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La Oración

LA ORACIÓN EN LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

2a Plática – Cuaresma 2022 – (DÍA 02)

Oración
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Padrenuestro ...
Avemaría …
San Ignacio de Loyola, ruega por nosotros.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

PLÁTICA
Los ejercicios espirituales son una escuela de oración: todo se juega en estos
momentos íntimos con el Señor cada día, en los que nos vamos a “ejercitar” haciendo
oración.
En las anotaciones de san Ignacio como recomendaciones para hacer mejor los
ejercicios, las tres primeras se refieren justo a este tema, de forma enunciativa no
limitativa:
1ª annotación. La primera annotación es que, por este nombre, exercicios
spirituales, se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de
contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones, según
que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son
exercicios corporales, por la mesma manera todo modo de preparar y disponer
el ánima, para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después de
quitadas para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida
para la salud del ánima, se llaman exercicios spirituales.

Vocalmente lo hicimos al inicio…el Padrenuestro. Santa Teresa ya nos indicaba


que la oración vocal va unida a la oración mental ¿a quién rezamos? ¿qué cosas
vamos diciendo?
La oración mental es una meditación, que sirve para cultivar la relación con el
Señor, que se hace repitiendo y frecuentando estas operaciones espirituales con el
fin de unirnos a Dios.
En esto consisten principalmente los Ejercicios, que no son teóricos, sino algo
práctico en los que el ejercicio principal es la oración que cada uno deberá hacer. No
hay un único modo. San Ignacio nos propondrá la meditación, la contemplación
…pero cada alma tiene su modo.

P. Jon de Arza, IVE


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Estos Ejercicios los hacemos para dos cosas principales


 primero quitar todo lo desviado,
 y después, buscar y hallar la voluntad de Dios, para alabar a Dios y
buscar nuestra santificación.
Los exámenes de nuestras acciones son una manera de oración. En la meditación
recordaremos pero también consideraremos verdades presentes que se nos van a ir
proponiendo durante los Ejercicios. No es tanto hablar directamente con Dios, sino
reflexionar sobre nosotros mismos. Al principio es más un soliloquio que un coloquio
con Dios, pero es un soliloquio hecho en presencia de Dios, es decir que de alguna
manera ya es oración.

1. ACTOS PREPARATORIOS PARA LA ORACIÓN


San Ignacio propone comenzar con una oración preparatoria que será siempre la
misa durante todos los Ejercicios:
[46] La oración preparatoria es pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que
todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en
servicio y alabanza de su divina majestad.

San Ignacio quiere que pidamos porque la oración es una gracia, nadie puede orar
si Dios no lo mueve, como dice San Pablo, nadie puede decir Abba padre si el Espíritu
no se lo inspira no se lo pone en él corazón y en los labios.
La oración es una gracia, no podríamos jamás hablar de estar delante de Dios en
su presencia si no tuviéramos esa gracia, y todo lo que va a suceder durante el
momento de la oración durante cada uno de esos pequeños ejercicios que vamos a
ir realizando día a día es gracia de Dios.
Dios quiere bendecirnos con esa gracia y después depende de nosotros, de tener
las disposiciones correctas, de hacer bien los momentos de oración.
No hay por qué repetir exactamente las palabras de San Ignacio, pero si lo que el
santo nos propone: empezar siempre pidiendo a Dios que nos dé su gracia para que
nuestra oración le sea agradable, para que disponga mi alma de forma que yo pueda
agradarte en mi oración, para que todas mis acciones, intenciones y mis operaciones
se ordenen puramente sin mezcla de nada, en servicio y alabanza de tu divina
majestad, para que todo sea ordenado a Dios
Pedimos tres cosas porque en la oración intervienen las potencias del alma:
 la inteligencia para conocer la verdad que Dios. Le pedimos al Señor
que ilumine nuestra inteligencia que Él la guíe que él guíe nuestros
razonamientos,
 la voluntad, que sigue lo que le es mostrado por la inteligencia. La
voluntad tiende a lo que es bueno, tiende al bien
 la memoria, facultad o potencia que es más de la sensibilidad, donde
nosotros almacenamos todos nuestros recuerdos. Así como la Virgen

