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RESUMEN

El texto expone la afición del Magistral por el montañismo, por “subir a las alturas”;
más adelante enlaza esta afición con la relación que tiene D. Fermín con la ciudad de
Vetusta y cómo el paso del tiempo crea en él una enorme frustración por sus sueños
no alcanzados. Sin embargo, este hecho no hace que disminuyan sus ambiciones sino
todo lo contrario, siente una mayor necesidad de reafirmar su dominio, su poder sobre
algo o alguien, en este caso sobre Vetusta (ejemplo del texto: Vetusta era su pasión y
su presa), sus habitantes de forma general, y particularmente, sobre Ana Ozores, la
“Regenta”, el símbolo de lo más selecto de Vetusta, por su pertenencía a la clase
dirigente, por ser objeto de codicia sexual entre los hombres y envidiada por las
mujeres de su círculo social.

Párrafos 1º y 2º: Análisis psicológico del protagonista a través de su afición de


“subir a las alturas” (doble sentido o sentido irónico del narrador omnisciente, ya que
esas alturas no son únicamente las referidas a una escalada física sino las de “trepar,
medrar” en la jerarquía eclesiástica). Además, el sentido irónico se mantiene en “la
manera en qué mira” (sus ojos eran dardos): lo hace como el ave de rapiña, con
cálculo (uso del anteojo dispuesto en la torre de la catedral), eligiendo, después de
contemplar todo el entorno, aquella presa que es más débil, más vulnerable (paseaba
lentamente sus miradas por la ciudad escudriñando sus rincones, levantando con la
imaginación los techos, aplicando su espíritu a aquella inspección minuciosa, como
el naturalista estudia con poderoso microscopio las pequeñeces de los cuerpos).
Teniendo en cuenta además que para él, según el narrador, las personas son
“infusorios” (microbio) y los pueblos “juguetes”, es decir, seres sin más valor que
aquel que le pueda prestar a él. Son meros objetos a su servicio, objetos con los que
alcanzar el poder y saciar su ambición. De ahí, la metáfora: Vetusta = su pasión y su
presa.
El nombre de la ciudad lo conocemos solo en el segundo párrafo.

Párrafos 3º, 4º y 5º: Sentimiento que provoca la ciudad en D. Fermín: frustración


violenta cuya consecuencia es proyectar sobre Vetusta, sus habitantes, un dominio
férreo, inquisitorial: “castigo bíblico, azote de Dios”.

COMENTARIO LINGÜÍSTICO-LITERARIO: Desde el punto de vista

lingüístico, el rasgo más destacado es la ironía, que raya en el sarcasmo, presente

en todo el texto pero más significativa en el 2º y 4º párrafos en los que el


narrador ahonda en la relación entre Vetusta y D. Fermín traduciéndola en una

doble metáfora y el campo asociativo de “Gula” (uno de los pecados capitales

según el dogma católico)

