico-político a partir de
una pregunta: ¿no será posible invertir la tesis de Clausewitz sobre la guerra, que la
concibe como la política continuada por otros medios?, es decir, ¿no sería necesario
afirmar que la política es la guerra continuada por otros medios?
Los estudios sobre el discurso histórico-político conjuntan dos ejes principales de
investigación: las estrategias del poder en la época moderna y las relaciones entre
discurso y verdad. En estas obras, Foucault realiza una disección de los discursos
históricos del siglo XVII en Inglaterra y del siglo XVIII en Francia. A través de los docu-
mentos de esa época, Foucault demuestra la existencia de una ruptura epistemológica
en el discurso histórico; afirma que a partir de la Revolución inglesa y en el periodo
previo a la Revolución francesa, se desarticuló el viejo modelo filosófico-jurídico que
hasta entonces había ordenado la producción de los relatos sobre el pasado y la
fundamentación del derecho. Al desvanecerse el argumento universalista que
justificaba el poder de las monarquías y de los imperios y glorificaba las gestas de
los grupos dominantes, la Historia se desgajó en diferentes historias que se torna-
ron en poderosas armas para las luchas políticas. A partir de entonces, la narración
histórica fue reordenada en torno al tema de la guerra; la representación de las
sociedades humanas se construyó sobre un modelo binario, marcado por un con-
flicto fundamental entre fuerzas irreconciliables que habrían de enfrentarse has-
ta la derrota y exterminación de los de arriba, los dominantes, los usurpadores o
los poderosos.
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FOUCAULT: LA PRIMACÍA DE LA GUERRA EN EL DISCURSO HISTÓRICO-POLÍTICO
Se trata... de coger al poder en sus extremidades, en sus confines últimos, allí donde se
vuelve capilar, de asirlo en sus formas e instituciones más regionales, más locales, sobre
todo allí donde, saltando por encima de las reglas del derecho que lo organizan y lo
delimitan, se extiende más allá de ellas, se inviste en instituciones, adopta la forma de
técnicas y proporciona instrumentos de intervención material, eventualmente inclu-
so violentos (Foucault, 1978, p. 142).
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MARÍA DOLORES PARÍS POMBO
Al tiempo que el discurso de la soberanía era reemplazado por las tácticas polimorfas
de la disciplina, se fueron autodestruyendo los fundamentos de la legitimidad
monárquica. El discurso histórico empezó entonces a tornarse en el arma política
principal de las fuerzas sociales en pugna.
Durante la época clásica, la historia fungió como un ritual de poder, cuyo fin era
el de mostrar “que todo lo que (hacían) los soberanos nunca (era) vano, inútil o
insignificante; (mostraba) sobre todo que nunca (era) indigno de ser relatado. Por
el contrario, merecía siempre ser recordado y conservado eternamente” (Foucault,
1992, p. 75). Los textos históricos no eran sino una representación metafísica que
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FOUCAULT: LA PRIMACÍA DE LA GUERRA EN EL DISCURSO HISTÓRICO-POLÍTICO
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MARÍA DOLORES PARÍS POMBO
que éste era el heredero legítimo de Clodoveo, primer rey de Francia. Narraban
así que los francos no eran, en realidad, más que “galos anhelosos de volver a ver el
país del cual provenían originalmente y no pensaban liberar un país sojuzgado o
liberar hermanos vencidos. Se habían movido simplemente por una nostalgia profun-
da y por el deseo de beneficiarse con una civilización floreciente como la galo-
romana” (Foucault, 1992, p. 131). En esta versión sobre el origen nacional, la invasión
se transformaba en reconquista y la conversión de Clodoveo aparecía como el retor-
no a los valores originarios del pueblo franco.
La monarquía absoluta se encargó de difundir su propia “versión oficial” y perci-
bió pronto la necesidad de construirle un respaldo institucional para monopolizar
la producción del saber histórico, su estudio y su enseñanza. Durante el reinado de
Luis XVI, el cuadro administrativo construyó un amplio acervo y almacenó diversos
archivos históricos con el fin de controlar la producción y transmisión de la historia
oficial. Se creó primero la Bibliothèque des finances, unos años después el Dépot des
chartes y finalmente en 1781 se unieron estas instituciones en una Bibliothèque de la
législation, encargada fundamentalmente de proporcionar a los ministros “de su
majestad”, cuando así lo requirieran, los archivos, los documentos y las investigacio-
nes relativas a la administración, el derecho público y la historia. Finalmente, en
1780, cuando los derechos de la monarquía se vieron atacados con virulencia, Moreau
fue nombrado Ministro de Historia y Defensor Oficial del Rey; la historia fue asumi-
da definitivamente como la fuente principal de legitimidad.
En el momento preciso en que los enfrentamientos políticos del siglo XVIII pasaban a
través de un discurso histórico, en la época en que el saber histórico era efectivamen-
te un arma política contra el saber de tipo administrativo de la monarquía absoluta,
la monarquía quiso de algún modo monopolizarlo (Foucault, 1992, p. 147).
La asunción de una historia oficial ligaba el discurso histórico con el Estado. Sin
embargo, a partir de entonces podemos asistir a dos versiones contradictorias sobre
el pasado, que manifiestan un enfrentamiento entre fuerzas sociales: por un lado, la
historia asumida por los gobernantes que será transmitida de manera obligatoria en
las escuelas; y, por el otro, la historia ligada a las luchas por el poder y a las rebelio-
nes. A partir del siglo XVII y, sobre todo, desde finales del siglo XVIII, el saber histórico
es entonces un arma discursiva utilizada por todos los contendientes del campo
político (Foucault, 1992, p. 197).
La teoría filosófico-jurídica de los estados y de las monarquías, que había sido la
trama elaborada por los historiadores oficiales desde tiempos remotos, fue poco a
poco desarticulada. La ley dejó de ser la clave de la paz pública y pasó a ser conside-
rada como resultado de los conflictos y de las guerras.
En su ascenso hacia la representación institucional, las diferentes fuerzas
sociopolíticas tuvieron que refutar la tesis de la monarquía que encontraba la condi-
ción de posibilidad y la unidad misma de la nación en la persona del rey: para ella
“lo que forma el cuerpo de la nación es el cuerpo del rey, y, es el cuerpo del rey en
su relación físico-jurídica con cada uno de sus súbditos” (Foucault, 1992, p. 225).
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FOUCAULT: LA PRIMACÍA DE LA GUERRA EN EL DISCURSO HISTÓRICO-POLÍTICO
El famoso escrito de Siéyès sobre el tercer estado fue una pieza clave en la
rearticulación del discurso histórico. En esa obra, el abad revolucionario formuló
un concepto de nación desdoblada considerando la existencia, bajo un solo Esta-
do, de dos naciones distintas: por un lado, la nobleza y el clero, y, por el otro, la
burguesía y el pueblo bajo. Siéyès afirmó que el tercer estado tenía una potenciali-
dad revolucionaria porque era la preexistencia misma de la unidad y de la totalidad
nacional: “Todo lo nacional es nuestro y todo lo nuestro es nación”, afirmaba con
entusiasmo el nuevo sujeto histórico. Los revolucionarios franceses, revirtiendo
el discurso contrahistórico de la reacción nobiliaria, descubrieron así la epopeya
del Pueblo arrancándose por fin las ataduras que les habían impuesto la nobleza y
la monarquía. El cuerpo del rey se esfumaba ante el asalto de las multitudes; éstas
repentinamente le arrebataban la corporeidad de la nación.
Este momento de ruptura histórica marca, por supuesto, la emergencia de lo
nacional como el objeto principal de disputa entre las fuerzas políticas y sujeto
principal de la historia. En efecto, podemos considerar que mientras la nación
formaba parte orgánica de la monarquía, no daba lugar a ningún conflicto. La na-
ción no era más que el cuerpo político que formaba uno con el cuerpo natural del
rey.4 En esto, la teoría jurídica tenía todavía, durante la época del absolutismo, una
estrecha relación con la teología y es probable que la idea de “corporación
unipersonal” que sustentaba la teoría de los dos cuerpos del rey, tuviera su origen
en la doctrina cristiana de las “dos naturalezas de Dios” (Kantorowicz, 1985). De
alguna manera, no existió la nación hasta que el cuerpo político se sustrajo a su
concepción teológica.
