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Valores y virtudes en El cantar del mío cid y El conde Lucanor

Vicente Marcos

Profesora: María Campano


Ayudante: Sebastián Duarte
Curso: Literatura española I

FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LETRAS


LITERATURA CREATIVA
Con esta investigación se buscará determinar desde que perspectiva pueden dialogar o
relacionarse El cantar del mío cid y El libro de ejemplos del conde Lucanor. El punto
central se enfocará en entender cómo es que en estas dos obras se percibe, si bien una más
explícita que la otra, un fin pedagógico, planteando cada una su idea del “cómo se debe
ser”, y aunque lo hacen de una manera diferente, es posible ver que en las dos existe este
fin, es decir, el de ser modelos a seguir de un determinado grupo de personas. Por otro lado,
o, mejor dicho, analizando más a fondo, se determinará que valores en común se intentan
inculcar en las dos obras, entendiendo así que rol cumplen el honor o la mesura en estas dos
obras.

Si bien, el cantar del mío cid es una narración que relata un hecho histórico, a saber, la
historia de Rodrigo Díaz de vivar, este factor no agota el contenido educativo o ejemplar
que posee la obra, puesto que, al ser este relato anónimo “la más importante muestra de la
épica española -y sin duda una de las más importantes de toda la épica europea”
(Deyermond, 83); se comprende que su fin principal es relatar las hazañas ilustres
realizadas por hombres ilustres (o mejor dicho lo que en esa época se comprende como
ilustre), en donde “el poeta épico aborda las hazañas de un héroe, individual o colectivo, en
la mayoría de los casos fuertemente arraigado en su contexto comunitario” (Deyermond,
65).

Este hombre es, casi siempre un hombre cuyos carácter y actitud representa los ideales de
su sociedad, y que termina por ser la viva imagen del ideal educador que quiere representar
la sociedad, y en el caso del “a diferencia de otros héroes épicos, es un héroe modelo,
comparable con Carlomagno más bien que con Roldán (Spitzer, 102), como vemos, el Cid
cumple con el modelo épico, aunque en este momento es importante contextualizar, puesto
que al ser un héroe de la épica española, no será igual al héroe de la antigua poesía épica,
sino que este héroe entiende su contexto social, y representa un sentir comunitario, un
modelo a seguir y de inspiración para una comunidad.

¿Y qué ocurre con la obra de Don Juan Manuel? Tampoco es tan complejo, puesto que,
gracias a los estudios sobre el tema, es posible saber esta obra es catalogada como prosa
doctrinal, lo que significa que contiene inherentemente un fin pedagógico o doctrinal,
ligado a la forma en que la religión ve el mundo, de hecho, en el libro se cuenta que:
Fue escrito por don Juan, hijo del muy noble infante don Manuel, con el deseo de

que los hombres hagan en este mundo tales obras que les resulten provechosas

para su honra, su hacienda y estado, así como para que encuentren el camino de

la salvación (29).

Este carácter moralizante o doctrinal que posee la prosa doctrinal viene desde el afán de
organizar la vida del hombre a través inculcarles ciertos valores con ejemplos de gente que
se equivoca, sufriendo cierto castigo, y así, inculcar la moraleja sobre cómo es que sí se
debe actuar frente a un caso parecido, y justamente esto es lo que ocurre en El conde
Lucanor, el cual “nos ofrece una útil guía para ser todas esas cosas y añade unas historias
ilustrativas para dorar la píldora (201).

Tomemos por ejemplo el ejemplo XXVIII para ilustrar de mejor manera. Este cuento,
titulado Lo que sucedió a don Lorenzo Suárez Gallinato, parte con el conde Lucanor
comentando un acuerdo que no está seguro de llevar a cabo, por los rumores sobre la
persona que le pide el favor, entonces Patronio le cuenta una anécdota que contiene la
moraleja perfecta para resolver la duda del conde, el cual actúa acorde a ella, y el ejemplo
culmina en que “viendo Don Juan que el cuento era bueno, lo mandó poner en este libro y
añadió unos versos que dicen así: Aunque muchas cosas parezcan sin razón, miradas más
de cerca, ¡qué verdaderas son!” (65). Así se articulan todas las demás enseñanzas.

Entonces, de partida podemos entender que, tanto en El cantar del mío cid como el libro de
ejemplos del Conde Lucanor existe este fin creador de un modelo de conducta o un modelo
de ser.

Pero ¿Qué valores se intentan inculcar en estas obras? Bueno, antes de referirnos
específicamente a estos valores, es importante señalar como es que se ganan estos valores.
En el caso del cid, es el mismo el que, luego de perder su honor, el cual, aunque “sea o no
el tema principal, el honor es sin duda importante en esta obra” (García Larraín, 99), el
mismo es el que debe recuperarlo, y ganar por sí solo este carácter heroico, lo cual se
conecta directamente con los consejos que Patronio le entrega al conde Lucanor, puesto
que, en las obras, se entiende que son las acciones y el comportamiento de las personas las
que entregarán o quitarán honor, por lo mismo esta obra es conocida como un manual de
conducta.

