Está en la página 1de 23

Las huelgas de inquilinos de 1922 en el DF y Veracruz

Carlos L. Gómez

Introducción: “disecar a la multitud”

Los movimientos de inquilinos que sacudieron al puerto de Veracruz y al Distrito Federal


entre febrero y agosto de 1922 forman parte de muchas historias. Una de ellas está
íntimamente relacionada con el proceso de organización del Partido Comunista de México
(PCdeM) durante los años veinte. El presente trabajo se desprende de ahí. Los múltiples
movimientos sociales y políticos en los que participaron militantes del PCdeM a lo largo de
este periodo, originalmente estaban enfocados como parte de los factores que, en su
conjunto, explican el desarrollo histórico de la organización, y no como procesos con una
dinámica particular en sí mismos. Sin embargo, cuando estos movimientos se estudian
desde la perspectiva de la historia social, aparecen variables ajenas a la lógica partidaria
que, hasta ahora, no formaban parte de la explicación inicial.
Al incorporar este marco de análisis a la investigación, surgen nuevas preguntas
sobre el grado en que estos movimientos definieron las características ideológicas,
orgánicas y políticas del partido comunista, pero también sobre el grado en que los
militantes de dicha organización --a partir de las orientaciones generales dictadas por el
partido, por un lado, y la asimilación de su propia experiencia política, por otro-- influyeron
en el desarrollo de cada movimiento, especialmente cuando jugaron un papel de dirección
como en las huelgas de inquilinos que se analizan aquí. Asimismo, es necesario preguntarse
hasta qué punto los cambios en las condiciones políticas locales definieron los límites en
los que se desarrollaron estos procesos. Se trata, en resumen, de dar cuenta de la relación
entre las tensiones sociales y políticas en su contexto, y no abordarlas como si
pertenecieran a campos de estudio separados.
Cuando se ha querido explicar la incorporación masiva de los inquilinos a sus
respectivos sindicatos, el énfasis recae en el alto costo y las condiciones ruinosas de las
viviendas en Veracruz y el DF a principios de los años veinte, como si estos factores de
orden material hubieran sido suficientes, por sí solos, para predisponer a los inquilinos a
organizarse y luchar.1 Una mirada al factor subjetivo sugiere que, sin lugar a dudas, el
1
Uno de los trabajos que mejor aborda los movimiento de Veracruz y el del Distrito Federal, es Bolshivikis,
de Paco Ignacio Taibo II, pero al abordar las condiciones que originan el conflicto se limita a señalar: “La

1
trabajo de agitación y organización desplegado por los militantes del partido comunista
jugó un papel importante para llevar a los inquilinos a la huelga, pero incluso la revisión
más somera de las fuentes y la historiografía demuestra que los mítines, las asambleas y los
discursos tampoco alcanzan a explicar el proceso en su conjunto. 2 En este sentido, los
estudios de historia urbana pueden aportar nuevas líneas de interpretación, pero al
enfocarse en conflictos de orden jurídico e institucional y en el desarrollo de la estructura
material de las ciudades, tienden a perder de vista el papel que juegan sus habitantes. 3
Queda la historia de los gobernantes, de la lucha política entre los estados y el centro,4 pero
este enfoque tiene la desventaja de poner la acción colectiva de las masas en segundo plano,
cuando no completamente subordinada al juego de intereses entre la élite de los hombres
que participan del poder. Por último, vale la pena señalar que, hasta ahora, los movimientos
de inquilinos en Veracruz y el Distrito Federal en 1922 han sido estudiados por separado,
como si se tratara de dos procesos distintos, sin nada en común salvo la filiación política de
algunos de sus dirigentes. Sin embargo, debido a su simultaneidad, su magnitud, el carácter
de sus demandas y las semejanzas entre las formas de lucha que adoptaron los inquilinos
del puerto y la capital, es posible inferir que existe entre ellos algo más que un vínculo
meramente político.
Ninguna explicación parcial, es decir, que busque interpretar los movimientos de
inquilinos que se desarrollaron entre febrero y julio de 1922 a la luz de un “factor
decisivo”, alcanza a dar cuenta de la complejidad social y política del proceso. Bajo esta
perspectiva, sería necesario buscar las relaciones entre todos los factores que, en un
momento dado, influyeron en el desarrollo estas huelgas y reconstruir históricamente la

situación habitacional en el puerto era explosiva: escasez, malas condiciones higiénicas, rentas muy
elevadas”. Taibo II, Bolshevikis, 1986, p. 158.
2
Jorge Durand sugiere que el movimiento tuvo alcance nacional, ya que se pueden rastrear intentos de
organización inquilinaria en al menos trece estados del país, todos ellos, según el autor, “con un origen
común: la determinación política de asumida por los congresos anarquista y comunista de organizar
sindicatos de inquilinos en todo el país y lanzarse a la huelga”. Cfr., Durand, “Huelga”, 1989, p. 69
3
Cabe señalar que el movimiento inquilinario no ha sido estudiado por los especialistas en historia urbana.
Se cuenta, en cambio con algunos trabajos sobre la ciudad de México en la época de la reconstrucción, como
el de Armando D. Marcial Avendaño, “Higiene y metrópoli en el gobierno de Álvaro Obregón”, o que
abarcan un periodo más amplio y tocan, de manera tangencial, el movimiento inquilinario, como “La lucha
de clases en la ciudad. La disputa por el espacio urbano, ca. 1890-1930”, de Ernesto Aréchiga Córdoba. Sus
aportaciones son muy importantes porque permiten incorporar más elementos al análisis.
4
Por ejemplo, Romana Falcón asegura que “Tejeda, en sus inicios era un gobernador extremadamente débil,
que no tardó en ver en la organización inquilinaria de hacerse de un grupo de apoyo”. Falcón, Semilla, 1986,
p. 138.

2
manera en que se determinaron entre sí. Este trabajo no aspira a tanto, ya que, como se
señaló desde un principio, se desprende de una investigación más amplia, sobre otro tema,
en la que la importancia de los movimientos de inquilinos radica en los cambios que
produjeron al interior del partido comunista. Lo que busco es sugerir posibles líneas de
interpretación sobre estos movimientos a partir de las categorías y conceptos de la historia
social.
En este sentido, la propuesta de disecar “a las muchedumbres y sus componentes”, 5
elaborada por George Rudé en La multitud en la historia, abre un nuevo campo a las
investigaciones centradas en cuestiones que aparentemente pertenecen, en exclusiva, al
ámbito de la política. Al poner el foco en los hechos y su contexto; el tamaño, las acciones,
la composición y los dirigentes de la multitud; el blanco de sus actividades; los objetivos,
motivos e ideas subyacentes; la eficacia de la represión y la “significación histórica” de las
“secuencias de los hechos”, se puede acceder a un marco de interpretación mucho más
amplio que, a su vez, retome las explicaciones parciales enumeradas anteriormente. Me
valgo también de la propuesta de Arlette Farge, sobre todo cuando se aborda la
participación de las mujeres en el sindicato de inquilinos de Veracruz.
Por otra parte, este acercamiento a la historia social obliga a una relectura de las
fuentes --entre ellas varias notas periodísticas --, de las cuales se ha nutrido la historiografía
hasta el día de hoy. Donde he considerado que era necesario hacerlo, amplié el contexto y
los datos a partir de mi propia investigación.