Los revolucionarios franceses derivaron el concepto de nación hacia una defini-
ción claramente política; en sus declaraciones y en sus discursos, ésta se volvió un
sinónimo de “Estado”. La bipartición de la nación era la representación de un esta-
do de confrontación permanente entre dos pueblos distintos que vivían en un mis-
mo territorio.
La ruptura radical con la teoría del derecho divino dio lugar al nacimiento del
discurso histórico-político, que se articuló entorno a cuatro grandes ejes:
534
MARÍA DOLORES PARÍS POMBO
con las invasiones y las guerras que dieron luz a la nación recibieron las más diversas
y contradictorias interpretaciones. Esos hechos rescatados por la memoria nacional
solían relatar el primer enfrentamiento entre barbarie y civilización. Esta última,
concebida como un orden jurídico antediluviano, representaba la esencia de la
nación. El bárbaro era en cambio el primer usurpador, el traidor, la fuerza bruta im-
puesta sobre la razón, la violencia que se apoderaba de los bienes, de las tierras y
destruía los valores más preciados de la civilización. Sin embargo, el bárbaro podía
encarnar también el valor de la libertad y de los derechos naturales. En esos casos, era
la raíz más pura de la identidad nacional; expresaba su fuerza, su vigor, su energía.
En el discurso histórico-político, el presente aparecía como edad obscura (o
crepúsculo de los dioses). Su interpretación no podía provenir más que del conflic-
to irreconciliable entre las fuerzas sociales. En el final de la historia, solía situarse la
utopía como esperanza de una nueva victoria. La historia anunciaba así generalmen-
te la llegada de un salvador de los pueblos y la inversión de las relaciones de fuerza
en la sociedad.
535
FOUCAULT: LA PRIMACÍA DE LA GUERRA EN EL DISCURSO HISTÓRICO-POLÍTICO
Mientras que hasta el siglo XVIII la guerra era considerada como una interrupción
del derecho, a partir de Boulainvilliers, recubría todo el derecho, incluido el dere-
cho natural (Foucault, 1992, p. 164) y se volvió el sentido mismo del Estado, de la
institucionalización de la normas. Es ese historiador francés el que enunció con
mayor claridad el discurso de la guerra intestina y de la formación conflictiva del
Estado.
Para que madurara la idea de una dominación guerrera, era necesario, en térmi-
nos weberianos, que “el Estado hubiera monopolizado la violencia legítima”. El paso
previo a la formulación de la primacía de la guerra fue la estatalización de la misma,
la formación de un cuerpo militar controlado por el Estado.
A partir de aquí (dice Foucault), la guerra tiene que ver con el reparto de las armas,
las técnicas de lucha y de reclutamiento, la retribución de los soldados, los impues-
tos relativos al ejército: la guerra, en suma, entendida como institución interna y ya
no solamente como acontecimiento bruto de la batalla (Foucault, 1992, p. 169).
Por primera vez es formulada aquí la idea de que toda ley, toda forma de soberanía,
todo tipo de poder deben ser analizados no en términos de derecho natural o de
constitución de la soberanía, sino como el movimiento sin fin —y siempre histórico—
de las relaciones de dominación de unos sobre otros (Foucault, 1992, p. 120).
536
MARÍA DOLORES PARÍS POMBO
como un canto épico a las glorias y las hazañas del ejército imperial. Se asemejaba,
en cambio, a la forma discursiva hebráico-bíblica: era un alargado lamento sobre el
exilio y la servidumbre, sobre la traición de los reyes y las derrotas de los justos, una
denuncia del poder, de su arbitrariedad y su injusticia. Por otro lado, reclamaba el
ejercicio del poder para quienes encarnaban la pureza de la historia. Sus objetivos
eran “(la) reversión del engaño, (la) revelación del secreto, (el) desciframiento,
(la) reapropiación del saber sustraído y oculto, (la) irrupción de una verdad sigilo-
samente guardada” (Foucault, 1992, p. 81).
A la vez, la historia se volvió profecía. Su objeto era no solamente la construcción
discursiva del derecho a la rebelión, sino también la justificación de la guerra y la
legitimación de un sistema de dominación que estaba por construirse. En definiti-
va, la historia política elaboró el mito de un remoto paraíso que justificaba la grande-
za originaria de la nación para profetizar una revuelta y el retorno a la justicia o la
reconstrucción de la comunidad originaria. Tanto el presente como la evolución
milenaria de las naciones, no constituían más que un larguísimo oscurantismo mar-
cado por la irracionalidad y la imposición de los poderosos.5
El discurso histórico-político forma una trama epistémica cerrada: sus ejes fun-
damentales de argumentación varían poco y el modo mismo de enunciación es
relativamente homogéneo. Sin embargo, partiendo de la tesis foucaultiana de la
“reversibilidad de los discursos”, las tácticas discursivas y los objetivos extradiscursivos
de la enunciación son variables y contradictorios. Si en un principio el discurso
histórico-político fue el arma de la reacción nobiliaria, en una época ulterior fue
asumido por los revolucionarios franceses; posteriormente, se insertaría de manera
casi “natural” en la trama del socialismo decimonónico.
En su apogeo, el discurso histórico-político se convierte en la propia genealogía
nietzscheana. Así, de acuerdo con una hipótesis de Nietzsche, toda situación histó-
rica y todo el Estado parten de un enfrentamiento belicoso entre valores. El propio
Foucault asumió esta tesis que había descubierto en la trama de la narración históri-
ca moderna: en cualquier tipo de consideración política y en cualquier imperativo
moral, no podemos más que ser guerreros de nuestras propias convicciones. Las
relaciones sociales y políticas se transforman entonces en una suerte de lucha a
muerte entre valores necesariamente irreconciliables. La verdad no es nunca más
que una construcción social lograda a través del ejercicio del poder.
537
FOUCAULT: LA PRIMACÍA DE LA GUERRA EN EL DISCURSO HISTÓRICO-POLÍTICO
la guerra de razas. La nación inglesa, por ejemplo, fue presentada por los grupos
plebeyos en ascenso, como heredera del régimen normando, producto del saqueo
y de la extorsión a costa de la raza sajona genuinamente pura y libre, pero derrotada y
sometida.
La noción de “guerra de razas” no operaba sólo como tesis particular de un
grupo contra otro (levellers y puritanos contra la monarquía inglesa; reacción
nobiliaria contra el régimen de Luis XIV), sino como arma discursiva que era utiliza-
da en las luchas políticas por los más diversos actores y con fines muy diferentes. El
argumento abordaba la relación entre dos grupos de naturaleza distinta, con dife-
rencias de fuerza, vigor y energía, de ferocidad y de barbarie, que se enfrentaban
incesantemente, desde el evento fundador de la nación hasta la resolución revolu-
cionaria de la historia.
A lo largo del siglo XIX, con el ascenso de los movimientos socialistas y anarquistas,
los discursos sobre la guerra de razas derivaron en las teorías de la “lucha de clases”:
“A partir de ese momento, se busca un trasfondo civil de la lucha que sustituye al
trasfondo militar y sangriento de la guerra planteado por los historiadores del siglo
precedente” (Foucault, 1992, p. 233).
Se mantuvo, sin embargo, la trama fundamental del discurso histórico-político,
basada en la bipartición y en el permanente conflicto al interior de la nación.
En las teorías materialistas de la época ilustrada y en los discursos revoluciona-
rios, el término de “raza” tenía un contenido incierto, ligado al origen geográfico, a
la lengua y, sobre todo, a la religión de los pueblos. Durante el siglo XVIII, mucho
antes del darwinismo, empezaron a desarrollarse las teorías científicas sobre las razas.
