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Consumismo, la destrucción del ser humano

Nombre: Valeria Castañeda


Colegio: Australiano Campestre
Curso: Décimo
Profesor: Cristián Mora
Fecha: 28 de marzo de 2022
Consumismo, la destrucción del ser humano

El mundo actual en el que vivimos gira en torno al consumo, cada acción que
realizamos es consumo, pero no somos conscientes de esta realidad ya que todo
lo que aspiramos, todo lo que deseamos tiene que ver con querer más, es decir,
nunca estaremos satisfechos con lo que tenemos, nos hemos olvidado de que no
todo en la vida son cosas materiales, ¿En dónde ha quedado lo que somos como
seres humanos? ¿Nuestros valores y principios? Nos hemos idealizado que lo
único que importa es el dinero y prima sobre cualquier cosa, si quieres una buena
vida, un futuro exitoso, todo es el dinero y pensamos que eso cubrirá nuestra
felicidad, pero en realidad, solo es un sentimiento de satisfacción momentáneo
más no algo que sea duradero. Además de que nos hemos convertido en seres
sumamente materialistas e insaciables, el consumismo se ha visto reflejado a lo
largo de los años desde el siglo XX en el medio ambiente, todo lo que
consumimos proviene de los recursos que nos da nuestro planeta y produce en
exceso, las problemáticas ambientales se han incrementado significativamente
desde incluso antes de la revolución industrial, las consecuencias serán aún
peores dentro de unos años si seguimos actuando como si lo único que importara
es tener más que quienes nos rodean.
¿De qué manera podemos disminuir el hiperconsumo y salvar tanto a nosotros
mismos como al medio ambiente? Estamos ante una sociedad en la que la oferta
es sobreabundante y variada, desestandarizada y en donde se enfatiza el
"redescubrimiento del cliente". Y, evidentemente, aquel mercado dirigido por la
oferta se ha trasmutado a un mercado dominado por la demanda.
Cada quien debería concientizarse de reducirse un poco a sus necesidades,
muchos piensan que una necesidad es ir a comprar algo que sea tendencia, eso
es lo que las grandes marcas nos influyen inconscientemente, todo con el fin de
ganar más poder y cada vez producen más y más. El ahorrar un poco, dejar de
comprar cosas innecesarias, cuidar de las cosas que utilizamos a diario, son
pequeños pasos para disminuir el hiperconsumo.
El consumismo impone la cultura de otras regiones, donde se manejan otros
valores y otros niveles de consumo. Se promueve el deseo de consumir bienes de
manera ilimitada en todas las culturas menospreciando la cultura propia de cada
lugar.
El consumidor no es un hombre moral, su filosofía se basa en ser utilitario, buscar
su interés, su felicidad, y su placer. Por ejemplo, yo puedo saber que compro
objetos malos para el medio ambiente, pero son más baratos que los que sí lo
cuidan.
Claro está que aún hay muchas personas que hacen el bien y ponen a los demás
por encima de ellos, pero la gran mayoría de consumidores son egoístas, solo
piensan en disfrutar y gozar de lo que nos ofrece el mercado.
En la actualidad lo que define a la sociedad son las segmentaciones de mercado;
la diferenciación de los productos y de los servicios; las políticas y certificaciones
de calidad; las acciones promocionales y de lanzamiento de productos; la
preeminencia del marketing, etcétera.
“El hiperconsumidor emocional emerge, el que necesita experiencias afectivas y
sensoriales”
Antes la competitividad se basaba en aumentos de la productividad del trabajo, en
la reducción de costes y en la explotación de economías de escala. Ahora, en la
nueva sociedad, dentro de los nuevos mercados mundiales, las ventajas
competitivas se construyen por medio de la reactividad y por la redefinición de los
productos. Schumpeter, ministro de finanzas de Austria hablaba de la "destrucción
creadora", o sea un sistema basado en el cambio de método de producción, de
consolidar nuevos mercados y de descubrir nuevos objetos de consumo.
“Cada producto o servicio que consumimos produce una huella ecológica. Desde
la extracción de materias primas, al transporte, junto a procesos productivos en
gran medida tóxicos, que a su vez generan emisiones de gases invernadero”,
explica Charo Morán, coordinadora del área de consumo de Ecologistas en
