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Exposición de Nietzsche: Cuarta parte.

Un año más tarde de la publicación de estas tres partes, Nietzsche escribirá la cuarta;
empero, por si sus percances no fueran pocos, no encontrará siquiera editor:
A costa suya pues, hizo Nietzsche imprimir 40 ejemplares. Certeramente se ha dicho que
“sus amigos no eran tan numerosos”. Buscando mucho, encontró siete destinatarios, de los
cuales ninguno era realmente digno. ¿Quiénes fueron estos siete? Presumámoslo, si es
posible: su hermana (de la que no cesaba de quejarse); la señorita de Meysenburg (que no
entendía nada de sus libros); Overbeck (amigo exacto y lector inteligente, pero reservado);
Burckhard, el historiador de Basilea […]; Peter Gast (el discípulo fiel, al que sin duda
encontraba Nietzsche demasiado obediente y fiel); Lanzky (buen camarada de aquel
invierno); Rohde (que apenas disimulaba el tedio que estas lecturas forzosas le causaban)
A diferencia de las partes anteriores, la cuarta parte no se compone por lo que serían
capítulos o episodios aislados, por el contrario, forman parte de un relato que debe de ser
leído en el orden preestablecido.
Momentos:
Primera parte: el más feo de los hombres.
El contexto: Z sale de su caverna en la búsqueda de alguien que aledaño a su montaña
clamaba por auxilio, en esa pequeña aventura se encuentra con una gran cantidad de
personajes como algunos comerciantes o un mago, y, el pasado, es el ultimo papa. Con el
ultimo papa vuelve el tema de la muerte de Dios.
Este hombre es el asesino de Dios.
Él, se encontraba en el reino de la muerte, un lugar al que se le evitaba y solo las serpientes
una vez que estaban viejas iban a morir. Él, huyo a ese lugar intentando escapar de la
mirada de los hombres que le recordaba su fealdad. Sin embargo, la mirada penetrante del
Dios que todo lo ve, del testigo de sus más hondas profundidades le seguía a donde quisiera
que fuere. Ante la imposibilidad de resistir a esa mirada le asesina, asesina a Dios.
 “Me veía siempre: de tal testigo quise vengarme – o dejar de vivir. El Dios
que veía todo, también al hombre: ¡ese Dios tenía que morir! El hombre no
soporta que tal testigo viva»

El paisaje.
el paisaje se transforma, es oscuro y lúgubre, casi que desierto. ¿qué refleja? Lo que
queda de la muerte de Dios: desolación, ausencia, vacío, queda una nada. (imagen del
nihilismo)
La compasión.
No es secreto para nadie la concepción de Nietzsche en torno a la compasión: ese
instinto depresivo o débil que logra dos cosas: obstaculizar la evolución y propagar el
sufrimiento.
El mendigo voluntario.
Él busca la felicidad, lo curioso es en que como quien le puede enseñar el medio para
llegar a ella son las vacas y su arte de rumiar.
Deleuze: "He aquí lo que vamos a hacer este año, mi suerte depende por completo de
esto. Voy a decirles con toda franqueza lo que quisiera hacer este año. Quisiera,
realmente, repetirme. Quisiera rehacer lo que hemos hecho. Pero es necesario que me
explique un poco. Quisiera hacer filosofía a la manera de las vacas. Rumiando. Pero los
ejercicios de rumiar no son yoga. Rumiar significa a mi modo de ver… Solamente un
autor ha sabido rumiar, y es grande entre los grandes, es Nietzsche. Por eso Nietzsche
tenía a la vaca como animal sagrado. Decía que las vacas eran vacas del cielo. Ahora
bien, rumiar, para él, consistía en lanzar un aforismo y leerlo dos veces. Para mí no es
al nivel del aforismo, porque el aforismo no es mi asunto, sino la necesidad de rumiar
algo. ¿Por qué digo esto? Es necesario para mi propia clarificación. Lo que digo es que
deseo completa y verdaderamente repetirme, y reemprender al repetirme".
Sobre el rumiar en Nietzsche: él afirmó que solo las vacas debían leerlo, debido a que
solo ellas podrían captar el sentido profundo presente en sus metáforas, imágenes,
aforismos y no solo quedarse en la literalidad.
Náusea
Capitulo 7: nacimiento de la tragedia: la náusea. La describe como la sensación que
experimenta aquel que, habiendo transitado por el estado dionisíaco, regresa al mundo
cotidiano. Es el resultado de aquella tención.
La sombra.
En primer lugar, habría que señalar que la figura del caminante está estrechamente
unida a la del espíritu libre.
En humano, demasiado humano, específicamente en el prólogo, Nietzsche dice que para curarse de
su enfermedad necesitó inventar a los espíritus libres como amigos temporarios. Estos, se
caracterizan por un gran desasimiento (desprendimiento)
“De espíritus atados, de respetuosos de lo antiguo y de la patria de los padres, se
han transformado en hombres signados por la "voluntad de irse a toda costa",
por la necesidad de abandonar "la casa", por un afán de exilio, extrañamiento,
desintoxicación. Para irse de la casa de los padres y de las tradiciones es necesario
transitar el desierto y la soledad, pero éste es el camino a la gran salud, a
la multiplicidad de perspectivas y modos de pensar”

el caminante que se desprende de todo, deja de ser viajero, pues no va a ningún lugar en
específico.
“Por ello hallará placer en el
cambio, en lo transitorio, pero también por ello encontrará noches tremendas,
en las que sentirá el cansancio de tanto caminar, y mañanas serenas y claras,
en la que todo lo bueno se le acercará y ofrecerá a su paso.”

La sombra, también representa la alteridad presente en el caminante, es otro aspecto de


uno mismo: una otredad en la mismidad. Teniendo esto presente, no es gratuito que en
la cuarta parte retorne la sombra del caminante, esto debido a que no es difícil que
quien se desprende de todo, en cierto momento de su recorrido, insatisfecho ante las
duras circunstancias y falta de seguridades, quiera, como dice Zaratustra, encerrarse en
una fe más estrecha aún que la abandonada.

A mediodía.
El mediodía, el instante de menor sombra, el momento álgido de la filosofía,
su presente absoluto, es un presente descentralizado, desplazado, extemporáneo
«Mediodía; instante de la sombra más corta; final
del error más largo; punto álgido de la humanidad

la imagen del mediodía, del momento más cercano a la au


sencia
de sombra, instante de una perfecta verticalidad, no habla de un presente
sin tradición —allí donde la historia y la cronología han desaparecido—, sino de
un presente hiperdenso, el cual contiene la potencialidad de todos los presentes

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