El término de raza se redefinió para significar los rasgos físicos aparentes y las caracte-
rísticas fisiológicas de los distintos grupos sociales. De la definición biológica, se pasó
rápidamente a la extracción de consecuencias psico-culturales; se precisaron tam-
bién conceptos como los de “pureza” y “superioridad racial”.
El desarrollo de las teorías científicas racionalistas está ligado al florecimiento de
la biopolítica en los estados modernos, es decir, de la tarea administrativa de los
estados para la gestión de las poblaciones. La noción misma de población se presentó
desde el siglo XVIII como un problema a la vez científico y político. Partiendo del
progreso en las investigaciones biológicas, médicas, antropológicas y demográficas,
los gobiernos europeos empezaron a aplicar políticas para incidir sobre las caracterís-
ticas orgánicas y sobre la salud de la población: el control de la natalidad, el descenso
de la mortalidad, las campañas de higiene y de vacunación justificaron la incidencia de
las instancias públicas sobre la prolongación y la reproducción de la vida humana.
Foucault definió el término de “biopolítica” como “la génesis de un saber políti-
co centrado en la noción de población y en el control de los mecanismos que asegu-
ran su regulación” (Foucault, 1989). Las nociones de orden y limpieza, aplicadas a
las poblaciones, aparecieron entonces como una estrategia global de poder de los
gobiernos, basada en la noción de “razón de Estado”. Así como las tácticas locales se
empeñaban en conformar cuerpos funcionales y disciplinados, los gobiernos im-
pulsaron estrategias de poder basadas en la normalización social: en campañas para
la eliminación de la marginalidad, la desviación e, incluso, la impureza racial.
538
MARÍA DOLORES PARÍS POMBO
No se debe olvidar —no estoy diciendo esto para criticar la racionalidad, sino para
mostrar lo ambiguas que son las cosas— que el racismo se formuló sobre la base de la
pujante racionalidad del darwinismo social, llegando a ser uno de los más duraderos
y poderosos ingredientes del nazismo. Éste era, desde luego, una irracionalidad, pero
una irracionalidad que era al mismo tiempo, después de todo, cierta forma de racio-
nalidad (M. Foucault, “Space, Knowledge and Power”, entrevista con P. Rabinow, en
Skyline, marzo de 1982, pp. 16-20, citado por F. Vázquez García, 1995).
a) subdividir la especie en subgrupos que formaban las razas, con el fin de fragmen-
tar e introducir rupturas en ese continuum biológico que el biopoder pretendía
gestionar;
b) crear una relación de tipo bélico que estableciera la dependencia entre la vida de
unos y la muerte de otros. “El racismo representa la condición bajo la cual se
puede ejercer el derecho de matar. Si el poder de normalización quiere ejercer el
viejo derecho soberano de matar, debe pasar por el racismo” (Foucault, 1992, p.
265); y
En este sentido, el racismo como biopoder se volvió uno de los mecanismos indis-
pensables de los estados, pues era la condición misma de aceptabilidad del matar.
Cabe señalar que “el matar” no era necesariamente la privación de la vida, sino
539
FOUCAULT: LA PRIMACÍA DE LA GUERRA EN EL DISCURSO HISTÓRICO-POLÍTICO
CONCLUSIONES
La genealogía, heredera del discurso histórico-político, lo transformó en su propio
objeto de estudio; generó entonces un metadiscurso cuyo objetivo fue el desmitificar
un tipo de racionalidad provisionalmente vencedora.
El análisis genealógico en la obra de Foucault permitió desentrañar y analizar los
saberes que sustentaban la primacía de la guerra en la política, la bipartición irre-
mediable de las sociedades y la lucha de razas. Demostró que la producción del
discurso histórico-político coincidía con un diagrama de poder disciplinario en las
sociedades occidentales. A nivel de los dispositivos locales, ese diagrama se
concretizaba en una anatomía política, centrada en la formación de cuerpos útiles.
Desde el punto de vista de las estrategias globales, se imponía un biopoder cuyo
objeto específico de incidencia era la población, entendida a la vez como un proble-
ma político y científico.
A inicios del siglo XX, la reversibilidad del discurso histórico permitió la funda-
mentación del racismo de Estado. El biopoder se sustentó entonces en las nociones
de higiene pública y de limpieza racial y dio lugar a políticas decididas de extermi-
nio de los individuos considerados como marginales, desviados o impuros.
Tanto el nacionalismo como el racismo forman parte de una trama epistémica
vigente hasta nuestros días, mediante la cual la producción del poder político gene-
ra sistemas de inclusión-exclusión para conformar sociedades de normalización.
NOTAS
1
La traducción y transcripción de las lecciones impartidas entre enero y marzo de 1976 se
encuentra en el libro Genealogía del racismo, Madrid, La Piqueta. Dos de esas lecciones (del
7 y del 14 de enero) fueron recogidas en el libro La microfísica del poder, Madrid, La Piqueta,
que contiene además diversas entrevistas y artículos sobre sus trabajos de investigación
genealógicos. Finalmente, este artículo hace referencia al Résumé des cours (1970-1982) y de
manera particular al resumen de los cursos que impartió Foucault en 1975-1976 (“Il faut
défendre la société” “Hay que defender a la sociedad”), en 1977-1978 (“Sécurité, territoire et
population” “Seguridad, territorio y población”) y en 1978-1979 (“naissance de la biopolitique”
“nacimiento de la biopolítica”), París, Julliard, 1989.
2
“¿La razón? Pero ésta nació de un modo perfectamente razonable, del azar” (Foucault,
1978, p. 10).
3
Foucault menciona, por ejemplo, el silencio que rodea, en el discurso histórico, la prácti-
ca de la sodomía, y que permitió frente a ella actitudes tan contradictorias como la extre-
ma severidad de los castigos (podía causar la condena a la hoguera) o la amplia tolerancia
que se deduce de la rareza de las condenas relacionadas con esa práctica sexual (Foucault,
1977).
540
MARÍA DOLORES PARÍS POMBO
4
El derecho se sustentó, durante la época del absolutismo inglés, en la curiosa doctrina de
los Dos Cuerpos del Rey, es decir, en la “ficción fisiológica” según la cual el monarca, al ser
encarnación del cuerpo político, era inmortal, no podía ser menor de edad, era incapaz de
errar, de locura o de debilidad. Además de su cuerpo natural, el rey poseía un cuerpo
ficticio, el Estado, que trascendía totalmente sus rasgos fisiológicos y poseía características
sobrehumanas, una perfección absoluta (Kantorowicz, 1985).
5
Afirma K. Marx en La ideología alemana: “La dependencia total, forma natural de la coope-
ración histórico-universal de los individuos se convierte, gracias a la revolución comunista,
en el control y la dominación consciente sobre estos poderes, que nacidos de la acción de
unos hombres sobre otros, hasta ahora han venido imponiéndose a ellos, aterrándolos y dominán-
dolos, como potencias absolutamente extrañas” (cursivas mías).
REFERENCIAS
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Deleuze, G. (1986), Foucault, París, Les Éditions de Minuit.
Deleuze, G. (1994), “Désir et plaisir”, Magazine littéraire, núm. 325, octubre.
Ewald, F. (1985), “Biopouvoir”, Magazine littéraire, núm. 218, abril.
Foucault, M. (s/f), “El orden del discurso”, México, Ediciones Populares.
Foucault, M. (1976), Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, México, Siglo XXI.
Foucault, M. (1977), Historia de la sexualidad, tomo I. La voluntad de saber, México, Siglo XXI.
Foucault, M. (1978), La microfísica del poder, Madrid, La Piqueta.
Foucault, M. (1980), La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa.
Foucault, M. (1989), Résumé des cours 1970-1982, col. Conférences, essais et leçons du Collège
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Foucault, M. (1992), Genealogía del racismo, Madrid, La Piqueta.