Acción.
Vicent Borràs, profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona,
habla de “consumo aspiracional”. Una “ficción” intrínseca en los comerciales que
crean una “falsa necesidad” sobre los usuarios, que llegan a creer que sus
pertenencias están anticuadas. Una dinámica que acaba por convertirnos “en un
hámster en una rueda” que no puede escapar de la sociedad de consumo.
Nuestra cultura es consumista. Los valores que impone este modelo marcan la
forma en que nos relacionamos, que nos inclina al individualismo. Uno consume
en la medida en que su poder adquisitivo se lo permite, para así atesorar
productos y alcanzar una posición respecto a los demás.
Entonces, la manera de dar solución al hiperconsumo es reutilizar y reparar. Nos
hemos olvidado de reciclar, estamos constantemente deseando satisfacer aquella
necesidad de obtener algo para ser “felices”. Actualmente vivimos en una
sociedad que está acostumbrada a comprar y tirar, una vez que algo ya no tiene la
misma funcionalidad de antes, en vez de tratar de arreglarlo simplemente se bota
y se vuelve a comprar algo más nuevo.
“Somos víctimas del marketing por encima de todo”, señalan desde la asociación
de consumidores. “Compramos un terminal, y al cabo de unos meses tenemos la
percepción de que ya es antiguo porque han sacado un nuevo modelo”. Para
acabar con el hábito de usar y tirar, desde Greenpeace reclaman a las empresas
que fomenten “la reparabilidad. Deben cambiar su modelo de negocio y también
abandonar la obsolescencia programada. No solo en los productos electrónicos,
sino también acabar con la escasa durabilidad de las prendas de ropa”.
El carácter ético de los artículos de consumo se hace presente en los procesos de
comercialización. La ética ahora está también en los mercados y se compra y se
vende. Los mercados lanzan su propuesta para afrontar la degradación
medioambiental, la deslocalización industrial, el bienestar animal o la explotación
de los trabajadores: “eliges el mundo que quieres al comprar”.
La publicidad de Iberdrola ofrece energía renovable del siguiente modo: “Cada vez
que uses el secador un prado se llenará de flores. Cada vez que enciendas la luz,
que veas la televisión, que te duches, estarás cuidando del medio ambiente”. La
compañía de cosméticos Lush, vende una de sus cremas con el siguiente
mensaje: “se trata de una crema rica y generosa que no sólo hace que tu piel
luzca como nunca, sino que también es un rayo de esperanza para las pequeñas
ONG locales con las que trabajamos, puesto que todas las ganancias van para
ellas. Una piel suave por un mundo mejor”.
Estos ejemplos demuestran como las marcas utilizan esta propaganda para
mentalizar a los usuarios que pueden sentirse “mejor” respecto al origen de estos
productos y que es verdad que su en el proceso de la producción están ayudando
en algún aspecto al mundo, de este modo, los consumidores no sentirán tanto
remordimiento y podrán seguir comprando excesivamente sin importar estar con
deudas.
En los tiempos del consumismo sencillo, la sensibilidad de los consumidores más
críticos se revolvía al ser conscientes del despilfarro del modelo y de sus impactos
ambientales y sociales. El consumismo producía culpa. Para poder vivir
éticamente había que contrarrestar las consecuencias negativas del consumo.
Había que resolver los problemas éticos de la participación como consumidor en
un mundo injusto y medioambientalmente degradado.
Ahora, la nueva estrategia publicitaria de las multinacionales nos muestra el
camino para ser consumista sin mala conciencia, dado que los productos éticos
incluyen supuestamente las medidas compensatorias de los efectos del propio
consumismo.
La compra de un producto ya no se guía sólo por criterios racionales, que definen
si el producto satisface mis necesidades, criterios económicos, que definen si el
producto ofrece buena relación calidad/precio, o criterios simbólicos que definen si
el producto me hace feliz, sino también por supuestos criterios éticos que nos
hacen percibir que el producto es bueno para el mundo.
Los profesionales del marketing tradicional siempre defendieron que a los
productos se les pueden asociar valores semejantes a los de los individuos, pero
