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colonias griegas de Asia Menor y cerró a Atenas toda posibilidad de rehacer su antiguo

Imperio marítimo, mientras que reconocía a Esparta su papel de rectora de la Liga del
Peloponeso. De hecho, este tratado impuesto atestiguaba la debilidad política del mundo
griego, que se sometía a las directrices persas.
Más tarde Esparta pretendió imponer gobiernos oligárquicos en diversos estados, lo que
provocó un nuevo levantamiento de Tebas, que esta vez fue coronado con el éxito. Persia,
a causa de sus problemas interiores, no pudo acudir en auxilio de los espartanos, los
cuales fueron vencidos en Leuctra y, definitivamente, en Mantinea (362 a. C.) La
hegemonía de Tebas fue efímera, tras la cual la pobreza causada por las guerras y la
división de los helenos abrió el camino para la dominación de los macedonios.

Dominación macedónica y helenismo[editar]

La restaurada Stoa de Átalo (Atenas).

Artículo principal: Período helenístico

Se denomina período helenístico (también llamado alejandrino) a una etapa histórica de la


Antigüedad, cuyos límites cronológicos vienen marcados por dos importantes
acontecimientos políticos: la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.) y el suicidio de la
última soberana helenística, Cleopatra VII de Egipto, y su amante Marco Antonio, tras su
derrota en la batalla de Accio (30 a. C.). Es la herencia de la cultura helénica de la Grecia
clásica que recibe el mundo griego a través de la hegemonía y supremacía de Macedonia,
primero con la persona de Alejandro Magno, y después de su muerte con los diádocos
(διάδοχοι) o sucesores, los reyes de las tres grandes dinastías: Ptolemaica, Seléucida y
Antigónida. Estos soberanos supieron conservar y alentar el espíritu griego tanto en las
artes como en las ciencias. Entre la gente culta y de la aristocracia «lo griego» era lo
importante y en este concepto educaban a sus hijos. El resto de la población de estos
reinos tan dispares (Egipto, Siria, Macedonia) no participaba del helenismo y continuaba
con sus costumbres, su lengua y sus religiones. Las ciudades-estado griegas (Atenas,
Esparta, Tebas…) habían llegado al declive y habían sido sustituidas en importancia por
las ciudades modernas de Alejandría, Pérgamo y Antioquía, cuyo urbanismo y
construcción no tenían nada que ver con las anteriores. En todas ellas se hablaba la
lengua griega, llamada koinè (κoινης), que es un adverbio griego que significa «común»,
«comúnmente». Vale decir, la lengua común o panhelénica, principal vehículo de cultura.
Suele ser considerado como un período de transición entre el declive de la época clásica
griega y el ascenso del poder romano. Sin embargo, el esplendor de ciudades como
Alejandría, Antioquía o Pérgamo, la importancia de los cambios económicos, el mestizaje
cultural, y el papel dominante del idioma griego y su difusión, son factores que modificaron
profundamente el Oriente Medio antiguo en esta etapa. Esta herencia cultural será
asimilada por el mundo romano, surgiendo así con la fusión de estas dos culturas lo que
se conoce como cultura clásica, fundamento de la civilización occidental.
El término helenístico fue utilizado por primera vez por el historiador alemán Johann
Gustav Droysen en Geschichte des Hellenismus (1836 y 1843), a partir de un criterio
lingüístico y cultural, es decir, la difusión de la cultura propia de las regiones en las que se
hablaba el griego (ἑλληνίζειν, hellênizein), o directamente relacionadas con la Hélade, a
través del propio idioma, un fenómeno alentado por las clases gobernantes de origen
heleno de aquellos territorios que nunca tuvieron relación directa con Grecia, como pudo
ser el caso de Egipto, Bactriana o los territorios del Imperio seléucida. Este proceso de
helenización de los pueblos orientales, y la fusión o asimilación de rasgos culturales
orientales y griegos, tuvo continuidad, como se ha mencionado, bajo el Imperio romano.
Los trabajos arqueológicos e históricos recientes conducen a la revalorización de este
período y, en particular, a dos aspectos característicos de la época: la importancia de los
grandes reinos dirigidos por las dinastías de origen griego o macedónico (Lágidas,
Seléucidas, Antigónidas, Atálidas, etc.), unida al cometido determinante de decenas de
ciudades cuya importancia fue mayor de la idea comúnmente aceptada durante mucho
tiempo.
Macedonia[editar]
La segunda parte del siglo IV a. C. supone la preponderancia del Reino de Macedonia en
Grecia. Su rey, Filipo II, sentía gran admiración por la cultura griega, por lo que decidió
unificar a las polis griegas y terminar con las luchas internas. Filipo se caracterizó por
establecer relaciones amistosas con Atenas. Pero Demóstenes, un famoso orador y
político ateniense, no simpatizaba con las ideas de Filipo, por lo que formó una alianza con
Tebas para derrotarle. Atenas y Tebas, por tanto, se enfrentaron a Macedonia en la batalla
de Queronea, que terminó con la derrota de la liga tebano-ateniense. Filipo se convenció
de que la única manera de tener controlada a Atenas era usando la diplomacia, por lo que
envió a su hijo Alejandro a acordar un tratado de paz. En el año 338 a. C., Filipo convocó
un congreso en Corinto, al cual fueron todos las ciudades-Estado griegas, a excepción de
Esparta. Allí se creó la Liga Helénica (también conocida como «Liga de Corinto»). Hubo un
segundo congreso al año siguiente, en el cual se declaró la guerra a Persia. Antes de
poder llevar a cabo la expedición, Filipo fue asesinado en el año 336 a. C. Al morir Filipo,
subió al trono de Macedonia su hijo, Alejandro III, el futuro Alejandro Magno.
Alejandro Magno[editar]
Artículo principal: Alejandro Magno