P. Jon de Arza, IVE


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guardaba todo en su corazón, recordar significa eso, volver a poner en el


corazón.
También usaremos potencias que no son propiamente espirituales, como la
imaginación, que es como decía santa Teresa es “la loca de la casa”.
Empezaremos cada día pidiendo que mi intención sea recta cuando yo medito o
cuando yo contemplo, es decir, que no me busque a mí mismo que no me busque
sentirme bien yo, sino de buscar la mayor gloria de Dios, y por supuesto la salvación
del alma, que van juntas, pero primero de todo es la gloria de Dios. Y cuidaré las
acciones, todo lo que haga durante ese momento de oración. Por ejemplo, si estoy
arrodillado, todos los gestos corporales, si estoy caminando o sentado, si junto las
manos para orar, si levanto las manos hacia lo alto, si me quiero acostar (con cuidado
de no dormirse).
Oración es meditar, considerar las verdades que se me han propuesto,
durante estos ejercicios, y tras escuchar/ver el video de cada día, deberán dedicar no
menos de media hora, personalmente para hablar con Dios. Desde hoy mismo tienen
que reservar más o menos una hora y media en su día a día, depende de lo que dure
la charla que nosotros les damos a la que por lo menos seguirá media hora de
meditación personal y silenciosa -si es más mejor-. Conviene que se haga este
momento dentro de la iglesia o capilla, o al menos en un lugar donde pueda estar más
recogido, tal vez sea un pequeño rincón de la casa donde tenga un altarcito o una
imagen que me inspire devoción. Tengamos cuidado de no elegir ir a pasear a un
bosquecito, distraernos con los pajaritos, ya que eso no conviene.
Habrá meditaciones y contemplaciones en estos Ejercicios en las cuales venga
bien ir a un lugar abierto, en contacto con la naturaleza que nos lleve al Creador, que
nos lleve a Dios, pero siempre recordando que cada acción externa sea ordenada.
Lo último, al pedir que todas mis operaciones sean puramente ordenadas,
“operaciones” se refiere a los actos internos, las operaciones espirituales: lo que yo
hago con mi inteligencia, lo que yo discurro esto es ir de un lugar a otro, los
pensamientos, el ir concatenando ideas, razonamientos y juicios, sacar conclusiones.
Todo eso debe ser “ordenado”: que razone bien, que mi inteligencia sea lucida para
buscar la gloria de Dios, y lo mismo las operaciones con la voluntad, los afectos a los
cuales me va a mover aquello que voy discurriendo, que sea puramente ordenado,
que no concluya en propósitos que no sean ordenados, que Él mueva también mi
corazón y me de fuerzas para también hacer aquello que me es mostrado, aquello
que Dios claramente me presenta en estas meditaciones
Orar es hablar con Dios, elevar la mente a Dios, y ya lo estamos haciendo con la
misma oración preparatoria.
San Ignacio nos propone además como preparación remota, incluso antes de la
oración preparatoria, lo que llama la statio es decir una parada: antes de ir a la capilla,
hago una pausa y reflexiono, y me digo a que voy, voy a encontrarme con Dios, voy
a estar cara a cara, con el cielo con la corte celestial. Nos decía santa teresa que orar
es “tratar de amores con aquel que sabemos que nos ama”

P. Jon de Arza, IVE


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En el monasterio tenemos el claustro que tiene cuatro galerías internas con un


patio interior. El monje está obligado a pasar por el claustro para ir a la capilla, y el
claustro de alguna manera le hace hacer una “pausa”, una estación, para ahí
reflexionar un momento muy breve antes de entrar en la iglesia, en la oración.

2. LOS PREÁMBULOS
Y tras la preparación remota, y la oración preparatoria, en cada Ejercicio San
Ignacio nos propone lo que se llaman los preámbulos estos van disponiendo, van
preparando para la meditación y el primer preámbulo
[47] 1º preámbulo. El primer preámbulo es composición viendo el lugar. Aquí
es de notar que en la contemplación o meditación visible, así como contemplar
a Christo nuestro Señor, el qual es visible, la composición será ver con la vista
de la imaginación el lugar corpóreo donde se halla la cosa que quiero
contemplar. Digo el lugar corpóreo, así como un templo o monte, donde se
halla Jesu Christo o Nuestra Señora, según lo que quiero contemplar. En la
invisible, como es aquí de los pecados, la composición será ver con la vista
imaginativa y considerar mi ánima ser encarcelada en este cuerpo corruptible
y todo el compósito en este valle, como desterrado entre brutos animales; digo
todo el compósito de ánima y cuerpo.

