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¿Como es la carrera de medicina?

La licenciatura en medicina, también conocido como medicina general puede durar entre 6 o


7 años: dependiendo la universidad son 4 o 5 años de clases, más un año de internado, más un
año de servicio social

Como ser un buen estudiante


no depende únicamente de cuan inteligente seas: la verdad, la mayoría de los
estudiantes tienen una inteligencia media. Y siendo así, ¿Por qué unos destacan más
que otros? Bueno, en la mayoría de los casos, es porque son más disciplinados y
organizados con sus estudios.

Toma a continuación 8 consejos para ser un mejor estudiante y subir tus notas en


todas las materias:

1 – Motívate
Piensa en las razones por las que quieres estudiar: visualiza el futuro y cómo te
gustaría estar de aquí a diez años. La verdad es que, si bien un título universitario no
asegura una vida resuelta, sí abre el camino hacia mejores oportunidades.
2 – Piensa en que tendrás tiempo para todo
La verdad es que muchas veces resulta más divertido quedarse en un parque al sol,
salir con amigos, mirar la televisión o hacer cualquier actividad de ocio antes de
cumplir responsabilidades. Pero por eso siempre debes tener presente que con tu
estudio te estás jugando en cierta forma el futuro, y que al final siempre habrá tiempo
para hacer cosas divertidas después de cumplir con tus tareas.

Sin embargo, si no estudias en el momento que tienes la oportunidad, hacerlo


más adelante será bastante más complicado (aunque nunca es tarde, claro).

3 – Explora diversas técnicas de estudio


Existen varias técnicas de estudio y no es verdad que solo puedes hacerlo de
memoria, aunque memorizar ciertas cuestiones es imprescindible. Investiga acerca
de diferentes opciones hasta que encuentres la que se adapta más a tu forma de
aprender.
4 – No te distraigas
Las distracciones son el peor enemigo de los estudiantes y son un error a la hora de
estudiar. Cuestiones como Facebook, Whatsapp, televisión y todos los dispositivos
electrónicos y no electrónicos que te roben el tiempo debes dejarlos de lado durante el
rato que utilizas para estudiar.

No sirve de nada estar 5 horas frente a un libro mirando tu Smartphone cada diez


minutos. Lo mejor es que, aunque te tomes menos tiempo, ese rato realmente rinda.

5 – Presta atención en clase


Prestar atención en clase te allanará la mitad del camino a la hora de estudiar, y más
aún si lo acompañas con apuntes. Cuando prestas atención en clase, además,
puedes hacer las preguntas pertinentes para resolver tus dudas sobre un tema o
material de estudio concreto.

6 – Descansa lo suficiente
Si no duermes bien te será imposible concentrarte tanto en clase como a la hora de
estudiar, ya que tu cuerpo y tu cerebro estarán cansados y así no hay quien pueda
aprender nada nuevo. Tanto el buen descanso, como llevar una buena
alimentación son fundamentales para el rendimiento y productividad de cualquier
persona.

7 – Prioriza las materias que te cuestan más


Comienza a estudiar o a resolver deberes con las tareas que tienen más dificultad.
Dedícales a éstas más tiempo y, si tienes varios trabajos que presentar, siempre
empieza por los más difíciles.

El primer rato de estudio será el que concentre tu punto más alto de atención y,
normalmente después de unas horas, esta irá en total descenso. Así que, aprovecha
esos momentos en los que estás más despierto para dedicarle tiempo a lo que más te
cuesta.

8 – Apóyate en material en internet


El primer material que debes tener en cuenta es el que recomienda el profesor; pero si
sientes que con éste más las explicaciones en clase aún sigues sin entender un
tema, busca más información al respecto en internet, en fuentes de calidad y
confiables. Si, por ejemplo, no entiendes un ejercicio matemático, investiga tutoriales
que te expliquen los pasos a seguir para la resolución.

Si lo que tienes es que estudiar un tema histórico, además de, por supuesto, leer el
material asignado, también puedes mirar una película o documental al respecto de
ese tema puntual. También existen los podcasts educativos o un sinfín de recursos
más donde apoyarte para aprender y profundizar sobre diversos temas.

