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El surgimiento de la de la historiografía: la historia como investigación

Al iniciarse la Historia de la Historiografía, generalmente se suele afirmar que la misma comienza con la
historiografía griega, porque en ella se da el caso singular del despertar de la conciencia histórica, sin
embargo la cultura griega se desarrolló en un espacio geográfico más amplio – que abarcaba del el Mar
Negro (Poto Euxino), hasta la península Ibérica (fin del mundo conocido),– por lo que absorbió
influencias como la asiática, lo cual produjo la ruptura con su pasado mítico de origen y más tarde,
producto del choque violento con otras civilizaciones, se supone comenzó a tomar conciencia de sí
misma.
El mundo en tiempos de Herodoto s.V. a.C

(Atlas Antiqus. Dr. C. de Spruner gothae 1.855)

Para Toynbee (1988), existen dos características que distinguen el pensamiento histórico griego: i) la
mayoría de los grandes historiadores helénicos, no eran de origen griegos en el caso de Herodoto de
origen cario, Tucídides de sangre tracia o Flavio Josefo judío; de modo que podrías decirse que el
pensamiento histórico en Grecia surgió del contacto con otras culturas y ii) la obra histórica griega no
fue producto sólo de historiadores, sino que en ella participaron filósofos y poetas.

Contexto histórico

A mediados del siglo VI a. C., cuando las ciudades griegas del Asia Menor cayeron bajo el yugo de los
persas y sus ciudadanos hasta entonces considerados libres pasaron a ser siervos de una cultura
extraña, los griegos se vieron enfrentados a cotejara sus sencillas explicaciones sobre el mundo, con las
complicadas concepciones asiáticas, lo cual habría despertado su sentido crítico al verse obligados a
desprenderse de sus creencias para empezar a indagar en la verdad de los acontecimientos.
Esto no significa sin embargo, que se hayan dejado de lado los elementos míticos y legendarios,
presentes hasta entonces en casi todas las producciones historiográficas grecorromanas; aunque no
debe olvidarse que estas seudo historias no fueron tomadas como verdades absolutas.

Los Logógrafos.

Entre siglos VI y V a. C. y a raíz del escepticismo griego, aparecen los logógrafos dedicados a poner la
palabra (λóγος) por escrito (γράφειν) y para dar mayor fuerza de veracidad a sus narraciones,
abandonan el verso. logógrafo significa escribir en prosa y será Tucídides quien se refiera a ellos como
sus predecesores que se dedicaban a narrar en forma de crónica historias sobre sus regiones, relatos
de viajes, fundación de ciudades o bien hechos registrados a través de anales primitivos y aunque constituyen
el primer intento sistemático de elaboración histórica en base a la crítica de fuentes teocráticas y se advierte en
ellos cierta actitud indagadora o “ cognoscitiva, distinta que a su vez reclamó por una actitud crítica hasta
el momento desconocida” (Romero (1952, p. 40) al intentar separar los hechos humanos de lo divino,
aún no nos encontramos ante todavía la figura de un historiador.

El logógrafo viene a ser el que pone por escrito los logo (relatos), procurando desprenderse de la
influencia legendaria y apuntando hacia el género histórico. Según Châtelet (1978), “relata los hechos
que se han producido en el devenir efectivo y tiende a descartar la tradición legendaria de los poetas" (I,
pp. 47-48). En realidad no se puede precisar a ciencia cierta, cuándo y bajo qué condiciones la mitografía
griega habría llegado a configurarse como un subgrupo específico de la prosa.

Entre los representantes más antiguos de los prosistas griegos se encuentra Cadmo de Mileto (540 a.C)
autor de una historia acerca de la fundación de su ciudad natal y el mitógrafo Hecateo de Mileto nacido
en el Asia Menor que será considerado el eslabón entre los poetas y Herodoto en su calidad de
geógrafo, ‘historiador’ y etnógrafo.

