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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ

ESTUDIOS GENERALES LETRAS

TRABAJO INDIVIDUAL

Título: VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL PERÚ (2014 – 2017)

Nombre: BERROCAL ROJAS ANTONELLA

Tipo de evaluación: TRABAJO FINAL

Curso: TALLER DE ESCRITURA E INTERPRETACIÓN DE TEXTOS

Horario:

Profesor: AGUIRRE FERNANDO

SEMESTRE 2018-1
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1. Tema delimitado
Violencia de género en el Perú (2014-2017)
2. Esquema
1. Introducción
2. ¿Qué se entiende por violencia de género?
2.1 Género y construcción de las identidades masculina y femenina.
2.2 Violencia de género
3. ¿Cuáles son sus modalidades?
3.1 Tipos de violencia de género
3.2 Violencia de género hacia la mujer
4. Cierre
3. Reporte de fuentes y bibliografía

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Los objetivos de esta investigación tuvieron como marco de referencia la teoría de género,
habiéndose podido determinar fehacientemente qué desde la sociedad, se construyen
relaciones de género que son relaciones de poder. El presente trabajo fue desarrollado a partir
de información secundaria y en su proceso de realización ha partido, en primer lugar, del
concepto de género y de la manera como se construyen las identidades masculina y femenina;
en segundo lugar, plantea un acercamiento a la violencia de género y describe aquel orden
social basado en la asignación de roles en donde se reconoce lo masculino como lo distinto y
superior; posteriormente, hace un recorrido por el carácter complejo y multidimensional de
esta violencia, que involucra los planos simbólico, físico, sexual y psicológico; finalmente,
aborda la violencia contra la mujer, que es aquella que sufren las mujeres solo por su
condición de tales y que se ejerce tanto a nivel familiar o doméstico, como dentro de la
comunidad.

La violencia basada en género se configura a partir de acciones violentas en perjuicio de otras


personas debido a su pertenencia a un género en particular. Tiene carácter multidimensional y
transversal; multidimensional, porque abarca los planos físico, psicológico y sexual;
transversal, porque impregna todas las relaciones que se establecen en la sociedad. Es de
resaltar que la mayoría de las investigaciones asume que la violencia de género es una
violencia contra mujer, que en el plano doméstico atenta contra el bienestar y calidad de vida
de quienes la sufren; sin embargo, también debe tenerse presente que sus secuelas trascienden
el ámbito privado para convertirse en un problema social, por los altos costos sociales y
económicos que ocasiona (Rasmussen 2015: 7).

El concepto de género hace referencia a la identidad sexual de las personas distinguiendo


entre femenino y masculino; sin embargo, en la actualidad tiene una dimensión más amplia,
que se sostiene principalmente en la influencia social que recibe todo individuo, dejando en
segundo plano las diferencias biológicas entre los sexos (Flores 2014: 7). Por consiguiente,
partiendo de que el género es una construcción social, gran parte de las sociedades,
incluyendo la peruana, se ha organizado bajo un sistema denominado patriarcal, cuya función
es establece roles tradicionales, que asigna de manera jerarquizada los comportamientos: a lo
masculino se le atribuye la posición dominante, a lo femenino, la posición subordinada (Janos
2015: 5). Esta relación de poder se basa en la percepción de que esta cultura de dominación es
algo natural e inherente al concepto de género, impregnando de manera transversal no solo la
relación hombre mujer, sino todas las relaciones. Son actores trascendentes de esta realidad, la

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familia, la Iglesia, el Estado y la escuela; que, a través de un trabajo permanente y sostenido,
construyen y perpetúan un orden en el que se ratifica permanentemente la superioridad
masculina (Flores 2014: 7-8). La construcción de las identidades masculina y femenina se
configuran a partir de estereotipos, que le asignan a lo femenino una dimensión múltiple; en
un primer nivel se le atribuyen características de fragilidad, vulnerabilidad, pasividad y de
dependencia de lo masculino; en un segundo nivel, se le asocia más bien con actitudes
sexistas como la seducción y provocación que incitan a lo masculino. Por el contrario, el
estereotipo masculino perfila un ser dominante, incapaz de contener sus deseos e impulsos
(Janos 2015: 5). En ese sentido, si la persona no cumple con estos estereotipos, “no se le
percibe como una mujer “femenina” o un hombre “masculino” (Janos 2015: 5).

