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Ruggiero Romano
E S C U E L A DE A L T O S E S T U D I O S E N C I E N C I A S S O C I A L E S , P A R Í S
urante más de veinte años los necróforos, ávidos e in-
- S teresados, han anunciado la muerte de la historia eco-
I
D | nómica. A manera de ilustración he utilizado la pala-
| bra "necróforos", pues designa a los insectos "que
h k entierran los cadáveres de otros animales para deposi
tar en ellos sus huevos".1En efecto, de acuerdo al proyecto de los histo
riadores necróforos se trataba de depositar los huevecillos de una pre
tendida nouvelle histoire en el hum us fértil del éxito acumulado por la
historia económica durante las décadas precedentes; cálculo bastante
astuto pero que no ha sido coronado por el éxito, al menos por dos ra
zones:
a) En primer lugar las propuestas alternativas presentadas por la
nouvelle histoire eran conceptualmente bastante modestas y a menudo
un poco anticuadas. ¿Qué fuerza podía hallarse, por ejemplo, en uno de
sus temas predilectos, la pretendida "deconstrucción"?
b) Enseguida, ¿podemos decir que todo aquello que se anunciaba
como "novedad" en verdad lo era?, ¿qué novedad tenía una historia an
tropológica que había dado ya grandes resultados? Si tan sólo mencio
namos a los americanistas, tenemos que evocar los nombres de John
Murra, Nathan Wachtel, Sidney Mintz, Franklin Pease...
He aquí, pues, indicadas aun someramente, las razones del fracaso
en adelante evidente de la nouvelle histoire. Es ya hora de que la buena,
vieja historia económica haga de nuevo y con fuerza oír su voz. A pesar
de los ataques de que ha sido objeto la historia económica, ella sale bien
librada y ha dado lugar a excelentes frutos aun durante los años difíciles
en que sufrió los ataques más duros. ¿Resulta necesario mencionar los
magnos trabajos de Michel Morineau o las obras de Paul Bairoch, inclui
da la magistral síntesis publicada poco antes de su muerte?2 ¿Necesito
recordar el premio Nobel de economía que recompensó los trabajos de
Fogel?
Me sugiere estas consideraciones optimistas la situación de la histo
riografía europea, mas si revisamos la situación hispanoamericana mis
3 Cfr. El magistral artículo de L. White Jr., "Historical Roots of our Ecological Crisis"
en S d e n ce c i v , 1967, pp. 1203-1207.
deración económica. El principal objetivo de nuestra disciplina debe ser
la reconstitución de los mecanismos del hecho económico, el cual posee
una dignidad no menor a la del hecho político.
Son vastos los horizontes que se abren para el joven investigador.
Desde hace casi tres años intento escribir una especie de manual de la
historia económica de Iberoamérica durante la época colonial. Dispon
go de excelentes instrumentos en que apoyarme, pero enfrento también
enormes dificultades de las que quisiera hablar brevemente.
Contamos, por ejemplo, con excelentes estudios sobre minería: es
bien conocida la producción de oro, plata y mercurio americanos (aun
cuando el cálculo con apoyo en los demasiado famosos "quintos" me
deja dudoso). Pero, ¿qué sabemos de las piedras preciosas: rubíes, dia
mantes, perlas, zafiros? Casi nada. Sin dejar el campo de la minería,
¿cómo dejar de destacar la ignorancia total de la producción de cande
las, tan necesarias para el trabajo en las entrañas de la tierra?
¿Qué sabemos de los arsenales americanos? Durante tres siglos se
construyeron en ellos cientos de barcos que tomaron parte en las largas
travesías de la "carrera de Indias" y que aseguraron estrechas relaciones
a lo largo del litoral Pacífico o en el mar Caribe. La misma consideración
se impone por lo que toca a las construcciones navales en el curso de los
grandes ríos. Se trata, pues, de un capítulo fundamental de la historia
del comercio interoceánico y también del comercio interregional. No
obstante, nuestra ignorancia es casi total y tampoco sabemos nada del
funcionamiento económico de una sola de aquellas obras constructivas.
Las ciudades americanas de los siglos xvn y xvni fueron surcadas
por miles de carrozas. Su fabricación movilizó carpinteros, herreros, vi
drieros, talabarteros, y no creo exagerar si digo que tengo la impresión
de que en una ciudad como México o como Lima la fabricación de ca
rrozas constituyó en el siglo xvin la más importante actividad manufac
turera o ciertamente una de las más importantes.
