Está en la página 1de 7

Contratos Comerciales

El contrato es un acto jurídico en virtud del cual dos o más partes acuerdan crear,
regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas de índole patrimonial
(artículo 957 Código Civil y Comercial).

Se basa en los principios de autonomía de la voluntad, por el cual las partes


pueden contratar libremente sobre lo que deseen (siempre que no se vean
afectados el orden público, la moral y las buenas costumbres), y en el de buena
fe, que obliga a los negociantes a celebrar, interpretar y ejecutar los contratos
conforme a ella. Eso sí, una vez concluido el acuerdo, las partes deberán
someterse a lo estipulado como si ello fuera la ley misma (denominado efecto
vinculante de los contratos).

Son elementos de los contratos:

1. El objeto (materia sobre la que versa). El objeto debe ser lícito, posible,
determinado o determinable, de interés para las partes y pasible de valoración
económica (art. 1003 Código Civil y Comercial).

2. La causa (el por qué y el para qué se contrata). La causa debe existir desde el
momento de la formación del contrato y hasta su celebración y ejecución (art.
1013 Código Civil y Comercial), y debe ser lícita (art. 1014 Código Civil y Comercial).

3. La forma (si debe hacerse por escritura pública, por documento privado, por
escrito, con testigos, etc.). Respecto a la forma, en nuestro país rige la libertad de
formas (art. 1015 Código Civil y Comercial). Esto significa que, como principio
general, no deben llevar una formalidad determinada, excepto que la ley lo
disponga (por ejemplo en el caso de contratos relativos a bienes inmuebles, ellos
deben otorgarse por escritura pública).
Por otra parte, los contratos pueden clasificarse en: unilaterales o
bilaterales (según si una o ambas partes se obligan hacia la otra), onerosos o
gratuitos (dependiendo de si las prestaciones son recíprocas o si solo una de las
partes obtiene beneficios), conmutativos o aleatorios (de acuerdo a si las ventajas
para todos los contratantes son ciertas o inciertas), nominados o
innominados (según posean o no regulación específica en la ley), instantáneos o
de tracto sucesivo (según su ejecución se produzca en un solo momento o se
extienda en el tiempo).

A continuación enumeramos diferentes mecanismos alternativos que consideramos


convenientes tener en cuenta al momento de celebrar un contrato de manera
remota:

1. FIRMA DIGITAL.

En principio es menester individualizar la llamada “Firma Digital”, la cual se


encuentra regulada por la Ley 25.506. La presente Ley establece en su artículo N°
2 que se entiende por firma digital al resultado de aplicar a un documento digital un
procedimiento matemático que requiere información de exclusivo conocimiento del
firmante, encontrándose ésta bajo su absoluto control. La firma digital debe ser
susceptible de verificación por terceras partes, tal que dicha verificación
simultáneamente permita identificar al firmante y detectar cualquier alteración del
documento digital posterior a su firma. Todos los procedimientos de firma y
verificación a ser utilizado para tales fines serán los determinados por la Autoridad
de Aplicación en consonancia con estándares tecnológicos internacionales
vigentes.

Este tipo de firma es una solución tecnológica que permite añadir a documentos
digitales y mensajes de correo electrónico una huella o marca única, a través de
ciertas operaciones matemáticas. Todo ello permite al receptor del mensaje o
documento: Identificar al firmante de forma fehaciente, lo cual proporciona
autenticación; Asegurar que el contenido no pudo ser modificado luego de la firma
sin dejar evidencia de la alteración, lo cual proporciona integridad; Garantía de que
la firma se realizó bajo el control absoluto del firmante, lo cual proporciona
exclusividad; Demostrar el origen de la firma y la integridad del mensaje ante
terceros, de modo que el firmante no pueda negar o repudiar su existencia o
autoría.

Dicha firma, facilita el reemplazo de documentación en papel por su equivalente en


formato digital. Ahorra costos, simplifica procedimientos y brinda seguridad en el
intercambio de información. Se utiliza principalmente para firmar documentos PDF
y correos electrónicos, pero también permite firmar documentos de texto, plantillas,
imágenes y virtualmente cualquier tipo de documento. Su tecnología está
incorporada en transacciones electrónicas, formularios web y navegación en
páginas seguras.
La firma digital funciona bajo ciertos cortafuegos de seguridad. Primero y principal
debemos mencionar a la “Clave Asimétrica”, el cual es un método de codificación
en la que se generan dos claves de gran longitud, usualmente de más de 200 cifras,
de modo tal que lo encriptado por una clave, sólo puede descifrarse con la otra.
Lugo cuenta con un “Hash”, también conocido como digesto o huella digital, el cual
es un resumen único que identifica a un documento digital que suele expresarse en
número y letras minúsculas. Seguidamente se procede a la “Firma”, donde se utiliza
el Hash cifrado y se incorpora, junto con otros datos como la fecha, hora de firma y
datos del firmante, como anexo del documento, obteniendo así un documento
firmado digitalmente. Por último, se emite un “Certificado Digital”, el cual es un
documento firmado digitalmente por una autoridad por el que se atestigua que una
clave pública pertenece a un determinado individuo o entidad.