La violencia de género tiene varias acepciones. Según la ONU “es todo acto violento contra
otra persona basado en su pertenencia a un determinado género, que tiene como resultado un
perjuicio físico, sexual o psicológico, incluye amenazas, coerción, privación de libertad y
ocurre tanto en espacios públicos como privados” (citado en Pecho 2017). También, este
fenómeno social es definido como “la expresión del orden social basado en la asignación de
roles en función al sexo biológico donde se reconoce lo masculino como lo distinto y
superior” (citado en Pecho 2017) (Pecho 2017: 5-6). En ese sentido, la violencia contra las
mujeres se considera como la violación más flagrante en el ámbito de los derechos humanos,
con consecuencias nefastas para la salud, la economía y el desarrollo social. Aparentemente,
se trata de una situación irreversible, “que se perpetua de generación en generación, a través
de la crianza de los hijos, los que a su vez replican la conducta de sus padres” (Flores 2015:
12). Una de las consecuencias de esta violencia impacta de manera grave en la salud de las
mujeres violentadas, ocasionándoles severos daños psicológicos, físicos, privaciones y
deficiencias, que atentan contra su desarrollo integral como personas, pero que también
repercuten en sus hijos, configurando todo ello una situación que escapa al ámbito doméstico,
para convertirse en un problema de salud pública, En el ámbito económico, su desarrollo
laboral se ve seriamente afectado, “debido a la pérdida de productividad y ausentismo
laboral” (Flores 2015: 13), que le restringen obtener los recursos básicos de subsistencia. En
una mujer maltratada confluye más de un tipo de violencia a la vez, maltrato físico y
psicológico, violencia sexual y maltrato físico y/o psicológico, etc. A partir de esta
combinación de maltratos se genera lo que se conoce como el Síndrome de la Mujer
Maltratada, que es la adaptación a la situación adversa, desarrollando habilidades para
afrontarla y minimizar el dolor (Flores 2015: 12-13). En el país, la violencia de género

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presenta cifras que son alarmantes, tal es así que “en el Encuentro Internacional de Ministras
y Representantes de la Mujer realizado el año 2012 se indicó que el Perú lidera la lista de los
países con mayores índices de violencia de género, al indicarse que siete de cada diez mujeres
han sido víctimas de violencia psicológica, física o sexual” (Salinas 2015, citado en Pecho
2017) (Pecho 2017: 5). Una visión sobre la situación de la violencia de género en el país al
año 2016, la proporciona el Instituto Nacional de Estadística e Informática, para quién el
64.2% de las mujeres peruanas ha sufrido en alguna oportunidad de violencia psicológica, por
parte de su pareja; situación que es más crítica en los departamentos de la Sierra,
principalmente Puno, Apurímac, Cusco, Huancavelica y Arequipa; le sigue en importancia, la
violencia física, que afectó al 31.7% de mujeres, con mayor incidencia en Apurímac, Puno y
Junín; la violencia sexual fue padecida en algún momento por el 6.6% de mujeres,
sobresaliendo Cusco, Puno y Apurímac (INEI 2016). Puede apreciarse que las mayores cotas
de violencia de género en sus distintas modalidades (psicológica, física y sexual), se presenta
en la Sierra, que según Blichtein-Winicki y Reyes-Solari “es debido a que se mantiene el
dominio masculino al impedir el acceso a la educación y al trabajo a las mujeres” (Pecho
2017: 5).

En la violencia de género intervienen múltiples factores, que le dan un carácter complejo y


que abarca tanto el plano físico, sexual, psicológico, así como el simbólico (Pecho 2017: 6).

