Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Oración
Oración
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Padrenuestro ...
Avemaría …
San Ignacio de Loyola, ruega por nosotros.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
PLÁTICA
Los ejercicios espirituales son una escuela de oración: todo se juega en estos
momentos íntimos con el Señor cada día, en los que nos vamos a “ejercitar” haciendo
oración.
En las anotaciones de san Ignacio como recomendaciones para hacer mejor los
ejercicios, las tres primeras se refieren justo a este tema, de forma enunciativa no
limitativa:
1ª annotación. La primera annotación es que, por este nombre, exercicios
spirituales, se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de
contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones, según
que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son
exercicios corporales, por la mesma manera todo modo de preparar y disponer
el ánima, para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después de
quitadas para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida
para la salud del ánima, se llaman exercicios spirituales.
San Ignacio quiere que pidamos porque la oración es una gracia, nadie puede orar
si Dios no lo mueve, como dice San Pablo, nadie puede decir Abba padre si el Espíritu
no se lo inspira no se lo pone en él corazón y en los labios.
La oración es una gracia, no podríamos jamás hablar de estar delante de Dios en
su presencia si no tuviéramos esa gracia, y todo lo que va a suceder durante el
momento de la oración durante cada uno de esos pequeños ejercicios que vamos a
ir realizando día a día es gracia de Dios.
Dios quiere bendecirnos con esa gracia y después depende de nosotros, de tener
las disposiciones correctas, de hacer bien los momentos de oración.
No hay por qué repetir exactamente las palabras de San Ignacio, pero si lo que el
santo nos propone: empezar siempre pidiendo a Dios que nos dé su gracia para que
nuestra oración le sea agradable, para que disponga mi alma de forma que yo pueda
agradarte en mi oración, para que todas mis acciones, intenciones y mis operaciones
se ordenen puramente sin mezcla de nada, en servicio y alabanza de tu divina
majestad, para que todo sea ordenado a Dios
Pedimos tres cosas porque en la oración intervienen las potencias del alma:
la inteligencia para conocer la verdad que Dios. Le pedimos al Señor
que ilumine nuestra inteligencia que Él la guíe que él guíe nuestros
razonamientos,
la voluntad, que sigue lo que le es mostrado por la inteligencia. La
voluntad tiende a lo que es bueno, tiende al bien
la memoria, facultad o potencia que es más de la sensibilidad, donde
nosotros almacenamos todos nuestros recuerdos. Así como la Virgen
2. LOS PREÁMBULOS
Y tras la preparación remota, y la oración preparatoria, en cada Ejercicio San
Ignacio nos propone lo que se llaman los preámbulos estos van disponiendo, van
preparando para la meditación y el primer preámbulo
[47] 1º preámbulo. El primer preámbulo es composición viendo el lugar. Aquí
es de notar que en la contemplación o meditación visible, así como contemplar
a Christo nuestro Señor, el qual es visible, la composición será ver con la vista
de la imaginación el lugar corpóreo donde se halla la cosa que quiero
contemplar. Digo el lugar corpóreo, así como un templo o monte, donde se
halla Jesu Christo o Nuestra Señora, según lo que quiero contemplar. En la
invisible, como es aquí de los pecados, la composición será ver con la vista
imaginativa y considerar mi ánima ser encarcelada en este cuerpo corruptible
y todo el compósito en este valle, como desterrado entre brutos animales; digo
todo el compósito de ánima y cuerpo.
No es simplemente lo que me dice el predicador que tengo que pedir o lo que está
escrito en el libro de los ejercicios que San Ignacio me hace pedir, sino lo que yo
quiero y deseo, lo tengo que hacer propio, por eso es tan importante
En la oración inicial pedía que mis intenciones sean ordenadas, y ahora
expresamos lo que yo personalmente quiero alcanzar y para ello le suplico a Dios esa
gracia, por ejemplo, dolor de los pecados cuando se consideran pecados.
Se dice que en la misma cueva de Manresa la Virgen dictaba a San Ignacio el libro
de los ejercicios. Ciertamente San Ignacio fue movido por Dios, movido por el Espíritu
Santo, y ayudado por la Virgen, los frutos están a la vista: después de tantos años,
tantos siglos de ejercicios espirituales con tanto provecho para las almas. A nosotros
también nos dará resultado. Pidamos con fidelidad aquello que San Ignacio nos hace
pedir, para obtener el fruto que Dios quiere darnos ese fruto,
Después de toda esta preparación llega lo que llama el cuerpo de la meditación es
decir los puntos, lo que es propiamente la meditación, todo lo demás fue preparación
para este momento, para el momento en que vamos a tener que reflexionar y
considerar los puntos, la materia que tenemos que considerar.
En la segunda anotación dice San Ignacio,
[2] 2ª La segunda es, que la persona que da a otro modo y orden para meditar
o contemplar, debe narrar fielmente la historia de la tal contemplación o meditación,
discurriendo solamente por los punctos con breve o sumaria declaración; porque
la persona que contempla, tomando el fundamento verdadero de la historia,
discurriendo y raciocinando por sí mismo y hallando alguna cosa que haga un poco
más declarar o sentir la historia, quier por la raciocinación propria, quier sea en
quanto el entendimiento es ilucidado1 por la virtud divina; es de más gusto y fructo
spiritual, que si el que da los exercicios hubiese mucho declarado y ampliado el
sentido de la historia; porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el
sentir y gustar de las cosas internamente.
Es decir, que el predicador no debe extenderse demasiado en los puntos sino que
debe dejar al ejercitante que el mismo vaya extrayendo todo el jugo que se puede
extraer de cada parte, que puede ser de dos maneras:
discurriendo, es decir, usando la razón
y/o cuando Dios va iluminando, ilumina también la razón.
