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Aarón fue el primer Sumo Sacerdote de Israel, apartado para el sacerdocio

al ser ungido con aceite en un ceremonial especial (Éxodo 29:7; Levítico


8:12). A partir de ese momento el sumo sacerdote es llamado el sacerdote
ungido.
Aunque la mayoría de las veces se hace referencia a Aarón simplemente
como «sacerdote», el texto bíblico deja claro su posición
superior. Además, en algunos casos se le designa de manera especial. A
veces se le llama «sacerdote ungido», y otras veces «sumo sacerdote» o
literalmente «el gran sacerdote» (Levítico 4:3-16; 6:22).

¿Cuáles eran las funciones del Sumo Sacerdote?


El sumo sacerdote también participaba en los deberes comunes a los
demás sacerdotes.
Sin embargo, además de dirigir a los demás sacerdotes, había algunas
funciones que eran de su exclusiva responsabilidad.
La principal función del Sumo Sacerdote era, sin duda, el hecho de
que solo él podía entrar en el Lugar Santísimo del Tabernáculo de
Reunión, donde se guardaba el Arca del Pacto.
El sumo sacerdote entraba en este lugar, que era la máxima
representación de la morada de Dios con su pueblo, durante el
ceremonial del Día de la Expiación.
Esta ceremonia se celebraba una vez al año. En este día, el sumo
sacerdote entraba en la presencia de Dios para ofrecer sacrificios por sus
propios pecados y por los de todo el pueblo (Levítico 16:34).

Otra de las funciones del Sumo Sacerdote era la de interpretar la


voluntad de Dios respecto a un determinado juicio a través del Urim y el
Tumim.
También le correspondía juzgar las causas relacionadas con los casos de
homicidio involuntario. 
Era entonces responsabilidad del Sumo Sacerdote aplicar la ley para que
los acusados tuvieran derecho de asilo en las ciudades de refugio.
La persona que cometía un homicidio sólo podía volver a su tierra
después de la muerte del Sumo Sacerdote que juzgaba su causa.
Con el tiempo, especialmente después del cautiverio en Babilonia, el
Sumo Sacerdote también comenzó a desempeñar funciones políticas. 
Los sumos sacerdotes comenzaron a gozar de mayor poder ante la
sociedad, ocupando el cargo más alto en el gobierno de los judíos.
Así, se distanciaron cada vez más del ideal moral y espiritual que su
posición exigía originalmente.
Este es el trasfondo del sumo sacerdocio en los tiempos del Nuevo
Testamento. 
En el siglo I los sumos sacerdotes aparecen corrompidos y subordinados
a la autoridad romana.

Quién era el Sumo Sacerdote


en tiempos de Jesús?
Debido a los intereses políticos de la época, en el Nuevo Testamento
se informa, específicamente en el tiempo de Jesús, que el Sumo
Sacerdote era Caifás, sin embargo, también era reconocido como
Sumo Sacerdote Anás.

Aunque solamente uno ejercia el cargo de forma oficial, en esa época


informan las Sagradas Escrituras que estos dos hombres
desempeñaban esta función (Lucas 3:2).

Nota importante: Según el historiador Josefo, Anás sirvió como Sumo


Sacerdote entre el año 6 y 15 d.C., fecha en la que fue depuesto por
oficiales romanos. A partir de ese momento Caifás fue el Sumo
Sacerdote quien gobernó en Jerusalén desde el año 16 d.C

En el NT, Cristo es nuestro único y perfecto Sumo Sacerdote (Hebreos


7:24-28)
El ministerio sacerdotal de Cristo es presentado en (Hebreos 1:3) «el
cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y
quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo
efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se
sentó a la diestra de la Majestad en las alturas». Una referencia a su muerte
en la cruz considerada como sacrificio expiatorio.
(Hebreos 2:9) «Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los
ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento
de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos».

La cruz de Cristo fue el altar del sacrificio en el que se ofreció a sí mismo.


Cuando entregó su vida en la cruz, la expiación fue consumada (Juan
19:30) «Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y
habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu».
De una vez y para siempre (Hebreos 7:27) «que no tiene necesidad cada
día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por
sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una
vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo».
(Hebreos 9:26) «De otra manera le hubiera sido necesario padecer
muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la
consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el
sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado». Y no hay
absolutamente nada más que Dios o el hombre deban agregar.

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