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LEYENDAS

El Wiin
Sobre leyendas relacionadas con el diablo,
en el municipio de El Asintal, Retalhuleu,
cuentan que hay hombres que invocan al
diablo en rituales llevados a cabo en el
cementerio de la localidad, que consisten en
oraciones y danzas, en las que giran el
cuerpo hacia delante y hacia atrás. Cuando
el diablo aparece, le puede conceder a la
persona el don de la transformación, para
que le permita robar animales de patio,
objetos de valor o molestar a las mujeres, especialmente, a las solteras o a las
casadas que se quedan solas porque el esposo emigró hacia Estados Unidos. A
ese hombre se le conoce como El Wiin. Algunos lugareños lo han visto
transformado en forma de perro, sentado en medio de la carretera. Se le reconoce
por sus ojos que no son de humano ni de animal, sino dos bolas de fuego que
atemorizan a quien lo ve.
La gitana Vanushka
Las leyendas también se han inspirado no
solo en eventos del más allá, sino en la
pena o dolor de un personaje que vivió en
la realidad, como el caso de la gitana
Vanushka, en Quetzaltenango. Cuentan
que ella era una hermosa mujer, alta, de
tez blanca y ojos claros, y que se
estableció en el país junto con su familia
de gitanos que entretenían a la población
con espectáculos circenses. A una de las
presentaciones asistió el hijo del
gobernador de la región, quien se enamoró de ella. Le prometió casarse y formar
una familia, pero, al final, la abandona. Muere acongojada por el despecho
amoroso y como recompensa, la Virgen del Rosario le concede el don de abogar
por los enamorados para les ayude a encontrar el amor verdadero, que ella no
gozó. La tumba de la gitana Vanushka, en el Cementerio General de la ciudad
altense, es muy visitada por los enamorados, quienes le llevan flores.
La Llorona
Una de las leyendas más populares de
Guatemala es la leyenda de La Llorona,
en esta, se le describe como una mujer
que pierde a sus hijos y convertida en
alma en pena, los busca en vano para
toda la eternidad, aterrorizando con su
llanto a todo el que la escucha.
La Llorona se aparece vestida de blanco y
con el rostro cubierto por un velo, caminando de forma lenta hasta acercarse a un
lugar con agua en el cual desaparece.
En una de las versiones de la leyenda, se afirma que La Llorona fue una mujer
llamada María que pertenecía a la alta sociedad y que estaba casada con un
hombre adinerado y bastante mayor que ella. Era costumbre de esta mujer
despilfarrar las riquezas de su esposo y divertirse frecuentemente en fiestas y
eventos sociales. Durante sus años de matrimonio, la pareja tuvo dos hijos.
Inesperadamente, el esposo de María falleció y la riqueza se fue terminando.
Luego de vender sus pertenencias, la mujer no halló forma de seguir alimentando
a sus hijos, por lo que un día les hizo creer que los llevaría de paseo, al llegar al
lugar que tenía planeado arrojó a los menores a un caudaloso río, en el que
murieron. La mujer abandonó el lugar, pero el remordimiento la hizo regresar y
tirarse también al río.
Continúa la leyenda afirmando que desde el momento en que la mujer perdió su
vida y la de sus hijos, a partir de la medianoche, su alma deambula por las calles
de Guatemala llorando y gritando ¡Aaaay mis hijos! Existen quienes afirman
haberla visto cerca de cualquier lugar en donde haya agua.
Cuentos
El enano saltarín
Había una vez un viejo
carpintero que quería
impresionar al rey. Al no poseer
una fortuna, le dijo al rey que su
hija hilaba tan bien que podía
convertir paja en oro. Después
de escuchar esto, el rey convocó
a la joven al palacio y la encerró
en una habitación llena de paja.
—Aquí tienes una rueca y un carrete. Convierte esta paja en oro o te quedarás en
esta habitación para siempre —dijo.
La hija del carpintero no sabía qué hacer. Convertir paja en oro no era una de sus
habilidades.
Mientras lloraba, apareció un enano estrafalario y le preguntó qué sucedía.
—Si no convierto esta paja en oro, estaré encerrada aquí para siempre —
respondió la joven entre lágrimas.
El enano le ofreció convertir la paja en oro a cambio de su collar. La joven le
entregó el collar y la criatura convirtió la paja en hilos de oro
Al día siguiente, el rey se alegró al encontrar la habitación llena de oro. Entonces,
llevó a la hija del carpintero a una habitación más grande y llena de más paja.
—Convierte toda esta paja en oro o te encerraré aquí para siempre —ordenó el
rey.
Justo cuando la joven estaba perdiendo la esperanza, el enano saltarín apareció
de nuevo.
