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Reflexiones sobre los argumentos que usan quienes se resisten a vacunarse contra el
coronavirus.
Durante las últimas semanas me he visto abocado a debatir con amigos y familiares
que se resisten a vacunarse. Al hacerlo, la tentación de tratarlos como covidiotas ha
estado siempre presente. Sin embargo, he buscado escucharlos y tratarlos con
respeto para entender bien cuáles son sus argumentos.
Lo primero que he aprendido es que, por más pruebas científicas que les des sobre
la efectividad de las vacunas disponibles contra el coronavirus, ellos no van a
cambiar de opinión. Lo experimenté luego de que un amigo, pese a perder a su
padre no vacunado por culpa del covid-19, decidió persistir en su negativa a
vacunarse. Y esta es la hora que no les ha puesto ninguna vacuna a sus hijos por
miedo a que se vuelvan autistas. Un bulo que circula desde finales de los 90 y que
ha hecho un daño difícil de reparar.
Así las cosas, me he encontrado con que los antivacunas (o "no vacunados", como
prefieren que los llamen) no son un grupo homogéneo. Los hay de distintos tipos,
pero se podrían clasificar en tres categorías: los que exponen motivos religiosos, los
sobreinformados y los libertarios.
Los religiosos son los más comunes de encontrar. Han contribuido mucho a la
estigmatización de grupos cristianos. No todos los cristianos o católicos son
antivacunas. Pero es cierto que entre ellos se han afianzado creencias que los hacen
resistirse a inmunizarse. Entre ellas, que para desarrollar los actuales biológicos para
combatir la covid-19 fue necesario experimentar con fetos humanos abortados.
Esto ya fue desmentido por distintos fact-checkers. Otro argumento religioso
equipara la vacuna con la marca de la bestia anunciada en el libro bíblico de
Apocalipsis. El rapero Kanye West promovió esta afirmación durante su breve
campaña hacia la presidencia de Estados Unidos. Esta creencia suele venir
acompañada por el mito del chip que contiene la vacuna, lo cual también ha sido
reiteradamente desmentido por fact-checkers.
Yo soy cristiano, vacunado ya con las dos dosis de AstraZeneca. Y a mis amigos
cristianos que se muestran reacios a recibir el pinchazo, les suelo recomendar este
video del Dr. Antonio Cruz Suárez, teólogo y biólogo español, donde ofrece
argumentos teológicos y científicos sólidos sobre la seguridad de la vacuna. No sé
qué Biblia leen, pero en la mía se lee muy claramente "El prudente ve el peligro y lo
evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias" (Proverbios 22:3, NVI).
Los sobreinformados
Se trata de personas, por lo general con un nivel educativo alto, incluso con
estudios universitarios de especialización o maestría, muy preocupados por la salud
de sus familiares, que han leído tanto y visto tantos videos de YouTube sobre la
pandemia, que han terminado creyendo en información brindada por fuentes de
dudosa credibilidad. “El ARN de la vacuna va a cambiar mi ADN”, “las vacunas son
todavía experimentales, se desarrollaron demasiado rápido y sin los estudios
suficientes”, o “no son realmente efectivas contra el coronavirus” son algunos de los
argumentos que esbozan los sobreinformados.
Aquí vale mencionar una pregunta que he escuchado con frecuencia: ¿qué me dices
de aquellas personas que han muerto pese a estar ya vacunadas? Es necesario
responder a esto con datos. Solo 8 de cada 10.000 personas vacunadas han
requerido hospitalización. Como periodistas, debemos tener en mente un concepto
que Stephen Pinker menciona en su necesario libro 'En defensa de la ilustración'.
Allí menciona un concepto llamado el "sesgo de la negatividad". Significa que las
malas noticias hacen más ruido que las buenas noticias. Por ejemplo, tiene más
difusión una noticia sobre una persona vacunada que se muere, que la noticia
silenciosa sobre las miles de personas que se salvan de ser hospitalizados o de la
muerte, gracias a que tenían la vacuna.
Los libertarios
Finalmente están quienes defienden, con algo de razón, que vacunarse contra el
covid-19 no debería ser obligatorio. Suelen ser personas que esgrimen el argumento
de conocer a un pariente o amigo cercano que luego de haberse vacunado
experimentó unos efectos secundarios terribles, que les hacen temer el recibir el
biológico ellos mismos.
Clapton ha declarado que los efectos secundarios que sufrió luego de recibir la
vacuna de AstraZeneca fueron tan severos, que creyó que no volvería a cantar
nunca más. Sobre esto, su colega el guitarrista de Queen y también astrofísico Brian
May ha declarado que sigue admirando a Clapton, pero que ha olvidado “que todo
medicamento que tomes traerá algún efecto secundario”.
Aquí suele aparecer otro argumento que es común entre los sobreinformados y los
libertarios: que las vacunas son en realidad un negocio de las farmacéuticas y que la
inmunidad natural de los seres humanos ante virus como el sars-cov 2 es suficiente
protección, especialmente entre personas jóvenes y saludables. Otra gran mentira,
respaldada por políticos como el senador republicano Rand Paul, quien además ha
hecho de su defensa de la ivermectina un bastión entre los antivacunas que
denuncian que toda la pandemia fue orquestada por las farmacéuticas para
enriquecerse.
3. Más que refutar, se recomienda aportar información nueva que podría remplazar
la antigua. Y hablar de las enfermedades más que de las vacunas.