La composición de lugar es donde san Ignacio me va a hacer usar la imaginación,


cuando por ejemplo contemplamos el Nacimiento del Niño en Belén, que es algo
visible, la composición será ver con la vista el lugar corpóreo el lugar donde Jesús
nació, la gruta de Belén, algo que yo puedo perfectamente imaginar.
Cuando vamos a contemplar lo que es el pecado, no es que yo voy a ver el pecado
que es una realidad espiritual, una realidad invisible, por lo tanto, San Ignacio me va
a hacer imaginar una situación que me inspire, que yo estoy desterrado por ejemplo
como pasa con el pecado original que expulsó a Adán y Eva del Paraíso. San Ignacio
propone una situación que me tengo que imaginar como “composición de lugar”.
Debemos recordar que la imaginación necesita atarse: el Padre Llorente gran
misionero de Alaska durante 40 año, decía que el problema de la imaginación es que
quiere aferrarse a alguna cosa concreta, pues si no tiene nada tangible delante de sí,
la imaginación te empieza a llevar “por los cerros de Úbeda”, se va por ahí …y cuando
nos queremos dar cuenta, llevamos diez minutos imaginando cualquier cosa. Por eso
san Ignacio propone una composición de lugar que busca que la imaginación se
quede ahí. Es decir, las potencias superiores el alma le están dando a la imaginación
algo así como un caramelito, un juguetito, algo para que se entretenga, mientras ella
va a ocuparse de estas cosas espirituales.
Estemos preparados, pues la imaginación es como ese niño pequeño que, estando
su madre está hablando con una persona importante durante mucho tiempo, llega el
hijito le tira de la falda y le dice ¿mamà cuándo nos vamos? pues quiere ir a jugar. La
imaginación nos va a venir a interrumpir, a eso lo llamamos distracciones, y como en
la meditación se trata de considerar verdades espirituales, tendremos que luchar y
volver a concentrarnos cada vez que nos demos cuenta que nos hemos distraído.

P. Jon de Arza, IVE


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3. LA PETICIÓN PARTICULAR DE NUESTRA ORACIÓN


Va a consistir en el fruto que nosotros queremos obtener de cada meditación, y
que nos propone san Ignacio. Cada día queremos obtener de manera particular un
fruto de nuestro ejercicio, y estos frutos están ordenados, es decir que San Ignacio
nos va gradualmente llevando de una cosa a otra, así hasta el final de los ejercicios.
Lo que tenemos que pedir antes de comenzar cada meditación particular que vamos
a realizar nos lo indica el santo en el número 48
[48] 2º preámbulo. El segundo es demandar a Dios nuestro Señor lo que quiero
y deseo [...]

No es simplemente lo que me dice el predicador que tengo que pedir o lo que está
escrito en el libro de los ejercicios que San Ignacio me hace pedir, sino lo que yo
quiero y deseo, lo tengo que hacer propio, por eso es tan importante
En la oración inicial pedía que mis intenciones sean ordenadas, y ahora
expresamos lo que yo personalmente quiero alcanzar y para ello le suplico a Dios esa
gracia, por ejemplo, dolor de los pecados cuando se consideran pecados.
Se dice que en la misma cueva de Manresa la Virgen dictaba a San Ignacio el libro
de los ejercicios. Ciertamente San Ignacio fue movido por Dios, movido por el Espíritu
Santo, y ayudado por la Virgen, los frutos están a la vista: después de tantos años,
tantos siglos de ejercicios espirituales con tanto provecho para las almas. A nosotros
también nos dará resultado. Pidamos con fidelidad aquello que San Ignacio nos hace
pedir, para obtener el fruto que Dios quiere darnos ese fruto,
Después de toda esta preparación llega lo que llama el cuerpo de la meditación es
decir los puntos, lo que es propiamente la meditación, todo lo demás fue preparación
para este momento, para el momento en que vamos a tener que reflexionar y
considerar los puntos, la materia que tenemos que considerar.
En la segunda anotación dice San Ignacio,
[2] 2ª La segunda es, que la persona que da a otro modo y orden para meditar
o contemplar, debe narrar fielmente la historia de la tal contemplación o meditación,
discurriendo solamente por los punctos con breve o sumaria declaración; porque
la persona que contempla, tomando el fundamento verdadero de la historia,
discurriendo y raciocinando por sí mismo y hallando alguna cosa que haga un poco
más declarar o sentir la historia, quier por la raciocinación propria, quier sea en
quanto el entendimiento es ilucidado1 por la virtud divina; es de más gusto y fructo
spiritual, que si el que da los exercicios hubiese mucho declarado y ampliado el
sentido de la historia; porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el
sentir y gustar de las cosas internamente.

Es decir, que el predicador no debe extenderse demasiado en los puntos sino que
debe dejar al ejercitante que el mismo vaya extrayendo todo el jugo que se puede
extraer de cada parte, que puede ser de dos maneras:
 discurriendo, es decir, usando la razón
 y/o cuando Dios va iluminando, ilumina también la razón.

