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Te cuento leyendas

LEYENDA DEL BUFEO (DELFÍN)


por por Susana C. Otero (adaptaciones e ilustración)

Esta hermosa leyenda pertenece a la selva amazónica del Perú.

   En el bosque de Pacaya, Samiria, a orillas del caudaloso río Yanayacú habitaba una hermosa
familia, un awajún oyó esta historia cuya protagonista era Tii y que sus antepasados relataban
y la hicieron correr de boca en boca.

   Dicen que dicen...que Tii era un pequeño awajún que vivía con sus padres, abuelos, cinco
hermanos varones y una niña.

   Tenían una casa con paredes de caña y techo de hojas de palma, allí todos eran felices al
contacto de la naturaleza, habían nacido en la jungla y allí se sentían libres.

   El nombre de la niña era Jajá, por más que su madre les advertía a ella y sus hermanos que
no se alejaran demasiado, ellos no le prestaban mucha atención a sus consejos.

   Tii y Jajá solían pasar mucho tiempo juntos, eran compañeros de aventuras.

   Esa tarde a Jajá se le ocurrió ir a ver a los bufeos, le encantaba escuchar su canto y solía
imitarlos con maestría.

   Tii siempre le cumplía los deseos a Jajá, y haciendo caso omiso a las advertencias de su
madre, acompañó a su hermana hasta el torrentoso río Yanayacú donde los bufeos nadaban y
jugaban con los niños que se acercaban a la costa.

   Siempre había bufeos allí, los niños solían acercarse a ellos y darle palmadas en el lomo.

   Ellos saben, porque se los dijo su padre, que los bufeos son sagrados, él les había dicho que
no jugaran con ellos, pero no lo escucharon.

   Los chicos confiaban en estos seres de canto original y extraño, con su piel rosada, para Jajá
tenían un encanto especial.

   Al llegar a la orilla, ambos hermanos se tomaron de la mano y saltaron al agua, nadaron un


rato y varios bufeos jugaron con ellos.
   De repente, Tii vio que su hermana desapareció de la superficie y no la volvió a ver más.

   Cuando se dio cuenta de la tragedia corrió hasta la choza para relatarle a sus padres lo
sucedido, él les dijo que, por más que al salir del agua había revisado bien la orilla, no observó
más que tupidos juncales.

   Él había gritado su nombre, pero no tuvo respuesta, solo algunos animales alborotaban la
selva.

   Rápidamente padre, hermanos y vecinos armaron grupos de búsqueda, pero solo


encontraron nubes de mosquitos que zumbaban y loros gritones que rompían la triste realidad
del atardecer.

   Cuando anocheció, ya nada pudieron hacer, así que volvieron exhaustos y muy tristes para
descansar, dejando atrás a los peligrosos caimanes que nadaban cerca de la orilla.

   Tii se sentía culpable y tardó mucho tiempo en dormir un rato esa noche, pero tuvo un sueño.

   En él, Tii vio una Tsugki con el cabello largo, suelto, dorado y expuesto al sol que sonreía al
costado de una cascada y custodiaba a su hermana tomándola de la mano y con el brazo en
alto, le hacía señas para que fuese hacia ella.

   Al día siguiente, ni bien despertó, corrió a contarle a su padre el extraño sueño que había
temido, él no lo dudó y sin demora comenzaron el largo camino hacia la cascada.

   Después de remar varias horas, atravesaron una tupida vegetación y pasar por debajo de
enormes árboles cuyas ramas se entrelazaban de manera que les hacían complicado el paso,
con un feroz cansancio llegaron hasta la cascada que aparecía como un milagro en medio de
la espesura.

   El agua caía precipitadamente haciendo un ruido ensordecedor, allí a un castado, sentada


sobre una roca rodeada de vegetación encontraron a Jajá. Ella los recibió alborozada y con los
brazos en alto. Todos se abrazaron y lloraron de alegría. Luego vinieron las preguntas del caso
y el porqué.

   Ella dijo que no sabía cómo, pero de pronto tuvo un calambre y se hundió hacia el fondo,
entonces unos bufeos colorados la rescataron tomándola de sus largos cabellos y
arrastrándola hacia la superficie, luego la subieron al lomo de uno de ellos y la depositaron allí
a la vera de la cascada.

   Todos felices volvieron a la vivienda, su madre la recibió entre besos, lágrimas y abrazos con
un rico potaje de plátanos y pan de yuca, todos estaban muy hambrientos.

-         ¡Ya sabía yo que los bufeos iban a recatar a nuestra Jajá! -, dijo su padre.

   Al enterarse la comunidad, porque la noticia corrió velozmente por toda la selva, tuvieron la
feliz idea de celebrar ese día como el de la nobleza y la amistad, el tercer domingo de junio, allí
en Perú en honor a los bufeos, la fiesta se lleva acabo hasta hoy en día.

GLOSARIO:

Awajùn: Indígena que habita la selva peruana. 

Bufeo: Delfín

Tsugki: sirena

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