El significado y la importancia de ser


doctor
 Un doctor es aquel que ha elaborado una tesis doctoral y obtiene la más alta
titulación universitaria posible. Solo unos pocos médicos son doctores,
mientras que la inmensa mayoría de los doctores no guardan ninguna
relación con la medicina.
 El escaso conocimiento social del significado de ser doctor en nuestro país
va en paralelo con una clase dirigente con estudios universitarios poco
específicos o inadecuados y contrasta con la situación en otros países
como Alemania.
 El mundo está produciendo más doctores que nunca pero la tendencia se
debe a países como China donde la calidad del doctorado es baja. Es
tiempo de analizar el significado real del doctorado y de abrir un diálogo
social sobre la importancia por el “amor al conocimiento” que los doctores
encarnan.
Ilustración de Marcos Méndez

En España como en muchos países, la gente piensa que un doctor es el que cura a
un enfermo. Pero eso no es así. Un doctor es aquel que ha elaborado una tesis
para doctorarse y obtener de esta forma la más alta titulación universitaria
posible. La tesis puede versar sobre enfermedades humanas, sobre el bosón de
Higgs o sobre la biodiversidad de los arrecifes coralinos. Solo unos pocos
médicos, quienes sí que curan enfermos, son doctores, mientras que la inmensa
mayoría de los doctores del mundo no están instruidos para curar a nadie ni
guardan ninguna relación con la medicina. En países como Alemania, y buena
parte de Centroeuropa, el título de doctor es comprendido y muy valorado
socialmente. La mayoría de los políticos que acceden a puestos de
responsabilidad son doctores, y no es raro que tengan más de un doctorado.
Mucho de esto no llega a saberse en países como el nuestro, donde los políticos
no tienen la formación universitaria más adecuada para su cargo (a veces no
tienen formación universitaria alguna) y ni si quiera suelen dominar el inglés, la
moderna lingua franca sin la cual no solo no es posible comunicarse bien con
colegas de otros países sino que es poco eficiente la adquisición y actualización
del conocimiento a partir de las fuentes originales. Sin embargo sí salen a relucir
las tesis doctorales en los medios de comunicación cuando se detecta un fraude
que obliga a dimitir a un político, algo que de momento solo ocurre “en otros
países” no solo porque nuestros políticos no tienen doctorados sino porque no
acostumbran a dimitir pase lo que pase. La importancia que confieren al
doctorado en algunos países se aprecia también en estos casos de fraude,
como en el de la influyente política alemana Annette Schavan que ha sido
recientemente forzada a renunciar a su cargo por haber plagiado su tesis doctoral.

El título de Doctor viene de la palabra latina del mismo nombre y significado,


que deriva  del verbo “docere” es decir, enseñar. Se ha empleado durante más de
mil años como título académico desde el origen de las universidades en Europa.
En los países de habla inglesa se emplea el término Ph.D., PhD o D.Phil
(abreviaciones de Doctor of Philosophy) y el nivel académico varía en función
del país, institución y momento histórico. El término “filosofía” no se refiere
únicamente al campo de la filosofía  sino que recoge el sentido griego de “amor
por la sabiduría.” El doctorado en filosofía como se entiende hoy en el mundo
anglosajón deriva del doctorado  en artes liberales de la universidad Humbolt de
Berlín (las siete artes liberales incluidas en el Trivium y el Cuadrivium han
cambiado bastante desde la Edad Media) y aunque en ciertos países europeos el
doctorado en filosofía se refiere sólo al doctorado en estas artes liberales, la
influencia de los países de habla inglesa como EE.UU. han extendido el uso
general del término PhD a los doctorados en cualquier materia.

Hay una diferencia fundamental entre doctorados profesionales, doctorados en


investigación y doctorados superiores. Mientras que los primeros no desarrollan
tesis sino un periodo más o menos largo de habilitación profesional, los segundos
han de defender una tesis basada en investigación original, y los terceros muchas
veces requieren de una segunda tesis para ejercer como profesores universitarios,
como en el caso de Alemania. Distinguir entre diferentes tipos de doctores es
fácil en inglés, ya que el título otorgado a los investigadores es PhD, mientras
que por ejemplo los médicos se llaman MD (medicine doctor). Pero mucho más
confuso resulta en Italia o Portugal, donde los licenciados son todos directamente
tratados como doctores.
En las ciencias experimentales, un doctor es un científico capacitado para
realizar investigación de manera independiente y para supervisar a otros
estudiantes de doctorado. En países como España, Portugal, Dinamarca o
Estados Unidos, donde las tesis doctorales duran cuatro años o incluso más (en
Estados Unidos los normal son seis años), se espera que un recién doctorado
pueda diseñar su propia investigación. Por el contrario, en países como Inglaterra
o Francia, donde las tesis duran alrededor de tres años, se entiende que es
necesario que el joven investigador pase un periodo postdoctoral en el que trabaja
(de manera independiente, eso sí) en la investigación ideada por un científico
senior. Estas sutiles diferencias profesionales se difuminan rápidamente según los
doctores acumulan experiencia, por lo que tras unos años, un doctor en
investigación o PhD es un profesional de la ciencia, altamente cualificado (y con
experiencia demostrable) para enfrentarse a problemas, hacerse preguntas, ser
crítico con su propia investigación y la de otros, y hacer avanzar el conocimiento.
Es decir, es alguien que basa su crecimiento profesional en replantearse una y
otra vez todo lo que sabe, desafía el conocimiento establecido como método de
trabajo, y está habituado a aprender de los errores. Poco que ver con un político
normal en nuestro país, perteneciente a esa mayoría que no sólo carece de
doctorado sino también de las muchas virtudes que se desarrollan con un
doctorado.

