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Archivo Español de Arqueología 2013, 86, págs. 51-73 ISSN: 0066 6742 doi: 10.3989/aespa.086.013.

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Héroes, guerreros, caballeros, oligarcas: tres nuevos vasos


singulares ibéricos procedentes de Libisosa
Heroes, warriors, knights, oligarchs: three new iberian singular
vases from Libisosa
Héctor Uroz Rodríguez
Universidad de Murcia

RESUMEN que hasta la campaña de 2010 constituían un número


El presente artículo se centra en la lectura iconográfica de
mínimo de doce piezas, todas ellas incluidas en una
un conjunto de vasos con decoración pintada figurada proce- monografía de reciente publicación (Uroz Rodríguez
dentes todos ellos de contextos cerrados del oppidum oretano 2012), y en las que comparece la técnica del perfilado
de Libisosa, destruidos en el primer tercio del siglo I a.C. Con así como el silueteado o tinta plana, combinándose
estas cerámicas, una aristocracia ibérica en avanzado estado de
romanización pretende evocar un pasado remoto y heroico, ba- ambas en no pocos casos. Para esta ocasión nos centra-
sado en un ideal guerrero, como fundamento del nuevo linaje y remos en tres de ellos, que son los que cuentan con un
como mecanismo de autoafirmación ante el nuevo orden romano. protagonismo antropomorfo cimentado sobre el ideal
guerrero y heroico.
SUMMARY De forma general, por vasos singulares entende-
mos una categoría de piezas que se separan de las
This article aims to highlight the iconographic analysis of series de producción ordinarias (Aranegui 2000; Bo-
a collection of vases decorated with figurative paintings, all of
them coming from closed finds located in the Libisosa’s oppi- net e Izquierdo 2001: 274), y en las que se plasma
dum in Iberian Oretania, which were destroyed during the first un código iconográfico político-religioso en absoluto
third of the 1st century B.C. Through this pottery, the Iberian espontáneo, puesto que es comúnmente aceptado que
aristocracy, in a very romanised phase, tries to evoke a faraway
and heroic past, based on the warrior ideal as the basis of the se trata de vasos de encargo por parte de la élite del
new lineage, as well as a mechanism for the self-affirmation lugar como distintivos de rango (Olmos 1987). No
in the face of the new Roman order. obstante, no creemos que haya que establecer nece-
sariamente una relación, que afecte a la interpretación
PALABRAS CLAVES: Pintura vascular, iconografía, época iconográfica, entre el vaso encargado y el lugar en el
iberorromana, mitos, autoafirmación. que fue amortizado de forma definitiva. Nos referimos,
claro está, a la lectura funeraria o de ultratumba que
KEY WORDS: Painted pottery, iconography, Ibero-Roman
period, myths, self-affirmation. se suele hacer de muchas de estas decoraciones al
haberse recuperado en necrópolis, confiriéndoles la
misma consideración que, por ejemplo, a las cistas
de piedra del área andaluza o a las pinturas parietales
I. PLANTEAMIENTO Y CONTEXTUALIZACIÓN
funerarias de la Italia meridional. El encargo originario
pudo estar destinado a su ostentación en un contexto
Hacemos uso del término de “vasos singulares” para
referirnos a las cerámicas con decoración figurada ha- Patrimonio, pero también ha encontrado eco y ayuda en la
lladas en el oppidum de Libisosa (Lezuza, Albacete)1, Diputación Provincial de Albacete, el Ayuntamiento de Le-
zuza, el INEM-SEPECAM, y el Vicerrectorado de Investiga-
ción, Desarrollo e Innovación y la Fundación General de la
1
El Proyecto Libisosa, dirigido por José Uroz Sáez, Anto- Universidad de Alicante. Asimismo, Libisosa ha contado con
nio M. Poveda y quien esto escribe, se ha desarrollado, fun- el respaldo de la entidad Cajasol (posteriormente integrada en
damentalmente, en el marco del programa de excavaciones “la Caixa”), que a través de su Obra Social ha dado un gran
arqueológicas sistemáticas de la Consejería de Cultura de impulso a la puesta en valor del yacimiento y, sobre todo, a la
Castilla-La Mancha, gestionado por su Dirección General de investigación científica.
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privado o clientelar (siempre oligárquico o de cierta para ubicarla en el primer tercio del siglo I a.C.; el
prestancia, visible en el registro material asociado) del segundo, en cambio, es más difícil de precisar, sobre
que proceden no pocos vasos singulares (entre ellos todo en el caso del Sector 3.
los nuestros), y más tarde decidir (el propietario antes La barriada del Sector 3 se localiza en la ladera
de morir o la familia o clientela una vez fallecido) norte del oppidum (Uroz Sáez et alii 2003; 2007;
enterrarse con/en él. Hernández Canchado 2008; Uroz Rodríguez 2012:
Lo cierto es que la iconografía nos ofrece una 237-248) (Fig. 1), y de ella se han exhumado hasta la
información de la Protohistoria y Antigüedad sesgada fecha una veintena de departamentos, cuya isonomía
de por sí, puesto que el uso de la imagen se limita constituye una dificultad para su caracterización, por
al poderoso, es su instrumento, mediante el que se el tipo de estructuras y su organización interna y ex-
diferencia del resto, se identifica como tal y legitima terna, pero que de todos modos participa de un mal
su poder (Coarelli 1970-71; Zanker 1992; Santos Ve- común en el estudio del hábitat ibérico, y a lo que se
lasco 2003), y que puede servir como exponente de suma el hecho de que dicha isonomía se manifiesta en
cambios en su aparato ideológico. Y es que la imagen el registro material, lo que tampoco ayuda a calibrar
ibérica, volcada en origen preferentemente en la escul- el destino de sus espacios, si bien existen algunos
tura, surge de la mano del desarrollo de una realidad elementos diferenciadores. A estos departamentos,
socio-política nueva de rango aristocrático, ligada a publicados solo parcialmente, se les ha supuesto una
una necesidad de justificación de su legitimidad y de funcionalidad doméstica y artesanal, y entre ellos, es
su consolidación como nueva clase dirigente (Ruiz el Departamento 79 el que mayor acumulación de
y Molinos 1993: 261), sustentada en principio en la vasos singulares aporta (5), todos ellos de protago-
memoria de los antepasados y sus mitos y hazañas nismo zoomorfo (Uroz Rodríguez 2012: 303-312). A
(Santos Velasco 1996: 127). Con la irrupción de la su vez, se trata del espacio con mayor concentración,
cerámica figurada a finales del siglo III a.C., y su en número y variedad, de vajilla de importación (Her-
desarrollo en los siglos II y primera mitad del I a.C., nández Canchado 2008). En este sentido, la ecuación
las élites ibéricas, en su afán por proyectar sus valores mayor cantidad de importaciones = mayor cantidad
en su territorio (Aranegui 1997: 51), elaboraron un de vasos figurados, nos parece de lo más relevante. El
complejo sistema de alusiones, dirigido a trasmitir Departamento 15, por su parte, en el que se halló la
ideas a través de sugerencias indirectas, dominadas fragmentada tinaja incluida en este artículo (apartado
por el simbolismo y el lenguaje abstracto, creando II.1), parece más orientado a la actividad artesanal (que
un modelo visual diferente del que les había legado no descartamos pudiese compartir con la doméstica),
el mundo clásico, aun sin renunciar, en algunos de en virtud de la identificación de los restos de un pe-
sus temas y fundamentos, al ideal italo-helenístico, y queño conjunto destinado a trabajos metalúrgicos. Se
que debieron jugar un importante rol en la búsqueda trata de un horno abierto construido con adobes del
de la afirmación y cohesión de las nuevas realidades tipo cuello de botella, de reducción directa y sección
políticas y los nuevos grupos sociales dominantes cilíndrica, junto al que aparecieron un crisol pétreo y
(Santos Velasco 2010: 166-167). un soporte plano de piedra, destinado presuntamente
El total de los vasos singulares libisosanos se ha al retoque de las piezas (Uroz Sáez et alii 2003).
recuperado en el barrio iberorromano, en su mayoría Estamos, en todo caso, ante un sector social en-
en el Sector 3, pero también en el Sector 18, ambos riquecido posiblemente con el comercio, en contacto
destruidos de forma repentina, provocando el derrumbe directo con los agentes itálicos, aunque en ningún
parcial de las paredes de sus edificios, y el consiguiente modo llegando al nivel de lo documentado en el Sector
y potente estrato de destrucción, un “efecto sepultura” 18, ubicado a una cota más baja del cerro. De esta
sobre todos sus enseres, lo que unido a las condiciones zona, concretamente de los Departamentos 127 y 174
favorables del terreno del “Cerro del Castillo” en el (Fig. 1), proceden los otros dos vasos singulares abor-
que se encuentra el yacimiento, los ha conservado dados en el siguiente apartado, y que son, a su vez,
en su mayor parte in situ y completos, ofreciéndo- los que se encuentran en un estado más completo. El
nos así una suerte de fotografía inalterada del estado Departamento 127, que albergó el primer vaso (apar-
previo a su devastación. Existen dos cuestiones que tado II.2), parece ser la construcción que domina todo
indudablemente resultan claves a la hora de contex- su entorno, y no encuentra parangón en nada de lo
tualizar estas cerámicas, que es de lo que ahora se exhumado hasta la fecha en el oppidum oretano. Se
trata: la datación de, al menos, su amortización, y la trata de un edificio de tendencia trapezoidal, de 14’5
funcionalidad del espacio donde aparecieron. Sobre el x 16 m en sus lados más largos, que contó con una
primer punto creemos que existen pruebas definitivas planta superior al menos en parte de su superficie, y

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HÉROES, GUERREROS, CABALLEROS, OLIGARCAS 53

