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Varios son los tipos de contrato electrónico que podemos encontrar en la actualidad.
Estos se pueden clasificar en función de diversas cuestiones. Por ejemplo, podemos
encontrar diferentes contratos dependiendo de la forma en la que se lleva a cabo el
acuerdo, de la emisión de las declaraciones de las partes, de quiénes son dichas partes,
de cómo se lleva a cabo el pago y de cuál es el objeto del contrato.
Por el contrario, en el contrato mercantil todas las partes contratantes son empresas;
como cuando se contrata la iluminación para un espectáculo de un teatro.
Solo son válidos en contratos que impliquen una transacción económica, lógicamente. Se
trata de acuerdos que son abonados por métodos electrónicos, como una tarjeta de
crédito, transferencias entre bancos o dinero virtual.
El pago se realiza de manera física mediante efectivo, contra reembolso o, también, con
cheque bancario.
Clasificación por el objeto del contrato
La última de las clasificaciones diferencia entre lo que se vende. Los contratos de entrega
son los referidos a un producto. Pueden ser inmediatos o diferidos, dependiendo de
cuándo se reciba dicho producto.
El tipo de contrato electrónico depende de muchos factores. Sin embargo, lo que se debe
tener claro es que este siempre se realiza de manera electrónica y que no requiere la
presencia de las partes.
Los contratos digitales o smart contracts son programas informáticos que se encargan, sin
intermediarios, de facilitar, de verificar y del cumplimiento de la negociación en sí. Todo
ello sin una cláusula contractual tal y como la conocemos.
Gracias a este sistema, ambas partes pueden visualizar la misma información. De esta
manera, se soluciona el problema de la desconfianza, al no ser posible falsificar el
contenido de la transacción en este sistema. Cabe decir que aunque no existan
intermediarios, los contratos legales no sustituyen al sistema legal actual. Se trata de una
evolución del mismo para adaptarse a las nuevas tecnologías y la era digital.
Para que una relación entre dos o más partes pueda formalizarse, es posible utilizar el
contrato tradicional o también aquellos que son enviados por emails, que son los que aquí
nos conciernen. Así viene reflejado en el propio Código Civil, donde el artículo 1262
establece que una oferta es válida cuando es aceptada. También la Ley de Servicios de la
Sociedad de la Información (LSSI) valida los envíos por email y los contratos digitales por
correo electrónico.
El requisito para las firmas digitales es que venga avalada por un certificado digital que
emite una entidad autorizada. Esta es la encargada de generar la presunción de autoría y
la integridad. Un ejemplo de estas entidades es Signaturit, que se encarga del envío y la
firma de documentos a través de cualquier dispositivo electrónico, con validez legal y en
un entorno seguro.
De cara al futuro, será necesario adoptar nuevas formas contractuales que permitan
solucionar los posibles problemas jurídicos que puedan surgir en los contratos
digitales. En definitiva, la normativa tendrá que adaptarse para poder tutelar las
relaciones jurídicas que se deriven.