Los motivos subyacentes de los movimientos de inquilinos: “habitando cuevas fétidas”

Dentro de su estudio sobre La multitud en la historia, George Rudé apunta que la multitud
puede levantarse por múltiples razones y que rara vez lo hace por una sola. Sin embargo,
también señala que “sería ridículo rechazar las respuestas simples y obvias por el mero
hecho de que lo sean”.6 En el caso de los movimientos de inquilinos en Veracruz y el
Distrito Federal de 1922, la respuesta simple y obvia parece ser, en primera instancia, la
demanda de viviendas costeables y más higiénicas. Pero ¿cuáles fueron las razones que le
dieron origen y cómo se desarrolló esta demanda?, es decir: ¿cuáles son los motivos

5
Rudé, Multitud, 1964, pp. 19-20.
6
Ibid., p. 224.

3
subyacentes de los movimientos de inquilinos en 1922? Un acercamiento a la historia
urbana podría ofrecer algunos elementos para responder a esta pregunta.
Ernesto Aréchiga Córdoba señala que la migración hacia la ciudad de México había
producido, a principios de los años veinte, tres fenómenos simultáneos: mayor
concentración demográfica en los barrios viejos, la formación de nuevas colonias en la
periferia y, debido a esta presión demográfica, “una mayor especulación del suelo”. 7 A
pesar de las leyes y códigos que se expiden para regular el crecimiento de la ciudad, éste se
desarrolla de manera caótica y está sujeto a los intereses “de las compañías fraccionadoras
y de los propietarios de casas y terrenos”, quienes aprovechan la situación para obtener un
mayor beneficio económico. En este contexto, colonias como la Morelos, en las que se
podía acceder a viviendas baratas, “se caracterizaron por reproducir la casa de vecindad
como modelo de habitación, una casa colectiva de servicios compartidos que, por lo
regular, fue construida bajo el criterio de máxima rentabilidad del espacio y no siempre con
apego a las normas establecidas”.8
En el puerto de Veracruz sucede algo similar. Entre 1910 y 1921, la población pasa
de 48 633 a 54 222 habitantes, de los cuales 9 406 eran extranjeros, en su mayoría
españoles. Estos “acaparaban el comercio, los hoteles, algunas fábricas las casas
habitación”. Del total de habitantes del puerto, “únicamente 2 043 personas poseían bienes
inmobiliarios”. El exceso de demanda de vivienda produjo, a su vez, una elevación
sistemática en el monto de las rentas. Según Rogelio de la Mora, “las rentas y el costo de la
vida en general aumentaron, de 1910 a 1922, de 300% a 400%, mientras que los salarios
apenas se habían doblado”.9 Como se puede ver, la capital y el puerto comparten algunas
características que, en cierta medida, generan condiciones materiales propicias para el
surgimiento del movimiento inquilinario. Pero, como señala Rudé al referirse a las huelgas
y la actividad gremial de los trabajadores ingleses en la primera mitad del siglo XIX, “ni

7
Hacia 1921, la población de la ciudad de México ascendía a 616 367 habitantes concentrados en un área de
46 km2. Aréchiga, “Luchas”, 2013, pp. 20-23. Armando D. Marcial Avendaño fija la población de la ciudad de
México, hacia 1921, en 906 000 habitantes, sin especificar el área ocupada de la ciudad. Cfr., Marcial,
“Higiene”, 2004, p. 334.
8
Aréchiga, Loc. Cit., p. 34-35. Otras colonias en las que se reproduce el modelo de vecindad son Hidalgo,
Santa Julia, Buenos Aires y Obrera. En esta última, de acuerdo con Armando D. Marcial Avendaño, las
condiciones de hacinamiento y falta de salubridad persistieron, al menos, hasta 1924. Vivían ahí 25 000
habitantes, “no había luz, ni agua entubada, ni drenaje, ni pavimento, existían sólo ocho pozos artesianos
para todos los vecinos”. Marcial, Loc. Cit., p. 339. En Veracruz, a las vecindades se les llama “patios”.
9
De la Mora, Sociedad, 2002, pp. 43-45.

4
siquiera las condiciones económicas malas o ruinosas fueron un ‘detonador’ automático de
los disturbios”.10 Para explicar la formación de los sindicatos de inquilinos hay que buscar
otros factores.
Al menos en la ciudad de México, uno de estos factores es la apropiación del
discurso higienista por los grupos populares y la clase media, que se manifestó a través de
la conformación de juntas de vecinos y de mejoras materiales para sobrellevar las
condiciones de insalubridad y hacinamiento de las viviendas. Aréchiga Córdoba señala que:

Un rasgo que definió a estas juntas fue su amplia disposición a participar en la realización
de las obras urbanas que necesitaban. Con frecuencia plantearon colaboraciones entre el
gobierno y los vecinos, poniendo aquél los proyectos y el saber técnico a cargo de
ingenieros y arquitectos, mientras ellos se comprometían a financiar las obras o a
organizarse entre ellos para construirlas con su propia mano de obra o proveer los
materiales necesarios.11

Independientemente del éxito que hayan tenido las juntas de mejoras,12 su presencia
revela la disposición de algunos sectores a organizarse, en un principio, no para pedir la
reducción en el monto de las rentas, sino para mejorar sus condiciones inmediatas de vida a
través de la higienización de las viviendas. Sin embargo, ante la falta de soluciones
efectivas a este problema, parece que el ánimo de colaboración de los habitantes de la
ciudad poco a poco fue cediendo terreno ante una posición más combativa y radical,
favorecida por un contexto de intensa movilización obrera.
El mismo Ernesto Aréchiga Córdoba ha llamado la atención sobre un documento
que él encontró en el Archivo Histórico del Distrito Federal, fechado el 30 de mayo de
1921, que “contenía las ideas que sirvieron para organizar la lucha un año después,
incluyendo la formación de un sindicato y la realización de una huelga general de
inquilinos en caso de que los propietarios de las viviendas no accedieran a sus demandas”.13
10
Rudé, Op. Cit., p. 225.
11
Aréchiga, Op. Cit., p. 40.
12
Es muy probable que dichas juntas no hayan alcanzado, por regla general sus objetivos, en vista del
conflicto a nivel local entre el gobierno federal y el ayuntamiento, “lo cual se reflejó en la incapacidad de
todos los gobiernos municipales, federal y del Distrito Federal para combatir eficientemente la falta de
salubridad en la ciudad de México”, Marcial, Op. Cit., p. 341.
13
Aréchiga, Op. Cit., p. 44. El autor señala, además, que: “Es probable que el sindicato haya sido resultado de
las decisiones tomadas respecto a la lucha por la vivienda en la Primera Convención Radical efectuada en
febrero de ese mismo año por parte de las organizaciones que conformaron la Confederación General de
Trabajadores”. Esto es impreciso, ya que en el congreso de fundación al qué él se refiere no se adoptó
ningún acuerdo en este sentido. Esto sucederá hasta septiembre, durante el primer congreso de la
confederación, como se verá más adelante.

5
El mismo documento se encuentra en el Archivo General de la Nación, fondo Obregón-
Calles, y se trata de un memorial en el que, efectivamente, un primer Sindicato de
Inquilinos se lamentaba de la inequidad en los contratos de arrendamiento, del alto costo de
la vida y las rentas, y de las pésimas condiciones de las viviendas, lo cual había sido
constantemente exhibido por la prensa de la época. A pesar de ello, decían los
representantes del sindicato:

[…] los propietarios no han hecho el más insignificante esfuerzo a fin de corregir esas
irregularidades y los inquilinos siguen sumergidos en un mar de inmundicias, respirando
miasmas, comiendo gérmenes de todas especies, y habitando cuevas fétidas que minan
peremnemente [sic] su salud.

Las demandas de este primer sindicato de inquilinos, del cual no se tiene


información alguna que nos haga suponer que actuó posteriormente, eran las siguientes:
sustitución de los contratos en vigor “por otros más equitativos y dentro del más estricto
sentido de justicia”, reducción de las rentas al 50%, higienización de las casas de acuerdo
con los criterios del Consejo Superior de Salubridad, que el inquilino pudiera hacer las
reparaciones que fueran necesarias a cuenta de las rentas, derecho de indemnización ante
los daños que pudieran sufrir los inquilinos por la negligencia de los propietarios, y
reconocimiento del sindicato como mediador entre inquilinos y propietarios. De no
aceptarse las demandas, en veinte días estallaría la huelga general, cosa que no ocurrió.14
La iniciativa de organizar a los inquilinos fue recuperada meses más tarde por la
Confederación General de Trabajadores (CGT) en los resolutivos de su primer congreso, el
cual se llevó a cabo del 4 al 11 de septiembre de 1921 en la ciudad de México. 15 En dichos
resolutivos, la confederación se comprometía a “organizar a los inquilinos de toda la
región, a fin de realizar un movimiento general local a favor de los intereses populares.” 16
Las intenciones de los confederados no pasaron del papel. Lo verdaderamente significativo
fue que en el congreso estuvieron presentes prácticamente todos los militantes que, ya
entrado 1922, habrían convertirse en los líderes de los sindicatos de inquilinos en el DF y
Veracruz.17 Sin embargo, se puede decir que la radicalización de los inquilinos no es
14
AGN, Obregón-Calles, 407-I-2.
15
Araiza, Historia, pp. 70-72.
16
Salazar, Pugnas, 1972, p. 323.
17
Taibo II, Bolshivikis, 1986, pp. 138-141. El congreso estuvo marcado por un enfrentamiento total entre
comunistas y anarcosindicalistas, y terminó con la expulsión de los primeros de las filas de la confederación.

