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la Continuidad Pedagógica
Nivel Inicial
EFEMÉRIDE
25 de MAYO
¡CELEBRAR EL 25!
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25 de MAYO
Nivel Inicial
Muchas son las imágenes que solemos recordar de los festejos del 25 de Mayo,
cuando íbamos a la escuela: vendedoras y vendedores ambulantes, el Cabildo, el
chocolate caliente, las exclamaciones de: “Viva la Patria”.
En el último tiempo, las historiadoras y los historiadores han puesto en cuestión las
interpretaciones dominantes que afirman que la Revolución de Mayo de 1810 fue
el origen de la nación. A partir de enfoques renovados, plantearon que los sucesos
de 1810 no deben entenderse como un movimiento de emancipación nacional.
En 1810, no existía la Nación Argentina sino que ésta fue una construcción que
lentamente fue tomando forma a lo largo del siglo XIX. En 1810, “que la Patria
aún no estaba viva” quiere decir que aún no se había formado una idea de destino
común entre los habitantes de aquella porción del Virreinato del Río de la Plata, que
más tarde quedaría encerrada en las fronteras de la Argentina. Quienes habitaban
en ese tiempo no se sentían argentinas y argentinos, en el sentido que hoy le
damos a esta palabra. Mayo fue, en todo caso, el inicio - y no la culminación- de un
proceso largo y complejo de formación de una comunidad nacional. Algo similar
sucedió en el resto de la América hispana que, como consecuencia del derrumbe
de la monarquía española, comenzó su vida independiente1.
Las generaciones mayores narran las historias a las nuevas generaciones. Es por
ello que les acercamos un relato: Anochecer de un día agitado. Se trata de una
ficción inspirada en los acontecimientos históricos de mayo de 1810, debidamente
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documentada. En ella se cuentan los sucesos políticos, tal como fueron vividos, en
el seno de una familia donde convivían diferentes posturas políticas, en la cual se
evidenciaban diferencias sociales en la voz de distintos personajes entrelazados
con los modos de vida cotidiana de la época.
Hace muchos años, había una nena que se llamaba Eugenia. Vivía con sus
papás, su hermano, sus tíos y sus primas en una casa muy grande. Y en esa casa
tan grande vivían también muchos sirvientes que hacían todas las tareas de la
casa. Una de ellas era Clementina, una negra muy gorda que cuidaba a Eugenia.
Ella la quería más que a nadie y le decía Cleme. ¡Cómo le gustaba a Eugenia la
comida que Cleme le preparaba! Y más que nada, ¡cómo le gustaban las historias
que Cleme le contaba! Sobre todo cuando la hacía reír con sus cuentos y su forma
de contarlos.
Pero el día de esta historia, Eugenia no se reía. Estaba preocupada y un poco
triste. Todo el día había visto que pasaban cosas raras. Sus padres y su tío estaban
nerviosos o enojados. Parecía que se peleaban. Eugenia no sabía muy bien. Pero
nadie quería contarle qué estaba pasando y la sacaron del medio cuando se
quiso acercar a preguntar. Por la calle había mucho barullo también pasaba gente
gritando y hasta parecía que sonaban tiros. Eugenia se había puesto a llorar del
susto. “¿Qué está pasando?” preguntaba. Cleme la llevó a la cocina, le dio un jarrito
de mazamorra y le dijo:
-No llore más, Su Merced. Pórtese bien y quédese calladita. Que si se porta
bien, ya después y en secreto le iba a contar qué pasó.
Por eso Eugenia esperó con ansiedad que llegara la noche, para que Cleme,
su negra querida, le contara qué estaba pasando.
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-¡Que me caiga muerta ahorita mismo si le miento! Y no tiene que decir que
le anduve contando. Tiene que ser un secreto.
-¿Por?
-Porque no son cosas que tienen que saber los chicos. Y que si le cuento es
porque le prometí para que no siguiera llorando.
-¡Contame más cosas, Clementina!
-A estas horas, esta negra vieja lo que precisa es un buen descanso. Y usté’
también, mi niña.
-¡Una, una solita!
-Ni media. Si se me está cayendo de sueño. Ademá’ por estar contando
estas cosas, todavía no acosté al angelito de su hermano. ¡Diga que es un santo
el pobrecito! ¡Ande, a dormir se ha dicho!
-Está bien, pero otro día me contás, ¿sí?