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Primera meditación

Todo lo que hemos tomado por cierto es percibido de los sentidos o por los sentidos. La crítica
que él hace de ellos es que podrían ser engañosos. Entonces si estos me engañan, yo podría dudar
de ellos. Pero aunque estos algunas veces engañan y esta sea razón suficiente para no confiar,
hay ciertas cosas de las que no sería prudente dudar. Habría ciertas “percepciones básicas”
indubitables como que estoy acá sentado frente a la computadora, que mi cuerpo es mío y no el
de otro. Si en cambio digo que no estoy frente a la computadora y que mi cuerpo no es mio o
dudo sobre ello, caería en los ejemplos de los degenerados que incurren con inverosimilitud. Sin
embargo, también puedo dudar de esto porque he soñado que estaba en esta misma posición
(frente a la computadora). Por lo que si no me equivoco, el argumento del sueño pone en duda
todo lo que tiene que ver con los sentidos.
Descartes pone el ejemplo de la extensión de la mano. Entonces, ¿una “señal” de estar
despiertos es recordar que en los sueños no se experimenta con tanta claridad, que los actos allí
son neblinosos en comparación con la “realidad”? ¿Es un criterio? En la realidad tampoco
percibimos muchas cosas con claridad y esta es la razón por la que los sueños y los sentidos se
ponen en duda porque podemos ver algo lejano y percibimos que es tal cosa pero a medida que
nos acercamos fue solo montaje de sentidos. Los sentidos serían como una especie de pasaje de
los sueños aplicados a la realidad.
A continuación Descartes dice que no hay un indicio seguro entre dormido-despierto.
¿Cual es la distinción real? Aunque no haya una demarcación, claro está, el sueño es sinónimo de
engaño, donde también entraría la pintura, en especial la surrealista. Pensemos por ejemplo en la
“Golconda” de Magritte donde llueven hombres. Ese acto particular (aleluya it is raining men)
no es verdadero. Sin embargo sus componentes, la lluvia, los hombres, los edificios de fondo y
los colores si lo son. En particular, los edificios y los colores corresponden fuera del sueño
mientras que hay una disensión en la realidad en cuanto a que lluevan hombres. Tal sería un
desarreglo (“entremezcla” lo llama Descartes) porque los hombres no caen del cielo sino son las
gotas las que tienen aquella disposición a la que llamamos lluvia y que no por serlo se crearía
una naturaleza nueva del todo ya que por lo menos estarían los colores operando como
verdaderos. Entonces, siguiendo con el ejemplo de los hombres que llueven o más bien lluvia de
hombres, Descartes diría al respecto que estas son “ciertas imágenes pintadas que no pudieron
ser ideadas sino a la semejanza de cosas verdaderas”. Por tanto, como estas imágenes son
semejantes, (los sueños) no son. Siendo así, las costumbres equivocadas sobre las cosas y lo
falso, engañoso en general, son el empeño de un genio maligno (un no-ser) en hacernos errar, en
arrojarnos un velo de incredulidad. Siguiendo esta línea, podríamos decir que el “Dios óptimo” y
el “genio maligno” son el bien-mal y el ser-no ser. Cuando por lo menos dudamos aunque tal vez
no tengamos acceso a la realidad estamos “amparados” por el buen Dios. La duda procedería del
bien, sería un “tocar la puerta” a lo sustancial mientras que no dudar, por ende “caer en la
tentación”, sería ausencia de lo sustancial.

Segunda meditación. ¿Cómo llega a la primera certeza en la segunda meditación?

La primera certeza podríamos decir que es la respuesta a la pregunta “¿Qué es entonces lo


cierto?”: Quizá solamente que no hay nada seguro. Se convence de que no existe nada en el
mundo, por lo que él tampoco existiría porque está en el mundo. Pero si se persuadió de algo,
existe. Es decir, si Descartes y yo Lautaro pienso x cosa, algo soy, existo. Existo aunque haya
una entidad genio maligno empeñandose en hacerme equivocar en algo que yo considero como
“verdad primera”, indubitable, el principio por el cual partiré: existo. Digo esto último porque a
partir de ese cimiento viene todo lo demás. Más adelante Descartes va a preguntarse “¿Quién
soy?” porque necesariamente existe.

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