P. Jon de Arza, IVE


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Dice San Ignacio que no hay que hacer como las mariposas que van de un lado a
otro volando superficialmente sin nunca detenerse ni profundizar, sino que hay que
hacer como las abejas: el alma tiene que aplicarse al objeto o materia que se le
propone tratando de obtener todo el jugo y provecho posible y solo entonces pasar a
otro punto
San Ignacio tiene un principio que es muy hermoso que puede servir para toda la
vida no solo para los ejercicios espirituales y dice así “porque no el mucho saber harta
y satisface el ánima más el sentir y gustar de las cosas internamente”. Nos recuerda
el dicho de “él que abarca mucho poco aprieta”; no hay que saber las cosas al modo
del curioso, que cuantas más cosas sabe mejor, sino que se trata de buscar una cosa,
pero profundizando en ella, gustar de las cosas internamente, eso es lo que quiere
que hagamos San Ignacio, con la gracia de Dios
Al terminar la meditación se debe hacer un examen de cómo ha ido la meditación
¿hubo momentos de consolación en que se haya hallado enfervorizada el alma, como
con un contento interior?, ¿hubo momentos donde ha tenido más claridad más luz?
Uno puede hacer una repetición, o volver sobre los puntos que he pasado más por
encima y en los que me he encontrado en sequedad.
Todo lo realizado hasta ahora supone una preparación para el coloquio que es el
momento más importante, el momento de la unión con Dios. La oración es un
momento de intimidad y unión con Dios, una gracia que tenemos que pedir. Un alma
puede estar ya tan familiarizada con la oración que va directamente al coloquio es
más hay personas que mientras el sacerdote va predicando, van tomando nota y van
haciendo la meditación en ese momento, van sacando conclusiones y anotaciones
personales, haciendo su reflexión y al terminar la charla el sacerdote, en la media
hora de oración personal, comienzan ya con el coloquio.
Eso dependerá de cada alma de su estado, del momento que está viviendo, de si
está teniendo un día más movido o menos, o de si puede concentrarse mejor.
A cada ejercitante Dios le dará la gracia y le dará lo que quiera darle cada día.
No hay mejor modo de entrar en oración que invitar a aquella que siempre debe
ser invitada, la Santísima Virgen, que en palabras de santo Tomas de Aquino en el
texto del evangelio de San Juan de las bodas de Caná la llama como conciliation
nuptiarum, es decir la consejera nupcial, la que tiene que hacernos de enlace entre
nosotros y Dios su hijo, entre el alma (la novia) y el novio (Cristo). Ella es la que nos
va a llevar por buen camino, la que nos va a aconsejar, la que al vernos le va a decir
a su Hijo, “no tienen vino”, “les falta esto”, “mira este se distrae mucho en la oración”,
“a este le falta un poco más de fervor”, “mándale un poco de consuelo” … y así la
Virgen nos va obteniendo aquello que necesitamos. Es decir, como en Caná, nosotros
tenemos que llenar las tinajas de agua, hacer nuestra parte, pero el resto lo va a hacer
Cristo: Él va a transformarnos en el mejor vino, Él va a hacer que nuestro corazón se
vaya transformando en su Sagrado Corazón.

P. Jon de Arza, IVE


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4. ACTOS CONCLUSIVOS: EL COLOQUIO


Los coloquios son fundamentales en los Ejercicios porque nos van uniendo con
Dios es allí donde vamos hablando con Dios, como dice San Ignacio,
[54] El coloquio se hace propiamente hablando así como un amigo habla a otro
o un siervo a su señor; quándo pidiendo alguna gracia, quándo culpándose por
algún mal hecho, quándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas;

Es decir, cuando comunicando nuestras cosas tenemos necesidad de


desahogarnos, de contar aquello que hemos vivido, diciéndole, hablando con Él,
como cuando viene un hijo de la escuela y quiere contar todo lo que le pasó. Aquí
vamos a hablar de lo que hemos meditado pidiéndole al Señor consejo en las cosas
que vamos hablando, para terminar con un padre nuestro, si estoy hablando con el
Padre celestial, o si el coloquio es con Cristo finalizaré rezando un Alma de Cristo, o
si es con la Virgen, rezando un ave María.
San Ignacio en la tercera anotación nos indica
[3] 3ª La tercera: como en todos los exercicios siguientes spirituales usamos de
los actos del entendimiento discurriendo y de los de la voluntad affectando;
advertamos que en los actos de la voluntad quando hablamos vocalmente o
mentalmente con Dios nuestro Señor o con sus santos, se requiere de nuestra
parte mayor reverencia que quando usamos del entendimiento entendiendo.