Para poder reconocer una firma digital, la misma se trata de un pequeño bloque de
información que suele anexarse o “incrustarse” al documento firmado. No es
directamente visible en el documento, pero la mayoría de las aplicaciones que
trabajan con documentos permiten distinguir cuales están firmadas y ver los detalles
de la firma. Cabe destacar que un documento firmado digitalmente puede carecer
de sello, y a su vez, puede existir un documento sellado sin firma digital.

Gracias a las exigencias impuestas por medio de la Ley 25.506, la firma digital
cuenta con una validez idéntica a la ológrafa o manuscrita. De tal forma, se presume
válida salvo prueba en contrario, siempre que sea verificado correctamente.

Debemos destacar que a todos los contratos formalizados por correo electrónico
con firma digital son autosuficientes (si es celebrado de acuerdo a los requisitos
previstos en el art. 438, CF Bs. As. cdad.) y está gravado por el impuesto de sellos,
por cumplirse el principio instrumental.

1. FIRMA ELECTRÓNICA.

Considerando la imposibilidad que tiene la persona que quiera registrar su firma


digital, para presentarse físicamente ante el certificador licenciado para constatar su
identidad como consecuencia del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio
establecido por el Decreto 297/20, y ante situaciones similares que puedan
plantearse en que no resulte factible -legal y/o fácticamente- la interacción
presencial entre las personas o el registro de la firma digital, es necesario recurrir a
diferentes alternativas.

Encontramos aquí a la “Firma Electrónica”, la cual es definida por la Ley como el


conjunto de datos electrónicos integrados, ligados a asociados de manera lógica a
otros datos electrónicos, utilizado por el signatario como su medio de identificación,
que carezca de alguno de los requisitos legales para ser considerada firma
digital. Entonces, para poder ser considerada firma electrónica, el procedimiento
debe al menos poseer las propiedades de Autenticación e Integridad que antes
mencionados.
Este es por tanto un concepto jurídico y un método de identificación, equivalente o
análogo a la firma manuscrita, que se sirve de diversos soportes electrónicos
distintos, como un lápiz electrónico o una firma digital. Realizar una firma electrónica
quiere decir que una persona física verifica una acción o procedimiento mediante
un medio electrónico, dejando un registro de la fecha y hora de la misma. Este
concepto es más genérico, amplio e indefinido desde el punto de vista electrónico
que la firma digital.

Entre los ejemplos más comunes de firma electrónica encontramos aquellas firmas
realizadas con certificados que no fueron emitidos por un certificador licenciado,
incluyendo los certificados por autoridad certificante extranjera, por un ente
nacional, privado o público sin licencia o certificados generados por el propio
firmante mediante alguna aplicación informática, podemos mencionar a modo de
ejemplo, plataformas tales como DocuSigns o AdobeSign. A su vez se encuadran
aquí las firmas realizadas con un certificado válido pero expirado o revocado antes
de firmar, como también las firmas de documentos generados mediante las
plataformas de “Trámites a Distancia” (TAD) y GDE, salvo los casos en que al firmar
se haya utilizado un Token o Firma Remota.

Conforme la ley, la firma electrónica tiene valor legal, pero no tiene el mismo valor
de prueba que la firma digital. Si alguien niega o desconoce una firma digital, esa
persona tiene que probar que la firma es falsa. En cambio, si alguien niega o
desconoce una firma electrónica, es la otra parte quien debe probar la autenticidad
de la firma.

Por último, cabe destacar que, a través de la Ley 5493 (C.A.B.A), se establece que
aun cuando hubiese una oferta y una aceptación por correo electrónico con firma
electrónica, no existiría un “instrumento” alcanzado por el impuesto de sellos.

1. CORREO ELECTRÓNICO

Si bien el mecanismo de la firma digital brinda a los contratantes la posibilidad de


suscribir un acuerdo sin la necesidad de realizar un intercambio físico del
documento, produciendo los mismos efectos que la firma ológrafa, y asegurando
indubitablemente la autoría e integridad del instrumento, ello no obsta que el
contrato pueda celebrarse en ausencia de firmas (ológrafas y/o digitales), en el
marco de la libertad de formas y autonomía de la voluntad que el derecho prescribe.

Un simple intercambio de emails en el que las partes manifiesten su voluntad de


contratar, es un método rápido y eficaz. Ante la “desmaterialización” (eliminación
del soporte papel) de los contratos electrónicos, el e-mail se constituye como un
documento digital que satisface el requerimiento de escritura, y que puede ser
incorporado como prueba en juicio. Tenemos dicho entonces, que la carencia de
firma no hace a la validez del contrato, sino a la prueba de éste.

La forma de evitar la contingencia del desconocimiento de alguna de las partes pasa


por utilizar un sistema informático lo suficientemente seguro que impida cualquier
modificación de los documentos almacenados, que permita la reconstrucción del
texto originario de un documento alterado, o que al menos asegure que de haberse
modificado el documento ello habría generado una marca o huella que indicaría que
sólo en ese caso no debe ser considerado fehacientemente.

