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ESQUIZOFERNIA, PSICOPATIA,
SOCIOPATIA
Cochabamba – Bolivia
La mayoría de los entendidos en las áreas de psicología, psiquiatría y criminología concibe que el
Trastorno de Personalidad Antisocial es una categoría heterogénea, aunque el DSM-IV (Diagnostic and
Statistical Manual of Mental Disorders, American Psychiatric Association, 1994) lo considere como un
conjunto con identidad única.
En su libro, David Lykken (1994) sostiene que los sujetos que componen este grupo “se caracterizan por
una predisposición persistente hacia la conducta antisocial” (p. 45). Esto ya indica que el concepto de
psicópata puede llegar a confundirse o solaparse con el de sociópata. Por ello, en este artículo nos
centraremos en ver cuáles son las diferencias entre psicopatía y sociopatía.
Psicopatía
La psicopatía se expresa por las tendencias antisociales innatas debidas tanto a diferencias biológicas,
cuantitativas de temperamento o cualitativas en la función cerebral de quien la padece, que dificultan la
socialización de esta clase de individuos cuando se encuentran en edad de crecimiento.
Sociopatía
La sociopatía se da fundamentalmente en individuos con un temperamento normal, pero que no tienen
adquiridos los atributos socializadores como consecuencia de una crianza negligente e incompetente por
parte de los principales agentes de socialización: los padres. Por ello, en sus dinámicas de interacción
con el resto de las personas, pueden causarles daño con relativa facilidad, así como traspasar normas
fundamentales para la convivencia prácticamente sin darse cuenta.
En cambio, los sociópatas pueden llegar a empatizar, pero debido a su crianza negligente, les cuesta
"conectar" con los demás o predecir el tipo de conductas que causará malestar en los demás.
En cambio, los sociópatas son más impredecibles en este aspecto, y con relativa frecuencia se ven
envueltos en situaciones de violencia que desencadenan casi sin proponérselo, de manera espontánea.
5. La sociopatía se vincula con la pobreza y la marginalidad
Debido a las características que hemos visto hasta ahora, los sociópatas lo tienen muy difícil para escalar
socialmente, y muchas veces su trayectoria vital entra en contacto con el mundo de lo penal mediante
multas o incluso encarcelamientos. Por otro lado, sus hábitos de vida les impiden aspirar a metas a largo
plazo, capaces de llevarlos a mejores niveles de vida.
En cambio, entre las personas con marcada psicopatía no es raro escalar socialmente, e incluso hay
puestos de trabajo bien pagados que encajan con sus características al exigir la capacidad para no
empatizar demasiado con los demás.
El perfil típico del sociópata
La sociopatía es el subgénero más amplio del Trastorno de Personalidad Antisocial. En él encontramos a
individuos (normalmente hombres jóvenes, aunque la presencia de mujeres está aumentando) que no se
socializaron bien en la infancia y adolescencia. Estas carencias en su desarrollo moral y afectivo son la
base necesaria para que pueda surgir un caso de sociopatía.
“Los sociópatas (…) poseen características impulsivas o modelos de hábitos que pueden atribuirse a un
aprendizaje desviado que interacciona, quizá, con tendencias genéticas también desviadas” (p. 47).
Esto no debe llevarnos a error, puesto que el temperamento de un sociópata es muchas veces normal a
pesar de la torpeza paterna; mientras que otros pueden ser nerviosos o buscadores constantes de
estímulos. La mayoría de población reclusa satisface los criterios diagnósticos del Trastorno de
Personalidad Antisocial que identifican a más de la mitad de los hombres que consideramos “delincuentes
comunes”.
En resumen, el sociópata es el producto fallido de una educación negligente y sin disciplina. Cabe decir,
no obstante, que haber recibido una educación deficiente no es el único factor que explica la sociopatía.
No es raro encontrarse con personas que, pese a las muchas dificultades que pasaron durante su niñez,
han podido buscar su lugar en el mundo y ser individuos con los que podemos relacionarnos con total
normalidad.
Los síntomas de la psicosis, como los que se dan en la esquizofrenia, llaman la atención de forma
particular dentro del amplio rango de los trastornos mentales: las alucinaciones o los delirios encajan
perfectamente con la idea de psicopatología que tiene mucha gente.
Con frecuencia se usan los términos “psicosis” y “esquizofrenia” de forma intercambiable. No obstante,
existen diferencias conceptuales claras entre ellos; en este artículo veremos en qué consisten y
aclararemos cuál es su relación.
Definición de esquizofrenia
La esquizofrenia es una alteración que se incluye en el grupo de los trastornos psicóticos, siendo el más
representativo y conocido dentro de éstos. Sus síntomas cardinales son de tipo psicótico, como la
desorganización del pensamiento o la presencia de delirios y alucinaciones.
Para diagnosticar esquizofrenia es necesario que se hayan dado delirios, alucinaciones, lenguaje
desorganizado, catatonia o síntomas negativos de forma continua durante al menos 6 meses. Además,
estos síntomas deben causar dificultades personales, sociales o laborales y no pueden deberse
directamente a una enfermedad o al consumo de fármacos o drogas.
3. La presencia de psicopatología
Cuando se dan a consecuencia de la esquizofrenia o de otras alteraciones más o menos similares, como
la depresión psicótica o el trastorno esquizoafectivo, los síntomas psicóticos se consideran un indicador
clave de psicopatología. En los trastornos afectivos o en la demencia los síntomas psicóticos se asocian
con un aumento en la gravedad o con el progreso de la alteración.
No obstante, los síntomas psicóticos no siempre implican una mayor severidad: las personas
diagnosticadas de esquizofrenia paranoide, que se caracteriza por alucinaciones y delirios, tienen mejor
pronóstico que aquellas en las que predominan los síntomas negativos.