6
resultado de una acción deliberada de los militantes comunistas o anarcosindicalistas, sino
de la asimilación de determinadas formas de organización y de lucha que eran
constantemente empleadas por los trabajadores para obtener la satisfacción de algunas de
sus demandas.
George Rudé señala que: “las huelgas, las revueltas del hambre y los movimientos
campesinos --aun cuando las cuestiones predominantes fuesen puramente económicas--
podían producirse dentro de un panorama político que les otorgaba mayor intensidad o les
imprimía una nueva dirección”.18 Tal parece ser el caso de los movimientos de inquilinos y
del movimiento obrero en su conjunto durante los primeros años de la reconstrucción
nacional.
Desde el triunfo de la Rebelión de Agua Prieta, el panorama político de la época
favoreció el ascenso del movimiento obrero. Sin la presencia de la figura represiva de
Carranza, en medio de una crisis política grave pero que, a pesar de su carácter militar, no
desembocó en una guerra civil; y ante el lenguaje y la actitud relativamente conciliatoria de
parte del grupo que había tomado el poder, múltiples organizaciones obreras encontraron la
coyuntura propicia para luchar abiertamente contra los patrones y poner en primer plano
sus demandas, las cuales podían ser de carácter económico --por aumento salarial, la
reducción de la jornada, respeto a los contratos, indemnizaciones--, o de orden político, en
solidaridad con las huelgas de otros trabajadores.19
Por otra parte Ramón Eduardo Ruiz ha señalado que, frente al movimiento obrero
independiente, Obregón siempre asumió una posición aparentemente neutral y delegó la
solución de los conflictos entre el capital y el trabajo en los gobiernos estatales, lo cual, de
hecho, benefició casi siempre a los patrones, por un lado, y la hegemonía de la
Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), subordinada por completo a sus

18
Rudé, Op. Cit., p. 226.
19
La cantidad de huelgas que tienen lugar durante el interinato de Adolfo de la Huerta varía entre autor y
autor, de modo que Jaime Tamayo, basándose en las investigaciones de Pablo González Casanova, registra
173, mientras que Pedro Castro, basándose Taibo II, apunta “al menos” 195 movimientos huelguísticos.
Tamayo, Interinato, 1987, p. 201; Cortés, Adolfo, 1998, p. 54.

7
intereses, por otro.20 Como se verá más adelante, lo mismo ocurre frente a los movimientos
de inquilinos.
Hasta ahora se ha visto, aunque de forma somera, cómo se iba configurando el
conflicto inquilinario en el puerto y la capital del país partir de los “aspectos ‘prospectivos’
de los motivos que tuvieron las multitudes para entregarse a la rebelión y la revuelta.” 21
Queda distinguir el “detonador” de la “causa subyacente” de los movimientos de inquilinos
y analizar su desarrollo, el cual, como se verá enseguida no estuvieron exentos de actos
parecidos al motín.22

Los movimientos de inquilinos

El movimiento inquilinario del puerto surgió por iniciativa del alcalde Rafael García. 23 Éste
convocó a una reunión del 2 de febrero en la Biblioteca del Pueblo, con el fin de formar un
sindicato que presionara al gobierno del Estado, por la vía legal, para que aprobara una ley
inquilinaria semejante a la que Felipe Carrillo Puerto había expedido poco antes en
Yucatán.24 La reunión se salió de control gracias a la presencia de Herón Proal quien, justo
20
Ruiz, Revolución, 1976, p. 133. Prácticamente desde el inicio de su mandato, Obregón había confirmado
cuál era la posición que tenían las relaciones entre el trabajo y el capital dentro de su idea de reconstrucción
nacional: “dando toda clase de facilidades y seguridades a los hombres de capital y de acción, para que
inicien desde luego el desarrollo de nuestras riquezas naturales, sin descuidar, por supuesto, los justos
anhelos de mejoramiento económico que tienen todas nuestras clases trabajadoras, y a los cuales también
tienen derecho”, Bassols, Pensamiento, 1970, p. 155.
21
Rudé, Op. Cit., p. 231.
22
Ibid., p. 253.
23
Rafael García, en un principio, formaba parte del grupo “Antorcha Libertaria”, fundado a mediados de
1919. Militaban junto con él Herón Proal, Úrsulo Galván, Manuel Almanza, Juan Barrios, Carlos Aubry, José
Fernández Oca, anarquista de origen español, y Manuel Díaz Ramírez, carpintero y ex militante de la
International Workers of the World (IWW). Todos ellos, excepto Díaz Ramírez, participaron activamente en
las luchas obreras que se desarrollaron en el puerto durante 1916. Cfr., Taibo II, Op. Cit., pp. 66-67. Por otra
parte, en julio de 1920 Rafael García, dirigente de los estibadores del puerto, dirigió una exitosa huelga de la
Liga de Trabajadores de la Zona Marítima del Puerto de Veracruz, afiliada a la CROM, en contra de la
Compañía Terminal. Dado el prestigió que adquirió como sindicalista a partir de este hecho, fue postulado
por el Partido Laborista Mexicano en las elecciones de 1921 para ocupar la presidencia municipal. Cfr.,
Norvell, “Ciudadanos”, 1996, p. 58.
24
Un breve recuento de los días anteriores a esta reunión puede darnos una idea más acabada de las
razones que llevaron a Rafael García a tomar la iniciativa de la organización del sindicato. “[El] 29 de enero
de 1922, las prostitutas presentaron sus quejas en contra de los arrendadores de las casa que ocupan,
alegando un precio exagerado por el alquiler; 31 de enero, el Ayuntamiento aprueba un impuesto adicional
a las partidas de cobros a pensiones de aguas y contribuciones de fincas urbanas […] 2 de febrero, reunión
de propietarios para acordar que los inquilinos paguen el nuevo impuesto municipal”. Como se puede ver, la
confrontación entre los inquilinos y los propietarios era casi inminente y el municipio trató, en realidad, de
desactivar el conflicto antes que estallara y canalizarlo por una vía más “institucional”. Cfr., García,
Movimiento, 1976, pp. 47-48. Por otra parte, la idea del sindicatos no era propiamente de Rafael García, sino

8
antes de que se eligiera al doctor Reyes Barreiro como presidente del Sindicato de
Inquilinos, “llegó al pie de la Tribuna, con un rollo de periódicos intitulados ‘El Obrero
Comunista’, que se dedicó a vender al precio de cinco centavos”. Alguien sugirió que
hablara y, como no pudo hacerlo debido al griterío que se desató a favor y en contra de
darle la palabra, Proal salió de la Biblioteca arrastrando tras de sí a un buen número de
asistentes. Ya afuera, los convenció a base de retórica incendiaria de formar un sindicato
rojo, fuera del control del gobierno, para lo cual los convocaba a la noche siguiente en el
parque Juárez.25
A la convocatoria de Proal, según El Dictamen, asistieron poco más de 600
personas, quienes estuvieron de acuerdo en formar el sindicato para pelear por una
demanda básica: que el monto de las rentas se redujera al que pagaban en 1910. 26 En su
mayoría, los asistentes eran trabajadores que, más allá de sus actividades laborales, tenían
en común la falta de vivienda, por un lado, y por otro, una tradición de lucha sindical que
los predisponía favorablemente a la organización y al uso de la huelga como herramienta
para impulsar sus demandas.27 El Sindicato Revolucionario de Inquilinos (SRI) quedó
formado el 5 de febrero de 1922. Se reunirían diariamente en el parque Juárez para afiliar a
la mayor cantidad posible de gente y formarían comités por toda la ciudad.28
Sin embargo, la suspensión de pagos no empezó sino hasta el 6 de marzo en el patio
San Salvador, propiedad de los hermanos Cangas, y en la zona roja del puerto, donde las
prostitutas estaban dispuestas a formar una hoguera con “colchonetas camas y sillas”. 29 A
que había sido “importada” por los marinos del vapor “Tehuantepec”, Cfr., Ortega, Luchas, 1942, p. 68.
25
El Dictamen, 4 de febrero de 1922. La presencia de Proal en la reunión no es coincidencia, al menos dos
versiones sostienen que los integrantes de la local comunista, intentaron dirigir la asamblea y, al no
conseguirlo, salieron en busca de Proal. Cfr. Gill, “Veracruz”, 1953, p. 622 y Ortega, Loc. Cit., pp. 70-71. Las
versiones difieren a la hora de señalar quienes formaban parte de la local comunista. Rafael Ortega sostiene
que estaba integrada por Mateo Luna, José Ortiz, Miguel Salinas, José Olmos, Julián García y Porfirio Sosa,
mientras que Mario Gill señala que solamente Porfirio Sosa y Mateo Luna pertenecían a la organización.
Olmos ni siquiera aparece en su listado. Con base en los hechos posteriores, a Ortega le asiste la razón.
26
El Dictamen, 4 de febrero de 1922. “La táctica roja de atraer adeptos por medio de la arenga, la promesa
utópica y el tumulto, dio magníficos resultados. Proal ducho en golpes teatrales y poses dramáticas, apeló a
estos recursos que fueron su tabla de salvación. La gente sencilla acudía atropelladamente, jadeante, para
informarse cuándo se dejaría de pagar la renta”. Ortega, Op. Cit., p. 75.
27
Cfr., García, “Vida”, 1996, p. 45.
28
García, 1976, Ibid. Al frente del sindicato quedaron, de manera provisional, “Oscar Robert, Secretario
General; Herón Proal, Secretario de Asuntos Interiores; José Olmos, Secretario de Asuntos Exteriores; Julián
García, Secretario de Actas”, De la Mora, Op. Cit., p. 71. Los dos últimos, como se recordará, forman parte de
la local comunista.
29
El Dictamen, 7 de marzo de 1922. En algunos casos, según Octavio García Mundo, las prostitutas podían
llegar a pagar hasta $150 mensuales por un cuarto de alquiler. Cfr., García, Op. Cit., p. 68.