Pasión-----------VETUSTA--------------Presa

 Vetusta/Gula/Pasión y Presa------------

2º párrafo: trinchante/ bocados apetitosos/gastrónomo/escudriñar

4º párrafo: devorar/arrojar/ pedazos ruines de carne/ domador

º PARTE

CAPÍTULO I

1. La acción se sitúa después de comer: concretamente a la hora de la siesta, después del mediodía. Y
el lugar donde transcurre la acción es en la catedral de Vetusta, en la torre de la basílica.
2. IRONÍA con contrastes: “La heroica ciudad dormía la siesta” (se contrasta la heroicidad de la ciudad
con la aburrida y tediosa siesta), “Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la
digestión del cocido y la olla podrida (se contrasta de nuevo la lealtad y la grandeza de la ciudad,
con el cocido y la olla de la hora de comer).
3. Según Birsmark y Celdonio, el Magistral es un tipo orgulloso, y muy bien plantado, que desprende
gran respeto (por eso tienen miedo de que les pegue), y que se convierte en una gran aspiración
para Celedonio ya que quiere llegar a ser como él.
4.
5. 3. CELEDONIO: físicamente es moreno, bajo, feo, desdentando y bastante sucio. Su instinto natural
produce que de su apariencia de cara humilde se convierta en una expresión oficial cuando aparece
el Magistral; esto nos hace pensar que Celedonio es uno más de los habitantes de Vetusta:
completamente hipócrita.
6.
7. MAGISTRAL: Orgulloso, desprende gran respeto por su pulcritud y el gran nivel social en la manera
de vestir, lo que conlleva a que tenga un gran nivel social, desprenda aún más respeto, y que
cualquier acólito (como Birsmack o Celdonio) quiera llegar a su posición. El magistral también es
serio, altivo y egoísta, y su gran característica es que ansía el poder y quiere llegar a lo más alto.
8.
9. 4. Sus aspiraciones es llegar a lo más alto, ser el más poderoso, es decir, “ser el amo del amo”.
10.
11. Su posición sobre Vetusta es la de Magistral de la misma ciudad, aunque aspira a ser obispo.
12.
13. 5. Vetusta se divide en 2 barrios: La Encimada: es allí donde se encuentra la catedral donde Fermín
de Pas esta subido; tiene casas viejas, calles estrechas y sucias, de manera rústica que hace suponer
que es donde habitan las personas poco acabaladas, aunque también existe una zona de casas ricas
que poseen un terreno muy grande dentro de la Encimada. El otro barrio es la Colonia: allí es donde
viven las personas pertenecientes a una clase social alta, como nobleza y mercaderes ricos, aunque
predomina los indianos (americanos) con sus grandes fortunas que trajeron de América.
Analisi de la regenta

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a3de-bdff0a50e0ca_2.html

gonzalo sobejano

- Madame bovary nella regenta

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acc7-002185ce6064_2.html

La primera entrega fue Pipá (1879), novela corta influenciada por el naturalismo, que
presenta en germen personajes que aparecerán en La Regenta (1884-85). La Revista de
Asturias publicó en 1880, entre abril y junio, tres capítulos de Speraindeo, primer intento de
novela, que nunca llegó a terminar.

La novela come Portada de «La Regenta», 1884-1885.Cuestión interesante sería determinar de dónde le
influenza de la viene la ambición y el impulso de escribir una novela como La Regenta. Quizá el de mayor
regenta significación le fue dado por el naturalismo, según el propio autor sugiere al reseñar la obra
de Galdós; por ejemplo, al considerar La desheredada (1881), indicó las posibilidades que
ofrecía, por la concepción de la novela naturalista y sus técnicas. Por otro lado, la temática
epocal iba perfilándose y se repetía en formas parecidas, con variaciones formales en las
diferentes novelas del momento.

El tema del adulterio, central en La Regenta, se rastrea en Madame Bovary, de Flaubert, O


Tema dell’adulterio primo Basilio, de Eça de Queiroz, Ana Karenina, de Tolstoï, y La conquete de Plassans, de
ed auge della Zola, la obra que más se asemeja a la de Alas, aunque se le suele dar prioridad a Madame
novela Bovary. Fenómeno digno de mención es el auge de la novela durante la década de los
ochenta, con la aparición de una docena de obras relevantes de Galdós, Pardo Bazán,
Ortega Munilla, Palacio Valdés y Pereda. Década áurea de la novela en el siglo XIX español,
coincidiendo con la primera salida de Alas al campo de la narrativa extensa.

La Regenta es el resultado de una conjunción: la suma de flaubertismo (la novela


autoconsciente) más naturalismo (visión «moderna» de la realidad, que permitía ver en
profundidad), más las circunstancias propicias (el público quería novelas), más el interés del
autor por lo ético (krausismo) y el deseo del artista de ser oído en toda España.

Trama brevemente Todo ello dio lugar a la invención de un mundo ficticio y de un escenario cuyo referente es
la ciudad de Oviedo (en la novela, Vetusta): la bella y sensible Ana Ozores, recién casada
società con el maduro Víctor Quintanar, ex regente de la Audiencia, se ve acosada por el donjuán
de la ciudad, Álvaro Mesía, y por el magistral de la catedral, don Fermín de Pas. Acaba
cediendo al cerco de don Álvaro, tras rechazar al sacerdote que tan apasionadamente la
ama. Don Víctor, que descubre el adulterio, presionado por Pas, desafía a don Álvaro, y
muere en el duelo. La novela resulta extraordinaria por el cuidado y detalle con que se
presenta la vida de Vetusta y sus diferentes clases sociales; para la descripción del
ambiente provinciano y del entramado de la vida colectiva, lo más naturalista de la obra,
utiliza las técnicas más apropiadas, como el monólogo interior y el estilo indirecto libre,
aptos para que la historia parezca contarse por sí misma -la narran los personajes- y para
penetrar en el interior de los seres ficticios, en su sentir.
AGGIUNGERE ALLA VITA – FRANCISCO GINER DE LOS RIOS