Alejandro Magno (Alejandro III de Macedonia) fue rey de Macedonia desde 336 a. C. hasta


su muerte y está considerado como uno de los caudillos militares más importantes de
la Historia, por su conquista del Imperio aqueménida.
Tras consolidar la unificación de varias ciudades-estado de la antigua Grecia que
estuvieron bajo el dominio de su padre, Filipo II de Macedonia, sofocando la rebelión de
los griegos del sur tras la muerte de este, Alejandro conquistó el Imperio persa,
incluyendo Anatolia, Siria, Fenicia, Judea, Gaza, Egipto, Bactriana y Mesopotamia,
expandiendo las fronteras de Macedonia hasta la región del Punjab.
A su muerte el reino sufrió grandes divisiones a causa de disputas entre los generales más
cercanos a Alejandro. Muchos trataron de mantener el imperio unido bajo su mando, lo
que generó una sucesión de batallas y campañas que derivaron en la división en varios
reinos independientes que fundaron sus dinastías.
Fin de la era helenística[editar]
Artículo principal: Periodo helenístico

El helenismo se extendió desde la fundación de los reinos de los diádocos a finales


del siglo IV a. C. hasta su decadencia a finales del siglo I a. C. Dicha decadencia puede
explicarse por cinco hechos principales:

 El prolongado y suicida conflicto entre los lágidas y seléucidas que debilitó los
recursos de ambos.
 El enfrentamiento prolongado entre los antigónidas y las ciudades-estado griegas
que desgastaron a ambos.
 La fragmentación del Imperio seléucida, que generó otros dos grandes reinos
independientes y rivales: el de Pérgamo y el de la Bactria. Dicha fragmentación acabó
por debilitar a los seléucidas
 El resurgimiento de las fuerzas persas, que mantuvieron una lucha contra los
seléucidas, y también la lucha con Roma, que agotó sus recursos hasta su decadencia
final
 La falta de un mínimo de sentido de cohesión frente a los romanos. Algunos de sus
estados se pusieron de parte de Roma en vez de llegar a un acuerdo entre ellas
mismas, lo que inclinó la balanza a favor de Roma. En el 148 a. C. Macedonia y
Grecia finalmente pasan a ser parte del Imperio romano y esto señala el fin de la
época griega.
Dominación romana

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