Kantorowicz, E. H. (1985), Los dos cuerpos del rey, Madrid, Alianza.
Murillo, S. (1996), El discurso de Foucault: Estado, locura y anormalidad en la construcción del
individuo moderno, Buenos Aires, Oficina de Publicaciones del CBC, Universidad de Buenos
Aires.
Vázquez García, F. (1995), Foucault, la historia como crítica de la razón, Barcelona, Montesinos.
541
© 1999 Metapolítica VOL. 3, NÚM. 11, pp. 543-561
LA ODISEA CRÍTICA DE
MICHEL FOUCAULT
Arturo Santillana Andraca
Resumen
La obra del filósofo francés, Michel Foucault, nos sirve hoy de pre-texto para experi-
mentar un recorrido crítico de nuestra época moderna desde, por lo menos, cuatro
perspectivas distintas: el binomio razón-sinrazón; las formaciones epistémico-
discursivas; las relaciones de poder; y la experiencia ética. No obstante, más que
elaborar una semblanza de la trayectoria intelectual del filósofo francés, en las si-
guientes reflexiones daré seguimiento a su proyecto o, mejor dicho, sus proyectos
críticos. A mi juicio, la preocupación de Foucault por la modernidad es, de por sí,
un ejercicio crítico cuyo propósito fundamental radica en desentrañar las condicio-
nes que hicieron y hacen posible nuestra actual existencia.
Dos son los propósitos fundamentales que me orientarán en las siguientes re-
flexiones: el primero de ellos consiste en defender la idea de que a lo largo de la obra
de Foucault hay, por lo menos, tres proyectos críticos u “horizontes teóricos” desde los
cuales se intenta comprender el ser de la modernidad: a) un primer proyecto
epistémico-arqueológico, que dará la pauta para estudiar la modernidad desde su
constitución arqueológico-discursiva; b) un segundo proyecto genealógico-político,
donde las relaciones de poder y los juegos de verdad ocuparán la arena de la re-
flexión; y c) un tercer proyecto ético-subjetivo, según el cual la crítica a la modernidad
ha de situarse desde la relación existente entre los sujetos y un determinado ethos.
El segundo propósito que estimula el presente ensayo radica en defender a
Foucault como un pensador moderno, crítico de la modernidad. Es decir, defende-
543
LA ODISEA CRÍTICA DE MICHEL FOUCAULT
544
ARTURO SANTILLANA ANDRACA
Antes del fin del siglo XVIII, el hombre no existía. Como tampoco el poder de la vida,
la fecundidad del trabajo o el espesor histórico del lenguaje. Es una criatura muy
reciente que la demiurgia del saber ha fabricado con sus manos hace menos de
doscientos años: pero ha envejecido con tanta rapidez que puede imaginarse fácil-
mente que había esperado en la sombra durante milenios el momento de ilumina-
ción en el que al fin sería conocido.5
De este modo, Foucault se propone explicar las condiciones epistémicas que hicie-
ron posible una nueva sistematización del saber provocada por el desplazamiento
ontológico de una verdad occidental establecida, ya sea en la idea del logos griego o del
Dios judeocristiano. Dicho desplazamiento es provocado por un nuevo funda-
mento ontológico: la razón autorrefencial y autopoiética de un hombre que, ubicado
topológicamente en la analítica de la finitud, se marca a sí mismo los límites del
conocimiento y, por tanto, del acceso a la verdad.
Mientras las cosmovisiones de la Grecia antigua y del mundo medieval tenían
como fundamento ontológico una verdad dada de antemano, anterior a la propia
razón, la época moderna se caracteriza por depositar la legitimidad del acceso a la
verdad en el sujeto mismo. Es decir, la verdad no está dada, sino toda está por
construirse. La razón ha desplazado a la verdad en tanto fundamento ontológico
de los sujetos. Así, el primer proyecto crítico de Foucault arranca con la intención de
dar una explicación al surgimiento de esta nueva episteme que sustituye los me-
canismos de la representación, como vía de acceso a la verdad, por la reflexión de una verdad
ubicada en los propios pliegues de la razón. Pero no sólo eso, se trata de una crítica,
en el sentido de cuestionar las ficciones e ilusiones provenientes de esta nueva
empresa cognitiva. Para realizar tal tarea, Foucault tiene en mente emprender una
investigación arqueológica a partir de la cual intentará demostrar que las recientes
545
LA ODISEA CRÍTICA DE MICHEL FOUCAULT
(En Las palabras y las cosas) lo que se intentará sacar a luz es el campo epistemológi-
co, la episteme en la que los conocimientos, considerados fuera de cualquier criterio
que se refiera a su valor racional o a sus formas objetivas, hunden su positividad y
manifiestan así una historia que no es la de su perfección creciente, sino la de sus
condiciones de posibilidad; en este texto lo que debe parecer son, dentro del espacio
del saber, las configuraciones que han dado lugar a las diversas formas del conoci-
miento empírico. Más que una historia, en el sentido tradicional de la palabra, se
trata de una “arqueología”. 6
546
ARTURO SANTILLANA ANDRACA
547
LA ODISEA CRÍTICA DE MICHEL FOUCAULT
papel crítico)... Así, existe en toda cultura, entre el uso de lo que pudiéramos llamar
los códigos ordenadores y las reflexiones sobre orden, una experiencia desnuda del
orden y sin modos de ser.11
Este primer proyecto crítico fue abordado con toda seriedad tres años más tarde en
La arqueología del saber (1969), donde esta “región media” será topológicamente12 ubica-
da en el orden completamente desnudo del discurso. La tesis central de este último
texto radica en analizar la producción del saber a partir de una arqueología de los
enunciados cuya fuente de verdad está determinada por las reglas de formación
que dotan de sentido a los enunciados articuladores del discurso. No obstante,
entre Las palabras y las cosas y La arqueología del saber, se nota un matiz importante que
estriba justamente en la necesidad de un proyecto crítico, pues en el último texto
(donde, a decir de Dreyfus y Rabinow, Foucault parece persuadido por el
estructuralismo) la apuesta foucaultiana prácticamente descriptiva por un discurso
autorreferencial y autopoiético hace pensar que el ejercicio de la crítica pierde
sentido, o, en el mejor de los casos, carece de un horizonte práctico. Recordemos
que en La arqueología del saber Foucault intenta situarse “más allá” del estructuralismo
y la hermenéutica 13 para evitar justamente aquellos dobles estratégicos pertene-
cientes a la “analítica de la finitud” que han dado pie a esta invención reciente y a la
vez efímera que es el hombre.