9
partir de ese momento Proal dio la orden de iniciar la huelga y “La ciudad se fue cubriendo
de banderitas rojas en las puertas de las casas y el siguiente cartelito: ‘Estoy en huelga y no
pago renta’”.30 Desde un inicio, se abrió una confrontación directa entre los inquilinos,
quienes se sumaban día tras día a la huelga de pagos, y los propietarios, quienes día tras día
promovían juicios de lanzamiento.
La movilización de Veracruz fue secundada por la del Distrito Federal. Los
comunistas convocaron a los inquilinos a un primer mitin que habría de llevarse a cabo el
17 de marzo de 1922, a las 19:00 horas, en la plaza de Salto del Agua, para que “a
semejanza de lo que han hecho los inquilinos de Veracruz, se declaren en huelga hasta que
los propietarios no cobren sus rentas”.31 Al llamado acudieron más de quinientas personas.
El gobierno de Celestino Gasca quiso tomar el pulso del movimiento. La policía primero
intentó disolver mitin y luego cargó contra los asistentes cuando estos ya se retiraban. El
saldo de la represión fue de veinte inquilinos heridos, uno de ellos por un balazo en la
pierna, y la mayoría de los dirigentes detenidos. 32 Ante la presión ejercida por los sindicatos
organizados en la CGT, los dirigentes fueron puestos en libertad de inmediato y convocaron
a otro mitin para el día 18, de nueva en cuenta en Salto del Agua, y a uno más el 19 en la
plazuela de Santo Tomás. Apenas dos días más tarde, la prensa registraba cerca de cinco
mil inquilinos organizados en el sindicato. El 22 de marzo, la campaña de agitación
desplegada por los comunistas para organizarse contra las altas rentas y las malas
condiciones de las casas de alquiler llegó a las puertas de Nonoalco, donde “El elemento
ferrocarrilero ha dispensado una acogida en extremo favorable a tal idea” .33
Como se puede ver, entre el movimiento de Veracruz y el Distrito Federal hay
algunas diferencias que deben ser tomadas en cuenta. El primero detonó por un mal cálculo
de Rafael García que fue capitalizado por Proal y los integrantes de la local comunista. Sin
embargo, hasta ese punto, aún no es posible ver a la multitud en movimiento. Esto ocurrirá
un mes después de que se forme el Sindicato Revolucionario de Inquilinos, con el motín de
las prostitutas en la zona roja del puerto. Es la acción aparentemente espontánea de ese
sector de la sociedad veracruzana la que marca el inicio de la huelga de pagos, y sólo hasta

30
Gill, “Veracruz”, p. 623.
31
El Demócrata, 16 de marzo de 1922.
32
El Demócrata, 18 de marzo de 1922, pp. 1 y 2. Rosendo Gómez Lorenzo, integrante del comité ejecutivo
del partido, también fue herido en la cabeza.
33
El Demócrata, 20, 21 y 22 de marzo de 1922.

10
ese momento se articula la estructura organizativa del sindicato con la huelga propiamente
dicha. Hasta cierto punto, considero que el inicio del movimiento en el Distrito Federal
sugiere la posibilidad de emplear la categoría de “detonador”, en este caso particular, desde
una perspectiva amplia y, por lo tanto, habría que considerar el movimiento veracruzano
como detonador del movimiento capitalino. Con ello quiero decir que los detonantes de los
movimientos protagonizados por las multitudes no necesariamente están relacionados con
actos cometidos desde el poder, sino que la movilización de una multitud puede detonar la
movilización de otra que comparte con la primera sus causas subyacentes.
Una mirada a las bases y las estructuras de organización que dirigen a ambos
movimientos, revela una serie de diferencias y rasgos en común que ponen en duda la tesis
de que hubo una completa desarticulación entre las dirigencias de Veracruz y el Distrito
Federal.
El Sindicato Revolucionario de Inquilinos dio a conocer sus bases el 12 de marzo de
1922. Se proponía organizar a por lo menos el 20% de los habitantes del puerto, hacer la
huelga de pagos hasta que se aceptara la reducción de las rentas al 2% del valor catastral de
las casas, nombrar una comisión para negociar con los propietarios, lo cual estaba
condicionado a la suspensión de los juicios de lanzamiento. Para dar por terminada la
huelga, el Sindicato Revolucionario demandaba que se abolieran las fianzas y depósitos, y
que se repararan e higienizaran las viviendas. La firma de contratos quedaba en manos de
propietarios e inquilinos y se rechazaba la intromisión de cualquier autoridad.
Organizativamente, se formaban subcomités de manzanas y patios, encargados de evitar los
atropellos contra los inquilinos, dirigir el movimiento e informar al comité ejecutivo del
sindicato. Asimismo, se establecía como una obligación de los inquilinos brindar la
solidaridad que fuera necesaria a sus compañeros.34
Por su parte, en una asamblea masiva realizada el veintinueve de marzo, el
Sindicato de Inquilinos del DF acordó organizar a una cuarta parte de los arrendatarios de
viviendas en la capital antes de ir a la huelga, la cual se sostendría hasta que los propietarios
redujeran el monto de la renta al 25% de lo que se pagaba. Organizativamente, los
inquilinos elegirían comités de vecindad, los integrantes de estos a los comités de manzana
y estos, a su vez, a los de distrito, entre quienes se elegiría al comité central. Las tareas de
34
El Dictamen, 13 de marzo de 1922. El Comité Ejecutivo quedó conformado definitivamente por Herón
Proal, Miguel Salinas y Julián García, de la local comunista, Pio Aguilera y Francisco Prieto.

