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A lo largo de esta obra se han discutido con especial énfasis cuatro aspectos de la historia económica de
América Latina. El primero han sido los logros en materia de desarrollo, con sus claroscuros en el plano
comparativo internacional. El segundo aspecto ha sido el de la inestabilidad económica, asociada a sus
formas de especialización internacional, donde todavía predominan los recursos naturales, y al acceso
inestable al financiamiento internacional. El tercero ha sido la lenta gestación de las instituciones políticas y
económicas modernas y las grandes variaciones en las políticas económicas y en los modelos de desarrollo
que las han acompañado. El cuarto es el de la desigualdad, terreno en el que América Latina presenta
problemas más serios que otras regiones. Recapitulemos los vínculos entre estos aspectos.
Desarrollo y desigualdad
No hay duda que la región ha avanzado en su desarrollo. Ello se refleja en el avance de la producción por
habitante, la mejora en los indicadores de desarrollo humano y la reducción en los niveles de pobreza. Pero
este proceso ha sido desigual a lo largo del tiempo y de la geografía regional.
¿Cuál ha sido el resultado neto de dichas tendencias sobre la distribución del ingreso y de la riqueza?
La historia es muy diversa y no existe la información para corroborarlo con plenitud, pero es posible hablar de
cuatro fases. La primera fue de deterioro, hasta comienzos del siglo XX o incluso después en economías con
excedentes de mano de obra. A ella se sucedió una de mejoría, que se dio en forma temprana (desde la
década de 1920) en el Cono Sur por los factores institucionales mencionados, en forma más tardía (en los
años 1960 o 1970) en otros (Colombia, Costa Rica, México y Venezuela), pero que no se produjo nunca en
algunos países (Brasil). La tercera fase, de deterioro, la inauguraron nuevamente los países del Cono Sur,
pero se generalizó a fines del siglo XX con la década perdida y las reformas de mercado. Finalmente, unas
dos terceras partes de los países han experimentado una mejora distributiva en la primera década del siglo
XXI, o quizás desde un poco antes. A largo plazo, puede decirse que la desigualdad en la distribución del
ingreso en América Latina, aparte de ser estructuralmente alta, lo cual es ampliamente reconocido, es quizás
peor hoy que cuando se inició el proceso de rápido crecimiento económico en la segunda mitad del siglo XIX.
De hecho, y pese a la mejora distributiva de comienzos del siglo XXI, el nivel promedio de desigualdad sigue
siendo peor que el de 1980.