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En el Antiguo Testamento la palabra hebrea que se traduce a nuestro idioma como paz
es shalóm ()ׁשָ לוים, la cual es una palabra más completa que encierra todos los beneficios de
vivir en paz.
Shalóm era una declaración hebrea que expresaba el verdadero deseo de aquel que lo
deseaba de una vida llena de seguridad, prosperidad, salud y satisfacción, y de esta forma
Dios les pidió a los sacerdotes que ellos fueran los que con sus labios se lo declararan a los
israelitas: “Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel,
diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y
tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”, (Números 6:23-
26).
Estos versículos se conocen como la oración sacerdotal.
La consecuencia de una vida en paz es producto de recibir la bendición de Dios, su
protección divina, de hallar gracias a sus ojos y alcanzar su misericordia, en este consiste la
verdadera paz.
Ahora vemos a Cristo, como el verdadero y único Sumo Sacerdote, proclamando con sus
propios labios la paz de Dios: La paz os dejo, mi paz os doy.
En este versículo, la palabra paz se traduce del griego eirene (εἰρήνη), la cual es una
palabra que denota serenidad, seguridad y tranquilidad.
La paz era un anhelo de los judíos ya que ellos habían vivido por años en guerra y
sometidos a diferentes naciones gentiles, sin embargo, esperaban que el Mesías
estableciera la paz en Israel por medio del dominio militar y el establecimiento de su
reino, pero la verdad es que la paz que Jesús traía era muy diferente a la que ellos
esperaban.
NO SE TURBE VUESTRO CORAZÓN, NI TENGA MIEDO.
Hoy en día el mundo vive turbado por tantas preocupaciones y temores, pero el Señor nos
ofrece esa seguridad y serenidad que tanto necesitamos, su perfecta paz.
El deseo de Cristo es traer la paz al corazón de los hombres, y lo cierto es que solamente Él
puede traerlo porque es a través de su obra salvadora que esto se produce, por ello el
apóstol Pablo nos enseña que uno de los resultados de la justificación es la
paz: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo”, (Romanos 5:1).