(destacando la vajilla de bronce tardorrepublicana y


la cerámica helenística de engobe blanco), entendidos
como bienes de prestigio, algunos de ellos con una
función ritual. Todavía no estamos en grado de precisar
el dominio real que debió ejercer este edificio sobre
el resto de la explanada, aún en incipiente proceso
de excavación, aunque porcentualmente debió ser el
más grande. Este aparece flanqueado a norte y sur por
sendas calles, y al Este se ha hallado adosado otro
departamento (Dep. 172), aún en proceso de estudio,
y que por la identificación en su interior de más de
80 ánforas ibéricas debió de contar con un carácter de
almacén de excedentes quizá destinados al comercio
(Pérez Jordà 2000: 53), y posiblemente vinculado al
propietario del Dep. 127.
El último vaso, analizado en el apartado II.3, se
recuperó en el Departamento 174, un pequeño ambien-
te de 4 x 3 m de planta rectangular irregular, situado
al norte del anterior edificio –y separado de aquel
por una calle-, y que sufrió las mismas vicisitudes
de destrucción que el resto del Sector 18 y que el
Sector 3, contando con algunos objetos excepcionales
junto a otros más comunes, más allá del vaso singular
(Uroz Rodríguez 2012: 298-302). De este habitáculo
debemos destacar la presencia de un espacio acotado
en el que presumiblemente se practicó fuego y tuvo
Figura 1. Libisosa: localización geográfica y sectores excavados lugar algún tipo de ritual. Sus reducidas dimensiones
hasta 2009 (topografía y curvas de nivel de F. J. Muñoz, V. Ruiz hacen pensar en un carácter subsidiario, aunque alejado
Turégano y J. A. Tolosa), con ampliación de los contextos de del concepto “doméstico” de “almacén”. De cualquier
aparición de los vasos singulares. modo, tenemos la certeza de que para encuadrar defi-
cuyo plano inferior se encuentra dividido en 6 estan- nitivamente este espacio excavado entre 2009 y 2010
cias o habitaciones, presentando un excelente estado resulta imprescindible continuar con la intervención en
de conservación (incluyendo tabiques con alzados de la zona contigua septentrional. Así todo, no podemos
adobe y tapial que alcanzan casi los 2 m de altura). dejar de mencionar la lectura que se ha hecho del
Un primer estudio del mismo y su contenido (cerca Dep. F-1 de La Serreta (Grau et alii 2008: 27-28), de
de 500 objetos completos o en elevado porcentaje) similares dimensiones, y que habría constituido una
aparece igualmente en la monografía citada con ante- suerte de tesaurización, combinando cerámicas más
rioridad (Uroz Rodríguez 2012: 248-298). Preferimos comunes con piezas extraordinarias, con la intención
evitar términos como el de “edificio singular”, por de ostentar y conservar, de agrupar las bases materiales
sus marcadas connotaciones religiosas, para etiquetar de la pervivencia del grupo aristocrático.
esta construcción, aunque queremos hacer hincapié, Por último, para el establecimiento de la cronología
eso sí, en su carácter oligárquico, y que la distin- debemos volver a incidir en que estamos ante contextos
guen, por diversos motivos, del resto de ambientes cerrados, que se encuentran además ilustrados (tal y
excavados hasta la fecha en el barrio iberorromano. como se refleja en las publicaciones sobre el yaci-
El edificio, ante todo, pone de manifiesto, por parte miento antes citadas) con una considerable cantidad
de su propietario, un ejercicio de los diversos pro- y variedad de material datante, compuesto principal-
cesos de producción en su sentido más amplio, que mente por un importante lote de vajilla de bronce
atañe principalmente a las actividades textiles y de tardorrepublicana (simpula, coladores, jarras Piatra
tratamiento de la lana, así como al almacenamiento Neamt y Ornavasso, tazas tipo Idria...), cerámica de
de alimentos y su comercio, especialmente el vino, barniz negro –con predominio de las producciones
y al procesamiento de cereales. A todo ello se suma calenas- e imitaciones, ánforas Dr. 1, Lamb. 2 y Tri-
la presencia de un importante (más por calidad que politana Antigua, paredes finas Mayet I y II, e incluso
por cantidad) conjunto de materiales de importación cerámica helenística de relieves y de engobe blanco,

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y que permiten ubicar el momento de su destrucción su brazo derecho lo que parece ser una espada recta
entre el 100 y el 75/70 a.C., en el contexto, pues, de (aunque también podría tratarse de una fusta), mientras
las Guerras Sertorianas, menos de un siglo antes de que el izquierdo, a la vez que las riendas, sostiene
que se fundase la colonia romana2. (¿embraza?) un escudo circular de enorme tamaño,
y cuyo umbo se encuentra decorado con una roseta
o flor en vista cenital de la que nacen cuatro nervios
II. LOS VASOS Y SU LECTURA EN EL UNIVERSO en disposición radial. Al mismo tiempo, de detrás del
ICONOGRÁFICO IBÉRICO escudo, al menos en el personaje de la derecha que
ha conservado ese sector de la representación, surgen
II.1. Nº inv.: LB 17900, 18085; medidas: Ø bo: dos jabalinas. De los caballos destaca su acusada des-
28 cm, Ø fo: no lo conserva, H: indeterminable; pro- proporción en lo que refiere sobre todo a sus cuartos
cedencia: Sector 3. Dep. 15. Campaña 1998 (Fig. 2). traseros. Por lo que respecta a los elementos fitomor-
fos, se ha querido remarcar, separando los dos jinetes,
una gran hoja cordiforme entre la que surge una flor
de tres pétalos, rellenándose el resto del espacio, por
lo que se advierte (ya que la conservación es muy
escasa), con brotes o capullos reticulados que nacen de
tallos rematados en espirales o volutas. La escena se
repite a grandes rasgos en la cara B (desarrollo dcha.),
con las siguientes diferencias: la decoración del umbo
del escudo, en la que se sustituye la roseta por una
circunferencia radiada; el casco, en el que se aprecia
mejor el botón terminal; y la decoración vegetal que
separa a los jinetes, que aunque no se conserva en su
totalidad, parece corresponder a la composición de
tallo + capullos + volutas.
Figura 2. “Tinaja de los caballeros” de Libisosa. Forma y desa- La óptica bajo la que analizar la pieza debe partir
rrollo de la decoración (dibujo de Nora Hernández Canchado ante todo de la consideración del caballo como ve-
–Proyecto Libisosa-). hículo de distinción, como elemento de prestigio de
la aristocracia ibérica. Ello se debe, como es sabido,
Se trata de una tinaja muy fragmentada, que pre- a su costo suntuario y su carácter prescindible para
senta hombro indicado y borde engrosado al exterior. la economía diaria, así como al aura de superioridad
No conserva las asas, y tan solo la mitad superior del que otorgaba al caballero, erigido en un nivel superior
cuerpo, pero se puede intuir que debió pertenecer a respecto al peón, y a otras cuestiones religiosas, como
la variante bitroncocónica de Mata y Bonet (1992: su consideración psicopompa (Quesada y Gabaldón
A.I.2.1.1), del grupo también denominado de los 2008). Así pues, en el terreno iconográfico, más aún
pithoi. De entre todos los vasos singulares ibéricos en el caso concreto de esta pieza, debe predominar la
adscritos a esta forma, destaca, sin duda, el “Vaso vertiente socio-ideológica y política del animal (Alma-
de los Guerreros” de La Serreta (Grau 1996: 93, fig. gro Gorbea 1996: 116), más que su uso militar docu-
6.4), de finales del siglo III-principios del II a.C., o mentado en la Península (Quesada 1997b; id. 1998).
por similitudes compositivas, el fragmentado “pithos Nos encontramos, sin duda, en el terreno de lo
de los jinetes” (Fuentes Albero 2006 y 2007, nº 673). mítico, pero fuera de la esfera divina del “domador de
La escena plasmada en la cara A de nuestra tinaja caballos”. La decoración de la tinaja de Lezuza adolece
(desarrollo izq.) se encuentra protagonizada por una de un estado bastante fragmentario, pero suficiente
pareja de jinetes que cabalgan hacia la izquierda. Los como para afirmar que se desmarca de los enfren-
personajes se encuentran tocados por un casco en el tamientos heroicos y ambientes cinegéticos rituales,
que destacan las carrilleras y se esboza el guardanu- mucho más comunes en la pintura vascular ibérica.
ca, mientras que el botón terminal solo se conserva Desfiles o procesiones de jinetes se documentan, sin
en el que está más adelantado. Ambos levantan con embargo, y aunque de manera minoritaria, en la cerá-
mica de Edeta del Estilo II (ca. primer cuarto siglo II
2
Sobre la fase romana del yacimiento, en sus diferentes a.C.): una pareja de jinetes protagonizan un kalathos
etapas (muralla, forum y colonia) vid.: Poveda 2002; Uroz del Departamento 11 (Bonet 1995: 85, fig. 24; Pérez
Sáez et alii 2002; 2004; 2006; Poveda et alii 2008; Uroz
Sáez 2012. Ballester y Mata 1998: 239, fig. 6, nº 121), aunque

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el caso más próximo al ejemplar oretano, por el pai- lanceros, que además portan escudo oblongo, en pro-
saje fitomorfo que envuelve la escena, es el de una cesión hacia la derecha entre un paisaje de elementos
tinaja procedente del fecundo Departamento 413, con florales y hojas cordiformes. La ausencia y presencia
representación de tres jinetes lanceros que cabalgan de barba en los dos personajes conservados se ha leído
hacia la derecha (Bonet 1995: 172, fig. 81; Aranegui en la línea de una ordenación jerárquica por edades
1997: 63-64, fig. II.15; Pérez Ballester y Mata 1998: (Fuentes Albero 2007: 122; Grau et alii 2008: 11-12).
241, fig. 6, nº 151) (Fig. 3a). Creemos, al igual que Así pues, estamos en Edeta y La Serreta ante
Pérez Ballester y Mata (1998: 241), que los caballeros manifestaciones en las que se ha evidenciado una
marchan uno tras otro, y que la separación existente diferenciación (edad o/y status) entre los personajes;
entre ellos por los motivos vegetales (como en el caso diferenciación que no podemos apreciar en la tina-
de Lezuza) no puede interpretarse como indicador ja de Libisosa, en parte debido a su porcentaje de
de secuencias sucesivas en el tiempo. En cambio, las conservación. Existen, no obstante, dos aspectos que
diferencias que presentan en el tocado y la vestimenta sí se puede observar cómo destacan en la pieza de
los personajes masculinos estarían señalando, como Lezuza. El primero lo representa el paisaje fitomorfo,
ha estudiado de forma genérica Aranegui (1996: 100), de proporciones gigantescas, sobre todo por lo que
tres rangos distintos, ya fuesen sociales o de edad. respecta al sector mejor conservado, el que separa a
En este sentido se ha interpretado también otro de los jinetes de la cara A, una gran hoja cordiforme entre
los escasos ejemplos de desfile de caballeros en la la que surge una flor de tres pétalos, rellenándose el
cerámica ibérica, esta vez plasmado en un fragmentado resto del espacio, por lo que se advierte, con brotes
oinochoe procedente del Dep. F-9 de La Serreta de o capullos reticulados que nacen de tallos rematados
Alcoy (finales del siglo III-principios del II a.C.) (Fig. en espirales o volutas. Nuestra gran hoja cordiforme
3b). En este caso, se trata, de nuevo4, de tres jinetes cuenta con zarcillos/inflorescencias5, combinación que
se registra en un período más antiguo (finales del siglo
3
Sobre su interpretación como lugar de culto gentilicio, III-principios del II a.C.) en territorio edetano y La
vid. Moneo 2003: 175-176, 272-273; Bonet 2010: 186-188. Serreta (Mata et alii 2010: 97-98), localizándose en
4
Quizá también se podría incluir en este grupo el todavía
más fragmentado “pithos de los jinetes” del mismo yacimien-
La Alcudia de Elche una centuria más tarde, general-
to, aunque su escaso porcentaje de conservación no permite mente sin zarcillos, bajo la consideración de hojas de
conjeturas fiables: Fuentes Albero 2006: fig. 2, lám. III; id. zarzaparrilla (Tortosa 2004, 2006). Por lo que refiere
2007: nº 673; Grau 2007: lám. IVb.
a la flor que nace de la axila, se debe traer a colación
una tinaja del Tossal de la Cala (Tarradell 1985: fig.
5; Tortosa 2006: nº 189, lám. 49 –Grupo SE II-), de
datación contemporánea a nuestra pieza, así como lo
pintado en un fragmento de galbo de la villa de la
calle Rómulo en La Albufereta de Alicante (Pérez
Burgos 1994: 63, fig 20; Tortosa 2006: nº 222 –Estilo
Edetano-), en un contexto con datación tardía del siglo
I d.C. Además, el elemento, creemos que floral, que
se suspende frente al caballero trasero de la cara B,
recuerda al que remata la axila de la hoja cordiforme
de una tinajilla de Valentia, del primer cuarto del siglo
I a.C. (García-Prósper et alii 2002-2003: figs. 10-11).
Si existe un ejemplar cerámico protagonizado por
caballeros en el que las dimensiones del elemento
vegetal resultan exageradamente desproporcionadas,
y a su vez ostentan buena parte del protagonismo
en la composición, ese es el lebes conservado en el
Museo Arqueológico de Linares (Gabaldón y Quesada
1998). Fruto de una donación personal, no cuenta

5
La terminología que usamos para referirnos a los motivos
Figura 3. Desfiles de caballeros en la pintura vascular ibérica: fitomorfos intenta conjugar la nomenclatura tradicional con la
desarrollada en el novedoso proyecto de flora ibérica dirigido
a. Edeta (Bonet 1995: detalle de fig. 81); b. La Serreta (Grau et
por la profesora C. Mata (Mata et alii 2010; www.uv.es/florai-
alii 2008: fig. 4). berica ó www.florayfaunaiberica.org).