Como ejemplo del fracaso de La arqueología del saber de situarse más allá de los límites
cognitivos de las “ciencias humanas”, veamos la siguiente reflexión de Dreyfus y Rabinow:
Los dobles que caracterizan las ciencias del hombre no se definen, sin embargo, en
términos de una verdad oculta que el hombre lucha en vano por poseer, sino
simplemente en términos de la postulación de una identidad y una diferencia entre
lo positivo y lo fundamental. Así, todo discurso que busque establecer solamente en
él mismo el fundamento de su propia posibilidad y el fundamento de todo saber,
está sometido a la ley del doble... Esta identificación de la positividad y el fundamen-
to, característica de las ciencias humanas, es lo que comparte la arqueología cuando
intenta pasar de un análisis que transforma las positividades en elementos, a una
analítica que proporciona el fundamento de posibilidad de su propio método y de sus
objetos. Así, el discurso arqueológico todavía es necesariamente prisionero de una
variante del doble empírico/trascendental y cogito/impensado... Las prácticas
discursivas serias, entonces, tienen una finitud especial que se apoya a sí misma,
análoga a la que se habla en el estudio del hombre.14
Comparto la tesis de estos autores según la cual el Foucault de La arqueología del saber
termina por ser atrapado en los mismos dobles o pliegues reflexivos de la filosofía
moderna; cuestión que le conducirá más tarde a buscar en la genealogía una plata-
forma metodológica distinta para lo que constituye su segundo proyecto crítico. De
hecho, Foucault reconoce en esta etapa de La arqueología del saber su renuncia a la
elaboración de un discurso crítico; 15 su intención es, por el contrario, lograr “una
descripción pura de los acontecimientos discursivos como horizonte para la búsqueda de las
unidades que en ellos se forman”.16 Por ello, el terreno sobre el cual Foucault preten-
de desplazarse está más allá de la lengua y el sentido.17 Al analizar la formación de los
548
ARTURO SANTILLANA ANDRACA
¿Qué es la conclusión de La arqueología sino una llamada a una teoría general de las
producciones que debe confundirse con una práctica revolucionaria, en la que el
“discurso” activo se forma en el elemento de un “afuera” indiferente a mi vida y a mi
muerte? Pues las formaciones discursivas son verdades prácticas, y sus lenguajes en
lugar de un universal logos, son lenguajes mortales, capaces de promover y en ocasio-
nes expresar mutaciones.20
La arqueología del saber es, a decir de Deleuze, una invitación para pensar en la multi-
plicidad como un mecanismo disolutorio de la unidad de un sujeto soberano que se
remite constantemente a su propia conciencia. 21 En suma, creo que el intento
de estudiar el discurso en su completa desnudez enunciativa tiene la intención de
continuar un proyecto crítico, quizás débil, ya sugerido en Las palabras y las cosas,
donde Foucault pretendía situarse más allá de los dobles reflexivos que envolvían al
ser del hombre en un círculo vicioso autorreferencial y autopoiético. Independien-
temente de que dicho propósito se lograra —ya vimos con Dreyfus y Rabinow que no
fue así— el paso de Foucault por La arqueología del saber formó parte de una necesi-
dad crítica expresada, no obstante, como un vacilante balbuceo.
Entre La arqueología del saber y Vigilar y castigar (1975), texto donde se hace explícito
su segundo proyecto crítico, Foucault reconoce la necesidad de retomar algunos
549
LA ODISEA CRÍTICA DE MICHEL FOUCAULT
Todavía en los poetas griegos del siglo VI, el discurso verdadero..., aquél al que era
necesario someterse porque reinaba, era el discurso pronunciado por quien tenía
el derecho..., era el discurso que decidía la justicia y atribuía a cada uno su parte
(...). Ahora bien, he aquí que un siglo más tarde la verdad superior no decidía ya
más en lo que era el discurso o en lo que hacía, sino en lo que decía: llegó un día en
que la verdad se desplazó del acto ritualizado, eficaz y justo, de enunciación, hacia
el enunciado mismo: hacia su sentido, su forma, su objeto, su relación con su refe-
rencia. Entre Hesiodo y Platón se establece cierta separación, disociando el discur-
so verdadero y el discurso falso; separación nueva, ya que en lo sucesivo el discurso
verdadero no será más el discurso precioso y deseable, ya que no será más el discur-
so ligado al ejercicio del poder. El sofista ha sido expulsado.22
550
ARTURO SANTILLANA ANDRACA
Ante un panorama cada vez más claro de cómo las relaciones de poder median y
determinan constantemente las prácticas discursivas, 29 Foucault hace explícito en
El orden del discurso la necesidad de emprender una crítica que utilice el principio
del trastocamiento, manifieste las formas de exclusión, de apropiación y delimitación,
y responda al mismo tiempo a las condiciones de formación de una determinada
coacción para quienes se mantienen atrapados en una red discursiva. Asimismo, en
este texto se reconoce a la genealogía como el instrumento metodológico por exce-
lencia para despejar esa voluntad de poder inmersa en el discurso.
De esta manera, el proyecto crítico de Foucault ha dado un giro de 180 grados
respecto a las tesis mantenidas en La arqueología del saber, pues a partir de este mo-
mento se presenciará un desplazamiento ontológico de la constitución meramente
discursiva o enunciativa de los sujetos hacia las relaciones de poder.
En Vigilar y castigar (1975), el filósofo francés retomará el sendero metodológico,
ya dibujado vagamente en Historia de la locura, para estudiar otro de los personajes
sometidos a la dualidad exclusión-inclusión en la época moderna: el preso-delin-
cuente. En esta ocasión, desde la figura del preso, Foucault emprende una genealo-
gía de los mecanismos de vigilancia y castigo con que la sociedad moderna, cada vez
más disciplinaria, articula el orden desde ciertos criterios de normalidad arraigados
en una voluntad de verdad, a su vez cristalizada en aparatos e instituciones. A lo
largo de esta travesía, Foucault formula uno de sus aportes más valiosos a la filosofía
política contemporánea: el binomio saber-poder. Con ello, intenta demostrar que la
producción del saber expresada en el discurso se encuentra, en todo momento,
mediada y determinada por dispositivos de poder.
551
LA ODISEA CRÍTICA DE MICHEL FOUCAULT
Me propongo mostrar a ustedes cómo es que las prácticas sociales pueden llegar a
engendrar dominios de saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos objetos,
conceptos, técnicas, sino que hacen nacer además formas totalmente nuevas de
sujetos y sujetos de conocimiento. El mismo sujeto de conocimiento posee una
historia, la relación del sujeto con el objeto; o, más claramente, la verdad misma
tiene una historia. 31
552
ARTURO SANTILLANA ANDRACA
Bajo la benignidad cada vez mayor de los castigos, se puede descubrir, por lo tanto,
un desplazamiento de su punto de aplicación, y a través de este desplazamiento,
todo un campo de objetos recientes, todo un nuevo régimen de la verdad y una
multitud de papeles hasta ahora inéditos en el ejercicio de la justicia criminal. Un
saber, unas técnicas, unos discursos “científicos” se forman y se entrelazan con la
práctica del poder de castigar. 35
La legitimidad está en la ley, pero los mecanismos de operación de estos nuevos dispo-
sitivos de vigilancia y castigo recaen en el control aplicado mediante una red disciplina-
ria que vincula de manera efectiva la producción de saber y las relaciones de poder.
Lo propio de las disciplinas es que intentan definir respecto de las multiplicidades una
táctica de poder que responde a tres criterios: hacer el ejercicio del poder lo menos
costoso posible (económicamente, por el escaso gasto que acarrea; políticamente,
por su discreción, su poca exteriorización, su relativa invisibilidad, la escasa resisten-
cia que suscita), hacer que los efectos de este poder social alcancen su máximo de
intensidad y se extiendan lo más lejos posible, sin fracaso ni laguna; ligar en fin este
crecimiento “económico” del poder y el rendimiento de los aparatos en el interior
de los cuales se ejerce (ya sean los aparatos pedagógicos, militares, industriales,
médicos), en suma aumentar a la vez la docilidad y la utilidad de todos los elementos
del sistema.36
De esta manera, en Vigilar y castigar Foucault recupera un tema que de una u otra
forma ya había sido tratado por la “Teoría Crítica” de la Escuela de Francfort. Inclu-
so, el panorama de este texto se asemeja al callejón sin salida que Adorno y
Horkheimer nos plantean en Dialéctica del iluminismo al retratarnos el totalitarismo
de una sociedad técnica y disciplinariamente articulada. Para describir la vigilancia
y el control de las sociedades modernas occidentales, Foucault recurre a la figura del
“panóptico” diseñada por Bentham para las prisiones. Con esta arquitectura se
demuestra que tanto la economía del poder como la política de la verdad son los
ejes articuladores del control social. Se trata de un panorama hasta cierto punto
pesimista, en tanto no parece haber vías de escape para librarnos de estas redes
sistémicas que nos acechan y atrapan desde los más diversos ámbitos, desde los
rincones más microfísicos y secretos de la sociedad anónima, y desde las institucio-
nes y aparatos más visibles del Estado.