—¿Qué me das si convierto la paja en oro? —preguntó al hacerse visible.
—Sólo tengo este anillo —dijo la joven tendiéndole el anillo.
—Empecemos pues —respondió el enano.
Pero la codicia del rey no tenía fin, y cuando comprobó que se habían cumplido
sus órdenes, llevó a la joven a una habitación aún más grande. Sin embargo, le
prometió a la hija del carpintero que se casaría con ella si lograba convertir la paja
en oro una última vez.
El enano apareció de nuevo para ofrecer su ayuda. Sin más joyas que llevarse, le
dijo a la joven que debía entregarle su primer hijo. Ella aceptó a regañadientes, y
una vez más el extraño enano convirtió la paja en oro. El rey pronto se casó con la
hija del carpintero, y tuvieron un hermoso bebé.
La ahora reina había olvidado el incidente con la paja, el oro y el enano. Grande
fue su sorpresa cuando una noche apareció el enano saltarín reclamando su
recompensa.
—Llévate lo que quieras, pero por favor, ¡no a mi hijo! — exclamó desesperada.
La criatura lo pensó.
—Si puedes adivinar mi nombre, desapareceré para siempre. ¡Te daré una
semana! —dijo el enano.
Pero la joven ideó un plan y envió a varios mensajeros a buscar nombres
diferentes por todos los confines del mundo. De vuelta, uno de ellos contó la
anécdota de un enano al que había visto saltar frente a la puerta de una pequeña
cabaña cantando:
En la tarde amaso el pan, en la noche lo hornearé.
Mañana, con el hijo de la reina me quedaré.
El pequeño igual que yo se llamará,
su nombre será:
¡RUMPELSTILTSKIN!
Cuando regresó el enano, y preguntó su propio nombre a la reina, esta le
contestó:
—¡Te llamas Rumpelstiltskin!
Y el enano saltarín desapareció para siempre.

El gigante egoísta
Todas las tardes, a la salida de la
escuela, los niños iban a jugar al
jardín del gigante. Este era un
gran jardín encantador, cubierto
de un césped suave y verde. Por
aquí y por allá, había hermosas
flores como estrellas, y
melocotoneros que en la
primavera estallaban en delicadas
flores de color rosa y en otoño daban ricos frutos. Los pájaros se posaban en los
árboles y cantaban con dulzura.
Un día, después de siete años de ausencia, el gigante regresó y encontró a los
niños jugando en su jardín.
—¿Qué hacen aquí? —gritó con voz áspera. Y los niños salieron corriendo.
— Mi jardín es mi jardín—dijo el gigante—. No voy a permitir que nadie más que
yo juegue en él.
Entonces construyó un muro alto alrededor del jardín y puso un letrero enorme
que decía:
“Se prohíbe la entrada. Quien no cumpla será castigado ”.
Él era un gigante muy egoísta.
Los pobres niños ahora no tenían dónde jugar. Intentaron jugar en la carretera,
pero la carretera estaba muy polvorienta y llena de piedras y no les gustó. A
menudo se reunían frente al muro a recordar el hermoso jardín oculto.
Luego llegó la primavera, y en todo el país había coloridas flores y pajaritos. Sin
embargo, en el jardín del gigante egoísta todavía era invierno. Como no había
niños, los pájaros no cantaban y los árboles se olvidaron de florecer. Solo una vez
una flor se asomó entre el césped, pero apenas vio el cartel, se sintió tan triste por
los niños que volvió a meterse bajo tierra para quedarse dormida.
Los únicos que se sentían a gusto en el jardín eran la nieve y la escarcha:
—La primavera se olvidó de este jardín —dijeron—, así que nos quedaremos aquí
el resto del año.
La nieve cubrió el césped con su manto blanco, y la escarcha pintó de plateado los
árboles. Enseguida invitaron a su triste amigo, el viento del norte, para que pasara
con ellos el resto de la temporada.
Con el viento del norte llegó el granizo y el invierno del jardín se hizo aún más
blanco y frío.
-No puedo comprender cómo la primavera tarda tanto en llegar — decía el gigante
egoísta, al asomarse a la ventana—. Espero que pronto cambie el tiempo.
Pero la primavera no llegó, y tampoco el verano. El otoño dio dorados frutos a
todos los jardines, pero al jardín del gigante no le dio ninguno.
Siempre fue invierno en la casa del gigante.
Una mañana, el gigante estaba en la cama todavía cuando escuchó una música
muy hermosa. Era un pequeño jilguero cantando afuera de su ventana.
—Creo que la primavera ha llegado por fin —dijo el gigante, y saltó de la cama
para correr a la ventana. ¿Y qué crees que vio?