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con contexto arqueológico preciso, aunque se apunta investigadora (Blázquez 1957-58; id. 1963), por la
la posibilidad de que procediese de la provincia de que el aristócrata difunto adquiere tras su muerte un
Albacete, y se ubica en el siglo III a.C. (Gabaldón y rango sobrehumano9.
Quesada 1998: 16-18). Pues bien, en este vaso, en el
que vuelve a haber una diferencia en los personajes,
al menos relativa al tamaño (¿edad?, ¿status?), dos
jinetes, sin armas, se han pintado afrontados ante un
enorme elemento floral. Los caballos elevan sus patas
delanteras, y bajo ellas se disponen de forma igual-
mente heráldica dos característicos tallos en forma de
“s” rematados en espirales y capullos, que enfatizan,
señalan o acogen la acción (Fig. 4). La composición
vegetal central se interpretó en su momento como una
reminiscencia de una flor de loto (Gabaldón y Quesada
Figura 4. Desarrollo del lebes del Museo de Linares (a partir de
1998: 19-20)6. Recuérdese la estrecha asociación a la
Gabaldón y Quesada 1998: 16-17).
divinidad femenina del loto7 desde el período orientali-
zante, funcionando como metáfora de la fecundidad, de
renacimiento y de vida en relación con el curso solar, Por lo que refiere al resto de armamento que lucen
puesto que es una flor que se abre y cierra en función los personajes de la tinaja libisosana, el elemento que
de éste. Según Olmos (1999: 54.5), esta gigantesca portan con la mano derecha, como ya hemos mencio-
flor podría simbolizar el monumento funerario del nado, podría ser tanto una espada recta como una fusta.
difunto heroizado o bien aludir a la presencia divina, Para este último caso se conocen algunos ejemplos,
a su epifanía, que acompaña a los mejores y es propi- como el de un fragmento de La Alcudia de Elche
ciada por estos. Gabaldón y Quesada (1998: 22-23) se (Ramos Folqués 1990: fig. 117.2), o el ya citado de
inclinaron menos por la vertiente funeraria, en la que la villa de la calle Rómulo en La Albufereta de Ali-
se representaría la apoteosis, el viaje al Más Allá de cante. Además, en el jinete de la izquierda, y tras el
los caballeros, y en cambio destacaron el concepto de escudo, asoman dos lanzas. Personajes armados con
eclosión y fecundación transferido por el gran elemen- pareja de lanzas se documentan, en el paso del siglo
to fitomorfo, representante de la divinidad. ¿Estamos III al II a.C., en Edeta y en el Castelillo de Alloza
ante una suerte de Árbol Sagrado?8 Los caballos del (Kurtz 1992, figs. 4 y 5). Con respecto al tocado, y
vaso de Linares se encuentran muy próximos a la flor, en base al personaje de la cara B que lo conserva
aunque no necesariamente en actitud de olerla (algo completo, por la forma, guardanuca y botón terminal
que asociaría la escena al contexto del allende), hecho (a lo que se añade la carrillera), debe relacionarse con
que sí se documenta en un kalathos del Dep. 116 de el tipo Montefortino (Kurtz 1992: 207-208; Quesada
Llíria, de la que parecen proceder emanaciones, y 1997a: 567-569), cuyos mejores ejemplos pintados se
donde además, el jinete, sin armamento, transporta encuentran en Llíria (el más claro: Bonet 1995: fig.
en su mano otra flor tripétala exageradamente gran- 72 nº 29), y en un fragmento de galbo de oinochoe
de (Ballester et alii 1954: 61, fig. 46, lám. LXVI.1; conservado en el MARQ y atribuido tradicionalmente
Bonet 1995: 263, fig. 130, nº 408; Aranegui 1997: al Castillo del Río (Aspe, Alicante), de la segunda
65, fig. II.22; Pérez Ballester y Mata 1998: 242, fig. mitad del siglo II-I a.C. (Maestro 1989: 250-252, fig.
6, nº 108 -Estilo II-). En este caso sí que se podría 89; Tortosa 2006: nº 1 –Grupo SE II-).
plantear la heroización ecuestre, siguiendo el modelo En todo caso, el elemento que más se ha querido
mediterráneo, como ha hecho hincapié la tradición resaltar en la composición de Libisosa es el escudo
6 9
La descripción de éste, por parte de Mata et alii (www. Entre ese significado funerario y de fecundidad se encontra-
uv.es/floraiberica, CMP0899), es: “flor fecundada con órgano ría el caballo enjaezado pero sin jinete, quizá en un ejercicio de
reproductor y sépalos libres; pedúnculo liso con engrosamien- metonimia, que huele la flor, y al que acompaña un pez, en un
to en la parte superior”. relieve de arenisca de Las Peñuelas -Martos, Jaén, siglo IV-III
7
Para un breve repaso de los ejemplos más claros, vid. Uroz a.C.- (Recio 1994; Ruiz y Molinos 2007: 180-182). Otro ejemplo
Rodríguez 2006: 70-72. de metonimia lo podríamos encontrar en los caballos enjaezados
8
Conviene traer a colación la reciente interpretación como sin jinete que protagonizan, entre una profusa vegetación, la ti-
bastones de mando de los jinetes de bronce cuyo arquetipo najilla de El Rabat de Rafelcofer –Valencia, segunda mitad siglo
es el de La Bastida, del siglo V-IV a.C. (Lorrio y Almagro II a.C.- (Bonet e Izquierdo 2001: 293-295, fig. 7.1); o el caballo
Gorbea 2004-2005), y que relaciona con el Árbol de la Vida sin montar del extremo izquierdo de un lebes de Edeta con com-
el soporte de volutas protoeólicas sobre el que se asentarían bate singular, recuperado en el mismo Dep. 41 del que procede la
dichos caballeros. tinaja con los tres jinetes lanceros –vid. infra, Fig. 10a-.

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HÉROES, GUERREROS, CABALLEROS, OLIGARCAS 57

circular, desproporcionadamente grande10, que ostentan y Albacete11 (Fig. 5c). En el tipo de los denarios, de
los caballeros, y que por ello marchan hacia la izquierda enorme difusión, con caballero con dos monturas (bini
(otro dato importante y que los distingue de los desfiles equus), no vamos a incidir. Baste recordar que éste
anteriores), y cuyo umbo se encuentra decorado, en los se ha puesto en relación por algunos autores (vid., p.
de la cara A, con una roseta o flor en vista cenital de la ej., Almagro Gorbea 2005: 168), a partir de prototi-
que nacen cuatro nervios en disposición radial, y con pos suritálicos, con Castor, uno de los Dióscuros12.
una circunferencia radiada en los de la cara B. Habida Otra lectura que debemos tener en cuenta, por cuanto
cuenta del carácter emblemático y de identificación con afecta a las tres cecas citadas, es la que han propuesto
que cuenta el escudo (Quesada 1997a: 486; García- Quesada y García-Bellido (1995: 68-72), que ha sido
Bellido 2010), estas pequeñas divergencias entre las dos reafirmada recientemente (García-Bellido 2010: 166-
parejas bien puede que escondan una intención diferen- 167), y que relaciona estos reversos con los jinetes
ciadora (¿de linaje?, ¿etnia?) que escapa a nuestros ojos. mercenarios númidas, atribuyéndoles un carácter étni-
Un jinete a caballo con escudo circular de considerable co, rememorando la época bárquida y de la Segunda
tamaño y con flor cenital en el umbo se encuentra en el Guerra Púnica. De ellos se destaca el avance hacia la
citado fragmento del MARQ atribuido al Castillo del izquierda para mostrar el escudo circular con umbo
Río de Aspe. En un momento también contemporáneo marcado, y que los separa del común de los jinetes
a Libisosa, el gran escudo circular decorado con flor lanceros de la numismática ibérica y celtibérica, y el
cenital se registra igualmente en el conocido fragmento haz de jabalinas de algunos denarios de Ikalesken.
con desfile de hoplitas o infantes, que empuñan también Más allá de la consideración étnica, del desfase cro-
lanzas, del Tossal de la Cala (Maestro 1989: 280-281, nológico y de la discutible asociación cultural de la
fig. 101; Tortosa 2006: nº 201 -Grupo SE II-; Bayo ceca de Ikalesken con las ciudades del sur de fuerte
2010: 102-103, fig. 49.4). Jinete y escudo circular quizá componente púnico, que se le puede achacar a la tesis
protagonicen también un fragmento cerámico de El de Quesada y García-Bellido, nos llama la atención
Cabezo de Alcalá –Azaila, Teruel- (Maestro 1989: fig. las concomitancias que podemos trazar con la pintu-
8a). De hecho, recientemente, Maestro (2010: 225-227) ra de Lezuza respecto a la iconografía de dos cecas
ha afirmado que puede tratarse de un desfile de varios localizadas y otra que todavía no lo está, aunque se
caballeros, ya que se vislumbra delante del personaje considere en un radio cercano a Libisosa. Hagamos
otro escudo circular. Por último, en una tinajilla del hincapié, por un lado, en la orientación hacia la iz-
Dep. 95 de Llíria, que incluye un enfrentamiento co- quierda de nuestros caballeros, para mostrar con ma-
lectivo en el que participan dos jinetes lanceros, uno yor rotundidad el escudo, con umbo subrayado con
se muestra empuñando un scutum y otro una caetra decoración fitomorfa, y que se separa de la marcha
(Bonet 1995: fig. 110; Pérez Ballester y Mata 1998: hacia la derecha de los desfiles de Edeta y La Serreta;
fig. 5.156 –Estilo II-). y, por otro lado, recordemos las dos jabalinas que
Para arrojar más luz sobre la presencia del tipo asoman tras el escudo en el jinete mejor conservado
iconográfico del jinete con gran escudo circular hay de la cara A de la misma tinaja.
que volver necesariamente la mirada a las emisiones
monetales de los siglos II-I a.C., concretamente a las
cecas meridionales de Ituci -Tejada la Vieja, Huelva-
(Villaronga 1994: 107-109; Alfaro Asins 1998: 103-
104; García-Bellido y Blázquez 2001: 216-217) (Fig.
5a), y Carissa -Cortijo de Carija, Cádiz- (Villaronga
Figura 5. Jinetes con rodela en reversos de emisiones monetales
1994: 408-410; Chaves 1998: 288-289; García-Bellido del siglo. II-I a.C.: a. Ituci (Alfaro Asins 1998: fig. 76); b. Ca-
y Blázquez 2001: 83-84) (Fig. 5b). Si bien, el docu- rissa (Chaves 1998: fig. 251); c. unidades de Ikalesken halladas
mento más conocido protagonizado por jinete con en Libisosa (nº inv. LB 4697 y 14240).
rodela viene de las emisiones en bronce y plata de
la controvertida ceca de Ikale(n)sken (también leído Nos parece, por último, del todo apropiado, para
Ikalku(n)sken) (Villaronga 1994: 324-328; Domínguez introducir la interpretación final del vaso libisosano
Arranz 1998: 135, 171-172; García-Bellido y Blázquez que creemos conveniente etiquetar como “tinaja de
2001: 171-174), de ubicación incierta, barajándose los caballeros”, traer a colación el discurso de Alma-
diversas localizaciones en las provincias de Cuenca
11
Vid. Villaronga 1988; Martínez Valle 1994; Quesada y Gar-
10
Sobre la cuestión del tamaño del escudo circular en la cía-Bellido 1995: 65-68; Ripollès 1999; Lorrio 2007: 244-246.
12
Península, confrontando las fuentes literarias y la tradición Recientemente, Pérez Vilatela (2009) ha rechazado esta
investigadora, vid. Quesada, 1997a: 528-531. hipótesis, relacionando el tipo con prácticas sacrificiales.