Hecateo de Mileto (2ª m s.VI a. C),

El valor de la obra de un punto de vista historiográfico, radica en ser el primer intento por separar la
indagación de la poesía racionalizando lo mitológico y la exposición a gran escala a partir del acopio y
organización de materiales de diversa procedencia y al mismo tiempo el primero en manifestar que el
objeto de sus investigaciones era la búsqueda de la verdad. Pero como señala Cassani y Amuchástegui
(1970) “a pesar que los logógrafos recurren a la investigación y a la crítica, sólo les interesa dar a sus
relatos una conveniente verosimilitud; sustentan la investigación para explicar el pasado a su manera;
pero en ellos no hay pesquisa, no hay investigación en sentido estricto” (p. 34).

Así por ejemplo, en tres oportunidades Polibio califica a Herodoto, de narrador o cuentista o como el
hacedor de fábulas y acusaba este tipo de narraciones cuando escribía que:

los historiadores en lugar de extraer los datos claros y simples de los propios hechos, prefieren
fiarse de muchos libros y dejarse arrastrar por la fantasía, entonces hay que convertir en grande
lo pequeño, amplificar lo que fue dicho con brevedad, e inventar historias, construyendo
hazañas a partir de hechos insignificantes, alargando los combates y entrando en pormenores
de batallas campales en las cuales, una vez, cayeron diez o pocos más soldados de a pie y
menos aún de caballería (XII, 29. 3).

No obstante, Hecateo inicia su obra aludiendo a su preceptiva metodológica: “escribo lo que me parece
verdadero, pues los cuentos de los griegos son muchos y ridículos” (Cohen y Glotz, 1948, I., p. 553) y su
quehacer intelectual se manifiesta a su vez, una concepción del espacio indisolublemente unida a la
memoria del tiempo, y viceversa, cuya persistencia en la Grecia antigua ilustran tanto las digresiones
geo-etnográficas insertas en las narraciones de Herodoto.

En este sentido, se caracteriza por ser un gran viajero; como integrante del ejército persa visita las
costas del Mar Egeo y de esa experiencia surge su obra Periégesis (Descripción de la Tierra), compuesta
por dos libros, en los que hace una descripción geohistórica de las costas mediterráneas de Europa y
Asia (hasta la India). El mapa que luce a continuación fue confeccionado por Hecateo y presenta la
tierra con 8000 Km2°, rodeada de océanos con Grecia al centro, abarcando hasta las Columnas de
Hércules en la península ibérica.

Mapa de Hecateo de Mileto (s. VI. A.C)

En este aspecto no resulta del todo extraño para la época, ya que a menudo los logógrafos recogían
información de los manuales en los que los marinos anotaban los puertos y pueblos de las costas
mediterráneas, con observaciones relativas a las costumbres de sus habitantes y datos de la historia
local. En el caso de Hecateo, si bien esos relatos acerca de los hombres y las tierras que describe, aún no
pueden considerarse historia, su conocimiento aspira ser científico, es decir, que se propone dar
respuesta a las interrogantes que se va planteando sobre unas y otros.

Evolución del pensamiento histórico en Grecia

La evolución del pensamiento histórico griego se producirá recién a partir de la tríada formadas por
grandes historiadores como Herodoto, Tucídides y Jenofonte, a los que se debe añadir Polibio ya que
actúa de enlace con la historiografía romana al escribir desde Roma y para los romanos. A partir de este
momento aparecen dos elementos principales de la historiografía griega: la investigación y la narración,
en ocasiones se destacará más una que otra, pero siempre dando prioridad – aún en los historiadores
más narrativos – al imperativo de la veracidad.