De la ciudad al campo. Allí, en las regiones en que el suelo lo permi
tía, reinó la carreta. Ahora bien, tales carretas fueron verdaderos mons
truos. Las contadas descripciones de que se dispone para el norte de
México o para el Río de la Plata nos presentan vehículos enormes, des
montables, con piezas para refacción demasiado caras. No de trata de
hacer de la elaboración de carrozas y de carretas la industria automotriz
de la época colonial, sino de reconocer que es increíble que no se sepa
nada o casi nada al respecto.4
¿Cómo dejar de sorprenderse por la falta de conocimientos relativos
a la fabricación de recipientes (de vidrio, madera, barro...) para la trans
portación de los líquidos? Se habla de vino, de chicha, de aguardiente,
de pulque, pero no se sabe absolutamente nada de su conducción salvo
que, por ejemplo, en un paraje cerca de Pisco en el Perú, había ya en el
siglo xvn una vidriería que producía botellas. Es poco...
Para un sector tan importante como la constaicción nuestros cono
cimientos resultan muy limitados. Luego de los trabajos pioneros del
llorado A.C. van Oss,5 que reunieran los datos relativos a una buena
parte de las construcciones "monumentales" de los virreinatos de Mé
xico y del Perú, se ha dejado de lado la empresa y sabemos muy poco
de esa fundamental actividad económica. Fundamental porque puso en
movimiento la producción de tabiques, tejas, cal. ¿Poca cosa? No tanto,
ya que en 1803 en la región de Veracruz el valor de dos fábricas, de cal
y de tabiques, oscilaba entre tres y cuatro mil pesos y la comercializa
ción de su producción representaba entre seis y ocho mil pesos por año.h
La actividad constructiva implicaba, además, la participación de nume
rosos gremios y por lo tanto su coordinación durante las distintas fases
del proceso; intervenían varios personajes: del arquitecto al maestro de
obra y hasta el que podemos llamar el "empresario". Ahora bien, cono
cemos algunos arquitectos en su dimensión artística, pero no sabemos
gran cosa de los otros. ¿Quiénes son esos hombres que dirigen la cons
trucción de edificios imponentes y aun modestos?, ¿cómo se halla orga
nizado el trabajo?, ¿cuáles son las inversiones y cuáles los beneficios?
Sería útil responder estas preguntas. He aquí por lo tanto vastos cam
pos de un trabajo que puede ser nuevo y de veras innovador. Si se trata
7 Witold Kula, Teoría ekonom iczna ustroju feu dal negó. Proba modelu, 1963. Traducción
en castellano: Teoría económica del sistem a feu dal, México, Siglo xxi editores, 1974,239 p.
empleado asimismo para estudiar a los Ming del siglo xvi o el Canadá
del siglo xviii, sino que -y en esto radica su importancia- constituye u n
modelo de cómo construir un modelo histórico. Hay que leer y estudiar
el libro de Kula no para imitar su construcción sino simplemente para
aprender a construir el modelo que será útil al propio objeto de estudio.
Veamos.
¿Los salarios? Comience sin embargo por estudiar qué porción de
trabajo forzado no pasa por el mercado. Verifique si los salarios se pa
gan en moneda o en especie. Sepa cual es la retención de esos salarios
en manos del empresario. Verifique el grado de endeudamiento de los
trabajadores. Son estas diferentes variables las que le permitirán cons
truir su modelo, válido para tal espacio preciso en un momento dado
igualmente preciso. Los salarios (y la historia de los salarios) existen so
lamente en relación a la estructura del mercado de trabajo. Un discurso
semejante vale asimismo para los precios, las monedas, los transportes,
la producción textil y para cualquier tema de historia económica (y se
puede decir que para cualquier tema de historia).
¿Una historia sin ideología? Claro que no. Más precisamente, la ideo
logía puede intervenir como cuadro general pero a condición de no im
poner las constricciones de su marco al modelo que los hechos permiten
construir y sin caer en el anacronismo. Ahora bien, este último acecha
constantemente al historiador.
Por lo demás no se puede pretender decir que se reconstruye u n a
economía de antiguo régimen si no se toman en cuenta todos los compo
nentes de esa economía. Permítaseme un ejemplo: un libro reciente de
Jean-Ives Grenier5me brinda la oportunidad. Ese trabajo es ciertamente
de primera, pues constituye un modelo para una nueva manera de
tratar la historia de las ideas económicas. Su esfuerzo por explicar cier
tos mecanismos de la economía francesa del siglo xviii es ejemplar; u n
libro, pues, perfecto. Pero al mismo tiempo, cómo aceptar estos dos ren
glones: certaines variables, á commencer par les échanges commerciales mo-
nétaires et les prix á l'exception du troc [subrayo], sont privilégiées (p. 14).4