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58 HÉCTOR UROZ RODRÍGUEZ

gro Gorbea (2005: 153), para quien esta nueva clase apoyar una tapadera. Se trata de un tipo cerámico
social aristocrática tenía como base ideológica que nada común que ha sido incluido en el lote de los
fundamentaba su poder político y económico la he- “crateriformes” (Sanz 1997: 137; Tortosa 2006), y
roización de sus antepasados13, identificándose como cuya distribución es prácticamente exclusiva del actual
élites ecuestres o “caballeros”, siguiendo la tradición territorio albaceteño, acompañados mayoritariamente
gentilicia. De este modo interpreta la aparición en los de una decoración englobada por Tortosa (2006) en el
anversos de cabezas diademadas y laureadas como “Estilo Albacete”. Con algunas variantes en el I.P. y
divinidades locales, con carácter etno-poliádico, quizá borde, se ha documentado en el territorio de Hellín,
relacionadas con el héroe fundador, confundido con la en El Tolmo de Minateda (Sanz 1997: fig. 15.139 y
autoridad local; mientras que el reverso14 representaría fig. 20; Tortosa 2006: nos 340 y 341, lám. 100-101)
a un heros equitans (Almagro Gorbea 1995: 259), y Pozo de la Nieve de Torreuchea (Sanz 1997: fig.
probablemente vinculado a la divinidad/autoridad del 24.188; Tortosa 2006: nº 385), con una cronología
anverso, y que reflejaría la mentalidad de dichas élites de la primera mitad del siglo I a.C. Se encuentra,
ecuestres, de una clase de equites que se identificaría asimismo, en la tumba 294 de Hoya de Santa Ana,
social y míticamente con estos tipos. de cronología anterior –siglo II a.C.- (Blánquez 1990:
332, figs. 98-99, nº 3661; Tortosa 2006: nº 404, lám.
II.2. Nº inv.: LB 110960; medidas: Ø bo: 23’6 115), en esta ocasión definido como “cuenco”. Fuera
cm; Ø fo: 14 cm; H: 17’7 cm; procedencia: Sector de la provincia de Albacete, que sepamos, se registra
18. Dep. 127. Campaña 2007 (Fig. 6). un ejemplar de forma aproximada (definida esta vez
Este segundo ejemplar es un vaso abierto con como kalathos) en la tumba 8 de la necrópolis del
cuerpo de tendencia troncocónica, asas serpenti- Camino del Matadero –Alhambra, Ciudad Real-, con
formes en disposición horizontal, base con pie alto una datación amplia de entre la segunda mitad del
anular oblicuo y labio recto ligeramente inclinado al siglo II y principios de época julio-claudia (Madri-
exterior e interior biselado, presumiblemente para gal y Fernández Rodríguez 2001: fig. 5.4). Debemos
citar, por último, la presencia de otro vaso en Lezuza
13
Vid. más recientemente y como recapitulación general: de similares características en el mismo contexto de
Almagro Gorbea y Lorrio 2010.
14
Para un repaso historiográfico relativamente reciente sobre aparición (Dep. 127) del que aquí nos ocupa (Uroz
la consideración de los jinetes de las monedas vid. Arévalo 2003; Rodríguez 2012: fig. 199a -LB 82005-).
una tesis posterior, que los engloba dentro del arte provincial La cara A (desarrollo izq.) del vaso aparece ocupada
romano y los relaciona con la conmemoración del servicio militar
prestado para Roma, se encuentra en: Paz y Ortiz 2007. en su totalidad por una escena que muestra en el centro

Figura 6. “Crateriforme de la muerte mítica” de Libisosa. Forma y desarrollo de la decoración (dibujo de Nora Hernández Canchado
–Proyecto Libisosa-).

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HÉROES, GUERREROS, CABALLEROS, OLIGARCAS 59

a un personaje masculino que yace agonizando, tocado la propia Porcuna. Para un momento contemporáneo
con largo penacho, y de cuya vestimenta destacan las a las representaciones cerámicas, y sin abandonar el
cintas paralelas en el torso y lo que parece ser un ancho trabajo en piedra como campo de exaltación de las
cinturón. El guerrero se encuentra a punto de recibir un élites, no debemos olvidar algunas estelas del Noreste,
tercer impacto de lanza o jabalina, arrojada por un jinete fundamentalmente del Bajo Aragón, en las que figu-
del que solo se ha conservado parte del caballo. Sobre ra igualmente el resultado cruento del combate con
el personaje tendido cae en picado un ser ornitomorfo cuerpos de guerreros caídos (recientemente, Sanmartí
con cola de pez. A la derecha, un segundo caballero, de 2007: 240-247 -con la bibliografía anterior-).
tocado indeterminado, ataviado igualmente con cintas Por lo que refiere a los paralelos directos de en-
paralelas en el pecho se dispone a tirar otra lanza, pre- frentamientos colectivos en la pintura vascular, el
sumiblemente, y por su postura erguida, contra el jinete primer caso en el que nos tenemos que detener es
de la izquierda. En esta ocasión la caetra se encuentra en el de un tarro o “kalathos de cuello estrangulado”
colgada del costado del caballo, tal y como se registra en que actuó como urna cineraria en la necrópolis del
el conocido “Vaso de los Guerreros” de La Serreta (vid. Cabezo del Tío Pío -Archena, Murcia- (Fig. 7a), y
infra, Fig. 10b). Además, ambos caballos lucen fronta- que cuenta con el handicap de su incierta cronología,
leras rematadas por elementos vegetales (¿granadas?), aunque en ningún caso aceptamos que deba ubicarse
hecho que se documenta, además de en el citado vaso de antes del siglo III a.C. En este sentido, la ausencia de
Alcoy, o en un fragmento cerámico de El Solaig –Caste- motivos fitomorfos, que se ha usado como elemen-
llón, siglos III-I a.C.- (Mesado 2003: fig. 6), en multitud to diferenciador del vaso de Archena respecto a la
de ejemplares de Edeta, aunque con diversa composición cerámica posterior del Sudeste (Tortosa 1996: 146),
floral (Ballester et alii 1954: motivos 583-584, 587-588, es la misma que se encuentra en el crateriforme de
592, 601-607). Por otro lado, en nuestro crateriforme el Lezuza en el primer tercio del siglo I a.C. El segundo
horror vacui se resuelve ya no con la proliferación de problema que plantea este kalathos es que muestra
elementos fitomorfos más o menos reconocibles, sino con tres escenas sin separación aparente y en las que no
la multiplicación de sencillos punteados con el pincel, podemos establecer un orden determinado, y que para
tanto en esta cara como en la siguiente. Olmos (1987; id. 2003: 85) estarían narrando diversos
Para el análisis de la escena, y poder trazar así encuentros con la muerte heroica. Por un lado, se
los paralelos pertinentes, se debe tener en cuenta la plasma el enfrentamiento entre dos infantes, bajo la
confluencia de dos factores: el hecho de que se trate mirada de un cánido, que se protegen con scuta de
de un enfrentamiento colectivo (por ello entendemos decoración diversa. A estos se les ha pintado una suerte
en el que participan más de dos contendientes), y la de perilla, quizá como símbolo de edad o rango. El
plasmación de un personaje abatido, tendido en el de la izquierda levanta una falcata mientras que es
suelo, ya sea muerto o a punto de morir, algo que no alcanzado por la lanza de su oponente -que ostenta
es muy común en la pintura ibérica15, y que hunde sus la misma espada pero envainada-, lo que se enfatiza
raíces en el lenguaje escultórico del siglo V a.C.: en además con una emanación de sangre. A la izquierda
el Cerrillo Blanco de Porcuna formando parte de un de éste, se desarrolla un enfrentamiento desigual entre
complejo programa iconográfico de temática variada, un jinete y un infante protegido por otro escudo oval,
con el que se narra, justifica y recuerda cómo ha llega- ambos armados con lanza. Bajo este último, al mismo
do al poder sobre el territorio (el oppidum) un grupo tiempo, se ha pintado una figura perfilada que muestra
oligárquico (Olmos 2002; Chapa 2003: 106-109; Ruiz a un ser metamórfico, una suerte de ave monstruosa
y Molinos 2007: 157-173); y en La Alcudia de Elche, con cabeza humana (Olmos 1987: 37; id. 2003: 85).
al menos en un fragmento que muestra una mano Entre ambos combates, un jinete lancero cabalga hacia
agarrada a una pantorrilla con greba (Olmos 1999: la derecha donde se encuentran dos jabalíes, el del
79.2.3; Lorrio 2004: 158-159; Farnié y Quesada 2005: plano superior alcanzado por otra lanza. El número
203-205, fig. 193-194), del guerrero caído en el suelo, de personajes abatidos en el suelo son tres: uno de
a los pies del adversario, denotando el gesto último de ellos se halla tendido de bruces bajo el combate entre
la súplica, y que a su vez cuenta con un precedente en infantes; otro acostado boca arriba a los pies del jinete
15
de los jabalíes; y un tercero, está cayendo al suelo
Junto a los dos vasos que vamos a abordar, debemos men-
cionar la existencia del vaso crateriforme de la necrópolis del
herido de muerte bajo el caballero que lucha contra
Fapegal (Alicante), conocido en virtud de la cita que hace de el infante. En un reciente trabajo, Fuentes Albero y
él Olmos (2010: 51). Además, en un kalathos muy fragmenta- Mata (2009: 61-62) han propuesto para la escena una
do del Dep. 75 de Llíria, según la relectura de Fuentes Albero clasificación en tres grupos: el mundo de los vivos (los
y Mata (2009: 75-77, figs. 18-20), aparecerían representados
uno o varios personajes desmembrados en combate. que luchan), el mundo de los muertos (los caídos),