Lo que realmente significa ser doctor depende, como hemos visto, del país y del
sector profesional. Mientras en un país centroeuropeo ser doctor es tener estudios
superiores y una elevada formación, en otros como algunos países árabes tan solo
representa que has tenido dinero para pagar los gastos, y en otros, como
posiblemente en el nuestro, que te ha entrado el gusanillo por profundizar en
algún tema muy especializado. Mientras en muchas ciencias experimentales es
frecuente enfocar la carrera profesional hacia un doctorado, casi nadie espera que
un ingeniero sea doctor. Ya bastante tiene con ser ingeniero, pensaran muchos. Y
la calidad, novedad y profundidad científica de una tesis no son iguales entre
países, y aún dentro de un país, entre distintas áreas del conocimiento.

El mundo está produciendo más doctores que nunca y quizá sea tiempo de
pensar dos veces si eso es lo que realmente necesitamos. Eso señala un
interesante artículo que la revista Nature publicó en 2011. Las tendencias en cada
país son muy contrastadas. A nadie sorprende que China sea el principal
productor mundial de doctores (con crecimientos anuales de más del 40%
generando  unas 50.000 tesis al año en 2009, muy por encima de EE.UU. y los
países europeos) y tal como ocurre con India sus perspectivas son las de seguir
incrementando su producción.  El precio que estas políticas están pagando es la
paupérrima calidad de esos doctorados. En Japón se ha observado un declinar
reciente por la incapacidad del mercado laboral de absorber a los doctores. En
Alemania, la principal factoría europea de doctores, la producción es constante y
estable, sin perspectivas de crecer; se interpreta como resultado de los salarios
modestos y del largo proceso hasta que un doctor encuentra un trabajo en el
mundo académico.  En EE.UU. se producen muchos doctores a pesar de que el
número de plazas estables en la Academia decae por lo que hay un desequilibrio
creciente entre oferta y demanda. En España, y bajo el actual escenario de
crisis, las perspectivas son muy oscuras para los jóvenes doctores, a pesar de
la excelente tendencia en calidad y cantidad de doctores en las últimas décadas.
Ante la pregunta de para qué sirve un doctorado, los autores concluyen que solo
en ciertos países asiáticos o árabes éste abre nuevas posibilidades laborables
fuera de universidades y centros de investigación, y revela que aunque en general
no da lugar a mejores salarios (con frecuencia es al contrario) si tiende a
proporcionar mayor satisfacción, valorándose muy positivamente el desafío
intelectual que el trabajo brinda a los doctores.
La erudición y la búsqueda de la verdad y el conocimiento puede ser una
aventura personal y solitaria, como con frecuencia lo es, pero también es un
posible objetivo social. Parece ser que los tiempos actuales empujan más a mirar
por la seguridad económica en una especie de “coge el dinero y corre” que a
buscar ideales y mejorar el conjunto de la sociedad. Pero es indiscutible que
nadie puede valorar lo que no conoce. Si la sociedad no conoce el significado de
un doctorado, difícilmente lo valorará. Parece que el sistema académico en
nuestro país ha fallado comunicando el sentido de una tesis. Los científicos no
hemos sabido aclarar a la sociedad cosas básicas de nuestra formación como es la
tesis doctoral. El doctorado es una pieza esencial, necesaria pero no suficiente,
para el desarrollo de un tejido cultural y científico que conecte y enriquezca los
distintos actores y objetivos sociales.  Si la sociedad no vislumbra las
implicaciones de un doctorado, tendrá difícil estimar qué importancia le concede
a la investigación y le faltará criterio para situar el nivel de la inversión pública
en la exploración del conocimiento. Es decir, sin comprender la esencia y las
implicaciones de la investigación, representadas por una tesis doctoral como
primer paso, la estrategia de I+D+i de su país podrá tomar el rumbo
errático de un pollo sin cabeza. Así pues, los científicos de esta España del
siglo XXI tenemos una tarea adicional al quehacer investigador, la de mostrar
para qué sirve un doctorado. Y a esta tarea le sumamos el desafío, o casi más
bien la provocación personal, de lograr que  los ciudadanos se sientan más
orgullosos de los doctorados a los que contribuye con sus impuestos que de los
futbolistas o artistas que apoya comprando entradas para los eventos
correspondientes. 

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