Dice San Ignacio que no hay que hacer como las mariposas que van de un lado a
otro volando superficialmente sin nunca detenerse ni profundizar, sino que hay que
hacer como las abejas: el alma tiene que aplicarse al objeto o materia que se le
propone tratando de obtener todo el jugo y provecho posible y solo entonces pasar a
otro punto
San Ignacio tiene un principio que es muy hermoso que puede servir para toda la
vida no solo para los ejercicios espirituales y dice así “porque no el mucho saber harta
y satisface el ánima más el sentir y gustar de las cosas internamente”. Nos recuerda
el dicho de “él que abarca mucho poco aprieta”; no hay que saber las cosas al modo
del curioso, que cuantas más cosas sabe mejor, sino que se trata de buscar una cosa,
pero profundizando en ella, gustar de las cosas internamente, eso es lo que quiere
que hagamos San Ignacio, con la gracia de Dios
Al terminar la meditación se debe hacer un examen de cómo ha ido la meditación
¿hubo momentos de consolación en que se haya hallado enfervorizada el alma, como
con un contento interior?, ¿hubo momentos donde ha tenido más claridad más luz?
Uno puede hacer una repetición, o volver sobre los puntos que he pasado más por
encima y en los que me he encontrado en sequedad.
Todo lo realizado hasta ahora supone una preparación para el coloquio que es el
momento más importante, el momento de la unión con Dios. La oración es un
momento de intimidad y unión con Dios, una gracia que tenemos que pedir. Un alma
puede estar ya tan familiarizada con la oración que va directamente al coloquio es
más hay personas que mientras el sacerdote va predicando, van tomando nota y van
haciendo la meditación en ese momento, van sacando conclusiones y anotaciones
personales, haciendo su reflexión y al terminar la charla el sacerdote, en la media
hora de oración personal, comienzan ya con el coloquio.
Eso dependerá de cada alma de su estado, del momento que está viviendo, de si
está teniendo un día más movido o menos, o de si puede concentrarse mejor.
A cada ejercitante Dios le dará la gracia y le dará lo que quiera darle cada día.
No hay mejor modo de entrar en oración que invitar a aquella que siempre debe
ser invitada, la Santísima Virgen, que en palabras de santo Tomas de Aquino en el
texto del evangelio de San Juan de las bodas de Caná la llama como conciliation
nuptiarum, es decir la consejera nupcial, la que tiene que hacernos de enlace entre
nosotros y Dios su hijo, entre el alma (la novia) y el novio (Cristo). Ella es la que nos
va a llevar por buen camino, la que nos va a aconsejar, la que al vernos le va a decir
a su Hijo, “no tienen vino”, “les falta esto”, “mira este se distrae mucho en la oración”,
“a este le falta un poco más de fervor”, “mándale un poco de consuelo” … y así la
Virgen nos va obteniendo aquello que necesitamos. Es decir, como en Caná, nosotros
tenemos que llenar las tinajas de agua, hacer nuestra parte, pero el resto lo va a hacer
Cristo: Él va a transformarnos en el mejor vino, Él va a hacer que nuestro corazón se
vaya transformando en su Sagrado Corazón.
pero, o cubrimos la cabeza o morimos de frío”. Habla en plural que hasta Jesús va a
morir de frío ahí, pues hablaba con toda intimidad, como un amigo habla con un
amigo, le decía cosas afectuosas con simplicidad, con amor, con intimidad,
mezclando cosas celestes con aquellas que nos parecen estupideces pero que no lo
son, así como hacen los enamorados, que mezclan cosas, inventan palabras, porque
no alcanzan las palabras para hablarle al amado.
Santa Catalina le decía, te amo y soy bien loca si no te amo.
Tenemos que ver en Jesús el amor en nuestra vida y entrar con esa familiaridad
con Jesús.
5. SOBRE LA CONTEMPLACIÓN
Y para finalizar, muy brevemente sobre la contemplación, que, a diferencia de la
meditación, no es que traemos el objeto hacia nosotros para considerarlo en nuestra
inteligencia, sino que somos nosotros los que entramos en la escena contemplada,
nos situamos ahí e incluso formamos parte de la escena.
San Ignacio en la contemplación del Nacimiento, nos pide estar presentes ahí como
un esclavito indigno que está ahí, con las manos atrás, esperando que San José le
pida algo para ayudar, que la Virgen le dé una indicación, y esta ahí presente. Para
la Contemplación San Ignacio propone tres puntos muy prácticos, usando de nuestros
sentidos:
ver a las personas, ver los rostros, las figuras, los personajes de manera
estática
oír lo que dicen lo que hablan, muchas veces uno toma estos diálogos
de la Sagrada Escritura, pero también uno puede imaginar lo que no está
escrito; es importante pedir la gracia para que Dios me ilumine. Por ejemplo,
imaginar cuántas cosas habrán hablado San José y la Virgen, cuantas cosas
habrán hablado antes del viaje a Belén y no están escritas …
mirar lo que hacen, las acciones, esas figuras, pero ya en movimiento
En todo esto, al ver a las personas, san Ignacio usa el verbo “reflectir” es decir,
reflexionar: hay una pequeña meditación dentro de la contemplación, para sacar
provecho para el alma. Como decía Santa Edith Stein, las verdades que quedan como
grabadas a fuego, quedan para siempre como un tesoro duradero, como también lo
vivido. Es decir, estamos contemplando nuevamente como si estuviéramos ahí en el
momento en que ocurrieron los hechos, la Encarnación, el Nacimiento, la Pasión de
Cristo, la Resurrección, y estamos teniendo una experiencia viva, como si fuéramos
los apóstoles. En la contemplación nos metemos tanto, que es una experiencia de los
misterios divinos que también debemos guardar como la Santísima Virgen, para
meditar en él corazón.