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y el espacio natural o de tránsito funerario (jabalíes, En cualquier caso, tanto en el vaso murciano como
lobo, ser metamórfico). En todo caso, como hemos en el de Lezuza, estaríamos en el terreno de la narra-
expuesto anteriormente, la clave radica en considerar ción mítica, que podría ser reflejo de valores aristo-
lo representado como un enfrentamiento colectivo, cráticos en abstracto, pero a su vez, como sucedía en
continuo, o tres escenas separadas, independientes la escultura de Porcuna, estar narrando la victoria de
aún relacionadas. Aranegui expuso hace algún tiempo un grupo oligárquico sobre otro (lectura por la que
(1992: 323) que se estarían plasmando tres modalida- nos inclinamos). Se trata, de todos modos, de una
des de combate, posiblemente celebradas con motivo batalla simbólica, quizá genérica, y no histórica (To-
de las exequias de un difunto. Nosotros creemos, como relli 1997), y es entre iberos. En este sentido todavía
Fuentes Albero y Mata, que el hecho de que haya puede arrojar más luz la no menos célebre tinaja de
guerreros abatidos a los pies de las parejas que luchan El Castellar (Oliva, Valencia –siglos III-II a.C.-), de
lo convierten en un enfrentamiento colectivo, y no en contexto igualmente funerario, y que conserva aproxi-
dos combates singulares. Los muertos dan continuidad, madamente la mitad inferior de su friso principal. Si
sirven de nexo, también respecto al jinete lancero que en el anterior vaso la continuidad podía suponer un
galopa tras los jabalíes. De hecho, lo que rompería la escollo, en este de Oliva la separación en dos caras
interacción narrativa del conjunto sería considerar a (¿y episodios?) queda patente en virtud de las asas
este parte de una caza ritual. No obstante, ello forma y la decoración fitomorfa; aún más, en este caso lo
parte del lenguaje figurativo ibérico, presente en el “tri- que resulta más llamativo, y complejo, del lenguaje
partitismo” compositivo del “Vaso de los Guerreros” pictórico, es la múltiple subdivisión en metopas que
de La Serreta, como veremos a continuación, y en el afecta sobre todo a los infantes vencedores. Y el en-
que caza y guerra conviven y ensalzan la memoria de frentamiento es, sin ningún tipo de duda, colectivo.
los mejores (Olmos 2003: 88). Lo que sí que parece Si atendemos a la decoración conservada, y no a la
claro, insistimos, es el enlace que supone el perso- restitución tradicional de los frisos, en una diferen-
naje herido a los pies del jinete lancero, aunque este ciación que se ha encargado de subrayar Aranegui
se considere víctima de los jabalíes, como propone (2001-2002), y que aquí reproducimos (Fig. 7b), lo
Olmos (1999: 13.3). que el pintor de El Castellar plasmó, seguramente por
encargo, fue lo siguiente: en la cara o sector de la iz-
quierda de la tinaja se muestran, hacia la derecha, tres
caballos parcialmente conservados, uno de los cuales
está montado. Bajo estos, dos personajes, desarmados
y abatidos por lanzas. Junto al de la izquierda, además,
se ha querido ver un ave gallinácea esquemática (Ol-
mos 1999: 12.3). Enfrentados a ellos, encasillados, y
seguramente responsables de su caída, se encuentran
al menos cuatro personajes, dos de los cuales se con-
servan en mayor porcentaje: el primero, con faldellín
y botines, porta un scutum y una falcata en el cinto; el
segundo, con escudo oval y lanza, viste larga túnica,
lo que ha llevado a interpretarlo como una divinidad
femenina (Griñó 1987: 346-347), que armada, apoyaría
con su presencia a su comunidad (Olmos 1999: 80.2).
No obstante, Aranegui (2001-2002: 231 y 236) rechaza
esta hipótesis, creemos que con buenos argumentos,
puesto que sobre esta figura se vislumbran todavía
dos más ataviadas con traje talar, que eliminan la
singularidad de la imagen. Por otro lado, esta luce un
Figura 7. Enfrentamientos colectivos y guerreros abatidos en la tocado rematado en rizo, que se manifiesta en el resto
pintura vascular ibérica: a. desarrollo del tarro de Cabezo del
de figuras masculinas que conservan la cabeza. Por
tío Pío (montaje a partir de Maestro 1989: fig. 109 y Olmos
1999: 79.1); b. desarrollo de la tinaja de El Castellar de Oliva ello, Aranegui considera que dichas túnicas responden
(Aranegui 2001-2002: fig. 1); c. detalle del crateriforme de Li- a una intención de dejar patente su diferente condición
bisosa; d. detalle del tarro de Archena (a partir de Olmos 1999: social, dentro de un lenguaje dual y complementario
79.1); e. detalle de la tinaja de El Castellar (a partir de Olmos (jinetes/infantes – ciudadanos con túnica/traje mili-
1999: 12.3). tar). Por lo que respecta a la otra cara o sector de la

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HÉROES, GUERREROS, CABALLEROS, OLIGARCAS 61

decoración, esta muestra a seis infantes, igualmente óptica se puede considerar a esa suerte de ave con
enmarcados en casillas, armados con scuta y lanzas, cabeza humana, como si de una psique homérica se
que se afrontan a otros cuatro, de mayor tamaño, dos tratara (Odisea, XXIV, 5 ss.), que observa al guerrero
de los cuales se encuentran abatidos. A estos, además, atravesado por una lanza en el vaso de Archena (Fig.
se les ha querido remarcar, con multiplicidad de trazos, 7d). Y recordemos también la identificación de un
la sangre que emana de sus heridas, enfatizando así ave gallinácea esquemática junto al caído del extremo
su muerte heroica (Olmos 2003: 85). izquierdo del vaso de El Castellar de Oliva (Olmos
Una lectura del vaso que comparten varios auto- 1999: 12.3), que, como el anterior, hemos utilizado
res es la que ve a dos comunidades afrontadas que para explicar el enfrentamiento de nuestro crateriforme
son testigos de combates individuales, certámenes o (Fig. 7e). Asimismo, y aunque trascienda el mapa
funerales heroicos (Olmos 1999: 80.2). Para Fuentes ibérico, no podemos dejar de mencionar la aparición
Albero y Mata (2009: 84) pudieron ser dos batallas del ave sobre (y hacia) el personaje armado abatido en
desarrolladas en tiempos distintos. En cambio, en el la pintura vascular numantina del siglo I a.C., que en
de Archena, ven un combate entre dos grupos étnicos este caso se ha relacionado con la práctica de la ex-
próximos, reflejo de acciones simultáneas y no de posición del cadáver del guerrero a los buitres llevada
episodios correlativos (Fuentes Albero y Mata 2009: a cabo, según las fuentes, por vacceos (Cl. Eliano, X,
62). Aranegui (2001-2002: 236), en nuestra opinión 22) y celtíberos (Sil. Itálico, III, 341-343); y que se
con acierto, interpreta el desarrollo del vaso como una encuentra igualmente testimoniada en estelas (Lorrio
batalla ancestral, dentro de la creación de un pasado 1997: 345-348, fig. 129). Se explica, pues, con la
para un presente en el que el príncipe deja paso al creencia del honor que suponía para estos guerreros
colectivo, que gusta de participar en manifestaciones caer en combate, en virtud de lo cual su alma era
públicas, y cuya afirmación étnica se establece a través transportada al Más Allá por el buitre (Sopeña 2010:
del dominio de las armas. Evocaría, pues, el vínculo 258-261 –con la bibliografía anterior-).
de la nueva clase dirigente ciudadana con los héroes Al guerrero caído de Libisosa se le ha distinguido
que en otro tiempo les hicieron merecedores de sus con un penacho flotante16, elemento que se documenta
privilegios, recreando una antigua batalla, referente en la pintura vascular en muy pocos casos (Quesada
de las jerarquías sociales, construida e imaginada para 1997a: 568). Lamentablemente no podemos ver los
explicar sus valores, su virtus. rasgos o atributos del jinete de la izquierda, el cau-
Volviendo a la pieza de Libisosa, debemos ahora sante de su muerte, si bien el caballero que está de
hacer hincapié en la figura ornitomorfa, que parece su parte no lo lleva, así que no puede considerarse
contar con cuerpo de pez (remarcado en tinta plana un distintivo de etnia o grupo, sino, como creemos,
frente al perfilado del resto de la imagen), quizá para de rango, o al menos enfatiza la importancia de su
subrayar su carácter funerario (Fig. 7c). En todo caso, portador, del que ha sido vencido. Resulta del todo
esta ave se diferencia notablemente de los pájaros que tentador interpretar la escena como la muerte simbólica
aparecen posados sobre los ciervos en la otra cara del del grupo aristocrático que detentaba antes el poder,
vaso. Esta vuela en picado hacia el guerrero abatido, y la victoria del nuevo linaje. Pero en el vaso tam-
que está a punto de recibir el remate final que le su- bién se podría plasmar la muerte heroica en combate
pondrá el impacto de una lanza. Ya en el siglo V a.C. del antepasado mítico, hecho ya de por sí virtuoso y
encontramos entre el programa escultórico de Porcuna digno de recuerdo.
al pájaro posado sobre el guerrero abatido (Negueruela Para terminar con la exposición de este “craterifor-
1990: 77-82, lám. XXIII, fig. 16). Según Olmos (2002: me de la muerte mítica” de Lezuza, debemos referirnos
120) acentúa el dramatismo de la muerte, indica que a su cara B (Fig. 8a y Fig. 6, desarrollo dcha.), en
su cuerpo es ya pasto del ave carroñera (momento la que dos cérvidos se encuentran afrontados a un
representado en algunas estelas aragonesas ya citadas), elemento fitomorfo ramificado y con frutos. Sobre
y, a su vez, esta puede trasladar el alma del caído en sus lomos se posan sendas aves, de forma simétrica;
combate al allende (Olmos y Tortosa 2010: 246, 249). el cuadrúpedo de la izquierda se encuentra astado,
Ello depende de la asociación del ave con el alma del mientras que el de la derecha, peor conservado, po-
difunto a partir de la interpretación tradicional de sus siblemente no (¿macho y hembra?, ¿adulto y joven?).
representaciones en el mundo griego y su conjunción La composición de ave sobre ciervo aparece de forma
con la literatura, acuñada como seelenvogel, soul-bird repetida en el siglo II-I a.C. en el Cabezo de Alcalá
o âme-oiseau (Weickert 1902; Turcan 1959; Vermeule 16
1979), lectura trasladada a ejemplos alegóricos de los También existe la posibilidad de que se trate del cabe-
llo, como en los combatientes de un relieve de Osuna (Olmos
sarcófagos romanos (Cumont 1942: 109). Bajo esta 1999: 12.1).

