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José María Pérez Pascual, profesor técnico de Hostelería, comenta que el queso es un
producto que goza de una amplia aceptación del público en cualquiera de sus muchas
variedades. “La exposición de este alimento debe hacerse en las condiciones higiénicas
y sanitarias adecuadas para no incurrir en errores de manipulación o se alteren sus
propiedades organolépticas”, indica en su libro “Hostelería: técnicas y calidad de
servicio” (Ediciones Hotel, 2001).
“Los quesos que no han sido abiertos y se almacenan en la nevera entre 1.1 grados
Celsius y 3.3 grados Celsius pueden mantener su calidad incluso después de la fecha de
caducidad colocada en su embalaje”, se lee en el material.
Los problemas con el queso comienzan cuando se abre el paquete que lo contiene y se
expone al aire, pues esto trae consigo posible contaminación por esporas y moho
natural. Por ende, después de abierto el producto hay que seguir ciertas directrices
según cada tipo de queso.
Consejos de conservación
Tenga en cuenta que los quesos frescos, como el cottage, el queso crema y el
mascarpone, presentan alta humedad, lo cual los hace más perecibles que los quesos
duros. Estos quesos deben mantenerse bien sellados y fríos y consumirse antes de las
dos semanas.
Temperatura
Los quesos rallados pierden humedad y generan moho más fácilmente que los quesos
en pedazos mayores, puesto que tienen más superficie expuesta al aire. Si tiene
sobrantes de queso rallado, envuélvalo bien y asegúrese de consumirlo en pocos días.
El queso comparte casi las mismas propiedades nutricionales con la leche, excepto
porque contiene más grasas y proteínas concentradas. Además de ser fuente
proteica de alto valor biológico, se destaca por ser una fuente importante
de calcio y fósforo, necesarios para la remineralización ósea.
Con respecto al tipo de grasas que nos aportan, es importante volver a señalar que se
trata de grasas de origen animal, y por consiguiente son saturadas, las cuales influyen
muy negativamente ante enfermedades cardiovasculares y la obesidad o sobrepeso.
Las personas con intolerancia a la lactosa o alérgicas, deben tener especial cuidado,
restringiendo su consumo, o tomando solo aquellos que su organismo tolera sin
generar reacciones adversas.