Durante los años en que vivió y estudió en Madrid Filosofía y Letras, para luego doctorarse
en Derecho con su tesis doctoral El Derecho y la moralidad, nuestro hombre se vinculó
estrechamente con don Francisco Giner de los Ríos, alma de la Institución Libre de
Enseñanza y uno de los centros importantes del krausismo en España. El influjo que don
Francisco pudo tener en él le ayudó a desarrollar una visión penetrante para señalar y
analizar los problemas de España.

La sociedad. Psicología y mecanismos de evasión de Ana Ozores


El lector encuentra en La Regenta, la enorme influencia de la sociedad
en el comportamiento de los personajes y una descripción detallada de la
realidad en la que éstos viven. «La Regenta constituye una auténtica
anatomía de la sociedad de la restauración en el marco de una capital de
provincia, esto es, Oviedo»1.
Clarín nos muestra cómo se fragua entre todos la historia de un adulterio,
adulterio que todos a un tiempo deseaban y temían. La Regenta
representa una sociedad en la que conviven el desengaño y la frustración
junto a la ilusión amorosa. La burguesía, la iglesia, el amor intrigante, la
fallida evasión de algunos de sus personajes, la ambición, la mentira, la
presunción y el fanatismo configuran la ciudad de Vetusta. El mundo
que describe Clarín en La Regenta no ha variado mucho de lo que suelen
ser algunos comportamientos de la sociedad actual. «He aquí la
modernidad de Leopoldo Alas, un diagnosticador precoz, un
precursor».3
Vetusta. La sociedad de Ana Ozores
La sociedad de Vetusta aparece en La Regenta como algo inamovible.
Sobresale una sociedad que no crece, no progresa. En este sentido, su
catedral le confiere el carácter de un enorme sepulcro. Se perfila, así, la
silueta de una tumba petrificada. Bajo la mirada de la catedral habitan
unos ciudadanos que se sienten liberados y, a la vez, sepultados a la
sombra de la inhóspita, fría pero siempre imperecedera torre. «La
topografía de Vetusta es tan importante que la vista panorámica de la
ciudad nos es presentada, a comienzo de la novela, desde lo alto de la
torre de la catedral. Es el dominio, el territorio por el que se lucha».4 La
catedral, de este modo, preside el acontecer diario de sus habitantes.
Desde allí se vigilan los pasos de los que viven en la zona más o menos
privilegiada de la burguesía vetustense: La Encimada. Era el lugar que
don Fermín «tenía debajo de sus ojos, era su imperio natural».5 Aquí
don Fermín ejercitaba una práctica favorita, la de vigilar a los demás.
«La torre de la catedral espiaba a los interlocutores desde lejos»6, ya que
la niebla y la lluvia cuando inundaban Vetusta adquiría un aire
misterioso, casi de naufragio. Entonces, «la torre de la catedral aparecía
a lo lejos, entre la cerrazón, como un mástil sumergido».7

La iglesia, el casino y el teatro eran los lugares más frecuentados por los
habitantes de Vetusta. De la misma forma que desde la torre de la
catedral se tomaba el pulso a la ciudad, en el interior de ésta retumbaba
el eco de los latidos de sus feligreses. Los muros de la catedral, al tiempo
que daban cobijo a sus fervorosos fieles, también albergaban sus
ilusiones, problemas, inquietudes, miradas insinuantes… los devaneos de
Obdulia «tienen lugar no sólo en las carboneras sino también en los
palacios y en los templos»8 «y en la catedral... en la capilla de las
reliquias, en los sótanos, en la bóveda, en todas partes creo que se daban
unos... apretones»9... «el amor sacrílego iba y venía volando invisible
por naves y capillas como una mariposa que la primavera manda desde
el campo al pueblo para anunciar la alegría nueva».10

Como ciudad de provincia, Vetusta no podía carecer de un casino. «La


descripción del casino de Vetusta y de sus asiduos es uno de los pasajes
de la novela en los que Clarín ha puesto el mayor espíritu de
observación, de exacta ironía».11 Al igual que los parroquianos en la
iglesia, éstos son también fieles asistentes. El casino era para algunos
vetustenses su otra casa. Aquí, encontramos comportamientos y
personajes variopintos. La afición al juego era tan grande que no les
importaba, en ocasiones, quitarle horas al sueño. Vinculete «jugaba
desde las tres de la tarde hasta las dos de la mañana».12 El juego se
convertía en un acto ritual y protocolario.