Sin embargo, no son solo grandes hazañas ni consejos sobre como actuar las que definen lo
que estas dos obras inculcan, sino que, además, el carácter y otras virtudes son igual de
importantes a la hora de ganar o perder honor o respeto, puesto que ser honorable es, al fin
y al cabo, seguir un buen modelo de conducta, y estas son cosas que caracterizan al cid, su
lealtad, piedad y temperamento calmado, y a la vez son valores que se inculcan en el libro
de ejemplos.

Estos valores que se intentan enseñar en El libro de ejemplos del conde Lucanor, los cuales
además son los que representa el cid, van a ser, como ya dijimos, inculcados a través de
ejemplos, en donde en cada relato hay una moraleja. Muchas de estas moralejas escritas en
el libro de Don Juan Manuel, consisten en instar a la práctica de, por ejemplo, la mesura o
la calma ante situaciones difíciles, todo esto para ser buenos hombres.

Vemos por ejemplo en moralejas como “A quien te haga mal, aunque sea a su pesar, busca
siempre la forma de poderlo alejar” (69), intentando claramente inculcar lo peligroso que es
buscar la venganza. Un mejor ejemplo es el cuento XV, en donde Patronio argumenta que:

Vos, señor Conde Lucanor, pues veis que os intentan atemorizar y que esa guerra
sería de tal violencia que una vez iniciada no podríais acabarla, tened por cierto
que, cuanto más dominéis vuestro miedo, mayores muestras de valor y de buen
juicio daréis: porque, como tenéis lo vuestro seguro y no os pueden hacer mucho
daño por sorpresa, os aconsejo que no perdáis la serenidad… Por lo cual, aunque
vuestros enemigos urdan o hagan algo contra vos, al quedar ellos como culpables
de la nueva contienda, conseguiréis doble triunfo: primero, porque Dios estará
con vos, y su ayuda es muy necesaria en tales cosas; segundo, porque todo el
mundo verá que tenéis razón al obrar así (75).

Este ejemplo habla de lo importante que es dominar las pasiones y actuar con serenidad
acudiendo a la razón, lo cual es justamente lo que hace este héroe ideal llamado Cid
constantemente, que además, “toda su persona y sus gestos parecen estar imbuidos de esta
mesura-cordura como, por ejemplo, su reacción al enterarse del ultraje sufrido por sus
hijas” (Disalvo, 80), en esta parte de la obra, se cuenta que el Cid, al enterarse de como
trataron a sus hijas y como fueron abandonadas en el monte:

Un buen rato pensó y caviló. levantó la mano, de la barba se cogió: ¡Gracias a

Cristo, que del mundo es señor, cuando tal honra me han dado los infantes de

Carrión! ¡Por esta barba que nadie nunca mesó, no han de disfrutarla los infantes

de Carrión, que a mis hijas bien las casaré yo! (66)

demostrando así su dominio de las pasiones, su mesura y su sabiduría. Por lo que vemos
como en estas dos obras se enaltecen estas virtudes.

Aunque la diferencia radique en que una obra no discrimina clases sociales, puesto que
plasme los ideales de una sociedad completa, y la otra obra, es decir, El conde Lucanor,
sea, como dice Mcpherson;

Difícil considerar el libro, según en su prólogo sugiere el autor que debería

hacerse, como dirigido a «gentes que non fuessen muy letrados nin muy

sabidores», a no ser que con ello se esté aludiendo a sus iguales; porque don Juan

Manuel se interesa solamente por su propio «estado». Las enseñanzas de El

conde Lucanor están hechas a medida de la nobleza española (201).

Pero esto no separa a las obras por ningún motivo, sino que es una simple distinción, puesto
que como vimos en esta investigación, las dos obras dialogan como dos modelos morales
que, además, intentan inculcar los mismos valores.

En conclusión, podemos ver que, en estas dos grandes obras de la literatura española, existe
un fin educador, inspirador y moralizante, específicamente en relación a las conductas que
se deben tomar frente a problemas, o en pequeñas actitudes que demuestran las virtudes de
una persona, puesto que el honor o el respeto no es algo que se herede y se mantenga para
siempre, sino que es una virtud que se trabaja con las acciones, esta nueva visión es
enmarca en las dos obras y juega un importante rol.
Y a pesar de que cada obra no vaya dirigida hacia el mismo público, se logra encontrar este
punto en común, a saber, que cada una buscaba servir de modelo a seguir para un grupo de
personas.
Bibliografía

-Cantar del mío cid. Trad. Alberto Montaner Frutos. Zaragoza, Pdf.

-Don Juan Manuel. El conde Lucanor. Biblioteca virtual universal, 2006, Pdf.

-Deyermond, Alan. Historia De La Literatura Española. Barcelona: Editorial Ariel, 1999.


Pdf.

-Disalvo, Santiago. Gestualidad en el Cantar de Mio Cid: Gestos públicos y modestia.


Universidad de la plata, 2007, Pdf.

-García Larraín, Federico. “El honor en el poema de mío cid”. Revista de humanidades
n°30. Jul-dic. 2014: 97-108.

-Rico, Francisco y Alan Deyermond. Historia y crítica de la literatura española: Edad


Media. Editorial Crítica. 1980, Pdf.

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