En el caso de Herodoto como en el de Tucídides, encontramos los antecedentes de lo que actualmente


entendemos por Historia, ya que el uso del término por el primero, está indicando el sentido inquisitivo
que daba a su tarea de buscador de la verdad, de modo que emplaza el estudio de las evidentes
diferencias y analogías, influencias e intercambios transculturales entre pueblos y civilizaciones del
antiguo mundo mediterráneo, a través de unidades de análisis que regulan las comparaciones y son
tanto políticas como patrióticas: ciudadanía-libertad y esclavitud-servidumbre, como también,
etnográficas y religiosas: griegos-bárbaros. Este sería el procedimiento comparativo que Herodoto
diseñó al contar una historia así de los griegos, como de los bárbaros.

Herodoto (484-85 a.C- 426 a.C)

Al igual que Hecateo de Mileto, Herodoto fue un griego procedente del Asia Menor bautizado por el
poeta Cicerón como el Padre de la Historia (De legibus I, I: 5) al ser su obra considerada como una un
intento en constituir la primera descripción del mundo antiguo a gran escala o como señala Fontana
(1982) “que no sólo se ocupa de los griegos sino también de otros pueblos” (p.19).

Nace en la última mitad el siglo V a.C, en Halicarnaso ciudad fundada por los dorios, aunque impregnada
por la cultura de la civilización Jónica, cuna entonces, del saber científico, por lo que enmarcarse en esa
tradición científica jónica y dentro del seno de una de las familias más notables, muy vinculada al campo
de las letras y como un hombre además, del pasado inserto en las creencias religiosas y morales de la
Grecia Arcaica.

Luego de un breve destierro en Samos debido a desórdenes políticos y tras huir de la tiranía del
todopoderoso Ligdamis, viaja por Babilonia, Macedonia, Libia, Siria y Egipto y a su regreso reside por un
tiempo en Atenas en época de Pericles, en donde establece amistad con Sófocles, participando tiempo
después en la fundación de Turios (antigua colonia en la Magna Grecia), donde de permanece hasta el
momento de su muerte en el 444 a.C a los setenta y siete años, en calidad de exiliado, no ciudadano,
distanciado del fuego de la acción.

Estructura de la Obra

En cuanto a su obra, es un referente para comprender al antiguo mundo mediterráneo, al igual que para
la escritura de la historia en la tradición occidental. La importancia del testimonio histórico se equipara
así con la que a su vez tiene la operación historiográfica y esta Esta singular confluencia la ha convertido
en un clásico que ha despertado gran interés desde la antigüedad.

La misma cuenta consta de veintiocho logoi, con una extensión adecuada para la recitación pública en
ese entonces, por lo tanto, para comprender su obra no podemos basarnos en nuestros criterios
modernos, ni tampoco en los escritores griegos posteriores cuyas obras estuvieron destinadas
solamente a los lectores, ya que Herodoto se dirige en primer término al auditorio y en segundo lugar
al público s lector, de modo que es la oralidad la que inspira la elaboración y también la selección del
acervo documental. Esto implicaba entre otras cosas, que no le bastaba con que los datos fueran
históricamente relevantes, sino que era necesario también que el relato resultara atractivo y que
conmoviera al público escucha. Por otra parte, en la antigüedad las obras se conservaban en rollos de
papiro (seis o siete metros por cinco o seis cm. de diámetro, cómodos para llevarse bajo el brazo es así
que, cada rollo, vendría a ser un libro, aunque en general esta distribución no coincidía con la separación
temática original.
El conjunto de la obra de Herodoto está dividido en nueve libros (compilados y ordenados por un editor
alejandrino del siglo III a.C), cada uno de ellos estaba dedicado a una musa griega; de ahí que se le
conozca vulgarmente como Los nueve libros de la historia o de Las nueve musas.

La primera dedicada a los reinados de Ciro y Cambises, está compuesta por los tres primeros libros: Clío,
Euterpe y Talía, donde también encontramos una descripción geo-histórica de lugares como Persia,
Egipto, Asiria, Arabia y la India.