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-Azaila, Teruel- (Maestro 1989: fig. 7), dentro del las aves pueden ser símbolo del espacio fecundo y
universo de la caza y del ciclo natural y territorial; domesticado (Ruiz y Molinos 2007: 186). Un espacio,
así como en el “Vaso de los Guerreros” del Dep. F-1 una hegemonía, un poder, quizás conquistado en la
de La Serreta, según la más aceptada reconstrucción cara A del vaso de Libisosa.
de su fragmentado friso decorativo (Grau 1996: fig.
16 y 18; Olmos y Grau 2005; Grau et alii 2008).
Forma parte de un rico programa iconográfico, al
que volveremos en seguida, y del que nos interesa
ahora mencionar que el animal ha sido objeto de una
cacería por dos jinetes. Según Olmos, tanto en éste
como en Azaila, el ave anuncia la muerte del ciervo
(Grau et alii 2008: 28; Olmos y Tortosa 2010: 246),
pero, al mismo tiempo, es una forma de indicar que Figura 8. Cérvidos con aves posadas afrontados al elemento ve-
también éste es posesión divina (Olmos y Grau 2005: getal: a. cara B del crateriforme de Libisosa; b. lado menor de
la urna de piedra de Toya (Chapa et alii 2002-2003: detalle de
93). No obstante se trata en ambos casos (de forma fig. 10.3).
más clara en Alcoy) de animales cazados, mientras
que la escena del crateriforme de Lezuza responde a
un tipo iconográfico distinto y más preciso: ciervos II.3. Nº inv.: LB 130309; medidas: Ø bo: 34’3 cm;
con aves posadas afrontados al elemento vegetal. En Ø fo: 11’7 cm; H: 36’7 cm; procedencia: Sector 18.
este sentido, y pese a la evidente divergencia en el Dep. 174. Campaña 2009 (Fig. 9).
tiempo y momento socio-político, el mayor paralelo La tercera pieza sometida a análisis es un vaso con
se encuentra pintado en los lados mayor y menores de cuerpo de perfil en “s”, borde en ala plana, base con
la urna cineraria de piedra de Toya (Peal de Becerro, pie alto anular oblicuo, y asas en arco de disposición
Jaén, siglo IV a.C.) (Cabré 1925) (Fig. 8b). La pintura horizontal. La forma del perfil remite en parte al tipo
es hoy apenas inapreciable, pero todavía se advierten caliciforme, aunque el resultado final recuerda, a su
claramente las ciervas (diferenciadas en rojo y negro), vez, lejanamente, a la crátera ática de campana, si
algo menos las aves, y el elemento vegetal, identificado bien de ningún modo debe considerarse una imitación
con una palmera (recientemente: Mata et alii 2010: (Page 1984: 59), sino una evocatio, una reformulación
49-50). La diferenciación de los cérvidos en Libisosa producto de un largo proceso evolutivo. Pese a lo
también existió, aunque no alcanzamos a conocerla peculiar del vaso, se puede considerar como paralelo
con exactitud debido al deterioro de la figura de la un ejemplar contemporáneo, aun de menor tamaño y
derecha, a la que, al contrario que la de la izquierda, con diferencias en el labio, de La Alcudia de Elche,
se le han perfilado unas líneas en el cuello, mientras procedente de la “Tienda del alfarero” (Sala 1992:
que la falta de cornamenta sólo se intuye, por lo que 39-40, nº 24, fig. 18 y 56 -“crátera”-; Tortosa 2004:
no podemos asegurar una distinción macho-hembra. nº 69, fig. 71 y 111 -“caliciforme globular”-).
Estas cajas de piedra funcionan como un edificio En una de las caras del vaso (Fig. 9, desarrollo
funerario a escala reducida (Almagro Gorbea 1982; izq.), un infante sin casco, con cintas paralelas y fal-
Olmos 1982), y se concentran en Andalucía oriental dellín, se dispone a enfrentarse armado con una lanza
(Almagro Gorbea 1982; Madrigal 1994), constitu- o jabalina y empuñando una caetra a un jinete. De
yendo ante todo un elemento diferenciador de alto este último se ha perdido la cabeza y el brazo derecho,
rango aristocrático. La vertiente de ultratumba, habida aunque se vislumbra parte del arma que ostentaba
cuenta del protagonismo de la muerte en combate en (¿una espada?), a la vez que con la izquierda sujeta
la cara A del crateriforme, es el primer elemento a las bridas del caballo. El animal se encuentra con una
tener en cuenta también en el caso de Libisosa, aunque pata levantada, flanqueada por dos series verticales de
el contexto del hallazgo no es aquí funerario (pero “eses”, pretendiendo remarcar el “movimiento”, acción
sí oligárquico). Creemos que estos ciervos, tanto en latente en el resto de la composición. La calidad del
Toya como después en Lezuza, reproducen, o recrean, trazo en las figuras humanas contrasta con el hecho
el modelo del afrontamiento al Árbol sagrado o de la de que los elementos fitomorfos apenas se esbozan:
vida. Custodian el espacio aristocrático17, del que estos sendas flores de dos pétalos y cáliz marcado se sus-
animales, partiendo de su asociación con la divinidad penden tras el guerrero de la izquierda, mientras que
femenina, actúan ahora como prototipos, así como bajo sus piernas se ha pintado un motivo vegetal con
17
Como los seres fantásticos, especialmente los grifos. So-
brote –o capullo- central (o flor de tres pétalos). Bajo
bre esta visión espacial, vid.: Ruiz y Sánchez 2003. el lomo del caballo se dispone un elemento vegetal

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HÉROES, GUERREROS, CABALLEROS, OLIGARCAS 63

Figura 9. “Crátera de la monomaquia” de Libisosa. Forma y desarrollo de la decoración (dibujo de Nora Hernández Canchado
–Proyecto Libisosa-).
realizado a partir de la superposición en vertical de cara de nuestra crátera, hecho que resulta todavía más
cuatro flores de dos pétalos con cáliz marcado, flo- claro si se observan las fotografías y algo menos si
tando bajo sus cuartos traseros una de ellas de mayor nos ceñimos al dibujo publicado en su momento por
tamaño. En este tipo de enfrentamientos se suma la Gabaldón y Quesada, que es el que hemos reproducido
evidente ventaja táctica a los efectos psicológicos que en la Figura 4, y que nos lleva a pensar que se trata de
supone sobre el contrincante (Quesada 1997b: 186). A una pieza del mismo taller que concibió la crátera de
la hora de buscar paralelos de enfrentamiento desigual Libisosa, por lo que la datación del lebes de Linares
jinete-infante nos encontramos con que estos o forman debería retrasarse a finales del siglo II-primer tercio
parte de escenas de combates colectivos18, o bien la del I a.C., a un momento contemporáneo, por tanto,
escasa conservación del vaso no permite conocer con a los vasos de Lezuza.
exactitud el contexto del enfrentamiento19. Asimismo, En la otra cara de la crátera (Fig. 9, desarrollo
debemos volver al vaso conservado en Linares, al cons- dcha.) se muestra el combate singular entre dos infan-
tituir el jinete mejor conservado un paralelo rotundo tes ambientado por el sonido del aulós tocado por un
en trazo y composición respecto a lo figurado en esta personaje masculino. El guerrero de la izquierda, al
que se ha remarcado el faldellín y las cintas paralelas
18
Caso de un lebes del Dep. 12 de Llíria (Ballester et alii en el pecho, va armado con una falcata y un scutum,
1954: 60-61, fig. 45, lám. LXIV y LXV; Bonet 1995: 87, nº
1, fig. 25; Aranegui 1997: 61-62, fig. II.9; Pérez Ballester y llevando en la cabeza un casco que podemos interpretar
Mata 1998: fig. 4, nº 129 –Estilo II-) o una tinajilla del Dep. sin problemas como de “tipo Montefortino” (hemisfé-
95 del mismo yacimiento (Ballester et alii 1954: 44-45, fig. rico, con apéndice terminal y guardanuca)20, ajustado
28, lám. XLIII; Bonet 1995: 225, nº 86, fig. 110; Aranegui
1997: 62, fig. II.10; Pérez Ballester y Mata 1998: fig. 5, nº a la barbilla con sendas cintas o correas. El personaje
156 –Estilo II-); y también del vaso del Cabezo del Tío Pío de la derecha presenta la misma vestimenta y casco,
tratado anteriormente. así como escudo oblongo (este decorado de forma
19
Como sucede en un ejemplar de El Cabecico del Tesoro
–siglo II a.C.-, en el que el infante aparece armado con caetra, diversa al anterior), solo que el arma que levanta contra
y quizá también con falcata (otras interpretaciones apuntan a su adversario adopta una extraña forma romboidal,
que se trata de la pata del caballo que este estaría tocando),
mientras que su muslo alcanzado por una lanza simbolizaría
20
posiblemente su inminente derrota: Maestro 1989: 295-298, fig. Cabe destacar que en el mismo Dep. 174 apareció un
108; Quesada 1997a: 956, nº 46; id. 1997b: 190; Tortosa 2006: casco de hierro de similar tipología (Uroz Rodríguez 2012:
nº 287 –Grupo SE II-; Fuentes Albero y Mata 2009: 62, fig. 2. fig. 263).

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64 HÉCTOR UROZ RODRÍGUEZ

con la que creemos se quiso evocar una espada recta, comparte vaso con el duelo, podemos destacar dos
aunque no se pueden descartar otras posibilidades21. lecturas: una de ellas (Pérez Ballester y Mata 1998:
El auletér va ataviado igualmente con el faldellín y no 242; Fuentes Albero y Mata 2009: 74-75) considera
presenta ningún tocado especial. Los tres personajes se que se están narrando varios episodios protagonizados
encuentran separados por series verticales de “eses”; por el mismo individuo. Así, según esta hipótesis, el
bajo las piernas de los dos guerreros se representan, caballo de la izquierda de la monomaquia pertenecería
además, flores de dos pétalos con cáliz marcado, y al guerrero lancero que, victorioso, se plasmaría una
una tercera tras el cuello del joven con falcata, que de vez terminado el combate, mientras que más a la de-
algún modo lo señala respecto a su oponente. recha se habría pintado quizá el momento previo, en
Nos movemos aquí en el concepto aristocrático el que el caballero iría acompañado por su escudero.
arcaico del combate heroico cuerpo a cuerpo, la mo- La otra lectura (Olmos 1999: 78.4; id. 2003: 91),
nomaquia, que exigía la lucha de campeones a pie, por la que más nos decantamos, es la que, siempre
cara a cara, en búsqueda de la eukleia, la reputación, a través de la yuxtaposición de espacios y acumula-
la nombradía. El tema centró un artículo de R. Olmos ción de tiempos diferentes, considera representado
hace algunos años (2003), y se registra en la pintura un certamen heroico en honor de un antepasado o
vascular22, desde finales del siglo III hasta el I a.C. un difunto, al que se rememoraría en el caballo sin
Resulta complejo, y posiblemente erróneo, diferen- montar, y se evocaría en el jinete que parte hacia la
ciar en algunas decoraciones cerámicas el combate derecha, y que más adelante se mostraría una vez
singular de lo que en realidad puede estar mostrando heroizado tras su muerte, honrado por el infante con
parte de un enfrentamiento colectivo. A continuación la lanza al hombro.
expondremos las que nos parecen más claras, por no
aparecer acompañadas de más guerreros, por estar los
contendientes claramente separados del resto, o bien
porque se encuentran amenizadas por uno o varios
músicos, lo que creemos confiere a la escena una
clara distinción festiva y ritual. El caso paradigmá-
tico, al reunir todas esas premisas, lo constituye un
lebes del Departamento 41 del Tossal de Sant Miquel
de Llíria –finales del siglo III -primer cuarto del II
a.C.- (Ballester et alii 1954: 60, fig. 44, lám. LXIII.1;
Bonet 1995: 176, nº 19, fig. 85; Aranegui 1997: 98
ss., fig. II.49; Pérez Ballester y Mata 1998: fig. 3, nº
149 –Estilo II-) (Fig. 10a), que, como se ha apuntado
con anterioridad, constituyó una sala de reunión y de
culto gentilicio. En una escena del friso, en el que la
profusa vegetación no deja un solo hueco, se muestra
a dos hombres en combate singular flanqueados por
dos personajes que tocan sus instrumentos musica-
les: a derecha, un joven con una tuba, y en el otro
extremo, una mujer que sopla la doble flauta o aulós,
ataviada con túnica talar y gorro puntiagudo. Ambos
guerreros portan escudo oblongo; el de la izquierda
ataca con una lanza, que está a punto de impactar
en su oponente, que empuña una falcata. Por lo que
refiere al resto de la decoración en banda continua que
21
Sobre este asunto deben tenerse en cuenta tres factores:
la extraña postura con la que el guerrero ataca con el arma
(sobre todo si se trata de una espada), la poca precisión con Figura 10. Combates singulares en la pintura vascular ibérica: a.
la que presuntamente se habría dibujado en comparación con desarrollo de la decoración del lebes de Edeta (Bonet 1995: fig.
el trazo del resto de la composición pictórica; y el limitado 85); b. restitución de la decoración del “Vaso de los Guerreros”
espacio que quedó tan cerca del labio para llevar a cabo este de La Serreta (Olmos y Grau 2005: fig. 4); c. dibujo-restitución
sector de la misma. del fragmento de kalathos de El Castelillo de Alloza (según Lu-
22
Pero también en estampillas del siglo III a.C. del Cerro cas 1995: fig. 4); d. decoración de la jarra del Puntal dels Llops
de las Cabezas (Valdepeñas, Ciudad Real): Olmos 2003: 85;
(Bonet y Mata 2002: fig. 53).
Fernández Maroto et alii 2007, 222, lám. 2c.