11
los comités de vecindad, manzana y distrito, eran de coordinación a lo interno y de
intermediación en los conflictos que se suscitaran entre propietarios e inquilinos. La
dirección del movimiento quedaba completamente en manos del comité central. Entre los
acuerdos que se tomaron ese día, se fijó una contribución de cinco centavos por inquilino
para sostener la propaganda del sindicato. Una vez que fuera declarada la huelga, ésta no
podría levantarse a menos que se abolieran las fianzas que los propietarios exigían a los
inquilinos, las casas estuvieran reparadas y fueran verificadas por un inspector de
salubridad nombrado por el sindicato. La firma de los contratos quedaba entre el inquilino y
el propietario. El comité central, por último, era la única instancia que podía decretar el fin
de la huelga.35
Es evidente que el movimiento en el Distrito Federal, dirigido por los militantes del
partido y la Federación de Jóvenes Comunistas, tiene una estructura vertical mucho más
rígida que el movimiento veracruzano. Este último, por otra parte, es más duro en la
demanda de la reducción del monto de las rentas. No hay que perder de vista, además, que
las bases del SRI se adoptaron una vez que ya había estallado la huelga de pagos. Su
función, en este sentido, es la de estatuir una lucha que está en marcha, mientras que las del
Sindicato de Inquilinos del DF tienen, más bien, un carácter propagandístico. Ahora bien,
¿cuáles son los factores que determinan las diferencias entre ambas bases? Desde mi
perspectiva, hay al menos dos elementos a considerar: la composición de las multitudes que
se agrupan en torno a los sindicatos de inquilinos, y el grupo que asume la dirección del
movimiento en cada caso.36
35
El Demócrata, 30 de marzo de 1922.
36
Para comprender mejor la manera en que se constituyen ambos grupos, hay que hacer un breve recuento
de la dinámica interna del partido comunista. Baste señalar que el partido había entrado, en julio de 1921,
en un proceso de reorganización encabezado por cuadros de la Federación de Jóvenes Comunistas (FJC) y el
enviado de la Internacional Comunista, Louis Fraina. La comisión reorganizadora del partido había sido
impulsada por otro enviado de la Comintern, Sen Katayama, y en ella participaban José C. Valadés y Rosendo
Gómez Lorenzo, mientras que la dirección nacional de la FJC quedó en manos de Rafael Carrillo, Juan
González, María González, y José C. Díaz por el Distrito Federal. Cfr., Taibo II, Op. Cit., pp. 129-130, y Spenser,
Internacional, 2006, p. 278.Dicho proceso culminó en diciembre de ese mismo año con el primer congreso
del PCdeM. En dicho congreso, se adoptaron algunas resoluciones importantes, entre ellas una sobre la
relación entre el partido y los sindicatos. El PCdeM reconocía que los sindicatos constituían el eslabón
principal entre la estructura del partido y las masas proletarias. Los sindicatos, en este sentido, eran
definidos como la primera escuela de los trabajadores en la lucha por el comunismo, como el factor decisivo
en el momento revolucionario, como los principales reconstructores de la economía una vez obtenido el
triunfo, y como el origen más importante de cuadros para el partido. Llamaba a los comunistas a organizar
“núcleos” dentro de los sindicatos y a pelear por obtener la dirección de los mismos. La resolución señalaba:
“Dedicará toda su atención a las luchas diarias del proletariado organizado contra la burguesía, sin

12
George Rudé apunta que la fuerza de choque de la multitud fueron “las ‘clases
bajas’ o menu peuple de las ciudades”.37 Ya se ha visto que en Veracruz el grueso de los
inquilinos sindicalizados estaba conformado por trabajadores, pero la multitud que
mantenía en pie al sindicato estaba formada en su mayoría por mujeres, y más
específicamente, por mujeres pobres, esposas de los trabajadores. Vale la pena recordar que
las primeras en negarse a pagar renta habían sido las prostitutas y que este hecho detonó la
huelga de pagos. Las habitantes del puerto, entonces, dejaron el hogar y se atrevieron a
convertirse en oradoras, redactoras y protectoras del SRI.38
Benedikt Behrens sugiere que las mujeres del puerto fueron las principales difusoras
de la idea de la huelga. La autora señala: “es fácil imaginar que los ‘chismes’ sobre la
huelga inquilinaria se difundieron en muy poco tiempo por toda la ciudad, gracias a las
mujeres de los patios que lo habían discutido antes en sus redes de comunicación y se
habían decidido a actuar”.39 Bajo esta perspectiva, cobra mucho sentido analizar los
espacios donde se ejerce la sociabilidad como lo propone Maurice Agulhon.40 El patio,
visto de esa manera, no sólo sería una de los motivos subyacentes de la acción de los
inquilinos, sino también el primer espacio en el que toma forma la idea de la huelga.
Por otra parte, Rafael Ortega señala que Herón Proal se valió de las mujeres “para
romper la monotonía de los mítines cotidianos y sumar mayores contingentes a las
manifestaciones que se improvisaban después de las prédicas desquiciadoras”. Esta
situación recuerda a la del “astuto Devaux” a la que se refiere Arlette Farge para señalar
que en las revueltas “la manipulación de los papeles sexuales debe también tomarse en
cuenta en el estudio de lo masculino y lo femenino”. 41
Sin embargo, Benedikt Behrens
señala que, a través de la participación activa de las mujeres en el SRI, estas “llegaron a
reivindicar la igualdad entre hombre y mujer y a cuestionar los roles sexuales
tradicionales”.42 En este sentido, un acercamiento más profundo al movimiento inquilinario

permanecer neutral ni ante las pequeñas escaramuzas entre las dos fuerzas”. En términos generales, esta
resolución contiene los principios a través de los cuales la militancia comunista entendía el quehacer sindical
y, en buena medida, la base teórica sobre la que habría de organizarse el Sindicato de Inquilinos del Distrito
Federal unos meses más tarde. Cfr., Concheiro, Congresos, 2014, p. 101.
37
Rudé, Op. Cit., p. 210.
38
De la Mora, Op. Cit., p. 78.
39
Behrens, “Movimiento”, p. 67.
40
Agulhon, Historia, 1988, p. 57.
41
Ortega, Op. Cit., p. 75 y Farge, Vida, 1986, p. 299.

13
a través de la historia social tendría que dar cuenta de la relación entre el ámbito político y
las prácticas socialmente aceptadas.
Cuando el dirigente fue apresado por primera vez, “un grupo de mujeres, portando
banderas rojas, dieron la voz de alerta en los patios más cercanos, y en menos de una hora
había cerca de mil personas entre hombres y mujeres, pidiendo a voz en cuello la libertad
de Proal”. Las protestas de los inquilinos contra la detención de su dirigente estuvo a punto
de desbordarse, pero García cedió finalmente y ordenó que liberaran a Proal. 43 Este ejemplo
funciona para ilustrar, también, el carácter restaurador del motín al que se refiere Arlette
Farge cuando apunta: “El motín persigue regresar las cosas a su lugar, aquellas cosas que se
suponen alteradas, injustas o simplemente ignominiosas”.44 En este caso hay que introducir
un pequeño matiz, ya que lo que se pretende regresar a su lugar no es el estado anterior al
estallido de la lucha, sino más bien la normalidad de la lucha misma.
En el Distrito Federal, la composición de la multitud es más diversa. Para
ejemplificar esto, me referiré al mitin del 16 de abril en el que se votó la huelga. 45 En dicho
acto, el cual tuvo lugar en el Hemiciclo a Juárez, se hizo evidente el carácter multiclasista
del sindicato. Se encontraban presentes una gran cantidad de obreros, pero también de
integrantes de la clase media “que venían a engrosar las filas de los de abajo”, atentos a los
discursos que los dirigentes comunistas lanzaban desde varios templetes para “demostrar la
necesidad de ejercer la acción directa para hacer que las habitaciones sean higienizadas, las
casas de vecindad sean mejoradas en sus condiciones sanitarias y las rentas bajen a su nivel
natural de lo que deben producir los capitales empleados en esos inmuebles”. Cuando Luis
Vargas Rea, desde la tribuna izquierda, preguntó si se iban a huelga, “miles de manos se
levantaban en alto para votar”. Cabe señalar que los militantes del Partido Comunista de
México y la Federación de Jóvenes Comunistas aún no habían logrado sindicalizar al 25%
42
Behrens, Op. Cit., p. 81. Esta posición con confronta a Mario Gill. Quien sostiene que “El Monje Negro”,
como llama a Proal, “conquistó a la mujer con su extraña teoría de la salvación por el pecado: ‘Para salvarse
--decía-- hay que ser perdonado; pero para ser perdonado hay que haber pecado. Por lo tanto, hay que
pecar para salvarse’”. Gill, Op. Cit., p. 624.
43
Ya dentro de la Inspección de Policía, Rafael García trató de convencer al dirigente inquilinario “que en
adelante se abstuviera de hacer más manifestaciones, porque siendo estas inconvenientes y peligrosas,
serían disueltas, y reprimido cualquier intento que haga el pueblo contra las autoridades”. El Dictamen, 23
de marzo de 1922.
44
Farge, Op. Cit., p. 298.
45
El Demócrata, 16 de abril de 1922. Semanas más tarde, ya en plena huelga, los dirigentes del sindicato
habrían de apelar al carácter multiclasista del mismo como un factor que les otorgaba legitimidad. Cfr., El
Demócrata, 22 de mayo de 1922.