La segunda, compuesta por los siguientes tres libros: Melpóme, Terpsícore y Erato. En el quinto y sexto
libro relata los preliminares de las Guerras Médicas que tuvieron lugar a principios del s. V a. C., durante
el reinado de Jerjes y que enfrentaron al imperio persa con las polis griegas. Antes, antes de las Guerras
Médicas las ciudades griegas gozaban de bastante independencia, y aunque no había relaciones muy
cercanas entre ellas, persistía un sentimiento de unidad nacional (por raza, lengua, religión, cultura), así
como un cierto sentimiento de superioridad institucional y moral, que fue lo que las ayudó a enfrentar al
imperio persa.

La tercera, Herodoto focaliza su interés en la Hélade y en los acontecimientos de la guerra. La parte


culminante del libro séptimo (Polimnia), con el paso por las Termópilas; el libro octavo (Urania) relata la
batalla de Salamina, y el último (Calíope), sobre la batalla de Platea, parece haber quedado inconcluso, o
bien, rematado curiosamente, ya que termina con el relato de los amoríos del Rey Jerjes.

El espejo de los bárbaros y la condición griega

En estos libros se combinan por lo tanto, dos tipos de narraciones: la historia etnográfica y la geográfica
de los lugares que Herodoto conoció, y las Guerras Médicas entre Grecia y Persia, pero poniendo
especial énfasis en aspectos curiosos de los pueblos y los personajes, tanto de los griegos como de los
bárbaros (metecos) que no hablaban el idioma griego, lo que o ha llevado a algunos autores como
Bourdé y Martín (1992) a expresar que existen dos Herodoto: el autor de los cuatro primeros libros, que
sería un etnógrafo, movido exclusivamente por la curiosidad; y el narrador de las Guerras Médicas (p.
10), en donde se advierte una composición más firme y una selección más cuidadosa de los hechos.

Aunque o sin duda lo más importante de su pensamiento histórico está relacionado con esa suerte de
constante histórica que hace al enfrentamiento entre Grecia y Asia, como expresa Hartog (2003), el
problema esencial de Herodoto, semejante al que se enfrenta cualquier historiador, consiste en pensar
lo otro, lo lejano, lo diferente y al decir de Vázquez (1983)

el libro nos pinta dos culturas antagónicas e irreductibles, siente a Grecia y a Persia como
polaridades históricas, pero no le anima un patriotismo especial. El bárbaro con su tradición
milenaria, sus riquezas y poderío, le deja sobrecogido. Así, l0 vemos tímido ante los sabios
sacerdotes egipcios y asombrado ante la escena de la revista de Jerjes a sus tropas. Pero ante
tal esplendor, el griego, aunque pobre e ignorante, presenta una cualidad que suple sus
deficiencias: la sagacidad (p.20).

Las comparaciones etnográficas, religiosas y políticas que utiliza serán resultado de las relaciones que
suscitaron el contacto entre helenos y otros pueblos, quizá más antiguos pero sin duda alguna vecinos y
contemporáneos, cuya proximidad los hacía compartir el vasto espacio Mediterráneo, ya que según
Braudel (1953) el Mediterráneo “no es siquiera un mar es un ‘complejo de mares’ y de mares, además,
salpicados de islas, cortados por penínsulas, rodeados de costas ramificadas. La vida de Herodoto se
halla ‘mezclada a la tierra’, definiendo los espacios líquidos y las franjas continentales de tres
continentes distintos (1998, p. 34). Este será por tanto, el destino de ese Mare Internum, al estar
“inmerso en el más amplio conjunto de tierras emergidas que pueda haber en el mundo: el grandioso, el
gigantesco continente unitario”, un “planeta por el que todo circuló precozmente” (Herodoto, 1960, IV, p.
45).