difícilmente llegaron a imaginar que se les podía asignar moralidad.
Y es que el consumo ético genera incluso un sentimiento de pertenencia a un
colectivo global que tiene poder para cambiar el mundo. Los productos luchan por
tener una apariencia ética, natural y socialmente responsable, a la vez que el
consumidor percibe que cada vez es menos necesario salir de los mercados para
luchar por un mundo mejor porque un mundo mejor se puede comprar.
El capitalismo tiende a mercantilizar cualquier ámbito de la vida y absolutamente
todo acaba siendo susceptible de ser comprado y vendido. Los mercados han
conseguido que la ética, la conciencia, la moral, la crítica, la justicia e incluso la
transformación social se compre y se venda.
No es extraño que expresiones como "la sociedad opulenta", la "sociedad
satisfecha" o la sociedad del "consumo de masas" cuadren perfectamente al
mundo avanzado. Sin embargo, lo que no resulta tan evidente es que pueda existir
una "ética del consumo", un saber capaz de defender con argumentos que hay
formas de consumir más éticas que otras, capaz de esgrimir algún criterio para
discernir entre las que levantan la moral y las que desmoralizan.
En los años cincuenta, y aún antes, los "críticos de la cultura de masas", desde
Horkheimer a Galbraith, critican las formas de consumo de las sociedades
industriales por privar a los individuos de libertad. En este sentido, distingue
Marcuse entre dos tipos de necesidades -verdaderas y falsas- que los individuos
intentan satisfacer al consumir. "Verdaderas" son las necesidades vitales, como
alimentación, vestido o vivienda; "falsas" son las que determinadas fuerzas
sociales imponen a los individuos reprimiéndoles, y que no hacen sino perpetuar la
agresividad, la miseria y la injusticia.
En el extremo opuesto, entienden las "éticas del capitalismo que el consumo es la
expresión más acabada de la democracia económica y de la autonomía personal.
El consumidor se comporta como un ser autónomo porque, haciendo uso de su
soberanía, deposita su "voto-peseta" en un producto, vota por él, y las empresas
se ganan los votos con la calidad de sus productos. Una sociedad que aumenta
las ofertas de consumo fomenta la libertad, valor supremo de una sociedad
moderna.
Por su parte, los economistas neoclásicos desarrollaron la teoría de la demanda
del consumo valiéndose del concepto de "utilidad". El consumo se concibe como
una acción que aporta satisfacción al que la ejecuta, por tanto, se intenta asociar
una determinada cantidad de utilidad por cada acción de consumir. Es posible
entonces medir la satisfacción que produce el consumo y realizar un cálculo
económico, sea sobre la base de la cantidad de utilidad, sea sobre la base de la
preferencia del consumidor.
Una ética del consumo que intente responder a la pregunta "qué se debería
consumir, para qué se debería consumir y quién debería decidir lo que se
consume" en sociedades que se precian de afirmar que toda persona es igual en
valor, debería tener en cuenta las dos grandes dimensiones de la moral, es decir,
que el consumo debe ser justo y propiciar a las personas una vida buena.
Para concluir, el hiperconsumo es algo difícil de controlar, pero no imposible, el
capitalismo tiene a la sociedad metida en una burbuja en la cual no somos
conscientes de la realidad, nos venden la idea de que sus productos están
contribuyendo ya sea social o ecológicamente, solo para que los usuarios se
sientan más motivados a comprar, las personas deben tener en cuenta que no
están haciendo nada por intentar salvar el mundo y empezar con pequeños pasos
tales como, reciclar, reutilizar, donar, reparar y disminuir el hiperconsumo, que
harían la diferencia a nivel ambiental y social.

Bibliografía
 https://www.economiasolidaria.org/noticias/hiperconsumo-irresponsable/
 https://elpais.com/diario/2009/11/14/galicia/1258197499_850215.html
 https://cronicaglobal.elespanol.com/vida/hiperconsumismo-enemigo-
ambiente_273924_102.html
 https://www.elsaltodiario.com/consumo-que-suma/consumismo-etico-el-
mercado-de-la-moral
 https://elpais.com/diario/1999/01/21/opinion/916873203_850215.html

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