14
de los inquilinos de la capital, pero la huelga, programada para estallar el 1 de mayo, había
sido declarada.46
Ahora detengámonos en los dirigentes. Una de las características que apunta George
Rudé sobre este aspecto es que en los movimientos franceses e ingleses del siglo XIX
“Rara vez la comunicación entre los dirigentes más destacados y sus seguidores era directa.
Los despliegues de oratoria ante grandes multitudes constituían más bien la excepción que
la regla”.47 En los movimientos de inquilinos sucede todo lo contrario. Luis Vargas Rea,
Manuel Díaz Ramírez, José C. Valadés, Jesús Bernal y Rosendo Gómez Lorenzo,
desplegaron, desde un inicio, un intenso trabajo de agitación a base de mítines callejeros
que, en términos organizativos, dio buenos frutos.48 Desde mi perspectiva, este grupo
dirigentes corresponde a los que, siguiendo a George Rudé, “actúan desde afuera de la
multitud”.49 Se trata de militantes con un cierto grado de formación política, pero ninguno
de ellos era sindicalista ni había surgido de las filas del movimiento obrero. Antes todo lo
contrario: hacían hasta lo imposible para insertarse en él, y no siempre con éxito. Salvo
Manuel Díaz Ramírez, quien era carpintero y había militado en la IWW, ninguno era
trabajador. Si, como señala Rudé, “Una de las características de la nueva sociedad
industrial fue el surgimiento, desde la multitud misma, de sus propios militantes y
dirigentes, no ya ocasionales, esporádicos y anónimos sino permanentes y abiertamente
declarados”,50 el perfil de estos militantes parecería contradecir la premisa, y sin embargo,
paradójicamente, los comunistas mexicanos aspiraban a ocupar esa posición.
Proal, en cambio, pertenece al grupo de los dirigentes “extraídos de la multitud
misma”.51 Anteriormente se le ha visto junto a Manuel Díaz Ramírez en el grupo “Antorcha
Libertaria”, pero Mario Gill señala que Proal “desconocía en absoluto la literatura y la
filosofía política de moda en aquella época […] A los comunistas que postulaban el
marxismo como una guía para la acción, él oponía su autoridad, su intuición de supuesto
iluminado”.52 En la prensa se pueden encontrar varios ejemplos de “proalismo”, fragmentos
46
El Demócrata y El Universal, 17 de abril de 1922.
47
Rudé, Op. Cit., p. 257
48
Diariamente acudían cientos de inquilinos a Nazahualcóytl 162, local del sindicato de panaderos, y a otros
veintitrés domicilios convertidos en centros de afiliación al sindicato de inquilinos. Para la primera semana
de abril, ya sumaban más de 12 mil inquilinos sindicalizados. El Demócrata, 6 de abril de 1922.
49
Rudé, Op. Cit., p. 255.
50
Ibid., p. 260.
51
Loc. Cit.
52
Gill, Op. Cit., pp. 625-626.

15
de discursos que encierran el riesgo de no contener una transcripción literal de las palabras
del dirigente, sino una interpretación de quien escribió la nota. Por ejemplo, según el
reportero de El Dictamen, Proal habría dicho en el mitin del parque Juárez del 3 de febrero:

Los que se sientan oprimidos por la mano de esa casta de infelices, perros de los burgueses
que se alimentan con el medrugo [sic] de los ricos, y que se llaman a sí mismos
administradores de casas, que vengan aquí para que unidos en confuso montón, vayamos a
protestar y a reclamar nuestros derechos.53

El tono del discurso concuerda, hasta cierto punto, con la alegría radical que parece
haber caracterizado al movimiento veracruzano. A las banderas rojas en las puertas y los
letreros de “Estoy en huelga y no pago renta”, se sumó “una comparsa carnavalera con
acompañamiento de latas: ‘Estoy en huelga y no pago renta,/ esta es la ley de Herón Proal,/
y al que la pague le doy caballo/ para que no la vuelva a pagar…’”.54 Rafael Ortega señala:

Es curiosa la forma en que se organizaban las manifestaciones: La descubierta de la


columna se integraba de niños y niñas, vestidos con trajes rojos; inmediatamente marchaba
un fuerte núcleo de de mujeres con banderas rojas, gallardetes y cartelones alusivos en que
flameaba la prédica radical y daban su nota solemne las fotografías ampliadas de Lenin,
Trotsky, Marx, Bakounin, etc., dominando una verdadera anarquía de tendencias
ideológicas; después seguía el grueso contingente masculino, provisto de pitos, latas,
cuernos y toda clase de objetos estrepitosos.55

Contrasta notablemente esta manifestación de la revuelta con el carácter más


solemne que tenía el movimiento de la capital. Por ejemplo: el 1 de mayo de 1922, el
Sindicato de Inquilinos del Distrito Federal, reunió a unos diez mil agremiados en el
Hemiciclo a Juárez y salió en marcha, con el sindicato de panaderos al frente, hacia la
Avenida Madero, donde se encontraba la sede de la Cámara de propietarios. Ahí declararon
“solemnemente el estado de huelga de treinta mil inquilinos”, luego siguieron hacia
Ayuntamiento y al edificio del gobierno del Distrito Federal, donde una comisión entregó a
Celestino Gasca un memorial en el que se exponían las demandas del sindicato --reducción
de rentas al 25%, contrato único de arrendamiento, sustitución de las fianzas por un mes de
renta de adelanto, designación de inspectores sanitarios--, a lo cual el gobernador se limitó
a mantener su posición neutral bajo el argumento del respeto a las instituciones. La marcha

53
El Dictamen, 4 de febrero de 1922.
54
García, 1996, Op. Cit., p. 48.
55
Ortega, Op. Cit., p. 75.

16
continuó hasta las oficinas de El Demócrata, para agradecer al diario la cobertura que había
hecho del movimiento, y luego a la embajada norteamericana para protestar contra el
asesinato de los mártires de Chicago. Ahí tuvo lugar un pequeño incidente con la policía,
que arrestó a algunos manifestantes a los cuales liberó momentos después ante la presión
del sindicato.56 Ese mismo día volvió a aparecer el periódico del partido: El Obrero
Comunista, después de seis meses de no publicarse. Al mitin callejero, la marcha, la
obstrucción de los lanzamientos y la reinstalación de los inquilinos lanzados, 57 el sindicato
del Distrito Federal incorporaba formalmente la suspensión del pago de rentas.
Tan pronto como se declaró la huelga, la dirección del movimiento inquilinario en
el Distrito Federal tuvo que enfrentar múltiples dificultades. En primer lugar, la falta de
disciplina de los inquilinos, quienes estaban renuentes a dejar de pagar rentas por temor a
los lanzamientos, o actuaban por su propia cuenta, fuera de las estructuras del sindicato,
negociando por separado con algunos propietarios. Estos, a su vez, se valían de los juicios y
del Departamento de Sanidad para lanzar a los inquilinos bajo el pretexto de hacer
reparaciones en las casas.58 Por un lado, ofrecían rebajar las rentas hasta un 50%, y por otro
recurrían al sabotaje, cortando la luz y el agua en las viviendas para intentar doblegar a los
miembros del sindicato. Desorganizados en un principio, reconocieron pronto la necesidad
56
El Demócrata, 2 de mayo de 1922. Las otras movilizaciones de ese día fueron organizadas por la CROM y
por CGT con finales muy diferentes. Mientras que los primeros pedían frente a la cámara de diputados la
reglamentación del artículo 123, los cegetistas, al pasar ante la sede de la ACJM, fueron recibidos a pedradas
y balazos por los jóvenes católicos, lo cual desato un enfrentamiento entre ambos bandos. En Veracruz, en
cambio, la celebración del 1 de mayo consistió en poner la “primera piedra” de lo que supuestamente sería
la “Colonia Comunista” en Pocitos y Rivera, y se suspendieron todas las actividades del puerto, El Dictamen,
2 de mayo de 1922. Antonio García de León sugiere que, para ese momento, Rafael García ya estaba
decidido a darle una salida represiva al conflicto. Cfr. García, 1996, p. 49.
57
Dice Rudé: “Hay ocasiones en que a multitud (usando el término en un sentido más amplio) sólo puede
imponer su autoridad u obtener una silenciosa aquiesencia de la mayoría, por medio del terror de la
violencia destructiva o a través del despliegue de una fuerza superior”. Rudé, Op. Cit., p. 218. Considero que
un ejemplo de este fenómeno puede encontrarse en la reinstalación de los inquilinos. Uso el caso del DF,
pero también fue una práctica constante en Veracruz. Hay que tomar en cuenta que los lanzamientos eran
una práctica cotidiana, de modo que el sindicato incorporó entre sus primeras formas de lucha promover la
solidaridad entre los propios inquilinos para impedirlos. Por ejemplo, el 23 de abril, mientras se llevaba a
cabo un mitin en la Alameda, llegó la noticia de que la señora Margarita Rojas, quien había sido lanzada tres
días atrás y reinstalada por el sindicato, sería lanzada nuevamente. Los asistentes al mitin decidieron
impedir el lanzamiento y salir en marcha hacia el número 47 de Doctor Vértiz. Cuando llegaron, los muebles
de la señora Margarita ya estaban en la calle, pero el sindicato los volvió a meter. El Demócrata, 24 de abril
de 1922.
58
En este contexto, los comunistas impulsaron la creación de un sindicato de carpinteros, plomeros y
albañiles, para hacer reparaciones en las viviendas a cuenta de las rentas. Radicalizaron su posición,
llamando a los inquilinos a ocupar las casas desocupadas, pero también trataron de acercarse con algunos
propietarios independientes. Véase El Demócrata, del 4 y 7 de mayo de 1922.