Él vio algo maravilloso. Los niños habían entrado al jardín a través de un pequeño
agujero en la pared. Los árboles estaban tan contentos de tener a los niños de
nuevo que se habían cubierto de flores. Los pájaros volaban y cantaban con
deleite, y las flores se asomaban entre el verde césped y reían. Era una escena
encantadora.
—¡Qué egoísta he sido! —dijo el gigante —Ahora sé por qué aquí nunca llegó la
primavera. Derribaré la pared, y mi jardín será de los niños por los siglos de los
siglos. El gigante se sentía realmente avergonzado de su egoísmo, así que tomó
su hacha y derribó el muro.
Si algún día pasaras por el hermoso jardín, leerías un enorme cartel que dice:
Mantén el amor en tu corazón, una vida sin él es como un jardín sin sol…
Y también encontrarías a un gigante jugando con los niños en el lugar más
hermoso que hayas visto en tu vida.
El zapatero y los duendes
Érase una vez un zapatero muy
pobre que vivía con su esposa.
Aunque él trabajaba con mucha
diligencia y sus zapatos eran de
excelente calidad, no ganaba lo
necesario para mantener a su
familia. Terminó siendo tan
pobre que solo le quedaba el
dinero para comprar el cuero
con que hacer el último par de zapatos.
Con mucho cuidado cortó el cuero y colocó las piezas en su mesa de trabajo para
coserlas a la mañana siguiente.
Al llegar la mañana, en lugar del cuero que había dejado, el zapatero se
sorprendió al encontrar un hermoso par de zapatos. Eran tan bellos los zapatos,
que un hombre pasó por la tienda y los compró por el doble del precio. El zapatero
fue a contárselo a su esposa:
— Con este dinero, compraré el cuero para hacer dos pares de zapatos —dijo
entusiasmado.
Esa noche cortó el cuero y nuevamente colocó las piezas en su mesa de trabajo
para coserlas en la mañana.
A la mañana siguiente, encontró dos pares de zapatos relucientes y perfectos.
Estos zapatos se vendieron por un precio aún más alto.
Todas las noches, el zapatero dejaba el cuero cortado en su mesa de trabajo y
todas las mañanas encontraba más pares de zapatos. Muy pronto, la pequeña
tienda se hizo famosa y el zapatero se convirtió en un hombre muy rico.
El zapatero y su esposa se sentaron junto al fuego una noche:
— ¿Qué te parece si nos escondemos para conocer a quien nos ha estado
ayudando? —dijo el zapatero.
El zapatero y su esposa se escondieron. Alrededor de la medianoche, vieron a dos
pequeños duendes entrar furtivamente en la tienda de zapatos. Rápidos y
habilidosos, los duendecillos hicieron un par de zapatos en un instante. Era
invierno y los hombrecillos vestidos con ropas harapientas, temblaban mientras
trabajaban.
—Pobres duendecillos, deben sentir mucho frío —susurró la esposa a su marido
—. Les haré dos abrigos de lana, así estarán más calientitos.
A la medianoche siguiente, al lado del cuero, los dos duendecillos encontraron dos
elegantes abrigos rojos con botones dorados y se los pusieron inmediatamente.
Fue tanta la alegría que bailaron y cantaron:
—¡Qué hermosos abrigos! Nunca volveremos a tener frío.
Pero cuando uno de los pequeños duendecillos le dijo al otro:
—Sigamos trabajando.
El otro respondió:
—¿Trabajo? ¿Para qué? Con dos abrigos como estos ya somos ricos. Nunca más
tendremos que trabajar.
Los dos duendecillos se fueron por donde habían llegado y nunca más se les
volvió a ver.
La tienda continuó prosperando, pero el zapatero y su esposa siempre recordaron
a los buenos duendecillos que los habían ayudado durante los tiempos difíciles.
FABULAS
El lobo y la grulla
Un día como cualquier otro, un
joven y fornido lobo sintió cómo su
garganta se atoraba con el
pequeño hueso de una de sus
presas. Viéndose en la más precaria situación, comenzó a aullar con lo poco que
le quedaba de aliento:
—¡Socorro, auxilio! Ayúdame y serás recompensado.
Los animales del bosque ignoraron las palabras del lobo ya que todos sabían que
él no era de fiar. Sin embargo, una grulla incauta que caminaba por ahí escuchó
sus lamentos y decidió ayudarlo. Con su largo y delgado pico, entró en la garganta
del lobo y luego de haber extraído el hueso, exigió el pago prometido. Sin
embargo, el lobo sonriendo y rechinando sus dientes, exclamó:
—¿Qué es lo que me pides? Te aseguro que ya tienes la recompensa que te
mereces al haber metido tu cabeza en la boca de un lobo y haber seguido con
vida.