Tal médico se recogía a las diez después de perder las ganancias del día:
se levantaba a las seis de la mañana, recorría todo el pueblo entre
charcos y entre lodo, desafiaba la nieve, el granizo, el frío, el viento; y
después de ímprobo trabajo, volvía, como con una ofrenda ante el altar, a
depositar sobre el tapete verde las pesetas ganadas. Abogados,
procuradores, escribanos, comerciantes, industriales, empleados,
propietarios, todos hacían lo mismo.13
El propio autor observa que «Examinar con algún detenimiento a los
habituales sacerdotes de este culto ceremonioso y circunspecto de la
espada y el basto, es conocer a Vetusta intelectual en uno de su aspectos
característicos».14

En una sociedad como Vetusta el chisme cobra el carácter de


cotidianeidad. Como fiel reflejo de una sociedad ociosa, las críticas eran
lo más común... «en una agradable conversación que tenía por objeto
despellejar a la pobre Obdulia», 15en «Vetusta los ociosos, que eran casi
todos, murmuraban de lo más inocente».16 Fromm señala que:

El curioso es básicamente pasivo. Quiere que lo nutran de conocimientos


y sensaciones pero jamás puede tener bastante... El terreno más
importante en que la curiosidad se ve satisfecha es el chisme, ora sea el
chisme pueblerino de la mujer que se sienta en la ventana a mirar con su
catalejo lo que pasa a su alrededor, ora el chisme algo más perfeccionado
que llena las columnas de los periódicos, que se oye en las juntas
administrativas de los burócratas y en la tertulias... por su naturaleza
misma la curiosidad es insaciable, desde que, además de su malicia,
nunca responde a la pregunta de quién es la otra persona.17

Los vecinos más jóvenes de Vetusta, ante la imposibilidad de hacerse un


hueco en esta sociedad marchita y decadente optan, en el caso de los
chicos, por la emigración. A ellas les está reservado el convento o el
matrimonio. En cualquier caso, para casarse se necesita de una cierta
posición económica, de lo contrario el rechazo parecía lo más lógico.
Desde muy jóvenes aprenden que para triunfar es básico el trampolín del
dinero. De este modo, a Ana Ozores la admiraban por su belleza, pero
socialmente no era aceptada. «Los muchachos de la aristocracia eran casi
todos libertinos más o menos disimulados; les atraería la hermosura de
Ana pero no se casarían con ella»,18 sus tías también lo aceptaban: «no
se casarían con ella porque era pobre».19 Ana pensaba que en su
situación no había más salida que la del convento o el matrimonio; ¿qué
más daba? «si Vetusta y el claustro eran la misma cosa».20 Aranguren
afirma a este respecto que
La realización del destino de la mujer se hacía depender enteramente del
hecho contingente de que encontrase un marido. Si esto no ocurría la
frustración era inevitable. De ahí la angustia creciente según iban
pasando los años, el temor a quedarse «solterona», o «para vestir
imágenes», el refugio del convento, la amargura de la tía...21

Por la noche, después de la jornada de trabajo, los más jóvenes se daban


cita en la calle del Triunfo, era el único momento en que Vetusta
respiraba entusiasmo y alegría. Era la fuerza de los talleres que salía al
aire libre; los músculos se movían por su cuenta, a su gusto... Cada cual
además estaba satisfecho de haber hecho algo útil, de haber trabajado.
Las muchachas reían sin motivo... Aquellas jóvenes, que no siempre
estaban seguras de cenar al volver a casa, insultaban al transeúnte que las
llamaba hermosas...22

Pero estos jóvenes «eran la pobretería», como decían los tertulios de


Vegallana23 «olvidaban que pertenecían a una sociedad que ahoga todo
lo vital y espontáneo».24

Los personajes que habitan Vetusta


La iglesia, el casino y el teatro eran, como hemos mencionado
anteriormente, los lugares preferidos por los personajes de La Regenta.
Personajes que se mueven con el motor de la envidia y la, a veces,
excesiva, curiosidad por la vida de los otros.