El segundo proyecto crítico de Foucault ya no sólo describe, sino también denun-
cia. No obstante, esta denuncia mantiene muy implícitos y hasta velados los senderos
de la transformación. No será sino hasta su tercer proyecto crítico cuando Foucault
se preocupe por la dimensión pragmática, de cambio y transformación, de su crítica.
553
LA ODISEA CRÍTICA DE MICHEL FOUCAULT
Es necesario, pues, para que se ejerza una relación de poder, que exista al menos un
cierto tipo de libertad por parte de las dos partes. Incluso cuando la relación de
poder está completamente desequilibrada, cuando realmente se puede decir que
uno tiene todo el poder sobre el otro, el poder no puede ejercerse sobre el otro más
que en la medida en que le queda a este último la posibilidad de matarse. Esto quiere
decir que en las relaciones de poder existen necesariamente posibilidades de resis-
tencia, ya que si no existieran posibilidades de resistencia —de resistencia violenta,
de huida, de engaño, de estrategias de inversión de la situación—, no existirían
relaciones de poder. 38
554
ARTURO SANTILLANA ANDRACA
“Que no se pueda estar ‘fuera del poder’ no quiere decir que se está de todas
formas atrapado”.40
Ahora bien, no por el hecho de que el filósofo francés haya “oxigenado” su
noción de poder con los temas de la libertad y la resistencia dejará de recibir duras
críticas por parte de algunos de sus interlocutores. Habermas, por ejemplo, acusa a
Foucault de carecer de una teoría crítica, al no enfrentar el problema de los criterios
normativos mediante los cuales sería posible formular una resistencia al poder que,
si bien presupone libertad, también es el suelo ontológico de la dominación. “¿Por
qué es preferible la lucha a la sumisión?, ¿por qué debemos oponernos a la domina-
ción? Sólo introduciendo algún tipo de nociones normativas podría Foucault empe-
zar a dar respuesta a esta pregunta. Sólo introduciendo nociones normativas podría
empezar a decirnos qué es lo que está mal en el moderno régimen de poder/
conocimiento y porqué debemos oponernos a él”.41
En efecto, el juego poder-resistencia, o poder-contrapoder, no está lejos de caer
en un círculo vicioso difícil de romper si se prescinde de criterios normativos o de
alguna otra plataforma crítica. También me parece que si Foucault evadió el tema se
debió en parte a la intrínseca relación percibida entre poder y saber. No obstante, la
serie de confusiones aquí comprendidas repercutieron en la búsqueda de una
plataforma crítica que permitiera romper con este círculo vicioso. Desgraciadamen-
te, cuando Foucault comenzaba a bosquejar su último proyecto crítico fue súbita-
mente sorprendido por la muerte.
A continuación trazaré las grandes pinceladas de esta toma de conciencia de
Foucault por generar intersticios entre la relación poder-saber que había sido apun-
talada como un binomio indisoluble. Tan es así que en algunas de las últimas entre-
vistas concedidas Foucault se interesa por aclarar estos temas.
Habría que volver al problema de las relaciones entre poder y saber. Pienso, en
efecto, que, a los ojos del público, soy aquel que ha dicho que el saber se confunde
con el poder, que el saber no es más que una frágil máscara superpuesta a las
estructuras de dominación y que a su vez éstas son siempre opresión, encierro,
etcétera. A la primera situación responderé con una carcajada. Si hubiese dicho, o
querido decir que el saber era el poder, lo habría dicho y una vez hecho esto no
tendría nada que añadir...42
555
LA ODISEA CRÍTICA DE MICHEL FOUCAULT
ello a la época moderna, como la actitud que por vez primera tienen los individuos
para guiarse en el mundo conforme al ejercicio de su propia razón. En este texto, a
cuya reflexión Foucault dedicó varios ensayos, Kant defiende la Ilustración como “la
liberación del hombre de su culpable incapacidad” para “servirse de su inteligencia
sin la guía de otro”.44
De este modo, nuestra condena a la libertad anunciada por Sartre en pleno siglo
XX desde el existencialismo francés, encuentra su condición de posibilidad en esta
otra condena, la de la razón, pronunciada por Kant para los individuos del siglo XVIII.
Esto no significa, a decir de Kant, que el individuo se haya vuelto repentinamente
inteligente; sino, mejor dicho, significa que los individuos, ya sea por pereza o cobar-
día, no habían asumido el valor de disipar, por sí mismos, los dogmas que impedían
el ejercicio de su libertad.
El entusiasmo de Foucault por las reflexiones de Kant sobre el significado de la
Aufklärung, se debió a que aquél encontró la formulación filosófica de la crítica como
una actitud de los individuos para gobernarse en dos planos fundamentales: el ejerci-
cio privado y el ejercicio público de la razón. Recordemos que para Kant la libertad,
postulada como condición de posibilidad de la Ilustración, se encuentra atrapada en
una aporía aparentemente indisoluble para el sujeto moderno. Se trata de la aporía
entre la obediencia necesaria de los sujetos al soberano —para lo cual hacen un uso
privado de su razón—, y la libertad de expresar ante la opinión pública su crítica al
orden.
El uso público de su razón le debe estar permitido a todo el mundo y esto es lo único
que puede traer ilustración a los hombres; su uso privado se podrá limitar a menudo
ceñidamente, sin que por ello se retrase la marcha de la Ilustración. Entiendo por
uso público aquel que en calidad de maestro se puede hacer de la propia razón ante
el gran público del mundo de lectores. Por uso privado entiendo el que ese mismo
personaje puede hacer en su calidad de funcionario.45
Esta aporía entre la libertad crítica y la obediencia al soberano refleja una preocupa-
ción de Kant sumamente moderna —y que de hecho permea todo el pensamiento
liberal—, según la cual el ejercicio de la libertad de los individuos no debe compro-
meter en ningún momento el orden y la autoridad de un Estado. Desde la perspec-
tiva de Foucault se trata, incluso, de una aporía también presente en la apuesta
epistémica de Kant, donde la autonomía de los sujetos descansa en una razón que
reconoce sus propios límites.
Sería, yo creo, fácil de mostrar que para Kant mismo, este coraje por la verdad del
conocimiento que fue invocado por la Ilustración, este mismo coraje del conoci-
miento (savoir) consiste en reorganizar los límites de la conciencia (connaissance); y
sería fácil mostrar que para él la autonomía está lejos de ser opuesta al soberano. Y
no es menos cierto, que Kant hizo depender el entendimiento por el saber a la
crítica en su empresa de desubjetivización (desubjectification) en relación al juego del
poder y la verdad, como una tarea primordial, como un prolegómeno a toda ilus-
tración (Aufklärung) presente y futura. 46
556
ARTURO SANTILLANA ANDRACA
Al reconocer que el ejercicio de la libertad está delimitado por un Estado cuyo funda-
mento contractual-racional se expresa en un sistema jurídico, Kant intenta demostrar
que el respeto al Estado de derecho es acorde con el propio ejercicio de la razón. De
esta manera, libertad y obediencia, lejos de negarse, se afirman mutuamente en la
gran empresa de la razón moderna. Respetar la voluntad del soberano, cuya autoridad
proviene de una ley sustentada en la razón, no violenta, sino por el contrario, afirma
la propia libertad de los individuos. En este razonamiento se sustenta la justifica-
ción del uso privado de la razón en la figura del funcionario o del engranaje de una
máquina cuyo buen desempeño es fundamental para la salud del Estado.
