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Cuento clásico
Érase una vez una niña llamada Alicia. Alicia se encontraba un día sentada en el jardín de su hogar, tomando el fresco de la sombra bajo
un árbol y charlando con su gatita Diana que, como suele ser costumbre en los gatos, no sabía hablar. Acariciándola suavemente, Alicia
dijo:
Si yo pudiese tener mi propio mundo, los animales y las floreas hablarían, y nada sería absurdo.