El casino y la sacristía de la catedral, el palacio de los Vegallana y el


teatro, eran, entre los lugares que transcurre la acción de La Regenta,
aquellos donde principalmente se expandían las materializaciones de la
imaginación colectiva. Allí se asentaba lo que había de pasar por
socialmente verdadero o falso, allí se enjuiciaban las conductas,
conforme a una moral de las apariencias.25

El magistral y Mesía son los dos personajes que sobresalen (junto a Ana
Ozores) a lo largo de toda la obra. Cada uno, el magistral y Mesía con un
mundo diferente, pero con una misma finalidad, derrotar a Ana. Cuando
hablan de ella, no lo hacen refiriéndose a una persona, o una mujer
sensible, sino que se trataba de conquistar una plaza o derribar una
fortaleza.26

Álvaro personifica al don Juan, conquistador e irresponsable. Aunque


suscitaba envidias por su fortuna y su buena planta,27 era también el
orgullo de los vetustenses, todo lo que hacía o manifestaba era aplaudido
por quienes le rodeaban. Álvaro era sinónimo de triunfo, de machismo,
de seducción. De este modo,

llegó el caso de contar cómo había podido don Álvaro vencer a la hija de
un maestro de la Fábrica vieja, muy honrado, que velaba por el honor de
su casa como un Argos... se apretaba contra su víctima, la llenaba de
deseos de él, de su arrogante belleza varonil y simpática; después
hablaba de amor como en broma... y cualquier día o cualquiera noche ...
la ocasión echaba el resto y la deshonra entraba en la casa, y el amigo
íntimo, el favorito de todos, salía para no volver nunca.28

Pero Álvaro, en aquellas batallas amorosas, «siempre armado de aquella


pechera blanquísima y tersa»,29 utilizaba su vestimenta como elemento
de distinción entre los de su clase social. «Vestía ropa de sastre, de los
primores de la planchadora, de la habilidad del zapatero y de la estampa
del caballo».30

Por otro lado, el magistral es el hombre salido de la codicia y la


ambición maternas. No tuvo más opción en su vida que la de cumplir
con el mandato de un dictador: su madre. Las relaciones con ella no eran
precisamente buenas. El magistral se encontraba solo.31 Hay ocasiones
en que su otro yo se rebela, entonces se atormenta consigo mismo y
siente un enorme complejo de culpabilidad. Se percata de su situación y
confiesa: «yo soy un ambicioso, yo soy un avariento, yo guardo riquezas
mal adquiridas, y vendo la Gracia, yo comercio como un judío con la
religión del que arrojó del templo a los mercaderes..., yo soy un
miserable...».32 Su conciencia le delataba. No olvidemos que
«acostumbraba resolver cuestiones turbias como por máquina».33
Cuando el magistral se ponía el alzacuellos, predicaba a sus feligreses o
trataba un asunto de la iglesia, su personalidad se transformaba.34 «Este
fingimiento era en él su segunda naturaleza».35 Pero había que procurar
guardar las formas. «Él siempre había sabido mantenerse en el difícil
equilibrio de sacerdote sociable sin degenerar en mundano; sabía
conservar su buena fama».36

Psicología y mecanismos de evasión de Ana Ozores


La Regenta es un sobrenombre que no le hace justicia, Aranguren
sostiene que «preferiría que se hubiese llamado, sin motes, Ana
Ozores».37 Todos reconocían y admiraban su belleza. Incluso, la
integraban dentro de las propiedades o edificios de Vetusta. Sobresalía
como la catedral, un monumento que se podía admirar de tal modo que
las tres maravillas de la población eran «la torre de la catedral, el Paseo
de Verano y Ana Ozores».38 Así sus tías veían en Ana todo un negocio,
una mercancía. «Para doña Águeda la belleza de Ana era uno de sus
mejores embutidos; estaba orgullosa de aquella cara, como pudiera
estarlo de una morcilla».39 No cabe duda que la mujer era un objeto más
que se podía comprar con dinero. Cuando llegó el indiano millonario,
Frutos Redondo, venía dispuesto a comprar lo mejor de Vetusta, «el
mejor chalet, los mejores coches y la mujer más guapa».40 Cooper
afirma que

el amor, por supuesto, como toda experiencia que podamos llevar a cabo,
puede ser degradado a un estado del ser que a su vez puede reducirse a la
condición de mercancía y luego fetichizado como cualquier otra
mercancía. Se convierte en una suerte de paquete, de dimensiones
socialmente establecidas...41