Propósito

Esa oposición entre ellos y nosotros es constante en el conjunto de su obra; tanto en la descripción de
los lugares que visitó, como en el relato de las guerras. Al redactar sus Historias Herodoto persigue un
objetivo que aparece claramente explicitado en el proemio (preámbulo) del Libro primero:

Esta es la exposición de las investigaciones de Herodoto de Halicarnaso, para que no se desvanezcan


con el tiempo, los hechos de los hombres, y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas
obras, así de los griegos como de los bárbaros y, sobre todo, la causa por la que se hicieron guerra.

Era en efecto, el pretexto de aquella expedición el hacer la guerra a las dos ciudades mencionadas
(Eretria y Atenas); pero el intento principal no era menos que el de conquistar para la corona todas
las ciudades de la Grecia que pudiesen (1912, VI, XLIV).

El doble propósito de la obra será luchar contra el olvido y destacar las obras de griegos y bárbaros,
exponiendo la causa por la que se enfrentaron en guerra. En este preámbulo Herodoto expone tal vez la
primera definición de las metas y el oficio del historiador: mantener vivo el pasado, un pasado que
puede ser comprendido y explicado, para eso pregunta, indaga, busca datos; además, analiza – según
su entender - cuanta noticia recoge en el transcurso de su investigación. Es decir que no se propone
solamente relatar anécdotas, sino que, en la medida de lo posible, procura indagar la realidad de los
hechos ocurridos y rechaza todo aquello que no le resulte admisible.
Método inquisitivo crítico

Para llegar a este resultado, tanto Herodoto como Tucídides – salvando las diferencias que los separan
– utilizaron lo que ha denominado el método inquisitivo-crítico según Momigliano (1993) “el método
comparativo de la etnografía”, (empleado a diario en los tribunales de Grecia y que aún persiste en
nuestros días), consistente en formular preguntas, hábilmente dosificadas, a los testigos de un suceso, y
luego, comparando los diversos testimonios, extraer la verdad por medio de la crítica, aunque si bien
puede considerársela como el punto de partida de lo que hoy denominamos historia científica, tiene
importantes limitaciones desde el punto de vista histórico (témporo-espaciales y temáticas), por
ejemplo, se podía escribir sólo los hechos que se conservaban en la memoria de los testigos, ya que era
una de las únicas fuentes con que contaba el historiador lo que limitaba la selección del tema, pese a
eso, ha seguido utilizándose desde entonces, con mayor o menor intensidad, por quienes tratan de
reconstruir un pasado inmediato ( véase Collingwood, 2010, pp.73-91).

Unidades de análisis

Herodoto combina los conocimientos de los logógrafos acerca de la revisión crítica de los mitos griegos
con los testimonios orales de sus muchos informantes y testigos, escuchándolos, para proyectar así –al
estudiar presente y pasado a partir de la evidencia oral – un velo de autenticidad sobre la
representación de la realidad.

Las características del método inquisitivo están basadas en i) la explicación de similitudes y diferencias
entre sociedades y civilizaciones distantes aunque contemporáneas, ii) a partir de criterios que son
tanto etnográficas y religiosos: griegos/bárbaros, como políticas y patrióticas: ciudadanía-libertad y
esclavitud –servidumbre y con ellas el historiador dispone de herramientas sin las cuales un mundo,
como el suyo, era incomprensible; pues señalan qué se compara y cómo se compara y, iii) tiende
puentes para explicar las diferencias entre los mismos griegos (macedonios) o la Hélade, los persas y
escitas, pero también las similitudes con otros bárbaros: egipcios, permitiéndole moldear los contornos
de la identidad frente a la alteridad, señalando los rasgos peculiares de los propios griegos, pero
también la sabiduría de los bárbaros en el presente.

Concepción histórica

La concepción que tiene acerca de los fenómenos históricos es ético-religiosa y sus protagonistas no
actúan por motivos políticos. En opinión de Luis Suárez (1987), en la misma se distinguen tres
características: i) la exposición de verdades y no de fábulas; ii la circunscripción al ámbito
exclusivamente cronológico (que es el que en su opinión, puede ser explorado mediante testigos
presenciales de los sucesos) y, iii el relato de acontecimientos que no superen los sesenta años
anteriores a su nacimiento (porque considera que sólo puede escribir sobre los sucesos que han
acontecido dentro del alcance de la memoria de las personas con quienes puede tener contacto
personal).