Para acreditar la validez (autoría y contenido) de la aceptación y oferta de contrato


de los cuales pretende hacerse valer, la parte afectada deberá valerse de distintos
medios de prueba, como ser la identificación de la dirección IP (Internet Protocol)
desde la cual partió el e-mail de aceptación, testigos, llamados telefónicos,
mensajes de texto, pericias técnicas, etc.

En esta exigencia, el principio de ejecución del acuerdo puede resultar de gran


utilidad a los fines de probar la existencia del contrato. El intercambio de e-mails y
la ejecución de actos consecuentes al cumplimiento del contrato son elementos que
en conjunto podrán servir para hacer valer el acuerdo en una potencial contienda.

Además oportunamente se podrá demostrar la autoría de las partes a través de


medios de prueba alternativos, por ejemplo, una pericia informática que valide que
el instrumento se originó, se firmó y se envió por una determinada persona.

1. FIRMA ESCANEADA EN DOCUMENTOS

En la práctica del ejercicio profesional, vislumbramos frecuentemente situaciones


donde las partes firman de manera ológrafa un documento, se realiza un escaneo
del mismo, y luego es enviado por correo electrónico.

Si bien este mecanismo es uno de los más utilizados, es menester destacar en un


primer momento que, el escaneo de una firma ológrafa, no se encuentra bajo la
esfera de la firma digital. Una firma escaneada, o bien la impresión de un sello de
firma, no tiene, ab initio, los efectos de la firma digital, y por supuesto no equivale a
esta última.

Es por ello que entendemos que el valor de un documento en el que se haya


plasmado una firma escaneada o un sello de firma, quedará a merced del valor
probatorio que le puedan dar las partes.

1. VIDEOCONFERENCIA

La utilización de aplicaciones de videoconferencia o videollamada, son cada vez


más frecuentes y se ofrecen en innumerables plataformas. A través de este
mecanismo, las partes se encuentran en comunicación simultánea bidireccional de
audio y video, lo cual permite mantener reuniones con grandes grupos de personas
situadas en lugares alejados entre sí. Adicionalmente, puede ofrecerse facilidades
tales como intercambios de gráficos, imágenes fijas, como así también registrar y
grabar las reuniones desarrolladas.
Para mayor seguridad de las partes, la gran mayoría de las soluciones para
conferencia web utilizan protocolo de cifrado SSL de 128 bits para el acceso seguro
a las salas de conferencia y alguno a 256 bits, no obstante estos niveles quedan ya
obsoletos.

Dichas plataformas permiten constar con un registro de la manifestación de la


voluntad de las partes contratantes, lo cual posibilita la demostración de la formación
del consentimiento de manera remota, ya que en los términos del art. 971 de Código
Civil y Comercial, no se exige que esta sea plasmada en papel.

Otra vez aquí, el valor probatorio de dicho medio se sostendrá en la buena fe y


diligencia de cada una de las partes, ello según la amplitud probatoria estipulada en
el art. 1091 del Código Civil y Comercial.

Transferencia Bancaria.

Como elemento adicional de prueba y complementario a cualquiera de las


anteriores, puede realizarse una transferencia bancaria al solo efecto de demostrar
la intención de las partes de llevar adelante la contratación. Esta transferencia
puede ser incluso por una suma insignificante.

A modo de Conclusión

Hemos tratado de demostrar algunos aspectos sobre la firma de contratos en


formato digital, destacando su importancia de cara a un futuro que nos acosa
mediante nuevas tecnologías que han venido a cambiar o cuestionar ciertos
paradigmas de conductas y valores, pero trascendentales a la hora de enfrentar
situaciones anómalas como la que se encuentra transitando el país frente a la
pandemia del COVID-19.

Si bien alguna de ellas presenta un gran reto, fundamentalmente al momento de


probar la celebración de un contrato, estas nuevas herramientas exponen al
derecho privado a una inminente y necesaria modernización, de modo de que el uso
de nuevas tecnologías ha crecido significativamente en los último años debido al
beneficio que estas traen aparejado, nos lleva hacia una nueva realidad de infinitas
posibilidades, conectando oferentes y aceptantes que, de otro modo, no habrían
podido aprovechar las ventajas económicas ofrecidas por su contraparte, junto a un
proceso que es rápido, eficaz, sencillo y generalmente de bajo costo.

La elección del medio adecuado para celebrar el contrato dependerá, en última


instancia, de una serie de factores entre los que se destacan la importancia de la
transacción, la confianza que ofrecen las partes, la historia de las operaciones
efectuadas entre ambas, el grado de sofisticación del mercado, los usos y
costumbres y la mecánica de cumplimiento del contrato.
Si bien, tanto a nivel país como mundial, existe una crisis humanitaria como
consecuencia de la expansión del Coronavirus, debemos atender estos nuevos
desafíos como oportunidades para romper con la costumbre en formato papel a
través de la implementación de tecnologías y medios que cambiarán la forma de
interactuar entre los organismos gubernamentales, los ciudadanos y la cotidiana
vida societaria.

También podría gustarte