Ana Ozores aprendió pronto que su salida estaba en el matrimonio. Lo


que Fromm llama la necesidad de certidumbre, «prefiere hacer una
decisión equivocada y estar seguro de ella que tomar una decisión
correcta y atormentarse con la duda respecto de su validez».42

Ana Ozores vivía atormentada, en un medio social en el que el pecado


«era algo más que el adulterio repugnante, era la burla, la blasfemia... o
el infierno».43 Asimismo, vive presa de unos sueños, unas veces
agradables y otras espantosos; los sueños para Ana Ozores representan
también su libertad, su único lenguaje, su medio de escape. De este
modo, por medio de los sueños, expresa el atormentado mundo en el que
vive.

Nuestra vida de sueños es el refugio, donde nos recobramos de la pesada


carga de nuestra cultura y donde somos libres de satisfacer los
antagonismos infantiles reprimidos... somos impotentes pero también
somos libres. Estamos liberados de la carga del trabajo, de la faena del
ataque o la defensa, de la observación y dominio de la realidad. En el
sueño, el reino de la necesidad ha dado paso al reino de la libertad en el
que yo soy el único sistema al que los pensamientos y sentimientos se
refieren.44

Así pues, para Fromm los sueños eran «expresiones de impulsos


reprimidos que aparecían en forma disfrazada. La clave para comprender
las motivaciones inconscientes de una persona. La única función del
sueño era la de proveer de salvaconducto a la expresión de impulsos
inaceptables».45

Ana Ozores vivía mentalmente aislada del mundo exterior. Su verdadero


refugio se encontraba en el dormitorio. Era su otro confesionario. Soñaba
despierta. «Soñaré como quiera y con quien quiera, no pecará mi cuerpo,
pero el alma la tendré anegada en el placer de sentir esas cosas
prohibidas por quien no es capaz de comprenderlas».46 Padecía un
estado de intensa contemplación mística; el místico, afirma Fromm: «en
verdad considera ese estado como el de consciencia suprema. El lenguaje
en un estado tal de contemplación sigue la lógica experimental del
sueño, no la lógica de acción del acto de pensar normal».47

Ese aislamiento la convertía, en ocasiones, en una persona triste. Pero


ella prefería acudir al entretenimiento de la lectura, que mucha de ella le
recomendaba el magistral, pero «aquella retórica fiambre» la afligía aún
más.48 Este comportamiento encierra una suerte de dicotomía, cuerpo
por un lado y pensamiento por otro en el que radica, precisamente, el
autoengaño de Ana Ozores y de ahí sus extrañas manifestaciones. La
vida de Ana transcurre en una oscilación continua entre la apatía y el
entusiasmo, la alegría y la tristeza, la rebeldía y la resignación. En el
fondo, eran todos resortes que la mente de Ana Ozores utilizaba lo mejor
que podía para huir de la realidad. Pero había otros mecanismos de
evasión más fuertes: sus ataques de histeria que se reflejaban en llantos
inesperados y repentinos desmayos, seguramente justificados dado el
complejo entorno en el que la protagonista vivía.49

Existe una curiosa coincidencia entre Ana Ozores y Fermín de Pas


cuando están frente a un espejo. Ana Ozores se mira al espejo y no lo
soporta: «Cuando se vio sola delante del espejo en su tocador, se la
figuró que la Ana de enfrente le pedía cuentas...Y después de pensar y
resolver esto, se vistió y se peinó lo mejor que supo, y no volvió a poner
en tela de juicio puntos de honra, peligros...».50 Fermín de Pas sufría
una situación similar. «El Magistral miraba con tristeza sus músculos de
acero, de una fuerza inútil...el mozo fuerte y velludo que tenía enfrente,
en el espejo, le parecía un otro yo que se había perdido... En cuanto se
abrochó el alzacuello, el Magistral volvió a ser la imagen de la
mansedumbre cristiana.».51