El león y el mosquito
Un león descansaba bajo la
sombra de un frondoso árbol
cuando un mosquito pasó
zumbando a su alrededor.
Enfurecido, el león le dijo al
mosquito:
—¿Cómo te atreves a acercarte
tanto? Vete, o te destruiré con
mis garras.
Sin embargo, el mosquito era muy jactancioso y conocía bien sus propias
habilidades y las ventajas de su diminuto tamaño.
—¡No te tengo miedo! —exclamó el mosquito—. Puedes ser mucho más fuerte
que yo, pero tus afilados dientes y garras no me harán el menor daño. Para
comprobarlo, te desafío a un combate.
En ese momento, el mosquito atacó al león picándolo en la nariz, las orejas y la
cola. El león, aún más enfurecido a causa del dolor, intentó atrapar al mosquito,
pero terminó lastimándose gravemente con sus garras.
Lleno de orgullo, el mosquito comenzó a volar sin mirar hacia a donde iba. Fue de
esta manera que tropezó con una telaraña y quedó atrapado entre los hilos de
seda. Entonces, se dijo entre lamentos:
– Qué triste es mi final; vencer al rey de todas las bestias y acabar devorado por
una insignificante araña.
El gallo y la joya
En la granja, un gallo muy hambriento escarbaba la tierra buscando algo de comer
para él y las gallinas con las que compartía su gallinero, cuando descubrió un
diamante que la esposa del granjero había perdido.
—¡Qué desilusión! —dijo el gallo—. Sin duda eres una prenda muy costosa y
quien te perdió daría mucho por encontrarte. Pero yo prefiero un solo grano de
maíz o de trigo antes que todas las joyas del mundo.
MITOS
El origen del quetzal de barriga roja
El quetzal es el ave nacional de Guatemala y una de las
aves más imponentes de América. Cuenta la leyenda
guatemalteca que el quetzal voló sobre el conquistador
español Don Pedro de Alvarado cuando éste estaba
luchado contra el líder maya Tecun Uman, con el objetivo
de protegerlo.
Sin embargo, Tecum Uman fue matado y el imperio maya
fue derrotado a manos de los españoles. Se dice que la
barriga del quetzal es roja porque está machanda con la
sangre de Tecun Uman.
También se dice que la canción del quetzal es muy hermosa, pero que éste no la
cantará hasta que el pueblo de Guatemala sea completamente libre.
La Sihuanaba
La Sihuanaba es un espíritu que puede cambiar de
forma. Usualmente tiene el cuerpo de una mujer
atractiva cuando se le ve por la espalda.
De cabello largo y usualmente desnuda, o llevando
solo un vestido blanco vaporoso, atrae e los
hombres mientras se baña en la noche. Ningún
hombre ve realmente su rostro (de caballo o
calavera), hasta que están lo suficientemente cerca
como para no poder salvarse.
La Sinhunaba en Guatemala aparece para castigar a los hombres infieles. De esta
manera, ella los lleva a un lugar solitario donde después de paralizarlos del miedo,
les roba el alma. Esta leyenda fue traída a América por los colonizadores
españoles, con el fin de controlar la población loca (Hubbard, 2016).
La creación del hombre, según los mayas
Un mito antropogénico narra la aparición del
ser humano, quien puede ser creado a partir
de cualquier materia viva (planta o animal) o inerte (polvo, lodo o arcilla). Por lo
general, están vinculados a los mitos cosmogónicos.
Al principio de los tiempos, según el Popol Wuj, se dispuso hacer el hombre y se
buscó el material que debía entrar en su carne. Los Progenitores, los Creadores y
los Formadores se reunieron, discutieron, reflexionaron y pensaron cómo debía
ser el aparecimiento de la humanidad en la superficie de la tierra. Luego de dos
intentos fallidos, el primero, con barro, y el segundo, con madera de tz’i t e’ y
cibaque, el tercero, es exitoso con maíz. Decidieron y descubrieron que la carne
del hombre debía ser de las mazorcas amarillas y mazorcas blancas, provenientes
de Paxil-Cayalá — lugares legendarios que brindaron a la humanidad frutos
naturales, base de su subsistencia y desarrollo económico—. La diosa Ixmucané
molió el maíz en piedra y con la masa resultante moldeó a los seres humanos,
pensantes y con la capacidad de adorar a los dioses. Los dirigentes B’alam K’i t
ze’, B’alam Aq’a b’, Majukutaj e Iq’i b’alam son los hombres hechos de maíz, los
primeros seres humanos creados.
La importancia del maíz surge en tiempos precolombinos y prevalece en la
actualidad. Por ello, a los guatemaltecos, de manera coloquial, se le llama
“hombres de maíz”.

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