La violencia simbólica se origina en los procesos de socialización de la sociedad, que permite


que un grupo dominante legitime su poder sobre un grupo dominado, el que lo acepta como
un hecho natural. En ese sentido, los roles de género y las estructuras mentales
preestablecidas configuran una visión del mundo que impone la superioridad masculina
(Pecho 2017: 7). Estos valores culturales modelan una identidad del hombre asociada a que él
es el que ejerce la violencia, además de otras características como la fuerza, la autoridad, el
liderazgo, el coraje y la potencia sexual. En contraposición, lo femenino está relacionado a la
sumisión, la maternidad, la delicadeza, el cuidado y la nutrición (Pecho 2017: 8). Estos
prejuicios y estereotipos son reforzados por los medios de comunicación, las instituciones y
los propios agentes de género (mujeres y/o hombres). La violencia sexual “es todo acto sexual
o la tentativa de consumar un acto sexual, así como también comentarios o insinuaciones
sexuales no deseados, o las acciones que implican la comercialización de la sexualidad de una
persona mediante la fuerza o coerción” (Jewkes, Sen y García-Moreno 2002, citado en Janos
2015). Debe agregarse que, inmersa en la violencia sexual, el acoso sexual callejero sobre

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todo en Latinoamérica es una práctica machista muy extendida, expresado mediante frases,
gestos, silbidos, sonidos de besos, tocamientos, masturbación pública, exhibicionismo y
seguimientos, entre los más importantes (Janos 2015: 9). Asimismo, la violencia psicológica
es una violencia interpersonal, cuyo fin es el de ocasionar daño psicológico. Como ya ha
quedado establecido, esta violencia la sufren sobre todo las mujeres; se realiza de manera
verbal, sin contacto físico entre las personas, que desemboca en consecuencias médicas y
psicológicas muy serias. Investigaciones empíricas y estudios de casos clínicos, plantean que
la violencia psicológica y la violencia física, a pesar de ser fenómenos independientes, están
muy relacionadas, toda vez que el siguiente paso de una agresión psicológica es una agresión
física (Arenas 2012: 5). La violencia física es “toda agresión física, no accidental, que
provoca daño físico, lesión o enfermedad” (Arón: 13 citado en Orna 2013). Este daño que
ocasiona lesiones, ya sean internas y/o externas, van desde leves hasta mortales. Dentro de
esta categoría de violencia, también debería incluirse la reclusión, el encadenamiento, la
limitación en el accionar de la persona violentada y otros. (Orna. 2013: 104). Generalmente,
el violentador es una persona agresiva, que tiene un nivel muy bajo de control de sus
impulsos, cuyo desfogue es la generación de violencia. Comparativamente, el daño
psicológico que esta violencia genera es más devastador que el ocasionado por la violencia
física.

La violencia contra la mujer es la violencia que sufren las mujeres, solo por su condición de
mujeres. La ONU, en su declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer la
define como “cualquier acto de violencia basado en el género que tenga o pueda tener como
consecuencia daño físico, sexual, psicológico o sufrimiento para la mujer, que incluye la
amenaza de tales actos y la coacción o privación arbitraria de libertad, tanto si ocurren en
público como en privado” (ONU 1993, citado por Estébanez 2007). Es pues una violencia,
que se ejerce tanto a nivel familiar o doméstico, como dentro de una comunidad; en este
último caso, se produce en los centros de trabajo, en las instituciones educativas, abarcando
también la trata de mujeres y la prostitución forzada. En el ámbito concreto de las relaciones
de pareja, se hace más evidente el carácter patriarcal de la sociedad, que al conferirle al
hombre una serie de derechos y privilegios, afianza su autoridad, cuyo fin es el de someter de
manera personal, doméstica y económica a la mujer (Estébanez 2007, 7). Si bien es cierto que,
en el Perú, en los últimos años se ha producido un incremento alarmante de la violencia contra
la mujer, que llega a extremos execrables cobrando la vida de numerosas mujeres al año;

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también lo es, que el conocimiento y sensibilización de la sociedad respecto a este tipo de
violencia ha ido en aumento.