Se requiere de nuestra parte mayor reverencia que cuando usamos del


entendimiento sólo para “entender” pues estamos en presencia de Dios: es decir, no
conviene ponerse a tomar un café mientras medito, porque no está hablando consigo
mismo, sino que está hablando directamente con Dios.
Santa Edith Stein sobre el valor de la meditación dice que “aquello que el espíritu
ha elaborado meditando se vuelve su posesión duradera”, un tesoro y que con esta
verdadera atención a Dios ella adquirió familiaridad con Él, lo conoce lo ama y este
conocimiento y amor ya se volvieron parte de su ser. El alma queda ya como
encendida gracias a meditar y a cultivar esa amistad con Dios y llega un momento en
el cual es tanta la familiaridad que son necesarias cada vez menos palabras, se
conocen tanto como los esposos a los que basta una mirada.
Tenemos que hablar con Dios con reverencia, pero también con familiaridad
porque es nuestro padre. De eso habla muy bien el padre Llorente cuando escribe
crónicas a las religiosas dando consejos para hacer coloquios, indicando que esta
reverencia este respeto, no quita familiaridad ni intimidad o gran amor por Dios, pues
cuando uno habla con un amigo normalmente no se pierde en formalidades “¿cómo
le va?, que tenga usted un buen día”, sino que simplemente entra al coloquio con el
de una manera coloquial, no como en un discurso. Decía el p Llorente en Alaska: “el
sagrario está siempre a una temperatura bajo 0, y cuando voy a visitar al Señor tengo
la cabeza cubierta y el cuello cubierto, ya le he dicho a Jesús que si me obligaba a
sacarme el gorro, no iba a visitarlo, convenimos entonces que nuestras
conversaciones iban a tener lugar a la cabeza cubierta, admiraos, escandalizaos, y
pensad que seguramente no tendré salvación después de esta terrible insolencia

P. Jon de Arza, IVE


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pero, o cubrimos la cabeza o morimos de frío”. Habla en plural que hasta Jesús va a
morir de frío ahí, pues hablaba con toda intimidad, como un amigo habla con un
amigo, le decía cosas afectuosas con simplicidad, con amor, con intimidad,
mezclando cosas celestes con aquellas que nos parecen estupideces pero que no lo
son, así como hacen los enamorados, que mezclan cosas, inventan palabras, porque
no alcanzan las palabras para hablarle al amado.
Santa Catalina le decía, te amo y soy bien loca si no te amo.
Tenemos que ver en Jesús el amor en nuestra vida y entrar con esa familiaridad
con Jesús.

5. SOBRE LA CONTEMPLACIÓN
Y para finalizar, muy brevemente sobre la contemplación, que, a diferencia de la
meditación, no es que traemos el objeto hacia nosotros para considerarlo en nuestra
inteligencia, sino que somos nosotros los que entramos en la escena contemplada,
nos situamos ahí e incluso formamos parte de la escena.
San Ignacio en la contemplación del Nacimiento, nos pide estar presentes ahí como
un esclavito indigno que está ahí, con las manos atrás, esperando que San José le
pida algo para ayudar, que la Virgen le dé una indicación, y esta ahí presente. Para
la Contemplación San Ignacio propone tres puntos muy prácticos, usando de nuestros
sentidos:
 ver a las personas, ver los rostros, las figuras, los personajes de manera
estática
 oír lo que dicen lo que hablan, muchas veces uno toma estos diálogos
de la Sagrada Escritura, pero también uno puede imaginar lo que no está
escrito; es importante pedir la gracia para que Dios me ilumine. Por ejemplo,
imaginar cuántas cosas habrán hablado San José y la Virgen, cuantas cosas
habrán hablado antes del viaje a Belén y no están escritas …
 mirar lo que hacen, las acciones, esas figuras, pero ya en movimiento
En todo esto, al ver a las personas, san Ignacio usa el verbo “reflectir” es decir,
reflexionar: hay una pequeña meditación dentro de la contemplación, para sacar
provecho para el alma. Como decía Santa Edith Stein, las verdades que quedan como
grabadas a fuego, quedan para siempre como un tesoro duradero, como también lo
vivido. Es decir, estamos contemplando nuevamente como si estuviéramos ahí en el
momento en que ocurrieron los hechos, la Encarnación, el Nacimiento, la Pasión de
Cristo, la Resurrección, y estamos teniendo una experiencia viva, como si fuéramos
los apóstoles. En la contemplación nos metemos tanto, que es una experiencia de los
misterios divinos que también debemos guardar como la Santísima Virgen, para
meditar en él corazón.

P. Jon de Arza, IVE


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