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Discutíamos un día con los editores acerca de un quinto opúsculo que redondeara mis
escritos previos sobre educación musical. Los cuatro anteriores -El compositor en el aula,
Limpieza de oídos, El nuevo paisaje sonoro y Cuando las palabras cantan- fueron
experimentales, y sentía la necesidad de concluir la serie de manera más reflexiva,
aclarando por qué hicimos lo que hicimos en cada uno de los libros precedentes. Quería
señalar también mi creciente interés por un programa de artes integradas, de manera que
mis últimas reflexiones sobre la educación musical habrían de conducir a las primeras ideas
relacionadas con este tema más amplio. Charlábamos acerca de esto, cuando mi editor me
pasó un pedido reciente para uno de mis libros.
Cantidad: 1 (uno)
Autor: R. MURRAY SCHAFER
Titulo: EL RINOCERONTE EN EL AULA
Deduje, que por lo menos, estaban anticipando alguna cosa conspicua. Lo más
conspicuo que hay en un aula es siempre el maestro. Provocativo, dominante, más grande
que la vida, el maestro es el rinoceronte. Ser diferente a los demás es una condición natural
de la enseñanza, pero jamás ningún docente debe sentirse avergonzado por eso. El maestro
trascendente no sólo es diferente de sus alumnos, sino también es diferente de otros
maestros. Entonces, cada vez que discutimos sobre filosofía de la educación, deberíamos
usar el pronombre personal. Debería tomarse con recelo cualquier afirmación o empresa a
la que no puedan preceder las palabras "yo creo".
Yo creo que cada docente es una idiosincrasia. Creo que cada docente está
primariamente educándose a si mismo, y que si esta actividad es interesante resultará
contagiosa para aquellos que lo rodean. Creo que cualquier proyecto educativo que no hace
crecer al maestro es falso. Creo que el maestro es fundamentalmente un alumno, y que en el
momento en que deja de serlo la filosofía de la educación tiene problemas.
El pintor Paul Klee acostumbraba decir que consideraba criminal que sus alumnos
debieran pagar por las lecciones, cuando él mismo aprendía tanto de la experiencia de
enseñar. Así es precisamente como debería ser. Cuando la cultura es cambiante, el titulo de
maestro debe permanecer provisional. Algunos docentes desearían tomar prestado mi
pronombre personal, o podrán sentir que yo tomé prestado el de ellos. Otros, hallándose en
desacuerdo, proveerán una antítesis. Aprendiendo unos de otros llevaremos la profesión a
niveles más elevados.