El género es una construcción social de todo sistema patriarcal como la peruana, que, al
asignar roles y estereotipos preestablecidos, le atribuye a lo masculino la posición dominante
y a lo femenino la posición subordinada. Este orden que trasciende todas las relaciones que se
establecen en la sociedad, tiene como aliados de primera línea, a la familia, la Iglesia, el
Estado y la escuela, que transmiten, consolidan y perpetúan permanentemente la superioridad
masculina. La violencia de género la sufren principalmente las mujeres solo por su condición
de tales. Es considerada como la violación más flagrante de sus derechos humanos, que a
partir de la confluencia de más de un tipo de violencia (física, sexual, psicológica), impactan
de manera severa en la salud y en el desarrollo (tanto personal como laboral) de las mujeres
violentadas. Es de resaltar, que hay un tipo de violencia, la simbólica, que realiza su trabajo
de implante de prejuicios y estereotipos en la sociedad, con la finalidad de que aquella visión
de la superioridad masculina se perciba como un hecho natural. A nivel país, las cifras
respecto a la violencia de género contra la mujer se han incrementado de manera alarmante en
los últimos años, cobrando la vida de numerosas mujeres. Sin embargo, a la par de este
fenómeno, el conocimiento y la sensibilización de la sociedad respecto a la violencia de
género ha ido en aumento. En este contexto, han jugado un papel importante las marchas
convocadas por los colectivos (como por ejemplo Ni una menos), los medios de
comunicación y las modificaciones legislativas y judiciales, para que este tipo de delitos no
quede impune y los agresores sean sancionados con penas más severas; en mi apreciación
personal, todo ello en un indicador de que, como sociedad, nos encaminamos a alcanzar cierto
consenso en el objetivo de enfrentar colectivamente la violencia contra la mujer. Finalmente,
no ceder ante aquellas posiciones conservadoras, que se oponen a la educación sexual y al
enfoque de género en el currículo escolar.

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Bibliografía:
ARENAS, Lina
2012 Violencia Psicológica y mantenimiento en relaciones de pareja. Tesis para optar el
título de Licenciada en Psicología con mención en Psicología Social. Lima. Pontificia
Universidad Católica del Perú, Facultad de Letras y Ciencias Humanas.

ESTÉBANEZ, Ianire
2007 Violencia contra las mujeres jóvenes: la violencia psicológica en las relaciones de
noviazgo. Tesis para optar el Grado Académico de Magister en Intervención en
Violencia contra las Mujeres. Bilbao. Universidad de Deusto, Facultad de CC.PP. y
Sociología.

FLORES, Carlos
2014 Hegemonía masculina y violencia en relaciones de pareja de mujeres de SJL. Tesis para
optar el título de Licenciado en Psicología con mención en Psicología Social. Lima.
Pontificia Universidad Católica del Perú, Facultad de Letras y Ciencias Humanas.

FLORES, Nora
2015 Expectativas y demandas de las mujeres víctimas de violencia: un estudio sobre las
unidades de atención en la lucha contra la violencia hacia la mujer, en el distrito de
Villa María del Triunfo. Tesis para optar el grado de Magister en Ciencia Social. Lima.
Pontificia Universidad Católica del Perú, Escuela de Posgrado.

INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA E INFORMÁTICA (INEI)


2016 Estadística violencia de género. Lima. Instituto Nacional de Estadística e Informática.
Consulta 26 de mayo de 2018.

JANOS, Erika
2015 Representaciones y mitos sobre la violencia sexual y su relación con el sexismo
ambivalente. Tesis para optar el título de Licenciado en Psicología con mención en
Psicología Social. Lima. Pontificia Universidad Católica del Perú, Facultad de Letras y
Ciencias Humanas.

ORNA, Oswaldo
2013 Factores determinantes de la Violencia Familiar y sus implicancias. Tesis para optar el
Grado Académico de Magister en Derecho con mención en Derecho Civil y Comercial.
Lima. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facultad de Derecho y Ciencia
Política Unidad de Posgrado.

PECHO, Priscilla
2017 Sexismo ambivalente, pensamientos patriarcales y violencia simbólica intra e inter-
género en Lima y Huancayo. Tesis para optar el título de Licenciada en Psicología con
mención en Psicología Social. Lima. Pontificia Universidad Católica del Perú, Facultad
de Letras y Ciencias Humanas.

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RASMUSSEN, Gian
2015 Representaciones sociales de violencia contra la mujer en hombres de un distrito rural
costero. Tesis para optar el título de Licenciado en Psicología con mención en
Psicología Clínica. Lima. Pontificia Universidad Católica del Perú, Facultad de Letras y
Ciencias Humanas.

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