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ORIGEN DEL MAÍZ

Hace mucho tiempo, el dios Ñandú Tampa paseaba por los Andes cubiertos de verde cuando se
encontró a unos mellizos jugando solos en el monte, cuyos nombres eran Guaray (Sol) y Yasi
(Luna).

El dios, al verlos tan joviales y llenos de vida, consideró que serían una muy buena compañía
para su padre, el dios Ñanderu Tampa, así que antes de que los chiquillos se percataran de su
presencia Ñandú los atrapó y se fue volando para entregárselos a su padre.

La madre de los chiquillos escuchó cómo sus hijos gritaban desesperados mientras el dios sin
escrúpulos lo raptaba. No logró detenerlo y solo le dio tiempo para tomar a sus hijos de los
pulgares del pie, que se quedaron en sus manos mientras el dios Ñandú seguía sin detenerse en
su camino para darle la ofrenda a Ñanderu Tampa.

Pasado un tiempo, el dios padre habló con la madre de Guaray y Yasi en sueños. A través de
ellos le dijo que sus hijos estaban bien, y le ordenó que sembrara los pulgares de sus hijos. La
mujer obedeció a la divinidad y, tras un largo período de sol y lluvia, de los pulgares plantados
empezaron a brotar unas plantas con forma de lanza que dieron frutos llenos de granos de
todo tipo de colores: amarillos, blancos, morados, negros…

Ñanderu Tampa había obsequiado a la madre con la planta de maíz en compensación por haber
perdido a sus hijos.

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