Causalidad y determinismo histórico

Con respecto a la exposición de verdades y no de fábulas, está indicando, en cierto modo, el paso hacia
del relato mítico al histórico, se trata por lo tanto, de una historia que deja de ser teocrática, para
transformarse en una historia más humanista, que si bien intercala aún algunos elementos míticos (aún
cree que los dioses tienen una intervención caprichosa a favor o en contra de los hombres), centra el
protagonismo de la historia en el hombre, al despojarse entonces, del sentido propiamente religioso
griego, aparecen con claridad dos ideas: la del ”papel decisivo que juega el hombre en la historia y - la
de la existencia de fuerzas mecánicas el Hado que se establecen por encima de los dioses y los
hombres” (p. 27).

Nadie escapa – dice Herodoto – a la fatalidad del Hado, pero éste no constituye ninguna fuerza
consciente, sino una fuerza ciega voluntad de lo divino, la fortuna queda librada a la voluntad humana,
aunque empieza a buscar una conexión causal causal entre los fenómenos históricos, así verá en toda
guerra, un castigo o intervención divina. El rey Jerjes ha cometido pecado de soberbia por eso merece
como castigo la derrota total, existe aquí como puede apreciase, runa relación-efecto. Sin embargo, ello
no significa que no intente ahondar en la naturaleza de los hechos, aplicando el razonamiento lógico,
por ejemplo, al observar las crecidas del Nilo se pregunta respecto a por qué las crecidas se producen
en verano y no en invierno:

Yo estaba deseoso de averiguar de ellos esos puntos: por qué el Nilo crece y se desborda durante
cien días a partir del solsticio de verano, y cuando se acerca a ese número de días, se retira y baja su
corriente, y está escaso por todo el invierno, hasta el nuevo solsticio de verano. Acerca de estos
puntos nada pude alcanzar de los egipcios, cuando les preguntaba qué poder posee el Nilo de tener
naturaleza contraria a la de los demás ríos

Herodoto etnógrafo

Egipto es la muestra más acabada de que estas semejanzas no son genéricas sino específicas, y cuya
explicación parte de una profunda relación histórica: los orígenes de la religión griega se encuentran en
la zona nebulosa de los bárbaros, que es la tierra del Nilo, por esta razón, al inquirir en dos instituciones
religiosas que han tenido lugar en dos o más medios cercanos, el historiador observa la originalidad de
la una y su influencia sobre la otra, revelándose, entonces, filiaciones, influencias, imitaciones y
préstamos transculturales a escala civilizatoria.
Hartog (2003), señala que Herodoto seduce por su gran curiosidad por todas las cosas, pero que es
esencialmente disgresivo, dado que su relato está salpicado de descripciones y comentarios sobre las
costumbres y los personajes; incluso en algunos casos hasta expresa su admiración por ellas, como por
ejemplo la mentalidad de los babilonios para con los enfermos o al referirse a los sacerdotes egipcios:

Sacan los enfermos a la plaza, pues no tienen médicos. Se acercan los transeúntes al enfermo y le
aconsejan sobre su enfermedad, si alguno ha sufrido un mal como el que tiene el enfermo o ha visto
a alguien que lo sufriese; se acercan y le aconsejan todo cuanto hizo él mismo para escapar de
semejante enfermedad, o cuanto vio hacer a otro que escapó de ella. No les está permitido pasar de
largo sin preguntar al enfermo qué mal tiene.