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HÉROES, GUERREROS, CABALLEROS, OLIGARCAS 65

Pero esta pieza también ha dado pie al estable- héroe, en una suerte de ciclo biográfico: la zoomaquia,
cimiento de lazos entre el lenguaje simbólico de es- la caza ritual, y el certamen individual, todas ellas
tos vasos y lo que narran, o interpretan, las fuentes consumadas. En el episodio de la monomaquia, el
literarias sobre las “costumbres” iberas (o/y celtas protagonista heroico se sitúa a la derecha. Su oponente,
peninsulares), algo que posiblemente no resulte muy tocado con penacho, empuña una espada, así como una
apropiado desde un punto de vista metodológico, pero caetra que manifiesta ciertas concomitancias con las
que radica en una documentación que de ningún modo cápsulas de adormidera del “kalathos de la paloma”
podemos obviar. Se trata de las informaciones sobre los del mismo departamento, hecho que se utiliza como
combates singulares llevados a cabo en el funeral de argumento para asociar ambos vasos al mismo pintor
Viriato (App., Iber. 75; Diod. Sic., XXXIII, 21), pero, (Olmos y Grau 2005: 94, n. 81). El héroe, por su parte,
sobre todo, y ya en el universo ibérico, el conocido empuña un scutum y ha alcanzado con su lanza el
pasaje de Tito Livio (XXVIII, 21), referido al munus pecho de su adversario, lo que alude a un desenlace
gladiatorio que habría dispuesto Escipión el Africano victorioso. Existe, asimismo, un elemento, entre tantos
en Carthago Nova en el 206 a.C. como parte del tri- otros, digno de subrayar, y es la identificación de su
buto funerario rendido a su padre y a su tío. Llama la tocado con una piel de animal (Olmos y Grau 2005:
atención de Livio cómo en estos “juegos” participaron 94), algo que ya se intuía en la escena de caza ritual,
jóvenes aristócratas de forma voluntaria, aduciendo y que resulta un atributo tomado de la bestia vencida
algunas motivaciones (honrar la virtus de su gens o en la primera hazaña, como la leontea de Heracles
de su dux, resolución de conflictos políticos...), que después de vencer al león de Nemea. En la tinaja de
han servido para ver en el vaso de Llíria, más allá de Alcoy, por tanto, la monomaquia forma parte del ciclo
la lectura gladiatoria tradicional (Ville 1981: 49), un del héroe, y se inserta dentro de las nuevas fórmulas
reflejo de un duelo judicial, de carácter legendario, de establecer lazos de parentesco, sancionadas con
dentro de una tradición arraigada en la aristocracia prácticas y espacios rituales, que permiten la cons-
ibérica (Blázquez y Montero 1993), en una forma de trucción del nuevo linaje aristocrático y su clientela
vinculación o fides con el caudillo (Fernández Nieto (Grau et alii 2008: 28-29). Con respecto al personaje
1992: 383-384; Olmos 2003: 91-92). femenino que toca la doble flauta, éste se sitúa en un
El segundo vaso de obligada referencia es el ya extremo del friso compositivo, más próximo (y en con-
mencionado “Vaso de los Guerreros” de La Serreta tacto) con la hazaña del joven con el carnicero. Pero
(Alcoy-Cocentaina-Penáguila, finales siglo III-princi- mientras los músicos del lebes de Llíria flanqueaban
pios del II a.C.) (Fig. 10b). Esta tinaja con hombro, y encuadraban una sola escena –la monomaquia-, la
denominada tradicionalmente pithos, constituye el música de la auletrís de La Serreta haría referencia
máximo exponente de ese “Estilo Serreta” individua- a lo ritual de todas las hazañas, recreando el espacio
lizado recientemente (Tortosa 2006; Fuentes Albero y tiempos míticos, y erigiéndose en representante de
2006, 2007), y que presenta tantas concomitancias la colectividad y protectora del héroe (Olmos y Grau
con el Estilo II edetano, en temática, composición y 2005: 90, 95).
trazo. Se recuperó en el Departamento F-1, un espacio, Por su parte, el personaje que hace sonar el aulós
que como ya se ha comentado, constituiría una suerte en el vaso de Libisosa, como se ha mencionado, es
de tesaurización, conjugando un conjunto de piezas masculino, ataviado con el faldellín y sin ningún toca-
extraordinarias con otros bienes materiales más co- do especial. Se conocen diversos ejemplos de persona-
munes (Grau et alii 2008: 27). El desarrollo del friso jes que tocan el aulós, tanto en pintura vascular como
decorativo en el que se inserta un fecundo paisaje en escultura24, destacando en esta última el relieve que
vegetal, y en el que destacan las hojas cordiformes formó parte de un programa funerario monumental en
(hiedra, zarzaparrilla), las flores en vista cenital o Osuna25, en el que la auletrís ambientaría el enfrenta-
rosetas y los “zapateros”, muestra tres escenas que miento heroico entre dos jóvenes (Olmos 1999: 75.4;
ofrecen un aparato simbólico que abarca, y ahí radica 2003: 93; Chapa y Olmos 2004: 67-69, figs. 19-20).
su interés, varios estadios de las gestas individuales
referidas al ciclo heroico23, y que desembocan en el 24
Para todos los casos vid. Griñó 1985: 152-156; listado
combate singular. De hecho, según la lectura de Olmos que se debe actualizar con el vaso libisosano, y con un frag-
mento de galbo, quizá de un lebes, del Torrelló del Boverot
y Grau (2005), estaríamos ante la plasmación tripartita (Almazora, Castellón – mediados del siglo II a.C.): Clausell
y gradual de una sucesión de hazañas del mismo joven et alii 2000: 92-98, fig. 12-13; Bonet e Izquierdo 2001: 286,
fig. 6.1.
23 25
Sobre la traslación del ciclo heroico mediterráneo al mun- Sobre los conjuntos monumentales de Urso y su cronolo-
do ibérico, a propósito del estudio del herôon de El Pajarillo: gía, vid. recientemente: Noguera y Rodríguez Oliva 2008: 415
vid. Molinos et alii 1998: 328. (con la bibliografía anterior).

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66 HÉCTOR UROZ RODRÍGUEZ

Aunque no haga referencia a una monomaquia, nos de grandes hojas cordiformes sirve de soporte a una
interesa traer a colación, por el protagonismo y forma escena, harto esquemática y que se ha equiparado al
de las eses que enmarcan a los personajes de nuestra Estilo I edetano (Fuentes Albero y Mata 2009: 79),
crátera, el conocido vaso crateriforme de El Cigarralejo de enfrentamiento entre dos personajes masculinos
(Cuadrado 1982; Olmos 1987: 32-33, 40-41; Maestro armados con escudo oblongo y lanza (el de la iz-
1989: 311-313, fig. 112; Cuadrado 1990; Blázquez quierda, además, con falcata en el cinto). El espacio
2001-2002; Tortosa 2006: nº 305, lám. 88 –Grupo en el que transcurre la hazaña lo representa un único
SE II-; González Reyero 2008: 71-78, figs. 1-2). La árbol, genérico, de difícil identificación. Aunque no
pieza carece de contexto preciso, aunque se ha datado se ha querido insinuar el desenlace del combate, sí
entre el siglo III y el II a.C., centuria esta última por se pintó un ave a sus pies, que actúa como testigo y
la que nos decantamos. De hecho, la relación que se anuncia la muerte de uno de ellos (Olmos 2003: 89),
estableció ya por Page (1984: 69, nº 12bis) con una siguiendo así el lenguaje simbólico que hemos visto
crátera de columnas, modelo ático al que evocaría, con anterioridad26. El otro ejemplo procede de El Cas-
no es óbice para una datación tardía, algo que pode- telillo (Alloza, Teruel, siglos III-II a.C.), y se plasma
mos ahora apoyar en el propio vaso de Lezuza, que en un kalathos del que solo se conserva un fragmento
representa un recuerdo evolucionado de un ejemplar (Maestro 1989: 68, fig. 13; Olmos 1999: 78.3; Fuentes
de campana, y ha aparecido en un contexto de prin- Albero y Mata 2009: 80-81, fig. 25) (Fig. 10c), y que
cipios del siglo I a.C. Pues bien, el friso decorado de incluye un epígrafe ibérico en el labio. En la escena
la cerámica de Mula presenta un desfile de guerreros aparece enmarcado el combate singular entre dos in-
con lanza, escudo oblongo, cintas cruzadas sobre el fantes con escudo oblongo, y que presentan un mayor
pecho y rostro parcialmente cubierto por trazos radia- tamaño que el resto de personajes conservados. Bajo
les en torno al ojo (¿máscara?, ¿pintura?, ¿solución ambos, sancionando el enfrentamiento, se encuentra
enfática abstracta?), en el que participan dos personajes un toro frente a un gran tallo floral, y que contaría,
masculinos de tamaño ostensiblemente más reducido en origen, con su correspondiente simétrico en el lado
(¿incidiendo en su corta edad frente a los infantes que falta, tal y como lo restituyó Lucas Pellicer (1995:
ya adultos?), uno de los cuales toca la lira y el otro fig. 4), siguiendo así un tipo iconográfico que se do-
hace sonar el aulós. La escena es claramente ritual, e cumenta en la pintura vascular del Hierro chipriota
independientemente de si ilustra o no algún acto con- del tipo Bicroma IV y en la cerámica orientalizante
creto, forma parte del lenguaje de auto-representación peninsular. En este combate heroico, participan como
y auto-afirmación del ideal aristocrático. Y el hecho testigos diversos personajes, uno de ellos sentado sobre
es que las series de “eses” que todo lo envuelven en un trono y portando cetro, acaso el juez. De todas
el vaso de El Cigarralejo remiten claramente a las que las lecturas nos parece más sugerente la que ve un
ciñen las figuras de nuestra crátera de la monomaquia, vaso conmemorativo de la disputa por los límites del
que bien pudieran estar simbolizando el sonido que territorio entre dos comunidades, resuelto mediante
envuelve el ritual, en una vertiente onomatopéyica el duelo heroico (Olmos 2003: 93-94).
que hay quien ha trasladado a otros vasos singula-
res (Pastor Eixarch 1998; 2010). En cualquier caso,
estas “eses” parecen ser un comodín polisémico en III. CONSIDERACIONES FINALES
el lenguaje vascular ibérico que, según la escena y
el contexto, pueden indicar una u otra cosa, y cuya La presencia de un conjunto cuantioso, variado
finalidad, como ha puesto de manifiesto recientemente y, en general, de producción propia, de pintura vas-
Santos Velasco (2010: 165), es aludir e insinuar ideas cular con decoración compleja indica, de por sí, la
que completen el sentido de la representación, simbo- centralidad del oppidum libisosano en su comarca.
lizando o sacralizando el espacio en el que transcurren En este sentido, resulta apropiado hacer referencia a
los hechos que se narran. la línea de investigación seguida recientemente por
Para el último lugar hemos reservado otros dos Grau (2007) a propósito de La Serreta, según la cual
ejemplos, muy diversos entre sí, en el que aparece la pintura vascular figurada surge allí a finales del siglo
de forma clara un combate singular. Nos referimos, III a.C. en el marco de la creación de una identidad
por un lado, a una jarra recuperada en el Dep. 2 del étnica en su territorio, legitimando un nuevo proyec-
Puntal dels Llops (Olocau, Valencia, primer cuarto
26
siglo II a.C.) (Maestro 1989: 93-94, fig. 23; Bonet En un primer momento (Bonet y Mata 2002: 127; Bonet
y Mata 2002: 127, figs. 53 y 150; Bonet e Izquierdo e Izquierdo 2004: 87), la escena se interpretó como una re-
presentación cómica, una escena de danza en torno a la presa
2004: 86-87) (Fig. 10d). En esta, un friso inferior herida o de caza.