17
de agruparse para hacerle frente al problema. 59 El gobierno federal impulsaba en el discurso
la construcción de casas baratas de acuerdo con los propietarios, y minimizaba la
importancia del movimiento declarando que “solamente habría motivo de alarma, en el
caso de que el Gobierno apoyara los atentados o desórdenes, cosa que no sucede, ya que
siempre se ha procedido y se procederá contra los responsables de los actos delictuosos".
Celestino Gasca, a su vez, insistía en que no podía impedir la ejecución de órdenes
judiciales de lanzamiento.60
Durante los primeros días de junio se empezó a hacer evidente que la precaria
estructura con la que contaba el partido era capaz, gracias a la voluntad de sus militantes, de
incitar a las masas a movilizarse por mejorar sus condiciones de vida, pero no había podido
dotar al movimiento de una estructura organizativa tan sólida como la que habían propuesto
en las bases. En el mitin del día 11 en el Hemiciclo a Juárez, “la concurrencia al mismo, fue
más escasa que nunca, notándose entre la escasa asistencia de inquilinos, un desaliento y
una ausencia de entusiasmo demostrado en los primeros días del mes pasado”. Los métodos
de lucha que tan buenos resultados les habían dado en un principio, se estaban desgastando:
"ya los mítines en la vía pública sólo dan resultado en los barrios, pues últimamente se han
organizado varias manifestaciones locales en los distritos primero y segundo de la ciudad,
con bastante éxito."61 Aun así, la dirigencia se lanzó a una medida audaz y tomó el
exconvento de los Ángeles, en Arteaga 32.62 La acción estuvo acompañada por un error de
orden táctico. Ante la proximidad de las elecciones para diputados, el comité central
decidió no hacer más apariciones públicas para que el movimiento no se involucrara en la
contienda electoral. Los propietarios, recién agrupados, encontraron el terreno libre para
avanzar contra el sindicato. Ellos estaban preparados para sostener una lucha larga. El
sindicato de inquilinos, no.
Por otra parte, cabe señalar que el curso de los movimientos de inquilinos en
Veracruz y el DF no estuvo exento de violencia. Sin embargo, haciendo mía la afirmación
de Rudé, puedo señalar que “Dentro de nuestro contexto particular, la ‘sed de sangre’ de la
multitud es una leyenda, basada en unos pocos incidentes cuidadosamente seleccionados”.63

59
Véase El Demócrata, del 5, 8, 11 y 31 de mayo de 1922.
60
Véase, El Demócrata, del 5, 14 y 23 de mayo de 1922.
61
El Demócrata, 12 de junio de 1922. Los distritos 1 y 2 eran los más pobres.
62
El Demócrata, 13 de junio de 1922.

18
El foco de atención del movimiento se trasladó a Veracruz. A principios del mes
Rafael García le aseguraba a Obregón que la alcaldía a su cargo estaba haciendo todo lo
posible por resolver el conflicto. En el mismo sentido, el coronel Adalberto Tejeda sostenía
que, debido a las ruinosas condiciones de las habitaciones y el alto monto de las rentas,
como lo había podido verificar en mayo una comisión encargada de hacer un informe de la
situación acompañada por los reporteros del periódico El Dictamen, el movimiento
inquilinario estaba moralmente justificado. Para el gobernador veracruzano, “El escollo
más poderoso para la situación pronta del problema, consiste en la rotunda negativa de los
propietarios a tratar con el Sindicato de Inquilinos”. Sin llegar a un acuerdo con el
sindicato, al que Tejeda le reconocía su peso político, cualquier arreglo estaba destinado al
fracaso. En ese mismo sentido, el coronel aseguraba que “actualmente el Gobierno tiene las
seguridades del mismo sindicato, de que aceptará una renta equitativa, como la que se
pagaba en 1910, como arreglo provisional, en tanto que se expide una Ley resuelva en
definitiva la cuestión del inquilinato en el Estado”.64
Fuera de las gestiones de Tejeda ante Obregón, el Sindicato Revolucionario de
Inquilinos, encabezado por Herón Proal y la local comunista, entraba en un proceso de
radicalización creciente que, en la segunda semana de junio coincidió con un ascenso del
movimiento obrero porteño.65 El SRI se quejaba ante Obregón de los abusos que cometían
los militares que patrullaban las calles del puerto, y los propietarios de los abusos que
cometía el SRI contra los inquilinos que habían llegado a un acuerdo para volver a pagar
renta.66 Además, el día 29 de junio se abrió una grieta en la hasta entonces sólida estructura
dirigente del Sindicato Revolucionario. La ruptura estaba encabezada por José Olmos,
quien intentó desplazar a Proal acusándolo de no rendir cuentas sobre el dinero del
sindicato y tratar como un dictador a los inquilinos. Los integrantes del sindicato casi lo
linchan, de no ser por la intervención del ejército y, como señala Farge:

63
Rudé, Op. Cit., p. 263. En el Distrito Federal, algunos inquilinos llegaron a hacer justicia por su propia
mano, matando a un cobrador, El Demócrata, 9 de mayo de 1922. El 4 de julio, un propietario dispara contra
los miembros del sindicato y hiere a uno, El Demócrata, 5 de julio de 1922. Los sucesos más desafortunados,
en realidad, tienen lugar en Veracruz.
64
AGN, Obregón-Calles, 407-V-17
65
La Confederación Local de Trabajadores de Veracruz llamaba a todas sus organizaciones a secundar la
huelga iniciada por la Unión Sindicalista de Veladores contra la Compañía Terminal. El Demócrata, 14 de
junio de 1922.
66
AGN, 407-V-107

19
Cuando el incidente surge nadie puede saber la dimensión que cobrará una hora más tarde,
pero todo el mundo sabe reconocerlo y adecuar su comportamiento al mismo. Sólo la
policía ve en él algo extraño y se confunde urdiendo estrategias destinadas a tratar de pasar
lo más inadvertida posible.67

Seis días más tarde, el incidente volvería a repetirse, pero ahora con consecuencias
trágicas. En la noche del 5 y la madrugada del 6 de julio, un nuevo ataque contra Olmos
derivaría en una acción represiva encabezada por el coronel Antonio López Manzano. Esa
noche fueron detenidas más de noventa personas, entre ellos Herón Proal y Porfirio Sosa.
El número de muertos y heridos no ha podido establecerse con precisión hasta el día de
hoy.68 Inmediatamente, la oficina de la presidencia se llenó de telegramas de protesta por
parte de sindicatos e individuos. El diputado Carlos Palacios, le rogaba al presidente que
ordenara al jefe de la guarnición “abandone actitud chacalesca con pobre Pueblo, para que
sin dificultades se resuelva caótica situación”. Tejeda, en una actitud más conciliadora, le
proponía al presidente la conformación de una comisión imparcial para investigar los
hechos. Mientras que la Unión de Propietarios dirigía a Obregón, “como Jefe nato del
Ejército una entusiasta y sincera congratulación por contar en esa respetable Institución,
miembros dignos que saben prestigiarla y cumplen caballerosamente con sus deberes a
riesgos de perder la vida”. 69
Más que poner fin al movimiento en Veracruz, la represión del 6 de julio contra el
SRI parece que dio la señal a los propietarios del DF para desplegar la ofensiva final contra
el sindicato de inquilinos capitalino. Su arma favorita fueron los lanzamientos, con o sin
orden judicial, apoyados por la policía, los cuales empezaron a efectuarse uno tras otro,
imparablemente, a lo largo de todo el mes de julio. Las detenciones contra los inquilinos y
los dirigentes que persistían en la intención de sostener la huelga, también aumentaron de
manera considerable. Las bases cedían a la presión de los propietarios y se declaraban
dispuestas a pagar los depósitos, para demostrar “que no quieren vivir las casas de balde”. 70