... La gente se mira al espejo no para ver su persona, además de la


posibilidad de ver a través de ella, sino para ver manifestaciones
fragmentarias como su cabello... el nudo de la corbata, etc. Si no
lleváramos esa fragmentación evasiva nos enfrentaríamos con la
experiencia de que vernos a nosotros mismos significa ver a través de
nosotros. Nada hay más temible.52

No podemos olvidar que Ana arrastraba una conducta reprimida desde la


infancia: el recuerdo de Germán en la barca, la azarosa convivencia con
sus tías y el ambiente en el que vivía desencadenaron un conducta
masoquista, fue «cuando empuñó los zorros de ribetes de lana negra... y
sin piedad azotó su hermosura inútil una, dos, diez veces...».53

Las represiones llegan a ser pronto inconscientes, automáticas como


quien dice, así que una gran parte del sentido de culpa permanece
inconsciente... El individuo llega a ser instintivamente reaccionario.
Ejerce contra sí mismo, inconscientemente, una severidad que ha sido
apropiada para un nivel infantil de su desarrollo... El individuo se castiga
a sí mismo por acciones que no ha realizado... el pasado revela así su
doble función en la configuración del individuo y su sociedad.54

Las relaciones entre Ana Ozores y su marido


Las relaciones de Ana Ozores con su marido son imprescindibles para
forjarnos una idea de la biografía de la protagonista. Ana Ozores y don
Víctor Quintanar, ex-regente de Vetusta forman un matrimonio que se
reduce a un simple formalismo social. Viven bajo un mismo techo, pero
duermen en habitaciones separadas.55 Desde la primera noche Ana
Ozores «sintió la respiración de un magistrado».56 Los lazos de amor
entre don Víctor y Ana eran inexistentes, «la nada era su dote» de
amor.57 Él prefería un buen macho de perdiz a todas las caricias
conyugales.58 Se cruzaba por tanto entre ellos un cariño paternal y
filial.59

Clarín nos presenta a don Víctor como un personaje caricaturesco. Sólo,


y al final, cuando se enfrenta a la muerte, es su primer acto de conciencia
de la realidad. «¡Qué amarga era la ironía de la suerte!».60

Pero las dos grandes ocupaciones de don Víctor eran sentirse como un
actor y la práctica de la cacería. Estas «obligaciones» eran también sus
dos grandes pasatiempos. La cacería la practicaba durante el día y, antes
de acostarse, leía armado con una espada.

... El rasgo característico de la vida de la clase ociosa es una extensión


ostensible de toda tarea útil. Las ocupaciones normales y características
de esta clase en la fase madura de su historia a la que nos estamos
refiriendo son, desde el punto de vista formal, muy semejantes a las de
sus primeros tiempos. Estas ocupaciones son el gobierno, la guerra, los
deportes y las prácticas devotas... Algo semejante puede decirse de la
caza. De un lado es una profesión, ejercida principalmente con ánimo de
lucro. Pero la caza es también un deporte, un simple ejercicio del
impulso depredador, más o menos ostensible, de hazaña. Abstenerse del
trabajo es la prueba convencional de la riqueza, y por ende, la marca
convencional de una buena posición social.61
Modos sociales de expresión
Cuando Ana Ozores aparece por vez primera en esta espléndida obra es
para pedir confesión62, y la novela termina asimismo, en el momento en
que Ana intenta confesar con el magistral en una tensa escena. El
magistral acusa la soberbia contenida y pone al descubierto su amor
despótico que se reduce al placer de humillar, insultar y agredir a la
persona amada... esta transformación de un persona en objeto... expresa
debilidad intrínseca, pobreza de pasión, impotencia secreta, autoerotismo
o narcisismo primitivo.63

Como corresponde a una sociedad un tanto artificiosa, los habitantes de


Vetusta procuran ocultar sus pensamientos y deseos. Un modo de
expresión que impera es el de las miradas. El lenguaje de las miradas es
el medio más locuaz del que disponen los seres desprovistos del lenguaje
verbal. Con el lenguaje de las miradas, los habitantes de Vetusta
expresan el odio, el amor, la envidia, la alegría... Lo único que no está
mal visto en Vetusta es mirarse. A través de los ojos expresan lo que no
pueden hacer por el medio más directo, el lenguaje de las palabras. «En
el paseo, los muchachos y muchachas se comen a miradas».64 «Hay
estudiante que se acuesta satisfecho con media docena de miradas
recogidas aquí y allá, e sus idas y venidas por el Espolón o por la calle
del Comercio».65 A Ana las miradas de don Álvaro se le revelaban con
muda elocuencia. A la madre del Magistral le bastaba una mirada para
escudriñar en la vida de su hijo.