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HÉROES, GUERREROS, CABALLEROS, OLIGARCAS 67

to político. Esta línea participa de la lectura que se y supraterritorial que se concentran en el Sudeste, en
hace de la iconografía vascular desde un punto de los actuales territorios de Murcia, Albacete, Jaén y
vista de política interna, en relación, sobre todo, con Córdoba oriental (Uroz Rodríguez 2008).
la evolución social que asiste a la ampliación de los Volviendo a nuestros vasos, y por lo que refiere al
grupos aristocráticos (Ruiz 1998). Dicha evolución, estilo, si tuviéramos que encuadrar las decoraciones
sin duda, debe considerarse el principal motor de la vasculares de Libisosa, trascendiendo este estudio
decoración figurada y su contenido, pero no el único. parcial, en los distinguidos por Tortosa (2006), de-
Y aunque estas pinturas vasculares no se deben meter beríamos referirnos tanto al Grupo SE II y al Estilo
históricamente en el mismo saco (piénsese en Edeta Albacete, con relación al programa fitomorfo y zoo-
y La Alcudia, separadas por cerca de una centuria, o morfo (aves, ciervos y carnassiers) presente en las
las recuperadas en Valentia, en contexto colonial), tan piezas recuperadas hasta la fecha en el Sector 3 (Uroz
cierto es que surgen al amparo de las nuevas relaciones Rodríguez 2012: 303-312, 332-343), así como al Estilo
clientelares internas, como que lo hacen en un clima I ilicitano, preferentemente para las composiciones
de presencia efectiva romana. En el caso de Libisosa, vegetales, sobre todo las que constituyen la decoración
enclave de importante actividad mercantil, de cruce exclusiva del/los friso/s, muy presentes en los Sectores
viario y zona de transición, encontramos un contexto 3 y 18 y en el contemporáneo depósito votivo del
oligárquico con clara influencia del agente itálico, que Sector 1f (Uroz Rodríguez 2012: 181-193, figs. 186,
pudo estar amparada incluso en la presencia efectiva 199, 212, 310). Asimismo, por lo que respecta a las
del ejército romano. piezas de protagonismo antropomorfo incluidas en
La recreación de mitos, de una memoria heroica este trabajo, creemos que muestran fuertes puntos de
y modélica, es una de las respuestas a un momento contacto con el Estilo II edetano, tal y como sucede
de crisis y de redefinición de identidades que arranca con la cerámica de La Serreta. Estamos, en todo caso,
con la Segunda Guerra Púnica y se irá intensificando en un enclave de importante relevancia comercial, y
con la conquista romana. Estamos ante el lenguaje de ante unos vasos de encargo que pudieron ser fruto,
autoafirmación de la oligarquía ibérica (de su virtus)27, al menos en algunos casos concretos, de artesanos
dirigido también a asegurarse su status aristocrático en itinerantes, en combinación con producciones locales
el emergente orden socio-político romano, y lo hacen (la mayoría, teniendo en cuenta el volumen de vasos
dentro de un cóctel que incluye elementos de corte decorados, sobre todo fitomorfos).
italo-helenístico, como los mitos de fundación, con Respecto a la datación, existe la posibilidad de que
otros de raigambre igualmente mediterránea, algunos algunos de estos vasos singulares se atesoraran como
herederos de los viejos programas escultóricos de las bienes de prestigio, no considerando por tanto que
zoomaquias. Por tanto, es el arraigo a su situación pri- su fabricación fuese virtualmente contemporánea a la
vilegiada lo que propicia en la oligarquía la búsqueda destrucción sertoriana. Ahora bien, ¿se deben remontar
de sus orígenes míticos heroicos que justifiquen el más allá de unas pocas décadas, como por ejemplo, al
mantenimiento de dicha posición. En este marco, la primer cuarto del siglo II a.C., tal y como se habría
autoafirmación y la integración (auto-romanización) ubicado, por poner un caso, la “crátera de la monoma-
de las élites no solo no son incompatibles, sino que quia” si hubiese aparecido fuera de contexto (por sus
se advierten complementarias. De especial relevancia concomitancias con la cerámica levantina y alcoyana), y
nos parece la teoría de Chaves Tristán (2008), sobre cuyo mejor ejemplo es la datación que se hizo del lebes
la evolución de la elección de tipos iconográficos y conservado en Linares y seguramente procedente del
las leyendas en las emisiones monetales a partir de mismo contexto libisosano?: creemos que no, al menos
finales del siglo III a.C., y sobre todo en el desarrollo desde un punto de vista estrictamente metodológico.
de los siglos II y I a.C., que arrancaría en una aemu- El arco cronológico, por lo tanto, que consideramos
latio relacionada con la autoafirmación, pasando por más apropiado para el común de estas piezas, es el de
un fenómeno de imitatio, para desembocar en una finales del siglo II-primer tercio del I a.C.
“integración desde dentro”. El binomio autoafirmación/ Para cerrar la lectura de los vasos singulares que
auto-romanización adquiere una mayor complejidad, si presentamos en este trabajo queremos dejar constan-
cabe, con la observancia de la evolución de los lugares cia e incidir en lo siguiente: en el crateriforme que
de culto28, especialmente aquellos de carácter territorial
pretatio romana estudiado recientemente en la evolución de
27
Aunque pudiera constituir ya un universo obsoleto para los lugares de culto del Alto Guadalquivir (Ruiz et alii 2010).
Roma, como en el caso de las monomaquias (vid. Olmos 2003: Para un estudio completo de la evolución del espacio, paisaje
96-97). y elementos votivos de estos santuarios en el contexto político
28
Vid. el fenómeno de aemulatio ibérica frente a la inter- que los alberga y justifica: vid. Rueda 2011.

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bautizamos como “de la muerte mítica”, aparece lo terreno de la plasmación de una élite ecuestre sancio-
que consideramos un episodio de un enfrentamien- nada por la divinidad y de sus antepasados míticos
to colectivo. En el mismo se ha podido recrear un heroicos del nuevo linaje ampliado. El hecho de que
fragmento de una antigua batalla, simbólica, quizá se representen dos parejas de jinetes, creemos que
genérica, y no histórica, referente y modelo de las hace alusión a un grupo gentilicio, quizá a dos, ha-
jerarquías sociales, construida e imaginada para ex- bida cuenta de las diferencias en el umbo del escudo,
plicar sus valores, su virtus. Extremadamente relevan- unidos por (nuevos) lazos clientelares. Asimismo, el
te para su interpretación resulta la figura central del nacimiento o sanción divina del nuevo linaje ecuestre
guerrero abatido, distinguido con penacho, a punto de es lo que pensamos que se pintó en el lebes del Museo
ser rematado, y sobre el que vuela en picado un ave de Linares. Aquí, además, se afrontan a una suerte
con cuerpo de pez dispuesto a trasladar su alma. La de Árbol sagrado. Los de Linares son, como los de
escena se podría interpretar como la muerte simbólica Lezuza, una pareja. No considero, en nuestro caso, que
del grupo aristocrático que detentaba antes el poder, haya que establecer un vínculo con los Dióscuros, ni
y la victoria del nuevo linaje. Ese poder, espacio o con una rememoración de la caballería númida, aunque
hegemonía es el que se encontrarían custodiando los ambos hayan podido servir de inspiración, pero esa
cérvidos del reverso, siguiendo el modelo pretérito del dualidad sí podría evocar el concepto de magistratura
afrontamiento al Árbol sagrado o de la vida. Pero en colegiada, apropiado en un ambiente cívico y de una
el vaso también se podría plasmar la muerte heroica oligarquía en contacto directo con el agente itálico y
en combate del antepasado mítico, hecho ya de por sí en avanzado estado de (auto)romanización.
virtuoso y digno de recuerdo. El carácter igualmente
funerario de lo figurado en la cara B serviría para BIBLIOGRAFÍA
cualquiera de las dos lecturas. Asimismo, conviene
traer a colación la lectura preliminar que ha hecho Alfaro Asins, C. 1998: “Las emisiones feno-púnicas”,
Olmos (2012: 51) del vaso inédito del Fapegal, bajo Historia monetaria de Hispania antigua, Madrid,
la óptica de la reminiscencia de episodios homéricos, 50-115.
ya conocidos por la aristocracia local de época tar- Almagro Gorbea, M. 1982: “Tumbas de cámara y cajas
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caído, de bruces sobre el suelo, y el expolio de sus y la delimitación del área cultural ibérica de los
armas. Por su parte, la “crátera de la monomaquia” bastetanos”, Homenaje a Conchita Fernández Chi-
puede observarse desde diversos ángulos, ya sea carro, Madrid, 249-258.
como un enfrentamiento iniciático de dos jóvenes, Almagro Gorbea, M. 1995: “La moneda hispánica
una exhibición de virtudes aristocráticas; o bien, y al con jinete y cabeza varonil: ¿tradición indígena o
mismo tiempo, como plasmación, en clave mítica, de creación romana?”, Zephyrus 48, 235-266.
una práctica, igualmente oligárquica (y arquetípica), Almagro Gorbea, M. 1996: Ideología y poder en Tar-
según la cual pudo dirimirse un conflicto de una for- tessos y el Mundo Ibérico, Madrid.
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Recibido: 19-01-2012
Aceptado: 22-05-2012

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