Hasta este momento pareciera que Kant nos ofrece una solución inmanentista
de corte hegeliano a la relación obediencia-libertad. Sin embargo, la gran hazaña
crítica del filósofo de Königsberg comienza al momento de reconocer en los seres
humanos una antropología hasta cierto punto perniciosa, la cual impide la plena
realización fáctica del bien. Kant considera que tanto los individuos como el sobera-
no pueden errar en su actuación; situación que sólo podrá ser juzgada desde el
tribunal de la propia razón de cada sujeto. Por ello se ve orillado a reconocer el uso
público de la razón, con el cual los individuos en su calidad de ciudadanos pueden
reflexionar y manifestar ante el público su inconformidad con tal o cual decisión.47
Kant apuesta su confianza crítica al conocimiento (la “calidad de experto” del
sujeto) para mantener una sana distancia crítica frente al soberano. No obstante,
cuando la crítica rebasa los cánones de la gobernabilidad, la razón kantiana entra en
un impasse en tanto el Estado puede recurrir, legítimamente (con una fórmula que
tiempo después recuperará Weber), al uso de la fuerza. “Pero sólo aquel que, escla-
recido, no teme a las sombras; pero dispone de un numeroso y disciplinado ejército
para garantizar la tranquilidad pública, puede decir lo que no osaría un Estado
libre: ¡razonad todo lo que queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!”.48
Y de aquí se desprenden las paradojas —que incluso el propio Kant reconoce—49
según las cuales pareciera que la libertad queda subordinada a la obediencia, vigila-
da, en última instancia, por un “numeroso y disciplinado ejército”. Ahora bien, si tal
obediencia se apegara plenamente a la razón, no hubiera despertado las inquietu-
des de Kant respecto a la necesidad de llevar a cabo un uso público de la misma.
Pero, a final de cuentas, Kant no permite (cuestión que si consideraran otros libera-
les como Locke) que la crítica se convierta en resistencia. A partir de este momento,
y sin perder de vista sus aportes al pensamiento crítico, Foucault se distancia del
camino trazado por Kant para emprender su propio sendero crítico. Éste estriba en
situar la actitud crítica en el contexto de un ethos particular; no en el espacio univer-
sal planteado en la paz perpetua.
Si la cuestión kantiana consistía en saber cuáles son los límites que el conocimiento
debe renunciar a franquear, me parece que la cuestión crítica, hoy día, debe ser
recuperada en sentido positivo: es decir, desplazar esto que no es dado como uni-
versal, necesario y obligatorio, por lo singular, lo contingente y lo dado en los
contrastes arbitrarios. Se trata de transformar la crítica ejercida dentro de la forma
de la limitación necesaria, en una crítica práctica dentro de la forma de la supera-
ción posible de los límites.
557
LA ODISEA CRÍTICA DE MICHEL FOUCAULT
Aquel doble uso de la razón planteado por Kant debe ser recuperado para romper la
aporía obediencia-libertad desde una perspectiva de responsabilidad. Es decir, para
Foucault el actuar como “engranaje de una máquina” debe ser desplazado por el
ejercicio libre de una responsabilidad delimitada por el ethos al que libremente perte-
nece el sujeto. Y el uso de la razón pública debe ser recuperado desde la perspectiva
de una crítica muy precisa a las necesidades de transformación que llevan consigo los
sujetos al actuar en contextos también muy precisos y definidos.
Esta ontología histórica de nosotros mismos debe ser desviada de todos esos proyec-
tos que pretenden ser globales y radicales... Yo prefiero las transformaciones muy
precisas que han podido llevarse a cabo después de 20 años en un cierto número
de dominios que conciernen a nuestros modos de ser y de pensar, las relaciones de
autoridad, las relaciones de los sexos, la forma mediante la cual percibimos la locura
o la enfermedad. Yo prefiero estas transformaciones particulares que han estado
dentro de la correlación de un análisis histórico y de la actitud práctica, a las
promesas del hombre nuevo que los sistemas políticos han repetido a lo largo del
siglo XX.51
NOTAS
1
M. Foucault, “What is Critique?”, en J. Schmidt (ed.), What is Enlightment? Eingteenth-
Century Answers and Twentieth Century Questions, California, University of California Press,
1996, p. 386.
2
En este punto comparto la tesis de Habermas respecto a que Foucault desarrolla a lo largo
de su obra distintas lecturas sobre Kant. Particularmente, la orientación epistémica que se
encuentra en Las palabras y las cosas es muy distinta a la que hace Foucault en su ensayo
“Qu’est-ce que les Lumières?” (1983). Véase J. Habermas, “Taking Aim at Heart of the
Present: On Foucault’s Lecture on Kant’s What is Enlightenment?”, en M. Kelly (comp.),
Critique and Power, Recasting the Foucault/Habermas Debate, Massachusetts, MIT Press, 1994, pp.
149-154.
3
En este sentido, resulta revelador cómo el propio Foucault ubica en Las palabras y las cosas
los temas de su obra anterior Historia de la locura. “La historia de la locura sería la historia
de lo Otro —de lo que, para una cultura, es a la vez interior y extraño y debe, por ello,
excluirse (para conjurar un peligro interior), pero encerrándolo (para reducir la alteridad);
558
ARTURO SANTILLANA ANDRACA
la historia del orden de las cosas sería la historia de lo Mismo— de aquello que, para una
cultura, es a la vez disperso y aparente y debe, por ello, distinguirse mediante señales y
recogerse en las identidades”. M. Foucault, Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI, 23ª
edición, 1995. Más adelante veremos que en su análisis del discurso y el poder, el tema del
otro, la exterioridad, etcétera, volverán a aparecer en el segundo y tercer proyectos críticos.
4
“Los temas modernos de un individuo que vive, habla y trabaja de acuerdo con las leyes de
una economía, de una filología y de una biología, pero que, por una especie de torsión
interna y de recubrimiento, había recibido, por el juego de estas leyes mismas, el derecho
de conocerlas y de sacarlas por completo a luz, todos estos temas familiares para nosotros
y ligados a la existencia de las ciencias humanas están excluidos del pensamiento clásico: en
aquel tiempo no era posible que se alzara, en el límite del mundo, esta estatura extraña de
un ser cuya naturaleza (la que lo determina, lo sostiene y lo atraviesa desde el fondo de los
tiempos) sería el conocer la naturaleza y a sí mismo en cuanto ser natural”. M. Foucault,
Las palabras y las cosas, op. cit., p. 302.
5
Ibid., p. 300.
6
Ibid., p. 7.
7
Véase H. L. Dreyfus y P. Rabinow, Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéu-
tica, México, UNAM, 1988.
8
Ibid., p. 309.
9
Ibid., p. 52.
10
Ibid., p. 53.
11
M. Foucault, Las palabras y las cosas, op. cit., p. 6.
12
Véase G. Deleuze, Foucault, Barcelona, Paidós, 1987.
13
M. Foucault, La arqueología del saber, México, Siglo XXI, 17ª edición, 1996, pp. 26, 27.
14
H. L. Dreyfus y P. Rabinow, Michel Foucault..., op. cit., p. 113.
15
M. Foucault, La arqueología del saber, op. cit., p. 28.
16
Ibid., p. 43.
17
“Un enunciado es siempre un acontecimiento que ni la lengua ni el sentido pueden
agotar por completo”. Ibid., p. 46.
18
Ibid., p. 74.
19
Ibid., p. 353.
20
G. Deleuze, Foucault, op. cit., p. 39.
21
“La multiplicidad permanece totalmente indiferente a los tradicionales problemas de lo
múltiple y de lo uno, y especialmente al problema de un sujeto que la condicionaría, la
pensaría, la derivaría de un origen, etcétera... La multiplicidad no es axiomática ni tipológica,
sino topológica. El libro de Foucault representa el paso más decisivo en la teoría-práctica
de las multiplicidades... Y muestra que en la actualidad el debate esencial no tiene tanto que
ver con el estructuralismo como tal, con la existencia de modelos y de realidades denomi-
nadas estructuras, como con la posición y el estatuto que corresponden al sujeto en dimen-
siones que presumiblemente no están totalmente estructuradas”. Ibid., p. 40.