Doña Paula había vuelto a entrar en el despacho de su hijo. Registró la


alcoba. Vio la cama levantada, tiesa, muda... se fijó en el orden de la
mesa, en el del sillón, en el de las sillas. Parecía olfatear con los ojos.
Llamó a Teresina; le preguntó cualquier cosa, haciendo en su rostro
excavaciones con la mirada, como quien anda a minas.66

En otro momento, «el Magistral y doña Paula se consultaron con los


ojos. Se entendieron».67 También «Ana buscaba amparo en los ojos del
Magistral».68 «De este modo mirar un objeto es iluminarlo con los ojos,
proyectarlo, es decir, sentirlo física y sensiblemente».69
Otro medio de expresión en Vetusta es la utilización del atuendo como
seña de identidad. Para una mujer como Olvido el traje llegó a ser una
religión, «no lucía dos veces uno mismo».70 También para Mesía, la
ostentación a través de la indumentaria, formaba parte de su existencia.
París era el lugar en donde la adquiría. Ronzal hacía lo propio en Madrid.
Todos «se enorgullecían de sus pecheras blancas».71 El mundo de las
apariencias y la presunción conservan la liturgia de las formas.

El efecto agradable de unas vestiduras limpias y sin manchas se debe


principalmente, si no enteramente, a que lleva consigo la sugestión del
ocio. Gran parte del encanto atribuido al zapato de charol, a la ropa
impoluta... que realzan en tan gran medida la dignidad de un caballero,
deriva del hecho de que sugieren sin ningún género de dudas que el
usuario no puede así vestido, echar una mano a ninguna actividad
humana útil.72

Leopoldo Alas escribió una obra en la que supo recoger con una maestría
inigualable todos los elementos de la sociedad de la Restauración. Sus
personajes están vivos. Son personajes que expresan minuciosamente su
circunstancia, su dolor y sus ilusiones. Son personajes que prevalecen.
Nos dicen de su vida y se introducen en la nuestra. Éste es el verdadero
poder de un creador, de un novelista inigualable, que escribe con una
materia que profundiza y ahonda en el pensamiento del lector de
entonces, en el lector de ahora y en el del mañana. La Regenta es, en
suma, una obra imperecedera
RIASSUNTO

Con todas estas limitaciones, el joven crítico Clarín termina, a los 33 años de edad,
La Regenta, novela «provinciana» y «universal»; la novela española del siglo XIX
más provinciana (en apariencia) y más universal (en sustancia).

En ella, un sacerdote, Fermín de Pas, convertido en instrumento de las


ambiciones de su posesiva madre, aspira a adueñarse, por el cauce eclesiástico, de
toda una ciudad. Se le confía como penitente a Ana Ozores, considerada en Vetusta la
más bella y digna dama de la esfera burguesa en un tiempo (1877 a 1880) que ha
dejado atrás la revolución y la efímera república, y asiste a la restauración de la
monarquía (desde 1875).

Huérfana, y privada de amor y de descendencia en su matrimonio con el


viejo ex regente Víctor Quintanar, la sonámbula Ana se ve conducida hacia la fe y el
espíritu por su confesor, y siéntese atraída hacia la sensualidad y la pasión por un
libertino, Álvaro Mesía, que pretende colmar el catálogo de sus aventuras con la
conquista de Ana. En ese vaivén de una tentación a otra discurre la conciencia
cavilosa de la Regenta durante los tres años que la novela abarca, hasta que al fin,
descubriendo que el sacerdote la amaba no solo como «hermana del alma», sino
como mujer en alma y cuerpo, se ve arrastrada al seductor, quien, consumado el
adulterio, huye después de matar en duelo al esposo, dejando a Ana en completo
abandono, presa de la hostilidad de los vetustenses y rechazada para siempre por el
celoso clérigo.

https://www.significados.com/etica-y-moral/ DIFFERENZA TRA ETICO E


MORALE

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