67
El Demócrata, 30 de junio de 1922. Según Octavio García Mundo, la actitud de Olmos responde a un
intento del partido comunista por “cambiar el tipo de lucha económica anarquista a la lucha económica y
política que se debería dar”, lo cual presupone un rompimiento entre la local veracruzana del partido y
Proal, pero esto es falso, ya que la dirección del movimiento, como se verá más adelante, será asumida por
los comunistas de acuerdo con Proal. García, Op. Cit., 1976, p. 153. Farge, Op. Cit., 1994, p. 291
68
Un relato completo y detallado de los acontecimientos de esa noche está en las páginas de Rogelio de la
Mora, De la Mora, Op. Cit., pp. 167-179.
69
AGN, Obregón-Calles, 407-V-107.
70
Véase El Demócrata, 10, 12, 15, 17, 19, 20, 21, 22 y 23 de julio de 1922.

20
En Veracruz, en cambio, Úrsulo Galván y Manuel Almanza, quienes habían llegado a
reforzar el Sindicato Revolucionario a mediados de junio --el primero asumiendo la
dirección del sindicato junto con Miguel Salinas ante la detención de Proal, y el segundo
haciéndose cargo del periódico El Frente Único--, se dieron a la tarea de mantener las
movilizaciones en pie. El partido y la juventud, a su vez, comisionaron a Rafael Carrillo
para ir a apoyar el trabajo de los dirigentes comunistas en el puerto.71

Fuentes consultadas

Archivo General de la Nación


Fondo Obregón-Calles

Hemeroteca Nacional
El Demócrata, Distrito Federal, México
El Dictamen, Veracruz, México

Bibliografía

Agulhon, Maurice, Historia vagabunda Etnología y política en la Francia contemporánea,


trad. Gertrudis Payás, Instituto Mora, México, 1994, (edición original en francés,
1988)

Araiza, Luis, Historia Del Movimiento Obrero Mexicano. 2ª ed, Vol. IV, Ediciones Casa
del Obrero Mundial, México, 1975.
Bassols Batalla, Narciso, El pensamiento político de Álvaro Obregón, Ediciones El
Caballito, México, 2ª ed., 1970.

Castro, Pedro, Adolfo de la Huerta La integridad como arma de la revolución, UAM-I,


Siglo XXI Editores, México, 1998, 304 p.

Concheiro Bórquez, Elvira, Carlos Payán Vélver, comp., Los congresos comunistas México
1919-1981, t. I, Secretaría de Cultura del Distrito Federal, México, 2014.

De la Mora, Rogelio V., Sociedad en crisis: Veracruz: 1922, Universidad Veracruzana,


Xalapa, Ver., México, 2002.

71
Entrevista a Rafael Carrillo Azpeitia, Proyecto de Historia Oral, Instituto Mora, p. 52. También véase De la
Mora, “Ciudad”, pp. 127-129. Para la historia del partido comunista el relevo en la dirección del SRI fue un
acontecimiento muy importante, ya que propició un acercamiento de los dirigentes comunistas con el
gobierno del Estado a través del cual se sentaron las bases para la formación de la Liga de Comunidades
Agrarias de Estado de Veracruz, la cual, a su vez, fue la principal promotora de la Liga Nacional Campesina,
que constituyó hasta 1929 la base social más importante del partido.

21
Falcón, Romana, Soledad García, La semilla en el surco. Adalberto Tejeda y el radicalismo
en Veracruz (1883-1960), COLMEX/Gobierno del estado de Veracruz, México,
1986.

Farge, Arlette, La vida frágil Violencia, poderes y solidaridades en el París del siglo XVIII,
trad. Gabriela Montes de Oca, María Jiménez Mier y Terán, Instituto Mora, México,
1994, (edición original en francés, 1986)

García Mundo, Octavio, El movimiento inquilinario de Veracruz, 1922, SEP/SETENTAS,


México, 1976.

Ortega, Rafael, Las luchas proletarias en Veracruz. Historia y autocrítica, Jalapa, México,
Editorial “Barricada”, 1942, 278 p.

Rudé, George, La multitud en la historia. Los disturbios en Francia e Inglaterra 1730-


1848, trad. Ofelia Castillo, Siglo Veintiuno Editores, España, 4ª ed., 1989 (edición
original en inglés, 1964)

Ruíz, Ramón Eduardo, La revolución mexicana y el movimiento obrero 1911-1923, 3ª ed.,


trad. Roberto Gómez Ciriza, ERA, México, 1984, 160 p.

Salazar, Rosendo, Las pugnas de la gleba (Primera parte), Comisión Nacional Editorial-
PRI, 1972, 448 p.

Spenser, Daniela, Rina Ortiz Peralta, La Internacional Comunista en México: los primeros
tropiezos Documentos, 1919-1922, INEHRM, México, 2006.

Taibo II, Paco Ignacio, Bolshevikis Historia narrativa de los orígenes del comunismo en
México (1919 1925), Joaquín Mortiz, México, 1986.

Tamayo, Jaime, En el interinato de Adolfo de la Huerta y el gobierno de Álvaro Obregón,


Siglo XXI editores, México, 1987, 304 p. (La clase obrera en la historia de México,
7)

Capítulos

Aréchiga Córdoba, Ernesto, “1. La lucha de clases en la ciudad. La disputa por el espacio
urbano, ca. 1890-1930”, en Carlos Illades, Mario Barbosa, (coords.), Los
trabajadores de la Ciudad de México, 1860-1950: textos en homenaje a Clara Lida,
México, COLMEX, Centro de Estudios Históricos: UAM-Cuajimalpa, 2013, pp.
19-50.

García de León, Antonio, “Con la vida en un danzón: notas sobre el movimiento


inquilinario de Veracruz en 1922”, en Manuel Reyna Muñoz, coord., Actores
sociales en un proceso de transformación: Veracruz en los años veinte, Universidad
Veracruzana, México, 1996, pp. 33-54.
22
Marcial Avendaño, Armando D., “Higiene y metrópoli en el gobierno de Álvaro Obregón”
en María del Carmen Collado, (coord.), Miradas recurrentes I La ciudad de México
en los siglos XIX y XX, México, Instituto Mora, UAM-A, 2004, pp. 333-348.

Norvell, Elizabeth Jean, “Los ciudadanos sindicalistas: la Federación Local de Trabajadores


del puerto de Veracruz. 1919-1923”, en Manuel Reyna Muñoz, coord., Actores
sociales en un proceso de transformación: Veracruz en los años veinte, Universidad
Veracruzana, México, 1996, pp. 55-76.

Artículos

Bahrens, Benedikt, “El movimiento inquilinario de Veracruz, México, 1922-1927: Una


rebelión de mujeres”, Journal of Iberian and Latin American Research, vol. 6, núm.
1, Hamburgo, 2000, pp. 57-92. (Versión electrónica)

De la Mora V., Rogelio, “De la ciudad al campo: La participación del Sindicato


Revolucionario de Inquilinos en la creación de la Liga de Comunidades Agrarias del
Estado de Veracruz”, La Palabra y el Hombre, Universidad Veracruzana, no. 121,
enero-marzo, México, 2002, pp. 125-141.

Durand, Jorge, “Huelga nacional de inquilinos: los antecedentes del movimiento urbano
popular en México”, Estudios Sociológicos, El Colegio de México, vol. VII, núm.
19, 1989, México, pp. 61-78.

Gill, Mario, “Veracruz: revolución y extremismo”, Historia Mexicana, El Colegio de


México, vol. 2, no. 4, abril-junio, México, 1953, pp. 618-636.

23

También podría gustarte