559
LA ODISEA CRÍTICA DE MICHEL FOUCAULT
22
M. Foucault, El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 1975, p. 16.
23
“Esta voluntad de verdad, como los otros sistemas de exclusión se apoya en un soporte
institucional: está a la vez reforzada y acompañada por una densa serie de prácticas como
la pedagogía, como el sistema de libros... Pero es acompañada también, más profundamen-
te sin duda, por la forma que tiene el saber de ponerse en práctica en una sociedad, en la
que es valorizado, distribuido, repartido y en cierta forma atribuido... Esta voluntad de
verdad basada en un soporte y una distribución institucional, tiende a ejercer sobre los
otros discursos —hablo siempre de nuestra sociedad— una especie de presión y como un
poder de coacción”. Ibid., p. 18.
24
Ibid., p. 19.
25
Véase M. Foucault, Historia de la locura en la época clásica, México, FCE, 1967.
26
M. Foucault, El orden del discurso, op. cit., p. 31.
27
“En una disciplina... lo que se supone al comienzo, no es un sentido que debe ser descu-
bierto de nuevo, ni una identidad que debe ser repetida; es lo que se requiere para la
construcción de nuevos enunciados. Para que haya disciplina es necesario que haya posibi-
lidad de formularla, y de formular indefinidamente, nuevas proposiciones”. Ibid., p. 28.
28
Ibid., p. 32.
29
“Finalmente, en una escala más amplia, se hace necesario reconocer grandes hendidu-
ras en lo que podría llamarse la adecuación social del discurso... Todo sistema de educa-
ción es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con
los saberes y los poderes que implican”. Ibid., p. 37.
30
Es interesante y reveladora la noción que Foucault tiene del “suceso” en tanto espacio
privilegiado de la genealogía, la cual hace emerger el sentido del ser retirado en el olvido.
“La historia efectiva hace resurgir el suceso en lo que puede tener de único, de cortante.
Suceso —por esto es necesario entender no una decisión, un tratado, un reino, o una
batalla, sino una relación de fuerzas que se invierte, un poder confiscado, un vocabulario
retomado y que se vuelve contra sus utilizadores, una dominación que se debilita, se distiende,
se envenena a sí misma, algo distinto que aparece en escena, enmascarado”. M. Foucault,
Microfísica del poder, Madrid, La Piqueta, 3ª edición, 1992, p. 20.
31
M. Foucault, La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 4ª edición, 1995, p. 14.
32
M. Foucault, Genealogía del racismo, Madrid, La Piqueta, 1992, p. 9.
33
M. Foucault, Microfísica del poder, op. cit., p. 20.
34
Ibid., p. 22.
35
M. Foucault, Vigilar y castigar, México, Siglo XXI, 23 edición, 1995, p. 29.
36
Ibid., p. 221.
37
“El poder no es el mal, el poder son juegos estratégicos. ¡Es bien sabido que el poder no
es el mal!”, exclama Foucault en una entrevista concedida a R. Formet Betancourt, H.
Becker y A. Gómez Muller en 1984. M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, Madrid, La Piqueta,
1994, p. 138.
38
M. Foucault, Hermenéutica del sujeto, op. cit., p. 126.
39
M. Foucault, Microfísica del poder, op. cit., p. 171.
560
ARTURO SANTILLANA ANDRACA
40
Ibid., p. 170.
41
N. Fraser, “Foucault on Modern Power. Empirical Insights and Normative Confusions”, en
Praxis Internacional, tomo I, 1981, p. 283. Citado por J. Habermas, El discurso filosófico de la
modernidad, Madrid, Taurus, 1989, p. 339.
42
M. Foucault, “El interés por la verdad”, opiniones recogidas por F. Ewald, Magazine
Littéraire, núm. 207, mayo de 1984, pp. 18-23, en M. Foucault, Saber y verdad, Madrid, La
Piqueta, 1991, p. 238.
43
Ibid., p. 242.
44
I. Kant, “¿Qué es la ilustración?”, pp. 25-38, en Filosofía de la historia, México, FCE, 2ª edición,
1979, p. 25.
45
Ibid., p. 28.
46
M. Foucault, “What is Critique?”, op. cit., p. 387.
47
“El ciudadano no se puede negar a contribuir con los impuestos que le corresponden; y
hasta una crítica indiscreta de esos impuestos, cuando tiene que pagarlos, puede ser casti-
gada por escandalosa (pues podría provocar la resistencia general). Pero ese mismo sujeto
actúa sin perjuicio de su deber ciudadano si, en calidad de experto, expresa públicamente
su pensamiento sobre la inadecuación o injusticia de las gabelas”. Ibid., p. 30.
48
Ibid., pp. 36-37.
49
Ibid., p. 37.
50
M. Foucault, “Qu’est-ce que les Lumières?”, pp. 565-578, en Dits et écrits 1954-1988, París,
Gallimard, 1994, p. 574.
51
Ibid., p. 575.
561
© 1999 Metapolítica VOL. 3, NÚM. 11, pp. 563-566
BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL DE
Y SOBRE MICHEL FOUCAULT
*
Para la elaboración de esta bibliografía se tomó como base la realizada por O. Martiarena en
Michel Foucault: historiador de la subjetividad, México, ITESM/CEM/El Equilibrista, 1995, y la editada
por D. Defert y F. Ewald en Dits et écrits, 4 volúmenes, París, Gallimard, 1994.
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BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL DE Y SOBRE MICHEL FOUCAULT
Histoire de la sexualité, III. Le souci de soi, París, Gallimard, 1984 (traducción al español: Historia
de la sexualidad, III. La inquietud de sí, México, Siglo XXI, 1987).
Dits et écrits, 4 volúmenes, editados por Daniel Defert y François Ewald, París, Gallimard,
1994.
ARTÍCULOS SELECCIONADOS
“La pensée du dehors”, Critique, núm. 229, junio, 1966, pp. 523-546.
“La folie, l’absence d’oeuvre”, La Table Ronde, núm. 196, mayo, 1964, pp. 11-21 (traducción
al español en el Apéndice de Historia de la locura en la época clásica, México, FCE, 1976, segunda
edición).
“Nietzsche, Freud, Marx”, Cahiers du Royaumont 6: Nietzsche, París, Minuit, 1967, pp. 183-200
(traducción al español: Barcelona, Anagrama, 1970).
“Réponse à une question”, Esprit, núm. 371, mayo, 1968, pp. 850-874 (traducción al español
en Saber y verdad, Madrid, La Piqueta, 1985).
“Réponse au Cercle d’épistémologie”, Cahiers pour l’analyse, núm. 9, 1968 (traducción al
español en el volumen colectivo Análisis de Michel Foucault, Buenos Aires, Tiempo Contem-
poráneo, 1970).
“Qu’est-ce qu’un auteur?”, Bulletin de la Société française de philosophie, t. LXIV, 1970, pp. 73-104.
“Theatrum Philosophicum”, Critique, núm. 282, noviembre, 1970, pp. 885-908 (traducción
al español: Barcelona, Anagrama, 1972).
“Nietzsche, la généalogie, l’histoire”, en Hommage à Jean Hyppolite, París, PUF, 1971 (traduc-
ción al español en Microfísica del poder, Madrid, La Piqueta, 1978 y en Valencia, Pre-textos,
1988).
“La casa de la locura”, en F. Basaglia, Los crímenes de paz, México, Siglo XXI, 1977).
“The subject and the power”, en H. Dreyfus y P. Rabinow, Michel Foucault: Beyond Structuralism
and Hermeneutics, Chicago, University of Chicago Press, 1982 (traducción al español: Méxi-
co, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM, 1988).
“Le combat et le chasteté”, Communications, núm. 35, 1982 (traducción al español en Saber
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Salazar C., L. et al., La herencia de Foucault: pensar en la diferencia, México, UNAM/El Caballito,
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Serrano González, A., Michel Foucault: sujeto, derecho, poder, Zaragoza, Secretariado de Publi-
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Vázquez García, F., Foucault: la historia como crítica de la razón, Barcelona, Montesinos, 1995.
Vázquez García, F., Foucault y los historiadores: análisis de una coexistencia intelectual, Cádiz,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Cádiz, 1987.
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