Los sacerdotes se rapan todo el cuerpo día por medio, para que ni piojo ni otra sabandija alguna se
encuentre en ellos al tiempo de sus servicios divinos. Llevan los sacerdotes solamente vestido de lino
y calzado de papiro, y no les está permitido ponerse otro vestido ni otro calzado. /…/ Disfrutan en
cambio de no pocas ventajas, pues no gastan ni consumen nada de su propia hacienda; se les cuecen
panes sagrados y a cada cual le toca por día gran cantidad de carne de vaca y de ganso; también se
le da vino de uva”

Herodoto Historiador

Al reparar en este aspecto, vemos que es muy consciente de la diversidad de fuentes de información
tanto orales como escritas a las que recurre. Al referirse a las orales, frecuentemente alude a sus
informantes en forma indeterminada (según los persas...", "a decir de los griegos..."; "unos dicen... otros,
en cambio, sostienen”).

“Hasta aquí todo cuanto he dicho es mi observación, mi opinión y mi investigación; en adelante voy a
contar los relatos egipcios tal como los oí, aunque también les agregaré algo de mi observación.”

Asimismo es consciente del carácter parcial y poco fiable de sus fuentes; por eso dice que si bien se ve
en el deber de referir lo que se cuenta, no está obligado a creérselo todo, y anuncia que esa afirmación
es válida para la totalidad de su obra.

“Por mi parte, debo contar lo que se cuenta, pero de ninguna manera debo creérmelo todo, y esta
advertencia mía valga para toda mi narración.”
Análisis y crítica del acervo documental

A falta de un criterio más riguroso, más objetivo o, si se quiere más científico, “contar lo que se cuenta”
– aunque no sea verdadero – puede hasta resultar una cualidad en el caso de Herodoto. Hartog (2003)
señala que al vivir en un mundo de cultura escrita limitada, no creía ni en la necesidad ni en la
superioridad de lo escrito, apelaba sin embargo, a tres tipos de fuentes escritas: i) los datos obtenidos de
los poetas a los que conocía bien; ii) las inscripciones, listas oficiales y administrativas de los distintos
estados y oráculos e informes de navegantes como ser Hecateo de Mileto y, iii) finalmente, los registros
provenientes de los logógrafos y la literatura de su época, sobre todo de los filósofos presocráticos,
algunas de cuyas ideas son citadas (directa o indirectamente) en su obra.

Momigliano (1993) destaca que en el caso de las fuentes, sólo toma los testimonios que le parecen
fidedignos, fundamentalmente a través de la observación directa y la recolección y noticias
proporcionadas por los testimonios (p.12), de manera entonces, que al definir su obra como una
“exposición de sus investigaciones”, lo que está indicando es que realizó su pesquisa a base de
testimonios a los que sometió a un análisis crítico; luego ordenó sus resultados y los presentó o expuso
en forma congruente. De este modo quedó fijada, a grandes rasgos, la preceptiva metodológica de la
historia.

Influencia del autor en la historiografía posterior

Al abordar la obra uno de los aspectos más significativos refiere a la visión que presenta y al interés y
curiosidad que despierta< en las disciplinas, siguiendo el planteo de Bourdé y Martín (1992) vemos que
el autor se anticipa a las ciencias del futuro: a través de sus observaciones geográficas de Egipto,
pretendiendo medir el espacio el igual que un agrimensor y adentrándose como un etnógrafo en las
ciencias naturales. “La novedad de Herodoto -escribe Momigliano (1993)- radica en comparación con
sus predecesores y contemporáneos, parece haber sido doble. Parece que él haya sido el primero en
hacer la descripción analítica de una guerra: las médicas. Además él ha sido probablemente el primero
en servirse de estudios etnográficos y constitucionales para explicar la guerra en sí misma y sus
consecuencias” (p.12).

Bibliografía de consulta

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Braudel, F. (1953). El Mediterráneo y el Mundo Mediterráneo en la época de Felipe II. México: FCE.

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Cicerón, M.T. (1953). De Legibus (Las Leyes). Estudios constitucionales. Madrid: Álvaro d’Ors.
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